Conocer a Víctor Hernández Espinosa es tener la oportunidad de conocer a un hombre sabio, de saber que es una persona que posee sabiduría.
Poco después de haber transitado con él por ese territorio primero (a veces desconcertante, a veces incómodo) de silencios y de esperas y de pausas, que creo que es experiencia común en todos quienes hemos iniciado una relación con Víctor Hernández, nos encontramos con un hombre en el que enseguida destaca su capacidad de conocimiento, su capacidad de comprensión. Un hombre que transmite sabiduría.
Pero sabiduría no solo entendida como posesión de conocimiento profundo (de las ciencias, de las artes, de las letras o, en nuestro caso, de la vida y de las relaciones de los humanos) sino también, y sobre todo, como capacidad para discernir la naturaleza, las cualidades y propiedades y los procesos internos de los hombres, de sus vidas y de sus diversas relaciones. Y especialmente de sus posibilidades de sufrir.
Me atrevería a asegurar que esta característica que considero sobresaliente en Víctor Hernández es una de sus constantes vitales. He sido testigo de ello en los últimos cuarenta y cinco años, en ese arco de tiempo en el que ha pasado de profesor de Psicología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Barcelona a didacta en el Instituto de Psicoanálisis de la Sociedad Española de Psicoanálisis. Siendo, por el camino, miembro docente en los cursos de Psicoterapia en las Instituciones Psiquiátricas Públicas (proyecto exitoso de aportar una comprensión y un abordaje psicológico psicodinámico al trabajo psiquiátrico público previo a la reforma psiquiátrica en Catalunya); maestro y cofundador del Centre de Psicoteràpia Psicoanalítica (CEPP) de Barcelona, primera y rigurosa escuela de psicoterapeutas y futuros psicoanalistas.
Su larga y rica experiencia clínica, incluyendo diversas instituciones psiquiátricas, y el estudio continuado, de los que soy conocedor y periódicamente participante, han aumentado aquella capacidad propia, personal y primera.
Me atrevo también a afirmar que Víctor Hernández es un pensador original pero no de originalidades sino de verdades, de realidades: de aspectos, áreas, funcionamientos propios y consustanciales a la naturaleza humana, dominantes en la vida de cada individuo y a la vez difíciles de identificar y nombrar. De pensar.
Es de hombre sabio poder saber de un modo sencillo; y poder comunicar aquello sabido también de un modo sencillo (sin aparatosidades, engolamientos, pedantería o terminologías tan truculentas como huecas, fuegos de artificio). Sobre todo, ese es uno de nuestros retos cuando debemos ocuparnos de lo complejo, lo abigarrado, lo parcial y confuso, como es gran parte de la actividad humana, sea en el territorio de lo intrapsíquico como en el interpersonal.
Es una lección, natural y espontanea, casi sin pretenderlo, que Víctor Hernández nos da de ello, cuando tenemos la oportunidad de trabajar con él en seminarios, supervisiones, sesiones científicas, grupos de trabajo, etc. Además, en esos distintos ámbitos de relación con él, nos es posible ir conociendo su humanidad y bonhomía, su paciencia y discreción, su prudencia. Su integridad. No es maledicente ni tiende a malmeter (cuarenta y cinco años me lo avalan). Al contrario: alienta a comprender el conflicto y el sufrimiento de todo aquello, individual o grupal ?parejas, familias, equipos de trabajo, grupos profesionales o humanos en general? que por la intensidad del problema que aquejan fácilmente nos puede mover a posicionarnos prejuiciosamente y a responder sin pensar, entender y comprender suficientemente.
En el estudio de casos y en la supervisión de equipos profesionales está atento a la totalidad, cuida y valora toda aportación, siendo respetuoso y no intrusivo, ni induciendo al otro a pensar o hacer en una determinada dirección. Pero, activa y sutilmente, protege de actuaciones inadecuadas o intervenciones que puedan suponer un riesgo para el profesional y para el paciente. Con una potente función continente que fomenta salud y esperanza.
De humor fino e inteligente, siempre dosificado, a veces parece mostrarse socarrón pero pienso que tiene más que ver con un cierto punto de timidez y de atrevimiento travieso.
Su generosidad, otro rasgo valioso y discreto en él, la podemos ver, por ejemplo, en su importante dedicación durante larguísimo tiempo a la publicación de la Revista Catalana de Psicoanàlisi y en el apoyo para la puesta en marcha y consolidación de la revista digital TEMAS DE PSICOANÁLISIS.
Ha sido presidente de la Sociedad Española de Psicoanálisis. Y ha desempeñado diversos cargos de responsabilidad en distintas comisiones y grupos de trabajo de la SEP.
Durante años, algunos compañeros de un grupo de supervisión (del trabajo asistencial de jóvenes muy perturbados ingresados en un hospital de día) me indicaban la mirada y el estado de los ojos de Víctor Hernández como expresión de su capacidad de comprender y de conmoverse con lo que compartíamos con él en ese momento. Yo pensaba entonces que los compañeros expresaban también de sí mismos, y de todos nosotros, la contención y el cuidado solidario, humilde y discreto, que el doctor Víctor Hernández Espinosa es capaz de ofrecer, generando gratitud.
Un hombre sabio. Un sabio hombre.
Rafael Mª Nicolás Belda.
Médico psiquiatra.
Psicoanalista de la Sociedad Española de Psicoanálisis.