Júlia Coromines. Fotografía cedida por Carme Vilaginés

Escribir sobre la Dra. Júlia Coromines cuando ya no se encuentra entre nosotros, es un trabajo amable y a la vez difícil. Difícil, porque no es fácil hacer justicia a una vida llena de matices y riqueza, tanto desde el punto de vista humano como profesional. Amable, porque recordarla es evocar muchos momentos entrañables vividos junto a ella.

La importancia y relevancia de su magisterio psicoanalítico ha sido y continuará siendo muy grande. Ella, juntamente con Pere Bofill y Pere Folch Mateu, fundó la Sociedad Española de Psicoanálisis, miembro componente de la Asociación Psiconalítica Internacional (IPA). Desde entonces veló por el desarrollo de la misma, a través de su condición de miembro con plenas funciones didácticas, mediante un trabajo continuado de supervisión, dirección de seminarios y asistencia continuada a las sesiones científicas de la Sociedad, siempre con una participación activa y de gran interés teórico-clínico. Además ostentó, durante unos años, la presidencia de la Sociedad. La capacidad para ofrecer su pensamiento, siempre profundo y en constante renovación, así como su gran amabilidad y respeto hacia los compañeros de la Sociedad psicoanalítica, han sido una constante mantenida a lo largo de su dilatada vida profesional.

Yo me cuento, además, entre los que han tenido el privilegio de beber y nutrirse de su magisterio psicoanalítico, a la vez que han podido seguir su trabajo en el Centro de Parálisis Cerebral Infantil Arcángel San Gabriel de Barcelona, que ella contribuyó de manera muy eficiente a fundar.

Su trabajo, pionero e interdisciplinar desde el origen, reunió un importante equipo de neuropediatras, psicólogos, pedagogos, fisioterapeutas, logopedas y terapeutas ocupacionales, que gradualmente aprendieron a integrar sus distintas especialidades a una comprensión psicoanalítica de las estructuras más arcaicas del desarrollo psicológico. La dirección del Dr. Jordi Ponces Vergé, persona muy apreciada por la Dra. Júlia Coromines, contribuyó a desarrollar este espíritu de colaboración interdisciplinar de manera exitosa. Gracias a todo ello, la visión holística desarrollada por ella, así como la gran importancia otorgada a la vida emocional y relacional de los niños paralíticos cerebrales, llegó a constituir una excepción notoria en el panorama rehabilitador de la época. La profunda intuición que la llevó a reconocer en algunos de los esquemas posturales espásticos y distónicos, secundarios a  distintos tipos de lesión cerebral, la existencia de estructuras somato-psíquicas primitivas que podían llegar a adquirir un sentido relacional y psicológico, fue una de sus aportaciones realmente originales, a la vez que profundas. Una contribución notable, además, desde el punto de vista terapéutico

Su trabajo con madres de bebés paralíticos cerebrales, que acudían al Centro durante una semana entera, se convirtió en una fuente de innumerables insights psicoanalíticos, que permitían entender la perturbación que las distintas manifestaciones de la lesión cerebral provocaba en les actividades de la vida de relación del bebé con su madre. La comida, el sueño, el juego, la relación corporal, la autonomía motriz, los momentos de rechazo, de ansiedad, de alegría, la diferenciación, los sentimientos difíciles… Todo iba adquiriendo un sentido que favorecía la elaboración de la diferenciación mental al servicio del desarrollo y la maduración del bebé, y también de su familia entera: padres, hermanos, abuelos…

La maduración de su propio pensamiento psicoanalítico la llevó, en los últimos años de su dilatada vida profesional, a examinar muy detenidamente la existencia de núcleos de desmentalización y conductas de estimulación autosensorial, que impedían la diferenciación mental. Profundizó de manera muy especial en la perturbación provocada por estos núcleos, de carácter más o menos autístico, en el desarrollo de les posiciones esquizo-paranoide y depresiva descritas por Klein (1935 , 1946)[1], fundando así -diríamos que una vez más- una nueva vía de exploración psicoanalítica de gran trascendencia, no sólo en el tratamiento de los niños con estructuras de carácter autístico, sino también en el caso de pacientes psicóticos y neuróticos, con núcleos de desmentalización y autosensorialidad, que presentan dificultades para estructurar el pensamiento simbólico y la diferenciación mental. Sus aportaciones a la comprensión del psiquismo primitivo quedan recogidas de manera muy especial en su libro: Psicopatología arcaica y desarrollo: ensayo psicoanalítico[2].

“Júlia Coromines, esa gran dama…”, fueron las palabras del Dr. Salomón Resnik en el acto de homenaje que recientemente tuvo lugar en la Academia de Ciencias Médicas de Barcelona, con motivo de la celebración de sus 100 años de edad. En efecto, una mujer  distinguida, elegante, sencilla, de gran inteligencia y amabilidad. Una mujer muy querida por tantos y tantos de nosotros, que hemos gozado de su afecto y amistad, siempre fiel y constante.

“La Dra. CoroMimas”, como decía un niño con parálisis cerebral… “Mamá CoroMimas”, como, en el fondo de nosotros mismos, la hemos nombrado tantas veces, debido al mimo con el que siempre nos hemos sentido tratados. Ella es y será, ya para siempre, una fiel compañera en nuestro caminar por la vida… ¡Muchas gracias por todo lo que hemos recibido de ti!


[1] Klein, M. (1935) Contribución a la psicogénesis de los estados maníaco-depresivos, en  Obras Completas, I, Barcelona, Paidós, 1975.

Klein, M. (1946) Notas sobre algunos mecanismos esquizoides, en Obras completas, III, Barcelona, Paidós, 1975.

[2] Coromines i Vigneaux, J. (1998). Psicopatología arcaica y desarrollo: ensayo psicoanalítico. Paidós Ibérica S.A.

Jaume Aguilar
Psiquiatra. Psicoanalista didacta de la Sociedad Española de Psicoanálisis y de la IPA.