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Escenoterapia. Aplicaciones clínicas y educativas
Víctor Cabré (compilador)
Ed. Herder, Colección de Salud Mental,
Fundació Vidal i Barraquer, 2014

 

Víctor Cabré es doctor en Psicología y profesor de la Facultad de Psicologia, Ciències de l’Educació i de l’Esport Blanquerna, Universitat Ramon Llull. Trabaja también como psicoterapeuta de adultos, adolescentes y de grupo en el Centro Médico Psicológico de la Fundació Vidal i Barraquer, del que es director del Departamento de Docencia, además de investigador principal del Grup de Recerca d’Escenoteràpia de l’Institut Universitari de Salut Mental. Es autor y compilador de este libro, en el que han contribuido otros 14 especialistas en el campo de la escenoterapia.

Tuve la suerte de colaborar con el equipo de escenoterapia en sus inicios. Para mí fue una experiencia muy gratificante, no solo por la técnica en sí misma, también por el espíritu investigador que destilaban quienes la estaban implantando, aunando el rigor en sus conceptos teóricos y en la metodología, con una actitud siempre abierta a que la observación y la experiencia pudieran introducir modificaciones teóricas y técnicas.

¿Qué es la escenoterapia? Cito textualmente la definición de Víctor Cabré en el primer capítulo de este libro: “La escenoterapia es una modalidad de psicoterapia grupal que utiliza la improvisación escénica con una finalidad diagnóstica, terapéutica y preventiva”.

A lo largo del libro podemos ir conociendo como se ha ido desarrollando esta modalidad psicoterapéutica, desde sus inicios en 1973, hasta poder darle la definición antes citada que engloba objetivos realmente ambiciosos (diagnósticos, terapéuticos y preventivos). Pero ―tal y como vamos descubriendo a lo largo del texto― hasta el momento actual en que se nos presenta este libro, han transcurrido más de 40 años de investigación clínica y empírica, de trabajo en equipo y de relación multidisciplinar, presididos por la pasión por la observación clínica, la investigación y el afán por aportar instrumentos técnicos integradores de lo bio-psico-social en el campo de la Salud Mental.

A mi entender, la historia de esta técnica psicoterapéutica es un buen ejemplo de cómo la observación científica puede dar trascendencia y dotar de profundidad a hechos aparentemente casuales y nimios, tal como lo describe en el prólogo del libro Jordi Font, creador de la escenoterapia: “Hay hechos observados que son el origen de toda una secuencia de investigación. Así ha sucedido en el origen de lo que hemos venido a llamar escenoterapia. Un hecho ocasional, acaecido, de talante educativo: buscar como dar armonía a un grupo infantil caótico en un suburbio y conseguirlo, desveló el afán de profundizar en el fenómeno ocurrido y observado”.

Este es un libro que integra diversos artículos, cada uno de ellos firmado por sus autores, que trasmiten a un tiempo un cuerpo teórico y técnico integrado y una diversidad de modificaciones técnicas, en función de la población a la que se ha aplicado esta técnica (niños de diversas edades, adolescentes, jóvenes, pacientes con patología del espectro autista, deficiencia mental, psicosis incipiente) y el campo de asistencia específico (sanitario en salud mental, escuela normal, educación especial, discapacidad psíquica).

Víctor Hernández, en la introducción, relaciona disociación, dramatización, histrionismo y teatro. Nos habla de la disociación inherente en todo ser humano, entendiéndola como un mecanismo de defensa que no siempre es patológico y que puede estar al servicio del equilibrio psicológico, sobre todo cuando, mediante la dramatización, se dé una función integradora de estados disociados. En este sentido cita a F. Alexander (1931): “Si pudiéramos registrar lo que la gente siente en momentos diferentes durante una representación teatral, aprenderíamos mucho sobre su naturaleza íntima porque en esa situación el espectador no se siente responsable de sus sentimientos”. En un recorrido histórico nos habla del concepto de catarsis aristotélica, “en su doble sentido de descarga y liberación emocional de afectos reprimidos y de depuración y emulación moral”; de la función que para Freud (1904) ejercía el teatro, “abriendo caminos de placer y disfrute desde el interior de nuestra vida afectiva”; del escenario entendido como un espacio transicional “en el que se puede jugar con creatividad a un juego que es realidad sin serlo” y en el que, mediante la identificación proyectiva con los personajes de la escena, se suavizan sufrimientos y ansiedades catastróficas, haciendo posibles las reintroyecciones con menos conflicto y ansiedad.

En apoyo a su idea de que el self está formado por una diversidad de personajes, hace referencia a McDougall (1987) que, en el prólogo a su libro Teatros de la mente, cita a Raymon Devos (…): “Uno está siempre esperando llegar a ser alguien para descubrir al final que somos varios”. El teatro y, en un nivel terapéutico, el psicodrama y la escenoterapia, pueden favorecer una integración coherente de los diversos aspectos que constituyen nuestro self. En este sentido cita a Searles (1981): “Cuanto más sano es el individuo, mas conscientemente vive sabiendo que dentro de él hay miríadas de objetos internos, cada uno de los cuales tiene algún valor para el sentimiento de identidad”.

En los capítulos 1,2 y 9 se describen en detalle los supuestos teóricos en que se basa la escenoterapia, el setting en que se realiza y su técnica. A diferencia del psicodrama, en escenoterapia nunca se dramatizan directamente aspectos biográficos y la terapia es siempre grupal. Se escenifican historias y personajes que los miembros del grupo imaginan e improvisan; así, al igual que en el juego, lo representado mantiene una distancia simbólica. La escena se considera como un espacio transicional en el que lo que se representa es como si fuera real, sin serlo. Así se pueden proyectar, en los personajes y en la historia escenificada, aspectos internos disociados con menos ansiedad. Al tratarse de una psicoterapia grupal, las transferencias y proyecciones cruzadas entre el grupo de iguales y hacia los terapeutas están repartidas en el grupo y se pueden expresar y tolerar con menos ansiedad. Pero, al igual que en el juego, la escenificación no es solo una proyección de aspectos internos. En la escenificación siempre hay otro, siempre hay una relación en la que se puede generar un proceso interactivo y creativo, de transformación de aspectos del mundo interno de cada participante y de la relación interpersonal.

La participación del cuerpo en escenoterapia añade otra dimensión de comunicación y transformación, en la medida en que el esquema corporal es la representación cognitiva y afectiva del cuerpo en la mente y la relación existente entre el esquema corporal y la identidad. Pero, en el espacio transicional de la escenificación, el cuerpo adquiere una función de objeto transicional y, por lo tanto, de símbolo de conflictos psicológicos no mentalizados. Lo corporal añade comunicación y experiencia que puede ser pensada y elaborada en la tercera parte de la sesión.

Otra dimensión inherente a la escenoterapia es la grupal. El grupo constituye un espacio en el que se manifiestan los conflictos y las vicisitudes de relación (liderazgo, cooperación, competencia, rivalidad, aceptación, rechazo, etc.) así como movimientos de identificación, proyección, introyección y transferencias cruzadas entre los miembros del grupo y entre el grupo y los terapeutas.

La sesión de escenoterapia consta de tres tiempos y dos espacios. En el primer tiempo el grupo, ayudado por los terapeutas, inventa una historia y asigna unos personajes. El segundo tiempo está destinado a la representación y la comunicación, ya incluye de modo más prioritario lo corporal (movimiento, gestualidad). En el tercer tiempo el grupo se reúne de nuevo con los terapeutas para comentar lo representado y lo observado de la representación (modificaciones espontáneas de la historia acordada, como se ha sentido cada miembro del grupo en la representación de su personaje y qué ha observado de la representación de los demás).

Una parte de la sala es el espacio en que se prepara la escenificación y más tarde se comenta lo representado. En este espacio están los miembros del grupo y los terapeutas. La otra parte de la sala constituye el espacio de la escenificación, al que no acceden los terapeutas, que se quedan en el primer espacio observando. Salvo en situaciones especiales descritas en el libro, el único material auxiliar de la representación son sillas y una mesa. Se podría considerar como un tercer espacio la cámara de observación tras un espejo unidireccional en el que hay observadores de la sesión. Estos observadores se presentan a los pacientes, colaboran recogiendo observaciones y son tenidos en cuenta por los participantes de la sesión.

Siempre hay dos terapeutas y su función es múltiple. En primer lugar, ayudar a movilizar y contener a los miembros del grupo para facilitar la fantasía y la escenificación, la construcción de la historia, la delimitación de los personajes y la ejecución de roles. Por otro lado, observar el desarrollo de la sesión en sus tres tiempos e intervenir en el tercer tiempo, facilitando que los miembros del grupo comuniquen su experiencia durante la escenificación, haciendo intervenciones de esclarecimiento dirigidas a cada uno de ellos e interpretaciones cuando lo consideren adecuado, siempre dirigidas al grupo como tal, nunca individuales.

Como toda psicoterapia, la escenoterapia tiene su propio proceso, que se va manifestando, a nivel grupal, en la evolución del contenido de los temas que el grupo escenifica y a nivel individual de cada participante, en su actitud y capacidad para representar los personajes e interactuar con los otros.

Los autores del libro enfatizan la colaboración multidisciplinar de otros profesionales, que sin participar directamente en las sesiones de escenoterapia, colaboran en las indicaciones, derivaciones, seguimiento y evaluaciones posteriores al tratamiento. Los observadores ayudan a los terapeutas en la elaboración de lo observado, así como registrando las observaciones con fines de investigación. El terapeuta referente de cada paciente, que ya ha realizado un diagnóstico clínico y la indicación previa a la derivación para escenoterapia, también se ocupa del seguimiento individual, cuando es preciso, y del contacto con la familia, recogiendo información de la evolución del paciente en el ámbito familiar y conteniendo al grupo familiar.

También se señala en el libro que los objetivos de la escenoterapia son múltiples:
o Un objetivo diagnóstico, que se desarrolla mediante la observación y elaboración del proceso terapéutico, tanto individual como grupal.
o Un objetivo terapéutico de modificaciones sintomáticas, psicológicas y, sobre todo, relacionales.
o Un objetivo psicoeducativo basado en la adquisición de habilidades relacionales y en el aprendizaje de roles.

Relacionado con estos objetivos, los autores señalan los vectores comunes a la escenoterapia: aprendizaje, entrenamiento social, desarrollo de la espontaneidad, catarsis, mejora de la comunicación, entrenamiento psicomotor, comprensión de los significados psicológicos (sensibilización y adquisición de insight) y, por último, capacidad lúdica.

Las indicaciones se basan en un diagnóstico pluridimensional ―sindrómico, clínico, psicodinámico, estructural, psicosocial y familiar―, así como en la capacidad de desarrollo lúdico. Los autores consideran contraindicada la inclusión de personas con excesiva ansiedad, con severas dificultades en el control de impulsos, con importantes rasgos psicopáticos y con trastornos de personalidad graves. No descartan la inclusión de trastornos mentales severos (psicosis, trastornos afectivos) siempre y cuando estén estabilizados y a los que se pueda prestar una especial atención multidisciplinar.

A lo largo del libro se exponen capítulos que describen experiencias de escenoterapia en grupos de población y ámbitos de asistencia con características específicas.

José Manuel Ibáñez y Elena Ricart (CMP de la Fundació Vidal i Barraquer de Barcelona) nos explican la aplicación de la Escenoterapia en niños y adolescentes. María Camps y Ester Marín (DAPSI de Rubí) escriben sobre la experiencia de Escenoterapia en Atención Precoz. Nuria Monreal y Merirxell Prat (Centro Carrilet de Barcelona) escriben sobre la adaptación de la ET en niños autistas. María Canut y Mª Rosa Ramos (Escuela Mare de Déu de Montserrat, Barcelona) explican la aplicación de Escenoterapia en Educación Especial. Carmen Camacho (Centro Ocupacional de Bellvitge, Hospitalet de Llobregat) expone la experiencia de Escenoterapia en pacientes con discapacidad psíquica. Joan Manel Blanqué, Marta Lleonart, Roser Noguera e Iván Torices (Sant Pere Claver- FS, Barcelona) escriben sobre la aplicación y adaptación de ET en pacientes con psicosis incipiente. Víctor Cabré y Eva Quadras (CMP de la Fundació Vidal i Barraquer, Barcelona) explican la experiencia de Escenoterapia en adultos jóvenes y Marga Arcarons (Escuela Sagrada Familia de Barcelona) nos explica la aplicación de Escenoterapia en la escuela, en sus diferentes ciclos formativos. La limitación de una recensión como esta hace imposible detenerse en explicar aspectos particulares de cada aplicación, pero se puede destacar que cada uno de estos capítulos describe el contexto en el que se aplica la Escenoterapia, la especificidad de la orientación teórica desde la que se aplica la Escenoterapia y la descripción de las modificaciones técnicas que se han introducido en cada uno de estos grupos, en función de sus características. También cabe destacar la profusión de viñetas clínicas que la mayoría de ellos incluyen, lo que nos permite acercarnos a la peculiaridad de cada experiencia.

La compilación de estos capítulos es una muestra de cómo se ha ido extendiendo la aplicación de la escenoterapia a diferentes ámbitos asistenciales y grupos de población.

La lectura de este libro, que es el colofón de sucesivas publicaciones a lo largo de décadas, trasmite el mismo espíritu que recuerdo de hace años, combinando el goce lúdico con el rigor investigador. Muestra de ello es el capítulo final del libro, dedicado a revisar las líneas de investigación desarrolladas a lo largo de los años y a explicarnos los proyectos de investigación en curso, en su doble vertiente clínica y empírica. Un ejemplo de ello es la adaptación a la investigación en escenoterapia del método CCRT (Core Conflictual Relationship Theme) de Luborsky, en el que, en opinión de Víctor Cabré, “confluyen los requisitos de rigor metodológico necesario para la investigación empírica y la proximidad y relevancia hacia la práctica clínica”.

En conclusión, pienso que la lectura de este libro puede transmitir al lector de un modo claro y comprensible las bases teóricas de la escenoterapia, su técnica, sus diversas aplicaciones clínicas y educativas, así como sus líneas de investigación.

Rosendo Camón Solsona
Médico. Especialista en Psiquiatría y Neurología.
Psicoanalista de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP) y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API).
8674rcs@comb.cat