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Lombardi, R. (2016),
Formless Infinity. Clínical Explorations of Matte Blanco and Bion,
The New Library of Psychoanalysis, London, Routledge.[1]

 

Ricardo Lombardi, es analista didáctico y supervisor de la Sociedad Psicoanalítica Italiana (SPI) y autor de numerosos trabajos sobre la relación cuerpo-mente, sobre el concepto de tiempo, psicosis y otros trastornos mentales graves.

Formless infinity es una compilación de trabajos aparecidos en diferentes publicaciones psicoanalíticas, realizados entre 2003 y 2014, en los que la experiencia e ilustración clínica tienen un lugar de honor. En su exploración de los estados mentales primitivos, Lombardi se pregunta sobre una serie de cuestiones epistemológicas que lo condujeron a reflexionar sobre el concepto de infinito. Así, profundiza sobre el concepto de inconsciente no reprimido de Matte Blanco, en donde hay un cambio de foco, desde los contenidos de lo reprimido a la forma del funcionamiento mental, como estructura mental. Los planteamientos de Bion y Matte Blanco respecto a las estructuras formales que organizan el pensamiento encuentran un foco de interés común para el analista: el conflicto entre la naturaleza no-espacial y a-temporal del inconsciente (y el abismo sin dimensiones que deriva de él) y los conceptos organizadores de espacio y tiempo. Lombardi descubre vínculos enriquecedores con las ideas de Bion que explican y aclaran conceptos de Matte Blanco, a veces difíciles de comprender. El interés por la matriz-corporal en la construcción de la subjetividad está implícito en el abordaje epistemológico de Bion, que centraba su investigación en torno al nacimiento de las emociones y del pensamiento y trataba de desvincular la relación dual cuerpo-mente de la postura cartesiana que la sostiene.

En el trabajo psicoanalítico a menudo nos encontramos con material psíquico sin forma o contorno. Este tipo de material a veces se manifiesta en forma de sensaciones somáticas concretas en el límite entre cuerpo y mente. Se trata de una experiencia del self relacionada con el cuerpo que funciona simultáneamente como un trasfondo, un requisito esencial para experiencias del self más evolucionadas o desarrolladas. La teoría bi-lógica es un método teórico con el cual se pueden perfilar estos procesos y estados mentales arcaicos parcialmente sin forma. Este libro incluye una revisión de las principales hipótesis de la perspectiva bi-lógica de Matte Blanco, que se centra en la simetrización extrema de los fenómenos mentales que emanan del cuerpo. Las viñetas clínicas ilustran maneras de dar forma gradual al material traumático, previamente disociado y sin forma, a nivel de la mente consciente. De este modo, la capacidad de pensar y reflexionar aumenta y los elementos primarios de la experiencia del self toman vida.

En este libro extraordinario, el interés de Lombardi ?respecto a la importancia de elaborar las sensaciones corporales para desarrollar la dimensión subjetiva? le lleva, junto con Bion y Matte Blanco, a exploraciones alentadoras del inconsciente profundo y de los estados mentales primitivos. Se trata de un libro valioso, rico en material clínico, que ilustra los niveles más arcaicos de funcionamiento en los cuales cuerpo y mente todavía no están diferenciados. Pone especial atención en la importancia de la experiencia corporal y la necesidad de abordarla dentro del encuentro psicoanalítico.

Matte Blanco considera que la senso-emoción es el vínculo que conecta emoción con pensamiento, inconsciente reprimido/consciente, cuerpo/mente. En el primer capítulo Lombardi elabora algunas de las implicaciones de las principales hipótesis de este autor de acuerdo con las impresiones surgidas de la experiencia clínica. El segundo capítulo, Symmetric frenzy and catastrophic change, dedica una particular atención al descubrimiento de la interacción entre el pensamiento de Matte Blanco y el de Wilfred Bion, explorando las conexiones entre la noción de Matte Blanco de frenesí simétrico, es decir, la turbulencia característica de los niveles más profundos del funcionamiento mental, y el concepto de Bion de cambio catastrófico. Para Bion, los vínculos mentales son rescatados del oscuro infinito sin forma. Con el cambio catastrófico, la violencia emocional y la naturaleza limitadora de la representación entran en conflicto y dejan al sujeto preso de una explosividad que paraliza sus recursos mentales. Matte Blanco identifica la indivisibilidad con el abismo en el cual se detiene todo tipo de diferenciación, y basa su modelo en el conflicto entre simetría y asimetría. Sostiene que el infinito está allí donde se desarrollan las primeras formas de mentalización. Tanto Bion como Matte Blanco enfatizan el contraste entre la inmensidad del espacio mental y el orden espacio-temporal introducido por las funciones del pensamiento. El autor presenta material clínico del análisis de un paciente psicótico, remarcando la necesidad de alentar la elaboración del defecto de pensamiento (Bion) y las manifestaciones de simetría “que van apareciendo” (Matte Blanco) para fomentar la activación de los recursos de pensamiento, mientras se pospone la interpretación de la transferencia. Acaba con dos sesiones posteriores, en las cuales el reconocimiento del analista en la transferencia permite al analizado desarrollar su capacidad de contención y de diferenciación asimétrica.

El cuerpo, como punto de partida de la experiencia y fuente originaria de la vida psíquica, se explora en el tercer capítulo, The unfolding of the unconscious body. En el curso del análisis “el camello” tiene que pasar “por el agujero de la aguja”, en el sentido que tiene que convertirse en objeto específico de elaboración mental, aunque no se puede dar por supuesto ningún vínculo entre lo físico y lo mental. Se explora la relación cuerpo-mente a la luz de las hipótesis de Matte Blanco que plantea que, en la mente, están siempre presentes relaciones asimétricas en diferentes proporciones, y que el ámbito de la simetría constituye el inconsciente profundo. En los estados mentales primitivos, el cuerpo puede pasar totalmente desapercibido: tal como le sucedía al Hombre invisible de H. G. Wells, que solo podía ser visto cuando estaba vestido, el cuerpo aparece en el horizonte de la mente solo cuando el pensamiento asimétrico lo enfoca. Tres viñetas clínicas muestran la contribución de la relación cuerpo-mente en la superación de importantes callejones sin salida en el análisis.

El cuerpo como compás para la elaboración psicoanalítica es el tema de The body emerging from the formless infinity. La experiencia senso-perceptiva del cuerpo corresponde a los inicios de un funcionamiento mental autónomo primario. El hecho de ser incapaz de conseguir una relación con su cuerpo, atrapa al paciente en una ansiedad impensable que puede conducirle a la locura y a la muerte. Las percepciones sensoriales que surgen del cuerpo son las primeras expresiones de la conciencia del self y de la existencia mental en pacientes abrumados por un abismo de vacío sin dimensiones, y puede ser el motor para la activación del aprendizaje por la experiencia. Esta perspectiva puede ayudar al analista a catalizar la integración del paciente con sus niveles más profundos de funcionamiento mental. Lombardi presenta algunos momentos culminantes de un paciente psicótico, para el cual el descubrimiento del cuerpo significaba encontrar “el país que nunca existió”, un “país” que podía empezar a existir en un procesamiento analítico que implicaba un contacto con niveles previos a los de proyección e introyección, para dar un lugar a estados caracterizados por aquello que Tustin define como flowing-over-at-oneness. A través de la transformación de la “dureza” de un trozo de hielo al principio de la sesión, a la “suavidad” de una calidez interna, la experiencia del paciente se aproxima a niveles internos que pueden equipararse a los niveles autísticos en los cuales la integración y diferenciación entre órbitas sensoriales (duro/blando, frío/caliente, etc.) juegan un papel conductor central.

Una reseña bibliográfica quizás no es el lugar donde profundizar en la interesante conceptualización de este cuarto capítulo. Aun así, me gustaría seleccionar tan solo una idea: Lombardi, (en la línea de Tustin, Ferrari y Matte Blanco) remarca la insuficiencia de una perspectiva que se limita a la dinámica proyección-introyección y transferencia-contratransferencia, para enfatizar “el impacto simetrizador” que deriva de un abordaje del inconsciente profundo. En realidad, este nivel se caracteriza por un aumento en las proporciones de simetría respecto de los recursos asimétricos y diferenciadores del pensamiento. Abordar la experiencia de indivisibilidad implica abandonar la antítesis externo-interno y acercarse a los aspectos no-tridimensionales del ser. La transferencia simétrica no es un duplicado de relaciones pasadas sino un proceso esencialmente generador a partir del cual emerge una manera diferente de observar el papel de las interpretaciones transferenciales que ?cuando se usan en estos niveles? pueden considerarse como contraproducentes. El foco central es el uso de la experiencia analítica como instrumento para dar sustancia y visibilidad a la experiencia interna del sujeto.

Body, adolescence and psychosis explora aspectos de la evolución clínica de un chico de diecisiete años, en análisis intensivo durante una crisis psicótica aguda. En el contexto del desarrollo adolescente detenido, una crisis psicótica puede representar una oportunidad de poner nuevamente en marcha el proceso de maduración. Se explora la psicosis adolescente a la luz de las teorías del cambio catastrófico de Bion ?en donde la relación continente/contenido deviene explosiva y abrumadora? así como las hipótesis respecto a la relación cuerpo-mente de Ferrari y Matte Blanco. El papel que juega la negación del cuerpo y sus cambios en la génesis del conflicto psicótico adolescente muestra cómo la relación analítica puede ofrecer unas condiciones cruciales de rêverie para promover el reconocimiento del cuerpo, las sensaciones corporales y los afectos como prerrequisito para la activación de un sistema mental autónomo. Este abordaje clínico supone reconocer la necesidad urgente de dar espacio para la elaboración de relaciones intrasubjectivas y para el diálogo mente-cuerpo, posponiendo las interpretaciones transferenciales. Lombardi ilustra sus hipótesis con material clínico y fragmentos de diálogo analítico que muestran la evolución del paciente hacia el reconocimiento de su cuerpo y una capacidad de pensamiento incipiente asociado con la percepción de los límites establecidos por el tiempo y la realidad.

La temporalidad y los conflictos asociados se exploran en Time and primitive mental states. Los llamados “pacientes difíciles” son particularmente intolerantes a los límites temporales de las sesiones y a menudo intentan socavar el marco de trabajo analítico. A través de algunas hipótesis teóricas respecto del tiempo y los niveles mentales profundos (mediante una serie de viñetas clínicas de análisis de pacientes adolescentes, borderline y psicóticos) el autor muestra varias maneras en que aparece la percepción del tiempo, la relación que tiene con éste el analizado y su elaboración a lo largo del análisis. Al analizar la relación con el tiempo y el conflicto entre negación y aceptación de la temporalidad pone de manifiesto que se trata de un catalizador importante en la evolución de casos que obstruían el progreso de manera tenaz. De este modo resulta posible aportar cambios importantes en la manera como estos pacientes vivencian los afectos en la relación analítica y en las relaciones de objeto, no a través de actuar directamente sobre estas relaciones sino trabajando sobre los parámetros formales que organizan la mente y, primordialmente, a nivel espacio-temporal.

La rêverie musical del analista, en el séptimo capítulo, permite dar forma a los momentos emocionales de tensión creciente en el vínculo. El tiempo es una importante forma de contención frente la presión de los afectos y la inmensidad no dimensional del espacio mental que experimentan los pacientes difíciles. Durante los intensos intercambios emocionales, en las sesiones analíticas, la rêverie musical del analista puede facilitar una integración espacio-temporal más articulada. Esta rêverie puede ser visual, olfativa, cenestésica, etc., ni más ni menos que auditiva o musical. La música, en realidad, está conectada tanto con el mundo concreto de las sensaciones corporales como con las expresiones simbólicas de la cultura, y puede ser un fenómeno transicional muy importante en la comunicación analítica, tanto en los niveles inconscientes como en los conscientes. Dos casos clínicos ilustran como la concienciación del paso del tiempo por parte del paciente, asociada a las experiencias musicales internas del analista, hicieron posible disminuir los intensos ataques de pánico en un caso y, en el otro, superar las rígidas defensas obsesivas del paciente, facilitando el acceso a emociones fluidas e imprevistas. En estos dos casos de elaboración, la percepción del tiempo contribuyó a establecer confianza en la contribución creativa, de las “melodías no escuchadas” (Keats) de los afectos al funcionamiento del pensamiento. Lombardi enfatiza la importancia de la prueba de realidad que proporciona la percepción del tiempo como instrumento de contención frente la presión infinitizadora de los afectos. Señala que, en determinados momentos de elaboración, a través de las asociaciones musicales de la rêverie del analista puede facilitarse el desarrollo de esta percepción en el paciente difícil.

En el capítulo On death-life symmetrisation, Lombardi presenta un tercer análisis de un paciente con una extraordinaria capacidad para transmitir un odio violento, muy difícil de contener, a través de un silencio letal. Los comentarios dirigidos a señalar su odio hacia el analista, parecían despertar rigidez o un rechazo total. Su reacción parecía más constructiva cuando se le hablaba de odio en general, de su inclinación a ignorarlo y las formas como se manifestaba. Esto es coherente con la idea de Bion sobre la necesidad de centrarse en la elaboración a nivel de la relación que tiene el analizando consigo mismo, o bien en el eje de la relación cuerpo-mente. Esto requiere una importante implicación subjetiva creativa por parte del analista y una estrecha interacción en el contexto de la pareja analítica. El autor muestra como este análisis supuso una serie de interacciones que requirieron una capacidad de respuesta compleja, sintonizada en cada momento a las necesidades presentes del paciente, lo cual suponía enfrentar la propia participación violenta del analista en su odio, que sentía bastante tangible en forma de intensas sensaciones físicas, que culminaron en una fuerte náusea. Lombardi se centra en algunos fragmentos clínicos para mostrar como las teorías internas del paciente representan un ataque evidente al sentido común y como la muerte no se percibía a un nivel realista, sino que era sustituida por una actuación de ésta manteniéndose muerto mentalmente y a través de impulsos suicidas. Finalmente concluye que, en este caso, la reconstrucción del pasado que había sido central en sus dos análisis anteriores, había fomentado una cristalización atemporal y una repetición estéril de descarga emocional. En esta nueva experiencia, el paciente fue capaz de entrar en la realidad temporal y, a través de vivenciar el presente, encararse consigo mismo y al otro de una manera más realista.

En Death, time and psychosis, la elaboración del hecho de darse cuenta de la muerte y la conciencia del tiempo, juega un papel decisivo en el proceso analítico y en el crecimiento mental de los analizados psicóticos, así como en la integración de las áreas psicóticas en pacientes más sanos. Se presenta un interesante material clínico de una mujer psicótica que sufrió varias recaídas agudas, durante las cuales el trabajo analítico no se interrumpió. Se explora con  especial profundidad su cuarto episodio psicótico en el curso del análisis, que implicaba un delirio sobre hombres grises y el ladrón del tiempo. Esta fase promovió el reconocimiento de la paciente del valor del tiempo, junto con la adquisición de su propio centro de integración psicosensorial como base de una capacidad de aprender por la experiencia. La integración mental del cuerpo y la elaboración de ansiedades de muerte se mostraron decisivas en la superación de la disociación crítica mente-cuerpo, que había paralizado su funcionamiento mental y la evolución analítica.

La evidencia clínica psicoanalítica en los casos presentados pone de manifiesto los límites que supone considerar el proceso psicoanalítico exclusivamente desde el ángulo interpretativo simbólico. Cuando la subjetividad del paciente todavía no tiene unas raíces corporales diferenciadas y los recursos del Yo son débiles, la interpretación verbal no tiene poder transformador. Bion situó los niveles básicos de su Tabla en la esfera de los procesos transformadores presimbólicos, enfatizando el papel de la relación analítica en la creación de configuraciones internas continente/contenido, capaces de generar experiencia y pensamiento. El concepto de desarrollo de Ferrari, partiendo del propio cuerpo concreto originario, es decisivo para tener en cuenta la utilidad de promover el desarrollo de las sensaciones primitivas del sujeto hacia formas de emociones y sentimientos progresivamente más articulados, que pueden generar la capacidad de abstracción y pensamiento.

La relación cuerpo-mente que se forma en la forja de la relación analítica conduce a una nueva manera de experienciar, que empieza en las raíces corporales de la subjetividad y sigue hacia la contención y el pensamiento. A medida que la experiencia analítica evoluciona, la elaboración resalta cada vez más la alteridad del analista, junto con los límites que ello implica. Más allá de su análisis, el sujeto incorpora una capacidad ejercitada de efectuar cambios a lo largo del eje cuerpo-mente, construyendo su relación con los otros en continuidad con su sensibilidad corporal que caracteriza el hecho de ser él mismo.

El hecho de centrarnos en la continuidad entre cuerpo, acción, sentimientos y pensamiento nos ayuda a tener en mente la extremadamente importante concreción de los sentimientos del cuerpo conectadas con el vivir, o más bien las sensaciones en bruto que preceden a la forma más organizada de las emociones definidas. En un contexto donde el cuerpo humano real pasa a primer plano, afrontando la sensación, se constituye un reto constante a los recursos de contención del sujeto.

En mi opinión, el lector encontrará en este libro una profunda autenticidad y podrá identificar muchas situaciones clínicas en su experiencia con pacientes, no solo psicóticos, si es capaz de registrar incluso a nivel corporal las vicisitudes de emociones rudimentarias en los niveles más primarios de funcionamiento. Las excelentes descripciones clínicas nos permiten formar nuestras propias ideas respecto de la importancia de la contención y seguir paso a paso el procesamiento de las emociones en la línea de esta contención primaria, que muy a menudo da prioridad al vínculo del paciente con su cuerpo previa a la dimensión transferencial intersubjetiva. En los ejemplos clínicos, vívidos y convincentes, Lombardi muestra un modelo de flexibilidad personal, receptividad a las contribuciones del paciente y una real disponibilidad a emprender un intercambio interno recíproco, que a veces requiere de un verdadero coraje por parte del analista. Aporta insights que vitalizan todo tratamiento psicoanalítico. Además, el hecho de tratar con sentimientos explosivos prepara al analista para sacar partido de la contribución valiosa que ofrecen las emociones profundas incluso en el análisis de los pacientes no psicóticos. La profunda sensibilidad de Lombardi a las proyecciones, a menudo insoportables, y su enorme capacidad de encontrar palabras que realmente captan las incertidumbres, la profundidad y la complejidad de las puestas en escena arcaicas, son de un valor enorme. Esto es esencial para fomentar el desarrollo de un espacio psíquico en el cual las experiencias “en la sombra” pueden pasar a primer término y adquirir forma al principio pictórica, cenestésica, musical y posteriormente ideacional. Esto requiere mantenerse en la ambigüedad de los diferentes tiempos y espacios, sin colapsarlos en una explicación lógica, algo que constituye realmente una “visión binocular” y no una visión doble.

 

AntòniaGrimalt
Psicoanalista con funciones didácticas de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP), del Instituto de los Países del Este  y de la Asociación Psicoanalítica Internacional (API). Psicoanalista de niños y adolescentes.
agestelrich@hotmail.com


[1] Este libro está en proceso de traducción al catalán por Monografies de Psicoteràpia i Psicoanàlisi.