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El arte ha expresado desde tiempos remotos preocupaciones y emociones humanas. La expresión artística transmite sensaciones que permiten a su vez explicar las conductas, los trastornos y las emociones de los seres humanos mejor de lo que somos capaces a través de la palabra. A mi modo de ver, Dalí es el pintor que nos acerca más al sufrimiento y a la desestructuración que vemos en la clínica psicótica. Esta breve reflexión nace como resultado de mi experiencia como profesional de la salud mental con la clínica y del contacto con los pacientes.

Salvador Dalí (1904-1989) muestra, siendo todavía muy joven, una preocupación por la comprensión profunda del ser humano. Ingresa en la Academia de Bellas Artes de Madrid con 18 años, y a esta primera época de estudiante corresponden cuadros reconocidos, como Noia a la finestra (1925). Durante esta primera época adolescente Dalí pintó cuadros muy valorados internacionalmente, demostrando ya un gran interés por reflejar situaciones humanas.

Los paisajes ampurdaneses naturales están muy presentes a lo largo de toda su obra. “En el engolfamiento, el mar parecía muerto, tenía una inmovilidad espesa, estaba como extasiado ante la inmensidad rutilante del cielo (…) muy lejano y como perdido en la inmensidad se oía, flotante, el rumor sordo de la resaca sobre el acantilado de la costa. Ello parecía aumentar el recogimiento de la cala (…) Portlligat está siempre presente en la obra de Salvador Dalí. El célebre artista ha llegado a dibujar y sintetizar el espíritu del paisaje. Algunas de sus fantasmagorías provienen de obsesiones nacidas en ese paisaje” (Josep Pla, 1955). La obra daliniana siempre refleja un trasfondo que pertenece a la vivencia profunda del paisaje mediterráneo: la soledad de los acantilados, la fuerza y la calma del mar, las tonalidades y las consecuencias de la tramuntana, etc. (Personatge sobre les roques, 1926; La persistencia de la memoria, 1931; Gala contemplant el mar mediterrani que a 20 metres esdevé un retrat d’Abraham Lincoln, 1976).

Llega a París en 1929 donde entra en contacto con el movimiento surrealista, representado por Paul Eluard y su mujer Elena Gala. El artista siente un gran interés y una admiración absoluta por Freud, a quién intenta visitar en repetidas ocasiones, hasta que finalmente llega a conocerle personalmente en Londres, en 1938, acompañado de Stephan Zweig y Edward James. El interés de Dalí por el tema científico y especialmente por el psicoanálisis lo aproxima al mundo inconsciente a través de los sueños,  que intenta plasmar en sus cuadros (Cama  y dos mesitas de noche ferozmente atacan un violoncelo, 1983). Fèlix Fanés, autor del prólogo de Vida Secreta (Dalí, 2003) describe la influencia de Freud en Dalí como su matriz intelectual. Este acercamiento de Dalí al mundo inconsciente hace que su obra nos permita sentir la experiencia psicótica o de ruptura psíquica desde un punto de vista más emocional, desde el sufrimiento, desde el miedo a enloquecer, el miedo a la muerte, las contradicciones entre aquello idealizado y aquello catastrófico, que nos abrirían camino hacia la comprensión del objeto parcial, etc.

Desde este punto de vista nos acercamos a la comprensión de la psicosis, no como diagnóstico o como síntomas,  sino como una mezcla incandescente de sentimientos y emociones complicadísimas a través de un viaje por diferentes cuadros de Dalí.

Dalí nos presenta sueños con sus cuadros y pretende ilustrar la perplejidad y el caos del mundo inconsciente. Los sueños pueden hablar de persecución, de caídas al precipicio, de lucha…, aspectos que nos acercan a las ansiedades psicóticas.

El pintor relata que la única manera de conocer el contenido de los “cajones” del ser humano es través del psicoanálisis. Este aspecto queda reflejado en el cuadro La ciudad de los cajones (1936), (ver cuadro 1). La localización de los cajones en el abdomen y el tórax nos puede  indicar el carácter profundamente visceral e inconsciente de las ansiedades y emociones más psicóticas. En el cuadro podemos apreciar la posición de la figura humana centrada en observar el interior de los cajones y cómo rechaza con el brazo extendido la figura que aparece al fondo. Desde el punto de vista psicoanalítico podríamos pensar que extiende el brazo rechazando el contacto, sin permitir que entre la ayuda externa para conectar de nuevo con el mundo exterior.

Dalí invita a que nos preguntemos qué es la realidad y cómo se entremezclan las realidades interna y externa (El gran paranoico, 1936; Les tres esfinxs de Bikini, 1947). En la pintura Aparición de la cara y jarrón en la playa (1938) (ver cuadro 2), Dalí presenta el mar de Port Lligat en el fondo, mientras que en el centro del cuadro aparece y desaparece una cara que está y no está al mismo tiempo. A partir de esta imagen podemos reflexionar en torno a qué realidad nos trae el paciente a la consulta y cuál es la cara que nosotros, como terapeutas, observamos. ¿Cómo nos puede quedar el fondo del paciente desdibujado por esa cara inquietante, que no está presente del todo? ¿Qué nos despierta a los profesionales la confusión del paciente?

Para comprender la estructura delirante de la psicosis podemos recurrir a la ilustración que hizo el artista sobre la escena de los molinos de viento de El Quijote (ver cuadro 3).  En la base de la obra, Dalí ilustra a Don Quijote con esa figura leptosómica, descrita por Ernst Kretchmer. En cambio, en la parte superior del cuadro podemos observar su fantasía delirante en la que queda representado por un personaje valiente, atlético que lucha contra el gigante. La ilustración nos permite observar muy bien cómo dentro de esa cabeza, que adquiere dimensiones «superlativas», no aparece un molino sino un gigante que ocupa o incluso sobresale de los límites de la cabeza. Aquí podemos identificar una ansiedad persecutoria con estos gigantes que intentan atacar a Don Quijote y el carácter grandioso de los delirios narcisistas. En el cuadro El Crist de Sant Joan de la Creu (1951), el narcisismo llega a su punto máximo cuando sitúa al espectador en la posición divina. Implica “la presencia interna de un objeto internalizado con el que el Yo narcisista se identifica mediante introyección identificatoria; de ahí la soberbia y la arrogancia, reforzada por la proyección (identificación proyectiva) de los aspectos débiles y dependientes del propio self en los objetos externos, en los otros, que quedan identificados con la debilidad y la dependencia (de ahí el desprecio y la altanería)» (Hernández, 2008).

A partir de esa visión de Don Quijote, inamovible, nos preguntamos cómo observamos y comprendemos la realidad que nos envuelve, ¿cómo la vive el paciente? ¿Cómo vive la lucha y la guerra entre su percepción psicótica y el mundo externo?

La vivencia de la Guerra Civil Española acerca a Dalí a la expresión de sentimientos y emociones psicóticas. La guerra y la psicosis pueden tener un paralelismo claro en la obra de Dalí. Conocemos, a través de la clínica y la investigación (Artigue y Tizón, 2012), cómo aparecen síntomas previos a la psicosis (pródromos) que permiten pensar en núcleos de “guerra” que pueden estallar. En su cuadro Construcción blanda con judías hervidas (premonición de la guerra civil española) 1936 (ver cuadro 4) nos muestra la tensión social previa a la guerra. Tensión que podemos percibir en los pacientes que están en proceso psicótico, a través de su desestructuración mental y emocional. Podemos sentir cómo se desorganizan y cómo las diferentes partes del cuerpo se entremezclan y pierden su función. La cara de dolor y sufrimiento transmite las consecuencias que puede llegar a tener la crisis psicótica a nivel emocional.

Llegamos al terror de la guerra con la pintura El rostro de la guerra (1940) (ver cuadro 5). En su diario Vida secreta (Dalí, 2003) se refiere a este cuadro como “ojos repletos de una infinidad de muerte”. Y realmente la obra nos transmite el miedo a la muerte, de tal forma que al contemplarla sentimos terror y soledad (L’ull, 1945). Estos sentimientos nos hacen viajar a las ansiedades catastróficas descritas en la literatura psicoanalítica (Viloca y Corominas, 2008), que representan el pánico al vacío, un terror interno profundo de caída y desaparición. Dichas ansiedades pueden ser comprendidas a través de los cuadros con los que Salvador Dalí expresa el miedo sufrido durante la guerra civil española. Queda bien manifiesta en la pintura la sensación de desintegración o de fragmentación del yo en relación a la destructividad de la lucha interna. El sufrimiento y el miedo a dañarse internamente se hacen presentes en la expresión facial, acompañados de una soledad desértica. Se puede percibir, pues, una ansiedad de aniquilación, con destructividad contra la propia persona. A través de la mirada del pintor, el rostro del cuadro nos lleva a pensar, y tal vez podamos sentir, el vacío aterrador de la desaparición de uno mismo en el abismo.

Finalmente, cabe destacar la vivencia de la irrupción de la psicosis en la vida de los pacientes. La forma como los pacientes nos narran su historia previa a la psicosis tiende a ser altamente idealizada y transmiten la idea que la psicosis conllevó una nueva vida llena de las sensaciones desagradables arriba ya mencionadas. Recuerdan una infancia fantástica, sin síntomas, pero describen la llegada de la psicosis como esa nueva vida llena de muerte, angustia y tinieblas confusas. Esta nueva vida, lo que llamamos “brote” en el sentido de la naturaleza, emerge con dolor, sufrimiento, sin ver ni saber a dónde van. Para sentir estas sensaciones podemos recurrir al cuadro de Dalí titulado Niño geopolítico mostrando el nacimiento del hombre nuevo (1943). Ya no sienten la protección de la infancia, se rompe la cáscara de forma dolorosa, con sensación de ceguera. El nuevo paisaje es desértico, con una luz tenebrosa de un ocaso que  alarga las sombras y las dudas sobre el futuro.

A mi modo de comprender y sentir, la obra de Dalí puede acercarnos de una forma muy vívida a la emociones que sienten y sufren los pacientes y, a la vez, a las emociones y sufrimientos que vivimos en las sesiones con ellos.

1. La ciudad de los cajones (1936).

2. Aparición de la cara y jarrón en la playa (1938)

3. Ilustración de Don Quijote. Acuarela y tinta china sobre papel (1945). Número de catálogo: 3611.

“… y diciendo esto, dio de espuelas a su caballo Rocinante, sin atender a las voces que su escudero Sancho le daba, advirtiéndole que, sin duda alguna, eran molinos de viento, y no gigantes, aquéllos que iba a acometer. Pero él iba tan puesto en que eran gigantes, que ni oía las voces de su escudero Sancho, ni echaba de ver, aunque estaba ya bien cerca, lo que eran…” (Cervantes, 2004).

4. Construcción blanda con judías hervidas (Premonición de la guerra civil española –  1936)

5. El rostro de la guerra (1940).

 

Referencias bibliográficas

Artigue, J. y Tizón, J. (2012), “Una experiencia de prevención y detección precoz en la comunidad de la psicosis desde el modelo de comprensión psicoanalítico y comunitario: el Equipo de Atención Precoz al Paciente en riesgo de Psicosis (EAPPP)”, Temas de Psicoanálisis.

Cervantes, M. de (2004), Don Quijote de la Mancha (Ilustraciones Salvador Dalí), Planeta, Barcelona.

Dalí, S. (2003), Obra completa, vol. 1: “Textos autobiogràfics I”, Destino, Barcelona.

Hernández, V. (2008), Las Psicosis. Sufrimiento mental y comprensión psicodinámica, Fundació Vidal i Barraquer/Paidós, Barcelona.

Pla, J. (1955), Guía de la Costa Brava, Destino, Barcelona.

Romero, L. (2003), Tot Dalí en un rostre, Polígrafa, Barcelona.

Viloca i Coromines (2008), “L’ansietat catastròfica, procés de simbolització i d’intepretació”, en Coromines, J., Fieschi, E., Grimalt, A., Guàrdia, M., Oromí, I., Palau, M. i Viloca, Ll. (2008), Processos mentals primaris, Fundació Orienta, Barcelona.

 

Marta Gomà Llairó
Doctora en psicología y psicoterapeuta.
marta.goma@gmail.com