Hic et nunc, non illic et tunc

Adagio latino

Nunca pensó Sonsoles que en su tratamiento pudiese acabar hablando de modo tan desenfadado de temas sexuales.* Cuando la evalué para un análisis tenía esta paciente 25 años. Procedía de un pueblo de Castilla. En la primera entrevista me pareció que, para su edad, vestía de una manera demasiado conservadora y tenía unos modales rayanos en lo mojigato. Me consultó por sus inhibiciones y rigidez de carácter que dificultaban mucho su trato con amistades y con los pretendientes preseleccionados por su familia. Por su aspecto monjil, su palidez, su mirada huidiza, su recatamiento y su discurso salpicado de «perdón», «gracias», «con su permiso», «por favor», «no quise decir», etc., Sonsoles parecía sacada de una novela costumbrista del siglo diecinueve. Al principio, la sola idea de verbalizar una palabra malsonante le producía sonrojo y una hilaridad infantil. Cuando yo usé algunos términos coloquiales e interjecciones comunes me comentó Sonsoles que apenas podía dar crédito a que un doctor pudiese usar ese lenguaje.

A medida que fue avanzando su tratamiento y se fueron analizando sus resistencias a la libre asociación, la paciente hizo gala de un retorno de lo reprimido que superó no sólo sus expectativas, sino las mías también. Su discurso en las sesiones se tornó cada vez más sexual, permitiéndose la expresión verbal de deseos reprimidos. Mi función consistió entonces en hacerla ver cómo el escenario transferencial erotizado la estaba defendiendo de recuerdos de excitación de su niñez, por una parte, y de gratificación en su vida presente, por otra.

En el quinto año de su análisis tuvo lugar la siguiente secuencia :

Sonsoles : Anoche tuve un sueño tremendo, muy subido de tono. Estaba en mi dormitorio desnudándome casi a oscuras. La cama era grande como la del cuarto de mis padres. Había como una cueva de la que aparecía un hombre fuerte, pero yo no sentí miedo. Era un señor vestido a la antigua con una especie de cetro. Era mayor y se parecía a usted (Pausa). Sin mediar palabra este hombre me acarició los pechos, me tomó en volandas y, ¡huy!, bueno, me depositó en la cama como si fuese una pluma. Se inclinó sobre mí y yo, yo…

Analista : Entiendo lo que quiso decir con lo del «sueño subido de tono», pero antes de seguir quiero señalarle que hizo una pausa en mitad del relato después de decir que ese hombre se parecía a mí.

Sonsoles (carraspeando): Sí, bueno, mm, ah, el caso es que, no se ofenda, pero en ese momento pensé que, mm, usted, ¿cómo decirlo?, ya no tiene edad como para incluirle en ese tipo de sueño. Además, cuando entré hoy por la puerta me pareció que estaba usted como cansado. (Yo había estado en el dentista una hora antes.)

Con el material inicial, basándome en la influencia sugestiva de que me dotaba la transferencia de autoridad de la paciente, podía yo haber formulado interpretaciones anagógicas –o silvestres- referentes, por ejemplo, a la oscuridad, a la cueva, al cetro, a los pechos, etc. Considero ese tipo de interpretaciones de escaso valor analítico, pues habrían inhibido la exploración de las propias fantasías de la paciente, proveyéndole además de intelectualizaciones instintualmente coloreadas que, sin duda, habrían sido usadas al servicio de la defensa. Recordaré aquí que el desarrollo de una técnica fundamentada en la segunda tópica de Freud o teoría estructural tuvo como resultado la posibilidad de prescindir de este tipo de interpretaciones  simbólicas de los sueños como via regia de acceso a lo inconsciente (Gray, 1992).

Asimismo habría considerado poco productivas, si no perjudiciales, interpretaciones basadas predominantemente en unas reacciones o fantasías contratransferenciales despertadas o inducidas en mí supuestamente por la identificación proyectiva de la paciente. Son éstas las interpretaciones en las que, como señaló Busch (1995), suelen mostrarse más los conflictos del analista que el funcionamiento inconsciente del analizado. Además, cuanto más apoyamos las intervenciones en nuestras propias respuestas emocionales, más difícil se vuelve el controvertido reto de la verificación (Abend, 1989).

Entre los abordajes que considero posiblemente útiles ante este sueño citaré los siguientes:

1) Silencio con el fin de observar el desarrollo ulterior del material.

2) Una interpretación de la condensación y desplazamiento en el sueño.

3) Una interpretación psicogenética que conectara la estimulación infantil con la excitación sexual adulta evocada por la figura del analista.

4) Petición de asociaciones a elementos específicos del sueño.

5) El señalamiento de un fenómeno resistencial observable para ambos en la inmediatez del aquí y ahora sandleriano (Sandler, 1992).

Evidentemente opté por esta última fórmula.

Mi silencio (opción 1) habría hecho que Sonsoles hubiese continuado hablando espontáneamente de ciertas asociaciones a su sueño. Sin embargo, omitir una intervención en ese momento habría supuesto pasar por alto la resistencia evidentemente implícita en su pausa. Mi abstinencia habría implicado una invitación a que continuase contándome su sueño, lo que, probablemente, habría gratificado su deseo de agradarme y seducirme con su erotismo, ya que Sonsoles, como tantos pacientes analíticos, suponía que, para un psicoanalista, la temática sexual tenía un interés primordial. Adicionalmente, mi silencio podía haberle transmitido el mensaje de que yo me sentía inhibido o intimidado de algún modo por su inclusión del analista en sus fantasías oníricas.

Podía haber optado por una interpretación (2) que señalase cómo en el sueño se veían condensados elementos de su propio dormitorio y el de sus padres, o distintos hombres (el fuerte, el analista, su padre) desplazados del pasado al presente, pero esta explicación me pareció en ese momento algo abstracta y poco vívida. Ya en 1927 habló Glover en su famoso libro de Técnica de nuestra inveterada costumbre de recurrir a “refugios teóricos” con el fin de aliviar la ansiógena incertidumbre relativa al significado del material.

Podía haber interpretado a la paciente (opción 3) que su gran excitación sexual del presente tenía como antecedente una estimulación reprimida de escena primaria, como podía inferirse de los elementos del sueño en el dormitorio parental y de ser llevada en volandas como una niña, sobre todo teniendo en cuenta que había dormido en el cuarto de sus padres hasta los seis años. Esta deducción me habría parecido razonable, pero en esas circunstancias concretas la consideré más bien una invitación al aislamiento del afecto y a la racionalización. Probablemente, Sonsoles me habría respondido algo como, «Sí, eso es lo que debe haber ocurrido», sin una recuperación emocional veraz de sus propios recuerdos. Habría constituido un ejemplo de interpretación en el «allí y entonces» (illic et tunc!).

Siguiendo la fórmula 4 podía haber sugerido a Sonsoles que asociara a elementos específicos del sueño como la ausencia de miedo, o la cueva, o el dormitorio, o la similitud del hombre con el analista, o su vestimenta, o el cetro, pero pensé que habrían resultado demasiado patentes tanto mi propensión freudiana a las ecuaciones simbólicas como mis preferencias personales. En el análisis de sueños me inclino por inquirir acerca de las asociaciones al material de modo general, prestando especial atención a omisiones significativas en dichas asociaciones, como pudo haber sido en este caso una posible falta de mención del analista, de la excitación sexual, etc. A continuación basaría mis comentarios interpretativos en las ideas, sentimientos, recuerdos, etc. de la paciente sobre este particular, teniendo en cuenta, claro está, su tolerancia a los afectos distónicos en el momento en cuestión.

¿Por qué preferí la opción 5? ¿Por qué intervine interrumpiendo el relato onírico? Porque mi abstinencia en cuanto al despliegue del sueño sexual habría obviado la inmediatez del incidente resistencial de la pausa, eludiendo la exploración de un afecto en el aquí y ahora (el hic et nunc!) que me tenía a mí como protagonista de una transferencia y también de una percepción objetiva. Consciente o inconscientemente, Sonsoles habría conseguido distraer mi atención con lo que Reich (1930) llamó “una sonrisa interior”, haciendo que dirigiese mi foco analítico hacia una temática sexual gratificante para ella y supuestamente fascinante para mí.

En esta breve secuencia sentí que no debía dejarme tentar por el erotismo del relato de la paciente. Ya tendríamos tiempo de investigar los diversos elementos latentes en el sueño. De un modo u otro, todo lo dinámicamente importante acaba manifestándose. Así, opté por explorar el significado de su pausa reveladora de conflicto con la frescura vivencial del momento. Señalaré que mi intervención en ese momento, que en otro esquema referencial podía haber sido conceptuado como “punto de urgencia”, no iba destinada a reducir la ansiedad de la paciente, ni a proporcionar un continente, sino a analizar con la mayor verosimilitud posible la sensación de riesgo superyoico que obligó a la paciente a interrumpir defensivamente su discurso. Con mis palabras iniciales, “Entiendo lo que quiso decir con…”, intenté transmitir comprensión empática acerca de su mensaje manifiesto y, a la vez, paliar lo que de persecutorio pudiera ver en mi intervención.

Naturalmente, yo sabía que, con toda probabilidad –y esa era mi intención-, el señalamiento de su resistencia transferencial iba a hacer aflorar algún conflicto en su consciencia. Lo que desconocía era de qué conflicto concreto se trataba. En puntos como éste, la “capacidad negativa” bioniana implica tener que estar preparado para las sorpresas (Paniagua, 2006) y para las valoraciones realistas hirientes para la contratransferencia narcisista (Gray, 1996).

Para un analista de la psicología del yo, los silencios y pausas constituyen uno de los “puntos nodales” que hacen al material de superficie especialmente trabajable. Otros puntos nodales son las fluctuaciones afectivas, los lapsus, los cambios temáticos, las suposiciones erróneas, los episodios de acting, etc. (Paniagua, 1985, 1991, 1998). Estos fenómenos clínicos reflejan soluciones defensivas caracteriales inconscientes ante la irrupción de derivados pulsionales y afectos displacenteros. Su análisis suele hacer más observable y explorable, tanto para el analista como para el analizado, el conflicto entre las instancias psíquicas. Por supuesto, esto no significa, como a veces se defiende, que todo el material deba ser abordado sistemáticamente desde esta perspectiva de proceso cercano. Ello resultaría mecánico, persecutorio e impracticable. No se puede hacer plumcakes sólo con pasas, que dicen los ingleses.

En este ejemplo el significado implícito en la pausa resistencial de Sonsoles no fue revelado por una interpretación del analista, sino por una asociación de ella, lo que, naturalmente, proporcionó mayor autenticidad al material. El analista debe procurar superponer lo menos posible sus propias ideas o fantasías a la producción del analizado. Insights transferenciales como el antes mencionado suelen ser usados en sesiones posteriores como fundamento para otras interpretaciones y reconstrucciones analíticas, aunque los hallazgos interpretativos provenientes de los mismos pacientes resultarán con seguridad más fiables y útiles. A esta conclusión llegaron ya en tiempos de Freud algunos pioneros de la técnica semiolvidados, como el alemán Kaiser (1934) y la británica Searl (1936).

En la técnica moderna de la psicología del yo se presta una atención más microanalítica, inmediata y constante al curso de las palabras, a la secuencia de las asociaciones, a las entonaciones y otras exteriorizaciones de los afectos, con el fin de detectar qué derivados pulsionales, en el camino hacia una explicitación consciente, tropezaron con el yo que, anacrónicamente, los consideró peligrosos y con el superyó que los juzgó censurables. Las manifestaciones clínicas que deben dar pie preferentemente a una intervención analítica son entonces aquellas en las que se percibe “ese punto de estrés intrapsíquico que fuerza al yo a interferir con el material emergente, evitando que el elemento pulsional en conflicto siga adentrándose en la consciencia”, en palabras de Gray (1990:96). Puede decirse que para un analista adscrito a la psicología del yo contemporánea esto define el concepto del aquí y ahora.
* Este caso fue mencionado de manera sintetizada en Paniagua (2009).

Referencias bibliográficas

Abend, S. (1989), “Countertransference and psychoanalytic technique”, Psychoanalytic Quarterly, núm. LVIII, pp. 374-395.

Busch, F. (1995), The Ego at the Center of Clinical Technique, Northvale (N.J.), Aronson.

Glover, E. (1927), The Technique of Psycho-Analysis, Madison (CT), International Universities Press, 1955.

Gray, P. (1990), “La naturaleza de la acción terapéutica en el psicoanálisis”, en El yo y el análisis de la defensa, Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, pp. 93-104.

Gray, P. (1992), “El recuerdo como resistencia y el relato de un sueño”, en El yo y el análisis de la defensa, Madrid, Biblioteca Nueva, 1996, pp. 139-154. 

Gray, P. (1996), “Undoing the lag in the technique of conflict and defense analysis”, Psychoanalytic Study of the Child, núm. 51, pp. 87-101.

Kaiser, H. (1934), “Problems of technique”, en The Evolution of Psychoanalytic Technique, M.S. Bergmann et al. (eds.), Nueva York, Columbia University Press, 1976, pp. 383-413. 

Paniagua, C. (1985), “A methodological approach to surface material”, International Review of Psychoanalysis, núm. 12, pp. 311-325.

Paniagua, C. (1991), “Patient’s surface, clinical surface, and workable surface”, Journal of the American Psychoanalytic Association, núm. 39, pp. 669-685.

Paniagua, C. (1998), “Acting in revisited”, International Journal of Psychoanalysis, núm. 79, pp. 499-512.

Paniagua, C. (2006), “Técnica interpretativa y la sorpresa del analista”, Revista de Psicoanálisis, núm. 63, pp. 163-178.

Paniagua, C. (2009), “Técnica en la psicología del yo contemporánea”, Revista de Psicoanálisis, núm. LXVI, pp. 79-95.

Reich, W. (1930), Análisis del carácter, Buenos Aires, Paidós, 1974.

Sandler, J.  et al. (1992), El paciente y el analista, Buenos Aires, Paidós, 1993.

Searl, N. (1936), “Some queries on principles of technique”, International Journal of Psychoanalysis, núm. 17, pp. 471-493.

 

Resumen

Basada en una breve secuencia clínica se presenta una descripción de lo que en la psicología del yo contemporánea se entiende por el concepto del aquí y ahora. Se considera la posibilidad de abordajes interpretativos alternativos, defendiendo las ventajas de las intervenciones en la inmediatez resistencial.

Palabras clave: Aquí y ahora. Psicología del yo. Puntos nodales. Pausa resistencial.

 

Summary

Based on a brief clinical sequence a description of the ‘here and now’ concept according to contemporary ego psychology is presented. Possible alternative interpretive approaches are considered. The advantage of interventions addressed to resistance in close process is defended.

Key words: Here and now. Ego psychology. Nodal points. Resistential pause.

Cecilio Paniagua
Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Americana
Corazón de María 2, 28002-Madrid
paniagua@arrakis.es

 

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