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In Memoriam Eva Reich (1924-2008)

“Se necesitan dos para sostener la verdad, uno para decirla y otro para oírla.”

Henry D. Thoreau (1817-1862)

“W. Reich fue uno de los primeros analistas que percibieron que la simple formula de hacer consciente lo inconsciente no bastaba, ya que era necesario que el paciente reviviera las experiencias emocionales propias del material revelado, y que fuera capaz de comprender las fuerzas que a tal descubrimiento se oponían.”

Joan Coderch (1995)

 

Sigmund Freud y Wilhelm Reich fueron hombres nada convencionales. Cada uno ocupa su lugar en la historia del psicoanálisis y del mundo. Los dos son considerados iconos de la cultura contemporánea. Entre 1924 y 1930 Freud escribió diez cartas a Reich, que por entonces vivía en Viena y que han permanecido inéditas hasta ahora[1]. Todas poderosas, directas y bellas en el sentido literario del término. Las cartas muestran el respeto que Freud sentía hacia sus discípulos y están llenas de idealismo –aunque transitorio– elogios, afecto y consideración. La lectura de alguna de ellas (cartas nº 6 y nº 7) todavía nos conmueve hoy día. Reich fue uno de los primeros psicoanalistas de la segunda generación. Fue también un pensador y un escritor controvertido. Desde joven tuvo una reputación avant-garde que mantendría toda su vida (1897-1957).

Reich fue un pionero. Siendo miembro de la IPA, mientras trabajaba en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, fundó y dirigió la organización política Sex-Pol, que ejerció una influencia muy notoria en la opinión pública alemana en los años treinta (Reich, 1972). Entre sus afiliados se encontraba su amigo el entonces joven Willy Brandt, futuro Canciller de Alemania (1969-1974). Esta organización tuvo más miembros que el propio partido socialdemócrata. Inspiró la revolución sexual que comenzó en los años cincuenta con la generación beat.

Fue el único discípulo de Freud que condujo su teoría de la libido hacia una ciencia experimental (Reich, 1981) y señaló el probable factor emocional en el desarrollo del cáncer (Reich, 1973). La constante evolución que hizo del análisis del carácter le fue acercando hacia la medicina psicosomática y de ésta a la medicina orgonómica (de organismus) que es una disciplina médica oficialmente reconocida en Norteamérica.

A través de su amistad con A. S. Neill –creador de la escuela inglesa Summerhill– y con el antropólogo B. Malinowski hizo importantes contribuciones a la pedagogía. En 1949 fundó en Nueva York el Orgonomic Infant Research Centre con programas de salud prenatal y postnatal y desarrolló una nueva técnica psicoanalítica de observación e intervención en bebes que denominó primeros auxilios emocionales. El feto actúa como un hornillo; es otro sistema energético libidinal en el organismo de la madre y energiza libidinalmente todo su ser maternal (Reich, 1977).

Fue uno de los primeros científicos que se posicionó contra el uso de la energía nuclear, tanto para fines militares como pacíficos, a través del informe Atoms for Peace (Reich, 1953), informe que envió al presidente Eisenhower, abriendo el camino a los movimientos pacifistas. En su último libro Contact with Space (Reich, 1955) predijo los actuales cambios climáticos y medioambientales y elaboró la tesis del desierto emocional, preámbulo del desastre ecológico y nuclear que está avanzando, de forma irreversible, en todo el planeta, adelantándose dos décadas a la hipótesis Gaia de J. Lovelock. Reich fue un hombre avanzado en su tiempo que soñó el futuro (Reich, 2012).

 

Reich encuentra a Freud

En enero de 1919, Reich, todavía estudiante de medicina de la Universidad de Viena, organizó un seminario de sexología con el propósito de llenar el vacío que la medicina mostraba respecto al tema de la sexualidad humana. Fue en este contexto cuando empezó a leer al librepensador y honorable profesor Sigmund Freud. En el verano de 1919 presenta en la Universidad de Viena su ensayo El concepto de pulsión y de libido desde Forel a Jung. Los miembros del seminario, en el que estaban presentes estudiantes de medicina y que años más tarde serán reconocidos psicoanalistas del Instituto Psicoanalítico de Boston: Grete y Edward Bibring, Otto Fenichel y Annie Reich Pink, maravillados por las presentaciones de Reich, lo eligen director del mismo y responsable de la coordinación de los diferentes grupos de trabajo.

Mirando atrás en la historia le vemos acudir con la valentía que siempre le caracterizó, y con tan solo 22 años, al domicilio de Freud y plantearle directamente la cuestión: “Le dije que éramos estudiantes de medicina que considerábamos que en ninguna facultad de medicina se contaba con un currículum de sexología, y que mis colegas y yo queríamos modificar la situación. Pedimos su ayuda y se mostró presto a dárnosla. Se arrodilló ante un estante de su librería y sacó Trieb-Schicksale, Das Unbewusste (Las vicisitudes de los instintos, El inconsciente) y demás. Habló largo rato sobre ello y se mostraba muy contento. Se sentía muy interesado. Dijo: Por fin. Ya es hora.” “Freud –escribiría Reich años más tarde recordando este primer encuentro– hablaba como un ser humano normal. Tenía ojos penetrantes e inteligentes, pero no intentaba con ellos magnetizar la mirada del interlocutor, con pose profética. Eran ojos rectos y honestos que miraban al mundo (…) Tenía un modo de hablar fácil, preciso y vivo. Movía sus manos con naturalidad. Todo cuanto decía o hacía tenía un tinte señorial de ironía. Yo había entrado en su casa en un estado de nerviosismo y salí lleno de un sentimiento de placer y de amistad. Fue el punto de partida de catorce años de trabajo en el psicoanálisis y para el psicoanálisis” (Reich, 1967).

En el momento en que Reich encuentra a Freud, los psicoanalistas de su círculo íntimo estaban buscando la manera de llevar a término las directrices que Freud propuso en el Congreso de Budapest de 1918 sobre los caminos que debería seguir la terapia psicoanalítica.

Supongamos ahora que una organización cualquiera permita aumentar de tal modo nuestro número que seamos ya bastantes para tratar a grandes masas de enfermos. Por otro lado, es también de prever que alguna vez habrá que despertar la conciencia de la sociedad y advertir a ésta que los pobres tienen tanto derecho al auxilio del psicoterapeuta. (…) El tratamiento seria, naturalmente, gratis. Se nos planteará entonces la labor de adaptar nuestra técnica a las nuevas condiciones (…) Asimismo en la aplicación popular de nuestros métodos habremos de mezclar quizá el oro puro del análisis con el cobre de la sugestión directa (…) Pero cualquiera que sean la estructura y la composición de esta psicoterapia para el pueblo, sus elementos más importantes y eficaces continuaran siendo, desde luego, los tomados del psicoanálisis propiamente dicho, riguroso y libre de toda tendencia (Freud, 1919/1981).

Las primeras clínicas psicoanalíticas gratuitas fueron abiertas en Berlín por Max Eitingon y Ernst Simmel en 1920, el mismo año que se fundó The Tavistock Institute of Medical Psychology en Londres.

La Policlínica de Berlín fue muy dinámica con la presencia, entre otros, de Erich Fromm, Erik Erikson, Karen Horney, Bruno Bettelheim, Melanie Klein, Anna Freud, Helene Deutsch, Otto Fenichel, Frieda Fromm-Reichman, Edith Jacobson y Wilhelm Reich, que se incorporó en 1929. Todos estos analistas son conocidos por su posterior revisionismo de las teorías clásicas de Freud. Algunos de ellos estaban arropados a la teoría socialdemócrata y visionaron el psicoanálisis, no solamente como una ciencia o una profesión, sino también como una fuerza cultural y algunos incluso como una fuerza política. Fueron todos ellos celosos reformadores de los códigos cívicos y morales de su época y colectivamente devotos a la teorización social. Bettelheim fue muy crítico con aquellas asociaciones psicoanalíticas que iban cambiando, poco a poco, la abertura y la lucidez de Freud en una amalgama lingüística y una visión mutilada. “Las apelaciones directas siempre personales de Freud hacia nuestra común humanidad aparecen a los lectores actuales despersonalizadas, altamente teóricas, eruditas y mecanizadas -en resumen- científicas” (Bettelheim, 1990).

El Wiener Psychoanalytisches Ambulatorium fue abierto por Freud en mayo de 1922. Justo en el momento en que Reich contraía matrimonio con una estudiante de medicina y posterior psicoanalista, Annie Reich Pink. Tuvo como padrinos de boda a sus colegas de la facultad de medicina y posteriores psicoanalistas de la IPA Edith Buxbaum, Otto Fenichel, Grete y Edward Bibring, que más tarde emigrarían a Boston y Harvard con la subida de Hitler al poder. Reich, que había perdido a su madre a la edad de catorce años y enterrado a su padre en Viena a los diecisiete, finaliza su primera autobiografía Pasión de Juventud: 18971922 con estas palabras:

En el verano de 1922 me gradué como doctor en Medicina por la Universidad de Viena. Llevaba ya tres años analizando pacientes, era miembro de la Sociedad Psicoanalítica y participaba en diversas investigaciones clínicas.
Para horror de mis amigos, todos en traje de etiqueta o de smoking, salí a escape de mi sesión de análisis (Isidor Sadger) para la ceremonia de graduación vestido con traje claro de verano. Desentonaba un poco, pero no estaba mal. No era obligatorio el atuendo de gala, y, por otra parte, yo no lo tenía. No me gustan los actos ceremoniales. No había allí nadie que me felicitara como lo hacían los numerosos parientes de prometedores universitarios. Sabía bien que para mí el mero diploma no significaba diferencia práctica importante. Sólo las congratulaciones de mi madre me hubiesen hecho feliz (Reich, 1990).

 

El Ambulatorium

Entre 1922 y 1927 el Ambulatorium ocupó el entresuelo de la unidad de traumatología y cardiología, cerca del hospital general de Viena, en el número 18 de Pelinkangasse. Las habitaciones de las consultas eran austeras y los divanes para el tratamiento eran rudos catres que tenían las patas de hierro. A pesar de ello, el ambiente que se respiraba allí era de innovación, apasionado idealismo y conciencia social.

Para Reich el Ambulatorium fue como su hogar. Empezó a cambiar los protocolos de las primeras entrevistas, a organizar presentaciones de casos clínicos de manera regular, incluyendo observaciones sociológicas intensas, dando al psicoanálisis que allí se practicaba un toque de social work cada vez más marcado. Reich, que además de un gran clínico, era un prolifero escritor, entre 1920 y 1927 –antes de los 30 años– publicó dos libros y trece artículos:

– Conflictos libidinales y formaciones delirantes en el Peer Gynt de Ibsen (1920), presentado en la Sociedad Psicoanalítica Vienesa en octubre de 1920 para su admisión.

– A propósito de un caso de transgresión del tabú el incesto en la pubertad (1920), Zeitschift für Sexaulwissenschaf, Vol. 7.

– El coito y los dos sexos (1921), ZFS, Vol. 9.

– Sobre la especialidad de las formas de onanismo (1922), Internationale Zeitschrift für Psychoanalyse, Vol. 8.

– El concepto de pulsión y de libido desde Forel a Jung (1922), ZFS, Vol. 9.

– Dos tipos narcisistas (1922), escrito como respuesta a un artículo de Franz Alexander, Complejo de Castración y Carácter, que apareció en la misma revista, IZP, Vol. 9.

– Hacia una teoría energética del impulso (1923), ZFS, Vol. 10.

– Sobre la genitalidad desde el punto de vista psicoanalítico, pronóstico y tratamiento (1924),IZP, Vol. 10.

– El tic psicogénico, equivalente a la masturbación (1924),IZP, Vol. 10.

– Observaciones complementarias sobre la importancia terapéutica de la libido genital (1925),presentado en el Congreso de Salzburgo en 1924, IZP, Vol. 11.

– Una psicosis histérica in Statu Nascensi (1925), IZP, Vol.11.

– Las fuentes de la ansiedad neurótica (1926), IZP, Vol. 12.

– Ueber Charakteranalyse: Problemas técnicos de la interpretación y del análisis de las resistencias (1927), IZP, Vol. 13. Todos estos artículos del original alemán están traducidos al inglés (Reich, 1978).

 

Las cartas

En la carta nº 1 (26.06.1924) Freud escribe sobre amistad, comenta el trabajo de Reich en el Ambulatorium, hace referencia a la saga de los otros psicoanalistas y luego se refiere a los nuevos desarrollos clínicos: “La teoría psicoanalítica se ha vuelto ahora más flexible a través de las actuales innovaciones de Ferenczi.” Freud llama “flexible” al intercambio que debería haber entre el paciente y el analista. Esta carta podría verse como una reflexión a Reich animándole que fuera más flexible con sus pacientes, que empezara a abandonar su unilateralismo psicoanalítico. Justo entonces acababa de terminar la especialidad de neuropsiquiatría en la Universidad de Viena con los profesores J. Wagner-Jauregg y P. Schilder. Poco después Reich empezó a innovar con nuevos protocolos, análisis estadísticos sintomáticos y descripciones clínicas muy precisas. Algunas historias son muy tristes: una chica anoréxica de 16 años sin familia, con una pérdida considerable de peso y que viene al Ambulatorium acompañada de su novio. Reich sugiere: “¿Vamos a tratarles a los dos a la vez, cada uno con su psicoanalista correspondiente o vamos a intentar con una terapia de pareja?” (Lobner, 1978); casos que hoy día consideraríamos impulsivos o borderline y que ningún analista de entonces se atrevía a analizar; pacientes jóvenes con intentos de suicidio, etc. Historias clínicas que describiría con detalle en su primer libro El carácter impulsivo (Johler, 2007).

Toda la labor psicoanalítica estaba animada por la convicción de realizar allí un trabajo social. Desde noviembre de 1923 a noviembre de 1924 habían sido tratados en el Ambulatorium un total de 257 pacientes: 166 pacientes masculinos y 91 pacientes femeninas. Una cifra que hoy día asustaría a cualquier psicoanalista.

La carta nº 2 (13.09.1924). En este momento Reich era ya el director asistente del Ambulatorium bajo la supervisión de Eduard Hitschmann. Al mismo tiempo dirigía el Seminario sobre Técnica Psicoanalítica con un enfoque que sus colegas consideraban muy original. Reich enfatizaba más los errores en los analistas que los síntomas de los pacientes. Del Seminario han sobrevivido unas páginas históricas sobre casos clínicos y discusiones entre los analistas participantes, llenas de críticas imaginativas (Lobner, 1978). Reich escribió:

En aquel ambiente psicoanalítico era el único que, a través de los cursos que impartía o en las publicaciones, señalaba los errores y fracasos en los analistas y trataba de clarificar estos errores técnicos en las discusiones compartidas (…) Se me ocurrió la idea del Seminario Técnico, que fue el primero en su clase de toda la historia del psicoanálisis que fue dirigido primero por Hitschmann, a continuación por Nunberg y les seguí yo en 1924. Allí nació realmente la técnica psicoanalítica tal como se practica en la actualidad. Freud vio los avances clínicos y para él constituyó un gran acontecimiento (Reich, 1967).

“Durante muchos años he trabajado para conocer en profundidad la diferencia entre un análisis terminado con éxito de otro sin éxito. Un analizado puede estar libre de síntomas, pero jamás curado”, le dice Reich en una carta previa a Freud.

Lo que parece atraer la atención de Freud en esta carta en la que Reich le explica su trabajo clínico, no era tanto la observación del inconsciente individual –de 257 inconscientes individuales– sino, como dice Freud en su carta, “la articulación de la lucha inconsciente entre los individuos (…) la relación entre el self moral (de los psicoanalistas) y el ambiente en que tiene lugar esta articulación” (carta nº 2, 13.9.1924): pacientes, psicoanalistas, tareas, poder, saga, estatus, territorio, tiempo y gratificaciones dentro del Ambulatorium. Al ser las sesiones gratuitas, las gratificaciones de los analistas serían sublimadas a través de la curiosidad intelectual o científica, del altruismo y otros canales probablemente inconscientes.

El Instituto Psicoanalítico de Viena, donde tenía lugar el Seminario Técnico, estaba situado en los sótanos del Ambulatorium y se respiraba un ambiente familiar, no exento de cierta rivalidad fraternal: había solamente un corredor y dos habitaciones para dar las clases y las conferencias. Según O. Fenichel, en una de estas, Anna Freud, que era maestra-institutriz, impartía clases cada miércoles impar del mes, sobre los fundamentos de su trabajo pionero con niños, el Kinderseminar, enfatizando la importancia de las “defensas del yo” sobre los instintos y las pulsiones y que años más tarde publicaría en El yo y los mecanismos de defensa (1936). W. Reich, además de dirigir la supervisión colectiva del Taller Clínico o Seminario Técnico que era quincenal y terminaba ya entrada la madrugada, con asistencia de numerosos psicoanalistas vieneses y extranjeros, entre ellos H. Deutsch, R. Sterba, A. Freud, estaba enseñando en otra clase lo que él llamaba análisis de las resistencias (Fenichel, 1990). Sterba escribió: “W. Reich tuvo una influencia trascendente en mi formación como psicoanalista. Sus experiencias técnicas y sus consejos me otorgaron los fundamentos para la comprensión de las manifestaciones transferenciales y resistenciales en el material de mis pacientes y para saber técnicamente, como había que hacer frente a las mismas” (Sterba, citado en Fallend, 1988). El método de conducir el Seminario Técnico era muy similar al método actual de enseñanza de la Harvard Business School. Su enfoque se basa en la cuestión: Dada tal y cual situación, ¿qué decisión tomaría usted y por qué? Cualquiera que haya utilizado este enfoque se dará cuanta del gran esfuerzo intelectual que debía hacer Reich para mantener la discusión grupal abierta (Fallend, 1988).

 

Der Triebhafte Character. El Carácter Impulsivo: Un estudio psicoanalítico de la patología del Ego (1925)

Reich fue el primer psicoanalista que introdujo en la literatura psiquiátrica el concepto borderline (el estado mental fronterizo entre la neurosis y la psicosis). La palabra le pertenece históricamente, y apareció por primera vez en esta monografía publicada por la International Psychoanalitischer Verlag. El 11 de febrero de 1925 Reich escribe a Ferenczi:

Con el consentimiento del Profesor estoy actualmente trabajando en un libro sobre terapéutica y técnica psicoanalítica. He leído su escrito Elaboración de la Técnica Activa y me he encontrado con algunos pasajes que antes había pasado por alto. Usted dice: Las investigaciones del carácter nunca se hallan en el primer plano de nuestra técnica, pues solo se aplican cuando en el normal desenvolvimiento del análisis se interfieren determinados rasgos anormales de matiz psicótico. Estoy haciendo un estudio especial del psicoanálisis del carácter, en conexión con El Yo y el Ello y he resumido los resultados parciales en un breve ensayo sobre el carácter impulsivo que se publicará pronto (Reich, 1967).

Esta monografía trata de los pacientes impulsivos y compara el desarrollo de este carácter con el carácter neurótico. Sus hallazgos siguen siendo válidos y aceptados plenamente por la comunidad psicoanalítica, subrayando algunas ideas muy originales. Por ejemplo, Reich piensa que el desarrollo del período de latencia es necesario para una buena consecución de la sublimación y la salud; sin embargo, el sujeto con un carácter impulsivo, con una conducta caótica y una imposibilidad para sublimar, pasa por un periodo de latencia muy corto o éste ha desaparecido por completo. Por aquella época, el carácter impulsivo era totalmente desconocido por los psicoanalistas. Tales casos no eran candidatos para la práctica privada. En el Ambulatorium tuvo la oportunidad de tratar analíticamente a varios de estos casos y esto le permitió llegar a numerosas conclusiones sobre su desarrollo psicosexual[2].

Reich trató a muchos pacientes que él consideraba borderline en los cuales la neurosis de compulsión estaba presente, aunque el diagnóstico de esquizofrenia hubiera sido lo adecuado. En estos pacientes la estasis de la libido era mucho más marcada y sus efectos eran mucho más evidentes que en la neurosis con impulsos inhibidos, de tal manera que los impulsos perversos y antisociales fluctuaban exactamente con el grado de la tensión sexual y su gratificación. De hecho, el carácter impulsivo no tenía puntos de fijación circunscritos, como ocurre en el caso de la neurosis: todas las zonas erógenas eran activas ya en épocas tempranas e iguales en intensidad impulsiva. El yo de estos pacientes era marcadamente narcisista y se parecía al esquizofrénico permaneciendo polarizado entre el placer del yo y el superyó y se defendía, no solamente contra el ello al servicio del superyó, sino también contra el superyó al servicio del ello. Esto daba lugar a la marcada desorganización del carácter impulsivo. El problema parecía estar en un defecto del superyó, en el cual la represión dinámica era insuficiente. Reich llamó a esta situación aislamiento: el superyó no estaba incorporado al yo y le faltaba el sistema de represión. La ambivalencia también existía, pero no las formaciones reactivas como en el neurótico normal. También existía la culpa, pero ésta, desligada de los impulsos, lo que permitía al sujeto con un carácter impulsivo poder expresar los mismos a través de actos sádicos y conducta antisocial.

Para Reich, a la vista de estos casos tratados en el Ambulatorium, el psicoanálisis que se practicaba allí dejaba de ser un tratamiento puramente sintomático para convertirse -paulatinamente y por pura necesidad clínica– en un psicoanálisis del carácter. Esto le permitió tratar a estos pacientes que no eran candidatos para el análisis. Reich escribe:

La barrera o limite (borderline) entre el impulsivo y el esquizofrénico -especialmente el paranoico y el catatónico- es la mayoría de las veces tan oscura como la demarcación entre el impulsivo y las clásicas formas de neurosis de transferencia. Lo que separa el impulsivo del esquizofrénico productivo es casi inexistente, a menudo parece comportarse de la misma manera de relacionarse con el mundo externo (Reich, 1975)

Este libro fue muy importante y apropiado en aquella época para comprender el aumento de las conductas impulsivas, antisociales y delictivas entre los estudiantes de Viena y entre los adolescentes. Algunos de estos pacientes que Reich trató en el Ambulatorium habían sido expuestos a diversas experiencias traumáticas, comenzando a la edad de cuatro años o antes.

Un chico de 16 años que tiene una compulsión por la vida errante y nómada: ¿Quizá quiera morir en un país lejano lleno de sol y de luz opuesto al útero claustrofóbico o quizá está huyendo de un hogar abusivo? ¿Este exhibicionismo adolescente es en realidad un signo de esquizofrenia? Sí, sufre de las mismas imágenes corporales distorsionadas como cuando tenía tan solo 4 años. Reich comentaría casos parecidos, abriendo un debate entusiasta en el Seminario Técnico (Lobner, 1978).

En el último capítulo Proyección esquizofrénica y disociación histérica: algunas observaciones, Reich señala lo que tienen de común estos dos formas de patología.

En el carácter impulsivo, existe una ida y venida simultanea entre ambas: algunas veces los conflictos se resuelvan a través del tipo de la proyección esquizofrénica y otros con la disociación histérica (…) la adquisición de insight ocurre más o menos típicamente a través de los estadios siguientes: 1) Estadio de ausencia de insight; 2) Estadio del aumento de la transferencia positiva. El paciente convierte al analista en un objeto libidinal. 3) Estadio de insight efectivo, donde el analista es introyectado y se convierte en un nuevo yo ideal. Es a partir de aquí cuando el análisis regular puede comenzar (Reich, 1975).

Para hacer una valoración imparcial de esta importante monografía podríamos recurrir directamente a Freud. En una carta que Freud escribió a Federn (14.12.1925) comenta: “Después de marcharse usted he leído el manuscrito del Dr. Reich que me ha entregado esta mañana. Lo he encontrado tan lleno y valioso de contenido que debo lamentar muy profundamente que ambos hayamos renunciado al reconocimiento de sus empeños.” El texto completo de esta carta será transcrito más adelante al hablar de la relación de Reich con Federn.

En el Ambulatorium trabajaban una docena de jóvenes psicoanalistas. Entre ellos se encontraba Ramón Sarró, de Barcelona, quien más tarde dirigiría la cátedra de psiquiatría de esta ciudad. Sarró escribió:

Figuran entre las horas más gratas de mi estancia en Viena aquellas que compartí con el círculo de W. Reich y de sus amigos y discípulos de la Policlínica Psicoanalítica entre los que yo tuve la suerte de contarme. Destacaba entre los psicoanalistas vieneses por ser el más entusiasta, no solo en defensa de sus ideas originales que iban discrepando de las de Freud, sino por la intensidad de su vocación terapéutica. W. Reich era de otra madera, tenía un corazón desbordante y aspiraba a que el psicoanálisis contribuyera a la felicidad de las clases populares que decía que padecían de una represión de la libido (Sarró, 1989).

Reich invitaba a sus colegas a la Schoenberg Verein (sociedad musical) donde acostumbraba a tocar el piano o el cello después del intenso trabajo en el Ambulatorium. En la atmosfera de los cafés vieneses, con la cordialidad gemütlich tan típica de la ciudad, sus amigos se reunían con él para comentar las ideas psicoanalíticas propias y ajenas. “W. Reich, que ya era considerado un gran innovador respecto a las ideas sobre la conducción del tratamiento de Freud, y verdaderamente lo era, nunca me estimuló en las sesiones de control a mostrarme más activo” (Sarró, 1994).

Reich supervisaba el tratamiento de multitud de pacientes con honorarios gratuitos: trabajadores asalariados, agricultores y verduleros de las cercanías de Viena, estudiantes, funcionarios municipales, burócratas, empleados de banca, soldados con neurosis de guerra, sirvientas, mayordomos, maestros de escuelas públicas y sobre todo mujeres y jóvenes traumatizadas y doncellas neurasténicas. Gente común que el capitalismo de la primera postguerra había ignorado, con tasas de paro muy altas en Austria, quizá como las que hay actualmente en España. Pacientes que muy poco tenían que ver con los de las consultas analíticas privadas de la alta burguesía vienesa. “Más de ocho años de trabajo como primer asistente y luego director del Ambulatorium me aportaron una considerable experiencia y me permitieron muchas observaciones sobre la neurosis de los económicamente desfavorecidos. Había una afluencia continua en la Clínica (…) Cada psicoanalista había aceptado trabajar un mínimo de cinco horas a la semana sin remuneración. Era insuficiente” (Reich. 1933).

Reich acostumbraba a entregar personalmente sus manuscritos a Freud antes de su publicación. Quizá para legitimar sus puntos de vista, pero también por el innegable sentido de lealtad hacia Freud y, por supuesto, también, por un fuerte deseo de aprobación.

En la carta nº 3 (14.12.25) Freud escribe:

Sé, desde hace mucho tiempo que mi formulación de Aktualneurosen era superficial y necesitaba de una corrección a fondo. Podía esperarse que la clarificación llegara de una investigación adicional e inteligente. Sus esfuerzos parecen señalar un camino nuevo y esperanzador (…) Yo no sé si su hipótesis resuelve de verdad el problema. Sigo teniendo ciertas dudas al respecto. Pero confío que usted continuará investigando el problema y llegará a una solución satisfactoria (…) Si se requiere un libro sobre técnica (psicoanalítica) quiero que sea usted quien lo escriba, antes que lo haga una persona desconocida y probablemente menos experimentada.

Reich se fue colocando demasiado cerca del epicentro del psicoanálisis: una posición difícil de asumir para un joven de tan solo 28 años. Reich estaba escalando peligrosamente hacia la cumbre de la teoría libidinal de Freud, cuando otros analistas ya estaban descendiendo.

Freud en una carta a Ferenczi (19.3.1923) había ya comentado el gran sentido de moralidad del joven Reich –lo que hoy día llamaríamos transferencia empática o the social engagement of social science (Trist y Murray, 1990) –al sobrevalorar las heridas traumáticas y las resistencias del paciente que estaban reprimidas y que se revelaban en el análisis, tanto en el inconsciente del cuerpo como en el inconsciente de la mente. Luego se refiere personalmente a Reich, “por otra parte un analista diligente, ambicioso y respetable”. Ferenczi (26.4.1923) le contesta: “Las sugerencias de Reich tienen muchos puntos de contacto con la (mi) teoría de la genitalidad. Ciertamente, el Dr. Reich está demostrando que es un terapeuta original y talentoso.” Freud se daba cuenta que esta nueva perspectiva empática o un psicoanálisis más flexible era diferente de la de los otros analistas. Solamente uno de ellos, Sandor Ferenczi estaba comenzando a experimentar con esta nueva forma holista de tratamiento psicoanalítico. (Freud, 1923) y (Ferenzci, 1923).

Lo remarcable de Ferenczi y de Reich es que ambos compartían por entonces una nueva técnica psicoanalítica de relación más flexible con los pacientes. “Ferenczi, con buena intuición, permitía a sus pacientes jugar como niños. Por mi parte, yo intentaba liberarles de su rigidez caracterológica: que me observaran de una manera no-autoritaria, de una manera humana” (Reich, 1933). Ambos estaban interesados en analizar más la totalidad de la persona que a sus síntomas. Lo que hoy día se consideraría un primer prototipo de psicoanálisis relacional, según el modelo de Coderch (2011).

En el plano personal, Ferenczi tenía una gran estima por Reich y en sus viajes a EUA, recomendaba a Reich a los jóvenes analistas americanos que llegaban a Viena para su formación. Con seguridad R. Kaufman, J. Murray, W. Briehl, y O.S. English fueron analizados por Reich en la década de los veinte. “Recuerdo que el Dr. Reich ponía su interés, no solamente en las presentaciones verbales de la personalidad. Por ejemplo, frecuentemente llamaba mi atención sobre mi posición y actitud en el diván” (English, 1977). Spurgeon English –que fue catedrático de psiquiatría de la Temple University y fundador de la American Psychosomatic Society –comenta una anécdota en que Reich le pide, con antelación, un cambio de hora de la sesión de la mañana por otra de la tarde. English le explica que lo siente mucho pero que no puede porque tiene a esta hora un importante acto social, y luego entra en detalles. “Parece ser que su acto social es más importante para usted que la sesión de análisis”, le interpreta Reich. English, muy molesto, le dice que sí y le da varias razones de peso. Luego se queja de Reich por llevar una vida tan activa y que, por ello, necesita cambiar su hora. Reich le escucha pacientemente y al final de la sesión le dice: “Usted tiene toda la razón”, dejándole su hora habitual.

 

Die Funktion des Orgasmus: Psicopatología y sociología de la vida sexual (1927)

Antes de 1927 no existía en Viena un Instituto para la formación de psicoanalistas ni un currículum organizado. Solo un pequeño Comité Docente. La única ayuda era ir a los colegas mayores y pedir consejo. Así que cuando Reich tenía alguna pregunta, tendía a ir directamente a Freud. Sin embargo, aunque Freud tenía una capacidad maravillosa para resolver situaciones teóricas complicadas, le era de poca ayuda a Reich en cuestiones técnicas. Freud, le señalaba: “Ser paciente. Analizar. Entender es más importante que hacer y Gehen Sie nur vor Deuten Sie (Siga adelante. Interprete). O también: Gehen Sie ruhig weiter mit Iher Klinischen Arbeit (Siga adelante tranquilamente con su labor clínica). En aquel momento aún no había ninguna teoría de la técnica psicoanalítica” (Reich, 1967).

Debemos enfatizar aquí que la contribución de Reich no se basaba solamente en la formulación de rasgos de carácter que se oponían al proceso del análisis. Con anterioridad, Karl Abraham había notado que algunos pacientes mostraban deformidades patológicas de carácter que interferían en el proceso de asociación libre y empezó a desarrollar una primitiva forma de análisis del carácter para tratar a estos pacientes (Abraham, 1958). Reich ya había señalado en El carácter impulsivo que el paciente a menudo mostraba sus síntomas (un tic, una fobia, etc.) completamente alienados del yo, pero que tendía a racionalizar repetidamente un rasgo de carácter neurótico en el análisis como una parte integral de sí mismo.

Muchos jóvenes analistas como Sterba (1954) y Fenichel (1953) estuvieron al lado de Reich en estas cuestiones técnicas, lo mismo que Ferenzci. En este momento Reich estaba analizando a varios candidatos americanos, y esto despertó ciertos recelos por parte de algunos analistas mayores vieneses que no les gustaba la nueva idea, surgida de la práctica analítica del Ambulatorium, de no interpretar el contenido sin antes haber interpretado la resistencia.

El análisis de las resistencias permite –de hecho, pide– una considerable actividad por parte del analista. Debe hacer una selección muy cuidadosa del material y debe permanecer activo cuando el paciente es silencioso para señalarle los posteriores comunicados no verbales. Lo difícil y correcto del análisis del carácter no son los principios psicoanalíticos en sí mismos, sino la manera en que son aplicados. Por ejemplo, una forma errónea sería buscar, de forma anhelante por parte del analista, los objetos traumáticos del paciente para poderlos interpretar correctamente cuando éste los esté re-experimentando en la transferencia. Reich articuló tres conceptos básicos en su enfoque caractero-analítico: la transferencia negativa latente o la reacción terapéutica negativa, basada en la Strafbeduerfnis (sentimiento de culpa inconsciente); el trabajo sobre las resistencias y las formas no verbales de expresión del paciente: su mirada, la naturaleza de la respiración, la parte biofísica y emocional del lenguaje, actitudes corporales en el diván, etc. : lo que hoy día se considera una transferencia somática, según la teoría moderna del trauma.

Señalando concretamente el intercambio de miradas entre el paciente y el analista que ocurre en cada sesión durante todo el tratamiento, podríamos argumentar que los ojos del paciente no pueden ver el acto de mirar y que son totalmente inconscientes de la naturaleza emocional de sí mismos en su propia mirada: una mirada plácida, alegre, ardiente, furtiva, esperanzada, fiel, confiada, tranquila, cansada, triste, etc. Miradas (las maneras de mirar y de ver del analista y lo vulnerable que es el paciente de esta mirada) que deberán ser tomadas en cuenta e interpretadas adecuadamente –de acuerdo con la técnica clásica del análisis del carácter– en la correspondiente sesión. Algunos psicoanalistas de la escuela relacional llamarían a este acto de mirar del analista, el dejarse ver con simpatía en cada interpretación o al intercambio reciproco de miradas, una relación empática.

De hecho, los ojos del bebé son su primera piel mental. Los ojos son unos órganos extraordinariamente orales. Esta capacidad innata de engullir y morder ocularmente los objetos que tiene el bebé inmediatamente después de nacer es anterior a cualquier actividad intelectual. Por otra parte, los ojos son la primera zona erógena del bebé en ser traumatizada, bien por la ausencia de la mirada de la madre al nacer, o por las expresiones frías, poco empáticas, distantes o aterradoras de la madre o de sus cuidadores hospitalarios. El bebé empieza a ver el mundo al verse y reconocerse a sí mismo a través de la mirada de la madre. Reich enfatizó la importancia de la urdimbre afectiva y del contacto ocular entre el recién nacido y su madre, y escribió: “Los ojos, estas silenciosas lenguas de amor (Cervantes) juegan un papel muy importante en la relación entre la madre y su hijo recién nacido así como entre dos amantes” (Reich, 1948; Frigola, 2012). Antonio Machado lo expresó de una manera poética: Mis ojos en el espejo / son ojos ciegos que miran / los ojos con que los veo. Y también: El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas; / es ojo porque te ve. O: Y en la cosa nunca vista / de tus ojos me he buscado: / en el ver con que me miras (Machado, 1975).

Reich acostumbraba a mirar a sus pacientes a los ojos con simpatía, cara a cara, cuando estos entraban y salían de la sesión, dándoles la bienvenida y al despedirse. Como clínico hizo suyo el pensamiento de Goethe: ¿Cuál es la cosa más firme de todas?/ Aquella que parece ser la más elocuente/ Para tus ojos el ver, / Lo que se muestra delante de tus ojos. Les permitía que se quitaran los zapatos para que pudieran utilizar el diván en toda su plenitud y expresión: tumbarse de lado, acurrucarse, recogerse, flexionar las piernas, etc. y así observar la transferencia somática. Con los pacientes borderline o con estructuras yoicas muy frágiles o con los pacientes esquizofrénicos, acostumbraba a mover su butaca desde detrás hacia el lado del diván, colocándose dentro de la visión periférica del paciente, lo cual fue considerado revolucionario en su tiempo. Reich pensaba que los analistas no llegamos a conocer a nuestros pacientes solo por el hecho de permitir que se acerquen hacia nosotros: debemos ir a su encuentro para descubrir lo que realmente son.

Si tuviéramos que definir la situación de Reich de este momento de su vida diríamos que había una mezcla de éxito profesional, por un lado, y unas nubes de tormenta en el horizonte, por otro: había conseguido demasiada atención por parte de muchos analistas vieneses de mayor edad, debido al éxito que iba consiguiendo a la luz de sus escritos, en el Seminario Técnico y sus innovadores enfoques clínicos.

Quizá por esta razón, Freud en la carta nº 4 (28.05.1926), a petición del propio Reich que quería anticiparse y guardarse las espaldas profesionalmente, testifica una carta oficial diciendo: “El Dr. Reich ha demostrado su excelencia en una serie de conferencias en la Sociedad (psicoanalítica) así como en diversas publicaciones. Por lo que no dudo en confirmar que tiene totalmente derecho al título de especialista (…) especialmente a través de la formación en la teoría y en la práctica.” Freud le dedicaría una foto suya de color sepia de 30 x 20 que Reich conservaría toda su vida en su biblioteca. “Herrn Dr. Wilh. Reich zur freundlichen Erinnerung an Sigm. Freud.” Un detalle afectuoso que Freud mostraría solo en contadas ocasiones.

Freud era afín al movimiento socialdemócrata austriaco y como otros pensadores de su generación apoyaba la modernización de la ciudad de Viena. No tan solo en el aspecto teórico, sino también como una forma de vida social. Los periódicos de la época se refirieron al espíritu cívico de Freud en ocasión de su 70 aniversario. El aspecto sociológico del psicoanálisis -publicaban los periódicos– simpatiza con el progreso. Como detalle visible de este hecho, Freud dio un tercio de los regalos de su jubileo que recibió de las diversas instituciones psicoanalíticas al Ambulatorium de Viena para el tratamiento de las clases populares, y su gesto público no se trataba solo de un acto de caridad. (Jahoda, 1983).

Reich publicó Die Funcktion des Orgasmus (Reich, 1927), editado por la Internationaler Psychoanalytischer Verlag, en Leipzig, Viena y Zurich a la vez. El libro tuvo un éxito inmediato. El lector no debe confundirlo con La función del orgasmo publicado en 1942 por el Orgone Institute Press de Nueva York y que ha sido traducido al español por la editorial Paidós. Reich escogió el mismo título alemán para el público americano, pero es otro libro distinto que nada tiene que ver con el original alemán.

El manuscrito de Die Funcktionn des Orgamus se lo entregó Reich personalmente a Freud el 6 de mayo. En la carta nº 5 (9.07.1926) Freud escribe a Reich, esta vez usando un tono paternalista típico de un padre edípico –un ademán de una fina ironía que mostraba con sus discípulos más íntimos– y como de costumbre en él, siempre tratando de mitigar la crítica con el elogio: “Querido Doctor Reich. No disponía de mucho tiempo, pero finalmente he leído el manuscrito que usted me ha dedicado para mi cumpleaños. Su trabajo parece ser demasiado extensivo y poco organizado…” Un comentario basado más en la forma que en una discusión teórica de fondo, para continuar la carta diciendo: “Por otra parte veo que es un libro útil y rico, tanto a nivel del material clínico como a nivel de las ideas.” Y en un tono más paternal todavía escribe: “Como usted ya sabe, de ninguna manera me opongo a su intento de solucionar el problema de la neurastenia explicándolo de acuerdo con la ausencia de la primacía genital.”

Die Kuncktion des Orgasmus recurre al problema planteado por Freud en 1926. ¿Qué sucede con el impulso instintivo que ha sido activado por el ello y que está buscando ser gratificado? A esto Reich responde que “uno tiene que observar a la totalidad de la persona, no solo los síntomas” (Reich 1927). Por aquella época los psicoanalistas que participaban en el Seminario Técnico no sabían diferenciar entre el análisis de los síntomas que realizaban a sus pacientes –que provenían de las consultas privadas elitistas de la alta burguesía vienesa y que seguían al pie de la letra los dictámenes clásicos de Freud– del análisis del carácter que provenía del trabajo de campo del Ambulatorium, con cientos de pacientes de las comunidades urbanas periféricas de Viena que necesitaban y deseaban ser tratados: gente corriente de la calle, personas de la sociedad de clase media trabajadora tal como la conocemos hoy en día (Johler, 2007).

Die Funcktion des Orgasmus comienza en su prólogo con una cita muy potente de Freud: “En cuanto a nosotros pensamos que cualquiera que ha pasado por el aprendizaje de la verdad, dentro de mismo, se encuentra en adelante, protegido del riesgo de inmoralidad, incluso si su regla moral se aparte de alguna manera de la moral social corriente.” (Freud, citado en Reich, 1927).

Reich habla por primera vez de las resistencias, y coloca su atención en la relación entre las reacciones terapéuticas de los pacientes del Ambulatorium en sus propios análisis -reacciones tanto positivas como negativas- y su genitalidad. La relación entre estas reacciones terapéuticas y el estado adulto de la mente, según Meltzer, o la posición depresiva según M. Klein, diríamos hoy. Habla del conflicto neurótico; de la estasis somática de la libido y los estados de angustia; de la significación social y cultural de las tendencias genitales; del sentido de realidad en el amor (noviazgo, pareja, familia, etc.) y en la vida social (comunidad); del instinto de muerte que depende de la estasis libidinal. Reich elabora aquí una teoría de la neurosis conciliable con el psicoanálisis oficial y de acuerdo con la sistematización teórica de Inhibición, síntoma y angustia. En este momento, la década de los años 20, la influencia del pensamiento freudiano en todo el movimiento psicoanalítico era obviamente decisiva. Era la edad de hierro del “freudismo”, y a Reich no le fue fácil ni cómodo encontrarse en desacuerdo con su querido maestro en temas tan cruciales. Este libro de Reich me recuerda el gran trabajo clínico de D. Meltzer Los estados sexuales de la mente (1973), que enfatiza más las estructuras mentales y las fuerzas sociales en juego que no las manifestaciones clínicas individuales. Solo que Reich utiliza el lenguaje psicoanalítico de los años veinte.

 

15 de Julio de 1927

Al final de Die Funkion des Orgasmus, Reich formula por primera vez sus preocupaciones sociales. El peso de su argumentación lo va a encontrar en esta verdadera escuela de sociología práctica que será para él su compromiso político. No se trata, por otra parte, tanto de la adhesión ideológica –es miembro del partido socialdemócrata austríaco desde 1924– como de esa clase de pulsión de conocer y observar que le lleva a Reich a estar con los otros. Y es precisamente con ellos que, por ejemplo, se encuentra a las 4 de la tarde del 30 de enero de 1927, en Schattendorf, una pequeña ciudad austríaca, donde se ha previsto una asamblea socialista. Pero antes del inicio de la asamblea, un grupo paramilitar de antiguos monárquicos nostálgicos del Káiser y filo-fascistas abre fuego sobre la muchedumbre, matando a un veterano de guerra y a un niño de 8 años e hiriendo a numerosos militantes. Ahora bien, los asesinos no tienen ninguna dificultad para emprender la huida a pesar de la atrocidad del crimen y del hecho de que se haya producido en una localidad casi enteramente socialista; la población no encuentra otra cosa mejor que hacer que confiar el desarrollo del caso a la autoridad judicial.

Todo lo que pasa después continúa asombrando a Reich y, en particular, el hecho de que solo una huelga de protesta de quince minutos fue decretada al día siguiente por los dirigentes socialdemócratas. Estos últimos intentaron justificar una tal inercia para evitar las provocaciones burguesas y no excitar el espíritu de los obreros. Los asesinos –finalmente encontrados– fueron absueltos. Esta vez la indignación sacudió a las masas obreras que fueron a la huelga general y organizaron varias manifestaciones en Viena, al día siguiente del día del juicio del 14 de julio. Este fatídico día –15 de julio­– se produjeron enfrentamientos con la policía que, con la orden de disparar a la multitud, abrió fuego durante tres horas, matando a 89 manifestantes e hiriendo a más de 100. Una masacre que no se había visto en Viena desde la revolución de 1848. Reich estaba presente y tuvo que esquivar el silbido de algunas balas detrás de los árboles. “Quedé sorprendido por la calmada determinación de los obreros. Quedé asombrado de la mansedumbre de la población. ¿Dónde se encontraba entonces el sadismo de las masas?” (Reich, 1976). En este contexto social, Reich se pregunta: “¿Cómo explicar la pasividad de las masas ante la represión y la opresión?” (ídem.).

Nos situamos ahora en el invierno de 1926, unos meses antes de estos trágicos sucesos, en este periodo crucial en la historia de Austria de los que hablaremos más adelante. Se trata de un momento personal muy difícil para Reich, justo cuando recibe una carta de Freud (Carta nº 6 9.12.1926): “Mi querido doctor: Estoy muy bien informado sobre las circunstancias personales que está atravesando usted…”. Reich, que tenía entonces 29 años, estaba recuperándose en el sanatorio de Davos de una incipiente tuberculosis. El tratamiento se basaba en la cura climática de altura y en largas sesiones de tumbona en terrazas al aire libre. “Vivimos en horizontal” (Reich, 1967), le comentaría Reich a Freud, igual que Joachim a Hans Castorp en La Montaña mágica.La practica prohibición de los ciudadanos no suizos para asistir al sanatorio me parece a mí un gran obstáculo”, continua Freud, como tratando de animarle y alegrarse de haber podido conseguir una plaza en tan prestigioso centro y luego añade que espera que pueda pagarse la estancia y el tratamiento en el sanatorio si sus colegas, el reverendo Oskar Pfister y el doctor Emil Oberholzer le envían algunos pacientes suizos, intuyendo que su estancia allí va a durar algunos meses. “Manténgame bien informado por carta sobre sus progresos”, añade Freud y finaliza con: “Le tenemos en nuestro recuerdo”.

Es precisamente en esta carta –al saber de las circunstancias tan difíciles que está atravesando Reich– donde Freud muestra su gran humanismo y el extraordinario afecto que sentía por Reich. Pero podríamos afirmar también que esta carta podría haberle escrito cualquier padre a su hijo de 29 años en tales circunstancias, sin añadir una sola palabra de más.

La carta que voy a referirme a continuación fue escrita por Freud el 15 de julio de 1927 (Carta Nº 7), el mismo día de la masacre, que era el tema de conversación de toda Viena. Esta carta ilustra el pesimismo y el declive de la ilusión de Freud. Y es, en sí misma, un documento histórico.

Reich comenta la irresponsabilidad de los dirigentes políticos que no hicieron nada por evitar el baño de sangre, lo que estaba en sus manos: interponiendo sus unidades socialistas de seguridad, la Schuztbund[3], que contaba con 50.000 hombres entrenados militarmente, entre los manifestantes –sin armas– y la policía. Esta realidad fue para Reich un choque emocional profundo. Reich se interroga también sobre el comportamiento inhumano y mecánico de los policías, auténticos robots y marionetas que iban disparando fríamente a los manifestantes a la orden de sus jefes y argumenta: “En su ensayo Psicología del grupo y análisis del Yo, Freud había intentado demostrar que en las organizaciones de masas, el individuo abdica su personalidad individual y se identifica con el jefe o la idea. Deja, en definitiva, de ser él mismo y retrocede a las fases infantiles de desarrollo para efectuar dicha identificación (…) Las afirmaciones de Freud eran acertadas. Se podía observar directamente la identificación con el jefe. La pérdida del yo individual era igualmente evidente (…) Y, sin embargo, todo esto no era satisfactorio: ya que esto eternizaba el fenómeno y lo anclaba en una ley biológica” (Reich, 1976).

A partir de estos acontecimientos nace en Reich, como una intuición, el sentimiento del absurdo fundamental de la organización social: “Antes de 1927, si alguien me hubiera dicho que ciertas instituciones sociales que existen desde hace miles de años eran esencialmente irracionales me hubiera encontrado entre sus contradictores más firmes” (Reich, 1976). En el día más revolucionario de la historia de Austria, la generación del 27, la generación de Reich, tomó por primera vez una consciencia política adulta. Pero la reacción no fue la esperada: muchos afiliados al partido socialdemócrata austríaco de clase media, decepcionados por la pasividad y pérdida de confianza de sus líderes políticos, se pasaron al fascismo.

Reich quería marcharse periódicamente de Viena para inscribirse, en un futuro próximo, en el Instituto Psicoanalítico de Berlín y antes quería tener un encuentro con Freud, que a la sazón se encontraba en Semmering. Quería discutir su posición en el Ambulatorium que le causaba, después de tantos años de trabajar allí, lo que hoy llamaríamos un estrés considerable. “No he dedicado toda mi vida al movimiento de higiene mental solamente para curar a unos pocos pacientes o mejorar su salud. (…) Comenzó de verdad el 15 de julio de 1927, cuando unas cien personas fueron muertas y cientos más fueron heridas en la calle” (Reich, 1976).

Las cartas respectivas, llenas de emoción, le permiten a Reich empezar a desligarse de sus pesadas obligaciones en el Ambulatorium y pensar en Berlín. A Freud le permiten expresar su profunda preocupación. “Dada la incertidumbre en los próximos días”, le dice Freud en la carta, sería más sabio y seguro posponer el encuentro que tenían previsto aquella semana hasta finales de agosto –“si el mundo todavía sigue existiendo después de todo”–. Esta frase apocalíptica de Freud muestra, por sí sola y al más puro estilo de Thomas Mann, el ambiente que se vivía en Viena el tumultuoso 15 de julio: “la horda primitiva” en su estado más puro. Una ciudad totalmente sacudida; grupúsculos de militantes corriendo en desbandada por el Schottenring hacia la Universidad; el Palacio de Justicia, tomado por los manifestantes, ardiendo en llamas; los policías disparando a la multitud a matar y las ambulancias llevando a los heridos a los hospitales. Una situación histórica que nos recuerda la vivida en el mayo del 68 en Paris y la gran manifestación de Washington en contra de la guerra del Vietnam. Nada volvió a ser igual desde entonces.

Vemos en esta carta, en la que Freud se preguntaba si el mundo se mantendría en pie después de aquello, un fondo profético y un negro presagio todavía peor por llegar, que supondrá para Freud y su familia –diez años más tarde– su exilio en Londres y el fin de su estancia en su amada Viena.

“Pocos días después hablé con Freud y le dije que quería empezar mi labor desde una base social. Deseaba apartarme del trabajo clínico, del tratamiento individual y actuar en el ámbito social. Freud estaba muy interesado y no descuidaba en absoluto el aspecto social (…) se sentía muy satisfecho de que alguien que tan bien conocía el mundo interno se fuera al exterior y tratara de hacer algo útil con él. Freud me dijo: No se detenga, siga adelante” (Reich, 1967).

Reich, cansado de su estancia en Viena y necesitando quitarse el peso de las obligaciones –la sociedad psicoanalítica vienesa (era vicesecretario), el Ambulatorium, el Seminario Técnico, los partidos políticos– y las confrontaciones, envidias y rivalidades entre los analistas vieneses, hace planes para instalarse en Berlín, tomándose un año sabático, diríamos hoy. Freud, más ecuánime, le diría: “La envidia y la amargura son parte de nuestro paisaje (…) pero uno no debería valorar excesivamente tales emociones: el conflicto interno está armonizado como si se tratara de una gran familia y con sus más fuertes pasiones contrapuestas (…) pero este hecho no le previene a uno de utilizarlas en casos de emergencia, expresiones de gratitud y para la consecución de logros razonables” (carta nº 8, 27.7.1927). Cuando Reich insiste en que sus colegas oponentes critican sus innovaciones clínicas de una forma muy sutil, Freud de una manera cariñosa, pero también vigorosa continúa: “Pienso que usted no debería tomarse las cosas tan a pecho y podría empezar a relajarse.” Y más abajo añade en la carta, apoyando su labor didáctica en el Seminario Técnico, como tratando de animarle y darle un pequeño empujón a su herido narcisismo: “nadie en Viena puede hacerlo mejor” (carta nº 8, 27.7.1927).

Podríamos enumerar varias razones de peso que sentía Reich hacia 1928 para decidir abandonar Viena. En primer lugar está realmente decepcionado del socialismo austríaco. Segundo: en Berlín espera encontrar un mejor contexto para promulgar sus ideas; la socialdemocracia tiene una base mucho más importante y la reforma sexual hace progresos bajo el impulso de pioneros como Helene Stoken y Magnus Hirschfeld. Tercero: la frialdad, por no decir hostilidad –que por disimulada no menos ofensiva–, que cada vez más le muestran los psicoanalistas vieneses Federm y Reik. “Su ensayo (Die Funktion des Orgasmus) es bueno, pero no me hubiera gustado haberlo escrito” (Reich, 1967). Cuarto: el deseo de iniciar un tercer análisis con Sandor Radó. Quinto: después de haber husmeado la atmósfera psicoanalítica berlinesa, se da cuenta del extremo interés manifestado por los jóvenes analistas progresistas respecto a su tesis referente a la estrecha relación entre la sexualidad, el psicoanálisis y la sociedad. Esta es una cuestión importante para Reich, “ya que todo analista debería examinar, no tan solo los problemas individuales de cada paciente, sino los de la sociedad en su conjunto, ya que no basta con analizar y en lo posible curar, sino también prevenir” (Reich, 1976).

Después de inscribirse en el Instituto Psicoanalítico de Berlín, se da cuenta que sus ideas son compartidas por analistas como Erich Fromm, Otto Fenichel, Siegfried Bernfeld, y otros analistas húngaros como Bardara Lantos (1894-1962), Edith Jacobson (1897-1978) (que sobrevivirá a los nazis huyendo a Praga gracias a la intervención de la IPA), Edit Glück-Gyoömröi (1896-1987), Samuel Goldscheim (1901-1960) y George Gero (1901-1993). Juntos organizaran con Reich el grupo de trabajo marxista dentro del Instituto, influidos por el pensamiento de G. Lukacs y K. Mannheim. Todos ellos tuvieron que emigrar por la condición de judíos y entre 1934 a 1945 estuvieron en contacto entre sí a través del Rundbriefe (cartas circulares) de Otto Fenichel que éste les enviaba periódicamente (Fenichel, 1998).

 

La contratransferencia de Paul Federn y la despedida de Viena

En la carta nº 9, (22.11.1928), Freud se muestra conforme a que Reich presente por escrito a la sociedad psicoanalítica vienesa “su excedencia como director y responsable del Seminario Técnico”, si este era realmente su deseo debido a sus múltiples ocupaciones y su nueva relación con el Instituto de Berlín. Freud se presenta como el último psicoanalista vienés en aceptarle esta excedencia por escrito, al parecer por una insistencia de Federn. Este interés por parte de Freud de pedirle algo tan explícito es una mezcla de prudencia y admiración. A fin de cuentas sabe que va periódicamente a Berlín a preparar y desarrollar su labor social y necesita tiempo. Continúa la carta con un toque casi paternal: “No nos vamos a oponer a su voluntad, ni el Seminario lo hará tampoco”. Freud finaliza con un ruego: “Espero que usted y su colega (Paul Federn) se comporten como caballeros y que disminuya la tensión que existe entre los dos dentro de la Asociación”. Reich contestó a Freud que su deseo era seguir manteniendo la dirección del Seminario Técnico. El motivo real de esta carta de Freud lo veremos más adelante al leer otra carta que escribió este mismo día a Federn.

Hasta qué punto Freud era consciente de la severa contratransferencia que Paul Federn había desarrollado hacia su antiguo analizado es un tema que entra dentro de la investigación histórica. Pudo abarcar desde la intimidación de una mente brillante y prodigiosa (la de Reich) a una simple rivalidad fraternal ante Freud. Sea lo que sea, el hecho real es que Reich dejará Viena para ir a Berlín al encuentro de un tercer analista: Sandor Radó. Y Reich no se hubiera planteado realizar un tercer análisis sin un motivo personal: probablemente el fracaso de su segundo análisis con Federn.

El tema de la reacción contratransferencial de Federn ha sido estudiado en profundidad por Myron Sharaf (Sharaf, 1985) que ha tenido acceso a todas las cartas que Freud escribió a Federn y que tuvo la oportunidad de conversar con el hijo de éste Ernst Federn en 1971. Ernst describió a su padre como “un gran psicoanalista vienes de la vieja escuela, pero con una mentalidad muy victoriana y puritana(ídem) que probablemente consideró el material de su analizado (Reich) como inmoral porque éste le habría contado con todo detalle -dentro del análisis- las aventuras extramatrimoniales que tuvo con una joven psicoanalista vienesa, Lia Laszky, -que estaba en análisis con Isidor Sadger- que había sido precisamente su antigua novia de la universidad antes de casarse con Annie. Por aquella época los psicoanalistas no estaban familiarizados con la contratransferencia[4]. Esta actitud de Federn –probablemente inconsciente– causó un gran sufrimiento a Reich y a su familia que consideró siempre la experiencia del sanatorio de Davos como una reacción psicosomática a la contratransferencia de su analista[5]. De hecho, su mujer Annie Reich –que fue paciente de Anna Freud– escribiría años más tarde, siendo analista didacta del Instituto Psicoanalítico de Boston, varios artículos sobre la contratransferencia que son considerados clásicos en la literatura psicoanalítica (A. Reich, 1951, 1960).

Para describir mejor esta animosidad de Federn contra Reich podemos recurrir directamente a cuatro cartas que Freud escribió a Federn y que hacen referencia a Reich. Reich fue escogido segundo secretario por votación de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Pero aparentemente Federn –que había reemplazado a Otto Rank en el cargo de vicepresidente- en una conversación privada con Freud le persuadió de ir contra la elección del comité y proponer, a su vez, al Dr. Jokl como segundo secretario. En la misma carta (nº 1, 14.12.1925) Freud escribe a Federn: “Después de marcharse usted he leído el manuscrito del Dr. Reich (Der Triebhafte Character) que me ha entregado esta mañana. Lo he encontrado tan lleno y valioso de contenido que debo lamentar muy profundamente que ambos hayamos renunciado al reconocimiento de sus empeños. Con este estado de ánimo, se me ha ocurrido que para nosotros la propuesta del Dr. Jokl como segundo secretario es impropia porque no tenemos ningún derecho a cambiar arbitrariamente una decisión hecha por el Comité (Ejecutivo). A la luz de este hecho, lo que usted me contó sobre las animosidades privadas contra el Dr. Reich carecen de relevancia. Satisfecho con esta posición, le pido que se mantenga en la decisión original del Comité Ejecutivo y desistir de la sustitución por el Dr. Jokl. Siento mucho que deba contradecirme tan rápidamente pero espero que usted esté de acuerdo y que sea ésta la única solución correcta.” Después de leer esta carta, Federn –vicepresidente de la sociedad psicoanalítica vienesa– debió de comunicarse con Freud ese mismo día sobre su intención de apoyar al Dr. Jokl en contra del Dr. Reich. En la carta nº 2 del día siguiente (15.12.1925) Freud es más tajante: “Lo siento mucho, pero no puedo rescatarle de la turbación que usted mismo se ha colocado encima. Usted hubiera tenido que haber mostrado sus objeciones contra el Dr. Reich dentro de la reunión del Comité (Ejecutivo), no después. Tratar ahora de conseguir un voto afirmativo de los miembros individuales en favor del Dr. Jokl (…) con la implicación de que yo estoy motivado para volverme contra (la candidatura de) Reich es claramente inadmisible[6].”

Reich siempre había mostrado la tendencia a enfrentarse a la oposición con indignación, aunque también podríamos decir que, a partir de los acontecimientos del 15 de julio de 1927, se tomaría las cosas con mucha más ecuanimidad. En el plano personal, Grete Bibring cuenta que Reich había cambiado, que se estaba tomando a sí mismo mucho más en serio y en una foto suya tomada en su despacho que le envió Reich escribió: “El investigador en su laboratorio”. G. Bibring le comentaría a M. Sharaf, años más tarde, hablando de la relación que tenía con Reich en Viena. “Uno no podía estar largo rato con Reich sin que la discusión que se produjera no deviniera en un proyecto concreto para el trabajo clínico o la investigación”. Según relata su biógrafo M. Sharaf, su cambio fue tan profundo a partir de 1927 que, con 30 años recién cumplidos, sus colegas intimos  que acostumbraban a llamarle cariñosamente Willy empezaron a llamarle desde entonces Reich o Dr. Reich (Sharaf, 1985). El interés de Reich de formar parte del Comité no era tanto por asuntos de “política interna” sino porque tendría la ocasión de hablar más a menudo con Freud. Por entonces, debido su cáncer, había anulado muchos de los contactos profesionales y solo se reunía con los miembros del Comité (Sharaf, 1985).

El furor contratransferencial de Federn fue in crescendo y el mismo Freud tuvo que ejercer de árbitro en numerosas ocasiones dentro de la sociedad psicoanalítica vienesa. A finales de 1928 Federn le sugiere a Freud que Reich debería abandonar la dirección del Seminario Técnico, argumentando que Reich estaba demasiado ocupado en otras actividades y por sus constantes viajes al Instituto de Berlín. Freud escribe a Federn  (carta nº 3 , 22.11.1928): “Cuando usted me habló anteayer sobre el hecho de relevar al Dr. Reich de la dirección del Seminario, en un primer momento pensé que probablemente sería deseable para él también, ya que se encuentra muy ocupado en otras actividades. Espero de esta manera haber satisfecho sus deseos a ambos de los dos. Parece, sin embargo, que me he equivocado (acerca del sentimiento de Reich) y de esta manera usted tendrá que renunciar a lo que usted me pidió, ya que no quiero dar la impresión de hacerle renunciar a Reich sin su consentimiento, que por otro lado no deseo, ya que no existe ninguna razón para ello. Las críticas que usted y otros colegas han depositado sobre él están equilibradas por sus grandes méritos hacia la vida intelectual de la Asociación. El Dr. Reich es realmente muy bueno. Le pido que mantenga con él una relación colegial. Si él desea mantener la dirección del Seminario, debemos dejarle que así lo haga” (Sharaf, 1985).

Myron Sharaf –profesor de psicología en Harvard y antiguo paciente de Reich– señala un motivo más profundo todavía para querer abandonar Viena. El impacto emocional y cierta reacción depresiva que Reich tuvo al pedir que fuera el mismo Freud quien le tomara como uno de sus analizados y la negativa de éste de no aceptar a ningún colega vienes para el análisis, ya que complicaría su relación de trabajo. Un rechazo demasiado traumático para un joven que había perdido a sus padres en la adolescencia y que consideraba a Freud como un padre adoptivo y al psicoanálisis como su propia familia. Sobre este hecho no existe prueba documental directa, ya que Reich jamás mencionó el deseo de ser analizado por Freud en ninguno de sus escritos. Pero el hecho de que Reich supiera que Freud habría roto este pacto entre caballeros vieneses en el caso de Helene Deutsch y Heinz Hartmann, algunos años mayores que Reich, por cierto, pero residentes también en la misma ciudad, aceleraría más todavía el deseo de abandonar definitivamente Viena. Fue el mismo Freud quien, sabiendo que sería difícil para un analista tan eminente como Reich de encontrarle un terapeuta adecuado, sugirió a Sandor Radó o a Siegfried Bernfeld como sus futuros analistas en Berlín (Sharaf, 1985).

El individuo y la cultura, he aquí el eterno debate entre Freud y Reich. Reich creía que cambiando la cultura, las necesidades humanas básicas serían satisfechas, mientras que Freud pensaba que solo el cambio individual transformaría la cultura. Freud abrigaba todavía la esperanza de que Eros wird eine Anstrengung machen in das Unbehagen realizara un esfuerzo dentro del Malestar.

Las cartas de Freud a Reich que estamos viendo aquí nos muestran también el intercambio de dos maneras de ver el mundo que fueron inseparables de sus talentos e ideas, al tiempo que compartieron en Viena, durante siete años, sus temperamentos tan peculiares y únicos. Reich le explica a Freud sus planes de trabajo en el Instituto de Berlín –de forma permanente o no según se mire, a tenor de la insistencia contratransferencial de Federn, como veremos más abajo– y Freud (Carta Nº 10, 10.10.1930) haciendo los últimos esfuerzos para no perderle para siempre en Viena y para decirle que “podría recuperar su antigua posición tanto en el Ambulatorium como en el Seminario Técnico si sigue siendo todavía su deseo.”

El interés de Freud de conservar a Reich en Viena era bien explícito. En una carta que Freud escribió este mismo día a Federn –que por cierto, Federn esta vez habría utilizado toda su influencia como vicepresidente de la Sociedad para hacerle renunciar a sus cargos– leemos (carta nº 4, 10.10.1930): “… le prometimos que podría mantener sus posiciones (en caso de que decidiera volver) y que deseamos mantenernos en este acuerdo. Aunque no tenemos ningún conocimiento de la manera cómo podemos manejar una situación que no sabemos, a ciencia cierta, si va a ser temporal. Por supuesto que usted hubiera podido hacer las casas de una manera diferente. En primer lugar, el Dr. Reich hubiera podido ser ratificado y conservado sus posiciones (en el Seminario Técnico y en el Ambulatorium) y luego él hubiera podido pedir una excedencia temporal. En el caso que decida regresar a Viena debemos intentar restablecer sus posiciones” (Sharaf, 1985).

Reich, su mujer Annie Reich Pink y sus hijas Eva y Lore, que años más tarde también serán médicos y psicoanalistas como sus padres, se trasladan a vivir a Berlín en otoño de 1930 donde se reencontrará con su amigo de la universidad y colega Otto Fenichel. La familia Reich se instala en Schwäbische Strasse, en un piso lo bastante grande para permitir a cada uno recibir a sus propios pacientes. Allí Wilhelm Reich realizará su tercer análisis con Sandor Radó, escribirá su libro Charakteranalyse, (Reich, 1933) y desarrollará en el Instituto de Berlín su programa Sex-Pol, todavía dentro de la IPA[7] (Reich, 1972).

Entre 1931 y 1933 Reich regresaría a Viena en diversas ocasiones para dar conferencias y participar en las reuniones de la sociedad psicoanalítica vienesa y mantendría contacto con sus colegas del Ambulatorium, que cerraría sus puertas a finales de 1932.

Las cartas de Freud a Reich son también un intercambio de autorretratos. Nos muestran dos maneras de entender el psicoanálisis. En todas ellas, Freud es un padre bondadoso y benevolente y Reich un hijo fervoroso y sensitivo. Freud consideraba a Reich como “un bravo, pero joven impetuoso psicoanalista” (Carta de Freud a Lou Andreas-Salomé del 9.5.1928 que posiblemente le recordaba a sí mismo en sus años de juventud (Freud, 1985).

Reich nos mostró en su trabajo clínico que nosotros, los seres humanos individuales llegamos –a través del transcurso de nuestra vida– a poseer un carácter, a tener una personalidad integral que nos hace ser únicos e irrepetibles. El carácter individual es irreductible. No es posible cambiarlo ni modificarlo: solo es posible analizarlo y en muy contadas ocasiones quizá modularlo como hace el psicoanálisis con el sufrimiento humano.

El carácter es una forma de-ser-en-el-mundo original e intransferible y que ningún ser humano quiere abandonar. Algo muy diferente a conformarnos con ser solamente un frío conglomerado de inhibiciones, síntomas y angustias según el paradigma clásico de Freud (Danto, 2011).

Han pasado más de 80 años desde que estas cartas fueron escritas y más de 50 desde la muerte de Reich. Pero su eco sigue todavía vivo. No es cuestión, al final de esta vista de pájaro sobre estas cartas tan personales y llenas de humanidad, de idealizar o reverenciar una relación epistolar. Somos testigos de sus obras. Más de medio siglo después de la muerte de Reich queda su legado, que sigue siendo de una innegable actualidad[8].

 

Epílogo

En 1953, Wilhelm Reich dejó en manos de Elsworth Baker (1904-1988) la responsabilidad de la formación de las futuras generaciones de psicoanalistas-orgonomistas a través del American College of Orgonomy (ACO), cuya candidatura es una de las más rigurosas del mundo. Solo se admiten a psiquiatras o médicos especialistas en medicina interna o pediatría, después de realizar un análisis personal durante varios años, asistir a las clases y a los seminarios didácticos obligatorios, recibir supervisión clínica y haber aprobado los exámenes correspondientes orales y escritos del American Board of Medical Orgonomy. La ACO, situada en Princeton, New Jersey, edita semestralmente The Journal of Orgonomy, traducida y coeditada en varios idiomas. Baker, psiquiatra y violinista profesional (en su juventud), se formó en el Instituto Psicoanalítico de Nueva York con A. Kardiner, S. Radó y K. Horney, pero renunció a ser miembro de la IPA para seguir un segundo análisis con Reich que duró once años (Baker, 2012). Baker fue Caballero de la Orden de Malta y recibió diversas condecoraciones civiles del gobierno de EUA. Existe otra organización afín a la ACO, el Institute for Orgonomic Science situado en Philadelphia.

En 1957, Reich fundó el Wilhelm Reich Infant Trust (WRIT) dedicada a los niños del futuro. Dejó escrito que sus Archivos no podrían ser abiertos al público hasta 50 años después de su muerte, nombrando a su hija Eva Reich albacea de la Fundación (www.wilhelmreichtrust.org.)La WRIT es la editora de todos los libros Reich, actualmente traducidos a 21 idiomas. Es también la sede del actual Museo y de los Archivos, y está situada en Orgonon, Portland, Maine, EUA. El Museo –que abarca una extensión de 175 acres rodeada de bosques y pequeños lagos– es de visita obligada para los turistas que pasan por esta zona pesquera de Maine.

El testamento de Reich está expresado en El asesinato de Cristo (Reich, 1979). Según algunos intelectuales es uno de los libros más importantes escritos en el siglo XX. En él se afirma que la humanidad se humanizará y que aparecerá por primera vez la civilización sobre el planeta cuando los derechos de los recién nacidos y de los niños sean debatidos en los Parlamentos antes que cualquier otra consideración.

Al conmemorar el Centenario de Wilhelm Reich, los Ayuntamientos de las ciudades de Viena y Berlín le nombraron hijo predilecto y dieron su nombre a una de sus calles en reconocimiento a su labor social.


[1] El copyright de las cartas de Freud a Reich es de Harold Blum, director de los Sigmund Freud Archives, Inc. de la Biblioteca del Congreso de los EUA, y de Mary Boyd Higgins, directora de los Archivos del Wilhelm Reich Infant Trust. La traducción al español es del autor.

[2] Las neurosis impulsivas habían sido estudiadas en la literatura psicoanalítica en base a cuadros sintomáticos: el impulso a huir (Abraham, 1921); la cleptomanía (Chadwick, 1925); la piromanía (Pfister, 1915) y la compulsión al juego del azar (Simmel, 1924). Reich examina la neurosis impulsiva desde una base caracterial. El estudio de Reich escrito hace más de ochenta años es aplicable hoy día como una sólida base psicoanalítica para comprender la dinámica emocional de la impulsividad. Una constelación de síntomas modernos en pediatría con trastornos de conducta de tipo impulsivo y con varias designaciones: daño cerebral mínimo, disfunción cerebral mínima, síndrome hipercinético, trastorno de déficit de la atención con –o sin- hiperactividad, etc. Muchos de estos niños problema reciben actualmente el diagnóstico de TDAH. Una hipótesis orgonómica señala que el TDAH tiene sus raíces es una hiper-estimulación (libidinal) del sistema nervioso neurovegetativo parasimpático: un desequilibrio somato-sensorial de todo el sistema nervioso autónomo.

[3] Se trata de una unidad paramilitar legal del partido socialdemócrata austriaco que estaba bajo control de la sociedad civil.

[4] Freud había escrito sobre la contratransferencia en 1910 y en su correspondencia privada, por ejemplo, a Binswanger (20.3.1913): “El problema de la contratransferencia, que usted evoca, es uno de los más difíciles de la técnica psicoanalítica” (Freud, 2012).

[5] Comunicación personal de Eva Reich en abril de 1978. La Dra. Reich me comunicó, además, que la idea original del análisis del carácter surgió, en realidad, de la experiencia seminal de Davos como un intento, por parte de Reich, de comprender la contratransferencia de su segundo analista P. Federn. Y, al mismo tiempo, buscar para sus pacientes del Ambulatorium una nueva técnica psicoanalítica que le permitiera analizar las resistencias, tanto de los pacientes como de los propios analistas, así como observar las reacciones psicosomáticas (no verbales) de sus analizados: la transferencia somática. La experiencia de Davos le permitió, a nivel personal, interrumpir su relación analítica con Federn y plantearse la posibilidad de un tercer análisis, que realizaría en Berlin con S. Radó. Como el psicoanálisis de Freud, el análisis del carácter tuvo un comienzo también heroico (Frigola, 2011).

[6] Estas cartas de Freud le fueron mostradas a M. Sharaf por el hijo de Paul Federn, Ernest Federn durante una entrevista el 11 de julio de 1971 y fueron traducidas del alemán al inglés por ambos. Ernest estuvo en un campo de exterminio nazi y sobrevivió al holocausto (Sharaf, 1985). La traducción al español es del autor.

[7] Entre los miembros de la Sex-Pol se encontraba el joven Willy Brandt, Canciller de Alemania y premio Nobel de la Paz. Brandt y su mujer Gertrud colaboraron con Reich en la Universidad de Oslo donde se reencontraron como refugiados huyendo de los nazis. Escribió varias cartas a Reich, una de ellas fechada en Barcelona el 16.4.1937 donde le hablaría –como periodista y corresponsal de guerra– del carácter catalán, de la reforma sexual y libertaria iniciada por la CNT y del caos político en el frente republicano en Cataluña. Las tesis de la Sex-Pol fueron tan avanzadas en su tiempo que tres décadas más tarde E. Fromm y H. Marcuse las retomaron en sus respetivos libros “freudo-marxistas” y en el famoso eslogan del mayo del 68: “Haz el amor, no la guerra”. (Frigola, 1981).

[8] A pesar de su demonización -todos sus libros y artículos, incluyendo Charakteranalyse, fueron literalmente quemados por una orden federal del gobierno de EUA en la incineradora de Nueva York en 1956 durante la caza de brujas iniciada por el senador McCarthy- Wilhelm Reich es el psicoanalista con más resultados en Google después de Sigmund Freud. Este año (2013) se ha presentado en el Festival Internacional de Cine de Viena la película “Der Fall Wilhelm Reich” dirigida por Antonin Svoboda e interpretada por el actor alemán Klaus María Brandauer en el papel de WR (http://vimeo.com/57351463)

 

Referencias bibliográficas

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Resumen

S. Freud y W. Reich fueron unos hombres excepcionales, paradigmáticos y nada convencionales. Entre 1924 y 1930 Freud escribió diez cartas a Reich, en el momento en que Reich estaba innovando con el análisis del carácter y llevaba al psicoanálisis a las clases más desfavorecidas de la sociedad a través del Ambulatorium de Viena (Freud´s Free Clinic), mientras ocupaba el cargo de director asistente y responsable del Seminario Técnico. A través de las cartas de Sigmund Freud a Wilhelm Reich, actualmente desclasificadas, según la terminología actual, y disponibles para su estudio en el Wilhelm Reich Infant Trust podemos observar ahora la totalidad de la escena psicoanalítica vienesa (1924-1930).

Palabras clave: Wilhelm Reich, cartas de Sigmund Freud, Ambulatorium, análisis del carácter, historia del psicoanálisis

 

Summary

S. Freud and W. Reich were exceptional, paradigmatic and unconventional men. In a series of 10 letters in the period from 1924 through 1930, Freud responded to the unique worldview in the historical moment when Reich was innovating with character analysis and reaching society’s most disadvantaged classes through psychoanalysis in Freud’s Free Clinic: the Vienna Psychoanalytic Polyclinic Ambulatorium of which he was the assistant director and director of the Seminar on Technique. By means of the study of the letters of Sigmund Freud to Wilhelm Reich -recently released or derestricted to the public and available in the Wilhelm Reich Infant Trust- we can observe the psychoanalytic Viennese scene (1924-1930).

Keywords: Wilhelm Reich, letters of Sigmund Freud, Ambulatorium, character analysis, history of psychoanalysis

 

Carlos Frigola.
Psiquiatra. Psicoanalista. Dip. Tavistock Clinic. Dip. Institute of Group Analysis. American College of Orgonomy D.M. (ACO) y Wilhelm Reich Infant Trust (WRIT).
Fundació Wilhelm Reich, Creixell, 17770 Borrassá, España.
cfrigola@comg.cat