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El adolescente cautivo. Adolescentes y adultos ante el reto de crecer en la sociedad actual

Ruben Gualtero y Asunción Soriano

(Gedisa, Barcelona, 2013, pp. 160)

 

Este año se han publicado diversos libros que estudian la adolescencia y pensamos que esto no es por un azar. Posiblemente tiene que ver con el hecho de que los adolescentes en la actualidad generan controversias y cuestiones, a causa también de los cambios acelerados de la sociedad que les rodea y que resultan difíciles de digerir a cualquier persona. Ellos se encuentran en un mundo que es ecológicamente más sucio del que vivían sus abuelos, unos tiempos confusos a muchos niveles, con un horizonte de trabajo oscuro y viven una edad que despierta profundas exigencias de cuerpo y alma. Mientras un pie está aún en la infancia, el otro se encamina a plantar cara a los padres y maestros, a interrogarlo todo, porque necesitan encontrar su lugar en el mundo y el sentido de su existencia.

Entre todos los libros recibidos, lo que hace que este que ahora comentamos sea tan singular y cálido, es la mirada que tienen los autores hacia el adolescente y su entorno. A diferencia de la cita que escriben de Wittgenstein, los autores tienen los ojos bien abiertos. Por lo tanto, observan, exploran, se preguntan, piensan y comparten. Quien lo lea no encontrará ningún juicio desde “las alturas”, sino simpatía y un tacto más allá del puramente intelectual con una descripción clara de las vicisitudes y tensiones con que se encuentran hoy día muchos adolescentes. Los autores se acercan con sensibilidad a la juventud, equipados con conocimientos de diversas disciplinas y, sobre todo, enriquecidos por su experiencia vital.

Este es un libro en el que se palpa un tiempo de gestación y madurez en el proceso de escribirlo: valentía en las preguntas y modestia en las respuestas. Hay compromiso con el sufrimiento de los adolescentes, su comprensión y ayuda si es necesario. Además, está escrito por dos autores y una sola voz, cosa que implica inexorablemente compromiso en entrelazar el trabajo y aquella virtud denominada paciencia. Imposible transmitir en estas líneas toda la riqueza del libro, la disfrutará quien lo lea, pero sí que daremos unas pinceladas de los aspectos centrales.

La arquitectura del texto se estructura en cuatro capítulos: el primero tiene título precioso y acertado: El cuerpo robado y en él analizan la comercialización y culto del cuerpo joven, la imposición social de unos “modelos” de belleza predeterminados (el deber de estar delgado, bello y joven) que influyen y presionan al adolescente cuando éste experimenta unos momentos muy delicados en todo aquello relacionado con la imagen corporal: ser bien visto y aceptado. Al leer el capítulo recordaba aquella triste canción española que decía “antes muerta que sencilla”, como ejemplo de esta presión por la imagen. También estudian a fondo la paradoja que existe entre la idealización generalizada del ser joven y las dificultades sociales que tienen para poder realmente emanciparse como adultos independientes.

En el segundo capítulo: Familias particulares, describen los rápidos cambios que se han sucedido en esta institución y como esto afecta a todos los miembros, en especial a los más pequeños y jóvenes. En occidente se ha pasado, en pocas décadas, del matrimonio para siempre a nuevas prácticas de convivencia que implican flexibilidad, pactos, esfuerzo y, también, más expresiones de afecto y libertad. Respecto a las llamadas nuevas familias la visión de los autores no es catastrofista sino equilibrada, no creen en la fantasía de que el pasado era mejor y saben que lo que cuenta a la hora de crecer bien es la calidad emocional de las relaciones. Describen las dificultades, confusiones y problemas que se presentan. También que en las separaciones son los adultos quienes deben asumir la mayor responsabilidad. Pero confían en las capacidades humanas de vivir más libres, porque saben que la buena crianza nunca ha sido fácil y la realidad es que la mayor parte de la gente no desearía volver a las situaciones anteriores.

El tercer capítulo plantea otra cuestión central para el crecimiento de cualquier persona: su proyecto de vida. Lo titulan: Trayectorias vitales en la encrucijada. Antes, hacerse mayor significaba trabajar, tener casa y pareja; hoy, para muchos jóvenes, es un camino lleno de obstáculos porque las actuales condiciones del mercado laboral son precarias y, como señalan los autores, tener trabajo supone muchos más significados que el estrictamente económico: una identidad dentro de la comunidad, un lugar social y autoestima. Más difícil lo tienen en esta edad los hijos de inmigrantes sin trabajo y a estos les dedican páginas sensibles que incitan al lector a pensar. También ayudan a reflexionar sobre qué posibilidades reales damos a los jóvenes en el momento de emanciparse.

En el último capítulo y el más psicológico, Un equilibrio precario, estudian cómo a la inseguridad y fragilidad emocional propia del adolescente se añaden ahora los aspectos específicos de nuestra sociedad. Por tanto, analizan cómo ante las situaciones inevitables a las que ha de enfrentarse cualquier adolescente: su cuerpo cambiante, la familia, el grupo de iguales, la emancipación, estos pueden evolucionar de forma más o menos sana. Ahora bien, como indican los autores, estos momentos de encrucijada también pueden representar para muchos adolescentes que han tenido dificultades en su desarrollo, una superación, una segunda oportunidad, si tienen la suerte de encontrar ayuda en adultos que confían en ellos y que entienden la adolescencia como una ocasión para fortalecerse y ser más libres.

Al acabar de leer el libro surge la pregunta: ¿ayudamos a los adolescentes a ver claro lo que realmente cuenta en la vida? ¿Lo sabemos y lo hacemos los cronológicamente adultos? ¿Les dejamos un mundo pensando en ellos, o en nosotros? ¿Confiamos en ellos? Lo que recordamos es que durante mucho tiempo, en las generaciones pasadas, los jóvenes recibían y tenían fe en algo, ya fuera religiosa, política o ideológica. Esto les daba seguridad en sí mismos y hacia el objeto donde estaba dirigida su fe. ¿En qué puede confiar hoy el joven? En la sociedad occidental la fe tiene mala reputación por su connotación religiosa y se margina incluso la palabra. Como decía un adolescente: “hablar de fe no mola”. Y paradójicamente la necesita, sobre todo en la fuerza de la vida y del amor. Hace poco se ha estrenado el documental Món petit sobre Albert Casals, que tiene 20 años y desde los 14 viaja solo por el mundo. Para los que no lo han visto, tan solo tres apuntes: de pequeño sufrió una leucemia, se le murió su madre y va en silla de ruedas. Este chico risueño ha viajado sin dinero por todo el mundo, hasta las antípodas, a veces con su novia y otras solo. ¿Cómo puede ser? No tiene miedo porque es rico en confianza en sí mismo, en su familia y en la vida.

Pienso que los autores de este libro creen en las capacidades y potencialidades de los adolescentes, esto se lee y se nota. En su escrito, en los casos y ejemplos que ponen, los comprenden y les dan tiempo para crecer, porque hay adolescencias cortas y alargadas: cada una es singular. En el título escriben “cautivos” y su obra quiere ayudar a liberarlos. Han redactado un libro que sugiere, que da pistas, pero no recetas. Seguro que hará pensar a todos los lectores que estén realmente interesados en los procesos de este periodo de la vida humana.

 

Blanca Anguera Domenjó
Psicoanalista de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Doctora en Psicología.
Profesora de Historia de la Psicología de la Universidad de Barcelona.
banguera@ub.edu