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Las discusiones sobre el uso de las telecomunicaciones para el trabajo psicoanalítico clínico ─los llamados análisis por Skype, análisis por teléfono, análisis remoto─ se están polarizando intensamente de forma paralela a la actual controversia sobre la frecuencia de las sesiones en el análisis de formación. Ambos debates caen fácilmente en la caricatura, tipo «cambio versus no cambio». En ambos casos, la disociación precoz tiende a obstruir el pensamiento exploratorio.

Los colegas favorables al análisis a distancia argumentan un más amplio acceso al tratamiento psicoanalítico y que facilita el tratamiento de determinado tipo de pacientes. Aquellos que son contrarios a ello señalan el empobrecimiento radical del encuadre y la pérdida de la presencia real. Cuestionan incluso que el psicoanálisis sea realmente posible con estos medios, o incluso algo que superficialmente se parezca a un psicoanálisis. Con fuertes y genuinos motivos en ambas partes puede ser difícil ver una vía de avance y a veces parece que ni siquiera estén hablando el mismo lenguaje. Esta dificultad puede ser extrema, e incluso en la preparación de este panel nos hemos tropezado con inquietantes experiencias de incomprensión entre nosotros. Sin duda, estas polarizaciones están conectadas con amplias ansiedades sobre el futuro del psicoanálisis y del mundo en general. Evidentemente, no todos estamos de acuerdo sobre lo que es esencial para la supervivencia de nuestra profesión.

Quiero abrir esta exploración del tema considerando algunas de las condiciones necesarias del encuadre psicoanalítico. En mi opinión cualquier uso de las telecomunicaciones en el tratamiento psicoanalítico comporta dos problemas centrales: cómo preservar la confidencialidad y si la presencia virtual puede substituir adecuadamente la presencia física o no. Tanto la confidencialidad como la presencia son condiciones necesarias del encuadre y por tanto las dudas sobre ambas tendrán implicaciones técnicas y éticas.

Mi visión del setting está basada en la concepción de encuadre[2] (en castellano en el original) de José Bleger (1967, 2010) y su argumento de que funciona tanto para el analista como para el paciente como depositario de la parte psicótica de la personalidad. Aunque tanto la confidencialidad como la presencia pueden ser comprendidas por el yo maduro como condiciones reales, contingentes y externas también están siempre captadas más primitivamente por la parte psicótica de la personalidad que «las toma como dadas» dentro de la relación establecida por el análisis.

El problema de la confidencialidad está tratado en un artículo que presentaré más tarde esta mañana, por tanto no discutiré este tema en detalle aquí (Churcher, 2017). Brevemente, en este artículo argumento que cuando hablamos por teléfono o por Skype, co-creamos una poderosa ilusión de privacidad. Las ilusiones de presencia son más complejas y este es el tema al que voy a dedicar  mi contribución a este panel.

En el encuadre clásico el analista y el paciente están físicamente presentes el uno al otro. Sus cuerpos, así como la silla, el diván, y otros muebles de la sala de consulta forman un conjunto físico que tiene una estructura espacial y temporal. En tanto en cuanto están físicamente presente cada uno al otro, también se experimentan perceptualmente como presentes el uno al otro: pueden oír, ver, oler e  incluso podrían tocarse mutuamente.

La telecomunicación solo reproduce parcialmente algunos aspectos de la presencia. Todos estamos familiarizados con el teléfono y muchos de nosotros utilizamos las comunicaciones con vídeo como Skype para conversaciones personales íntimas, incluso si no para algunas clínicas. Los dispositivos para crear la realidad virtual «inmersiva» han empezado a alcanzar el mercado de masas pero es demasiado pronto para conocer si van a desplazar los smartphones y tablets para la comunicación cotidiana.

Los varios tipos de presencia «virtual» ofrecidas por las telecomunicaciones son limitadas y parciales en comparación con la presencia real, pero las ilusiones de presencia que crean pueden ser muy fuertes. La tecnología está creando formas cada vez más sofisticadas de mediación entre el aparato sensoriomotriz de nuestros cuerpos y el mundo físico en el cual vivimos. Para nosotros, como psicoanalistas esto plantea cuestionamientos de largo alcance sobre nuestras concepciones del cuerpo y la mente.

Durante más de cien años los neurólogos han tenido conocimiento sobre el esquema corporal como un modelo interno del cuerpo[3]. Para José Bleger el encuadre psicoanalítico está equiparado con una parte del esquema corporal en el cual el cuerpo no se diferencia de su ambiente. En tanto que el mundo es constante, presente y dependiente, Bleger argumenta que no proporciona ninguna ocasión para la diferenciación entre el yo y el no-yo. Dentro de la parte indiferenciada del esquema corporal, el cuerpo del paciente no está discriminado del diván, de la sala de consulta o del espacio dentro de ella. Normalmente silente, esta parte indiferenciada revela su existencia solo cuando hay algún tipo de disrupción en el encuadre, así como un miembro fantasma después de una amputación revela la existencia de una parte más diferenciada del esquema.

La capacidad del esquema corporal para adaptarse resulta evidente cuando, en lugar de sustraer parte del cuerpo por amputación, añadimos algo al cuerpo utilizando una herramienta. Así varios autores han observado[4] que tendemos a incorporar herramientas en nuestro esquema corporal como prótesis. Al interiorizar las propiedades físicas y informativas invariables de un palo, por ejemplo, podemos utilizarlo como una sonda, una extensión del cuerpo. El palo se convierte a nivel perceptivo en una prótesis «transparente».

Algo similar puede suceder con los instrumentos de telecomunicación, de manera que ellos también son incorporados en el esquema corporal. Esta idea nos lleva más cerca de articular las preguntas que necesitamos responder como psicoanalistas sobre la naturaleza del cuerpo y sus implicaciones para los intentos de modificar el encuadre al introducir telecomunicaciones.[5]

Ahora resulta importante destacar que el propio cuerpo es parte del encuadre, y como cualquier otra cosa que es parte del encuadre, puede ser tenido en cuenta solo hasta cuando anda mal. André Green (1975) en una comparación explicita con el concepto de Bleger, se refería al cuerpo como «mudo en la salud». Desde antes del nacimiento, las interacciones entre el cuerpo y el ambiente dan origen a las regularidades que hacen posible sacar e interiorizar las invariantes perceptuales que se utilizan entonces como guía en posteriores interacciones.[6] Me parece que es implícito en el punto de vista de Bleger que establecemos relaciones simbióticas con cualquier invariable que descubrimos y a las que nos adaptamos, tanto en nuestro propio cuerpo o en el resto del mundo, y que lo hacemos no solo en el encuadre psicoanalítico sino también en nuestra vida cotidiana. Cabe plantearse entonces: entre la miríada de prótesis a las que nos adaptamos, ¿cuáles de ellas son compatibles con el encuadre psicoanalítico?

Consideremos por ejemplo una prótesis auditiva. Los modernos audífonos emplean complejos algoritmos para transformar la señal acústica a la que los usuarios se adaptan con varios grados de facilidad o dificultad.[7] En efecto, estos dispositivos crean un mundo auditivo completamente virtual, pero no creemos que un psicoanalista que utilice uno haya modificado el encuadre clásico.

Entonces, ¿qué hay sobre las prótesis que no están totalmente pegadas al cuerpo sino que se extienden lejos de él como la red telefónica o Skype? En este caso, a diferencia del audífono, el dispositivo no está contenido dentro del espacio de la sala de consulta ni desde luego por la presencia real de los participantes.

Por lo tanto tenemos una paradoja. El encuadre, según Bleger, es como un «fondo» detrás de una figura, en el sentido Gestalt de la relación figura-fondo. Como el fondo de una figura, está ilimitado: se supone que un “mundo” entero es constante e invariable. El diván que se ha equiparado con el analista y con la madre está también equiparado con el mundo entero, ya que en la relación simbiótica en la que no existe diferenciación, el diván, el analista y la madre están equiparados con el mundo, así como con cada uno. Esta extensión del encuadre más allá de las paredes de la consulta resulta evidente en el caso de un paciente de Bleger que se vio perturbado por el descubrimiento de que su analista había comprado un apartamento en otro edificio. Y aún así, el encuadre está también limitado: está definido por este espacio particular, la sala de consulta, por un tiempo particular y por unas reglas específicas.

Una característica distintiva de la presencia física en oposición a la virtual es que permite la posibilidad de realizar corporalmente una fantasía. Varios autores han señalado lo importante que resulta esto.[8] ¿Por qué es importante? Porque solo al experimentar la realidad de no saber lo que puede ser actuado puede la pareja analítica experienciar la realidad de sus vidas mentales teniendo la posibilidad constante de cruzar el umbral de la fantasía a la acción.

Además, si consideramos todos estos aspectos primitivos del funcionamiento mental, tanto en el paciente como en el analista, que carecen de «figurabilidad» pero que pueden dar lugar a poderosas experiencias emocionales en la sesión que servirán entonces como puntos de partida para la comprensión analítica, generalmente no conocemos y no podremos posiblemente conocer de antemano las formas corporales por las cuales serán comunicados y por lo tanto, no podríamos saber hasta qué punto serán filtrados por la telecomunicación. Un dominio entero de comunicación así está potencialmente comprometido si la otra persona no está presente físicamente.

Parece entonces que en el encuadre clásico el espacio físico de la sala de consulta determina dos condiciones importantes: contiene la posibilidad de acción real y permite las transmisión sin restricciones de los estados no representados. Por estas razones, entre otras, pienso que por fuertes que sean las ilusiones de presencia creadas por las telecomunicaciones, para el propósito del psicoanálisis deberemos ser extremadamente cautelosos al tratarlas como equivalente a la presencia real física.

El problema no es que la realidad virtual creada por las telecomunicaciones no sea real. Ciertamente, podemos tener y tenemos relaciones personales reales e íntimas por teléfono y Skype, y varios tipos de trabajo clínico terapéutico real puede realizarse a distancia utilizando las telecomunicaciones. Más bien, el problema tiene que ver con la especificidad del psicoanálisis como un tipo peculiar de relación personal y de práctica clínica, una relación que requiere un encuadre en el que se encuentre un cierto tipo específico de condiciones de intimidad.
 

Referencias bibliográficas

Bleger, J. (1967), Simbiosis y ambigüedad: estudio psicoanalítico, Buenos Aires, Paidós.

Bleger, L., Churcher, J. (2013), Editorial Introduction to Symbiosis and ambiguity: a psychoanalytic study,  en New Library of Psychoanalysis, London, Routledge.

Bullinger, A. (2012), «De l’organisme au corps: une perspective instrumentale», en Le développement sensori-moteur de l’enfant et ses avatars: Un parcours de recherche, Toulouse, ERES.

Churcher, J. (2015), «The psychoanalytic setting, the body-schema, telecommunications, and telepresence: some implications of José Bleger’s concept of encuadre, www.academia.edu/12802860/

Churcher, J. (2016) ‘Der psychoanalytische Rahmen, das Körperschema, Telekommunikation und Telepräsenz: Implikationen von José Blegers Konzept des »encuadre«.’ Psyche: Zeitschrift für Psychoanalyse und ihre Anwendungen (Januar 2016, 70, Jahrgang, Heft 1, pp. 60-81).

Churcher, J.  (2017), «A new ‘fact of life’: mass surveillance of telecommunications and its implications for psychoanalytic confidentiality», 50th Congress of the International Psychoanalytical Association, Buenos Aires, https://www.academia.edu/31008973/

Green, A. (1975), «The Analyst, Symbolization and Absence in the Analytic Setting (On Changes in Analytic Practice and Analytic Experience)—In Memory of D. W. Winnicott», International Journal of Psychonalysis, núm. 56, pp.1-22.

Head, H., Holmes, H.G. (1911-12), «Sensory disturbances from cerebral lesions», Brain núm. 34, pp. 102–254.

Morpurgo, V.E. (2013) Da Prometeo al Big Brother. En: Marzi, Andrea (ed.) Psicoanalisi, Identità e Internet. Franco Angeli Editore, Milan, 2013. p.78

Polanyi, M. (1966), The Tacit Dimension, Chicago, University of Chicago Press.

Russell, G. I. (2015), Screen Relations: the limits of computer mediated psychoanalysis and psychotherapy, London, Karnac.

Sabbadini, A. (2013): “New technologies and the psychoanalytic setting”, en: Lemma, A., Caparrotta, L. (Eds.)  Psychoanalysis in the technoculture era, London, Routledge.
 

Resumen

El autor ofrece una perspectiva crítica sobre  el uso de las telecomunicaciones en la práctica clínica psicoanalítica y sobre las implicaciones al introducirlas en el encuadre. Las telecomunicaciones crean ilusiones de presencia que impiden tanto la posibilidad de una acción real como la transmisión irrestricta de estados no representados. El carácter protésico del encuadre telecomunicativo también crea una paradoja: es simultáneamente ilimitada y limitada espacialmente. La especificidad del psicoanálisis como tipo peculiar de relación personal y de práctica clínica requiere un encuadre que cumpla con condiciones específicas de intimidad. Deberemos ser extremadamente cautelosos al tratar las fuertes ilusiones de presencia creadas por las telecomunicaciones como equivalentes a la presencia física real

Palabras clave: encuadre, telecomunicaciones, presencia, estados no representados, intimidad, psicoanálisis.
 

Abstract

The author offers a critical perspective on the use of telecommunications in psychoanalytic clinical practice and on the implications of introducing them into the setting. Telecommunications create illusions of presence which prevent both the possibility of real action and the unrestricted transmission of unrepresented states. The prosthetic character of the telecommunicative setting also creates a paradox: it is simultaneously unbounded and spatially limited. The specificity of psychoanalysis as a peculiar kind of personal relationship and clinical practice requires a setting that meets specific conditions of intimacy. We should be extremely cautious about treating the strong illusions of presence created by telecommunication as equivalent to real, physical presence.

Keywords: setting, telecommunications, presence, unrepresented states, intimacy, psychoanalysis.
 

John Churcher, Miembro psicoanalista de la British Psychoanalitic Society-IPA
churcher@aulos.co.uk
 

[1] Contribución al panel sobre «Intimacy and technology: developing a psychoanalytic dialogue», al 50º Congreso de la IPA, Buenos Aires, 25-29 de Julio  2017 (Panelistas: J. Amati Mehler, J. Churcher, K. Alipanahi; Presidente: G. Jarast.)

[2]  Existen argumentos complejos con respecto a la traducción al inglés de encuadre como “setting” en lugar de “frame”. Ver Bleger y Churcher (2013) pp. xli-xlii; Churcher (2015, 2016)

[3] Head y Holmes (1911-12)

[4] p.ej. Polanyi, 1966

[5]Por ejemplo, Valeria Egidi Morpurgo pregunta: «¿Es el cuerpo entendido en un sentido freudiano, el cuerpo que «apoya» y sostiene el psiquismo, suficiente para dar cuenta de los fenómenos del mundo virtual? ¿ O más bien, hay una nueva subjetividad que conduce a formas de mentalización originales y sin precedentes …? «(Morpurgo, 2013)

[6] Aunque el organismo está preadaptado innatamente para funcionar de diversas maneras, las invariantes de su funcionamiento tienen que descubrirse psicológicamente a través de las mismas interacciones  a través de las cuales las propiedades invariantes de las cosas en el mundo externo se descubren. Por ejemplo, como señaló André Bullinger, incluso las relaciones espaciales invariantes entre la retina central y periférica del ojo, aunque se determinan de manera innata como aspectos de la morfología corporal, deben ser interiorizadas mediante interacciones antes de que puedan utilizarse psíquicamente. (Bullinger, 2012).

[7]Existe una continuidad entre las prótesis intra y extracorporales. Por ejemplo, muchos audífonos digitales modernos se usan externamente, pero algunos incluyen la estimulación directa del nervio auditivo a través de un implante coclear.

[8] e.g. Sabbadini (2013); Russell (2015); Churcher (2015, 2016)