El día 10 de junio, después de una larga y penosa enfermedad, murió Ruth, nuestra querida amiga y colega, en su domicilio de Londres donde residía desde los años sesenta. Hacía ya algunos años que el proceso que padecía había mermado sus excelentes capacidades terapéuticas y didácticas, y la había recluido progresivamente dentro del círculo de numerosos amigos fieles que la acompañaban en su creciente invalidez. Los mismos amigos con los que había compartido seminarios, grupos de discusión y tareas organizativas en la Sociedad Británica de Psicoanálisis.
A todos nos sorprendió tristemente la brusca pérdida de su alentadora creatividad, de su participación entusiasta en tantas tareas didácticas y administrativas, de la tenacidad con la que se debatía en las dificultades técnicas de sus propios casos y los de sus supervisados.
Este coraje y su particular vocación terapéutica la llevaron a interesarse por las patologías de abordaje más áspero, a verificarse en las dificultades contratransferenciales de casos con núcleos psicóticos y perversos; también con determinadas resistencias que se evidenciaban en la dificultad de aprender. Es significativo que en su libro[1], que compila buena parte de su actividad clínica, hace referencia a la exigencia que se impone al psicoanalista de tolerar los estados mentales intolerables como requisito de toda comprensión.
Al margen de su dedicación psicoanalítica, y no demasiado lejos de ésta, Ruth era sensible a todo aquello que el ambiente cultural de Londres podía ofrecerle. Asidua a conciertos y teatros, lectora infatigable de cualquier rama de la literatura –especialmente la novela-, todos sentíamos que nuestra amiga tenía una amplia capacidad de goce y de intereses. Su vigor se vio naturalmente afectado por la penosa elaboración del duelo de Norman, su marido.
La vimos, junto con Terttu, por última vez durante nuestra última estancia en Londres a comienzos del pasado abril. Nos recibió en su casa en silla de ruedas, atendida por un enfermero. Nos impresionó su soledad y también la alegría con la que nos recibió. Fue un encuentro sereno, lleno de nostalgia pero también de capacidad evocativa y de creciente animación. Volvía a interesarse por unos y otros, por sus amigos de Barcelona, por los compañeros de seminario, por los alumnos más jóvenes… Hablamos de Mabel Silva y de otros amigos chilenos, del libro de memorias de Paco Calvo, siguiendo con interés algunos pasajes que a mí me habían impresionado. Dijo que lo quería leer y también le prometimos enviarle las novedades del momento, asesorados por Luís y Leticia Feduchi. De hecho, todos le enviamos libros y nos dijo que empezaba a leerlos. Pero al dejarla aquella tarde no podíamos superar la desesperanza de aquella vida en un estancamiento indefinido, aislada a pesar de la presencia frecuente de los amigos de siempre.
La mejor evocación de la personalidad de Ruth Riesenberg no la puedo ofrecer bajo el impacto de las limitaciones impuestas por su enfermedad. La encontrarán en cambio de una manera muy vívida si leen la entrevista[2] que le hicieron, hace algunos años, unas colegas del Instituto de Psicoanálisis de Barcelona, alumnas asiduas de sus seminarios. Con su estilo espontáneo y directo, ella misma hace un esbozo de su biografía y en particular de su carrera psicoanalítica.
La Sociedad Española de Psicoanálisis y, en particular, los compañeros del Instituto que han disfrutado de su cálida enseñanza a lo largo de muchos años, la guardarán en su recuerdo como maestra y amiga.
[1] Riesenberg-Malcom, R. (1999), On bearing unbearable states of mind, The new library of psychoanalysis.
[2] Castell, E., Romagosa, A. y Silva, M. (2007), Entrevista a Ruth Riesenberg Malcolm, Revista Catalana de Psicoanálisis, vol XXIV, 1-2, pp:73-82.
Pere Folch Mateu
Psiquiatra. Psicoanalista didacta de la Sociedad Española de Psicoanálisis y de la IPA.