En la versión del mito contada por Ovidio, Narciso, castigado por Némesis se enamora de su propio reflejo y se queda junto al agua tratando de abrazar su imagen; cuando se acerca, ésta desaparece. Ante la desesperación PORQUE SU IMAGEN REFLEJADA EN EL RIO NO LE RESPONDE, Narciso desaparece en sus profundidades convirtiéndose en una flor.
Los mitos, por su polisemia simbólica, dan paso a la posibilidad de múltiples conjeturas. Narciso se hunde en la desesperación porque su reflejo no le responde. Declara su amor a su imagen reflejada como si de otra persona se tratara. ¿Podríamos enfocarlo desde la perspectiva de un niño que todavía no pudiera reconocer su propio reflejo en el espejo? Desde esta conjetura no se trata tanto de que su amor a sí mismo le hiciera apartarse de la relación con los demás como de que su sentido de identidad estaba inadecuadamente desarrollado: no tenía un objeto que le devolviera una imagen con sentido y significado, dejándole sin el equipo necesario para mantener relaciones recíprocas. El nieto de Freud en Más allá del principio del placer (1920g) repetía el juego del rodete frente a su propio reflejo en el espejo como si, con ello mostrara que mirarse en el espejo podría estar relacionado con el objeto.
El bebé, cuando mira a su madre, ve como le mira su madre cuando él la mira: espera que el objeto primario sea un espejo emocional que ofrezca una representación de su self, a través de representarlo dentro de sí y transformar sus afectos. La subjetividad incipiente se origina dentro de la dinámica del espejo. El bebé deriva su sentimiento básico de existir y de bondad a partir de aquello que ve reflejado en la cara de su madre.
Winnicot incluyó el cuidado materno y la presencia del ambiente psíquico en la construcción del narcisismo primario. Entre el individuo y el sentimiento de sí mismo insertó el objeto materno y su función como reflejo de los afectos, que actúa como medio para la organización de la identidad del self. La identidad es el precipitado de identificaciones narcisistas primarias que incorporan un objeto que es a la vez un espejo y un doble del self. El proceso de diferenciación que rige el descubrimiento del objeto está en relación dialéctica con la identificación narcisista. Este proceso sólo puede entenderse en términos de las respuestas del ambiente psíquico primario a la agresión primaria del bebé (Roussillon, 2010).
En los niños que hacen una evolución normal, un amor propio sano va en paralelo con el amor por los demás y un interés por el mundo externo. El niño narcisista considera el amor de sus padres como un derecho y la consecuencia natural de sus cualidades. Un niño capaz de amar, se sentirá capaz de sentirse amado porque confía en el amor de los demás, a pesar de los conflictos normales de la constelación edípica. En un círculo benigno de este tipo, la propia sensación de bondad refuerza su capacidad de amor y gratitud.
Me parece básico y fundamental establecer una perspectiva teórica y clínica clara en términos de: a) narcisismo en su función evolutiva; b) sus diferentes formas de patología. Me propongo también relacionar algunos fenómenos narcisistas con el autismo a un nivel más primitivo. Los estados narcisistas de la mente son formas primarias de defensa o estrategias para sobrevivir cuando existe un background de deficiencias externas o internas o la combinación de ambas. Se desarrolla un centrarse en sí mismo que surge por una retirada de atención y preocupación por los otros, y este estado mental puede dar lugar a varias formas de narcisismo. Después de una revisión histórica del concepto y sus desarrollos voy a centrarme en algunas ideas en relación a la dialéctica interna-externa con un objeto interno inadecuado: sus diferentes matices y su relación con la capacidad simbólica.
Perspectiva histórica
Una de las áreas de debate que surgieron a partir de la publicación del trabajo de Freud (1914) Sobre el narcisismo, hace cien años, se ha centrado en la probable naturaleza de la experiencia del bebé: narcisismo primario o capacidad de relación objetal primaria. Freud consideraba que el bebé nace en un estado de narcisismo primario en el cual su propio Yo se toma como objeto de amor libidinal. Asimismo, concebía el narcisismo secundario como una regresión desde una relación con un objeto que había decepcionado sea por su pérdida o por algún tipo de desprecio por parte de éste, a un retorno al amor narcisista del Yo. Gran parte de la controversia posterior sobre la naturaleza del narcisismo se ha centrado en la cuestión déficit versus conflicto.
Balint (1969) considera que Freud tenía más de una teoría sobre el narcisismo, y nunca llegó a integrar sus diferentes formulaciones. En 1914, postulaba un estado normal de narcisismo primario; pero en Los tres Ensayos (1905d), había escrito que, desde el comienzo de la vida, el primer objeto del bebé era el pecho de la madre y que, en realidad, todo descubrimiento del objeto es en realidad un redescubrimiento. Esta afirmación no fue modificada en su revisión posterior de Los tres Ensayos en 1915 aun cuando era diametralmente opuesta a su posición en el trabajo Sobre el Narcisismo de 1914. A partir de entonces, diferentes autores han puesto el énfasis en las implicaciones de una de las teorías de Freud sobre la otra. También llama la atención que describiera el narcisismo solamente en términos de su concepto de libido y que después de 1920, cuando empezó a destacar la importancia de la pulsión de muerte, no hiciera ninguna revisión posterior del concepto. Esta formulación, basada en la cualidad idealizada de la incorporación del objeto libidinal, según la terminología de Freud y la Psicología del YO surgen, a mi entender, de una diferenciación artificial entre pulsión y objeto.
Quinodoz (2010) comenta que los términos “narcisismo primario” y “narcisismo secundario” son muy difíciles de definir porque son usados de formas diferentes tanto por el propio Freud como en la literatura psicoanalítica en general. Un año más tarde escribiría Duelo y melancolía (Freud, 1917) que podemos considerar como un desarrollo del trabajo sobre el narcisismo puesto que muestra cómo el Yo, incapaz de abandonar el objeto, regresa a mecanismos narcisistas. Los conceptos de narcisismo, duelo y depresión están clínicamente relacionados y tienen como sustrato determinante la capacidad/dificultad de manejar el dolor psíquico de la pérdida en sus diversas formas, ya sea a través del proceso de duelo o a través de soluciones narcisistas melancólicas.
Aunque las contribuciones de Klein al concepto fueron escasas, ella no estaba de acuerdo en que el narcisismo fuera un estadio primario anobjetal: consideraba que los bebés nacen con una relación de objeto y que los estados narcisistas pueden coexistir con otros de relación en cualquier fase o estadio evolutivo. En 1946, habla de la naturaleza narcisista de las relaciones de objeto esquizoides que considera derivados de procesos proyectivos e introyectivos infantiles. Cuando el Yo ideal es proyectado en otra persona, ésta se convierte en admirada e idealizada porque contiene las partes buenas del self. De manera análoga considera, esta autora, que la relación con otras personas en base a la proyección de partes malas del self es también de naturaleza narcisista porque también en este caso el objeto representa una parte considerable del self.
Rosenfeld (1987) señaló de forma significativa que aquello que parecía amor hacia sí mismo, se basaba, de hecho, en la identificación con un objeto previamente admirado y de cuya identidad se había apropiado. Klein (1955) en su trabajo “sobre identificación” describió como identificación proyectiva este tipo de apropiación, que debería diferenciarse del tipo evacuativo descrito en “Notas sobre mecanismos esquizoides” (1946). Sin embargo ambos procesos se pueden dar conjuntamente. Roselfenld (1971) añade que el self en el narcisismo deviene tan identificado con el objeto incorporado que se niega todo límite e identidad separada entre self y objeto. La ausencia de capacidad de separarse (es decir, de diferenciarse) no constituye una ausencia de relación de objeto. Asimismo, planteó la necesidad de diferenciar entre narcisismo libidinal y narcisismo destructivo, relacionado con envidia y pulsión de muerte; enfatizó además que, paralelamente a la idealización de los aspectos libidinales, también hay una idealización del self-objeto malo destructivo. Estos se estructuran como una configuración interna mafiosa que ejerce un control tiránico sobre la mente por medio de engaños y manipulación. Estableció asimismo una diferencia entre narcisistas de piel fina, a menudo con una historia traumática, en los cuales los logros obtenidos refuerzan de manera muy precaria el sentimiento de identidad cohesiva y los narcisistas de piel gruesa en los cuales la parte del self capaz de desarrollo queda aprisionada por una banda interna mafiosa regida por una parte psicótica de la personalidad que se opone a cualquier tipo de relación de dependencia. Britton relaciona el primero con las relaciones de objeto adversas; el segundo como expresión hostil básica a las relaciones de objeto.
Green (1983) opina que dentro de lo que llamamos Narcisismo están reunidas dos nociones diversas, que denomina “narcisismo de vida” y “narcisismo de muerte”. Describe el narcisismo de muerte, (relacionado con el sentimiento oceánico) como acción des-objetalizante, una actividad destinada a desinvestir. El narcisismo de vida alude a la dimensión estructurante del Narcisismo. Esta dimensión no la podemos concebir como originaria porque es el epifenómeno de una “acción nueva” –no es algo que ya traemos al nacer– y que se hace posible por la suplementación dada por la madre (Aulagnier, 1964; 1975; Bion, 1960, 1962; Winnicott, 1951). Piera Aulagnier (1964) postula que la constitución subjetiva coagula narcisísticamente en el lugar de intersección entre la anticipación del cuerpo imaginado por la madre y la adquisición de una “imagen especular”.
Bion comenta el planteamiento de Freud (1915c, SE 14) en “Instintos y sus vicisitudes “que describe como conflicto entre sexualidad y pulsiones del YO y las considera como dos perspectivas a un mismo nivel: en una el individuo es de importancia primordial; en la otra se le considera como un apéndice del plasma germinal legado por la raza. A partir de su experiencia con pacientes esquizofrénicos (Bion 1992), sugiere un cambio de vértice: considera que la división sería más productiva situando el conflicto entre el narcisismo por un lado y lo que llamará socialismo por el otro en una relación de oscilación dinámica bidireccional según la “naturaleza de las relaciones de objeto”: individual (o narcisista) y gregaria (o social-ista). Las relaciones narcisistas representarían la interacción con representaciones de objeto parcial que, a través de la identificación proyectiva, serían puestas en el objeto externo; en realidad no habría interacción con los demás como entidades separadas sino sólo con las partes que se habían proyectado en dicho objeto. Bion diferencia este polo del de la interacción “social” con el “otro” como ente separado, algo que pretende ilustrar poniendo un guión en la palabra social-ista. Una división de este tipo, entre individuo y grupo, sería menos conflictiva que el cisma entre pulsiones del Yo y pulsiones sexuales. En una nota sin fecha alrededor de 1959 (Cogitations) describe así una forma diferente de polarización narcisista entre un elemento proyectado y su contraparte especular introyectada:
Estos dos términos (social-ismo y narcisismo) podrían usarse para describir tendencias, una ego-céntrica y otra socio-céntrica. Son igualmente intensas y de signo opuesto. Si las pulsiones amorosas son narcisistas, entonces las pulsiones de odio son social-istas, es decir dirigidas hacia el grupo y viceversa…
(Bion, 2006, pág. 122)
La relación Continente Contenido, introduce una especie de polaridad y gradación de cualidades receptivas de uno y otro de los miembros de la díada (con todas las vicisitudes y matices de interacción): (1) en relación con la cualidad del objeto receptor de la identificación proyectiva de sentimientos desagradables o dolorosos por parte del bebé. En un extremo la función continente que desintoxica y transforma la experiencia en menos dolorosa y tolerable; si el bebé puede incorporar da lugar a la construcción de la función alfa que conduce al crecimiento mental. Si la madre rechaza las identificaciones proyectivas, y rehúsa ser la depositaria de los sentimientos del bebé, ello dificultará la posibilidad de estructurar la función alfa. 2) La capacidad de tolerancia a la frustración por parte del bebé decide la dirección que tomará la evolución hacia la incorporación de la función alfa y el aprendizaje por experiencia o bien si la intolerancia es muy poderosa a la destrucción dando lugar a una forma patológica de narcisismo.
En esta línea de pensamiento, tanto la introyección del objeto idealizado (investimiento libidinal del self) que se observa en las personalidades narcisistas, como la introyección del mal objeto que se observa en los estados melancólicos, son consecuencias de una fusión entre una representación del self y el objeto externo internalizado (que se organizan como estructura) (López Corvo 2006). Desde un punto de vista metapsicológico, la cualidad de fusión –como opuesta a diferenciación– entre diferentes representaciones de objetos parciales debería representar la característica definitoria más importante del narcisismo.
Britton (2003a) ha contrastado aquellas alianzas narcisistas entre partes gemelas del self en donde el objetivo es la posibilidad de amor frente a aquellas cuyo objetivo es la ejecución conjunta de destrucción. Por otra parte, Kohut (1971, 1977) y los analistas de su influencia, sobre todo en América, ponía mucho más énfasis en la necesidad del paciente de apuntalar su self. Stolorov y Lachman (1986), por ejemplo, definen como narcisista todo aquello que contribuye a un sentido de identidad cohesivo.
López-Corvo (2006) considera el narcisismo patológico como forma patológica de la Posición esquizoparanoide en la cual el Yo idealiza al objeto como defensa para compensar el dolor causado por la frustración. Esto explica porqué el objeto idealizado se corresponde tan estrechamente con el mal objeto. Las estructuras patológicas narcisistas como producto repetitivo de formas de interacción sin “reverie” entre el bebé y su madre, constituyen una determinada forma de elementos beta que denomina “partícula narcisista” o conglomerado narcisista. Estas estructuras están formadas por una doble fusión de representaciones de self parcial y de objeto parcial, un “clúster interno” producto de las identificaciones introyectivas, y un clúster especular congruente en el objeto externo (producto de la identificación proyectiva).
La diferencia entre las formas de narcisismo patológico y narcisismo normal dependen de manera muy precisa de la capacidad de desarrollo simbólico. El proceso de simbolización no es simplemente un hecho cognitivo consistente en nombrar el objeto ausente, se trata sobre todo de un proceso que intenta lidiar con sentimientos destructivos y omnipotentes experimentados en relación a los objetos primarios. El poder omnipotente que ejerce el objeto arcaico sobre el bebé implica cuestiones muy serias sobre la vida y la muerte, normalmente vividas por el bebé con un gran terror. La evolución hacia el crecimiento mental implica un proceso de duelo para simbolizar el espacio que deja el objeto cuando se ausenta. “El camino hacia el símbolo está siempre marcado por el sufrimiento mental”. Bion (1962) afirma que el proceso de simbolización que requiere la función alfa para convertir los elementos beta en elementos alfa, se lleva a cabo por la transformación de medios concretos en abstractos, en donde la abstracción representa la capacidad de separar lo particular de lo universal. La transformación de concreto en abstracto podría asimilarse al paso de la anatomía a la fisiología que implica vínculo, relación o pensamiento, que sería como la diferencia entre inanimado y animado o entre “estar muerto” y “estar vivo”.
Para finalizar este recorrido histórico, me parece especialmente interesante el planteamiento de Álvarez (2010) sobre las líneas de desarrollo teórico a partir de la publicación de Freud de 1917, en relación a las complejidades de la pérdida en la infancia. Destaca cinco estados mentales que aparecen y que ya estaban anunciados en la descripción de Freud de la melancolía: 1) la naturaleza paranoide del estado mental (Klein1935); 2) el estado de desprecio maníaco (Klein 1935; Segal, 1964) hacia objetos desvalorizados; 3) el estado mental narcisista desarrollado en su mayor parte por Rosenfeld, Kernberg y Kohut; 4) el proceso adictivo y perverso de queja constante (“chuntering” de Betty Joseph 1982), que bajo diferentes nombres fue observado por el propio Freud y por Abraham como característica del estado mental del melancólico; 5) la desesperación, y aquellos estados que van más allá de la desesperación y acaban en apatía. Refiere la cuestión del nivel de desarrollo de las internalizaciones e introyecciones primarias con un buen objeto, y la parte que juega el desarrollo primario en la capacidad de elaborar el duelo. Enfoca algunos problemas en relación al tipo de hándicaps de duelo, en donde la depresión puede conducir a la apatía y a la desesperación, al tener en cuenta el tipo de objeto del cual el niño es capaz de hacer el duelo. Remarca así la diferencia entre objetos no valorados y objetos devaluados, en donde las circunstancias son tan extremas que no hay objeto continente o ambiente continente y que da como resultado que el niño sea más que deprivado, es decir, teniendo una experiencia con un objeto continente gravemente limitada
Álvarez (2012) incide en la controversia entre déficit y conflicto a través de la discusión de diferentes subtipos de estados narcisistas en niños y adolescentes. Una controversia que implica la cuestión de si el narcisismo podría considerarse como defensa básicamente anti-evolutiva o como intento de satisfacer una necesidad de desarrollo (Stolorow and Lachman, citado por Álvarez 2012). Para ayudar a aclarar algunos aspectos de dicha cuestión esta autora plantea la parte que juega el déficit en el fracaso en la introyección de un objeto bueno, diferenciándolo de las defensas patológicas, y que determina el resultado psicológico de la manera en que se enfrentan las pérdidas. Plantea la diferencia entre duelo y melancolía, y entre desesperación y apatía. Dirige asimismo la atención hacia tres factores:
1) La naturaleza de la relación del self con el objeto interno: ¿el objeto es devaluado o no valorado? ¿Y el self está sobrevalorado o, debido a ello, infravalorado?
2) El grado en que el narcisismo basado en el déficit o el narcisismo basado en la defensa ha devenido adictivo; con ello sugiere que la cuestión de hábito, cronicidad y carácter tiene que tenerse en cuenta incluso en la infancia.
3) El nivel de funcionamiento simbólico que existe en la autoestima y la cuestión relacionada del lugar en que se sitúa en el continuum posición esquizoparanoide <=>depresiva.
La cuestión de la psicopatología narcisista en los niños
Diversos autores plantean que normalmente no encontramos en los niños un tipo de “trastorno de personalidad consolidado” pero sí afecciones narcisistas a todos los niveles de desarrollo. Algunos consideran que los problemas se organizan en relación al conflicto edípico. En mi opinión no se puede reducir sólo a conflicto, hay un déficit previo: déficit y conflicto van juntos. Bion habla incluso de la destrucción de la pre-concepción edípica con lo cual los problemas del conflicto edípico no llegan siquiera a plantearse. Álvarez (2010) argumenta que la naturaleza de los intentos para contrarrestar un déficit puede conducir a algo más que afección narcisista: podemos y, de hecho, encontramos trastornos de personalidad establecidos en la infancia. Sin embargo el narcisismo defensivo que empieza en épocas infantiles posteriores, presenta un nivel muy diferente, porque antes de su aparición ha habido progreso y evolución en la relación con un objeto.
En cuanto al fracaso en la introyección de un buen objeto Álvarez (2010), destaca la importancia de tener en cuenta los factores de déficit y diferenciarlos de las defensas psicológicas, todo lo cual en su conjunto determina el resultado psicológico de la gestión de la pérdida. Describe tres subtipos de estados mentales, que no son estructuras clasificatorias, ya que el mismo niño puede pasar de uno a otro estado mental o motivación:
1. El objeto estúpido surge como devaluación defensiva.
2. La devaluación ha devenido adictiva y narcisismo y objeto estúpido han pasado a formar parte de la estructura del carácter.
3. a) Narcisismo destructivo en donde el narcisismo adictivo se combina con adicción destructiva; b) narcisismo masoquista y el problema del objeto envidioso, intrusivo y vigilante.
Narcisismo – autismo
Rhode (2010) plantea que, a nivel de conducta, los niños con trastorno del espectro autista parecen presentar un grado extremo de aislamiento de las relaciones que caracterizan los estados narcisistas descritos en los adultos. Sin embargo, la estructura de las dos patologías se ha enfocado desde puntos de vista muy diferentes. La naturaleza de intensas ansiedades, en un aparato psíquico limitado para manejarse con ellas y defenderse, a menudo se concretizan en acciones.
Aun dejando de lado la implicación de factores genéticos y neurológicos, muchos autores a partir de Melanie Klein (1930) los han considerado como una inhibición en el desarrollo más que como regresión. Tustin (1990) describe algunos casos en los cuales se recurría a estrategias defensivas autísticas para mantener una psicosis a raya, formulación que parece coincidir con la idea de Steiner (1987) de que los refugios psíquicos pueden funcionar como defensa frente al caos. Julia Corominas (1994) plantea qué tipo de relación existe entre los enclaves sensoriales en bebés que no alcanzan a poder realizar la escisión primaria normal del objeto y las organizaciones patológicas en los niños y adultos; su descripción del origen de estos anclajes primarios ayuda a entender estas organizaciones que se han descrito bajo muchos nombres (resistencia narcisista, coraza caracterial, mafia interna, parte psicótica, barreras autísticas, etc.).
Meltzer (Meltzer y col. 1975) remarcaba el desmantelamiento característico de los estados autísticos y la pobreza del desarrollo de la personalidad: aquellos niños que habían desarrollado estructuras narcisistas lo habían hecho después de emerger del propio estado autista. Este modelo de déficit encaja bien con las teorías relacionales (Hobson, 2002) y cognitivas del autismo (Frith, 2004; Baron Cohen, 1988) aunque como Álvarez señaló, los niños con autismo difieren en cuanto a la relación entre problemas de defensa y de déficit.
Pero las dos motivaciones centrales para el narcisismo –la dilución de la sensación de existir y el aislamiento relacional– se aplican también al autismo. La diferencia puede ser una cuestión de grado, en el sentido de que el niño con autismo está ocupado en cerrar la entrada a todo aquello que podría incidir en el sentimiento físico de la “sensación de existir”.
Debido a que el mundo externo puede ser sentido como tan peligroso, el niño no se implica en las relaciones que podrían permitir el desarrollo de su sentimiento del self. En lugar de ello se apoya en sensaciones autogeneradas más que en mecanismos de defensa. Como sabemos, en los niños con autismo se ha observado una marcada sensualidad (Tustin 1962, Meltzer 1975); esta dimensión corporal constituye una importante diferencia entre ellos y los demás con los que pueden compartir importantes patrones de motivación y conducta. Cuando existe un déficit del sentido del self cohesivo, el repliegue narcisista es un medio de supervivencia.
Álvarez (2010) comenta, en este sentido, que cuando el narcisismo ha devenido adictivo, aparecen algunas superposiciones diagnósticas con los estados disociativos, el síndrome de Asperger e incluso el autismo, y esto requiere más investigación ya que surgen problemas técnicos parecidos, así como las consecuencias para la recuperación. Creo que es interesante recordar aquí la idea de Bion de que antes del miedo a morir tiene que haber el deseo de vivir. También Betty Joseph (1981) describe un tipo de dolor psíquico que implica el estar vivo y que es diferente del dolor depresivo, así como Tremelloni habla sobre “el deshielo” en niños autistas y adultos psicóticos. Es poco probable que los pacientes que se recuperan de síndromes de narcisismo aparente, sufran un colapso depresivo, al contrario, según Álvarez pueden empezar a sentir más placer por la vida.
Fenómenos narcisistas, autoestima y relación con el “objeto estúpido”: ¿valorado o desvalorizado?
Como comentaba al principio, Álvarez (2010), usando la teoría de Klein de un mundo interno construido a partir de la relación del self con diversos objetos internos, establece una diferenciación de tres subtipos de narcisismo y otros tres subtipos de “narcisismo aparente” en niños y adolescentes. Varios de estos subtipos hacen particular referencia a los tipos de relación con lo que ella llama un objeto “estúpido”.
Repito los puntos anteriormente planteados que no se refieren a grupos de niños sino que trata de subtipos de estados mentales. El mismo niño puede moverse de un estado mental a otro, o de una motivación a otra, o de un nivel de vulnerabilidad o dureza a otro en determinado momento, pero es importante detectarlos desde el punto de vista técnico:
Narcisismo en el cual el objeto estúpido surge básicamente a partir de una desvalorización defensiva. En general los pacientes que se incluirían en este apartado tuvieron un buen principio: una relación íntima y estrecha, aunque idealizada, con la madre. Pedro, que tenía una pequeña limitación física, devino extremadamente difícil a los tres años cuando nació su hermano; hubo algunos ataques físicos pero a medida que fue creciendo, se convirtieron en ataques verbales crueles, hirientes y humillantes hacia su hermano y sus padres. Sus padres eran cálidos y cariñosos, pero se sentían desconcertados y heridos por su rudeza y arrogancia. Las reacciones de Pedro ante los límites eran de una indignación grandiosa. A diferencia de los niños deprivados, había pasión y furia en la idea de que sus padres eran estúpidos, como si dijera “¡quienes se piensan que son ellos para ponerme límites!” y seguramente había dolor y vergüenza subyacentes. Pero el punto central era el asombro: “¿cómo podían ser tan estúpidos?”. Tenía su propia idea de cómo tenía que ser un padre: ¡tenía que dejarle hacer las cosas a su manera! A menudo el narcisismo actúa como defensa frente al dolor, humillación, envidia y celos (Álvarez 2010).
Narcisismo en el cual la desvalorización defensiva se ha convertido en adictiva. Una actividad que, de entrada ha empezado como defensiva puede seguir y quedar incrustada en la identidad del niño convirtiéndose en estructura de carácter. Es decir, la posición narcisista se mantiene aun cuando el niño no se encuentra bajo estrés de ansiedad y humillación. Siguiendo con el caso de Pedro, su defensa inicial acabó siendo habitual y su familia lo consideraba egoísta, agresivo y con exigencias intimidantes. Le era muy difícil cambiar, en parte porque se había instaurado un círculo vicioso en el cual tendía a esperar una lucha o discusión, cosa que conseguía muy a menudo. Pero, como dice Britton (1998) “en todo paciente narcisista de piel gruesa existe un paciente de piel fina que intenta que no salga” y en el caso de Pedro lo difícil era rescatar sentimientos de vergüenza o de pena genuinos debajo de su dura coraza defensiva.
Narcisismo destructivo en el cual el narcisismo adictivo se combina con destructividad adictiva. Cuando la destrucción no surge simplemente de la persecución vengativa, sino que se convierte en adictiva y excitante, tenemos los inicios de un grave trastorno de personalidad.
Narcisismo masoquista y el problema del objeto envidioso intrusito y controlador. En este caso el problema radica en la propia auto-observación. Algo parecido sucede en las conductas de riesgo de los niños deprivados. Estos niños parece que invitan al ataque o accidente porque por lo menos confirman su capacidad de despertar interés y su existencia. Cualquier cosa es mejor que el desinterés y el ser invisible para los demás. Algunos niños que regularmente sufren “bullying” parecen tener unos objetos internos crueles y envidiosos, pero extremadamente atentos. Estos objetos son a menudo intrusivos, de forma que el paciente se siente permanentemente observado. Se puede entender poco a poco que debajo de la persecución puede que no solo haya el deseo de atención sino una gratificación perversa.
Ferran a los siete años sufría bullying en la escuela, no sabía defenderse y era el chivo expiatorio de la clase. Al cabo de 3 años de análisis, en los cuales había mejorado mucho y sus compañeros ya no se metían con él, me confesó su nostalgia de la época de bullying. Me dijo que a veces añoraba los momentos en que se metían con él. Ser uno más en la clase parecía inconcebible.
De los otros tres subtipos de “narcisismo aparente” Álvarez plantea:
- El narcisismo aparente como necesidad evolutiva y necesidad de auto- respeto: un self sobrevalorado como necesidad evolutiva cuando se siente que el objeto interno es indiferente a la agencia (agency) y potencia del self. El resultado es la desesperación o bien un intento de superar (no defenderse) la vergüenza por medio del orgullo. Las necesidades narcisistas evolutivas son básicas para el desarrollo de la personalidad. El niño, sobre todo durante el primer año, muestra una tendencia a exhibir sus logros, necesita que sus padres le miren. Trevarthen (2001) considera un desarrollo emocional central, el equilibrio entre orgullo y vergüenza. Lynd (1958) señalaba que lo opuesto a la vergüenza es el orgullo y diferenciaba entre arrogancia y auto-respeto, presunción y “honor e inviolabilidad”. Bion (1957b) establecía también una diferencia entre orgullo y arrogancia, y podríamos añadir que la sensación del niño de su capacidad para dar placer a sus padres es tan importante como recibirlo.
- El narcisismo aparente en donde el self se relaciona y se identifica con un objeto indiferente, desinteresado y sin interés: un déficit doble, indiferencia hacia un objeto indiferente. En estos casos hay una falta de esperanza y fe, y una ausencia de significado, por lo que el mundo parece vacío. Hay indiferencia, desinterés, el niño no cree que sus producciones puedan ser interesantes y que nadie pueda interesarse por ellos. Puede que nuestra contratransferencia sea parecida y pueda confundirse con los casos de narcisismo manifiesto, pero en estos casos no es solo el mundo el que deja de tener interés sino los propios pensamientos. El aprendizaje y funcionamiento cognoscitivo pueden estar alterados profundamente. El niño no siente que sus pensamientos sean interesantes para ser explorados.
- El narcisismo aparente que no es narcisismo sino un sentido de autoestima: el self valioso y el mundo valioso. Cuando hay genuina admiración y respeto no-narcisista por la diversidad y fecundidad de la vida por parte de los padres, el niño se siente valioso para los padres. Como decía al principio, en los niños que hacen una evolución normal el amor propio sano va en paralelo con el amor por los demás y un interés por el mundo externo. El niño necesita sentirse “especial” para los padres. Especial no necesariamente implica “superior”. Los niños que se sienten más seguros tienen un sentimiento del self más sólido, que les permite interesarse por el mundo. Sus capacidades y realizaciones las comparten con los objetos internos parentales más que sentir que lo consiguen solos y a pesar de ellos.
Problemas técnicos
Rhode (2010) habla del “niño perdido” como aquella parte de la personalidad del niño que tiene potencial para amar pero que no ha tenido oportunidad de desarrollarse por el dominio de la organización mafiosa de la personalidad. Esta parte perdida sigue existiendo aun cuando domina un aspecto destructivo de la personalidad aunque, como describe Steiner (1982), esta parte capaz de amar pueda involucrarse a veces en una sumisión perversa al líder de la banda.
El problema es si es posible hablar a la parte de la personalidad en desarrollo del niño. Un problema específico surge de la desesperación y el rechazo que a veces pueden inspirar estos niños, cuando el rechazo es lo que menos merecen. La desesperación y el disgusto del terapeuta puede fácilmente abrumarle e impedir el darse cuenta de la puesta en acto de un vínculo con un objeto inaccesible y desestimar su valor comunicativo de una parte evolutiva potencial.
El individuo puede reclutar a sus objetos en una puesta en acto de su fantasía de maneras que aunque comunicativas, pueden usarse como evitación del contacto real con los objetos que potencialmente podrían ayudar y por tanto se convierte en un obstáculo para el desarrollo.
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Winnicott, D. (1951), Realidad y juego, Barcelona, Gedisa, 1979.
Resumen
Los estados narcisistas de la mente pueden considerarse como formas primarias de defensa o estrategias para sobrevivir cuando existe un background de deficiencias externas o internas o la combinación de ambas. Después de plantear la diferencia básica entre narcisismo como función evolutiva y formas de patología narcisista, la autora plantea su relación con la melancolía y se remite a la cualidad de elaboración de las pérdidas en el niño: la parte que juega el déficit en el fracaso de la introyección de un objeto bueno, diferenciándolo de las defensas patológicas; así como la parte que juega la capacidad de elaborar el duelo en el desarrollo primario, las características del objeto introyectado y la dialéctica interna-externa con un objeto interno inadecuado: sus diferentes matices y su relación con la capacidad simbólica.
Palabras clave: narcisismo primario, narcisismo, social-ismo, “objeto estúpido”, autismo.
Antònia Grimalt
Psicoanalista titular con funciones didácticas de niños, adolescentes y adultos, de la SEP y de la IPA.
Miembro del “Forum of child psychoanalysis” de la federación Europea (FEP).
Miembro didáctico del Psychoanalytic Institute for Eastern Europe (PIEE).
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