Conocí a Pere Folch pocas semanas después de llegar a Barcelona. Me citó en un pequeño despacho del Hospital Clínic, donde trabajaba con un grupo de colegas que realizaban psicoterapias en la asistencia pública. Le expliqué mi situación de recién llegado, escapando a la persecución de las dictaduras sudamericanas y mi deseo de retomar la práctica clínica, reiniciar mi análisis y mi formación psicoanalítica.
Desde el primer momento me impresionó su interés y la solidaridad que trasmitían su mirada, sus gestos, sus acogedoras palabras. Me preguntó por mi situación y cómo tenía “los papeles”; le expliqué que tenía lo necesario para la residencia, pero me sería difícil el ejercicio de la profesión, porque las fuerzas represivas de mi país, habían entrado en mi despacho y se habían llevado mi título, sin el cual no podía iniciar la convalidación. Recuerdo su expresión de asombro y de afecto: “¡Hombre!, me dijo “¡razón de más para que le den la convalidación!”. Nunca supe si lo decía convencido, si desconocía los trámites burocráticos o si confiaba plenamente en que la justicia debía prevalecer. Sé que me trasmitió toda la calidez, la cordialidad y el respaldo que yo necesitaba en ese momento. Un instante después telefoneaba al servicio que dirigía el profesor Obiols y a la semana siguiente yo asistía como médico en prácticas al servicio de Psiquiatría del Hospital. Poco a poco mi situación se regularizó, gracias a muchos amigos pude convalidar mi título y llevar adelante mi proyecto.
En ese camino me fui encontrando con Pere Folch en distintas situaciones, como director de seminarios durante mi formación en el Instituto, en sesiones científicas en diferentes instituciones, en pequeños grupos de supervisión con colegas extranjeros. En cada una de esas circunstancias fui aprendiendo a admirar su aguda inteligencia, su interés por captar el pensamiento de su interlocutor, su extensa cultura psicoanalítica basada sobre todo en su familiaridad con el pensamiento kleiniano, pero también con los autores franceses a través de su actividad docente en París. Para mí, que me iniciaba en el psicoanálisis, no podía dejar de ser una luminosa referencia, que se destacaba más cuando podía observarlo polemizando, exponiendo sus puntos de vista o cuestionando otras. Su fino sentido del humor y su aguda ironía producen la admiración de estar ante una mente con dotes excepcionales, cultivada en muchas disciplinas. Siempre ha mantenido, y aún lo sigue haciendo, un estrecho contacto con la psiquiatría y la atención pública en salud mental, especialmente atraído por la problemática de la psicosis y las patologías graves.
Poco inclinado a ocupar cargos administrativos, es en cambio un entusiasta impulsor de grupos de estudio sobre los temas más diversos, especialmente lo relativos a conceptualizar lo que tiene lugar en la clínica. Si tuviera que elegir un rasgo para destacar el papel de Pere en la SEP, diré algo que puede parecer banal o anecdótico. En las sesiones clínicas, cuando se debate sobre algún trabajo presentado, suele ser de los últimos en intervenir. Cuando el ponente y la audiencia han expuesto sus ideas, llaman la atención las intervenciones de Folch, en las que suele dar un punto de vista original, nunca ecléctico, pero que recoge su atenta escucha de todas las intervenciones y las eleva en un plano reflexivo diferente.
Su apasionamiento por el trabajo es contagioso y desde hace tiempo, coordina diferentes grupos dedicados a traducir al catalán o al castellano, obras importantes del pensamiento psicoanalítico, para hacerlas accesibles a todos los miembros y estudiantes, poco familiarizados con el uso del inglés. Su gusto por la escucha la extiende no sólo al psicoanálisis, sino también a otras aficiones como la música o la poesía. El amor a su tierra le lleva a una defensa rigurosa pero amable de su lengua y en su momento se puso decididamente del lado de las fuerzas que defendían la legalidad frente a la rebelión franquista. Participó en la guerra civil y conoció la persecución y el exilio. De todo ello apenas habla y lo hace con una sorprendente humildad.
Con el paso de los años, he podido coincidir con Pere y con Terttu, en espacios donde disfrutar del teatro o de la música. En las charlas posteriores a la audición o el espectáculo, sus comentarios, están llenos de sabiduría, agudeza y sensibilidad. Sería difícil diferenciar ahora que la SEP ha cumplido 50 años cuál ha sido el aporte específico de cada uno de los integrantes del grupo fundador. De todos hemos recibido legado de su formación, superando todas las dificultades imaginables, en los tiempos grises del franquismo. En todos ellos hay un toque de romanticismo, imprescindible tal vez para trascender los límites que se les imponían.
Afortunadamente, el paso de los años no hace mella ni en la aguda inteligencia de Pere Folch, ni en su entusiasmo por el trabajo, ni en su sentido del humor. Su papel en la SEP se caracteriza por su interés en pensar y conceptualizar las situaciones clínicas, poniendo al servicio de su pensamiento, la familiaridad con que se mueve entre diferentes esquemas referenciales, pudiendo recoger de cada autor algún aporte provechoso para ampliar los horizontes.
Benvingut Pere a aquesta nova publicació de la SEP i per molts anys!
Guillermo Bodner
Psicoanalista didáctico y expresidente de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP-IPA)