La importancia del “otro” en la construcción de un nuevo psiquismo se advierte desde muy temprano en la obra de Sándor Ferenczi. En ella se podrían separar dos destacadas vertientes: por un lado, el “otro” como constructor de psiquismo infantil; por otro, como apuntalador a través de la personalidad del analista en la cura. Ambos aspectos están íntimamente relacionados entre sí y sólo por un artificio explicativo se puede separarlos.
Si bien la idea de la importancia del inconsciente del adulto sobre el niño ya estaba presente en la obra de Freud desde Tres ensayos de una teoría sexual (Freud, 1905) y Un estudio sobre Leonardo da Vinci (Freud,1910), será Ferenczi quien desarrollará hasta sus últimas consecuencias esta línea de pensamiento. Es así que se puede considerar como el precursor de una teoría interpersonal.
Dicha orientación de su discurso se observa ya en una época temprana en un artículo que llamaría preanalítico. En 1908, poco tiempo después de conocerse, Freud lo invita a presentar un trabajo en el Congreso de Salzburgo; trabajo que titula Psicoanálisis y pedagogía (Ferenczi, 1908). Unas breves citas del mismo me servirán para mostrar lo afirmado:
…una educación defectuosa no es solo fuente de efectos caracterológicos sino también de enfermedades… Pero el análisis de nuestros enfermos nos conduce, a pesar nuestro, a revisar nuestra propia personalidad y sus orígenes; estamos convencidos de que incluso la educación guiada por las más nobles intenciones y realizada en las mejores condiciones –fundada sobre principios erróneos aún en vigor- ha influenciado nocivamente y de múltiples maneras el desarrollo natural (p. 53).
Esta pedagogía “cultiva la negación de las emociones y de las ideas” y “obliga al niño a mentirse a si mismo, a negar lo que sabe y lo que piensa” (p. 54)
Es decir, se trata de una pedagogía que plantea un antagonismo entre ella y la vida pulsional lo cual culmina en la represión y distorsión de esta última. En tanto las ideas apuntadas parecen más de corte sociológico que psicoanalítico no por ello debemos dejar de lado su carácter precursor: la influencia del medio externo y la reconsideración de la personalidad del pedagogo. Lo que le llevará posteriormente, a tener especialmente en cuenta la personalidad del analista en la cura.
Pienso que el primer trabajo propiamente psicoanalítico de nuestro autor es Transferencia e introyección (Ferenczi 1909). En él, además de incorporar un nuevo concepto al vocabulario psicoanalítico aborda el tema con una óptica fundamentalmente económica. La represión ha liberado montos libidinales despojados de representaciones, y esta libido parece tener sed de representaciones a las cuales ligarse para su procesamiento mental. Sigue con ello los desarrollos freudianos acerca de las neurosis actuales. Pero lo interesante de señalar aquí es la novedad introducida en el párrafo que transcribo:
Los objetos amorosos son introyectados: quedan mentalmente integrados en el YO. El niño ama a sus padres, es decir se identifica con ellos, principalmente con el del mismo sexo, viéndose de ese modo en todas las situaciones en las que se halla el padre objeto de identificación. En tales condiciones, la obediencia no es un sinsabor; el niño experimenta incluso satisfacción ante las manifestaciones de la omnipotencia paterna porque en sus fantasías se apropia de ese poder y no obedece más que si mismo cuando se pliega a la voluntad a la voluntad paterna (Ferenczi, 1909, p. 126)[1]
Plantea una concepción sumamente original en lo referente a la construcción del Yo. Esa sed de representaciones mencionada adquiere ahora una característica que trasciende la puramente económica. Se inscribe en un ámbito interpersonal en el cual se juega la identificación con un objeto vivido como omnipotente que permite la ilusión de apropiarse de ella. Entiendo estas afirmaciones ferenczianas como la descripción de una forma de compensar el desamparo originario de todo ser humano. La introyección del objeto idealizado cumple una función primordial, no solo de ligar libido libre a representaciones sino como una defensa frente a la pérdida de la propia omnipotencia, una forma de recuperarla.
Idea realmente novedosa que parece precursora de las expuestas posteriormente en El desarrollo del sentido de realidad y sus estadios (Ferenczi 1913) cuya idea central es que el desarrollo de dicho sentido es paralelo a la disminución de la omnipotencia a partir de un momento inicial de omnipotencia absoluta a otro, final, para “dejar paso en su lugar a la noción de una ley que rige los procesos naturales con constancia e indiferencia” (Ferenczi, 1913)
Es digno de ser enfatizado el hecho de que con Transferencia e introyección se adelanta en varios años a Freud en estructurar una teoría acerca de la psicología del Yo.
Respecto a la teoría pulsional freudiana, Ferenczi la adopta, pero en su interpretación se nota ya, una diferencia con su maestro por el papel relevante que le otorga al objeto en su construcción. Para ello me referiré a dos artículos: El problema de la afirmación del displacer. Avances en el conocimiento del sentido de realidad (1926) y El niño mal recibido y su impulso de muerte (1929).
En ambos parte de la segunda teoría pulsional pero con sensibles diferencias que señalan el fundamental papel del objeto.
En el primero de los mencionados reitera una idea ya sostenida en Transferencia e introyección: el estado originario del lactante es “monista”, de indiferenciación con el mundo e indiferenciación pulsional. Escribe: “La discriminación entre cosas “buenas” y “malas” entre Ego y entorno, mundo exterior y mundo interior solo vendrán después” (p. 457). Este momento supone también una falta de diferenciación pulsional:
El primer paso doloroso hacia el reconocimiento del mundo exterior es ciertamente el conocimiento de que algunas cosas “buenas” no pertenecen al Yo y deben distinguirse de él como mundo exterior. Casi al mismo tiempo un ser humano tiene que aprender que algo displacentero, es decir “malo”, de lo que no puede librarse ya sea mediante la alucinación o de cualquier otro modo, puede ocurrir dentro de él (p. 464).
Hay diversos pasos o estadios en el reconocimiento de la realidad. En un primer momento el Yo desconoce la existencia de un mundo exterior que aparece como indiferente; dicho desconocimiento determina que todo placer experimentado es vivido como de origen propio. Al avanzar el desarrollo surge la prueba de la existencia de un mundo exterior que puede frustrar o gratificar; y también la prueba de que el displacer puede ser de origen interno. Pero al principio, al no existir aún el displacer de la frustración, no hay pulsión de vida ni de muerte, ni amor ni odio, ni objeto ni sujeto. La ausencia reconocida del objeto modificará dicho estado haciendo emerger la ambivalencia, este se convierte en un objeto de amor y de odio a la vez que en materia de una representación de objeto. La ambivalencia da testimonio del comienzo de reconocimiento de un mundo externo autónomo, pone el primer ladrillo en el edificio mental que se va construyendo a la vez que expresa la aparición de la diferenciación pulsional.
Podemos encontrar aquí cierta anticipación de las ideas kleinianas en relación con el pecho “bueno” y el “malo” en tanto la gratificación hace del pecho un objeto “bueno” y su ausencia lo convierte en “malo” y odiado. Pero también hay diferencias importantes. Para Klein, en el origen de la dialéctica entre objetos buenos y malos se hallaría la dualidad pulsional. En Ferenczi parece ser al revés: en el origen de la dualidad pulsional se halla la dialéctica presencia- ausencia del objeto. Una vez más el péndulo se inclina hacia el lado del objeto.
El segundo de los artículos mencionados más arriba (El niño mal recibido y su impulso de muerte) se inscribe en la misma línea que el anterior, al menos en lo que se refiere a considerar la importancia del objeto en despertar impulsos destructivos. Según Martín S. Bergman (1993), Ferenczi fue el primero en aplicar la teoría de la pulsión de muerte a un caso clínico. Pero habría que advertir que esta aplicación no es lineal sino que se despoja del aspecto constitucional que le otorga Freud para centrar el problema en la relación con el ambiente. A la vez que muestra su esfuerzo por incluir dentro del campo psicoterapéutico patologías consideradas hasta entonces como congénitas y afirma:
El hecho de no profundizar lo suficiente en su origen externo supone un peligro, el de recurrir a explicaciones apresuradas relativas a la predisposición y a la constitución” y también “…el carácter congénito de la tendencia enfermiza es simulado, debido a la precocidad del trauma (p. 89).
Hay que tener en cuenta que para Ferenczi la noción de trauma no es meramente una cuestión económica, como lo es para Freud, sino fundamentalmente algo relativo a la calidad del asistente exterior. Un mismo acontecimiento puede ser traumático pero no convertirse en trauma si el objeto primario ha respondido con empatía y no con rechazo y desmentida (Ferenczi, 1933). Poner en entredicho el papel de lo congénito o constitucional es nuevamente, poner en primer plano el papel del otro como asistente en la producción de patologías precoces. En este aspecto puede decirse que Ferenczi va poniendo en el primer plano de su investigación aquellas patologías cuyas raíces son pregenitales y que describe así refiriéndose a uno de estos pacientes: “Aquí como en los demás casos, el conflicto edipiano constituía una prueba de fuerza; no tenía altura para afrontarlo…” (p. 87).
Como resumen de este artículo diré que el niño mal recibido es un niño no amado, recibido con frialdad y rechazo, circunstancias capaces de exacerbar la intensidad de la pulsión de muerte en detrimento de la de vida. Es el ambiente el que debe generar la voluntad de vivir o de morir.
Dando un rápido salto en el tiempo consignaré que esta línea adquiere su máxima expresión en una conferencia que suscitó una seria polémica con Freud y que pronunció en el XII Congreso Psicoanalítico en Wiesbaden en 1932. Me refiero al que tituló Confusión de lenguas entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión (Ferenczi, 1933) y que considero un aporte decisivo a la teoría del trauma. Este trabajo engarza perfectamente con las dos líneas a las que aludí más arriba. Se trata de una elaboración de los procesos evolutivos del niño derivada de su experiencia clínica a través de las innovaciones técnicas ensayadas hasta entonces. Existiría para Ferenczi un primer estadio de “amor objetal pasivo” o “estadío de ternura” que supone la búsqueda del amor maternal, estadío narcisista que debe ser relevado más trade por el de amor objetal, en el que el niño necesitaría ser objeto de ternura en forma pasiva. En esta fase se encontraría sumamente expuesto a la influencia de la patología del adulto quien, interpretando mal esta necesidad pasiva de ternura y confundiéndola con una demanda sexual lo haría caer en seducciones incestuosas. Otro aspecto de esa exposición estaría representado por los castigos corporales, expresión del sadismo del adulto. Y, por último lo que llama “terrorismo del sufrimiento” cuando los niños se ven obligados a “soportar todo tipo de conflictos familiares y llevan sobre sus débiles espaldas el pesado fardo de los restantes miembros de la familia.” (p. 148)
Las situaciones mencionadas desembocarían, todas ellas, en una deformación del psiquismo que queda escindido en una parte sumisa y culpable, en el caso de las seducciones incestuosas; y en la identificación con el agresor, si existen castigos corporales, contribuyendo así a la construcción de una estructura sadomasoquista.
Hasta aquí solo he considerado sus reflexiones acerca de la importancia del otro en la construcción del psiquismo. Pero, como decía, existe otro nivel en su obra que se va desarrollando a partir de la segunda mitad de la década del 20: el papel del analista y de su inconsciente en el proceso terapéutico Es más tardío que las anteriores postulaciones en su aparición o por lo menos adquiere relevancia desde su experiencia con la técnica activa que surge como propuesta de Freud en el congreso de Budapest en 1918; aunque se la ha atribuido siempre a Ferenczi, este no hizo más que seguir una sugerencia de su maestro quien, a mi juicio, ya la había ensayado al establecer un límite temporal al tratamiento del Hombre de los lobos, esperando de este modo movilizar a un enfermo que consideraba estancado en su progreso terapéutico. Dicha técnica buscaba acentuar la frustración del paciente impidiendo, a través de prohibiciones y de órdenes, las satisfacciones sustitutivas que obstruían el acceso a material inconsciente. Su práctica con esta modalidad, se extendió desde 1918 hasta 1926, año en que detectó problemas de suma importancia tanto en el orden de la técnica como en el de la teoría. Problemas que, por un lado lo llevaron a descartarla y, por otro, le dejaron una rica experiencia que influyó en su evolución posterior. Extrajo conclusiones que le permitieron otorgar mayor énfasis a una idea que encontramos desde el principio: el efecto de autoridad del adulto sobre el niño y a sus consecuencias: terror, hostilidad, sometimiento, resistencia pasiva. La técnica activa reproducía estas situaciones a través del autoritarismo asumido por el analista como recurso. Ya no se trataba de un puro efecto de transferencia sino que, la posición que adoptaba el terapeuta recreaba situaciones del pasado sin posibilidad alguna de reconocerlas como tales.
En Contraindicaciones de la técnica activa (1926), artículo con el que culmina este período, encontramos un resumen de sus observaciones finales. Ha detectado que, la imposición de órdenes y prohibiciones genera un aumento de las resistencias, precisamente un efecto contrario al buscado. Es que el analista, al querer imponer su voluntad al paciente, repite una situación traumato-transgeneracional que puede reflejar la relación padre-hijo o peor aun, las “… más bien sádicas propias de un maestro de escuela” (p. 430). Medidas cuyo efecto es: “perturbar y deshacer la transferencia” (p. 428).
Todas estas disquisiciones acentuaron el interés en apreciar el papel significativo de la contratransfrencia y desplazó el acento desde un analista que observa a un paciente, a otro que lo hace sobre un campo de interacción en el que está en juego también su propio mundo inconsciente, y que puede hacer del paciente un objeto para satisfacer su autoritarismo, su sadismo o su narcisismo. Con mucha contundencia lo escribe así:
…para mí y para mis análisis ha representado un progreso esencial el tomar…la relación del enfermo con el médico como base del material analítico (p. 434).
O lo enunciado en un trabajo posterior (Ferenczi, 1928):
La posición analítica no exige del médico sólo el control riguroso de su propio narcisismo, sino también la vigilancia extrema de las diversas reacciones afectivas (p. 67).
Concluyó diciendo que el campo interpersonal creado por la técnica activa tendía a espejar la situación traumática original con lo que, finalmente, se dificultaba la diferenciación entre el presente y un pasado traumático. De tal modo comienza a perfilarse una idea que tomará cada vez más importancia: el paciente traumatizado trae un modelo de relación basado en el autoritarismo abusivo del adulto sobre el niño. Si el analista responde de forma similar al adulto de la infancia, cerrará un espacio diferencial pues propondrá un presente semejante a ese pasado traumático. Es una repetición en la realidad no en la fantasía. Su reflexión se centrará en la distinción entre dos conceptos: repetir o reproducir el pasado. Ferenczi lo expresa de este modo en Principio de relajación y neocatarsis (1930):
El parecido entre la situación analítica y la situación infantil incita, pues, a la repetición, mientras que el contraste entre ambas favorece el recuerdo (p. 106)
Repetición y reproducción, dos alternativas diferentes y entre ambas un contraste que da cuenta de dos tiempos desiguales. Repetir es volver a vivir el trauma en la situación presente sin posibilidad de distinguir ni diferenciar tiempos ni objetos. El analista con su actitud se ha puesto en el lugar del objeto arcaico. Estas apreciaciones lo llevaron a cuestionar no sólo la técnica activa sino también aquella llamada “clásica”, por lo menos en los casos de pacientes severamente traumatizados. Técnica con la cual, por su “neutralidad” e indiferencia se provoca en estos pacientes una resistencia que dificulta el análisis. Fereczi se pregunta:
¿es la resistencia del paciente quien provoca el fracaso, o se trata más bien de que nuestra comodidad se resiste a adaptarse a las particularidades de la persona, en el plano de la aplicación del método? ( p.111).
Recorriendo este camino va profundizando su distanciamiento con Freud, quien temía las consecuencias de estas innovaciones. Dicho alejamiento quedó claramente manifestado en una carta que Ferenczi envió a su maestro. En ella le hace una crítica de la forma en que se practicaba el psicoanálisis que, a su entender era “…demasiado unilateral… en la sobrestimación de las fantasías y en la subestimación de la realidad traumática…” (citada por E. Jones, Ferenczi-Freud, 25-X-1929, p. 162-162)
Las expresiones consignadas en la mencionada carta muestran distintas consideraciones acerca de la construcción de la realidad psíquica y su relación con la realidad histórica.
Parece evidente que estas diferencias conceptuales tendrían que ver –entre otros factores- con el hecho de que Ferenczi extendió sus intentos terapéuticos a un espectro de patologías que no respondían a los criterios de analizabilidad sustentados por Freud. Pacientes en los que predominaban los mecanismos de escisión psíquica condicionando cuadros más severos y regresivos de aquellos con predominancia del sistema de la represión. Sólo su muerte detuvo sus intentos de buscar nuevos recursos terapéuticos dado que no quedó totalmente satisfecho con ninguno. Todos ellos cayeron bajo sus ojos críticos. Pero ha dejado en herencia el haber sentado las bases de una teoría de las relaciones objetales, el desarrollo de una visión interpersonal del psiquismo y la concepción del espacio analítico como un campo creado entre dos inconscientes (Genovés,1998, p. 281).
[1] Cursivas del autor.
Referencias bibliográficas
Ferenczi, S. (1908), Psicoanálisis y pedagogía, en Obras completas, I, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 53-76.
–(1909), Transferencia e introyección, en Obras Completas, I, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 97-134.
–(1913), El desarrollo del sentido de realidad y sus estadios, en Obras Completas, II, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 63-79.
–(1913), Fe, incredulidad y convicción desde el punto de vista de la psicología médica, en Obras Completas, II, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 49-61.
–(1926), Contraindicaciones de la técnica activa, en Obras Completas, III, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 427-438.
–(1928), Elasticidad en la técnica analítica, en Obras Completas, IV, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 59-72.
–(1930), Principio de relajación y neocatarsis, en Obras Completas, IV, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 91-108.
–(1931), Análisis de niños con adultos, en Obras Completas, IV, Madrid, Espasa- Calpe, 1981, pp. 109-124.
–(1933), Confusión de lenguas entre los adultos y el niño. El lenguaje de la ternura y de la pasión, en Obras Completas, IV, Madrid, Espasa-Calpe, 1981, pp. 139-149.
Genovés, A. (1998), “Para leer a Ferenczi”, en Las innovaciones técnicas de Sándor Ferenczi, ed. de J. Jiménez Abello, Madrid, Biblioteca Nueva, pp. 275-281.
Jones, E. (1959), Vida y obra de Sigmund Freud, III, Buenos Aires, Nova, 1960, pp. 162.163.
Resumen
El autor realiza un recorrido cronológico a través de la obra de Sándor Ferenczi mostrando cómo, desde sus primeros escritos, la relación del niño con el ambiente, sobre la base de su indefensión, ocupa un espacio fundamental en su pensamiento. De este modo desarrolla una teoría interpersonal cuyas consecuencias para la comprensión de aquellos pacientes severamente perturbados así como para la técnica son relevantes.
Palabras clave: Técnica activa, rememoración, repetición, violencia, pulsión de muerte
Abstract
The author makes a chronological narration trough Sándor Ferenczi work showing, even in his very first papers, how the child`s relation with the environment affected by his defenselessness plays a very important role in his mind. In this way, Ferenczi develops an interpersonal theory of which consecuences are absolutely relevant to understand those severely disturbed patients as well as the technique.
Key words: active thecnique, memory, repetition, violence, death drive
Agustín Genovés Candioti
Miembro Asociado de la Asociación Psicoanalítica de Madrid
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