… te encuentras exactamente donde te encontrabas antes de que todo se quebrara.
Quizás un poco más hacia “la izquierda” que a “la derecha”,
pero ni un milímetro más allá. […] no sea que el pequeño hombrecito
empuje desde el otro lado”.
Listen little man, 1940.
Wilhelm Reich
The shame of Europe era el titular con el cual la cadena de noticias norteamericana CNN abría sobre los acontecimientos del 1-O (1 de octubre de 2017); la misma hora en que el presidente Mariano Rajoy, en una conferencia de prensa en la que no se aceptaban preguntas, afirmaba que su acción de gobierno era un ejemplo para Europa. La CNN condenaba de manera explícita la represión policial que vivía Cataluña. Por otro lado, The Guardian y The Telegraph ya no dejaban lugar a dudas para la interpretación: Rajoy estaba mintiendo.
La web de la CNN se acompañaba de una fotografía mostrando uno de los heridos por la policía y debajo un subtítulo en el cual decía que Cataluña condenaba la actuación del gobierno español que estaba causando cuatrocientos sesenta y cinco heridos en enfrentamientos con la guardia civil.
La persona pública o el político de profesión, como cualquier otro individuo, pueden enfermar también de neurosis. En ocasiones se ven empujados hacia un momentum de conducta destructiva, violenta y corrupta. Puede suceder a través de la aquiescencia al poder acumulado durante largos años de gobierno o por la ansiedad del momento. Además, los políticos profesionales no tienen mucho tiempo para compartir la intimidad amorosa necesaria para vivir la libido sexual, como hace la mayoría de la población. Su sexus politicus, es decir, el ejercicio continuo del poder, que según las neurociencias tendría un trasfondo adictivo y afrodisiaco, les tiene siempre ocupados.
La vergüenza aparece en la mente humana al instaurarse en el bebé la posición ocular, un estadio de la organización de la libido que precede a la posición esquizoparanoide (Frigola, 2017). Y, como consecuencia, podemos observarla también en el área familiar, social y comunitaria. Según el Group Analysis, la vergüenza es el guardián de la ética y de la ortodoxia y es básicamente un fenómeno social. Desarrollaré estos temas hablando primero de la caracterología sociopolítica. Lo que ocurrió durante la mañana del 1-O en Cataluña, y que avergonzó a todos los ciudadanos del mundo civilizado, es y será siendo uno de los temas de estudio e investigación en el futuro.
El diván en el Parlamento: los caracteres sociopolítico:
Las estructuras del carácter que W. Reich (1948) describió en Análisis del carácter, y que sus discípulos hemos ido desarrollando en trabajos posteriores (Baker, 1964; Frigola, 2011; Konia, 2013), han sido observadas desde el punto de vista del individuo. Son la cristalización de la personalidad individual que está siendo moldeada por la sociedad desde el nacimiento, a través de un ambiente familiar, educacional y comunitario que le ha estado influyendo. Los caracteres sociopolíticos que voy a describir a continuación se refieren a lo opuesto: el intento individual de controlar, moldear y dirigir a la sociedad para que ésta encaje con las propias necesidades libidinales inconscientes.
La estructura del carácter individual está aplastada por dos fuerzas: por la sociedad neurótica y, además, por la automutilación. Por regla general, este carácter no inflige daño a los demás, a no ser que se trate de una personalidad desequilibrada, impulsiva o delincuente. Lleva correctamente la propia neurosis a sus espaldas, por así decirlo. En cambio, el carácter sociopolítico (la persona pública, el diputado del Congreso o del Parlamento, el presidente de un club de fútbol, o el político que ocupa un cargo institucional, etc.) puede también enfermar de neurosis como cualquier otro ciudadano, pero contrariamente al neurótico normal, este carácter, utilizando la identificación proyectiva, inocula los síntomas de su enfermedad (individual) en el ambiente social a fin de controlarlo, reglamentarlo o politizarlo. El Tribunal Internacional de la Haya ha dejado claro en sus sentencias de qué manera el carácter sociopolítico, infectado por la plaga emocional ha sido el causante de múltiples asesinatos en masa o la destrucción de naciones enteras como sucedió en la ex Yugoslavia.
Los profesionales de la política pueden expresar aspectos positivos del carácter humano, tal como ha quedado historiado en el pasado y en el presente en la vida y en la obra de los grandes hombres de Estado. Los premios Nobel de la Paz, los títulos nobiliarios y otras condecoraciones civiles otorgadas a los políticos expresan estos aspectos. Pero más a menudo, la actividad política es la expresión de lo que es neurótico en el hombre: la búsqueda exclusiva del poder. Según parece, este ejercicio continuo del poder tiene un trasfondo adictivo y afrodisíaco. Los psicoanalistas orgonomistas lo llamamos sexus politicus.
El lector puede preguntarse si toda actividad política es, a priori, neurótica. La respuesta sería negativa. Existen grupos y personas que se presentan a la política por razones no neuróticas; son aquellos individuos que poseen dentro de sí mismos preocupaciones sociales auténticas y decentes. Estas personas, grupos y asociaciones (cívicas, culturales, educativas, ecológicas, juveniles, etc.) son capaces de mantener un contacto natural con el ser humano que los empuja hacia el servicio social y comunitario a través del aparato político.
El carácter sociopolítico puede expresarse públicamente con cualquier tipo de carácter individual (histérico, fálico-narcisista, paranoico, depresivo, obsesivo, esquizofrénico, etc.), pero, además, posee ciertas condiciones específicas en su estructura caracterológica. El rasgo común es que sus síntomas neuróticos no son experimentados como una parte disociada del self, sino todo lo contrario. Están muy bien integrados en el self y son defendidos a capa y espada, tanto emocional como ideológicamente. Los políticos no sienten vergüenza ni culpa. Tampoco están acostumbrados a que sus ideas políticas legítimas o su estilo de vida personal estén sujetos a una evaluación clínica psiquiátrica. Los políticos, como los corresponsales de guerra, son gente muy curtida y poco partidaria de tumbarse en el diván. El único que se tumbó en el diván de la opinión pública y pidió perdón fue el presidente Bill Clinton, después de su conocido romance con una becaria de la Casa Blanca.
Podríamos dividir a los hombres públicos, grosso modo, en dos caracteres o actitudes legítimas hacia el mundo: el progresista y el conservador. El carácter progresista tiende hacia el intelectualismo, prefiere dar una explicación mecanicista a los fenómenos naturales y sociales y posee una actitud colectiva ante la vida pública. El carácter conservador, por otro lado, tiene una actitud emocional ante la vida, prefiere dar una explicación mística o religiosa a los fenómenos naturales y sociales y es muy selectivo en la vida pública en la forma del amiguismo.
El carácter progresista deviene neurótico porque se reprime de cualquier escape de agresión natural. Lo hace utilizando su intelecto como un mecanismo de defensa, desarrollando una ideología de falso humanitarismo para protegerse de la agresión natural y sana del ello, que él mismo no tolera. Al tiempo que se va inmovilizando emocionalmente hasta que la agresión interna desaparece por la intelectualización, reaccionando entonces con el apaciguamiento.
El carácter conservador deviene neurótico cuando expresa de una manera descontrolada la agresividad natural y sana del ello. Lo hace de una forma caótica y brutal y con la irracionalidad emocional con la que presenta sus ideas. Estas son expresadas de una forma confesional y mística y como necesarias para el interés de los grupos sociales selectos. Este carácter sí que se permite la expresión de la agresividad: es miembro de la sociedad de cazadores, un coleccionista de armas o un amante de los toros. Debo señalar aquí que estos dos caracteres están convencidos de la superioridad ética y moral de sus respectivos modos de expresión social.
El carácter progresista o de izquierdas
Del carácter progresista, ya que no cuenta con la religión ni con la magia para modular los sentimientos de culpa ―cosa que sí hace el carácter conservador, ya que tiene a su lado todo el aparato de la iglesia confesional― surge una sinceridad falsa que se origina de una culpa no integrada en el self y que aparece sobre todo cuando se convierte en portavoz de los demás. Compensa esta falta de sinceridad y empatía real con los problemas individuales cotidianos aun con mayores dosis de preocupación social.
Por lo general, el carácter progresista se expresa muy bien verbalmente. Es inteligente, optimista, elegante en el porte y muy sofisticado en su apariencia externa. Pero emocionalmente es muy superficial. Como tiene la energía libidinal centrada solo en la cabeza, da una imagen de brillantez pero es dado a la ansiedad y a la impaciencia. Aun siendo una persona sensible y perceptiva, no lo demuestra. Pone mucho más énfasis en el estilo y en el continente que en el contenido de sus discursos. Habla muy bien pero dice pocas cosas. No le gustan las expresiones políticas emocionales directas porque la agresividad natural y sana del ello le altera y le desconcierta.
El carácter progresista se siente invadido por sentimientos de culpa que él mismo no acepta, puesto que no cree en el acto de la confesión que los perdone o redima. Como consecuencia, siempre se siente obligado a hacer algo a nivel social, a curar todos los males y desastres sociales, incluso cuando no existe una razón objetiva para ello. Como son incapaces de inquietar a su partido, expían sus culpas mediante el único escape que conocen: sacrificarse a través del fuego (quemarse políticamente hasta la jubilación o incluso después de ella), lo que les ofrece la posibilidad de una purificación simbólica ante sus eternos votantes.
Los ideales políticos del carácter progresista están muy bien racionalizados (intelectualmente) pero contienen en sí mismos una falta de verdadera empatía emocional. Su dilema es que, a través del conocimiento intelectual, empieza a pedir más y más libertad a sus maestros y a sus dioses, pero es incapaz de mejorar esta libertad que le es ofrecida.
Como quiere y necesita encontrar soluciones sociales a todo, este carácter tratará de politizar todas las actividades recreativas, educativas y culturales posibles, incluso el agua que bebemos y el aire que respiramos.
El verdadero carácter progresista está abierto al razonamiento. Es accesible y educado en la argumentación. Como sabe controlar mentalmente muy bien sus emociones es capaz de expresar, de manera disimulada, cierta cólera y enfado de acuerdo con las frustraciones personales que siente, pero nunca se convierte en la teatralidad histérica cómo en el caso del carácter socialista/colectivista puro. Tenemos muchos ejemplos de este carácter en el socialismo madrileño y andaluz de los años ochenta y noventa. Este carácter defiende su dogma, y cuando es atacado se revuelve con desprecio, utilizando su magnífica oratoria en el Congreso de los Diputados con fórmulas verbales llenas de sarcasmo. Con esta oratoria histérica y teatral aplasta a cualquiera que se ponga delante, utilizando la retórica, la arrogancia y su eficaz castración verbal. Su ingenio es muy espinoso, divirtiéndose a expensas de los demás caracteres sociopolíticos.
El lector no debe confundir el carácter socialista/colectivista con el carácter nuclear y duro del comunista autoritario, tipo “Putin”, ni con el simpatizante de la nueva izquierda ecologista “verde-violeta”. El carácter comunista autoritario es el maestro supremo en el arte de manipular los anhelos no satisfechos de la humanidad. Algunos comunistas autoritarios se disfrazan ahora de progresistas o de nueva izquierda para vender sus credos. El carácter comunista autoritario es, por supuesto, mucho más maquiavélico. Es mucho más listo e insidioso que todos los demás caracteres sociopolíticos juntos. Desarrollaré este tema más adelante al hablar del liberalismo.
El carácter progresista soluciona el complejo de Edipo rebelándose contra el Padre y al no poder competir de tú a tú con él por identificación introyectiva (cosa que sí hace el carácter conservador), se identifica con el perdedor o con el delincuente, a los que intenta redimir a través de la culpa. Fue el caso de Eleuterio Sánchez, el Lute, cuya historia de redención fue mitificada durante el gobierno socialista, películas incluidas, y llegó a ser un buen abogado.
En su intento rebelde de mantener la superioridad sobre el Padre, el ideal del yo progresista fantasea en permanecer siempre joven, por ejemplo al no comprometerse con el matrimonio, buscando relaciones sentimentales con gente mucho más joven, incluso cumplidos los setenta (síndrome de Hugh Hefner). En este contexto progresista, la solución del complejo de Edipo se basa en la fantasía de destruir al Padre por sobrevivirle en juventud y en belleza. Una estrategia muy efectiva, pero con un enorme gasto personal: nunca conseguirán madurar emocionalmente. Esta idea de la eterna juventud ―muy típica de la cultura pop― se basa precisamente en ignorar el esfuerzo llevado a cabo por las generaciones anteriores. Solo se viven las experiencias del momento. La edad cronológica de muchos de los presentadores/as de las cadenas de las televisiones rosa de nuestro país sobrepasa la cuarentena, pero se expresan como si fueran veinteañeros y con comportamientos siempre adolescentes.
El carácter conservador o de derechas
El carácter conservador representa la perpetuación del sistema patriarcal. El carácter conservador es tan destructivo hacia la naturaleza y el medio ambiente tanto como pueda serlo el carácter progresista. Pero, contrariamente a éste, no racionaliza políticamente su destructividad como algo necesario para el bienestar público o para la necesidad de un progreso social. Lo hace por ignorancia, por beneficios comerciales o por puro deporte. De aquí la proliferación de los campos de golf en Cataluña, un deporte elitista y un pretexto para los negocios inmobiliarios en el medio rural durante la larga etapa del presidente Jordi Pujol. Una destrucción irracional del medio ambiente en un contexto donde la sequía ya estaba siendo un problema planetario.
El carácter conservador es acusado de ser insensible a las necesidades de los otros. De hecho, simpatiza con los desprotegidos, tanto como con aquellas personas que son capaces de desenvolverse, pero, contrariamente al carácter progresista, es poco tolerante hacia aquellos que no hacen nada por sí mismos y quieren vivir de “gorra”. Respecto a la cuestión racial, no es partidario de una segregación forzada, no es racista, pero se opone a una integración impuesta por la fuerza o por la ley. Su dogma es: “cada uno en su casa y Dios en la de todos”.
El carácter conservador es racional y demócrata. Su filosofía es vive y deja vivir. Es decente, aunque un poco infantil y naif. A favor de la competitividad sana, piensa que las escuelas están para educar y ayudar a crecer a los individuos como personas humanas, no para educar a la sociedad en su conjunto.
Tiende hacia la autosuficiencia y es un patriota sincero. Pero este mismo patriotismo le provoca mucha ansiedad cuando una parte de los ciudadanos de su país luchan por el derecho de autodeterminación, así como también teme los acuerdos internacionales. D. Trump se ha sentido muy incómodo y ha empezado a cuestionar todos los acuerdos internacionales que hizo el anterior presidente B. Obama, incluso amenazando con abandonar la OTAN.
Este carácter posee una actitud positiva hacia la salud y la vida. Cuida su cuerpo y le apasiona el deporte activo. Por esta razón es muy espontáneo, directo y honesto. Si se ha equivocado al escoger una determinada opción política dentro de su partido, no se quema como haría el carácter progresista, sino que dimite. Esta es una norma ética entre los políticos conservadores ingleses. Este acto ético de dimitir hay que diferenciarlo de la dimisión forzada por presiones sociales, por corrupción o porque se ha cometido un fraude administrativo.
En el carácter conservador , como su ideal del yo se entrega a la búsqueda de un ser supremo que le dirija (Dios), esta búsqueda le lleva a manejar mejor los sentimientos de culpa inconsciente. De esta forma no debe compensarla políticamente a nivel social o cultural como hace el carácter progresista. Por otro lado, aunque se haya equivocado y el amiguismo le haya empujado hacia la corrupción, siempre será (políticamente) perdonado por Dios.
Para este carácter, la sexualidad es la expresión del amor y lo comparte con su pareja, a menudo este amor esta bendecido por la iglesia católica o anglicana. Pero, como sobre enfatiza la castidad y la moralidad, suele llevar a escondidas una doble vida sexual. Esta represión de la libido le ha permitido crear mecanismos de control para la expresión del erotismo, pero sin derivar hacia la pornografía. La revista Playboy es un ejemplo social de esta represión controlada de la libido.
El carácter conservador no es consciente que la acumulación de poder en una sola autoridad (legislativa, ejecutiva, eclesiástica, etc.) restringe la libertad de los ciudadanos y produce corrupción en esta misma autoridad. Al mismo tiempo le interesa que los ciudadanos no estén muy informados ni mucho menos concienciados políticamente porque así los puede dirigir más fácilmente. Cuando menos politizados, mejor gobernados. Esta fue la ética de TVE durante el largo gobierno de Mariano Rajoy.
El carácter conservador puede inclinarse hacia la extrema derecha. En este caso toda su estructura caracterológica se expresa de forma religiosa y confesional. Su programa político es en sí mismo una autentica cruzada. Es, por supuesto, mucho más rígido y místico que el carácter conservador, llegando a interpretar los preceptos bíblicos casi literalmente como lo haría un fanático. Sería capaz de gritar: “dame libertad o dame muerte”. A favor de las carreras militares, puede llegar a ser un individuo muy ambicioso y determinado en sus acciones, poniendo toda su fe en sus ideales castrenses. Como la sexualidad a nivel inconsciente está restringida y es excesivamente moralista, suele dar rienda suelta a sus impulsos sádicos. También puede inclinarse hacia una vida ascética para mantener la pureza de su raza y no mezclarse con otras razas “inferiores”. Puede llegar a convertirse en un político reaccionario y desinteresarse por los derechos civiles de los ciudadanos. Para este carácter reaccionario, el término personas de color, que denota calidez y proximidad es reemplazado por las connotaciones de negro, gitano y moro, a los que considera descendientes de Caín: una visión bíblica de su simbolismo libidinal que está mental y emocionalmente distorsionado.
Esta sociedad anti autoritaria y líquida en la que vivimos del todo vale crea en todos los ciudadanos un descontrol social crónico y, como consecuencia, tiene la necesidad de instituciones que canalicen y controlen las tendencias rebeldes y los aspectos delincuentes y criminales de la parte inconsciente de la mente. Una de estas canalizaciones de control son las campañas electorales (municipales, autonómicas, generales, etc.) en las que los políticos expresan estos aspectos pre-genitales destrozando a sus rivales, mientras que son aplaudidos con fervor por sus votantes, cayendo algunos en trances casi hipnóticos.
La gran compensación que la mayoría de líderes políticos obtienen de las campañas electorales es esa satisfacción ocular y oral voyerista y narcisista. De esta manera, el desgate físico y el trabajo agotador de las campañas electorales se compensa con la obesidad yoica obtenida. Ver su foto repartida en todas las ciudades como si fueran actores de Hollywood les debe producir un gran placer erótico y narcisista. Sexus politicus, otra vez. Fue precisamente W. Reich quien relacionó por primera vez la psicopatología de la sexualidad humana con todas las perversiones neuróticas que van asociados con la lucha política partidista. Junto con Willy Brandt, que fue canciller de Alemania, fundaron en 1933 en Noruega, el movimiento SexPol para desenmascarar el incipiente nazismo, que llegó a tener una influencia notable en la opinión pública europea. Es precisamente en las campañas electorales donde todos los políticos pueden dar rienda suelta a las emociones de odio, venganza, cólera, rabia y sadismo, que son socialmente toleradas. En las campañas electorales los políticos se agreden los unos a los otros de una manera despiadada y cruel. En la mayoría de los casos esta agresión podría considerarse como una descarga orgásmica pre-genital.
Ni la izquierda ni la derecha: el centro
Desde el punto de vista del psicoanálisis, el centro seria la representación política de lo que W. Reich denominó el carácter genital (Reich, 1976). También correspondería a la posición depresiva de M. Klein (1949) y al estado adulto de la mente de D. Meltzer y M. Harris (2006). Pero el centro, ¿existe realmente en política? Lo que denominamos centro seria la expresión sociopolítica del objeto combinado, el centro vital: buenos padres trabajando juntos para proteger y criar a los hijos y donde el corazón y el intelecto están en armonía. En este estado de la mente, el contacto con el self, con el planeta y con el universo es independiente de las ideologías religiosas y políticas. Esto otorga a la persona un sentimiento de permanencia, seguridad y responsabilidad que le dan los objetos del self.
Los caracteres sociopolíticos se mueven en la arena política como peces en el agua. Un recorrido desde la posición esquizoparanoide a la posición depresiva y viceversa EP↔PD, tal como describió Bion (1961). Este recorrido está muy bien descrito en el libro Suicide of the west (Burnham, 1985). Este autor señala que los valores del carácter progresista son: el bienestar social, la justicia, la libertad y la ciudadanía, en ese preciso orden. Para el carácter conservador, justo lo contrario: la ciudadanía, la libertad, la justicia y el bienestar social.
Para analizar sociopolíticamente lo que se denomina el centro podríamos seguir la tesis de Burnham. Desde W. Reich, los psicoanalistas orgonomistas hemos ido desarrollado una caracterología sociopolítica (Baker, 1967; Frigola, 2011; Konia, 2013), caracterología que seguiré esbozando a continuación y que nos permitirá una comprensión profunda de la arena política contemporánea. De esta manera podemos acercarnos a analizar lo que se considera el acontecimiento sociopolítico más importante de la segunda mitad del siglo XX en Estados Unidos: el nacimiento de la nueva política (la nueva izquierda).
El así denominado carácter de la nueva izquierda se ha infiltrado en la corriente del pensamiento político actual y ha estado vendiendo la idea de pretender compartir las ideologías de izquierda del verdadero liberal americano. El idealismo (ideal del yo) del verdadero liberal americano le ha cegado (le ha producido un bloqueo ocular) y como consecuencia le ha impedido ver y darse cuenta que el carácter de la nueva izquierda hace todos los esfuerzos por compartir el mismo sistema de creencias que él. Con la legitimización de la actual izquierda dentro de la arena política liberal, y el resultante movimiento de la izquierda en el vértice de la política en Norteamérica, expresado en las políticas sociales de B. Obama, no existe ningún enemigo político en la izquierda. El único peligro que percibe el verdadero liberal americano se encuentra ahora en la derecha.
Para el verdadero liberal americano no existe ningún enemigo en la izquierda. Basándonos en los diferentes estudios sociopolíticos que se han hecho sobre liberalismo del siglo XIX, los psicoanalistas orgonomistas hemos descrito los rasgos personales (caracterológicos) del político liberal americano que, a lo largo de la historia reciente, le han impedido ver por un bloqueo ocular del ideal del yo que le ha cegado y, como consecuencia, no siente emocionalmente ningún peligro significativo que le venga desde la izquierda, peligro que sí ve desde la derecha (Konia, 2009).
Analizando la cultura política en Norteamérica en los últimos cincuenta años, el eslogan liberal ha basculado de “nuestro principal enemigo se encontraba en la derecha” a “nuestro preferido enemigo está ahora en la derecha”. Este cambio está apoyado en los parámetros del verdadero liberalismo y en sus principios morales, éticos y emocionales. Esto concuerda perfectamente con el famoso eslogan del presidente Mitterrand: il n’ y a pas d’ ennemi à gauche (no hay enemigo en la izquierda).
Con toda probabilidad, el moderno liberal puede sentir emocionalmente que el peligro político le pueda venir de la izquierda. Pero el peligro que siente desde la izquierda, no lo siente de la misma intensidad que el peligro que le venga de la derecha. Una estrategia o un sentimiento consciente o inconsciente que el presidente Pedro Sánchez ha llevado a las últimas consecuencias políticas, pactando con los liberales catalanes y vascos y con la nueva izquierda hasta conseguir arrebatar el gobierno de la nación a Mariano Rajoy en un momento en que la corrupción desbordaba al Partido Popular.
El anterior gobierno de B. Obama se refería a áreas de interés común que compartía con la nueva izquierda, por no hablar de su marcada simpatía hacia las otras tantas clases de socialismo que existen en Norteamérica dentro del Partido Demócrata. O, poniéndolo en otras palabras, el liberalismo actual seria en sí mismo la izquierda (la gauche, el sinistrismo). Pensando de esta manera, parte de los orígenes ideológicos de la gran izquierda podríamos encontrarlos retrocediendo a la Revolución Francesa, por no decir al Renacimiento.
El liberalismo siempre se ha sentido mucho más a gusto con sus primos hermanos de la izquierda que con sus parientes extraños y lejanos de la derecha. Históricamente, es contra las fuerzas sociales de la derecha, que los liberales y las ideologías de sus ancestros, como el liberalismo del siglo XIX, han luchado siempre. Esta lucha queda muy bien documentada en la obra literaria de Emile Zola, uno de los máximos representantes de este espíritu liberal. Hijo de un ingeniero italiano y de una francesa, el que será uno de los más grandes escritores franceses describió el nacimiento del capitalismo francés en un estilo claramente naturalista, haciendo un elogio de la fuerza vital y de los avances de la ciencia. Zola defendió con toda su energía al capitán Dreyfus en su famoso escrito J’accuse, oponiéndose a las estrategias derechistas y tuvo que vivir en el exilio por sus convicciones profundamente liberales, tal vez perdió su vida por ellas. El accidente que tuvo con una chimenea en mala combustión podría haber sido su asesinato.
El pensamiento liberal que expresó Zola en su obra literaria, Freud lo compartió. El psicoanálisis, tal como lo descubrió y lo vivió Freud en su propia persona, fue la expresión del movimiento liberal en la segunda mitad del siglo XIX. Hay un pasaje en un artículo de Freud de 1914 sobre la historia del movimiento psicoanalítico donde queda muy explícito este sentimiento liberal de que el enemigo está situado a la derecha. Era el momento en que Jung abandonaba la teoría sexual de la neurosis y la reemplazaba por un nuevo sistema de pensamiento religioso y místico:
[En Jung] un nuevo sistema ético – religioso ha sido creado […] que cambia el sentido de los resultados analíticos o prescinde de ellos […] y se ha desatendido de nuevo la poderosa melodía primitiva de los instintos. […] Gracias a los datos que la experiencia directa de un paciente me ha proporcionado puedo describir la nueva escuela terapéutica de Zúrich. No se atendía para nada a la transferencia […] las enseñanzas morales eran bellísimas, y yo las seguía fielmente, pero no avanzaba un solo paso. […] En lugar de liberarme por el análisis, cada sesión aportaba nuevas exigencias durísimas, de cuyo cumplimiento se hacía depender la curación de la neurosis; por ejemplo, concentración interior, introversión, meditación religiosa, renunciando a la vida amorosa con mi mujer, etc. Tales exigencias acababan por ser superiores a mis fuerzas, tendiendo a una transformación radical de mi personalidad interior. Salía uno del análisis como un mísero pecador y con el más profundo desaliento. Lo que se me prescribía hubiera podido aconsejarlo cualquier sacerdote; pero, ¿y la fuerza necesaria para cumplirlo?.
La mera jerga sexual no podía motivar modificación alguna de la economía de la libido […] esto no se consigue alejando al paciente (de sus impulsos libidinales y bloqueos) e impulsando al sujeto hacia una sublimación. […] El primer fragmento de la realidad que el enfermo ha de tener en cuenta es precisamente su enfermedad. Los esfuerzos que se hagan por sustraerle a esta labor suponen una incapacidad del médico para ayudarle a vencer las resistencias o un miedo del mismo médico a los resultados de tal tarea.
Freud termina el artículo con una frase que cualquier político liberal suscribiría.
Los hombres son fuertes mientras representan una idea fuerte; impotentes cuando se oponen a ella. […] Séame permitido terminar con el deseo de que el Destino otorgue una cómoda ascensión a todos aquellos a quienes se ha hecho desagradable la permanencia en el infierno del psicoanálisis. Y puedan los demás continuar tranquilamente su labor en lo profundo (Freud, 1914).
La derecha ha estado siempre emparentada, y todavía lo sigue estando, con la religión institucionalmente organizada, con la aristocracia, con las fuerzas armadas, con la propiedad de la tierra, con los negocios familiares hereditarios, con las élites económicas y con la discriminación racial. Emparentada, esto es, asociada a las supersticiones, a los prejuicios, a los privilegios y con todas aquellas instituciones tradicionales que han luchado y se han enfrentado al ímpetu del liberalismo, tanto en sus aspectos teóricos como prácticos. Para el liberalismo, no existen cosas sagradas a priori, ya que estas cosas las decide el pueblo votando.
Prefiriendo escoger el enemigo en la derecha ―estrategia muy bien liderada por el presidente Pedro Sánchez― el moderno liberalismo es realmente fiel a sus ancestros del siglo XIX y su herencia. El PSOE fue en sus orígenes un partido liberal y republicano. La tendencia liberal de ver el principal enemigo político en la derecha, no es de alguna manera accidental o temporal: es la esencia del mismo liberalismo. El moderno liberalismo alcanzó lo que los modernos historiadores consideran su zenit luchando contra el nazismo de Hitler y contra el fascismo de Mussolini, una lucha en la que por supuesto el liberalismo se alió tanto con el socialismo como con el comunismo estalinista.
Esta necesidad para el liberalismo de tener el enemigo en la derecha es tan fuerte que, si no existe tal enemigo, entonces hay que inventarlo; así sucedió en Norteamérica con el senador Joseph McCarthy. En noviembre de 1963, los liberales de todas las naciones fueron incapaces de asimilar emocionalmente el hecho de que el presidente J.F. Kennedy fuera asesinado por un supuesto marxista. Este hecho trágico, actualmente convertido en un mito político, está siendo revisitado y muchos intelectuales e historiadores liberales ―a pesar de las apariencias y pruebas accidentales del momento― siguen pensado que el verdadero peligro, el viejo, familiar y resucitado dragón, tal como afirma Burnham en su libro, no fuera quizás la derecha estadounidense.
El Procés
Si queremos entender el Procés en un sentido existencial del self , pero también comprenderlo desde una visión psicoanalítica del objeto total ―no de una forma abstracta de principios políticos de partido, sino como una tendencia de los seres humanos a compartir ideas, expresar sentimientos y actuar socialmente de una determinada manera― debemos reconocer y afirmar en primer lugar que el enemigo político tiene que estar situado en la derecha si pretendemos definir el liberalismo. Sin la presencia del enemigo en la derecha, el auge del movimiento independentista, que es liberal en su esencia, así como su expresión política, el Procés, no existirían. Esta tesis histórica ha sido incorporada por los políticos catalanes desde 2012 al colocar el dragón de San Jordi en la derecha y actualmente también en la monarquía española.
Analizando el movimiento independentista en Cataluña desde 2012, que por entonces representaba menos del quince por ciento de la población, vemos que la derecha ha jugado un papel muy importante y definitivo en el incremento del porcentaje de independentistas en Cataluña, hasta llegar actualmente cerca del cuarenta y ocho por ciento. Mi teoría es que el catalanismo político tiene una raíz profundamente liberal, muy marcada en las zonas rurales de Cataluña, un liberalismo que no existe de una manera tan visible en otras partes de España, pero que sí existía antes de la guerra civil. Para muchos liberales americanos, ingleses y franceses de las viejas generaciones, la guerra civil fue un episodio determinante en sus vidas personales e ideológicas. Su compromiso con la Republica fue total. Este compromiso está descrito en los libros de Orwell, Homenaje a Cataluña, y de Hemingway, Por quién doblan las campanas. Pau Casals, un liberal de corazón y una de las figuras más queridas en Cataluña, dijo que jamás tocaría en la España de Franco. Eso sí, tocó para los catalanes en Prada de Conflent.
Después de la muerte del dictador, la derecha, es decir, el catalanismo político no liberal y dogmático de Jordi Pujol, fue la que siguió gobernando Cataluña. Cataluña no podía pasar de una dictadura de cuarenta años a la democracia, en el sentido que le da Winnicott, en cuatro días; como tampoco es posible un verdadero psicoanálisis personal en menos de una década. Winnicott escribe al hablar de los fundamentos para la construcción de la democracia:
Debe existir una considerable madurez en el desarrollo emocional de una suficiente proporción de individuos que se comprometan a la creación, recreación y mantenimiento de la maquinaria democrática (Winnicott, 1950).
Obviamente, tal porcentaje de individuos emocionalmente maduros no existía en la Cataluña de la Transición.
El movimiento liberal y popular que estaba inconscientemente reprimido por los años de dictadura resurgió en la población catalana hasta culminar con las Olimpiadas de Barcelona de 1992. Desde entonces no ha hecho más que crecer. Al colocar el dragón de San Jordi en la derecha, la verdadera ideología liberal del Procés se ha instalado confortablemente en la arena política catalana para no abandonarla. Esta ha sido la estrategia de Oriol Junqueras, que ha culminado con los liderazgos de Carles Puigdemont y actualmente con Quim Torra. Estos líderes, caracterológicamente liberales, se han sentido muy cómodos sintiendo a la derecha, y actualmente a la monarquía, como sus verdaderos enemigos políticos.
Sin embargo, lo que ha ocurrido en Norteamérica con la ceguera liberal parece repetirse ahora en Cataluña. La confusión ideológica dentro del electorado catalán entre el verdadero liberal catalanista y el carácter de la nueva izquierda es evidente. Como he dicho, esta confusión surge del idealismo liberal, es decir, el ideal del yo del verdadero liberal catalán que le está cegando (bloqueo ocular) y le está impidiendo ver que la nueva izquierda pretende compartir las mismas creencias y estrategias que él. Como consecuencia, la ha legitimado para compartir en común la verdadera ideología liberal – catalanista en la misma arena política. Pienso que esta ceguera del electorado liberal catalán fue la que llevó a Ada Colau a la alcaldía de Barcelona en 2015.
¿Qué pasara en el futuro con el liderazgo de Pedro Sánchez? ¿Es Pedro Sánchez caracterológicamente semejante a Barak Obama? ¿Qué repercusiones tendrá este liderazgo progresista para el liberalismo catalán? El verdadero liberal catalán, fiel a sus ancestros, ha apostado por el republicanismo como la futura forma de gobierno en Cataluña, claramente expresado en el liderazgo de Carles Puigdemont. Quizá esto sirva para visualizar y mostrar la confusión emocional dentro del electorado entre el carácter liberal catalán y el carácter de la nueva izquierda, ya que este último pretende ser también un carácter republicano, cuando en realidad está muy lejos de serlo. A esto hay que añadir el desencuentro que tiene el verdadero republicanismo de Carles Puigdemont con la derecha catalanista heredera del pujolismo.
Tal confusión se puede observar en las tertulias de 8TV cuando se refieren al Procés: ¿republicanismo versus independencia? Estas tertulias las cultivan gente IYI (intelectual yet idiot, intelectual aunque idiota) según lo expresaría el pensador libanés N.N. Taleb. Entre los IYI podríamos contar a los tertulianos profesionales, a los catedráticos de universidad, a los funcionarios de carrera y a los periodistas con nómina. Todos debaten sobre el Procés y crean controversia entre ellos, pero no se juegan el pellejo para nada cuando presentan sus argumentaciones políticas, que son unidimensionales y monoculturales. Su análisis del Procés no es creíble. Los psicoanalistas consideraríamos estos debates IYI como identificaciones proyectivas cruzadas. El tertuliano que no se resiste a recibir una identificación proyectiva se encontrará inmerso en una proyección contra-identificativa con el proyector y en un caldo de cultivo para la agresividad y la crispación mutuas (Winnicott, 1947). La primera función de un grupo de tertulia es disponer de un buen objeto contenedor para las frustraciones de sus respectivos miembros. Esta contención es la parte viva y vital de un grupo. Una vez contenidas, las frustraciones se pueden modificar o modular a través del desarrollo del pensamiento o, por el contrario, son evadidas por la evacuación proyectiva. El pensamiento verdaderamente dialogante se estimula y potencia poniendo mucha atención en las identificaciones proyectivas de los contertulianos y no confundiéndose con ellas.
Tal desconcierto es todavía más notable en las tertulias de TVE cuando hablan de Cataluña, repleta de tertulianos patriotas IYI. Si alguien ajeno ―por ejemplo, un político independentista invitado― trata de pensar dialogando sobre republicanismo como otra forma de gobierno posible, a los tertulianos les causa una ansiedad intolerable. La sociedad española actual está huérfana de una cultura verdaderamente liberal, anclada todavía en viejas estructuras de Estado autoritario. El Valle de los Caídos es el símbolo de estas viejas estructuras autoritarias y ha permanecido intocable durante los cuarenta años de una supuesta democracia. Incluso dentro del socialismo que propone Pedro Sánchez se nota esta orfandad liberal. Respecto a Cataluña, su cultura ideológica está caracterizada por un idealismo rígido, corto de miras y una agenda política fanáticamente dogmática y antiliberal contra toda consideración realista.
Como cualquier bebé o criatura viviente que nace, la Crida Nacional per la República tiene que adaptarse al ambiente externo para poder sobrevivir. Esta nueva idea liberal está ya calando hondo y haciendo raíces en todas las áreas de influencia social porque quiere y necesita crecer. La Crida es un proyecto colectivo que no pertenece en absoluto a la clase política, al contrario es la propia ciudadanía que está obligando a los políticos a reaccionar. Esta ciudadanía (el carácter del pueblo) es ya responsable, emocionalmente madura, formada políticamente y con un estado adulto de la mente. Los psicoanalistas orgonomistas (Konia, 2009; Frigola, 2011) afines al pensamiento de W. Reich observamos con detalle las diferencias caracterológicas que existen entre los diferentes tipos del carácter sociopolítico y como éstos se arraigan en la estructura social. Esto nos dará una idea psicoanalítica global de los diferentes actores y eventos que entrarán en juego en el Procés a partir de ahora.
A pesar de que la ideología del verdadero liberal catalán puede parecer similar en la superficie al carácter de la nueva izquierda, cuando examinamos a la luz del psicoanálisis estos caracteres sociopolíticos por separado vemos que el efecto político es realmente el opuesto. Mientras que el liberal utiliza sus defensas intelectuales para protegerse de los impulsos destructivos del ello, la nueva izquierda utiliza sus facultades intelectuales para expresar precisamente los impulsos destructivos del ello. Mientras que el liberal es pro Cataluña, la nueva izquierda es internacionalista, por no decir anti catalana. En otras palabras, su internacionalismo es hueco y retórico. El liberal respeta la autoridad natural en el ámbito local y comunitario. La nueva izquierda es antiautoritaria y rebelde por naturaleza, pero sucumbe a los liderazgos dogmáticos. Donde el liberal ve igualitarismo, la nueva izquierda ve elitismo. Mientras el liberal apoya las ideas democráticas, la nueva izquierda apoya las ideas socializantes. Mientras que el carácter liberal es un idealista político (acting-in), el carácter de la nueva izquierda es un activista político (acting-out). Estos serían unos de los pocos ejemplos de esta diferencia caracterológica en la arena política. Esto creará enormes problemas para el liderazgo de Quim Torra, que estará expuesto a un fuego cruzado entre estas dos fuerzas ideológicas, además de poner en peligro la relación con sus parientes naturales de la izquierda catalanista. El verdadero liberal catalanista es todavía incapaz de ver que los afiliados y simpatizantes de la nueva izquierda no tienen nada en común con sus puntos de vista. De hecho, tienen planes muy diferentes sobre lo que es mejor para Cataluña, a pesar de que estos últimos pretenden ocupar en común, compartiéndola, la misma arena política catalana. Esta situación ha dado lugar a sentimientos de antagonismo, equidistancia y polarización, y sigo pensando que estos sentimientos dominarán en el futuro los discursos políticos en la Cataluña del Procés.
¿Porque han tenido tanto éxito y apoyo popular los liderazgos de Carles Puigdemont y de Oriol Junqueras? Siguiendo las teorías del pensador libanés N.N. Taleb, Puigdemont y Junqueras serían políticos skin in the game, líderes que se juegan el pellejo y sufren exilio y cárcel por sus ideas. Su liderazgo está apoyado por la psicología de masas de principios del siglo XXI. Esta psicología de masas no es racional o intelectual sino intuitiva, ya que el pueblo llano confía más en los políticos que se la juegan que no en los que no se la juegan. Entre estos últimos se encuentran la intelectualidad actual (euro tecnócratas, catedráticos, articulistas, tertulianos, etc.) que proponen reformas sociales estructurales o políticas de austeridad en toda Europa, sin que ellos se sientan afectados, porque tienen garantizados sus sueldos y sus pensiones exclusivas y elitistas. Los políticos que no tienen nada que perder, arropados en sus sueldos, en sus privilegios y por el aparato del partido que representan, son menos creíbles para la mayoría de la población que los lideres skin in the game, que se juegan el pellejo y que tienen mucho que perder. Los líderes del Procés son políticos localistas integrados, conscientes de la complejidad y de la diferencia entre lo pequeño y próximo (Cataluña) versus lo grande y lejano (Europa). Su proyecto político es un complejo ecológico adaptativo que necesita su tiempo. Un proyecto de transformación social hacia la democracia de facto en España.
La vergüenza: un afecto transcultural y un fenómeno social
The Shame of Europe. ¿Qué es lo que sucedió en Cataluña el 1-O para que los ciudadanos de Europa se sintieran avergonzados? La expresión vernácula dice que los ojos son el espejo del alma. Millones de ciudadanos europeos se enfrentaron por primera vez con la realidad política española y pudieron ver con sus propios ojos (se dieron cuenta) que el verdadero peligro para el liberalismo europeo venia de la derecha. Las escenas que mostraron las televisiones de todo el mundo donde la guardia civil golpeaba sin piedad a miles de manifestantes pacíficos: mujeres y hombres de todas las edades que querían votar (la lucha por el voto universal conseguido por el liberalismo desde el siglo XIX), causó un traumatismo ocular a todos los espectadores europeos que reaccionaron de una manera firme y decidida. Hacia el mediodía del 1-O cesó la violencia policial.
¿Cómo explicar desde el psicoanálisis esta reacción emocional de los ciudadanos europeos? ¿Cuál es el origen dinámico de la vergüenza? ¿Por qué es tan poderoso este sentimiento? ¿Acaso existe una relación entre la vergüenza y la culpa? Para los psicoanalistas orgonomistas existe una posición ocular que precede a la posición esquizoparanoide (Baker, 1964; Frigola, 2017). Una posición de la libido que es anterior a la creación de las palabras y que solo es analizable (visible), utilizando el psicoanálisis expresivo porque solamente se puede observar a través del mundo preverbal y expresivo del bebé.
Según Sylvan Tompkins (1962) algunas de estas expresiones preverbales del bebé son innatas y están disponibles ya desde el nacimiento. Expresiones que implican respuestas musculares faciales y oculares del sistema nervioso autónomo neurovegetativo y que son respuestas globales (Tompkins 1962). Estas respuestas globales están coordinadas de una manera simultánea. Según la autora, existirían nueve afectos básicos. Dos de ellos son positivos: el interés y la excitación. Uno es neutro, la sorpresa. El resto de estos afectos son negativos: el disgusto, el miedo, la rabia, el malestar, la vergüenza y el rechazo. Los investigadores del desarrollo infantil temprano están de acuerdo en la importancia de las experiencias sensoriales combinadas en los niños de pocos meses.
Probablemente todos estos afectos de interés, sorpresa, disgusto, rabia, rechazo, vergüenza, etc. los experimentaron los telespectadores de Europa y del mundo entero cuando sus ojos atónitos observaron las escenas del 1-O. Pero, ¿por qué precisamente el sentimiento de vergüenza? Según mi opinión, la función del afecto es amplificar el estímulo somato-sensorial para que conduzca a una respuesta. Por ejemplo, en el recién nacido, el estímulo fisiológico es el hambre y el afecto es el malestar, que realmente amplifica el hambre suficientemente para que reciba una respuesta empática por parte de la madre. Podríamos decir que el afecto es adaptativo. Según Tompkins, la vergüenza podría ser uno de estos afectos adaptativos pre programados innatos de supervivencia.
¿Qué relación existe entre la culpa y la vergüenza? Se han realizado estudios con bebés de ocho meses a los que se les ha puesto pintura roja en la nariz y después se les ha colocado enfrente de un espejo. Los bebés expresan una mirada de sorpresa si nadie les observa o de vergüenza si alguien les observa (Baker, 1964).
Yo pienso que la culpa y la vergüenza son dos estadios del mismo proceso de excitación libidinal (sexual y agresiva sana), aunque la vergüenza se instala primero, ya que la armadura todavía no se ha formado en el organismo del bebé. Como dice Erikson (1985), la culpa y la vergüenza son hermanas gemelas. Según mi punto de vista, la culpa es más tardía, cuando ya se ha formado una armadura caracterológica y la excitación libidinal no consigue traspasarla. A su vez, este impulso libidinal sano rebota contra la armadura caracterológica y vuelve a dirigirse al núcleo del self de donde provenía: retorna al self como si fuera un boomerang. La culpa es un fenómeno psíquico de reflexión. La vergüenza no es reflexiva, ya que el impulso libidinal puede alcanzar los ojos y la piel en un organismo donde no se ha instalado todavía la armadura o ésta es incipiente.
Si usáramos un lenguaje naturalista, diríamos que la libido es líquida y que toma la forma del objeto. El impulso agresivo libidinal sano, como si fuera una ola del mar al compás de la marea, rebota con bravura contra el acantilado. La armadura caracterológica es sólida como el acantilado. Esto sería la culpa. La vergüenza seguiría el mismo proceso, pero esta vez la ola retorna al mar deslizándose suavemente en la arena de la playa. La ola lame la arena, sin rozarla apenas y se aleja para regresar. Y aunque vuelve al mar (retorna al self) lo hace de una manera más apacible y no reflexiva. La arena es un objeto sin armadura que se mece al compás de la ola. Este sería a mi entender, explicado de una manera simple, la diferencia entre los sentimientos de culpa y de vergüenza. Ambos afectos tienen el mismo origen libidinal (sexual y agresivo sano) y se dirigen al objeto (proyección) pero retornan al self de formas distintas: identificación proyectiva e identificación introyectiva.
La vergüenza y el Group Analysis. La mirada de Europa. El futuro del Procés
La vergüenza es vergüenza delante de alguien. Es un reconocimiento del otro. “Reconozco que yo soy como el otro me ve (…) descubro a través de la vergüenza un aspecto de mi ser” (Sartre, 1993). M. Foulkes, creador del Group Analysis, escribió: “Es a través de los demás que yo puedo verme y reconocerme a mí mismo” (Foulkes, 1990). A. Machado también lo expresa así, añadiendo el gran poder de la mirada como un catalizador que es incompatible con una actitud reflexiva. “El ojo que ves no es / ojo porque tú lo veas / es ojo porque te ve” (Machado 1975).
La vergüenza es el tema central de la Biblia y es un afecto transcultural. La palabra hebrea bosh (vergüenza) significa ser expuesto a un cuestionamiento credencial dentro de un grupo. El equivalente griego atimazo posee también el significado de ser excluido de la comunidad a la que uno siente que pertenece y con la cual uno se ha identificado. La palabra española vergüenza proviene de veriri-cundus: una falta cometida o una acción humillante o deshonrosa que será expuesta a la mirada de la comunidad (vergüenza ajena). En los libros del Génesis y en los de Job y de Jeremías vemos reflejado este tema bíblico y observamos cómo el sentimiento de vergüenza surge en el ser humano como consecuencia de ser desposeído de una identidad grupal o de ser expulsado del grupo matriz primario. Para los creyentes, Dios dialoga de tú a tú con el Hombre en su vergüenza y en su lamento por la pérdida del objeto. En este sentido, la vergüenza no es un sentimiento que castiga o mata sino todo lo contrario: algo que produce curación y nos libera. Es el resultado de una mayor conciencia del mundo de los otros en mí. Aunque en su origen es una experiencia única y personal, nadie tiene el copyright de la vergüenza. La elaboración de la vergüenza, al parecer, requiere tres pasos: la experiencia vergonzosa, la comprensión de ésta experiencia y una decisión intersubjetiva a la luz de esta comprensión (Wyse 1987). Al compartirla, la vergüenza se hace pública. Esta vergüenza ajena es la que debió sentir parte de la población europea al observar con sus ojos atónitos las escenas violentas del 1-O en Barcelona y en otras capitales y pueblos de Cataluña.
Para el Group Analysis, la vergüenza seria el guardián de la moralidad pública y de la ortodoxia (científica, cultural, política, religiosa, etc.) y se trata básicamente de un fenómeno social. Visto desde esta manera, la vergüenza tendría una importante función de supervivencia y de cohesión social ya que el animal (el ser humano) expulsado del grupo matriz o que decide abandonarlo por su cuenta y riesgo, será expuesto inmediatamente al ataque de los depredadores, que pueden acabar más fácilmente con él, cosa que no sufre el animal que siempre vive en manada. Este sería el terrible destino para la heterodoxia. Todos hemos visto el reflejo innato de supervivencia y de cohesión grupal tan importante en el reino animal. Reich escribe:
Si una bandada de pájaros silvestres, uno solo de ellos que está descansando apaciblemente siente un peligro, éste empieza a volar y toda la bandada alza el vuelo a su vez, sin relación al hecho o no de que los otros pájaros se hayan dado cuenta del peligro […]. Lo mismo pasa con la expresión emocional del paciente que produce en nuestro organismo como analistas una imitación involuntaria contratransferencial (Reich, 1942).
Esta imitación involuntaria contratransferencial sería a mi entender la razón de ser y la piedra angular de las instituciones, de las sociedades y de los grupos científicos y culturales que protegen a sus miembros de los peligros de los grandes depredadores humanos: el tiempo, el olvido, los nuevos paradigmas que van sustituyendo a los viejos, los modelos culturales que se ofrecen y los incesantes progresos sociales a los que serían inevitablemente expuestos si estos miembros decidieran abandonarlas. Esto es especialmente cierto en el caso de la IPA, cuya función es la de proteger a sus miembros ―a través de la vergüenza y del lamento por la pérdida del objeto― del ataque de los depredadores que toman la forma de los incesantes cambios científicos, culturales, sociales y políticos, tanto dentro como fuera de la ciencia del psicoanálisis.
La función transcultural de la vergüenza explicaría el por qué la Tavistock Clinic, fundada en 1920, haya sobrevivido durante tantos años a tantas innovaciones y controversias psicoanalíticas sin dejar de ser ella misma. Respecto a la función de la vergüenza como mecanismo de supervivencia y de cohesión social, el Amerian College of Orgonomy y la Wilhelm Reich Infant Trust, instituciones fundadas por Reich, tuvieron que proteger su legado del ataque de los depredadores culturales que como los teóricos de la contracultura y del movimiento hippie (E. Fromm, F. Pearls, Roszak, Legman, etc.) se apropiaron, sin mencionarlo, de su conocido eslogan: “haz el amor y no la guerra”. En La función del orgasmo (Reich, 1957) su autor nos dice que el placer somato-sensorial y la violencia se excluyen mutuamente. Las neurociencias han confirmado esta hipótesis. Cuando los circuitos neuronales del placer son “activados”, los circuitos de la violencia ―agresividad― son “desactivados”. La teoría de Reich de la relación recíproca entre el placer somato-sensorial y los aspectos motivacionales de la agresividad humana es muy significativa. Al parecer, existiría una predisposición neuropsicológica, bien sea hacia la búsqueda del placer somato-sensorial o hacia la expresión de la violencia.
¿Cómo explicar pues, desde el punto de vista del psicoanálisis, la violencia ejercida por unos competentes profesionales ―la guardia civil― sobre miles de manifestantes pacíficos en la mañana del 1-O? ¿De dónde procedía este comportamiento violento, inhumano y mecánico de los policías, auténticos robots y marionetas que golpeaban fríamente a los votantes a la orden de sus jefes orgánicos? Mi visión psicoanalítica es triple. Por un lado, una psicología de masas del fascismo: el clima emocional paranoico de la extrema derecha del “a por ellos”. Por otro, el conflicto real entre dos estructuras caracterológicas: la policía autonómica (la seguridad ciudadana) y la policía nacional (el cumplimiento de la ley). Por último, la privación del placer somato-sensorial (la falta de higiene personal, la falta de intimidad sexual, las comidas basura, la falta de movimiento corporal, etc.) de estos profesionales. Recordemos que estuvieron acuartelados con una disciplina militar durante varias semanas en espacios claustrofóbicos en dos barcos atracados en el puerto de Barcelona. Para mí, la suma de estos tres factores fue la causa desencadenante de la violencia policial. Prescott, neuro-psicólogo, en su trabajo El placer corporal y los orígenes de la violencia (1985), argumenta que la privación del placer somato-sensorial podría ser la causa principal de la violencia en los seres humanos.
Podríamos afirmar que el grado en que un individuo (o una organización) trata de manipular la vida de los ciudadanos, funciona como un carácter de plaga emocional. Así, la plaga emocional se caracteriza por reacciones emocionales irracionales, infecciosas, destructivas y violentas que, como las otras plagas (la peste bubónica, la peste negra, la gripe asiática, etc.), pueden llegar a enfermar, lesionar o incluso matar a los objetos del self. Aquellas organizaciones con posiciones de poder o de influencia sobre la opinión pública, tales como los partidos políticos, las organizaciones religiosas, las instituciones educativas o los medios de comunicación, tienen más posibilidades que otras organizaciones de ser infectadas y atraer a la gente con tendencias emocionales de plaga y convertirse ellas mismas a la larga en organizaciones con carácter de plaga emocional. Aquellas estructuras sociales o aquellos grupos de individuos a los que se les permite tener una excesiva concentración de poder o de influencia sobre la opinión pública tienen más riesgo de ser infectadas por la plaga emocional. Las dictaduras, las monarquías hereditarias de derecha o de izquierda y las teocracias tienen más riesgo de funcionar como caracteres de plaga emocional que las formas de gobierno republicanas o democráticas, donde existe una separación real entre la Iglesia y el Estado o entre el poder ejecutivo y el poder judicial. Yo diría que el discurso de Felipe VI después del 1-O estaba infectado por la plaga emocional.
Todas las manifestaciones anteriores al 1-O, con millones de participantes y que han sido un ejemplo para Europa, han sido celebraciones lúdicas, reuniendo en ellas a toda la familia, desde los padres con sus bebés hasta los abuelos, compartiendo la alegría y el placer de estar juntos en un ambiente siempre festivo. Eran la expresión grupal de este núcleo organísmico del self: la koinonia. Incluso me atrevería a decir que la votación del referéndum del 1-O era la culminación de todas las manifestaciones anteriores y una expresión popular de psicología de masas. Había una interconexión entre todos los votantes que daba autenticidad al propio referéndum, y aunque prohibido por el gobierno español del Partido Popular, éste tenía alma y duende. Era el momento, el kairos, lo que James Joyce hubiera llamado una epifanía.
Cada etapa evolutiva de la sociedad ―en este caso la sociedad catalana en los últimos diez años― tiene su propia neurobiología. Con cada una de estas etapas de avance social en libertad y en democracia existe una intervención biológica adaptativa que afecta para bien el estado de la mente de los ciudadanos y su estructura caracterológica. Así podríamos explicarnos el aumento progresivo de los ciudadanos de Cataluña que apuestan por el derecho a decidir o quieren la independencia porque ―como argumentaba Winnicott― ya existiría una considerable madurez en el desarrollo emocional de una suficiente proporción de individuos que se comprometan a la creación, recreación y mantenimiento de la maquinaria democrática en su propio país (Winnicott, 1950).
Desde el punto de vista del psicoanálisis, la auténtica democracia comienza con la formación en transferencia y en ciudadanía. Ésta podría ser concebida como un estado adulto de la mente donde la provocación, es decir, el enigma del otro y la tolerancia a lo desconocido del otro y, más aún, la seducción de la otredad del otro, puede ser aceptada, respetada y protegida. Las formas de liderazgo no democrático son aquellas en que la omnipotencia y la omnisciencia del líder prevalecen y la alteridad es despreciada. Creo que el liderazgo de Mariano Rajoy no fue, en este sentido psicoanalítico, un liderazgo democrático. Como psicoanalistas podríamos afirmar que la formación en transferencia ―el aprender de la experiencia― es una formación en democracia y en ciudadanía. La irreductible alteridad del otro, el otro externo, así como el otro en mí están implícitos en toda relación transferencial que representa, al mismo tiempo, el encuentro con los límites de nuestro propio conocimiento y desarrollo personal. ¿Será capaz el liderazgo caracterológico de Pedro Sánchez de tolerar, respetar y proteger la provocación (y/o la seducción) del movimiento democrático que representa el Procés para la idea de la unidad indisoluble de España? ¿Se encuentra la sociedad española emocionalmente madura para aceptar este reto histórico? Según el pensamiento psicoanalítico actual de la caracterología socio-política (no desde la visión convencional que tenemos de las ideologías políticas) estamos viendo que el liderazgo caracterológico de Pedro Sánchez se está colocando más hacia un dogmatismo de izquierda que el propio liderazgo caracterológico de Pablo Iglesias más liberal con Cataluña, ya que apoya el derecho a decidir. Pero, como escribió W. Reich en Listen little man cuando más a la izquierda te posiciones, más el pequeño hombrecito empujará desde el otro lado.
La historia nos habla de tales vaivenes y ciclos políticos. Lo hemos visto recientemente en Norteamérica. Quizás un poco más hacia la izquierda o un poco más hacia la derecha “pero ni un milímetro más allá” (Reich 1948). No sea que regresemos (caracterológicamente) a un estado emocional colectivo donde las libertades democráticas que hemos disfrutado en Cataluña y en España retrocedan 40 años.
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Resumen
El Procés culminó con el referéndum del 1-O (1.10.2017) en Cataluña. La carga violenta, inhumana y descontrolada de la policía causó varios heridos entre los votantes y fue un acontecimiento que avergonzó a todos los ciudadanos europeos. Partiendo de una caracterología socio-política se describen los caracteres progresista y conservador así como el papel que jugó el liberalismo contemporáneo al colocar su enemigo natural en la derecha de la arena política en USA y también el papel que jugó el liberalismo en el Procés en Cataluña. Se estudia el sentimiento universal de vergüenza, partiendo del psicoanálisis y del Group Analysis. Los políticos independentistas catalanes que se han jugado el pellejo son más creíbles para la opinión pública que los líderes eurócratas que no tienen nada que perder.
Palabras clave: Procés, caracterología sociopolítica, vergüenza, liberalismo, jugarse el pellejo, Group Analysis.
Summary
The Procés in Catalonia reached its highest point with referendum in October 1 th (1.10.2017). The violent, heartless and uncontrolled police charge caused several injured among the voters. Moreover, it was an event that shamed all the European citizens. Based on a socio-political character type the progressive and conservative characters can be described just as the role played by the contemporary liberalism when placing its natural enemy to the Right in the political arena in USA and also the liberalism role played in Catalonia Procés. It is studied the universal feeling oh shame, draw from psychoanalysis and Group Analysis. Pro-independence politicians that had the skin in the game are more trustworthy for the public opinion that eurocrat leaders that have nothing to lose.
Key words: Procés, sociopolitic characterology, shame, liberalism, skin in the game, Group Analysis.
Carlos Frigola
Psiquiatra, Psicoanalista,
Dip. Tavistock Clinic, Dip. Institute of Group Analysis,
American College of Orgonomy, D.O. The Wilhelm Reich Infant Trust,
cfrigola@comg.cat