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Hemos visto como un refugio psíquico llega a representar un lugar donde se busca un sosiego de la ansiedad, y que se consigue mediante un divorcio más o menos grande del contacto con la realidad. En algunos refugios psicóticos la ruptura con la realidad puede ser extrema, pero en la mayoría se establece una relación peculiar con la realidad en la cual esta ni es completamente aceptada, ni es completamente renegada. Considero que esto, da lugar a un tercer tipo de relación con la realidad, que describiré en este capítulo y que contribuye al carácter arraigado del refugio. Está en relación con mecanismos similares a los descritos por Freud en el caso del fetichismo (1927) y que juegan un papel importante en la perversión.

Si las partes del self proyectadas no pueden ser retiradas del objeto y recuperadas por el yo, el resultado es la rigidez, y como hemos visto -por ejemplo en el capítulo 5-, esta tarea requiere de la capacidad de enfrentar la realidad con tal que se pueda hacer el duelo. Hasta en el caso que se llegue a un contacto parcial, a menudo la  evasión es suficiente para evitar la aceptación de la pérdida y, por tanto, interfiere en la elaboración del duelo. Un refugio de este tipo lleva a una evasión de la experiencia de pérdida, y el duelo sólo pasa por el primer estadio, dónde más que renunciar al objeto se le posee. Por tanto, las proyecciones no son retiradas del objeto para regresar al self y la única manera de mantener el contacto con las partes perdidas del self es mediante el control posesivo del objeto en el cual han sido proyectadas. En consecuencia, la rigidez característica de las organizaciones patológicas de la personalidad  no se modifica por la experiencia.

Esto puede no ser tan grave, si el aislamiento de la realidad es parcial y transitorio, pero los problemas comienzan a surgir cuando esto se prolonga o se hace permanente. El refugio puede  llegar a ser un rasgo tan instaurado, que ya no es un refugio transitorio, sino más bien es un estilo de vida, y el paciente puede establecerse en un tipo de mundo de ensueño o de fantasía que encuentra preferible al mundo real.

Aunque habitualmente asociemos el término “perversión” a las perversiones sexuales, progresivamente se ha de otorgar al concepto una referencia más amplia. Algunos analistas contemporáneos (Chasseguet-Smirgel, 1974, 1981, 1985; McDougall, 1972) han destacado la manera cómo la realidad es tergiversada en las perversiones, y otros  (Money -Kyrle, 1968; Joseph, 1989; Britton y col., 1989) han descrito distorsiones perversas en otras áreas, además de la sexual. Estos desarrollos pueden considerarse como un reflejo del estado mental en el cual la realidad es aceptada al mismo tiempo que es renegada.

En el diccionario la mayor parte de las definiciones de las palabras “perverso” y “perversión” han subrayado el  tema de “desviarse de la verdad”. Así, el Shorter Oxford English Dictionary (1933), define “perverso” como “desviado de aquello que es correcto”. En el sentido legal se refiere a un veredicto que “va en contra del peso de la evidencia o de la dirección del juez”, y eso también implica una cierta premeditación. Así una segunda definición es “obstinado o persistente en eso que es falso; obcecado o tozudo” y “dispuesto a ser obstinadamente contrario a eso que es cierto o bueno, o bien a ir en contra de lo que es razonable o deseable”. La definición de “perversión” es similar, y nos recuerda que en un contexto religioso es el contrario de “conversión”. La definición del verbo “pervertir”, incluye la idea de corrupción o de desviarse de una opinión o acción correctas. Es interesante el hecho que, excepto en situaciones más recientes, la idea de perversión como acto de desviación sexual se pierde o sólo se menciona  brevemente, y me ha impresionado el hecho que en nuestro pensamiento actual sobre los mecanismos perversos nos decantamos cada vez más hacia el significado legal del término en el diccionario y consideramos la perversión sexual como una instancia especial de una actitud perversa más general hacia aquello que es verdadero y justo.

En las definiciones, además de la cuestión de desviarse de aquello que es justo, hay dos significados diferentes que son importantes en análisis. En primer lugar, hay el grado de terquedad, obstinación o contumacia que se adopta, y que sugiere que al perverso no le falta insight respecto a aquello que es correcto y equivocado, o bien respecto al conflicto sobre qué vía escoger. El empecinamiento implica que, al menos en parte, sabe qué es verdadero y justo, y que a pesar de eso se desvía. Mostraré como sabe y al mismo tiempo no sabe, y que esta es la manera como se mantienen simultáneamente las dos actitudes, y al mismo tiempo como son aparentemente conciliadas, cosa característica de la perversión.

En segundo lugar, hay la idea, al menos en el verbo transitivo “pervertir”, que alguien es pervertido, desviado, o corrompido por una entidad que va en contra de lo que es verdadero y justo. Después intentaré mostrar cómo en las organizaciones patológicas de la personalidad se forman diversas alianzas, que conducen a complejas colusiones entre fuerzas que con frecuencia son vividas como representantes de lo bueno y de lo malo. A menudo el paciente se siente una víctima de una presión a la cual está obligado a someterse. En la perversión, esta sumisión puede tener un elemento de insight añadido, y la víctima no está tan desamparada como lo parece a primera vista. Este tema será examinado en el próximo capítulo (9), donde enfocaré el  carácter perverso del refugio desde el punto de vista de las relaciones de objeto implicadas. Destacaré la estructura de las organizaciones patológicas de la personalidad, y describiré cómo los miembros de la banda narcisista que forman la organización están vinculados en una forma de interacción perversa, en la cual el sadismo juega frecuentemente un papel prominente.

No intentaré revisar la naturaleza de la perversión, que ya se ha debatido ampliamente. La mayor parte de los autores han destacado las primeras ideas de Freud, en las cuales describía la sexualidad infantil como “perversa y polimorfa”. La perversión clínica, por tanto, se consideraba simplemente como la persistencia en la edad adulta de aquellas pautas infantiles que en la perversión, en contraste con la neurosis, no se habían conseguido reprimir. Esta es la idea que dio lugar a la famosa y suficientemente engañosa expresión que “las neurosis son, por así decirlo, el negativo de las perversiones” (Freud, 1905a). Posteriormente Freud (1910) aclaró, y con esto la mayor parte de autores están de acuerdo, que la perversión, como la neurosis, es un compromiso formado a partir del conflicto entre impulso, defensa y ansiedad. En Pegan a un niño (1919) destaca las ansiedades del complejo de Edipo y considera las fantasías sadomasoquistas como una defensa en contra de estas ansiedades.

Este y otros estudios son hábilmente revisados por Gillespie (1956, 1964), que expone el trabajo capital de Sachs (1923) sobre este tema, donde señalaba que el Yo establece una especie de pacto con el Ello (y permite que determinados actos perversos se mantengan como egosintónicos a cambio que el Ello acceda a una represión de la mayor parte de la sexualidad infantil, y en particular de aquellos aspectos asociados con el complejo de Edipo).

Glasser (1979, 1985), Laufer y Laufer (1984), Socarides (1978), Kant (1979) y Stoller (1975) destacan la función defensiva de las perversiones, la relación con ansiedades edípicas, y el importante papel que juega la erotización de las relaciones de objeto. La falsa representación de la realidad en la perversión es mencionada por Gillespie (1964), pero son los analistas franceses, sobretodo Chasseguet Smirgel (1974, 1981, 1985) y McDougall (1972), que le dan un papel central en el estudio de la perversión. Tratan de la relación del perverso con la realidad, sobretodo la realidad de la diferencia entre los sexos y entre las generaciones, y demuestran que se crea un mundo perverso en el cual esta realidad se distorsiona y se representa falsamente. Considero que estas falsas representaciones son centrales para comprender las perversiones, y que surgen a partir de un mecanismo suficientemente específico a través del cual coexisten simultáneamente versiones contradictorias de la realidad. Este es un mecanismo descrito muy claramente por Freud en sus estudios sobre fetichismo (1927), que realmente es de aplicación más general de lo que pensaba Freud y es central no solamente en todas las perversiones sexuales, sino también en el funcionamiento de mecanismos perversos en otras áreas. Este mecanismo es característico del funcionamiento de las organizaciones patológicas de la personalidad, y funciona en muchos tipos de receso psíquico, donde se mantiene una retirada de la realidad, al mismo tiempo que se tolera un cierto grado de contacto con esta.
Estudio de Freud sobre el fetichismo

Nuestra comprensión de la forma como la realidad se representa falsamente en la perversión, fue iniciada con el estudio de Freud sobre el fetichismo (1927). Freud consideraba que la idea de no tener pene va asociada a la castración, y que el niño teme que si su madre puede perder el pene, él también podría perder el suyo. Sugería que el fetiche es un sustituto del pene que el niño creía que antes tenía la mujer, y que el niño no desea abandonar esta creencia ante la vivencia de la realidad material.

Es evidente que el tema de Freud va mucho más allá del problema específico del fetichismo y tiene que ver con la relación del individuo con la realidad. Freud comienza la exposición del problema (1923) señalando que, cuando el niño comienza a afrontar la realidad, mantiene una poderosa creencia que no existe diferencia entre los sexos. Con tal de poner en orden (concordancia) esta creencia en relación con la realidad, la percepción que tiene el niño del mundo debe pasar por el abandono de la teoría original, y Freud muestra cómo, con tal de conseguir este objetivo, se hace necesaria la superación de enormes resistencias. Introduce la importante idea que pueden coexistir tanto la creencia del niño que surge de su suposición y la creencia que surge de la observación. Considero que esta coexistencia lleva a un tercer tipo de relación con la realidad característica de la perversión, y que se desarrolla típicamente en las relaciones patológicas de la personalidad. Freud, en un trabajo anterior, escribe: “Sabemos cómo reaccionan los niños a sus primeras impresiones de la ausencia de pene. Reniegan el hecho y creen que realmente ven un pene, a pesar de todo. Encubren la contradicción entre la observación y la preconcepción, diciéndose que el pene es aún pequeño y que pronto crecerá” (1923:143).

Este punto es elaborado en el famoso trabajo sobre el fetichismo: “No es verdad que el niño, una vez hecha la observación de la mujer, haya mantenido inmodificada su creencia que las mujeres tienen falo. Ha mantenido esta creencia, pero también la ha abandonado. En el conflicto entre el peso de la percepción no bien recibida y la fuerza de su deseo en contra de ella, ha llegado a un compromiso que sólo es posible bajo el dominio de las leyes del pensamiento inconsciente –el proceso primario–. Así, en su mente la mujer ha tenido un pene a pesar de todo, pero este pene no es el mismo que era antes (…) Una cosa diferente (el fetiche) se ha puesto en su lugar” (Freud, 1927:154; la cursiva es mía).

Nuevamente, en 1940, lo recalca de esta manera: “Su (previa) visión del genital femenino podría haber convencido a nuestro niño de esta posibilidad. Pero él no va a sacar una conclusión de este tipo, ya que su aversión a hacerlo era demasiado grande y no había ningún motivo inmediato que lo obligara a ello. Al revés, cualquier malestar que hubiera podido sentir fue calmado por la reflexión que eso que faltaba ya aparecería: ya crecería uno (pene) más adelante…”.

“Esta manera de tratar con la realidad, que bien merece ser descrita como engañosa, fue decisiva respecto a la conducta práctica del niño. Continuaba con su masturbación como si eso no fuera a implicar ningún peligro para su pene; pero al mismo tiempo, en completa contradicción con su aparente audacia o indiferencia, desarrollaba un síntoma que mostraba que a pesar de todo reconocía el peligro.” (Freud, 1940: 276-7; la cursiva es mía).

Aquí Freud esta tratando una perversión sexual y el hecho básico de la vida, que el niño encuentra difícil de aceptar, surge de su observación del hecho que las mujeres no tienen pene. Este es uno de los hechos centrales, que establecen la existencia, de una diferencia entre los sexos y puede ser considerado como uno de los hechos básicos de la vida. Siguiendo a Money Kyrle (1968), mostraré que hay otros hechos básicos de la vida que encuentran un destino similar y que también tienden a ser tratados mediante una aceptación y una renegación simultáneas. En este contexto, es interesante observar que en el trabajo sobre el fetichismo Freud da dos ejemplos, ninguno de los cuales tiene que ver con un pene femenino o con el fetichismo. Los dos pacientes eran incapaces de enfrentar la realidad de la muerte de su padre. Escribió: “Pero la investigación posterior llevó a otra solución del problema. Sucedió que los dos hombres jóvenes habían “escotomizado”, la muerte de su padre, igual como el fetichista lo ha hecho con la castración de las mujeres. Había sólo una “línea” de su vida mental que no había reconocido la muerte del padre; y había otra línea que advertía  plenamente este hecho. La actitud que encajaba con el deseo y la actitud que encajaba con la realidad existían a la vez” (Freud, 1927:156).

Previamente, durante un estudio sobre las ideas que tienen los niños sobre la muerte, citó otro ejemplo, en un contexto muy diferente, de la siguiente manera: “Me sorprendió oír un comentario que hizo un niño de diez años muy inteligente, después de la inesperada muerte de su padre: “Se que mi padre ha muerto, pero lo que no puedo entender es  por qué no viene a casa a cenar.” (Freud, 1900:254).

Aquí parece reconocer cuán difícil le es al niño encajar el significado de la muerte, y un compromiso sería reconocerla al mismo tiempo que se niega. La realidad de la muerte es otro de los hechos básicos de la vida y también puede ser falseada por la persistencia de puntos de vista contradictorios. Evidentemente, de eso no se deduce que el niño de este ejemplo sea perverso por el hecho que las dos versiones de la muerte de su padre estén disociadas una de la otra. Pero sería perverso reconciliarles de una manera “artera” (artificiosa); por ejemplo, dándole a entender al niño que su padre un día vendrá a cenar, o que vendrá si se comporta bien. La tendencia perversa es proteger al niño de tener que enfrentar la realidad más que ayudarlo a enfrentarla.

Se debería remarcar que no es simplemente la coexistencia de la contradicción lo que es perverso, porque en último término tal contradicción puede ser el resultado, a un nivel más primitivo, de una disociación del yo. La perversión surge cuando comienza la  integración, y se ofrece la tentativa de encontrar una falsa conciliación entre los puntos de vista contradictorios, difíciles de mantener separados en la medida que se va produciendo la integración. Tal conciliación no es necesaria cuando la disociación mantiene las perspectivas contradictorias totalmente separadas y estas no se pueden influir recíprocamente. El problema tan solo aparece cuando la escisión comienza a disminuir  y se hace un intento de integrar estos dos puntos de vista.

Es en este momento cuando aparecen tres opciones:

1. La presunción deseada da paso a la realidad y lleva al dolor mental y a la ansiedad, que en último término puede conducir, por medio del principio de realidad, a la salud mental. O bien:

2. La observación de la realidad es anulada, o bien se ataca el propio aparato que permite la percepción, y se llega a una supervivencia de la presunción y a una destrucción de la observación que la contradecía; esta es la opción psicótica; o bien:

3. Se mantiene a la vez la creencia basada en la presunción y la que se basa en la observación, tal como eran mientras se mantenía intacta la escisión. Pero ahora, a causa de la integración, se han de conciliar y es aquí donde interviene el argumento perverso. Hay insight, pero ahora se usa para falsear la realidad. Es el mecanismo al cual se refería Freud como “astuto” y yo creo que es perverso. En el capítulo 10 expongo el hecho de “hacer la vista gorda” como una manera deliberada de decidir no saber, y lo relaciono con las ideas de Freud sobre el fetichismo. Esta es una de las vías en que pueden coexistir versiones contradictorias de la realidad, y a menudo es un rasgo de los refugios psíquicos.

Es interesante observar que en el curso del desarrollo aparece el uso de mecanismos perversos, a causa precisamente de la tendencia a la integración,  que comienza a plantear tensión al yo. Algo similar sucede en el análisis cuando el progreso lleva a un movimiento hacia la integración. El paciente, antes, puede haber sido capaz de mantener separadas las versiones idealizadas y persecutorias de si mismo y de sus objetos, pero a medida que el tratamiento sigue su curso, gana en insight, y ya no puede seguir haciéndolo. Normalmente llega a un estadio en que ya no puede mantener la escisión, pero aún no se siente capaz de tolerar la realidad que comporta la integración. Entonces se acentúan los mecanismos perversos y se puede llegar a un estancamiento, si el paciente es reclutado por una organización patológica de la personalidad que provee de un refugio o receso donde se permite la conciliación de contrarios.
Los hechos básicos de la vida

Esta relación perversa lleva no tanto a una evasión como a una falsedad y distorsión de la verdad, y Money-Kyrle consideraba estos falseamientos como un obstáculo central para el progreso en el análisis. Escribe lo siguiente: “Mi presunción central es que el paciente, tanto si está clínicamente enfermo como si no lo está, padece de falseamientos y delirios inconscientes (…) Así, por ejemplo, donde antes habría interpretado el sueño de un paciente como una representación del coito entre sus padres, ahora lo interpretaría más a menudo como una representación  distorsionada de este hecho. De hecho, parece que en el inconsciente proliferan todas las representaciones imaginables, excepto la correcta.” (Money-Kyrle, 1968:417).

En su último trabajo, Money-Kyrle (1971) señalaba que ahora consideraba que el objetivo del análisis es “ayudar al paciente a entender, y así superar, los impedimentos emocionales al descubrimiento de lo que ya conoce de manera innata”. En otro lugar (Steiner, 1990a) ha desarrollado su argumento con tal de señalar que estas representaciones distorsionadas de la realidad, forman el obstáculo principal cuando intentamos ayudar a paciente a encajar la realidad de la pérdida. Esta realidad se ha de enfrentar, con tal que el duelo siga su curso y se invierta la identificación proyectiva.

Money-Kyrle plantea que todo el pensamiento adulto, todos los actos de reconocimiento posteriores son perturbados por las dificultades que bloquean el reconocimiento de algunos aspectos fundamentales de la realidad, y de entre estos hechos básicos de la vida considera que hay tres que son extremadamente importantes. Hay aspectos de la realidad que parecen particularmente difíciles de aceptar y sin los cuales no es posible una aceptación adecuada de otros aspectos de la realidad. Sus tres hechos vitales básicos consisten en: “El reconocimiento del pecho como un objeto sumamente bueno, el reconocimiento del coito de los padres como un acto extremadamente creativo, y el reconocimiento del hecho ineludible del paso del tiempo y, finalmente, la muerte.” (1971: 443). Considero que los tres son vitales para la experiencia de la realidad de la pérdida, y los tres provocan poderosas defensas contra su reconocimiento.

El primer hecho, “el reconocimiento del pecho como un objeto sumamente bueno”, es una manera poética de expresar la verdad básica que la fuente más importante de  bondad, que la criatura necesita para sobrevivir, se encuentra fuera de ella, en el mundo externo. La creencia dolorosa que se mantiene con tal firmeza procede de la defensa narcisista, y se basa en la convicción que es el niño el que crea el buen objeto, que se encuentra dentro de él y está bajo su control. Si las experiencias primitivas malas predominan sobre las buenas, como es el caso de niños traumatizados o con severas privaciones, esta defensa narcisista es aún más acentuada. Al niño se le hace más difícil reconocer que a pesar que la madre lo ha frustrado y le ha hecho daño, también a menudo ha sido la fuente de la bondad que ha tenido cerca de él. La realidad es vivida como un golpe a ese narcisismo, y cuando eso no se puede negar, resulta una herida narcisista con un resentimiento asociado.

Bajo la importancia de este hecho básico de la vida, aparecen todos los problemas del reconocimiento por parte del niño de su dependencia de la madre. El pecho pasa a simbolizar y representar a la fuente externa de todo lo bueno, y la defensa narcisista trata de apoderarse y evadir cualquier experiencia de separación.

En la posición esquizoparanoide no se necesitan mecanismos perversos para tratar este problema, porque la escisión asegura que se mantengan separadas las experiencias buenas de las malas. El bebé sólo asocia las buenas experiencias con el pecho bueno, ya que cualquier frustración o decepción es disociada y conectada a un objeto totalmente diferente, el pecho malo. Es Bion en particular (1962a) quien describió específicamente que la ausencia del buen objeto se vive de forma concreta como la presencia de un mal objeto en el mundo interno. En el nivel de funcionamiento esquizoparanoide los hechos básicos de la vida son enfrentados mediante la escisión y el control omnipotente. El bebé puede mantener la ilusión que él es el pecho bueno, o que posee el pecho bueno, ya que cualquier experiencia en contra se vincula a una relación disociada y persecutoria con el pecho malo. Mientras que la escisión asegura que no se podrá establecer ningún contacto entre lo bueno y lo malo, no es necesaria la conciliación perversa.

Cuando comienza la integración, los objetos buenos y malos pasan a ser reconocidos como una misma cosa, y en último término esto llevará a un cierto grado de aceptación de la realidad y a dirigirse hacia la posición depresiva. A medida que esto se elabora, disminuye la identificación proyectiva y se reconoce cada vez más la separación entre el self y el objeto, de manera que la relación va transformándose en menos narcisista. A partir de aquí la realidad pasa a tener en cuenta dos diferencias que corresponden a la que hay entre objetos buenos y malos y la que hay entre self y objeto. Se reconoce que el objeto no es totalmente bueno, pero se considera que su bondad le pertenece y que no se trata de una creación del sujeto.

Pero, a menudo, esta integración resulta demasiado amenazante, y se adopta una tercera relación con la realidad –es decir, la perversa–. La integración ni se acepta ni se deniega totalmente. Disminuye la escisión, pero persiste la contradicción y se genera un problema. Es entonces, cuando la justificación perversa de conservar las dos versiones contradictorias al mismo tiempo ofrece una salida.

En relación con el primer hecho básico de la vida, el paciente llega a reconocer que no toda la bondad que experimenta proviene de dentro de él o está bajo su control. Eso le lleva a aceptar la existencia de un objeto externo bueno, pero su aceptación no es completa y al mismo tiempo acepta denegarla. En ocasiones en el análisis vemos esto, cuando el paciente viene habitualmente con un reconocimiento general del valor del análisis, que es sentido bueno. Y al mismo tiempo, rechaza cualquier interpretación que se le da, y parece que ninguna refleje la bondad que él cree que existe. El paciente con frecuencia concilia esta contradicción, con un tipo de explicación “astuta”, como sería “el analista en el fondo esta de acuerdo conmigo en el hecho que yo soy paciente especial, pero se siente obligado por razones profesionales a tratarme como a los otros pacientes”.

Ahora no es el momento de hablar de las defensas narcisistas que han sido estudiadas ampliamente por diferentes autores, algunos de cuyos trabajos he tratado en el capítulo 4. Es evidente que si se reconoce la realidad de la fuente de bondad externa, aparecen muchas ansiedades, como las ligadas a la experiencia de separación. Puede ser que la consecuencia invalidante más seria, de esta experiencia de separación, es que  desvela la envidia, y esta puede ser el factor más poderoso para mantener la defensa narcisista. Si buscamos un término análogo al de “perversión sexual” para describir este tipo de falseamiento de la realidad, podría ser adecuado el de perversión narcisista.

El segundo hecho básico de la vida que plantea Money-Kyrle consiste en “el reconocimiento del coito de los padres como un acto sumamente creativo”, y es también una formulación poética. Es su manera de introducir los problemas asociados al reconocimiento de la escena primaria y al complejo de Edipo. La intrusión de un tercer objeto en la relación madre-bebé introduce nuevos problemas y nuevos interrogantes. Se provocan los celos, y se simboliza el problema de la creatividad con la curiosidad del niño por saber de dónde vienen los bebés.

Cuando estas ansiedades se negocian con éxito, el niño llega a reconocer la creatividad de la pareja parental, y mediante la identificación con sus padres puede luego embarcarse en su propia vida creativa, incluida la de las relaciones sexuales. Si no puede renunciar a los padres y necesita participar en su relación sexual se queda enganchado, como si fuera incapaz de irse de casa simbólicamente, y en ocasiones realmente.

Con tal de manejar la experiencia dolorosa de sentirse excluido de la escena primaria se organizan diferentes defensas, y también se despliega la identificación proyectiva como defensa. En este caso habitualmente toma la forma de una participación en el coito de los padres, por la vía de la identificación con uno de ellos. En el complejo de Edipo directo, es por la vía de la identificación con el progenitor del mismo sexo; en el niño, por ejemplo, se hace tomando el lugar del padre y se simboliza con su asesinato. En el complejo inverso, el rol que se adopta es el del padre del sexo opuesto, y da como resultado un emparejamiento homosexual.

Para poder abandonarse a estas fantasías se deben negar los hechos vitales. Básicamente, el comprender los hechos que son en realidad necesarios para asegurar una creatividad fértil. El proceso de percibir esta realidad correctamente implica el reconocimiento de una pareja de la cual el niño es excluido, en virtud de su tamaño y de su inmadurez. Los corolarios de este hecho básico son el reconocimiento de la diferencia entre los sexos y entre las generaciones. El niño ha de sostener que puede tener lugar un coito creativo tanto entre uno de los padres y un niño, como entre una pareja homosexual.

Nuevamente se evaden estos problemas cuando la disociación es total. La disociación original entre pecho bueno y pecho malo se complica por la introducción del padre, que también se disocia en pene bueno y pene malo. Entonces coexisten sin contradicción dos versiones de la escena primaria, una amorosa entre la madre buena y el padre bueno, y una hostil y a menudo violenta entre la pareja mala. A medida que disminuyen las escisiones, se han de montar argumentos perversos con tal de  justificar la fantasía que uno de los padres prefiere al niño, antes que a una pareja adulta. Los argumentos perversos mantienen una confusión entre bueno y malo, además de la confusión de las diferencias entre generaciones y entre sexos. Esta confusión puede llevar a la creación de un objeto combinado terrorífico; y  quizás como defensa frente a esto se desarrollan los falseamientos posteriores. Normalmente comienzan cuando las escisiones básicas vuelven a juntarse, tal como señaló Klein (1935) y ha corroborado Britton (1989), de manera que el buen objeto se identifica con el pecho y el mal objeto con el pene.

En ocasiones uno o ambos padres juegan un papel en estas fantasías: por ejemplo, cuando la madre denigra a su marido en relación con el hijo, o bien cuando el padre actúa de una manera que fomenta ser dejado de lado por insignificante. Estas actitudes refuerzan este tipo de escisión y facilitan la destitución del padre y su sustitución por el niño. En otros casos, se hace la escisión entre pene bueno y pecho malo, y eso lleva a dirigirse hacia el padre, como una forma de protección ante una madre persecutoria. Nuevamente es cuando disminuyen las escisiones que los padres se experimentan formando pareja, y “el acto sumamente creativo” pasa a estar representado por la llegada de un hermano que amenaza la omnipotencia del niño.

La retirada a un mundo narcisista donde no hay diferencia de sexos ni entre generaciones, se ofrece una vez más como un refugio. Meltzer (1966), Chasseguet-Smirgel (1974,1985), McDougall (1972) y Shengold (1988,1989) han descrito estos estados en términos de la idealización del ano y la creación de un mundo anal donde se eliminan todas las diferencias. En este mundo todo es reducido a la misma consistencia indiferenciada, y es importante el hecho que la discriminación entre bueno y malo, y por tanto entre amor y odio, es también suprimida. Entonces el individuo desarrolla relaciones perversas en las cuales se rechazan los objetos buenos y se idealizan los malos. Esto, como hemos visto en el capítulo 4, es característico de las organizaciones patológicas que incluyen el narcisismo destructivo, como lo ha señalado Rosenfeld.

Las soluciones perversas en estos hechos vitales edípicos se hacen evidentes en las perversiones sexuales. Los homosexuales niegan el hecho que la diferencia de sexos es esencial para el acto creativo, mientras que la diferencia entre generaciones se ignora en la paidofilia y en el maltrato a los niños. Con frecuencia se gira hacia el sadomasoquismo, cuando la integración comporta la posibilidad de un verdadero reconocimiento de la dolorosa  realidad. En el sadomasoquismo, amor y odio están relacionados de manera perversa, y la persona se complace en la crueldad sin acabar de reconocer sus efectos destructivos. Las fantasías sadomasoquistas dan excitación y placer a partir de la crueldad, que no se inhibe ante el reconocimiento de un objeto herido o dañado. Cuando funciona la escisión los objetos dañados y los objetos ideales están totalmente separados, pero en los estados perversos se vinculan con una afirmación “astuta”. El argumento puede ser que a las mujeres les agrada ser heridas, o bien que si al niño le gusta, ¿dónde está el mal?, etc. En el caso de películas y dibujos animados violentos, a menudo el sadismo se presenta como inofensivo, ya que el objeto dañado puede ser resucitado y restaurado de manera inmediata, como si fuera nuevo, y el proceso de destrucción y reparación mágica puede continuar indefinidamente. En otras situaciones crueles el daño se presenta como un beneficio, como los castigos que se dan “por el bien del niño”.

El tercero de los hechos vitales básicos de Money-Kyrle es el “reconocimiento del hecho ineludible del paso del tiempo y, finalmente, de la muerte” y, como él señala, es de un orden lógico diferente de los dos primeros. Uno podría decir que se trata de una característica de la realidad que afecta a la experiencia de todos los hechos de la vida. Y va ligada al reconocimiento del hecho que todas las cosas buenas se acaban, y es precisamente el hecho que el acceso al pecho no puede continuar indefinidamente, que nos hace tomar conciencia de la realidad de su existencia en el mundo externo. Así mismo, es la necesidad de renovación y la realidad de la muerte lo que da lugar al reconocimiento de la necesidad de una nueva vida y su creatividad. El reconocimiento de la realidad de la pérdida lleva, a la larga, a la necesidad de enfrentar nuestra propia mortalidad, y si no se enfrenta, los valores humanos se distorsionan y se pervierten.

Este hecho de la realidad de la muerte es, evidentemente, el aspecto central de la pérdida, tal cual hemos visto cuando Freud habla del fetichismo y explica que los pacientes que describe tienen dificultades para reconocer la muerte de su padre. Las distorsiones y falseamientos de la realidad de la enfermedad, el envejecimiento y la muerte, van ligados a las dificultades de enfrentar las cosas malas como hechos de la vida. La fealdad, la violencia y la maldad se asocian al daño y, a la larga, a la pérdida de nuestros objetos buenos y a la realidad de nuestra propia mortalidad. Estos son algunos de los aspectos de la realidad más difíciles de encarar, y se falsean a través de la misma semi-aceptación que describió Freud. Habitualmente no son calificados de perversiones, pero a mi parecer, es útil el pensarlos como tales. En este caso, los falseamientos llevan frecuentemente a un mundo de idealizaciones romántico y puro en el cual las cosas buenas siguen eternamente, como en los cuentos de hadas. Aparte de las perversiones narcisistas y sexuales, podríamos hablar de las perversiones románticas de la realidad del tiempo. Stoller (1976) ha señalado que esta defensa romántica predomina en las mujeres, y representa un refugio en un mundo de sueños como el que crea la ficción romántica. El equivalente masculino es la masturbación pornográfica, donde el elemento sexual en la perversión es más explícito. La intemporalidad de la fantasía está presente en ambos casos.

Tal como hemos visto, los refugios psíquicos varían tanto en lo que tiene que ver con la estructura, como en lo que tiene que ver con la ansiedad contra la cual se defienden. Algunos funcionan predominantemente como una protección ante ansiedades esquizoparanoides de fragmentación y persecución, mientras que otros son utilizados básicamente para poder tratar con afectos depresivos como la culpa y la desesperación. Todos ellos, en grados variables, sirven como un refugio de la realidad, y en la mayoría, sino en todos, se pueden observar mecanismos perversos. Glover propuso la idea que la perversión puede proteger al paciente del sentido de realidad y así evitar manifestaciones psicóticas (Glover, 1933,1964), cosa que podría llevar a la conclusión errónea que la perversión es poco frecuente en la psicosis. Lo que sucede es totalmente lo contrario, y la omnipotencia psicótica es precisamente lo que hace más probable y más peligrosa la instauración la perversión. El error es semejante al que surgió alrededor de la afirmación de Freud que la perversión es el negativo de la neurosis, que durante un tiempo dio lugar a la idea de que la perversión era simplemente la expresión de la sexualidad infantil y no tenía ninguna función defensiva (ver Gillespie, 1964). No es probable que los refugios psíquicos en una organización psicótica tengan menos elementos perversos que los no psicóticos, y eso se debe al hecho, que en los pacientes psicóticos, y esto se debe al hecho que en los pacientes psicóticos no faltan movimientos hacia la integración, sino al contrario. Estos movimientos son particularmente amenazadores para el paciente psicótico, y cuando aparecen llevan a veces a una reactivación de la escisión y la fragmentación; pero también en ocasiones, dan lugar a la creación de una organización psicótica que usa mecanismos perversos como los descritos anteriormente (ver capítulo 6).

Por tanto, una característica de la mayor parte, sino de todos, los refugios psíquicos es que tienen una relación perversa con la realidad, y más que presentar material clínico de un paciente en el cual destaque este elemento, revisaré algunos de los pacientes expuestos en capítulos anteriores y trataré de ilustrar la particular forma de irrealidad que se observa en el refugio.
Material Clínico

La Sra. A. (capítulo 2) se retiraba a la cama, donde durante semanas, no hacía otra cosa más que leer novelas. Sus ensueños consistían en viajes al desierto del Sahara, al cual idealizaba como un lugar romántico, donde con grandes dificultades podía mantenerse con vida, racionándose cuidadosamente el agua y las provisiones. Durante las sesiones se retiraba en un silencio, y a veces confesaba que tenía fantasías de estar tomando el sol en una isla desierta, imagen que iba en concordancia con las maneras indiferentes y de desidia que adoptaba. La cualidad sádica de este humor surgía cuando uno se daba cuenta que había, al mismo tiempo, una paciente extremadamente necesitada que anhelaba el contacto, pero lo vivía como una responsabilidad del analista, y mis esfuerzos por llegar a ella eran al mismo tiempo apreciados, ridiculizados o sentidos como el ataque sádico de un analista frustrado.

Salía de su refugio para regresar a él, una vez más, cuando se sentía herida, igual como un caracol al cual le tocan los cuernos. He hablado de esta peculiaridad en el capítulo 2, cuando describí su sueño donde salía a buscar provisiones y se sintió sorprendida y también asustada, por la chica que había sido cortada en dos partes. En esa ocasión, ella mantuvo el contacto conmigo hasta que yo le planteé el problema de que había un error en su cheque, lo que significó una retirada brusca.

Después de un cierto progreso se retiró una vez más cuando se hirió un dedo del pie mientras trabajaba con su marido en la instalación de la calefacción central. No se pudo comunicar conmigo porque mi teléfono estaba desconectado y volvió a su cama y a sus novelas, de forma que perdió tres sesiones. Cuando regresó, su material trataba sobre sus recuerdos de una habitación en la frontera, donde su familia fue a parar cuando huía de su país de origen, y donde su madre fue interrogada por los policías de la frontera. También recordaba que había estado en una guardería durante dos semanas, mientras sus padres habían ido de vacaciones con su hermano pequeño, y de dónde ella recordaba unas muñecas preciosas. Los dos lugares eran asociados a una ansiedad extrema, y los dos eran idealizados y formaban parte de las fantasías del refugio psíquico. Pensé que estos refugios, aunque terribles por si mismos, lo eran menos que las alternativas que los envolvían, ya que las dos situaciones estaban vinculadas con la pérdida de su madre.

El terrible dilema de tener que hacer frente a una realidad, que parece intolerable, y que a pesar de todo, es necesaria para la supervivencia, se resuelve con la creación de un refugio donde la realidad se acepta y se niega al mismo tiempo. En su estado mental de la isla desierta, la paciente era consciente que estaba desatendida y necesitada, y a la vez cómoda y tranquila.

El señor D (capitulo 7) establecía alianzas con figuras poderosas del mundo académico, como una tentativa de mantener a raya su depresión. La organización que construía, le ayudaba a embarcarse en fantasías de revancha triunfante, mientras que al mismo tiempo, todo y manteniendo este secreto, guardaba una actitud servil y deferente delante de sus jefes y de su analista. De hecho, expresaba su odio ignorando mis interpretaciones y pasando a describir su excitación con los nuevos trabajos y con las nuevas chicas, cosa que me hacía sentir insignificante y desvalido. Aunque parecía reconocer el efecto que esto causaba en mí, negaba su odio y seguía asegurando que valoraba el análisis y que los problemas que surgían eran, tan sólo, por la necesidad de dar prioridad a su trabajo, lo cual él estaba seguro que yo comprendía. Yo era para él, al mismo tiempo, una figura que él valoraba y una sobre la cual triunfaba, una figura que trataba de preservar y una que trataba de destruir. Su estado mental maníaco era excitado, triunfante, y al mismo tiempo, era un estado en el cual dañaba a sus objetos y destruía sus perspectivas. Estas actitudes parecían coexistir sin que se pusiera de manifiesto ningún tipo de contradicción.

El retraimiento del señor E (capítulo 7), era más masoquista y consistía en un estado mental donde se toleraba y hasta se idealizaba la presencia del sufrimiento. En su sueño, su obsequio de excrementos lo había colocado en una caja muy atractiva y era tratado como un regalo y al mismo tiempo como un ataque. Se preocupaba mucho por el análisis, lo cuidaba, y al mismo tiempo tenía cierta consciencia de la  manera en que sus esfuerzos bloqueaban cualquier progreso en el análisis. En el refugio psíquico mantenía a sus objetos en un estado medio vivo medio muerto, y eso significaba que no era capaz de valerse de ellos, ni tampoco de renunciar a ellos y hacer el duelo. Así y todo, en ocasiones, podía salir del refugio y mantener contacto con la experiencia de pérdida, que hacía posible un progreso hacia la posición depresiva.

El señor C (capítulo 6) era más abiertamente psicótico y daba muestras visibles de un refugio loco, que amenazaba con colapsarse. Con tal de compensar y reparar un yo dañado, se decantaba hacia objetos omnipotentes, Yahvé, neurólogos, su analista, con los cuales deseaba identificarse buscando su potencia. Cuando se veía fuera de su refugio, se sentía loco y trataba de regresar por medios mágicos, tales como adquirir un chal para hacer plegarias. En el refugio, podía hacer lo que él quería, por ejemplo defecar cuando quisiese, ya que el orden era problema del analista.

A pesar del grado de desintegración psicótica, tenía cierto insight de su estado de deterioro, cuando decía, con una sensación de pérdida, que en otros tiempos, él sabía que “yo soy yo”; quería expresar que alguna vez había tenido un sentido de identidad y de si mismo. Eso hacía posible un contacto transitorio con la experiencia de pérdida que, a pesar de todo, no podía mantener. Nuevamente, surgía la cualidad perversa a partir de su conciencia de esta pérdida y de su concomitante negación, de manera que decidía resolver sus problemas con la omnipotencia.

En este capítulo he descrito la representación espacial del refugio, como una isla desierta o como una habitación en la frontera, y he tratado de mostrar que se representa como un cielo idealizado y al mismo tiempo como un lugar cruel, donde con suerte se puede mantener la vida. La cualidad perversa se asocia con la coexistencia de estas dos perspectivas.

En otros momentos el refugio se representa no como un lugar, sino como un grupo de individuos entre-ligados en una organización. Se obtiene la protección llegando a ser miembro de este grupo, lo que pasa a representar el cielo seguro. Me refiero a esta segunda representación cuando hablo de una organización patológica de la personalidad, y esto ya ha sido ampliamente debatido en capítulos anteriores. En el capítulo 9 me centraré en esta forma de enfocar los refugios psíquicos y describiré de qué manera las relaciones de objeto perversas juegan un papel importante en el origen de la rigidez y de la resistencia al cambio de estas estructuras.

 

John Steiner
Psicoanalista didacta de la Sociedad Británica de Psicoanálisis

 

Traducido del original en inglés por Mabel Silva.
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