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Desde mi experiencia y por razones personales, he estudiado los temas de la sincronicidad. Descubrí que dista mucho de ser esotérico y moda New Age. Abordé el estudio de la sincronicidad, buscando un enfoque más metódico, partiendo de la filosofía de Wittgenstein: el Tractatus logico-philosophicus, como guía para desarrollar esta nueva investigación hacia el psicoanálisis de la tétrada. Un conjunto de cuatro elementos especialmente vinculados entre sí, que introduce un nuevo elemento después de la triada del pensamiento lacaniano, el imaginario transmaterial.

Antes de explicar acerca del imaginario transmaterial, expondré brevemente la visión del psicoanálisis de Jacques Lacan sobre todo en la cuestión de lo real, lo imaginario y lo simbólico, que él llama «registros» de la psique. En el psicoanálisis de orientación lacaniana estos tres registros se encuentran correspondidos con una tópica. Esta tópica crea una estructura que se puede representar como elementos anudados de un modo semejante a un nudo borromeo. Según Lacan, estos tres registros, como una triada, posibilitan simultáneamente el funcionamiento de la psique humana, de forma que cualquier entidad, proceso o mecanismo de lo psíquico puede ser orientado y analizado en su aspecto imaginario, real y simbólico. Así, por ejemplo, un proceso de pensamiento del orden simbólico implica siempre una base o sustento en lo real y una representación en el registro de lo imaginario.

En el registro de lo imaginario se constituye un proceso que requiere una cierta enajenación estructural, es el reino de la identificación espacial que comienza en el estadio del espejo y es instrumental en el desarrollo de la agencia psíquica. Es en este proceso de formación cuando el sujeto puede identificar su imagen como el “yo”, diferenciado del otro. Lo que se designa como “yo”, se forma a través del otro (en otras palabras, de la imagen en el espejo). Es la forma primitiva de pensamiento simbólico.

“Para el dominio de las funciones motoras y el ingreso en el mundo humano del espacio y movimiento, se paga pues como precio una alienación esencial. Lacan llama ‘lo imaginario’ al registro en que tiene lugar esta identificación, y subraya la importancia del campo visual y de la relación especular que subyace en el hecho de que este niño esté cautivado por la imagen” (Leader, D., 2008).

El Yo y la alienación. “Lacan muestra de qué manera, el yo y la alienación en la imagen guardan correspondencia con el Yo (Moi): El Yo se constituye por una identificación alienante, basada en que inicialmente, el cuerpo y el sistema nervioso son incompletos” (Leader, D., 2008).

Es decir, en lo imaginario, es el pensar con imágenes; pensamiento que, según Freud, es el tipo de pensamiento más primario (representación). En la concepción freudiana, la percepción deja huellas psíquicas (signos perceptuales), que acceden a un espacio psíquico combinado de imágenes provenientes de todos los sentidos y de los movimientos del otro y del propio cuerpo que, cuando logran identificarse como propias, constituyen una imagen del sujeto que pasa a comprenderse como uno, distinto de otro. El aporte de Lacan conceptualiza este proceso, definiendo que a partir del denominado estadio del espejo el sujeto puede identificar su imagen como un Yo, diferenciado del de otro ser humano.

En el registro de lo simbólico, lo imaginario formula el conocimiento primitivo del yo, en tanto que lo simbólico, término que utilizaba para la colaboración lingüística (lenguaje verbal coherente), genera una reflexión a nivel comunitario del conocimiento primitivo del yo, y crea el primer conjunto de reglas que gobiernan el comportamiento e integran a cada sujeto en la cultura. Constituye el registro más evolucionado y es el que tipifica al ser humano adulto. Lacan considera que el lenguaje construye al sujeto y que el humano padece este lenguaje porque le es necesario y le aporta  una calidad heurística (con el lenguaje  se piensa,  se razona, es lo que permite la comunicación simbólica entre los humanos).

“Desde el principio de la década de los cincuenta, Lacan destacó cada vez más en sus obras lo simbólico como poder y principio organizador, entendido como el conjunto de redes sociales, culturales y lingüísticas en las que nace un niño. Son anteriores a su nacimiento, por lo cual, Lacan afirma que el lenguaje está presente desde el momento mismo del nacimiento, en las estructuras sociales que operan en la familia y, desde luego, en la historia, en los ideales y objetivos de los padres” (Leader, D., 2008).

En el registro de lo real, lo real es aquello que no se puede expresar como lenguaje, lo que no se puede decir, no se puede representar, porque al re-presentarlo se pierde la esencia de éste, es decir, el objeto mismo. Por ello, lo real está siempre presente pero continuamente mediado a través de lo imaginario y lo simbólico.

A lo simbólico y lo imaginario, Lacan añade la categoría de lo real, reformulada varias veces por él. En 1953, lo real es simplemente lo que no es simbolizado, lo que es excluido en el orden de lo simbólico, “lo que se resiste absolutamente a la simbolización”.

“Lo real representaría precisamente lo excluido de nuestra realidad, el margen de lo que carece de sentido y no logramos situar o explorar “(Leader, D., 2008).

En el psicoanálisis de Lacan comprendemos el concepto de la triada de lo real, lo imaginario y lo simbólico. A diferencia de Freud, con su concepto del Yo, Ello y Superyó, Lacan introduce la semiótica y la filosofía estructuralista.

La conducta humana está estructurada como un lenguaje desde el cuerpo, la palabra y el logo. Desde mi punto de vista existe una visión más compleja que la triada del concepto de Lacan. Lo real es biológico e inherente al ser humano, muy relacionado con la estructura del cerebro como las emociones humanas, el miedo, el instinto, la sexualidad, lo que no se puede expresar, ni explicar, ni entender.

No podemos observarnos a nosotros mismos. Lo real es potente e influye en lo imaginario y en las imágenes que nosotros formamos a partir de lo real. Sin embargo, no todo lo real es igual en los seres humanos desde el punto de vista genético y etológico, ni tampoco lo es la forma de representar las imágenes.

Las situaciones no son iguales o paralelas en el plano simbólico. La triada de Lacan está estructurada como un concepto cerrado. No se valoran otros factores como la época o el momento y la situación geográfica, por lo que la triada debe ser dinámica, liquida y flexible. Lo real, lo imaginario y lo simbólico tampoco deben ser parejos, sino relativos o variables de acuerdo al entorno cultural, como se ha demostrado a través de estudios de antropología.

Por tanto la triada de Lacan debe interpretarse de una manera elástica, de acuerdo a muchos factores externos. Por esta misma razón hay sociedades más enfermas que otras, y si la psicoanalizamos nos damos cuenta de que es debido a los factores históricos y culturales que influyen en la vida del sujeto. Algo similar encontramos en el ensayo de Sigmund Freud titulado El malestar en la cultura (1930).

Un factor clave en lo real, en lo imaginario y en lo simbólico, en la formación del sujeto, es el inconsciente colectivo que Jacques Lacan ignora.

A continuación voy a comentar sobre Carl Jung, sus ideas y escuela. La teoría de Jung divide la psique en tres partes. La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente consciente. Muy cerca se encuentra el inconsciente personal, que incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas entienden por inconsciente, en tanto incluye ambas memorias, la que podemos atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos recuerdos que han sido reprimidos. La diferencia, en relación a la conceptualización de Freud, estriba en que no contiene a los instintos.

Después de describir el inconsciente personal, Jung añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de las demás: el inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y que compartimos. Aun así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos, especialmente los emocionales.

Jung diferencia cuatro niveles en el inconsciente colectivo. El primer nivel es el inconsciente individual: sólo los recuerdos individuales forman parte de él. Jung añadió tres niveles más. Los miembros de la misma familia tienen muchos símbolos comunes en su lenguaje y comportamiento. Este grupo común de símbolos forman parte del segundo nivel: el inconsciente familiar. El tercer nivel es el inconsciente social o cultural, común a los individuos que comparten la misma cultura. Finalmente, en el cuarto nivel, se sitúa el inconsciente colectivo primordial. Contiene las ideas y símbolos más generales de la humanidad, tales como el miedo común a la oscuridad, los instintos, etc. En este inconsciente global, hay alguna estructura que evoluciona desde su inicio.

El Yo se situaría en los límites entre la conciencia personal y el inconsciente personal. Según su teoría, este último, estaría conformado por los complejos mientras que el inconsciente colectivo lo estaría por los arquetipos, Jung siempre vio una relación funcional muy estrecha, pues concebía los complejos como personificaciones de los arquetipos.

Jung derivó su teoría del inconsciente colectivo de los fenómenos psicológicos que encontró en la psique de sus pacientes que no podían ser explicados en base a la experiencia personal, fruto del olvido o de la represión. Descubrió además, que varios de estos contenidos guardaban similitudes con temas mitológicos y religiosos del pasado cultural de los pueblos, sin que hubiera una referencia individual que los explicara. Esto le llevó a pensar que se trataba de la influencia de componentes colectivos que podían manifestarse, de manera simbólica, en eventos especialmente intensos de la vida de los individuos.

No me centraré en la psicoterapia de Carl Jung aunque comentaré que hay tres escuelas en la psicología analítica,  la clásica,  la evolutiva y el arquetipo. La clásica, sin dejar de evolucionar, ha tendido a mantenerse, no muy alejada, de los planteamientos de Carl Jung.

La sincronicidad es el término elegido por Carl Gustav Jung para aludir a “la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal”. “Así pues, emplearé el concepto general de sincronicidad en el sentido especial de una coincidencia temporal de dos o más sucesos relacionados entre sí de una manera no causal, cuyo contenido significativo sea igual o similar”. Para evitar malentendidos lo diferenciaré del término sincronismo, que constituye la mera simultaneidad de dos sucesos ( Jung  C., 2004). “Los encuentros sincronísticos, es decir, los encuentros que permiten que ciertas personas, creadores y obras surjan en nuestra vida en momentos determinados, adquiriendo un valor simbólico de transformación” (Vezina, J.F., 2007).

“Esa coincidencia señala las transformaciones de la persona, de ahí el valor simbólico de la sincronicidad” (Vézina,J.F., 2007).

“Se trata de descubrir que un acontecimiento puede transformarnos. En el ejemplo de la paciente de Jung, el famoso escarabajo contribuye a desbloquear su terapia. La sincronicidad es pues un acto de creación en el tiempo y supone un cambio, una transformación” (Vézina, J.F., 2007).

“El inconsciente colectivo muestra signos sutiles y un tempo sincronístico que pueden conducir a un encuentro significativo”(Vézina, J.F., 2007).

“Cuando desaparece de nuestra vida una persona muy importante para nosotros, adquiere una condición divina. Al final de una relación, la gran carga afectiva está a menudo marcada por la presencia de señales sincronísticas. Ya no nos vinculamos con la persona real, sino con la imagen que hemos creado a partir de ese (otro) que está enraizado en las fuerzas del inconsciente colectivo” (Vézina, J.F., 2007).

Más adelante explico que de las imágenes de ese otro como fuerza del inconsciente colectivo, es en realidad lo que llamo, lo imaginario transmaterial.

Jung escribe que es de los arquetipos y del inconsciente colectivo de donde surge la sincronicidad con el sujeto. En mi opinión este concepto es más complejo y no son los arquetipos o constelaciones arquetípicas los que influyen en la sincronicidad de una manera estática, sino que estas fuerzas del inconsciente colectivo son dinámicas y complejas,  portadoras de un sistema de lenguaje y de una forma de vida que atraviesa la mente, el tiempo y la materia. Sobre los arquetipos y el inconsciente colectivo, yo los denominaría energía transmaterial. Serían muy similares a la memoria de la nube de internet y su comportamiento es muy semejante a las redes de internet que se encuentran interconectadas con el individuo, con la materia y los eventos. Es muy difícil encajar la influencia de un arquetipo porque sería estancar una visión que ocupa un campo muy amplio.  Propongo revisar el pensamiento de Jung.

No son los arquetipos ni los dioses, quienes crean las sincronicidades, porque de haber sido  así, entonces tendría un carácter religioso y no personal. Las sincronicidades surgen con las emociones, los pensamientos y la imagen subyacente del sujeto, con la energía transmaterial que es muy elástica o flexible y lo más probable es que tenga su propio sistema complejo. Comparo esta energía a un sistema similar a la memoria nube de internet con muchos bytes de información con autonomía e inteligencia propia, que se nutre del estado psicológico del individuo como una forma más de vida. Puede que tenga una capacidad de memoria muy alta con una inteligencia elevada debido a su poder de guardar información, de traspasar el tiempo, el futuro y la materia. Se comunica con los individuos que son sensibles a los eventos sincronísticos y de una manera similar a un sistema de retroalimentación como si fueran redes neuronales. Esto es una hipótesis amplia para evitar conceptos cerrados y dejar un campo abierto e imparcial para futuras investigaciones. Más allá de la visión del arquetipo junguiano, yo recomiendo que se debiera indagar desde los tres pilares siguientes como la teoría general de los sistemas, fundada por Ludwig von Bertalanffy, la teoría de la información y la cibernética.

Por eso incluyo la sincronicidad en el psicoanálisis de Lacan acerca de la carencia, el deseo, el desplazamiento, la sublimación y la introyección, es decir lo real con esas emociones, instintos, pulsiones que no se pueden describir. Lo imaginario, cuando se estructura la imagen del Yo, coincide con la sincronicidad personal, con las imágenes cargadas de señales y símbolos o, con las imágenes del imaginario transmaterial, en el pensar y sentir con las imágenes sobre las que influye y con las que se retroalimenta mutuamente en el sujeto. De la triada, pasaría a la tétrada. Falta este elemento que es lo imaginario transmaterial que interviene en el sujeto a través de los sucesos sincronísticos.

El imaginario de la energía transmaterial coincide en lo real, lo imaginario y lo simbólico. Se hace más complejo al incluir la semiótica en la sincronicidad. ¿Cómo interpretar el significante con el significado que surgen en el imaginario transmaterial? ¿cuál y qué connotación adquieren estas sincronicidades en el individuo de acuerdo a su realidad simbólica y entorno cultural? ¿Cómo se construirían los paradigmas de señales sincronísticos y cómo configurar como sintagmas por tal de estructurar la sintaxis del lenguaje sincronístico y psicológico? ¿Qué comunica la sincronicidad de acuerdo al estado de lo real y lo imaginario del sujeto? ¿Existe algún discurso o intención subyacente de alguna identidad no ubicable que relaciona con el sujeto en el imaginario de la energía transmaterial?

El término significante se utiliza en la lingüística estructural y en la semiótica para denominar aquel componente material o casi material del signo lingüístico y que tiene la función de respaldar  el significado (representación mental o concepto que corresponde a esa imagen fónica). En la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan, para quien el inconsciente está estructurado como un lenguaje, este concepto juega un papel central.

Si para Ferdinand Saussure los significantes eran palabras, para Lacan no sólo las palabras, sino también los objetos, las relaciones y los síntomas pueden ser vistos como significantes.  Un significante es tal cosa cuando ha sido inscrito en el orden de lo simbólico. Solo en este orden el significante puede adquirir un sentido, un significado que se va estableciendo a través de la relación con otros significantes y del contraste de sus diferencias y similitudes.

Por eso, al investigar la estructura de significante y significados en el imaginario transmaterial, desempeña un factor importante y clave en el estudio de la psique del sujeto y su relación con el lenguaje sincronístico.

Desde mi experiencia personal descubrí que la sincronicidad utiliza un lenguaje, una estructura, para trasmitir o comunicar  un mensaje o mensajes con figura retórica, como es el caso de la metáfora, metonimia y paradojas. Lo real y lo imaginario converge con lo imaginario transmaterial estructurado como un lenguaje cargado de mensaje con figura retórica. La tétrada, entonces, adquiere un nudo complejo, dinámico y flexible que se conjugan entre sí. Que componen los cuatros elementos como lo real, lo imaginario, lo imaginario transmaterial y lo simbólico, que determina, este último, el orden y la mirada del sujeto.

El cerebro ya no es una estructura ni una caja cerrada, sino que lo imaginario transmaterial confluye y construye decisivamente en el individuo, sea en la personalidad, emociones, pensamientos e ideas de una manera más compleja. El individuo no es un ser aislado con la triada en el mundo de la realidad en que vivimos, porque lo imaginario transmaterial forma parte de su psique.

 

Conclusión

El psicoanálisis de la tétrada rompe el concepto de la visión reduccionista, estática y material, para ser un sistema más complejo en la formación del individuo. Refuerza y valora la existencia de otras realidades subyacentes que configuran al individuo tal y como lo menciono, lo imaginario transmaterial y sus redes que se encuentran interconectados como un gran sistema altamente complejo y no ubicable.

El psicoanálisis de la tétrada es un campo abierto a la investigación, pues se necesita trabajo de campo, trabajo de equipo multidisciplinar, metodología de investigación y recopilación de datos para constituirse como una escuela futura. Este articulo  sería solamente el punto de partida.

 

Referencias bibliográficas

Jung, C.G., (1952), La dinámica de lo inconsciente, en Obras completas, VIII. Madrid, Trotta S.A, 2004, pp. 436-489

Leader, D., (1995), Lacan for beginners, trad. Leandro Wolfson, Buenos Aires, Era Naciente SRL, 2008, pp. 22-61

Vézina, J.F., (2007), La sincronicidad en los encuentros que nos transforman, Barcelona, Obelisco, S.L., pp 18-63

 

Resumen

En este trabajo se desarrolla una  mirada  nueva y contemporánea del psicoanálisis renovando el concepto de la triada lacaniana y revisando la teoría de Carl Jung acerca de los arquetipos y la sincronicidad. Ambas visiones se encuentran muy dicotomizadas. El autor trata de integrar los conceptos de Lacan y Jung, pero con una visión más interpretativa y actualizada que facilite un campo de investigación científica y un terreno fértil en el que profundizar este material y precisar lagunas que todavía quedaran por investigar en el futuro.

Palabra clave: sincronicidad, tetráda, Jacques Lacan, psicoanálisis

 

Abstract

In this work, it is developed a new contemporary look about psychoanalysis, renewing the concept of the triad Lacanian and reviewing the theory of Carl Jung on synchronicity and the archetypes. Both regards are dichotomized. It tries to integrate the concepts of Lacan and Jung, but with a further interpretative and updated outlook to achieve scientific and investigation field and a productive land to deepen this subject and specify gaps that are still uninvestigated but can be a future object of study.

Keywords: Synchronicity, tetrad, Jacques Lacan, psychoanalysis

 

Pedro Villanueva G.
Graduado en  la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro, La Habana (Cuba).
Estudios en la facultad de filosofía e historia en la Universidad de la Habana.
Gestor de proyectos culturales.
Co fundador del Centro Cultural en la municipalidad de Punta Arenas. Chile.
pedrovilla74@yahoo.com