El niño autista. Detección, evolución y tratamiento
de Llùcia Viloca Novellas
(Ediciones CEAC, 2ª Ed., Barcelona, 2013)
La obra El niño autista de la Dra. Llùcia Viloca, recientemente reeditado, nos aporta un contenido valioso y actual. En toda ella se observa un trabajo llevado a cabo por alguien con una gran experiencia clínica, y muestra una minuciosa labor de investigación, de conocimiento teórico y de revisión bibliográfica.
En el libro se recogen un conjunto de experiencias de diferentes ámbitos de la práctica profesional de la autora, donde se intuye una técnica específica, la basada en la observación, dirigida a crear pensamiento, conocimiento y reflexión.
La obra de la Dra. Viloca muestra un trabajo comprensible, accesible y práctico, al tiempo que profundo, que solo puede ser mostrado y comprendido estando en primera línea de intervención, es decir, en contacto directo con niños que padecen trastorno del espectro autista, con sus padres, con el ámbito escolar y con procesos de detección.
En primer lugar, me parece oportuno realizar una síntesis de la definición de autismo que la autora define a lo largo de la obra, para después centrarme en los aspectos que me han resultado más sugerentes.
El niño autista presenta un desarrollo marcadamente deficiente de la interacción y comunicación social, con falta de respuesta a las personas y con un repertorio sumamente restringido de actividades e intereses. Vive en su propio mundo lleno de sensaciones y autosensorialidad. El anclaje en sus propias sensaciones no le permite establecer unas relaciones emocionales adecuadas, lo que le impide desarrollar normalmente la etapa sensoriomotora y las sucesivas etapas que le permitirían acceder a la representación mental del objeto y, por lo tanto, a la simbolización.
Los recién nacidos tienen una elevada tendencia a la integración y a la coordinación de las experiencias sensoriales y emocionales vividas en la relación con la madre. La autora, de acuerdo con otras fuentes, como Tustin y Corominas, presenta al niño autista como un ser que vive en un estado de no-integración (en lugar de: no integración) de las sensaciones con las emociones surgidas de la interrelación, lo que contribuye a alterar los procesos de identificación con los cuidados de la madre y a no poder organizar en su mente “una primitiva imagen de la madre”. Esta experiencia deja al bebé en un estado de sensación de vacío o catástrofe en su interior y contribuye a disminuir la tolerancia a la frustración y a la ansiedad.
La relación con el niño autista crea desconcierto, desconocimiento, angustia y frustración. Sin embargo, la comprensión de los matices del mundo del niño autista que nos presenta la autora aporta luz a la comprensión de las conductas del niño y su atención terapéutica.
La obra no solo se ciñe a definir el autismo y su sintomatología, sino que intenta comprender y dar significado a la conductas autísticas, teniendo en cuenta y dando valor a diferentes teorías como, por ejemplo, la cognitiva.
Muestra de manera sintética criterios para el diagnóstico diferencial de los diferentes trastornos que se aglutinan dentro del cuadro del espectro autista, así como elementos diferenciadores entre un trastorno autista, un retraso mental y un retraso de lenguaje.
En los primeros capítulos vemos que el mundo autista está regido por la invariancia y el dominio de la impredecibilidad. En la obra se describen otros aspectos, como la sintomatología autística y su significado, la alteración de la interrelación, la dificultad para tolerar la frustración, los movimientos estereotipados, la resistencia a los cambios, la manipulación de los objetos, la accesibilidad en el juego simbólico, la memoria perceptiva o fotográfica, trastornos de la alimentación y del sueño, entre otros.
En el capítulo 3 del libro, la autora describe el lenguaje del autista, o a la ausencia de este, y su significado. Particularmente se detiene en los aspectos ecolálicos, la articulación, la entonación y el valor comunicativo de todo ello. Expone de manera práctica, con ejemplos, la importancia del lenguaje, no solo gramatical y evolutivo. También nos muestra que la forma de utilización de la palabra y de los tiempos verbales en el niño autista están relacionados con el nivel de identidad y con la capacidad del autista de sentirse o no como un ser separado y diferenciado del otro.
De la obra resaltaría dos aspectos particularmente interesantes. En primer lugar, el relacionado con la comprensión de la etiología del autismo y sus repercusiones en la prevención del trastorno. En segundo lugar, la comprensión del funcionamiento mental del niño autista y las implicaciones en su tratamiento.
La etiología del autismo es aún hoy, en parte, desconocida. La Dra. Viloca resalta que existe un punto de encuentro entre las teorías organicistas y la teoría psicológica. Ambas creen que el autismo se produce por factores multigenéticos. Los estudios de neuroimágenes metabólicas evidencian una disminución de las neuronas con funciones de conexión en el cortex, principalmente del lóbulo frontal, y afectación al tálamo, que incide en las dificultades para conectar las vivencias sensoriales con las emocionales, por lo que no se llega a organizar adecuadamente un sentido de los actos y vivencias del bebé, dando lugar a falta de empatía con las personas y carencias en la concienciación de las propias acciones y emociones, ambos aspectos íntimamente ligados con el trastorno autista.
Desde la teoría psicoanalítica, por otro lado, se ha observado como algunos niños, en el trascurso del primer año de vida, han sufrido una alteración en la relación con la madre que no les permite conectar las vivencias sensoriales con las emocionales, lo que bloquea el proceso de representaciones mentales, de vivencias y emociones, por lo tanto, de la representación mental.
Los psicoanalistas coinciden con determinados neurobiólogos en que la interrelación del niño con el medio facilita procesos de conexiones neuronales, sin negar posibles dificultades constitucionales en algunos niños.
Para la autora, el autismo es un trastorno psicobiológico. De ello se deduce que para el desarrollo de las conexiones neuronales son necesarias las interrelaciones emocionales entre seres humanos. Se ha podido comprobar a través de imágenes metabólicas SPCET que el trabajo relacional psicoterapéutico ayuda a restablecer las conexiones entre las sensaciones corporales y el contacto emocional con la madre u otras personas, con lo que las neuronas de conexión se crean e incrementan. Todo ello reafirma la importancia de las intervenciones tempranas, campo en el que la Dra. Viloca ha contribuido en la atención a niños autistas.
El capítulo 4 resulta especialmente interesante y sugerente. En él se describe la génesis y la evolución de los procesos mentales del niño, en condiciones normales. Se describen los diferentes pasos a partir de la experimentación de las primeras marcas sensoriales que se establecen a través de los canales sensoriales en la relación madre-bebé, desde la fase presimbólica a la creación del pensamiento simbólico. Describe con ejemplos clínicos y de manera sensible como el bebé autista hace uso de los objetos, como los cosifica y los puede utilizar para sus autoestimulaciones sin que puedan ser utilizados como objetos transicionales. Analiza también la dificultad del niño autista para introyectar y almacenar en su mente las relaciones de manera integrada, de tal manera que la sensación que le produce el objeto reemplaza a la madre, no la sustituye, la excluye. Define asimismo como el niño autista nos coloca en un espacio donde lo que es, es lo que se percibe, el mundo de lo concreto. Las experiencias no se pueden recordar, ni anticipar, ni compartir, por lo que es difícil acceder al mundo de lo simbólico, quedando en estadios mentales donde predomina lo presimbólico y los signos. También explica y describe que los niños autistas, si llegan a acceder al símbolo es a través de un proceso de ecuación simbólica donde se produce una confusión entre el objeto representado y el representante.
En mi opinión, la descripción del funcionamiento mental del niño autista que presenta la Dra. Viloca es también válida para la detección, reconocimiento y comprensión de núcleos autistas en pacientes adultos.
La Dra. Viloca habla del autismo como un trastorno que se crea durante los primeros 30 meses de vida del niño y que da lugar a un deterioro de su desarrollo emocional y cognitivo. Esta convicción de la importancia de los primeros meses de vida lleva a la autora a mostrar, en el capítulo 5, un conjunto de parámetros muy valiosos para los profesionales de la educación, que pueden ser útiles en el aula para la detección temprana del autismo, así como para la observación de niños con funcionamiento autista.
Por último, el texto muestra un hecho diferenciador con otras corrientes y maneras terapéuticas de trabajar el autismo, siguiendo el esquema pedagógico de la Dra. Corominas. En primer lugar, la verbalización de las acciones del niño, en segundo lugar, la verbalización de sus sensaciones y el objeto que las produce, para que el niño sea consciente de lo que hace y de lo que siente y, en tercer lugar, la verbalización de las emociones que le producen la relación, a través de sus sensaciones, con los objetos y las personas.
La Dra. Viloca enfatiza la importancia de tratamientos de vinculación emocional con la familia y la importancia del trabajo con los padres del niño autista, para que se puedan recuperar de su desesperación y descubran en su hijo la capacidad, sea cual fuere, de relacionarse y vincularse.
El trabajo de la Dra. Viloca contribuye a la comprensión del mundo cerrado del autismo en aspectos básicos como la detección, evolución y tratamiento, y aporta conocimientos útiles para el trabajo diario de profesionales del mundo de la psicología y de la educación, especialmente de la pequeña infancia.
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Clara Hernández Albericio
Psicoanalista de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (IPA). Psicóloga Clínica del CDIAP Magroc de Terrassa.