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Introducción

En todo proceso analítico el narcisismo surge como un fenómeno que necesitamos abordar. El narcisismo es parte de la estructura de la personalidad de cualquier sujeto, pero hay momentos del tratamiento analítico en los que se convierte en un obstáculo para el desarrollo del trabajo y para la evolución del paciente. Por eso, la comprensión de su dinámica, desde las formas defensivas y pasajeras, hasta las más estructuradas y persistentes, se hace imprescindible para hacer posible una actividad mental más libre y creativa.

En este artículo intentaré sintetizar los aportes del pensamiento kleiniano sobre el narcisismo en las últimas décadas, apoyados en trabajos tardíos de Klein que estimularon a sus discípulos a analizar personas con patologías graves.

La noción del narcisismo introducida por Freud, se fue ampliando con la evolución de su pensamiento y sus nuevos modelos metapsicológicos como la segunda teoría de las pulsiones o la tópica estructural.  En la obra de Klein, el concepto de posición, la identificación proyectiva o la envidia, son claves para comprender la dinámica del narcisismo. De acuerdo al título de esta presentación, me limitaré a resumir los principales aportes sobre este tema en los autores que desarrollaron su pensamiento a partir de la obra de Melanie Klein.

Me referiré sólo a los analistas más conocidos y publicados, pero es justo mencionar que el Melanie Klein Trust, desarrolla trabajos permanentes con contribuciones de nuevas generaciones de analistas que amplían los conceptos de la creadora de esta corriente.

 

El narcisismo como destino de la libido

Freud (1914) introduce el concepto de narcisismo en su modelo del funcionamiento psíquico y desde entonces se ha extendido, modificando su significado hasta el punto de hacer necesaria alguna aclaración. W. Baranger (1991) señala tres sentidos del término: el primero concibe el narcisismo como una de las vicisitudes de la libido; el segundo, enfatiza la naturaleza del objeto y el tercero se refiere al carácter de la persona.

En la raíz de este concepto se encuentra el fenómeno clínico que se nos plantea cuando dudamos de la capacidad de un paciente para establecer una relación transferencial o cuando surgen resistencias obstinadas al trabajo analítico y a la propia cura. Frente a estas dificultades Freud encontró en el narcisismo una configuración libidinal explicativa de este fenómeno. El narcisismo hallado en la clínica tendría su origen en el narcisismo primario, una etapa en la cual el yo del niño es tomado como el primer objeto de amor. Esta etapa sigue a la del autoerotismo, precede a la del amor objetal y permite la unificación de los instintos auto-eróticos. Desde esta posición primordial, la libido se extiende a los objetos. El narcisismo primario anobjetal precede al reconocimiento por el niño de los objetos separados.

Pero la existencia de una fase sin objetos es difícil de sostener y ha sido motivo de muchas controversias, especialmente porque se trata de una hipótesis especulativa fuera del alcance de la observación o la deducción. Como señalan Laplanche y Pontalis (1970) Freud no da una opinión definitiva sobre este punto, como tampoco M. Klein y otros autores.
El narcisismo secundario ocurre como consecuencia del retiro de amor de un objeto que ha decepcionado por las frustraciones; esta experiencia estimula el repliegue libidinal desde el objeto hacia el amor narcisista del yo. El retiro de la libido desde el objeto al yo opera en muchas configuraciones psicopatológicas pero en la psicosis es más prominente pues representa el alejamiento de la realidad externa. La elección narcisista de objeto describe relaciones en las cuales el yo ama un objeto siempre que ese objeto sea similar al yo.

 

El narcisismo como relación de objeto

Aunque hay referencias al narcisismo desde sus primeros trabajos, las obras de Klein que marcan sus ideas sobre el tema son  Notas sobre algunos mecanismos esquizoides (1946) y Envidia y gratitud (1957). Estos ensayos describen la comunicación inconsciente recíproca entre sujeto y objeto, que borra la diferenciación y sofoca las ansiedades que derivan de ella. Cuando el objeto y el sujeto se identifican a través de la atribución o apropiación de cualidades como si fueran propias, se establece una relación de tipo narcisista.

A partir de estos trabajos y a través de la aplicación rigurosa de la identificación proyectiva, muchos discípulos de Klein, desarrollaron sus ideas respecto del narcisismo y de la configuración edípica temprana. Estos trabajos que enriquecen el pensamiento kleiniano surgen entre sus analizados y colaboradores como H. Segal, H. Rosenfeld, W. Bion, D. Meltzer o B. Joseph. En los 25 años finales del siglo pasado una nueva generación de analistas dio un nuevo impulso a la investigación clínica focalizada en la relación inmediata entre paciente y analista que se acompañó de una destacada producción teórico-clínica. En el desarrollo de esta tarea tuvo especial importancia el seminario que durante varias décadas coordinó Betty Joseph, cuya producción es conocida como los autores postkleinianos.

En mi opinión el término de postkleinianos es equívoco, al sugerir que se ha dejado atrás a Klein. Esto sería tema de otro artículo, pero si bien algunas ideas han cambiado y la técnica ha evolucionado mucho, estos desarrollos se inspiran en la aguda intuición clínica de Melanie Klein. Los conceptos nuevos, desplegados en las últimas décadas, derivan de la revisión de sus trabajos fundamentales, del cuestionamiento de puntos oscuros de sus conceptos así como de la revalorización de algunos de sus seguidores, como J. Riviere, P. Heimann, W. Bion, H. Segal, D. Meltzer y H. Rosenfeld y también del intercambio con otras corrientes psicoanalíticas.

En sus primeros trabajos Klein coincide con Freud, en la noción de un narcisismo primario anobjetal. Pero a partir de 1925 Klein en debate con Ferenczi, afirma que los tics pueden analizarse si se descubren las relaciones objetales en las que se basan. La diferencia de Klein con la noción de anobjetalidad y narcisismo primario se hace manifiesta cuando concibe la posición esquizoparanoide y las relaciones narcisistas de objeto parcial. A diferencia de Freud, para Klein el retiro de lo exterior no se produce desde el objeto hacia el yo, sino desde el objeto externo hacia el objeto internalizado en el yo, lo que da lugar a un estado narcisista.

En 1946 Klein diferencia entre estados, relaciones de objeto y estructuras narcisistas y vincula las relaciones de objeto narcisistas con la identificación proyectiva en la estructura escindida de la posición esquizoparanoide. Las partes buenas y el yo-ideal se proyectan, como resultado de lo cual la otra persona es querida y admirada porque contiene las partes buenas del self. También se proyectan las partes malas por lo que el objeto queda identificado con aquello no deseado del self. Las relaciones de objeto narcisistas ejercen el control porque las partes proyectadas del self “atrapan” omnipotentemente a la otra persona.

En su trabajo fundamental sobre la envidia de 1957, Klein no vinculó sus hallazgos con la dinámica del narcisismo; sin embargo en ese ensayo, describe el funcionamiento de la identificación proyectiva con finalidad envidiosa y a la vez como una defensa frente a la envidia, entrando en un objeto para apropiarse de sus cualidades. Segal explica con detalle lo que está en el trabajo de Klein: “La manera como describe Klein la envidia primaria es una hostilidad despectiva frente a la conciencia de que la fuente de vida y bondad está afuera. Envidia y narcisismo son dos caras de la misma moneda”. (Segal, H., 1983).

 

Las organizaciones del narcisismo

La articulación entre la envidia, la destructividad y el narcisismo patológico ha sido desarrollada por H. Rosenfeld (1971) con su contribución acerca del narcisismo libidinal y destructivo. Este autor distingue entre identificación proyectiva norma e identificación proyectiva patológica. Bion y Rosenfeld pusieron de manifiesto esa diferencia basada en el grado de omnipotencia de las fantasías subyacentes. En la fantasía omnipotente la identificación de una parte del self con el objeto hace que los límites entre uno y otro se disuelvan.

La tragedia del impulso envidioso es su pretensión de negar la dependencia. El círculo vicioso se cierra cuando niega la dependencia hacia el objeto del que depende su vida. De ahí las conexiones inevitables con algo mortífero, se acepte o no la hipótesis de la pulsión de muerte. Considerar la envidia al margen del conflicto de dependencia, conduce a una aproximación superficial de este concepto que lleva a malentendidos. Además, la envidia que produce efectos patógenos es la envidia inconsciente y por lo tanto no es vivida como tal por el sujeto. Por eso es difícil interpretarla, lo que exige buscar caminos para conectar con la experiencia del paciente.

El sujeto inconscientemente envidioso, no sabe de su envidia pero si de su desvalorización y desprecio hacia determinado objeto. El objeto desvalorizado por el ataque envidioso no despierta envidia, sino desprecio. Esta situación paradójica sólo se puede comprender admitiendo la acción simultánea de niveles conscientes e inconscientes del psiquismo, donde se despliegan los impulsos libidinales y destructivos.

La dependencia produce frustraciones que producen agresión, ansiedad paranoide y dolor. A su vez estimula la envidia lo que hace más difícil admitir la dependencia y las frustraciones. El self intenta manejar ambas situaciones de modo simultáneo con identificaciones proyectivas e introyectivas omnipotentes. Estos procesos crean una auto-idealización omnipotente que niega la separación, la envidia y la frustración. Los estados narcisistas son vividos por el paciente como ideales: todo lo displacentero se evacua en el analista y las experiencias satisfactorias son apropiadas por el paciente, lo que altera su conciencia de la realidad psíquica.

El narcisismo destructivo se obtiene a expensas del self dependiente o libidinal. Se basa en la idealización omnipotente de las partes destructivas del self, que se dirigen contra cualquier relación libidinal de objeto o contra las partes libidinales del self que necesita al objeto del que depende. Rosenfeld vincula el predominio del narcisismo destructivo a una envidia más violenta que aparece como un deseo de destruir al objeto, como representante de la fuente de vida en la transferencia. En algunos pacientes el predominio del narcisismo destructivo los impulsa a desprenderse de su preocupación y su amor por los objetos, secuestrando su self amoroso dependiente.

Algunos autores kleinianos matizaron estas ideas señalando que los impulsos destructivos estimulados por la envidia, no se dirigen tanto a la destrucción del objeto sino específicamente a anular o neutralizar sus funciones creativas, su capacidad de pensar por sí mismo.

Coincidiendo con las ideas de Meltzer sobre el poder de la organización narcisista destructiva y su tiranía seductora sobre el self dependiente, Rosenfeld mostró cómo las partes destructivas del self pueden adquirir una alta organización como un grupo similar a la mafia. Sus miembros hacen un trabajo destructivo, poderoso e idealizado. El cambio o la ayuda son vividas como debilidad y fracaso. A veces la erotización perversa de esta organización destructiva aumenta su poder de seducción y dominio sobre el resto de la personalidad. La destructividad se manifiesta como una resistencia crónica al análisis y el self libidinal es demasiado débil para oponerse a la destructividad. Es esencial acceder al self libidinal y analizar la naturaleza infantil y el sentido de los procesos omnipotentes.

Rosenfeld consideró que la envidia era el principal factor en las identificaciones omnipotentes y en el desarrollo del narcisismo libidinal y destructivo. En sus trabajos finales Rosenfeld hace referencias más explícitas a la contribución de factores ambientales como el trauma y el fracaso en la contención en el desarrollo del narcisismo patológico.

En Impasse e Interpretación (1987) Rosenfeld introduce la distinción entre el narcisismo de piel fina y de piel gruesa. Este último es insensible a los sentimientos y está dominado por la destructividad. Rosenfeld sostiene que la envidia ha de ser tratada con firmeza para evitar el impasse en el tratamiento. En cambio, los narcisistas de piel fina son hipersensibles y no están dominados por la destructividad. Cree que en estos pacientes su narcisismo compensa los traumas repetidos y es una manera de triunfar sobre sus padres y su analista. Esta concepción ha sido desarrollada por R. Britton en los últimos años como veremos más adelante.

J. Steiner opina como otros autores que el énfasis de Rosenfeld sobre el trauma y la intrusión parental en el narcisismo patológico lo condujo a perder algo de su objetividad anterior y alejarse de una visión más equilibrada acerca de los motivos del impasse. Steiner piensa que Rosenfeld enfatizó excesivamente el papel de la interpretación del analista como responsable de los impasses con pacientes traumatizados. Este debate forma parte de discusiones actuales que acentúan los factores intrínsecos e intrapsíquicos, frente a quienes consideran primordial enfocar la relación con el ambiente o el analista. En mi opinión, los factores intrínsecos no se manifiestan más que en una relación y la relación no hace más que activar los factores propios de cada individuo.

El énfasis en los factores intrínsecos al sujeto y los elementos ambientales es una fuente de controversias, en las que influyen los modelos teóricos preferidos, el tipo de pacientes que se analizan, la sensibilidad personal de cada autor. Difícilmente pueda llegarse a una solución satisfactoria, lo que no impide seguir investigando sin olvidar que junto a la posición que adoptemos hay otras que destacarían otros aspectos.

La diferenciación de Rosenfeld entre narcisismo libidinal y destructivo es motivo de controversia entre los kleinianos contemporáneos. Mientras la teoría del narcisismo destructivo es aceptada como una contribución fundamental, autores como H. Segal objetan la idea de narcisismo libidinal porque en su opinión narcisismo y envidia son dos caras de la misma moneda. Ella supone que el narcisismo es siempre destructivo y hostil hacia el objeto separado y hacia cualquier relación que sea fuente de vida. R. Britton (2003) en cambio considera útil diferenciar entre un narcisismo primariamente libidinal y defensivo frente a otro, hostil y destructivo.

Britton señala que “la formación de una relación de objeto narcisista puede estar motivada por el deseo de preservar la capacidad de amar haciendo al objeto amado similar al self o puede alcanzarse aniquilando el objeto como representante del otro”.

En el pensamiento kleiniano ha tomado especial importancia la noción de estructuras de carácter narcisistas, altamente resistentes al cambio, utilizando la noción de Klein (1935) del recurso a la omnipotencia maníaca para negar la dependencia. Ya en 1936 Joan Riviere ofreció una formulación original sobre la organización del carácter narcisista, resistente al cambio.

La estructuración de la personalidad entre un self omnipotente y un self sano atrapado fue descrita por Meltzer (1968) y Money-Kyrle (1969). Rosenfeld muestra la perseverancia y la complejidad de estas organizaciones y su importancia en la comprensión de pacientes del espectro borderline. Para desarrollar su teoría Rosenfeld utiliza las formulaciones de Klein sobre los factores patológicos en la posición esquizoparanoide, como la envidia excesiva y la identificación proyectiva violenta.

Entre 1970 y 1980 muchos autores kleinianos, influidos por Rosenfeld describieron organizaciones patológicas de la personalidad que se desarrollan en un intento de aliviar las consecuencias catastróficas de las tempranas tendencias destructivas (Segal, H., 1972; O’Shaughnessy, E., 1981, Steiner, J., 1982, Joseph, B., 1982, Brenman, E., 1985, Sohn, L., 1985). El concepto de Steiner de organizaciones patológicas y después de repliegues psíquicos (1993) integra muchas de estas contribuciones y de la teoría de Rosenfeld del narcisismo patológico.

En esta parte de nuestra exposición hemos tratado de mostrar la evolución del concepto desde la idea de carga o retiro de libido sostenida por Freud, con su fase anobjetal primaria, a las concepciones de Klein que a través de los mecanismos de introyección y proyección, bajo la influencia de las pulsiones de vida y de muerte, configuran estados o relaciones de objeto narcisistas. Esta evolución del pensamiento muestra que el sujeto narcisista se estructura de manera compleja, para buscar alivio de las emociones producidas por las relaciones de objeto; se protege de ellas forjando reductos reales o imaginarios donde consigue un sentimiento de superioridad al precio de su aislamiento.

Según E. O’Shaughnessy se trata de pacientes con un yo débil, con ansiedades persecutorias excesivas que cuando llegan al umbral de la posición depresiva no son capaces de negociarla por lo que se protegen organizando sus  defensas. La vida de estos pacientes oscila entre períodos de apertura seguidos de restricción; están expuestos a intensa ansiedad por sus objetos cuando se debilita la organización defensiva y buscan alivio restringiendo sus relaciones o sofocando las ansiedades que derivan de ellas.

J. Steiner en el libro Psychic retreats (1993), amplía el estudio de las “organizaciones patológicas de la personalidad” como relaciones de objeto narcisistas. Steiner recuerda que la perspectiva kleiniana es sólo una entre muchas otras, sostenidas por analistas que han investigado los mismos fenómenos desde otras referencias teóricas. Menciona cómo los obstáculos al progreso y al contacto se han estudiado bajo las denominaciones de “perturbaciones o resistencias del carácter”. Asimismo destaca las contribuciones de Kernberg quien describió diferentes grupos de pacientes narcisistas y borderline. El trabajo de Kernberg subraya diferentes tipos de organización patológica, mientras que el de Steiner intenta identificar rasgos comunes a todas ellas.

El estudio de las etapas del desarrollo y los efectos de las fijaciones  y regresiones es otra perspectiva usada para abordar los estados que detienen el proceso evolutivo o permanecen distantes del contacto emocional. Los trabajos de Balint, (1968) y Winnicott, D., (1958, 1965, 1971) destacan la regresión hacia estados mentales en los que el desarrollo es lento o inexistente. En relación con su concepto de repliegue psíquico Steiner considera importante la idea de Winnicott de objetos y espacios transicionales. Si bien hay similitudes entre los espacios y objetos transicionales y los repliegues psíquicos, Steiner subraya algunas diferencias importantes.

Steiner cuestiona el valor que le atribuye Winnicott al área transicional, considerado como un lugar de desarrollo personal y cultural. Steiner piensa que en las áreas de retiro de la realidad no puede haber ningún desarrollo realista. Considera, en cambio, que sirven como lugar de reposo que alivia de la ansiedad y el dolor, pero que sólo se produce un progreso real cuando el paciente emerge del repliegue. Asimismo Steiner señala los aportes de Mahler (1963) en su teoría de la “separación-individuación” así como también las investigaciones de Fonagy (1991) y su “teoría de la mente” que describe el desarrollo en el niño de la capacidad de ver los objetos como personas reales con sus estados mentales propios. No me extiendo sobre este punto, porque la lista de autores a citar sería demasiado extensa; sólo deseo mostrar que el desarrollo del pensamiento kleiniano se hace en medio del debate interno y con autores no kleinianos, aportando diferentes perspectivas enriquecedoras.

Steiner cree que sería más simple considerar a las organizaciones patológicas de la personalidad como “organizaciones narcisistas” pero muchos autores subrayan la naturaleza organizada de los procesos defensivos al describir estructuras mentales similares. Tienden a “evitar el término narcisista para subrayar la naturaleza de las defensas”, aunque al mismo tiempo son conscientes que esas estructuras complejas dependen de escisiones patológicas y de la identificación proyectiva, lo que implica una relación de objeto narcisista.

En el equilibrio dinámico entre las posiciones esquizoparanoide y depresiva tal como las describió Klein y desarrolló Bion, Steiner propone que el repliegue añade una tercera posición al equilibrio básico entre las dos. Como las otras posiciones el repliegue reúne un grupo de ansiedades, defensas y relaciones de objeto, pero su estructura está marcada por la rigidez aportada gracias a la organización patológica (narcisista) de la personalidad. Este enfoque permite comprender cómo la organización rígida que encontramos en algunos pacientes es un intento desesperado por mantener la cohesión frente a la amenaza del caos. No disponiendo de otros recursos se aferran a su estructura como única salvación.

Es importante recordar la patología intrínseca de la posición esquizoparanoide: por un lado existe la escisión normal que organiza las primeras experiencias caóticas en un ámbito de gratificación idealizado y otro de frustración persecutorio. El funcionamiento normal de esta escisión favorece los posteriores procesos de integración. En cambio, cuando la ansiedad persecutoria es excesiva, el sujeto puede sentir en peligro su supervivencia. Esta amenaza puede conducir a fragmentaciones defensivas, con escisiones en pequeñas partículas que son proyectadas con violencia. Como señaló Bion esta fragmentación constituye objetos bizarros que intensifican la persecución. Esto estimula una intensificación de las escisiones; pero cuando la escisión se derrumba, puede dar lugar a vivencias catastróficas. También la posición depresiva puede dar lugar a manifestaciones diferentes si lo que predomina es el temor a la pérdida del objeto, el dolor por su pérdida o daño, o la evasión de la experiencia dolorosa. El repliegue es una situación idealizada que crea la ilusión de amparo frente a las vicisitudes de las otras posiciones.

R. Britton (2003) resume sus ideas señalando que el narcisismo puede ser una defensa frente a relaciones de objeto adversas o la manifestación de una hostilidad básica a las relaciones de objeto. Sugiere que las perturbaciones narcisistas surgen frente a un fracaso de la contención en la infancia, lo que origina un superyó destructivo del yo. Añade la idea de que la organización narcisista libidinal defensiva, surge cuando el factor principal del fracaso de la contención está del lado de los padres mientras que en la organización destructiva, el factor más importante es un exceso de hostilidad del niño hacia el objeto.

Britton ha desarrollado su trabajo estudiando las experiencias de la situación edípica temprana y las funciones respectivas de cada uno de los objetos. De ese modo describe formas de organización narcisista a partir de los conflictos surgidos con los objetos del campo edípico precoz.

Define un modo de relación en la que el self infantil protege su relación idealizada con el objeto primario (madre, pecho) proyectando lo frustrante o perseguidor en un tercer objeto, que se convierte en depositario de las frustraciones y en un observador severo de la relación dual idealizada. Sugiere que el narcisismo de piel fina y el de piel gruesa, resultan de dos tipos de relación del self subjetivo con el tercer objeto dentro de la situación edípica. En los dos casos el tercer objeto es ajeno al self subjetivo.

En el modo de piel fina el self evita la objetividad del tercer objeto y se adhiere a su propia subjetividad; en el modo de piel gruesa el self se identifica con el tercer objeto, adopta su objetividad y renuncia a su propia subjetividad. Cuando el modo dominante es de piel fina, Britton lo denomina “borderline” y cuando predomina el modo de piel gruesa, lo describe como “esquizoide”. En el modo “hiper-subjetivo” el paciente trata de incorporar al analista dentro de su mundo subjetivo. Para eso debe eliminar cualquier diferencia entre su versión de las cosas y la del analista. En el modo hiper-objetivo se busca la alianza con el analista en una comprensión razonada basada en la negación de las experiencias emocionales subjetivas.

Britton considera que la envidia no es un elemento de la personalidad sino algo compuesto. Surge de un conjunto de factores: el reconocimiento de la separación del self y del objeto; la desilusión del deseo de tener la misma naturaleza que el objeto amado y la fantasía de una adoración recíproca –es decir, la desilusión que surge al darse cuenta que la idealización del self no convierte al sujeto en su yo-ideal. Piensa Britton que la envidia surge cuando hay una creencia persistente de que alguien posee su identidad perdida, que algún otro puede ser el yo-ideal que vive en una adoración mutua con el superyó. Sería la manifestación de lo que H. Segal llama “pulsión de muerte” y Britton prefiere denominar “pulsión destructiva” dirigida hacia lo externo. Como sugirió Bion (1959) este impulso destructivo se puede dirigir también contra la conexión interna con el objeto y contra el aparato perceptor que vincula al self con el objeto.

Esta manera de considerar las relaciones narcisistas en los vínculos intrapsíquicos, en la relación entre el superyó y el yo, y otras relaciones entre los objetos, está en una relación dialéctica con las relaciones con los objetos externos y modelan la transferencia en el análisis y más en general, las relaciones intersubjetivas.

 

Consideraciones finales

La noción de narcisismo y en mayor medida la de estructuras altamente organizadas representa una gran ayuda para abordar casos clínicos complejos en los que la interpretación de las defensas y ansiedades no resuelve el conflicto que reaparece por la activación de la compleja organización destinada a mantener el equilibrio patológico. Este concepto resalta el trabajo de elaboración, que requiere tiempo y el análisis de los diferentes pilares en que se apoya la estructura defensiva.

Pero hay aún otro aspecto del narcisismo que deseo comentar y es la relación de los analistas con sus teorías. Tendemos a establecer una relación idealizada con el modelo teórico que nos es familiar. Esto, aun siendo comprensible y natural, debe ser un llamado de atención para no utilizar nuestros conceptos teóricos como defensas, desvalorizando otras ideas que pueden aportar perspectivas útiles. Es cierto que en el panorama actual de pluralidad de enfoques, es imposible conocerlos todos pero la crítica constructiva y la polémica es una fuente de conocimiento.

En este sentido se debería diferenciar una crítica fundamentada, ya sea desde los supuestos teóricos como  desde la aplicación clínica, de una desvalorización defensiva que llega a tomar la forma de una organización narcisista.

Respecto a la teoría kleiniana actual, creo que dispone de suficientes credenciales y aportes originales como para entablar un diálogo fructífero con otras corrientes sin necesidad de caer en la desacreditación. La teoría kleiniana en este momento tiene un tronco común pero muchas de sus ideas y conceptos nucleares han influido en otras líneas de pensamiento. Del mismo modo creo que algunos aportes de otras escuelas pueden ser estimulantes para establecer un diálogo abierto con las posiciones kleinianas en un proceso de fertilización mutua.

En los primeros tiempos de la práctica psicoanalítica ésta seguía las conclusiones de un tipo de análisis consecuente con el primer modelo topográfico de Freud. Esto ha sido eficaz para las neurosis. De acuerdo con Freud podemos llamar “el modelo arqueológico de la mente”, ligado al análisis de los sueños y el funcionamiento del inconsciente. (Freud, 1900).

No obstante en los últimos años se ha señalado grupos de pacientes que padecen como consecuencia de dificultades en la representación o en la simbolización (Green, 2005) que requiere el añadido de un modelo constructivo a transformacional de la interacción analítica, centrado en el funcionamiento mental del paciente y del analista, creando o reforzando los elementos psíquicos y no sólo la revelación y el descubrimiento. Las líneas de este modelo derivan de obras de autores como Winnicott (1958), Baranger et al. (1983) y los más contemporáneos como Green (1975, 2005), Ferro (2002, 2005) y otros. El modelo transformacional (Levine, 2010) enfatiza que el psicoanálisis es una actividad de pareja encargada de la formación de símbolos, pensamientos, sentimientos y del propio inconsciente y no sólo de su descubrimiento o revelación.

Es obvio que este diálogo e intercambio, requiere un trabajo individual e institucional de los analistas, que les facilite el uso creativo de sus teorías frente a la tendencia a utilizarlas como refugios defensivos. La capacidad de mantener las propias ideas siendo capaces de comprender otras es un lento y trabajoso proceso de superar nuestros rasgos narcisistas sin disolvernos en el eclecticismo en el que todo vale ni encerrarnos en un repliegue en que sólo sirve lo nuestro. Este es uno de los desafíos del psicoanálisis contemporáneo.

 

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RESUMEN

En el presente artículo el autor recorre los diferentes significados que ha tomado el concepto de narcisismo a partir del que le dio Freud al introducirlo en su modelo teórico. Este trayecto es desarrollado y modificado por Melanie Klein, quien sigue las ideas de Freud aunque muy pronto considera al narcisismo como una relación de objeto lo que abre las puertas a diferencias importantes con la teoría clásica. La identificación proyectiva y la envidia, dan un nuevo giro a la comprensión del narcisismo. Posteriormente, los trabajos de Rosenfeld y Bion, añaden nuevos elementos en la investigación del narcisismo y su función en patologías graves y en lo últimos años un grupo de autores kleinianos, entre otros Segal, Steiner y Britton refuerzan la idea de las organizaciones defensivas altamente organizadas, como expresión de la compleja dinámica de las estructuras narcisistas.

Palabras clave: narcisismo, estados narcisistas, envidia, organizaciones defensivas, relación de objeto.

 

Guillermo Bodner

Analista didáctico de la SEP (IPA)

Presidente de la Comisión de Enseñanza