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En un escrito reciente postulé que en la mayor parte de los trabajos que tienen como tema el constructo mentalización, o que han sido escritos desde ese enfoque, es posible advertir que la capacidad de mentalizar es considerada con independencia de otros procesos psíquicos que tienen lugar en el funcionamiento mental normal y patológico y que han sido detenidamente estudiados en el campo psicoanalítico (Lanza, 2016).

Así, por tomar un ejemplo particularmente elocuente, la conceptualización que hace Peter Fonagy de los sueños como modos del mentalizar deja de lado toda una serie de procesos que poseen la mayor importancia en el funcionamiento mental, como así también un conjunto de conceptos que son centrales en la teoría psicoanalítica (Lanza, 2012).

No obstante, considero que entre un enfoque y otro existen una serie de solapamientos y muchas complementariedades, por lo que considero de la mayor utilidad intentar una integración entre los mismos. Ésa fue la propuesta que expresé en el trabajo citado en primer término, en el que propuse un modelo integrador que ahora deseo retomar para aplicarlo en el campo clínico, más concretamente en el ámbito de la evaluación previa al comienzo de un tratamiento. A tal efecto, analizaré con cierto detalle dos episodios del Método para el Estudio de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI), instrumento que fue diseñado en el contexto de la teoría de la mentalización (Lanza y Bilbao, 2012), del cual pueden extraerse conclusiones referidas a la capacidad de mentalizar del entrevistado, como así también inferencias sobre las otras variables presentes en el modelo integrativo.

En lo que sigue, resumo en primer término el modelo integrativo y los seis pasos del método para su aplicación clínica. A continuación explico brevemente las características del MEMCI, tras lo cual analizo con cierto detalle dos episodios de un protocolo obtenido en una investigación.

 

Un modelo integrativo para la mentalización

Como puede verse en el gráfico que figura a continuación, el modelo tiene como andamiaje los tres vectores del esquema vincular, representados por las tres flechas que unen el self y el objeto: el deseo o acción que parte del self hacia el objeto, la respuesta de éste −según es interpretada por el self, por medio de la Función Interpretativa Interpersonal− la reacción del self ante la respuesta del objeto, que incluye una emoción y una acción (Horowitz, 1997).



El primer vector (deseo) deriva de algunos de los sistemas motivacionales del self (de apego, sensual-sexual, narcisista, etc.) (Bleichmar, 1998) y es evaluado por un mecanismo que deja pasar algunos de los deseos y veda el ingreso de otros en función del juicio de la instancia crítica (Superyó). En este último caso nos encontramos con una defensa que impide la acción de la mentalización dirigida hacia el self, que tiene como uno de sus objetivos la identificación de los propios deseos (Lanza, 2010).

Por lo demás, dichos deseos conllevan la anticipación del modo en que el otro responderá a la exteriorización de los mismos. Lo que en el gráfico figura como “anticipaciones de respuesta”. Estas anticipaciones pueden basarse en un buen funcionamiento de la mentalización, que permite construir un modelo adecuado de la mente del otro (Fonagy, 2006; Fonagy y Target, 1997), o en la activación de modelos self-otro, presentes en el interior del self (Kernberg, 1977; Horowitz, 1991), que pueden no tener relación con las características efectivas del interlocutor de que se trate. En estos casos suele proyectarse un objeto interno en la persona del otro, con lo cual queda puesta fuera de juego la mentalización. Esta alternativa queda reflejada en el gráfico con la expresión “Mentalización o proyección”.

Cuando se produce la exteriorización del deseo y el otro responde a ella de alguna forma, esta respuesta es evaluada por la Función Interpretativa Interpersonal (FII) (Bateman, y Fonagy, 2004). En función de esa evaluación tiene lugar una u otra emoción, que impulsa hacia una acción determinada (segundo y tercer vector, respectivamente). Por su parte, la FII puede trabajar de un modo mentalizado, interpretando adecuadamente la respuesta del otro en función de sus estados mentales efectivos, o puede proyectar un objeto interno que no se corresponda con la realidad de ese otro.

Es importante aclarar también que dicha Función Interpretativa Interpersonal actúa de modo diferente e interpreta de modo también distinto, según sea el estado mental predominante, el sistema motivacional activado o el estado del self movilizado (cf. en el gráfico, recuadro inferior), lo que implica una situación diferente y un interlocutor vivido de un modo distinto (Lanza, 2014).

Cuando la interpretación está comandada por la proyección de un objeto interno, es habitual que adquiera pleno crédito para el sujeto, esto es, que se active el modo de equivalencia psíquica (Fonagy et al., 2002). En esta interpretación es posible también diferenciar dos modos de funcionamiento mental: el modo egocéntrico, en el que el sujeto supone que las acciones y estados mentales del otro tienen que ver primordialmente con él, y los interpreta en base a los esquemas self-otro ya mencionados, y el modo descentrado, en que el sujeto no es autorreferente como en el modo egocéntrico, sino que puede advertir que las actitudes o estados mentales del otro tienen que ver con cosas que le pasan a ese otro.

El tercer vector tiene que ver con la reacción del self a la respuesta/acción del otro, interpretada por la FII. Según sea esa interpretación, así será la emoción y la acción que de ahí se sigan. La emoción puede ser adecuadamente mentalizada (mentalización de la afectividad) o caer bajo una defensa que impedirá su desarrollo, la mantendrá inconsciente, la desplazará sobre otra escena, etc. Por último, surgirá una acción que puede tener grados variables de mentalización, o carecer de ella, como en las acciones impulsivas.

Otros componentes del modelo son: el superyó (compuesto por el ideal del yo, la instancia crítica y la instancia autoobservadora) (Freud, 1933 [1932]) y las diversas defensas, que pueden recaer sobre los deseos, las emociones o el mismo superyó. Pueden también comandar el funcionamiento de la FII (como en el caso de la proyección).

Finalmente, el modelo se completa con lo que atañe a los estados mentales (Horowitz, 1987; Lanza, 2014), la imagen y el sentimiento de sí (Kohut, 1971) y las identificaciones y los roles que el sujeto adopta en los vínculos interpersonales (Horowitz, 1991).

Querría ahora sintetizar, brevemente, el método que propongo para analizar un material clínico a partir de este modelo, a los efectos de llegar a una formulación del caso (o, mejor dicho, al núcleo de la misma, ya que dicha formulación incluye también otras variables que no incluyo en lo que sigue).

Dicho método consta de seis pasos:

1) En el primer paso se buscan identificar las escenas en las que tenga lugar una relación interpersonal, a los efectos de detectar en ellas el esquema vincular que se despliegue en las mismas. Como fue dicho, este esquema se compone de tres vectores (alguno de los cuales puede faltar en el relato): el deseo del sujeto; la acción/respuesta del objeto; la reacción del self a dicha respuesta.

2) Una vez establecido dicho esquema, se trata de ahondar en las características atribuidas al objeto, al vínculo entre el self y el objeto y a la complementariedad eventual entre los roles de uno y otro (por ejemplo: objeto idealizado narcisizante, self necesitado de reconocimiento y narcisización).

3) A continuación se busca profundizar en el sentimiento de sí del entrevistado. Junto a ello es importante determinar la posición subjetiva del protagonista, su identidad, sus estados mentales y el rol que detenta en cada situación relatada. El establecimiento de estas variables suele permitirnos comenzar a determinar si nos movemos en el terreno de la libido de objeto o del narcisismo, como así también parece ser el sistema motivacional activado (este dato se encuentra muchas veces en el punto 1).

4) Tras ello, se busca identificar las emociones predominantes, el modo en que son tramitadas y la lógica de su surgimiento según la dialéctica vincular en juego y los roles respectivos (desde roles distintos pueden surgir emociones diversas, como así también variar su tramitación).

5) A continuación se intenta determinar las defensas en juego, así como aquello que las activa y aquello de lo cual defienden. En ocasiones es también posible determinar el conflicto interpersonal o intrapsíquico que se encuentra en la base de las mismas. Cuando no hay procesos defensivos activados, se busca identificar el modo de la regulación emocional.

6) El último paso supone determinar si las respuestas a las preguntas han sido dadas desde el modo autocentrado, o desde el modo descentrado. Junto con ello se busca identificar con claridad el grado de procesamiento mental de que es capaz el entrevistado, así como la capacidad de mentalizar que posee, referida tanto a las propias emociones, pensamientos y motivaciones, como a la mente del otro.

Esta diferenciación entre “procesamiento mental” y “mentalización”, alude a la diferenciación entre “mentalización transformacional” y “mentalización reflexiva”, respectivamente (Lanza, 2013). A lo largo de este recorrido se van buscando y estableciendo correlaciones entre las variables señaladas.

 

El Método para el Estudio de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI)

La evaluación por medio del MEMCI se lleva a cabo a partir de requerir al paciente o entrevistado, que relate episodios vinculares con personas significativas de su medio social o familiar. De este modo, puede utilizarse en el transcurso de las entrevistas iniciales de la psicoterapia, particularmente cuando se le pregunta al consultante por su familia y por las personas que son importantes para él en su vida de relación. Respecto a cada una de estas personas se le puede pedir que relate dos episodios vinculares, sobre los cuales se le hacen una serie de preguntas para estimular (y evaluar) su funcionamiento mentalizador (cf. los dos episodios transcriptos en la siguiente sección).

Es posible utilizarlo también en el ámbito de la investigación, en cuyo caso se solicita la narración de al menos diez episodios vinculares (Lubosrky y Crits-Christoph, 1998). En cualquiera de estas modalidades −y para cada uno de los episodios vinculares relatados− es importante contar con un relato lo más completo posible en lo que hace a sus parámetros centrales, por lo que es necesario requerir del sujeto que éste refiera:

1) ¿qué fue lo que sucedió?
2) ¿quién era la otra persona con quien estaba?
3) algo de lo que la otra persona dijo o hizo y algo de lo que el entrevistado dijo o hizo.
4) ¿qué pasó al final?
5) ¿cuándo ocurrió el hecho?

Se trata de que el evento relatado haya sido vitalmente importante para el sujeto. De igual forma, es importante estar atento a la denominación espontánea que el consultante realice de su rol y del rol del otro (por ej., el paciente puede catalogarse como rebelde, ante un otro caracterizado como dominante). Cuando tal cosa no ocurre, resulta útil solicitar o inferir dicha caracterización de rol (o ayudar al paciente a realizarla), especialmente en aquellos esquemas relacionales que se revelan como particularmente significativos en la vida y en la problemática del paciente (Horowitz, 1987, 1991, 1997).

 

Material clínico

Episodio I

Estuve tres años saliendo con un chico inglés. Le conocí en un bar durante un viaje de trabajo de él. Comenzamos una relación que se mantenía, para salvar la distancia, por teléfono o mensaje de texto y cada tres o cuatro meses él venía a Argentina. Cuando estaba aquí, realmente disfrutaba de su compañía y nos sentíamos muy a gusto juntos. A medida que el tiempo fue pasando, empezamos a hablar de que uno de los dos se mudara. Como él es fotógrafo, en principio decidimos vivir en Inglaterra. Si bien decía que quería que me mudara allá, cada vez que tenía que concretar un alquiler, algo pasaba que impedía concretar la operación. Cansada de esperar que la situación cambiara y dada la poca seguridad que ofrecía, decidí continuar con mi vida, me mudé de departamento y me compré un perro. Nuevamente tenía una hipoteca y una mascota, por lo cual, si él quería estar conmigo, debería mudarse aquí.

1) ¿Por qué razón actuaste como lo hiciste, qué necesidades o deseos o intenciones te llevaron a actuar de esa manera?
Simplemente me había cansado, fueron muchas veces las que me decía que ya estaba todo resuelto, que pronto estaríamos juntos y luego pasaba algo, siempre ajeno a “responsabilidad”, por lo cual debía empezar con toda la búsqueda de nuevo. Necesitaba hacer un cambio, tener un objetivo nuevo en que ocuparme, algo que me atara a estar aquí y no poder irme.

2) ¿A qué atribuiste en ese momento la conducta o actitud de la otra persona (la causa o razón)?
En principio pensaba que tenía mala suerte. Cuando me contaba lo que estaba a punto de lograr, le ponía tanto énfasis que me entusiasmaba. Luego comencé a pensar que no tenía capacidad de resolución, que los problemas se le presentaban y no sabía resolverlos, y tampoco tenía la capacidad de preverlos. Finalmente entendí que él no quería asumir una relación.

3) ¿Qué creías en ese momento que esa persona:
a) sentía en esa situación?
Creo que se sentía presionado por mí para avanzar en una relación para la cual no estaba preparado.
b) pensaba en esa situación?
Creo que él quería ofrecerme el mismo nivel de vida que yo llevaba aquí y no estaba a su alcance alquilar algo similar a mi departamento, pero nunca podía. Muchas veces sentía frustración en su voz cuando me daba la mala noticia.

4) En ese momento ¿Qué:
a) sentimientos tuviste en esa situación?
Me sentía frustrada y muy angustiada, lloraba mucho, era desilusión tras desilusión, lo cual me deprimía.
b) pensamientos tuviste en esa situación?
Pensaba que no era justo que Dios no me diera la oportunidad de ser feliz con la persona que amaba. Que él no tenía la capacidad para saltar obstáculos y mucho menos la intención de tener una relación de convivencia continua.

5) ¿Qué hiciste con tus sentimientos, cuánto tiempo duraron, cómo los resolviste?
Me apoyé en amigas y en mi psicóloga. Dado que no sabía cómo era su vida allá, armaba posibles escenarios de situaciones y trataba de convencerme de que no era su culpa, sino la mala suerte. Mis sentimientos duraban uno o dos días, luego volvía a la normalidad.

6) Ahora (respondidas y explicadas las preguntas anteriores), si mira hacia atrás y observa con cierta distancia la situación que se dio en la relación entre ustedes: ¿A qué atribuye ahora que esa persona actuara del modo en que lo hizo?
Creo que tenía miedo de no poder darme el mismo nivel de vida que llevaba aquí.

7) ¿Qué cree ahora que esa persona:
a) sentía en ese momento?
Creo que me quería, que se sentía frustrado.
b) pensaba en ese momento?
Creo que la situación lo sobrepasaba. Pensaba en todas las situaciones económicas que si llegaran a presentarse él tampoco podría afrontar.

8) ¿Qué cree ahora que usted:
a) sentía en ese momento?
Sentía la necesidad de creer.
b) pensaba en ese momento?
Pensaba que él era un inútil, que tenía poca capacidad de resolución, que no se arriesgaba ni buscaba alternativas. En ese momento le planteaba diferentes alternativas para seguir adelante, dado que a mí me resulta fácil prever problemas o resolverlos.

9) Imagine que una tercera persona los hubiera estado observando, ¿de qué modo cree que dicha persona hubiera entendido e interpretado lo que estaba sucediendo entre ustedes?
Creo que muchos pensaron que le estaba poniendo muchas expectativas a una relación a distancia.

10) En la situación que ha narrado, trate de identificar su rol y el de la otra persona.
Mi rol era pasivo. Como la decisión era vivir en Londres, dependía de que Andy resolviera las cosas. El rol de él era manipulador, tratar de conservar la relación en el tiempo sin que esta cambie.

Análisis

1. El esquema vincular parece ser: deseo de vivir con el novio (estar juntos), este no consigue departamento y no concreta esa posibilidad, Vanesa, la paciente, se siente desilusionada y frustrada. Su acción consiste en mudarse y comprar un perro, como una forma de continuar con su vida. Los sistemas motivacionales son: sensual-sexual, de apego.

En relación al deseo expresado de convivir, llama la atención que en la respuesta a la pregunta 1 refiera que, cansada de esperar, decidió hipotecarse para comprar un departamento y mudarse “(…) algo que me atara a estar aquí y no poder irme”. Esta forma de cerrar la posibilidad de ir a Londres en caso de que él consiguiera finalmente departamento, hace pensar en dos alternativas:

a) obligarlo a que sea él quien venga a vivir aquí si es que quiere estar junto a ella, que es lo que Vanesa expresa en forma manifiesta (“…si él quería estar conmigo, debía mudarse aquí”);

b) un movimiento contrario al deseo manifiesto, movimiento consistente en no querer irse con él. La respuesta a la pregunta 9 se encuentra tal vez en esta línea, cuando la entrevistada dice “(…) muchos pensaron que le estaba poniendo muchas expectativas a una relación a distancia”, ya que parecería proyectar en los otros un descreimiento respecto a la viabilidad de la relación. Al respecto dice en 8a “sentía la necesidad de creer”, que no es lo mismo que “creía” y que puede ser la contrapartida de “descreía”.

2. Objeto, vínculo, roles: El objeto es caracterizado de varias maneras diferentes, así como la razón de que no consiga departamento. Básicamente podemos dividirlas en cuatro caracterizaciones: a) la mala suerte; b) la inutilidad del novio, su poca capacidad de resolución de los problemas, por lo que la situación lo sobrepasaba; c) su deseo de ofrecerle el mismo nivel de vida que ella tenía acá, cosa que no estaba a su alcance; d) su falta de intención de una relación de convivencia continua, a pesar de que la quería.

La razón de ser de esta multiplicidad se debe al decurso temporal, como con tanta claridad expresa Vanesa en la respuesta a la pregunta 2: “En principio pensaba que tenía mala suerte, cuando me contaba lo que estaba a punto de lograr le ponía tanto énfasis que me entusiasmaba. Luego comencé a pensar que no tenía capacidad de resolución, que los problemas se le presentaban y no sabía resolverlo, y tampoco tenía la capacidad de preverlos. Luego finalmente entendí que él no quería asumir una relación”.

Vale decir, a medida que transcurre el tiempo y una y otra vez él no consigue el objetivo, la manera en que Vanesa interpreta dicha falta de resultados va variando. Pero en todos los casos la entrevistada se ubica en un rol pasivo, desde el cual espera que sea el novio quien resuelva, a quien le cede el rol activo. Es a él a quien le endilga la responsabilidad de concretar el vivir juntos y a quién cuestiona porque no lo logra.

La pasividad también aparece en la respuesta a 4b: “Pensaba que no era justo que Dios no me diera la oportunidad de ser feliz con la persona que amaba”, ya que le atribuye a Dios la posición activa, a la vez que lo inculpa −también a él− por no darle la oportunidad que ella espera.

Por lo demás, llama la atención que en la respuesta a la pregunta sobre el rol de ambos, el que lo defina como “manipulador”, adjetivo que no concuerda con las anteriores caracterizaciones y que no está claro cómo incluir en la dimensión temporal mencionada, ya que podría haber estado presente desde el comienzo. De todos modos, dicha adjetivación supone la atribución al novio de una doble intención, o de un intento de manejo y/o engaño, haciendo creer que buscaba una solución para estar juntos, mientras que en realidad quería “conservar la relación en el tiempo sin que esta cambie”. El rol complementario de ella es la de crédula e ilusionada, esperanzada en que él iba a encontrar un lugar para que pudieran vivir juntos. En otros momentos el rol de él es el de inútil y el de ella el de aquella que plantea diferentes alternativas para seguir adelante y a quien le resulta fácil prever o resolver problemas. Un cuarto par de roles complementarios es aquél en donde ella se define como ilusionada y deseosa de concretar la relación, viviendo juntos, mientras que define al novio como falto de intención de una convivencia.

Los roles complementarios presentes en relación al novio, son, entonces:
­ Pasiva y esperando/Activo y cargando con la responsabilidad de concretar
­ Ingenua, crédula/Manipulador
­ Capaz de prever y resolver problemas/Inútil
­ Deseosa de concretar la relación/Falto de intención de convivir

3. Imagen de sí: Vanesa se define, por un lado, como proactiva, planteándole al novio distintas alternativas, ya que a ella le resulta fácil prever o resolver problemas, mientras que a él no. Parece haber una actitud competitiva hacia el novio, al que tilda de inútil mientras ella se ubica como siendo capaz de resolver lo que él no puede resolver.

Por otro lado, la mayor parte del tiempo se sitúa en un rol pasivo, a la espera de que él resuelva activamente. En otros momentos −como fue dicho− se caracteriza como crédula, con deseos de creer, esperanzada, ilusionada en que podrían llegar a convivir.

4. Los sentimientos que experimenta son: «Me sentía frustrada y muy angustiada, lloraba mucho, era desilusión tras desilusión, lo cual me deprimía». Si relacionamos esta respuesta con la caracterización de roles que hemos llevado a cabo en 2, podríamos decir que los sentimientos mencionados surgen tanto desde su rol de crédula (frustrada), como desde su rol de deseosa de vivir juntos (desilusionada), a la vez que se ven favorecidos por su rol pasivo.

En cambio, desde su rol de “capaz de prever y resolver problemas”, correlativo del de “inútil”, el sentimiento podría ser de superioridad, en el contexto de un vínculo de competencia. Este vínculo competitivo podría relacionarse con la hostilidad indirectamente manifestada al tildar al novio de “manipulador”, ya que dicha atribución no es llevada a cabo desde una postura “amorosa” hacia él, sino que supone un sentimiento hostil.

A los sentimientos expresados manifiestamente por ella, agregaríamos entonces los sentimientos inferidos: superioridad, hostilidad (que tienen una clara afinidad). [sobre el procesamiento de las emociones, cf. punto 6)].

5. Defensas: no aparece con claridad una defensa en juego, a menos que supongamos que, efectivamente, Vanesa descreía de la posibilidad de concretar la relación. Esta alternativa (conjetural) podría relacionarse con el hecho de atarse y no poder irse (respuesta a pregunta 1, siendo que posiblemente él necesitara vivir en Londres debido a su profesión, lo que hablaría de un deseo de no convivir con él.

Si consideramos como plausible la existencia de este deseo, veríamos, entonces, tres defensas en juego. Una de ellas consiste en la sobreinvestidura del deseo contrario (de convivir), manifestado reiteradamente en su relato y en sus respuestas. Esta sobreinvestidura sería la forma mediante la cual queda reprimido su deseo de no convivir. Otra defensa la encontramos en la proyección de la responsabilidad en el novio, junto con la atribución del rol activo, mientras ella se ubica en el rol pasivo. De este modo, se facilita la puesta en acto del deseo (conjeturado) de no convivir, ya que, de no haberse instalado en ese rol, Vanesa podría haber adoptado otras actitudes, llevada por su deseo amoroso. Entre otras, la de ir a Londres para buscar junto con él (dada su capacidad para resolver problemas), en lugar de quedarse esperando pasivamente y endilgándole al novio toda la responsabilidad de conseguir un lugar.

Por otro lado, siempre desde la misma suposición, podríamos conjeturar que lo que predica de él, esto es, que expresa manifiestamente un deseo de convivir, mientras que en el fondo “no quería asumir una relación”, podría ser visto como una proyección de lo que ocurría en ella.

Si nos preguntamos por la razón de ser de este (supuesto) no querer asumir una relación, podríamos apelar a lo mencionado en 4, esto es, a los sentimientos de competencia y hostilidad hacia el novio que, entonces, podríamos considerar que interfieren con un deseo amoroso de estar junto a él, y lo hacen fracasar.

6. Procesamiento mental y mentalización: en el relato inicial es llamativo que cuando Vanesa se cansa de esperar un hecho que no ocurre (que el novio consiga un departamento para estar juntos) no hace referencia a algún tipo de procesamiento mental de la situación (como algún tipo de duelo, autocuestionamiento, etc.), sino a decisiones de carácter práctico: mudarse y comprar un perro.

Asimismo, cuando se le pregunta por la forma en que lidió con sus sentimientos (pregunta 5), tampoco aparece procesamiento mental alguno, sino la búsqueda de apoyo interpersonal y un intento de autoconvencimiento de que se trataba de mala suerte, lo cual revela el intento de no pensar, apelando a una abstracción impersonal.

En lo que hace a su desempeño mentalizador, podríamos diferenciar las siguientes áreas:

o Motivaciones propias: la respuesta a la pregunta 1 (que inquiere por la motivación) es adecuada, ya que da cuenta de la misma en términos de estados mentales, si bien simple, e indica un buen nivel de mentalización que no supera el término medio.

o Sentimientos propios: las respuestas a las dos preguntas al respecto son interesantes, la primera (4a) muestra que identifica con claridad una gama de sentimientos disfóricos (frustrada, angustiada, etc.). El nivel es levemente superior al promedio en tanto que, no solo identifica y diferencia distintos sentimientos, sino que puede establecer un nexo causal entre algunos de ellos (“…era desilusión tras desilusión, lo cual me deprimía”).

La segunda respuesta (8a) es más simple (“sentía la necesidad de creer”), a la vez que da cuenta del complemento defensivo de la anterior. Vale decir, cuanto más pudiera creer, menos se angustiaría y desilusionaría.

Si conjeturásemos que la hipótesis planteada en los apartados 1 y 5, consistente en que se encuentra en ella un deseo reprimido de no concretar una relación con su novio, es correcta, nos encontraríamos con un resultado paradógico, según el cual una buena mentalización, que solo alcanza al nivel de lo preconsciente, puede coexistir con un profundo desconocimiento por parte del sujeto respecto de un deseo genuino y propio, que permanece inconsciente. Pero como tenemos pocos elementos y no es posible corroborar la hipótesis mencionada, este planteamiento queda en el territorio de lo conjetural. No obstante, esta diferenciación tópica parece poseer la mayor importancia.

o Motivaciones ajenas: La primera respuesta (pregunta 2) que da en este sentido tiene buen nivel, en tanto va cambiando la motivación que le adjudica, en función del tiempo transcurrido y de la no resolución del problema (alquilar un departamento). Pero el nivel no es tan bueno si nos fijamos en los contenidos que varían. Los dos primeros no aluden a estados mentales (“mala suerte”, “no tenía capacidad de resolución”), y sólo lo hace el tercero (“no quería asumir una relación”).

En la segunda pregunta al respecto (6) sí aparece una referencia a estado mental (“creo que tenía miedo de no poder darme el mismo nivel de vida que tenía aquí”), por lo cual es una buena respuesta, plausible, de un nivel medio.

La expresión “creo” con que comienza la frase, da cuenta de que la paciente considera su apreciación como una construcción de su mente, eventualmente falible y no como el reflejo indudable de un hecho. Este es otro indicador de un buen mentalizar. Pero, por otro lado, si la hipótesis sobre el deseo de no convivencia es acertada, lo que dice del novio al respecto en la respuesta a la pregunta 4b (Que él no tenía (…) la intención de tener una relación de convivencia continua), mostraría que la Función Interpretativa Interpersonal está comandada por la proyección y no por un genuino mentalizar.

o Sentimientos ajenos: las respuestas a las preguntas 3 y 7 que indagan dicho aspecto, son buenas, plausibles, de término medio.

Como conclusión de este apartado sobre el mentalizar, podríamos decir que la entrevistada puede aprehender con bastante claridad sus motivaciones y sentimientos, mientras que su desempeño no es tan bueno cuando se refiere a la mente del otro. Esto parece deberse, por un lado, al mecanismo proyectivo mencionado, y por otro, a los sentimientos hostiles hacia el novio que hacen que le atribuya ser “manipulador”, o que indique más una incapacidad en lugar de un estado mental, en la respuesta a la pregunta 2.

El modelo de la mente ajena, en relación con el novio, no logra, entonces, un buen nivel de construcción por la interferencia de la proyección y de los sentimientos mencionados.

Podemos ver, por tanto, las correlaciones entre el nivel de los contenidos (competencia, hostilidad con el novio), sumados al mecanismo proyectivo, y la merma en el nivel de la mentalización. De haber evaluado el episodio solo desde el punto de vista de la teoría de la mentalización, no habríamos podido dar cuenta del por qué de la diferencia entre el rendimiento en el polo mentalización del self y el polo mentalización del otro. Esta es una de las utilidades del modelo integrativo que propongo. Otra utilidad consiste en que nos permite establecer un diagnóstico y focos para el trabajo terapéutico, tema sobre el que volveremos después del análisis del próximo episodio.

Episodio II

Mi papá tuvo un ACV hace cinco años, más allá de la incapacidad motora su carácter se volvió caprichoso y sensible. Hace poco mi mamá me pidió que le comprara una estufa y no quería decirle que era para ellos, para que mi papá no comenzara a presionar para colocarla o pedir que cambie el bidet (no es que este roto, simplemente quiere poner uno con grifo monomando). Entonces me pidió que le dijéramos que era para una amiga, y pasado un tiempo le íbamos a decir que mi amiga ya no la quería y se la quedaban ellos. A menos de una semana mi papá comenzó a decirnos que eso de la amiga era mentira. Nuevamente me vi envuelta en una mentira de mi mamá hacia mi papá.

1) ¿Por qué razón actuaste como lo hiciste? ¿qué necesidades, deseos o intenciones te llevaron a actuar de esa manera?
Es difícil convivir hoy con mi papá. Más allá de que necesitaran una estufa, quería darle el gusto a mi mamá dado que es ella quien está todos los días con él.

2) ¿A qué atribuiste en ese momento la conducta o actitud de la otra persona (la causa o razón)?
Se lo atribuí, más allá que necesitaran una estufa, a que ella quería evitar un montón de pedidos innecesarios que hace mi papá.

3) ¿Qué creías en ese momento que esa persona:
a) sentía en esa situación?
Creo que mi mamá sintió que ella manejaba la situación, dado que antes era al revés, mi papá manejaba el dinero.
b) ¿pensaba en esa situación?
Creo que mi mamá pensó que era la forma más simple de tener lo que quería sin verse envuelta en pedidos o reproches.

4) En ese momento ¿Qué:
a) sentimientos tuviste en esa situación?
Sentí que estaba ayudando a mi mamá a manejar la situación.
b) pensamientos tuviste en esa situación?
Pensé que no iba a pasar nada.

5) ¿Qué hiciste con tus sentimientos, cuánto tiempo duraron, cómo los resolviste?
Mis sentimientos duraron hasta el primer reclamo de mi papá, lo subestimé y comencé a sentir la presión de la mentira.

Ahora, respondidas y explicadas las preguntas anteriores, si mira hacia atrás y observa con cierta distancia la situación que se dio en la relación entre ustedes:

1) A qué atribuye ahora que esa persona actuara del modo en que lo hizo?
Cuando mi papá estaba bien, al trabajar y no estar tan involucrado en los movimientos de la casa, mi mamá podía hacer lo que quería sin mayores explicaciones, ahora que el está todo el día en casa y comprende todo lo que pasa, ella busca la manera de obtener las cosas e involucra a terceros para luego decir que fue idea del otro.

2) ¿Qué cree ahora que esa persona:
a) sentía en ese momento?
Creo que sentía que controlaba la situación, que era la forma más fácil de obtener lo que quería sin tener que dar ninguna justificación.
b) pensaba en ese momento?
Creo que pensaba que ella tenía el poder y que podía decir o hacer lo que quisiera sin que desconfiaran.

3) ¿Qué cree ahora que usted:
a) sentía en ese momento?
Siento que me usó y fui cómplice de una mentira que no era necesaria.
b) pensaba en ese momento?
Creo que mi mama siempre necesita tener a alguien que la apoye en determinadas situaciones, para luego la dejarla expuesta.

4) Imagínese que una tercera persona los hubiera estado observando, ¿de qué modo cree que dicha persona hubiera entendido e interpretado lo que estaba sucediendo entre ustedes?
Creo que justificaría la reacción de mi mamá, dado el carácter de mi papá hoy.

5) En la situación que ha narrado, trate de identificar su rol y el de la otra persona.
Mi rol era de cómplice y el de mi mamá de manipuladora.

Análisis del episodio

1.- Patrón vincular: El patrón vincular comienza con un pedido de la madre de comprar una estufa, pero diciéndole al padre que es para otra persona. Vanesa accede porque quiere darle el gusto a su madre. El padre se da cuenta y les dice que es una mentira.

Los deseos en juego son: un deseo hostil hacia el padre (carácter caprichoso y sensible; respuesta a pregunta 1: “Es difícil convivir hoy con mi papá, más allá de que necesitaran una estufa, quería darle el gusto a mi mamá dado que es ella quien está todos los días con él”; respuesta a pregunta 2: pedidos innecesarios que hace el padre; respuesta a pregunta 9, donde proyecta en los demás un pensamiento propio, según el cual: “Creo que justificaría la reacción de mi mamá, dado el carácter de mi papá hoy”. Ese deseo se combina con un deseo amoroso hacia la madre, que se traduce en unirse en contra del padre, dada la relación hostil y de lucha de poder que tiene lugar entre ambos padres según la visión que tiene Vanesa, tanto de ellos como del tipo de relación que existe entre ambos. Esta unión incluye comprenderla, justificarla y ayudarla a mentirle al padre en la compra de una estufa.

Si relacionamos este episodio con las hipótesis referidas en el análisis del episodio anterior, podríamos preguntarnos si la hostilidad hacia los hombres conjeturada, no es una generalización de la hostilidad hacia el padre, desde una posición de unión con una madre que no tolera el carácter del padre y que mantiene con este una relación también hostil.

2.- Objeto, vínculo, roles: La madre queda caracterizada, por un lado, en relación al padre, por otro, en relación a la entrevistada. El padre queda caracterizado por tener en la actualidad un carácter caprichoso y sensible.

o Relación padre-madre: cuando el padre trabajaba, manejaba el dinero y tenía el poder. Pero no sabía lo que ocurría en la casa, por lo que la madre hacía en ella lo que quería sin dar mayores explicaciones.

Después del ACV, el padre está todo el día en la casa y ve lo que sucede, por lo que la madre ya no puede hacer lo que quiere sin dar explicaciones. Por ello recurre a Vanesa, para mentirle al padre en relación a la compra de una estufa. La madre siente entonces que es ella la que maneja la situación. Desde el punto de vista de Vanesa parece haber entre ambos una lucha de poder y una relación hostil.

o Relación madre-Vanesa: La madre le pide a Vanesa que compre una estufa, diciéndole al padre que es para una amiga, así no intenta colocarla ni pide que se cambie el bidet. Vanesa accede porque quiere darle el gusto a la madre, dado que es ella quien convive todo el día con el padre, cosa que en la opinión de Vanesa es difícil, dado el carácter caprichoso y sensible de éste.

Hay tres momentos en el relato: por un lado, antes de que el padre descubra la mentira y después de que lo haga y la cuestione. A la vez, hay una referencia a un momento aún anterior, previo a que el padre tuviera el ACV. Los roles varían en estos tres distintos momentos.
­ Primer momento:
Padre que tiene el poder del dinero / madre que hace lo que quiere en la casa sin dar explicaciones.
­ Segundo momento:
Padre que está todo el día en la casa / madre que ya no puede hacer lo que quiere y recurre a Vanesa.
Madre que pide a Vanesa que diga una cosa por otra / Vanesa que le da el gusto, pensando que no pasaría nada.
­ Tercer momento:
Padre que dice que le mintieron / Vanesa que siente culpa.
Madre que manipula / Vanesa cómplice de una mentira que no era necesaria.

3.- Imagen de sí, posición subjetiva: la posición subjetiva de Vanesa al inicio (segundo momento) es de aliada de la madre en contra del padre. Se ubica, por tanto, en posición de ayudante de aquélla, sin dar mayor importancia a la mentira y pensando que no pasaría nada. Con posterioridad a ello (tercer momento), después de la crítica del padre, varía su posición y se ubica como hija usada por la madre, como cómplice a su pesar.

Esta situación parece haberse repetido varias veces: “Nuevamente me vi envuelta en una mentira de mi mamá hacia mi papá”, por lo que cabe conjeturar que la alianza con la madre en contra del padre viene de lejos.

4.- Emociones: la emoción que refiere Vanesa como respuesta a la pregunta 8a es la de sentir que fue usada. Podríamos conjeturar también el sentimiento de culpa, posterior a la crítica del padre, que denomina “la presión de la mentira” (respuesta a pregunta 5). El sentimiento de culpa, a su vez, pone en juego una defensa.

5.- Defensas: la defensa principal consiste en la atribución a la madre del rol activo en cuanto a la mentira y el ubicarse ella en el rol pasivo, de haber sido usada por una madre manipuladora. (8a: “siento que me usó y fuí cómplice de una mentira que no era necesaria”), siendo que, en realidad, ella se alió y colaboró activamente con la madre para engañar al padre (rol activo).

Según se ve en la primera parte, Vanesa no se sintió inicialmente usada, sino que se unió a la madre debido a su amor por ella y a la hostilidad hacia el padre (cf. punto 1). Pero más adelante dice que fue manipulada por la madre. Esta defensa se juega en lo interpersonal, mediante una distribución de roles, cediendo la entrevistada la posición sujeto (activo) y ubicándose en la posición objeto (pasiva).

El motor de esta defensa es el efecto que tuvo la crítica del padre, quien dijo que le habían mentido, lo que parece haber activado la crítica del Superyó (5: “empecé a sentir la presión de la mentira”).

Vanesa se defiende de esa crítica ubicándose como alguien que fue usada y atribuyendo la responsabilidad a la madre, a la que llama manipuladora, con lo cual ella queda exculpada. Hay un cierto monto de hostilidad hacia la madre en este momento, −la tilda de manipuladora, dice que la mentira fue innecesaria, lo cual implica una crítica− que va de la mano de lo dicho anteriormente, esto es, de atribuirle ser la causa de que ella sienta la crítica del Superyó y experimente el sentimiento de culpa. Es como si Vanesa le dijera: “tú tienes la culpa de que yo me sienta mal (culpa, presión de la mentira), me has manipulado y me has transformado en cómplice a mi pesar”. Vanesa se desliga entonces de su responsabilidad en la mentira, y la hace recaer plena y exclusivamente sobre su madre. Ella solo ha sido “manipulada”.

Cabe preguntarse si en esta reacción de la entrevistada no interviene también el amor al padre, al cual siente haber traicionado mediante su alianza con la madre. De ser así, ante la crítica de este, no solo habría aflorado el sentimiento de culpa, sino el dolor por ver el malestar del mismo al descubrir que le habían mentido. De esta fuente habría surgido también la hostilidad hacia la madre, y no solo desde su sentimiento de culpa.

Si las cosas fueran de esta forma, veríamos que la relación de Vanesa con su padre no entraña solo un movimiento hostil, sino una moción ambivalente, que alberga tanto el odio como el amor. No obstante, dada la reiteración de las situaciones en que ella fue cómplice de la madre, parecería que lo predominante en la relación con él es la hostilidad.

Y sería entonces esta ambivalencia la que encontramos transferida a su relación con los hombres. En lo que hace a la situación vivida con el novio, el amor a este y el deseo de formar pareja, quedaba interferido, como fue dicho, por la hostilidad. Pero no es que no existiese deseo amoroso alguno.

Por lo demás, es llamativo que la defensa mencionada es la misma que encontramos en el episodio anterior, cuando atribuye la causa del no convivir a la responsabilidad del novio (al que también tilda de manipulador), mientras ella se ubica como la que padece (pasivamente) la no concreción, por parte de él, de esa convivencia. Según la conjetura propuesta en ese momento, en ella quedaba reprimido un deseo de no convivencia, que le atribuía al novio.

La repetición de la defensa de atribuir la posición activa al otro, mientras ella se ubica en la posición pasiva, también en este episodio, parece corroborar la hipótesis construida en base al episodio anterior.

6.- Procesamiento mental y mentalización

o Motivaciones propias: la capacidad de aprehender las propias motivaciones es adecuada, de nivel medio.

o Sentimientos propios: la primera respuesta referida a los sentimientos propios es inadecuada, ya que habla, en realidad, de sus pensamientos (pregunta 4a), mientras que la segunda (pregunta 8a: “siento que me usó y fui cómplice de una mentira que no era necesaria”) es adecuada, pero pobre, apenas término medio.

o Es interesante que el sentirse usada es efecto de la defensa, según fue comentado ya, mientras que quedan ocultos por dicha defensa los sentimientos hostiles hacia el padre y su posición activa −en alianza con la madre− en su contra. La mentalización de los propios afectos se verifica pues de forma adecuada, pero en la superestructura defensiva, sin alcanzar lo que subyace a la defensa. Lo mismo fue posible conjeturar que ocurrió en el episodio anterior, cuando respondió por los sentimientos propios.

o Motivaciones ajenas: la aprehensión de la motivación de la madre es buena en su primera respuesta (pregunta 2), si bien de nivel medio.

o En la segunda respuesta por esta variable (pregunta 6) responde en términos de comportamientos y no de estados mentales (la madre: “…busca la manera de obtener las cosas e involucra a terceros para luego decir que fue idea de otro”). Además de ello, responde de modo egocéntrico, esto es, su respuesta no parece reflejar la aprehensión plausible de las motivaciones de la madre, sino que proyecta en ella la interpretación que ha construido sobre el comportamiento materno, en base a la defensa ya comentada. Sea, en esta respuesta se conjugan entonces: pensamiento concreto, sesgo interpretativo motivado por la defensa.

Vemos, pues, de nuevo que la construcción de un modelo adecuado de la mente ajena, la posibilidad de aprehender de forma plausible sus estados mentales, se ve inhibida por la acción de la defensa y la interpretación tendenciosa que dimana de la misma.

La merma en la mentalización, pues, es efecto de la activación de la defensa, la cual se pone en juego debido a la crítica del superyó, despertada por el cuestionamiento del padre, quien descubre que Vanesa y su madre, unidas en su contra, le han mentido.

Vemos cómo se entrelazan los distintos aspectos que hemos deslindado previamente y cómo gracias a este modelo integrativo es posible una comprensión más acabada y profunda de las fallas en la mentalización que si sólo nos mantuviéramos en el ámbito del mentalizar como tal.

 

Conclusiones

Si tomamos en consideración el análisis que hemos realizado de estos dos episodios −cuya mutua relación queda reforzada por el hecho de que fueron espontáneamente producidos por la entrevistada, uno después del otro y como sabemos, la secuencia de las verbalizaciones espontáneas de los pacientes suelen indicarnos una trabazón más profunda entre ellas− diríamos que un componente clave del conflicto consiste en la hostilidad y rivalidad con los hombres (ya que suponemos que las mismas no se restringen a la relación con el novio).

Este deseo hostil parece ser el que interfiere con el deseo de Vanesa de formar pareja, por lo cual el conflicto se da entre estas dos mociones: deseo amoroso y deseo hostil (derivado de la hostilidad hacia el padre, desde una unión amorosa con la madre), ambos dirigidos hacia los hombres.

Dicho de otra manera, podríamos considerar que la unión con la madre, el deseo amoroso hacia ella y el impulso hostil hacia el padre en primer término, y hacia los hombres en segundo lugar, interfiere con su deseo amoroso heterosexual y con el deseo de formar pareja. Este es el conflicto central de Vanesa según el material que hemos analizado.

A su vez, este conflicto entre deseos se enmarca en tres defensas fundamentales: la represión (del deseo de no convivir), la proyección y la atribución al otro del rol activo, mientras ella se instala en el rol pasivo, con lo cual queda libre de responsabilidad y, al menos en lo que hace a la hostilidad hacia el padre, se sustrae a la acusación del Superyó (sentimiento de culpa).

En relación a la capacidad de mentalizar, cabe consignar que encontramos algunas fallas en la mentalización del otro, debido a la acción de las defensas, que perturban y distorsionan la aprehensión de la mente ajena. No obstante, no parece haber regresión a los modos prementalizados de experimentar el mundo interno, ni déficits primarios en su desempeño mentalizador.

Si la entrevistada comenzase una psicoterapia, tal como le fue sugerido, el foco de trabajo −tomando en cuenta los elementos destacados hasta aquí− debería centrarse en el conflicto mencionado, favoreciendo que la entrevistada (devenida paciente) tome conciencia de él, de las defensas que lo enmarcan y de la relación problemática que mantiene con sus padres.

De todos modos, es necesario agregar que las conclusiones expuestas hasta aquí son parciales y acotadas, ya que se refieren a una única problemática (la dificultad para formar pareja de Vanesa) y a algunos de sus determinantes. Esto se debe a que solo fueron tomados en consideración dos episodios del MEMCI y a que no se llevó a cabo una entrevista (o una serie de ellas), tal como acostumbramos hacer en el quehacer psicoterapéutico o psicoanalítico.

De haber contado con ese material y haber aplicado el modelo integrativo sobre él, seguramente habríamos obtenido una serie de conclusiones más numerosas, elaboradas y fundamentadas. No obstante, el objetivo de este trabajo ha sido solamente ilustrar (aunque sea de modo acotado) la utilidad del modelo integrativo y del método de los seis pasos, para llegar a conjeturas diagnósticas que puedan servir de guía para el trabajo psicoterapéutico.

 

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Resumen

El presente trabajo muestra una de las aplicaciones clínicas posibles de un modelo integrativo que articula mentalización y psicoanálisis. En la primera parte se reseña dicho modelo integrativo y en la segunda se lo utiliza para analizar tres historias de un protocolo del Método para la Evaluación de la Mentalización en el Contexto Interpersonal (MEMCI). El MEMCI fue originariamente diseñado para evaluar la mentalización, las historias que se transcriben permiten advertir con claridad cómo se relacionan las fallas en el mentalizar con mecanismos como la proyección, y de qué manera se articulan los conceptos surgidos del trabajo de Peter Fonagy y colaboradores con otros que pertenecen al ámbito del psicoanálisis.

Hasta el presente, ambos marcos teóricos han permanecido relativamente independientes uno del otro, a pesar de sus solapamientos y las muchas posibilidades que hay de integrarlos. Ésa es la propuesta en este artículo, que busca ilustrar dicha integración en un material clínico concreto: las historias mencionadas.

Palabras clave: mentalización, psicoanálisis, integración.

 

Abstract

This paper shows a possible clinical application of an integrative model which brings together mentalization and Psychoanalysis. In the first part the integrative model is reviewed and in the second part the model is applied to the analysis of three protocol stories using the Mentalization Evaluation Method in the Interpersonal Context. MEMCI was originally designed to evaluate mentalization, the trascripted stories clearly show how failures in mentalization can be related to mechanisms such as projection and how concepts arisen from the work of Peter Fonagy and collaborators articulate with other concepts in the psychoanalysis field.

So far, both theoretical frames have remained relatively independent from each other, regardless of the many overlappings and possibilities to integrate them. That is the purpose of the present paper which seeks to illustrate such integration with a concrete clinical case: the mentioned stories.

Keywords: mentalization, psychoanalysis, integration.

 

Gustavo Lanza Castelli
Psicoanalista,
Psicoterapeuta acreditado por la Federación Latinoamericana de Psicoterapia y el World Council for Psychotherapy,
Presidente de la Asociación Internacional para el Estudio y Desarrollo de la Mentalización,
Vicepresidente de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina,
Director de Mentalización. Revista de Psicoanálisis y Psicoterapia,
Director de la Revista de la Asociación de Psicoterapia de la República Argentina http://www.revistadeapra.org.ar/ ,
gustavo.lanza.castelli@gmail.com
www.mentalizacion.com.ar