Licenciado en Medicina por la Universidad de Granada y en Psicología por la Universidad de Barcelona; doctor en Medicina por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor titular de Psiquiatría en la misma Universidad. Interesado en múltiples campos -social, familia, antipsiquiatría, pedagogía-, Juan Luis Linares ha combinado sabiamente sus inquietudes y conocimientos desarrollando ampliamente la docencia universitaria, el trabajo clínico y la investigación, quedando reflejado todo ello en la publicación de multitud de artículos y libros.

Fundó en 1981 la Escuela de Terapia Familiar del Hospital de Sant Pau de Barcelona, que acaba de cumplir 30 años. Tanto en la Escuela como en el trabajo clínico ha profundizado en la terapia sistémica y ha conceptualizado pautas relacionales y funcionales, sobre todo en los procesos de desestructuración familiar, definiendo nuevos conceptos muy útiles para la comprensión de las dinámicas patológicas.

Es expresidente de la European Family Therapy Association, así como de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar y de la Societat Catalana de Teràpia Familiar. Miembro de la American Family Therapy Academy, en la actualidad preside RELATES, la Red Española y Latinoamericana de Escuelas Sistémicas.

Desde su larga experiencia en unir práctica y conceptualización teórica, nos habla de su vida profesional con la vitalidad, naturalidad y claridad que le caracterizan, cualidades que aprecian sus alumnos.

     Libros publicados, entre otros:

Identidad y narrativa. La terapia familiar en la práctica clínica. 1996.

La intervención sistémica en los servicios sociales ante la familia multiproblemática. 1997.

Tras la honorable fachada. Los trastornos depresivos desde una perspectiva relacional. 2000.

Del abuso y otros desmanes. El maltrato familiar entre la terapia y el control. 2002.

Las formas del abuso. 2005.

La terapia familiar: aprendizaje y supervisión. 2008.


Temas de Psicoanálisis: Dr. Linares, ¿por qué psiquiatra? ¿Qué  le indujo hacia esta disciplina?

Juan Luis Linares: Bueno, habría que hablar de razones edípicas, porque mi padre era psiquiatra… Ja, ja, ja… Así que seguramente ello me incitó a emularlo y a superarlo. En cualquier caso, uno de los primeros recuerdos, y de los más fascinantes de mi vida, son las visitas al hospital psiquiátrico de Málaga, que él dirigía, de su mano segurizante y oyendo sus explicaciones psicopatológicas. Era un hombre bueno, culto e intelectualmente curioso, y me enorgullezco de su influencia, aunque luego, claro está, tuve que tomar distancia, tanto profesional como física, y por eso me vine a Barcelona.

TdP: Háblenos del panorama psiquiátrico existente cuando usted se inició en la profesión, especialmente en Catalunya.

J.L. Linares: Eran los años finales del franquismo y Barcelona representaba un espacio de libertad y de cultura extraordinario en el contexto español. La psiquiatría no era una excepción. A pesar del inevitable autoritarismo de la estructura universitaria, aquí se tenía acceso a corrientes y a experiencias de todo tipo.  Hacer aquí la especialidad de psiquiatría y la carrera de psicología fue una maravillosa aventura intelectual.

TdP: En la entrevista realizada por M. Ceberio y H. Serebrinsky menciona usted que antes de “ser salvado” por Sluzki y su formación en Palo Alto, estuvo a punto de iniciarse en el psicoanálisis lacaniano. ¿Qué cree que le hizo pensar en aquel momento en esta posibilidad?

J.L. Linares: Lo de “ser salvado”, evidentemente, es una travesura. Pero es cierto que estuve a punto de iniciar un análisis con el yernísimo de Lacan, por influencia de unos amigos de esa orientación. Yo estaba en un impasse profesional porque la época de los “anti”, que había experimentado a fondo, se agotaba. Así que vivía una especie de estado de búsqueda imperiosa. El Lacanismo sólo fue una tentación, pero el encuentro con Carlos Sluzki fue como la caída del caballo camino de Damasco…

TdP: ¿Qué fue lo que le impactó del encuentro con Carlos Sluzki y de su experiencia en Palo Alto? ¿Conoció allí a algún otro  de los referentes de la terapia familiar? Háblenos un poco de todo ello.

J. L. Linares: De Carlos Sluzki me impactaron su inteligencia ágil y su brillantez, pero también su capacidad de provocar desde el compromiso social y la generosidad personal. Conocí también a Paul Watzlawick y a Celia Falicov y reencontré a Salvador Minuchin. Fue una experiencia iniciática, breve pero muy intensa. Regresé transformado.  

TdP: Una Escuela de Terapia Familiar y a la vez Unidad de tratamiento en un gran Hospital de Barcelona, Sant Pau, donde no existían demasiados antecedentes hasta el momento de una psiquiatría no biológica. Háblenos de cómo fue la integración de todo ello, con qué dificultades y facilidades se encontró usted para la creación y posterior desarrollo de su Escuela.

J.L. Linares: Debo confesar que encontré muchas más facilidades que dificultades. Quizás, en parte, porque fui hábil negociando. Por ejemplo, yo renuncié a tener “camas”, que son el indicativo tradicional del poder psiquiátrico, pero que a mí, como psicoterapeuta, no me interesaban en absoluto. Me cuidé de no representar un peligro para los colegas biologistas que, a su vez, no estaban interesados en la psicoterapia.

TdP: Nos consta que es usted alguien muy apreciado por los diferentes alumnos que se han formado en su Escuela. ¿Qué considera que aporta como docente y qué le aportan ellos?

J.L. Linares: Formar a personas motivadas es un placer. Yo soy profesor titular de psiquiatría, pero no hay comparación entre enseñar en el pregrado y hacerlo en el postgrado, con alumnos ávidos de saber, que se identifican plenamente con el modelo.  

TdP: ¿Qué destacaría de su experiencia como profesor universitario? ¿Cómo han sido y son sus relaciones con la universidad?

J.L. Linares: También en eso me siento un privilegiado, porque se me ha permitido dedicarme fundamentalmente a lo que me gusta, es decir, a enseñar terapia familiar. Los estudiantes de medicina vienen a hacer unas prácticas a la escuela y ven sesiones de terapia familiar desde detrás del espejo. Les fascina y, desde luego, les interesa mucho más que las clases teóricas de psicopatología. 

TdP: Su actividad docente se ha desarrollado en paralelo a su presencia y participación activa en la Red Latinoamericana de Terapia Familiar y, en el contexto europeo, con la Asociación Europea de Terapia Familiar (EFTA), de la cual ha sido presidente. ¿Cómo le ha influido esta experiencia en su trayectoria profesional?

J.L. Linares: ¡Otro privilegio! La mayoría de mis amigos son europeos y latinoamericanos. He aprendido muchísimo de ellos desde esas posiciones tan cercanas. Viajo a América cuatro veces al año y seis o siete a Europa. Ahora, por ejemplo, acabo de regresar de Uruguay y Argentina y, en Buenos Aires, he asistido a unas jornadas que, además de permitirme disfrutar con mis amigos porteños, me han hecho constatar una vez más el extraordinario nivel de la psicoterapia en aquellas latitudes.

TdP: En el campo de la intervención sistémica en servicios sociales usted puso en marcha una intervención en el distrito de Ciutat Vella de Barcelona, conjuntamente con los servicios sociales del barrio. ¿Puede hablarnos de esta experiencia?

J.L. Linares: Fue el resultado de una coyuntura política muy favorable, porque el Ayuntamiento de Barcelona quería rehabilitar Ciutat Vella antes de los juegos olímpicos y, muy inteligentemente, decidió hacerlo también a nivel humano y social, y no sólo urbanísticamente. Por eso llamó a Cancrini, que era el mayor experto europeo en la lucha contra la multiproblematicidad y, de nuestra colaboración con él y su equipo, nació aquella brillante experiencia. Yo, personalmente, aprendí muchísimo porque pude ampliar mi perfil profesional, que era exclusivamente clínico, a territorios sociales.

TdP: Se ha interesado por el sufrimiento en sus diversas formas de expresión, y ha escrito sobre el maltrato y el abuso. En relación a ello usted ha dicho rotundamente que el control que no va acompañado de terapia familiar está condenado al fracaso.

J.L. Linares: Lo que digo exactamente es que el control, que es necesario, debe ir inscrito en una dimensión de mayor complejidad, que es la terapéutica.

TdP: A nivel institucional, ¿se está haciendo todo lo posible para prevenir y erradicar la violencia de género y familiar?

J.L. Linares: No, en absoluto. Se sigue confiando absurdamente en el control, manejando demagógicamente unas leyes a todas luces inadecuadas. ¡Y encima te satanizan si ejerces el sagrado derecho a criticarlas! Ya es hora de que se den cuenta de que si aumenta el número de mujeres muertas no es “porque no denuncian” (patética manera de victimizar doblemente a las víctimas), sino porque la complejidad de las relaciones de pareja va más allá de una película de buenos y malos. Hay que invertir más en terapia y no pensar que el problema se resolverá con pantallas de radar y chips implantados a los maltratadores.   

TdP: Usted habla de la necesidad de terapia familiar en las situaciones de maltrato, tanto físico como psicológico. Pone énfasis en la necesidad de abordaje terapéutico familiar para que incida justamente allí, en el entramado relacional donde se produce el maltrato. ¿Cree que es el entorno más adecuado? ¿Cuáles serían las limitaciones?

J.L. Linares: El maltrato es un fenómeno relacional y debe ser abordado relacionalmente, pero eso no implica imponer la presencia del  maltratador a la persona maltratada cuando ésta no lo desea. Quien sufre el maltrato debe ser escuchado antes que nada, y su opinión debe orientar la terapia. En el caso de la violencia de género, la indicación de terapia de pareja es clara mientras la víctima lo quiere, pero no cuando ésta está tendida en el suelo desangrándose con un cuchillo clavado en el pecho.

TdP: ¿Cómo han evolucionado las patologías familiares desde que comenzó a trabajar con familias? ¿Tienen estos cambios una expresión directa en el contenido de los mitos o de las narrativas sintomáticas familiares?

J.L. Linares: Yo no creo en las “patologías familiares”, porque los síntomas son de expresión individual. Si nos referimos a las disfuncionalidades familiares subyacentes, ciertamente ha habido cambios, con repercusiones en las mitologías familiares y en las narrativas individuales. Por ejemplo, ahora son más frecuentes las “deprivaciones”, más o menos abandónicas, propiciadoras de patologías depresivas. También abundan las dinámicas “caotizantes”, propias de las familias multiproblemáticas. Ambas constituyen el lado oscuro de la sociedad postmoderna.

TdP: ¿Nos podría trazar, brevemente, un mapa de las diferentes escuelas de terapia sistémica? Se suele destacar la existencia de dos grandes escuelas principales, la estructural de Palo Alto y la Escuela de Milán, de Selvini. ¿Cómo se ubica en relación a ambas escuelas?

J.L. Linares: En los orígenes de la terapia familiar hay dos grandes raíces, el Comunicacionalismo de Palo Alto y la Terapia Estructural, fundada y liderada por Minuchin. Luego vino, en efecto, el Equipo de Milán, que ejerció una gran influencia pero sufrió varias divisiones. Yo he sido muy influenciado por las tres.

TdP: Para quien quiera iniciarse en la teoría sistémica, ¿qué autores considera más relevantes, y qué aspectos han aportado cada uno de ellos?

J.L. Linares: Responder a esta pregunta nos podría ocupar un libro. Resumiendo brutalmente, diría que Bateson, Watzlawick, Minuchin y Selvini, como máximos exponentes de las tres grandes escuelas citadas. Y otros más actuales, como Cancrini, Onnis, Andersen y White.

TdP: Dentro de la psicología relacional, ¿qué sería lo específico del enfoque sistémico?

J.L. Linares: Pues no sólo saber que existe “lo relacional”, que de puro obvio incurre en lo perogrullesco, sino trabajar directamente con ello, es decir, con los sistemas relacionales y, muy en concreto, con la familia.

TdP: ¿Qué supuso en su trayectoria profesional la escritura y publicación de Identidad y narrativa en el año 1996?

J.L. Linares: Poder dar a conocer el resultado de quince años de prácticas y reflexiones con y sobre las familias. Yo había escrito varios libros en mi etapa de psiquiatría social crítica, pero Identidad y narrativa me permitió recapitular mi etapa inicial como sistémico, la primera elaboración personal de cuanto había adquirido en aquellos años febriles.

TdP: Para los que trabajamos en terapia familiar, el concepto de triangulación desconfirmadora nos resulta muy esclarecedor para la comprensión de las dinámicas familiares. ¿Podría definirlo para nuestros lectores?

J.L. Linares: La desconfirmación, o bloqueo del reconocimiento, es para mí el fenómeno relacional central en el universo psicótico: la terrible vivencia de no existir en términos relacionales, que no puede ser explicitada porque se desactivaría. Tampoco es fácil que pueda ser vehiculizada en una relación diádica (“tú no existes para mí” es cualquier cosa menos una desconfirmación). En cambio, la triangulación le abre las puertas, puesto que quien lo era todo para su interlocutor, puede dejar de existir al irrumpir un tercero. Hay muchas triangulaciones desconfirmadoras posibles, pero quizás la más frecuente y emblemática sea la que conforman, junto con el hijo psicótico, unos padres enzarzados en una relación compleja y ambivalente, que instrumentalizan al hijo en sus apasionados juegos de amor y poder.

TdP: Uno de sus libros lo ha dedicado a la depresión. ¿Qué sería lo específico del enfoque sistémico a nivel psicopatológico?

J.L. Linares: El enfoque sistémico ha descuidado tradicionalmente, cuando no rechazado de manera explícita, el diagnóstico psicopatológico, un poco a la manera de la antipsiquiatría. Mi actitud es heterodoxa, porque sostengo que lo que puede ayudar a deconstruir el diagnóstico como proceso etiquetador de la conducta desviada no es un panfleto supuestamente revolucionario, sino la exploración exhaustiva de las bases relacionales de la psicopatología.

TdP: En el psicoanálisis existe actualmente una tendencia a integrar las aportaciones de las neurociencias. ¿Ocurre lo mismo en la orientación sistémica?

J.L. Linares: Sí, hay líneas de investigación neurofisiológica, como la concerniente a las neuronas espejo, que resultan francamente esperanzadoras.

TdP: ¿Qué autores y qué conceptos le han interesado más del enfoque psicoanalítico?

J.L. Linares: Primero los culturalistas americanos y, últimamente, Bowlby.

TdP: En relación al pensamiento psicoanalítico, ¿qué se pueden aportar mutuamente las dos disciplinas?

J.L. Linares: Yo siempre digo que la psicoterapia del mañana se construirá en la intersección de la terapia familiar sistémica, la teoría del apego de Bowlby y el cognitivismo post-racionalista de Guidano. Me parece perfectamente legítimo integrar aportes procedentes de diversos modelos en lo que inevitablemente construimos a lo largo de nuestra trayectoria profesional: un modelo propio.

TdP: ¿Y cuáles serían, a su entender, las mayores diferencias?

J.L. Linares: Creo que una diferencia reside en la ecuación pasado/presente. Para los sistémicos el pasado es importante porque nos dota de una dimensión histórica, pero su importancia se dimensiona desde el momento en que puede ser redefinido desde el presente. Y no de acuerdo con un modelo energético, laboriosamente restaurador de profundas carencias, sino según un modelo comunicacional, que con un clic puede generar una nueva realidad.

TdP: ¿Qué papel juega el inconsciente en su comprensión de los fenómenos familiares y en su teoría?

J.L. Linares: Para mí el inconsciente irrumpe sobre todo a través de la organización y la mitología de los sistemas de pertenencia y, en especial, de la familia de origen.

TdP: Usted dice que prescribe poco y reformula mucho, y que utiliza sus propias emociones en sintonía con las emociones de los pacientes. ¿Diferenciaría esto último del concepto psicoanalítico de contratransferencia?

J.L. Linares: No soy un erudito en psicoanálisis, pero para mí la utilización de mis propias emociones se sitúa a años luz de la neutralidad benévola. Yo puedo reír, llorar, bostezar y enfadarme en terapia.

TdP: Usted plantea la importancia de la formación del terapeuta a nivel de formación reglada y formación personal. ¿Puede explicarnos cómo entiende la formación personal? ¿Cree que podría ser indicado para un terapeuta sistémico un tratamiento de psicoterapia psicodinámica? ¿Qué tipo de formación sería deseable según su criterio? 

J.L. Linares: Yo no rechazo que un terapeuta sistémico pueda hacer un análisis personal, pero lo que nosotros brindamos en nuestra formación como trabajo personal se centra en la elaboración de las habilidades comunicacionales y relacionales propias. También en el manejo adecuado de los roles en los sistemas de pertenencia y, especialmente, en la familia de origen. Y lo hacemos combinando trabajo en grupo y relación personal con el tutor.

TdP: ¿En qué proyectos está trabajando en la actualidad?

J.L. Linares: Estoy a punto de entregar un libro que se llamará “La inteligencia terapéutica. Manual de terapia familiar ultramoderna”. Y las investigaciones más importantes en que estoy trabajando son sobre las bases relacionales de las psicosis y sobre el controvertido síndrome de alienación parental, que nosotros hemos reformulado como prácticas alienadoras familiares.

TdP: Para terminar, Dr. Linares: Apreciamos en usted una gran vitalidad y pasión en su trabajo. ¿Cuál cree usted que es la fuente? ¿Su familia ha tenido que ver en ello?

J.L. Linares: Sin duda. Mi familia de origen fue relacionalmente nutricia e intelectualmente estimulante. Mis hijos mayores son maravillosos interlocutores y colegas. Y mi actual familia creada, con dos hijos de seis y cinco años, me obliga a  mantenerme en activación permanente. Sin todos ellos no soy nada.

Juan Luis Linares
Profesor Titular de Psiquiatría de la Universitat Autònoma de Barcelona.
 Director de la Unitat de Psicoteràpia y de la Escola de Teràpia Familiar de l’Hospital de la Santa Creu i Sant Pau.

eterapia@santpau.cat

 

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