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Introducción

La película Mientras duermes se enmarca dentro del género del suspense. Fue estrenada en España el 14 de de octubre de 2011 y dirigida por Jaume Balagueró con guión de Alberto Marini.

El inquietante film transcurre en un edificio del barrio barcelonés del Eixample. César, interpretado de forma magistral por el actor Luis Tosar, es el portero del edificio. Marta Etura interpreta a la protagonista femenina, Clara, la vecina del 5º B.

El director, en una entrevista para televisión, hace un paralelismo entre la película y los cuentos infantiles clásicos, valiosos para el desarrollo infantil y la diferenciación. Balagueró hace alusión a “el mal”, al que algunos autores filosóficos (Kant, Nietzsche…) se refieren para hablar en realidad de la perversidad triunfante:

Siempre relacioné Mientras duermes con los cuentos infantiles, en los que el Mal es el Supermal, y el Bien es el Superbién. César es malo porque sí, como lo son el lobo feroz y la reina malvada, de los que no sabemos el origen de su maldad. Son los malos y punto. Y Clara, como Caperucita o Blancanieves, es un ser de luz, de belleza y de bondad porque sí. Ese era el juego de la película: un mal acecha a un personaje de bondad hasta el final y puede o no destruirlo; en muchos cuentos al final es el Mal quien vence. Quería que fuera un cuento infantil para adultos.

La perversión, tema clásico para el psicoanálisis, sigue suscitando interés en nuestros días, artistas y pensadores fijan su atención en él desde otras disciplinas. Resulta, pues, pertinente su estudio y revisión.
La organización relacional perversa (ORP)

Como clarificación inicial mencionaré que el término perversión será usado sin entrar en los matices de otros términos aledaños como perversidad, psicopatía o sociopatía. Tampoco aquí se tratarán las patologías de la adicción como parte de la perversión ni algunos tipos de homosexualidad.

Entendemos por organización relacional la forma predominante de un individuo de relacionarse con los demás (Tizón, 1995). La organización relacional perversa es una forma de relación intrusiva, dirigida a entrar y dominar la mente y/o el cuerpo del otro para un beneficio propio y con el objetivo de obtener placer, poder, control, descarga, equilibrio o sedación. Esta organización podrá hacerse dominante y estructurar la personalidad.

Uno de los primeros estudios profundos del tema lo realizó Sigmund Freud entre 1905 y 1940. Su estudio ha interesado y evolucionado hasta nuestros días de forma tan popular que el grado de confusión del término es notable entre la población general e incluso entre algunos profesionales (Tizón, 2015).

Este modelo relacional es ya observable en determinados momentos del desarrollo infantil. Niños a partir de los tres o cuatro años pueden manifestar conductas intrusivas de forma puntual. Son conductas necesarias para el desarrollo, para la mentalización, la socialización, para diferenciar entre bueno y malo. El niño necesita explorar la mente (y el cuerpo) del otro, ver sus reacciones, entrar en la relación de sus padres, de sus amigos, comprobar su poder, conseguir lo que quiere: “lloro, seduzco, hago caca o la retengo, uso la fuerza…”.

Pero si hay fallas en este proceso, tales como un sufrimiento excesivo, privaciones, vulnerabilidades individuales, etc., pueden desarrollarse conflictivas y anomalías más o menos serias según la predominancia de la rigidez o la reiteración,  hasta alcanzar su punto máximo si organiza la globalidad de la conducta y de la personalidad. Es una organización dañina y adictiva, que hoy día conocemos popularmente como “tóxica”.

Betty Joseph (1971) explica que el uso excesivo, o masivo, de la disociación, la proyección y la introyección, junto a la negación, la idealización y los sentimientos de omnipotencia como mecanismos de defensa frente a la ansiedad primaria, es lo que origina un tipo especial de desequilibrio que se manifiesta en el comportamiento perverso.

Desde otro punto de vista y complementariamente, M. Pérez-Sánchez (1977) señala que el déficit de disociación es el que conduce a una falta de discriminación entre buenos y malos objetos e impide un desarrollo normal del yo y el establecimiento de una adecuada relación de objeto, permaneciendo el sujeto/individuo en un perenne estado narcisista. Además, considera que el déficit de la disociación primaria potencia la idealización delself destructivo, de manera que se establece una relación de objeto narcisista, con parasitación y tiranía sobre el objeto. Las tendencias psicopáticas están destinadas a mantener esta idealización y el poder del narcisismo destructivo.

Nos (2014), en relación a la función central de la patología perversa y a partir de la formulación de los modelos clásicos psicoanalíticos, expone que la patología perversa no solo tiene una función defensiva con el objetivo de desmentir aspectos de la realidad que resultan intolerables a nivel emocional. Ni tampoco considera que sea tan solo consecuencia del dominio de la destructividad. Para él, esta dicotomía simplifica una realidad clínica más compleja. Expone que cualquier forma de patología perversa cumple ambas funciones, están interrelacionadas y son complementarias. Y, añade, en el contexto de la relación analítica:

La función inconsciente del modo perverso de relacionarse del paciente no es simplemente atacar al analista, sino inducir al analista a convertirse en un cómplice inconsciente del paciente en un “pacto perverso” contra el trabajo analítico cuyo objetivo es desmentir aspectos de la realidad que resultan intolerables. El intenso y furtivo poder de inducción colusiva de la forma perversa de relacionarse del paciente lleva al analista a participar en breves enactments colusivos. Pero, a menudo, las resistencias del paciente encuentran una complicidad crónica inconsciente en el analista: en esas circunstancias, el análisis parece progresar pero paralelamente un área importante queda escindida del proceso y, como consecuencia, lo paraliza.

Tizón (2015) define una matriz básica de la organización perversa de la relación de la que apunta doce fenómenos psicológicos fundamentales que se desarrollarán a lo largo del análisis de la película:

    . Sadomasoquismo
    . Relación fetichizada
    . Intrusión
    . Forma diferenciada de obtener placer
    . Mecanismos elaborativos y defensivos: racionalización, disociación, negación y denegación
    . Ideologización interna
    . Ideologización externa
    . Narcisismo
    . Des-confianza y des-esperanza
    . Envidia
    . Defensas maníacas
    . Adictividad

 

El filme y comentarios

La película tiene un ritmo y un tono brillante y va implicando al espectador al modo hitchcockiano, con un diseño exquisito del suspense y narrado desde el punto de vista de “el malo”, César. El director juega con el hecho de que el espectador conoce la maldad del protagonista al margen del resto de los personajes de la película, que viven ajenos a ella. No por ello se halla exenta de algunos flecos que no acaban de encajar, como el desarrollo de la tarea policial, que es de dudosa veracidad y que está destinado a perpetuar el no esclarecimiento del responsable de las tragedias ocurridas.

Como portero del edificio, César tiene las llaves de todos los vecinos y controla sus entradas y salidas. Se muestra ante ellos servicial y amable. Parece haber adquirido ciertas habilidades en las técnicas sociales que contrastan con aspectos más profundos de su personalidad. Los vecinos confían en él, para desatascar las tuberías de sus casas, dar de comer a sus perros cuando ellos no están, ocuparse de su correo, etc.

Clara es una vecina llena de vitalidad, de luz, feliz, siempre sonriente. Se levanta bailando y cantando y es atenta con César, que no tolera esta plenitud, esta felicidad a la que él no puede acceder y de la que nos habla en la primera escena de la película, en la azotea del edificio, pensando en suicidarse: “feliz, ese es justo mi problema, que no puedo ser feliz, nunca lo he sido”. Describe su falta de motivación para levantarse todos los días y su incapacidad para sentir dicha y alegría.

En la escena siguiente aparece César levantándose de la cama de una chica, Clara. Antes de conocer la tragedia que verdaderamente oculta César, el director nos muestra actos claramente perversos de éste con sus vecinos, en los que la envidia está negada y disociada. Esta es una de las características primordiales de este tipo de funcionamiento relacional. Por ejemplo, provoca que enferme la mascota de una vecina mayor. Conocedor del delicado estado digestivo del animal, que la vecina le explicade forma confiada, la daña. Daña así a la perra y a su dueña, que ve sufrir a su única compañía.

César no soporta la capacidad creadora, la bondad, la generosidad, la capacidad alimenticia (ni la concreta ni la simbólica). Transforma el amor en odio, la confianza en corrupción, y todo lo que percibe como bueno o útil en el otro es destruido. Lo amoroso es insoportable y debe ser atacado y eliminado. Se ponen en marcha defensas de tipo maníaco: control, triunfo y desprecio por el objeto.

César no tiene conciencia de trastorno ni de conflicto, ni deseo de cambio. Hay una incapacidad para hacer esfuerzos sostenidos ―no le duran los trabajos― y una tendencia a la realización inmediata de impulsos. Resulta un ser más molesto para la sociedad o para las personas que conviven con él que para sí mismo (egosintonía), aunque su conducta le lleve a repetidos fracasos existenciales y a insatisfacción subjetiva.

Rosenfeld (1965) nos habla de la identificación entre elself (la persona) y el objeto (el otro) a través del mecanismo de la omnipotencia. El objeto es incorporado masivamente, de manera que el self llega a quedar tan identificado con él que no hay diferencia entre uno y otro. La vivencia de separación self-objeto llevaría a sentimientos de dependencia y, por tanto, a frustración y ansiedad en la relación. Y esto se da especialmente en la relación perversa, de forma que se niega cualquier conocimiento de separación entre ambos. Cuando existe una posesión omnipotente del objeto no puede aparecer envidia ni frustración por su ausencia. Así, la envidia es negada y disociada.

Este tipo de relación narcisista implica también que cualquier experiencia dolorosa o perturbadora puede ser evacuada en el objeto sin ninguna preocupación por éste, ya que en la fantasía el objeto ha quedado vaciado y desprovisto de todo lo deseable. Betty Joseph (1971) lo explica como el “despojo en su objeto” a causa de la voracidad envidiosa que impulsa a vaciarlo de todo lo que siente bueno. Es la causa de la insatisfacción perenne que se acompaña del sentimiento de que el mundo les debe algo.

Podemos aventurarnos a pensar en una historia biográfica llena de frustraciones, además de una debilidad del yo y, quizás, una madre o un padre que no le dio espacio en su mente, o que lo rechazó. “Te gustaría deshacerte de la mierda que has parido” ―le dice César a su madre enferma―. O en términos de Greenacre (1954), una madre inconsistente o narcisísticamente indulgente, que considera al hijo una prolongación de ella misma, cosa que dificulta la capacidad de individuación. Se produce así un uso excesivo de la identificación introyectiva y proyectiva. La tardanza en la independización favorece la agresividad del niño hacia sus padres, lo que provoca una masiva internalización de imágenes paternas punitivas y terroríficas. La presencia real de un padre distante, severo y amenazador confirma las imágenes malas y perseguidoras internalizadas en función de su propia agresividad. El niño desarrolla hacia los padres una actitud ambivalente que después extenderá hacia las imágenes de autoridad. Por una parte, teme al padre poderoso y omnipotente, pero por otra se apropia de forma narcisista de los poderes y capacidades que le atribuye. A la vez, la insatisfacción es intensificada por el sentimiento de culpa, ya que éste le impide gozar de lo que ha obtenido del objeto. Pero todos estos sentimientos no son conscientes y el yo está escindido.

Lo que pone en marcha la organización perversa es la desconfianza, en el sentido de que no hay nadie seguro, nadie en quien confiar ni nadie que vaya a ayudar al sujeto. Hay un predominio en el desarrollo de momentos en los que domina el pensamiento negativo y la desconfianza en uno mismo y en el otro y, por tanto, el miedo.

Otra muestra de conducta perversa que observamos en el filme es la manipulación que hace César de la señora de la limpieza y de su hijo informándoles que ha intercedido por ellos ante las quejas de los vecinos ―falsas, ya que no han existido en realidad―. César se muestra “bondadoso” y mediador. Pervierte la capacidad de captar la realidad de su interlocutor y, por tanto, de reaccionar en consecuencia. De esta forma, deben sentirse agradecidos con César. En efecto, los individuos con este tipo de organización relacional pueden presentarse como afables, buenos, inofensivos, confiables, de los que nunca imaginaríamos ese otro lado intrusivo y dañino. Hay una negación de la dependencia frente al objeto, del aceptar la necesidad de recibir algo de éste y es el otro el que queda dependiente y necesitado.

Pero también está preparándose para poder usar este hecho más adelante, en su propio beneficio, y escapar así de las sospechas de la policía. Clara recibe cartas, mensajes de móvil y emails anónimos, amenazantes, enviados desde el edificio (que obviamente le envía César). César consigue que sea el hijo de la limpiadora quien sea detenido como acosador, y que su madre y él sean despedidos después de años de trabajar en la finca. Como el guionista y el director nos muestran, César explota al otro y se aprovecha de él para su propio interés. Además, disfruta haciéndolo, se siente poderoso, puede controlar la vida de los demás y manejarlos a su antojo sin que éstos ni siquiera se den cuenta. Hay, por tanto, una escenificación de un self patológicamente grandioso de cara a los demás y a sí mismo, con características sádicas que actúan contra la parte sana, dependiente y necesitada de César. Son los demás los que dependen de él y le necesitan. La intensidad de los impulsos destructivos impide el establecimiento de relaciones fundadas en el amor y en la capacidad de dar y recibir. La parte destructiva del self tiraniza la parte de sí mismo capaz de amar y reconocer el valor del objeto, anulando las capacidades creadoras y que promueven crecimiento.

Hay una identificación con un self ideal, con un yo grandioso. La idealización de partes omnipotentemente destructivas del self está dirigida contra el establecimiento de relaciones amorosas, tiernas y de dependencia con el objeto primario, así como contra los objetos externos, a los que se considera desprovistos de valor. César parece haberse identificado totalmente con la parte del self destructiva y narcisista que le proporciona un sentido de superioridad y autoadmiración. La idealización es mantenida por la omnipotente identificación proyectiva e introyectiva con el objeto valioso, de forma que nada de lo externo a él merece ser tomado en consideración y todo lo deseable forma parte de él o está bajo su control.

César entra en el piso de Clara todas las noches. Previamente se ha aseado. Colecciona desodorantes de forma exagerada, como posible muestra de la relación entre el asco-disgusto y la formación de la moralidad, que se halla en la base de la ORP. Este proceso está gravemente alterado en César: ¿qué es lo moral?, ¿qué está bien y qué está mal?, ¿qué es caca, basura y qué es alimento?, ¿puedo conseguir lo que quiero a costa de lo que sea?, ¿justifica el fin los medios? El propio placer está por encima de todo y puede transformar lo malo en bueno. Ignora las restricciones impuestas por el ambiente social y cultural y tiene su propio código moral en favor de su placer. Hay una supeditación del principio de realidad al del placer y una corrupción de la moralidad. La conducta del perverso le lleva a graves conflictos con la sociedad, al ser impulsado por tendencias primitivas y por un exagerado deseo de excitaciones. Aunque no en el caso de César, que sale indemne de sus fechorías.

¿Qué es lo que tiene que asear en realidad César? Su mundo interno, lleno de odio, ira y envidia. Pero el yo está escindido. Lo perfuma, para que “no huela mal”, para no ser detectado por el otro, para “colársela”.

Seda a Clara con cloroformo y la viola cada noche. Esta es una muestra clara de la relación intrusiva. Intrusiva de la forma más concreta: entrando literalmente en su cuerpo sin que ella sea consciente, sin voluntad, a escondidas, “por detrás”. El otro es negado y tratado como un objeto, como un fetiche, como un objeto unisensorial de placer. El triunfo de la intrusión en Clara le causa un gran placer, intrusión que está dominada por la ira, el odio y la envidia. El placer es dañarla, destruirla: “creo que vamos por el buen camino, se le va a acabar la sonrisa”, le cuenta César a su madre enferma, carente de habla, postrada en el hospital y a la que visita de forma regular y tortura con las confesiones de sus actos. Su conducta con Clara partiría de la idea draculiana de B. Stocker (1897) de corromper a la doncella; sería, si pudiéramos decir, como un vampiro moderno.

En César la capacidad empática se muestra gravemente alterada, cosa habitual cuando domina la relación perversa. Hay una insensibilidad emocional, frialdad, agresividad y violencia. La sexualidad está alterada, englobada en la pulsión de muerte y en los impulsos destructivos. La relación con Clara es fetichizada, parcial: solo si está sedada, como muerta, tiene “sexualidad” con ella. Es unidireccional, no hay reciprocidad ni amor. Usa su cepillo de dientes, consiguiendo nuevamente así entrar concretamente en su intimidad, en su boca, a escondidas, como cuando se cuela en la casa y espera debajo de la cama hasta que llega Clara del trabajo.

Con el paso de los días solo observa en Clara cansancio y ojeras, pero sigue siendo vital y optimista. Decide dar otro paso en su intrusión, sadismo y maltrato. Entra en su piso e inyecta una sustancia en sus cremas y jabones, lo que provoca una fuerte reacción dermatológica en Clara. Aún así sonríe, va al médico, se cuida y mejora poco a poco. Y sigue siendo afable con César.

César descubre que a Clara la aterrorizan los insectos, así que, además, le llena la casa de cucarachas. “Tú sabes que nunca había llegado tan lejos con nadie, porque tenía ilusión, hace días que no subo a la azotea, ¿para qué? ¿para que la muy puta siga sonriendo feliz y yo como al principio? Así que son razones suficientes…” ―le cuenta a la madre―. Al mismo tiempo, da razones a su código moral.

En esta frase también podemos ver la adictividad, rasgo característico de la perversión. No es la primera vez que César ha actuado de forma similar, metiéndose y dañando al otro. La perversión, una vez estabilizada y llevada a la acción, calma tanto tan profundas emociones y conflictos que resulta enormemente adictiva como “solución”.

Hay un desprecio por el objeto, por el otro, al que parasita (como las cucarachas que invaden la casa de Clara, su ropa, su bolso, su cocina, etc.) y del que extrae todo lo bueno y deseable. Ahora a Clara ya le cuesta enormemente levantarse por las mañanas. Se tambalea y el declive externo se hace evidente, pero su vitalidad interna y su optimista mirada a la vida siguen intactas.

César tiene una motivación y encuentra razones a su conducta, destruir la felicidad y vitalidad de Clara: “solo falta lo de Clara, todo bien, todo genial, ―en tono burlesco―… se le va a acabar esa sonrisita”. Nuevamente aquí se sugiere la idea clásica draculiana de corromper a la doncella.

En la película percibimos la total ausencia de ansiedad y culpa conscientes, propia de este tipo de personalidades y que contrastan con la ansiedad y sentimientos intensos de culpa inconscientes que, según refieren algunos autores, pueden descubrirse en un proceso analítico.

Hay un predominio, a lo largo de toda la película, de la acción sobre el pensamiento, por déficit en la simbolización, del sentido de realidad, probablemente del esquema corporal y del discernimiento homo y heterosexual. También observamos una supeditación del principio de realidad al del placer y así las capacidades del yo se usan para librarse instantáneamente del sufrimiento provocado por la más pequeña frustración.

El narcisismo ―que forma parte de la personalidad, basado en fantasías de autosuficiencia, de no depender del otro, y en su forma más benevolente, de tener autoestima suficiente para la vida― en César es de tipo destructivo, corrupto y corruptor: se siente más cuanto más corrompe y destruye.

Freud distinguía entre narcisismo primario y secundario. El primario se hallaría en los primeros tiempos de vida, en los que no existe ninguna diferenciación entre el yo y el mundo externo, toda la energía libidinal permanece ligada a aquél. Con el establecimiento de las primeras relaciones de objeto, la libido se dirige hacia las personas que rodean al niño. Las investigaciones de Klein aportaron que las relaciones de objeto se dan desde el primer momento de la vida, ya que el narcisismo es siempre un fenómeno secundario basado en la relación con un objeto interno idealizado, que en la fantasía forma parte del self. En la organización narcisista de las relaciones de objeto, como es la perversión, el objeto bueno de quien parte la vida, las capacidades creadoras, etc., no es reconocido como tal, sino que se siente formando parte del self. Diríamos que el objeto bueno es el propio sujeto.

Otro aspecto de la organización narcisista es el sentimiento que experimenta de que debe ser amado por todos a causa de que él posee lo bueno y lo deseable sin necesidad de dar, realizar algo valioso o amar. Es la perpetuación de la exigencia infantil de ser amado por sí mismo, sin esfuerzo ni contribución para conseguir este amor.

Rosenfeld (1965) cree que la organización narcisista perversa no se halla dirigida contra la culpa y la ansiedad sino que parece tener el propósito de mantener la idealización y superior poder del narcisismo destructivo.

La parte corruptora y corrupta podemos observarla además a través del personaje de la niña, Úrsula, de unos doce años, que es conocedora de las intrusiones de César en el domicilio de Clara. Úrsula le chantajea y se cobra su silencio con dinero o con un video para adultos que César consigue para ella, fomentando así la parte corrupta de la niña. Úrsula parece tener estructurados núcleos perversos importantes. Se presenta con su uniforme escolar de colegio privado, aparentemente angelical, pero su conducta es terrorífica, retando al malo, controlándolo. Aparece su parte niña, infantil y sana únicamente cuando se asusta porque César entra en su casa de noche, cloroformando a sus padres. Amenaza a Úrsula al borde del balcón: “le he hecho cosas muy feas a Clara; y sí, tengo algo que ver con lo de su novio. ¿Sabes por qué te lo cuento? Porque quiero que sepas de lo que soy capaz, sé todo de Clara, pero también de ti: sé que vas a los Salesianos, sé quienes son tus amigas… sé cómo hacerte daño a ti y a los tuyos”.

César entra en el piso de Clara una noche más, equipado con una sierra, cuerdas, cuchillo, etc., material que no es el que usa habitualmente cuando la espera debajo de la cama. El espectador teme que va a asesinarla, pero Clara llega con su novio, que ha estado fuera seis semanas. Están felices y tienen relaciones sexuales sin saber que César está escondido debajo de la cama. Esto simbolizaría la presencia del coito parental, el contemplar la escena primaria de la que él está excluido y en la que existe amor, reciprocidad y reconocimiento del otro.

A César le cae el frasco de cloroformo encima, intenta salir del apartamento pero no lo consigue. Se esconde en la bañera y pasa la noche ahí. A pesar de que el novio de Clara, Marcos lo encuentra en casa, consigue salir airoso y abandona el apartamento indemne. La noche siguiente, una vez dormidos, César los droga y se mete literalmente en medio de la pareja y viola a Clara. Es la representación concreta de la no exclusión del niño de la pareja de padres, triunfando sobre el padre. Y, una vez más, es la representación de lo dañino.

Clara y Marcos se van de fin de semana pero vuelven antes de lo previsto. Han discutido porque Clara está embarazada y es imposible según los cálculos de la pareja. Clara está embarazada de cuatro semanas y durante todo ese tiempo Marcos ha estado fuera.

Al día siguiente, mientras Clara trabaja, Marcos con un pretexto convoca a César al apartamento. Ha encontrado material de sedación y quiere explicaciones. La escena es de una violencia terrible y Marcos aparece degollado en la bañera. La policía paradójicamente sospecha que se trata de un suicidio.

Clara abandona el edificio y se retira a un sitio tranquilo donde se la ve pasados unos meses con un bebé en brazos. Parece feliz. Recibe una carta junto con el bloc de anotaciones de entradas y salidas de César en el que le cuenta de forma desgarradora todo lo que le hizo y que hará que nunca vuelva a ser la misma. César sabe que la ha destruido.

Querida Mimi ―así es como la llamaba el novio―, espero que no te importe que te llame así, supongo que hace tiempo que nadie lo hace, así que he pensado que te gustaría. He esperado pacientemente a que llegara la hora de mandarte estas líneas y te aseguro que no ha sido fácil. Pero por fin ha llegado el momento de que conozcas todos los detalles de lo que he hecho, y las razones, y lo importante que fuiste para mi. No sabes las veces que he imaginado tu cara leyendo esto, lo que sentirías y te aseguro que solo eso ha sido suficiente para seguir viviendo hasta hoy. Solo espero que siempre que mires a nuestro hijo te acuerdes de mí, de lo que te hice, de todas las noches que pasamos juntos. Sé que después de esta carta ya nada será igual, pero no me importa porque gracias a ti por fin sé cómo ser feliz. Y te aseguro que voy a poner todo mi empeño.

En la escena final César es el portero de un nuevo edificio.
 

Referencias bibliográficas

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Joseph, B. (1971), “A Clinical contribution to the Analysis of a perversion”, International Journal of Psychoanalysis, núm. 52, pp. 441-449.

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Pérez-Sánchez, M. (1977), “Consideraciones sobre la psicopatía”, Revista Uruguaya de Psicoanálisis, núm. 56, pp. 89-102.

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Stocker, B.(1897), Drácula,Versión original, Prólogo de Vicente Quirarte, Porrúa. México, DF, 2006. ISBN 9700762394

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Tizón, J. (1995), Apuntes para una psicología basada en la relación, Biblària, Barcelona.
 

Resumen

Con este trabajo se pretende hacer una aproximación al funcionamiento de la organización relacional perversa (ORP). Para ello la autora se basa particularmente en el modelo de psicopatología que propone el Dr. Jorge Tizón. Se tratará este tipo de organización a través de la película Mientras duermes de Jaume Balagueró (2011), director catalán especializado en el género del suspense y del terror psicológico.

Palabras clave: organización relacional perversa, psicología basada en la relación, psicopatología, perversión, narcisismo.
 

Miriam Fuentes,
Psicóloga, psicoterapeuta,
Psicóloga General Sanitaria, psicoanalista del Institut de Psicoanàlisi de Barcelona,
fuentesmiriam@hotmail.com