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En este sueño donde no tenía ni peso ni vida, en donde había una neblina de consciencia difusa que hervía y temblaba en una vasta extensión de oscuridad, al principio no había sensaciones, solo una especie de percepción vaga, sin ojos, sin cerebro, y muy distante, la habilidad singular de la cual era diferenciar entre él y la oscuridad.

… un discernimiento más positivo empezó a crecer en su interior, una especie de gratitud por la cosa insensible que él era en el sueño. Sin palabras ni pensamientos, la apreció hasta el punto de que, si hubiera podido escoger, habría elegido permanecer para siempre en aquel vientre de ceguera y nada.

… empezó a sentirse un poco menos seguro en aquella suspensión, y a medida que crecía la consciencia menguaba la gratitud, y la capacidad de sentir se abalanzó audazmente sobre él, y de repente en una transición ilógica, se dio cuenta de que ya no era perfecto en la inmensidad de la oscuridad, sino que era alguna cosa, una identidad imperfecta y viva, en un mundo miasmático de luz que surgía del vacío.

John Williams (1948)[1]

 

Introducción

Bion ha despertado sentimientos contradictorios y ambivalentes en el mundo del psicoanálisis, siendo calificado de obscuro e incomprensible. No obstante, hay quien considera que sus planteamientos son sencillos pero impactantes por su crudeza.  El mayor reto que propone es la valentía de liberarnos de las limitaciones y restricciones que nuestras percepciones determinan: liberarnos de las fuentes de nuestra seguridad y de todo aquello que nos es conocido. Esta valentía implica el roce con la locura y la experiencia de ansiedades psicóticas, incluyendo la ansiedad de aniquilación que se despierta ante el abandono de la dependencia y, sobre todo, la experiencia de una profunda soledad. El “Último Bion”, centrado en la realidad última O y su recomendación de una actitud clínica de “no memoria, no deseo, no coherencia, no comprensión”, ha provocado reacciones diversas, que se extienden desde críticas a la teoría por su estupidez, hasta la idolatría. Considero que el “Primer Bion” y el “Último Bion” se complementan y es posible usar los dos modelos en combinación para dar lugar a un modelo de cambio psíquico de doble vía (Vermote, 2011).

Bion enfatizaba que la mente humana no funciona a través de relaciones predecibles, como las de causa y efecto, sino a través de procesos no lineales de complejidad creciente. Esto implica un cambio desde una actitud causal/explicativa a una actitud que busca entender y aceptar la incertidumbre inherente a la infinita complejidad del desarrollo humano y las relaciones personales. Implica un movimiento que va desde conocer a intuir, desde un espacio finito bi o tridimensional a un complejo espacio infinito multidimensional, algo muy difícil en la personalidad con mecanismos psicóticos primordiales en donde la ausencia del objeto, el punto donde éste debería encontrarse y no está, queda reducida a un vacío adimensional (Bergstein,2019). El hecho de atreverse, como hizo Bion, a encontrar la propia voz y la propia visión de la verdad y lo real, implica una disposición a resistir la indiferencia despectiva, que puede ser más dolorosa que las manifestaciones abiertas de envidia hacia la originalidad individual. Ello también requiere ser capaz y estar dispuesto a detectar verdad y al mismo tiempo evitar la corrupción de la arrogancia.
 

Influencias de los filósofos idealistas en el concepto de “transformación en O”

El modelo tardío de “transformación en O” es influenciado por la filosofía de Kant y Platón. Kant aceptó el argumento de Hume de que el origen de todas las ideas es mental y que la mente es responsable de la constitución del mundo, pero radicalizó la perspectiva de Hume. Materializó la idea de que, si todo es mental, es importante darse cuenta de los límites de nuestro pensamiento. Este es el tema de su Crítica de la razón pura (Kant, 1781). Puesto que todas las ideas son mentales y las capacidades de nuestra mente son limitadas, no podemos conocer el mundo tal y como existe objetivamente. Nuestro conocimiento de la realidad está limitado por conceptos a priori, como espacio y tiempo de la realidad en sí. Por tanto, por muy compleja que sea nuestra percepción, incluso cuando es aumentada por artefactos, en lo que se refiere al conocimiento objetivo nuestras mentes se ven limitadas a este mundo de apariencias. Esto implica que, según la razón, podemos hipotetizar que existe una realidad que trasciende los límites de nuestro conocimiento y percepciones.

Kant denomina las ideas construidas por la razón respecto de la realidad incognoscible “cosas-en-sí”. Por tanto, para este autor las “cosas-en-sí” no son “el-mundo-tal-como-es” sino ideas al respecto que describen el límite de nuestro conocimiento. Kant denomina noumena estas ideas ―que no pertenecen al mundo de apariencias, de fenómenos sensoriales, sino de la mente― para distinguirlas de los phenomenon, que pertenecen al mundo. Nuestro conocimiento se encuentra al nivel de estas apariencias, el ámbito de los fenómenos ―para Kant, esta distinción entre apariencia y “cosa-en-sí” también se aplica a la propia mente (Vermote, 2018).

Kant no solo radicaliza la noción de Hume (1973/1986) de que únicamente la mente es la base para la constitución de lo que conocemos como mundo objetivo; va un paso más allá. A diferencia de Hume, plantea que las ideas en la mente tienen una base trascendental. En este aspecto es como Platón, pero para éste las ideas trascendentales existen fuera de nuestras mentes, mientras que para Kant existen en la mente. Las ideas o noumena son formas trascendentales en la mente que forman la base de nuestra construcción de la realidad. Para Kant también existen ideas (noumena) a las cuales no corresponden apariencias o fenómenos sensoriales y de las cuales no podemos conocer absolutamente nada. Dios es una de estas ideas. Para completar esta idea es importante mencionar que, en la concepción de Kant, lo emocional pertenece a “lo estético”, tratado en su Critique of aesthetic judgement (citado por Vermote, 2011) ―en relación a lo bello y lo sublime―  y en su antropología, pero no en su Crítica de la razón pura (1781).

Esto contrasta con la perspectiva de Locke (1689) y Hume, en donde las emociones se encuentran en el origen de las sensaciones, impresiones e ideas. Mientras que la conceptualización de transformación en conocimiento (K) de Bion está, al parecer, vinculada a la epistemología empírica, la transformación en O estaría impregnada de la filosofía de Kant y Platón. Kant consideraba el pensamiento práctico y el guiarse por los sentidos a nivel fenoménico como una distracción del mundo de los noumenos. Bion consideraba los sentidos y la razón práctica (el principio de placer-dolor) como un obstáculo para “ver” y “devenir” O. En este sentido afirmaba que “la razón es la esclava de las pasiones” (Bion, 1970), que deriva de la famosa afirmación de Hume según la cual consideraba la tendencia de la razón práctica solo como una manera de conseguir un objetivo establecido por la pasión y los deseos, y no para alcanzar valores superiores.

En la misma línea, Kant escribió que “vendemos nuestra alma por una olla de madera”, indicando que el pensamiento práctico nos aliena de nuestro ser. También Bergson, sobre cuya obra Matter and memory (Torres, 2013) Bion escribió, destacando el carácter utilitario de las funciones mentales. Bion también remarcaba una y otra vez la inadecuación del pensamiento intelectual operativo y mencionaba, como lo hizo Bergson, otra forma de conocimiento: la intuición. En la misma línea, Bion propugnaba liberarse del pensamiento basado en el “principio de placer-dolor”: sin memoria, sin deseo, sin comprensión, sin coherencia. En lugar de ello propugnaba una actitud de “temor reverencial” y “fe” hacia lo desconocido, parecida a la actitud de Kant hacia lo sublime, que está más allá de lo que podemos pensar.

Del mismo modo que Bion usa conceptos matemáticos y de otras ciencias en su estilo idiosincrático, tampoco es conceptualmente claro en su uso de los conceptos kantianos. Mientras que para Kant “las cosas-en-sí” son una idea trascendente, y no lo es la “realidad-desconocida-en-sí”, Bion al parecer usa el término “cosa-en-sí” para significar a la vez una idea y la propia realidad desconocida. Ello se refleja en su definición de O: “Cuando uso la letra O pretendo señalar un noumenon, la cosa-en-sí de la cual nadie puede saber nada” (Bion, 1990). En este sentido, cuando no lo ve como una idea sino como una realidad, usa incorrectamente la noción de Kant (Vermote, 2018).

Otra diferencia importante es que Kant nunca insinuó la posibilidad de un contacto intuitivo con la realidad incognoscible, como lo hizo Bion. Este abordaje se basa en la posibilidad de una forma de observación sin pensamiento una “experiencia pura”, próxima a lo que los místicos tratan como una realidad que está más allá de la razón.

En sus últimos trabajos, como los Seminarios y discusiones clínicas (1987), parece que Bion vislumbraba conjunciones o patrones a-sensoriales, no solo como algo que sucedía en la mente, como Kant, sino también como existente independientemente de la mente, no diferente de Platón. Proclamó la necesidad de un estado de ignorancia abismal, duda filosófica e intuición para establecer contacto con dichas conjunciones. Vamos por partes.
 

El Primer Bion

A partir del su trabajo con psicóticos, Bion desarrolló una teoría del pensamiento para uso clínico (Bion, 1962b, 1963), según el cual consideraba el pensamiento o procesamiento inconsciente de las emociones, en línea con las ideas de fantasía inconsciente de Klein. La cuestión fundamental era cómo una emoción o una percepción, que todavía no es psíquica, puede devenir psíquica, y cómo se puede fomentar este proceso. Esto es una cuestión difícil puesto que “no-psíquico” y “simplemente psíquico” son desconocidos. Para estudiar la transición entre ambos, usó la teoría matemática de funciones donde las variables pueden permanecer desconocidas y aun así es posible estudiar la función entre ellas. “No-psíquico” fue designado como β (beta) y “psíquico” como α (alfa), y la función entre los dos como función α.

Al estudiar esta función, Bion se basaba en la teoría de “los dos principios de funcionamiento psíquico” de Freud (1911) y en los empíricos británicos como Hume.

La verdad emocional no es estática sino transitoria, y siempre en tránsito. Cambia de un momento a otro porque los objetos implicados cambian constantemente; una personalidad en cambio constante habla a otra personalidad cambiando constantemente (Bion, 1977a). En un intento de captar la verdad efímera, en tránsito de un momento a otro, Bion intenta apoyarse en el método por el cual la matemática intenta medir una situación cambiante, una forma cambiante, un movimiento variable (Bergstein, 2019). “Ciertos problemas ―escribe― pueden tratarse con las matemáticas, otros con la economía, otros con la religión. Tendría que ser posible transferir un problema, que fracasa en la ciencia a la que se supone que pertenece, a otra ciencia que pueda tratarlo” (Bion, 1970). No obstante, como señala Meltzer (1978), Bion está usando un formato matematizado, más para ilustración analógica que como método experimental. El propio Bion remarcaba su uso de las matemáticas “para evocar pensamiento y para evocaciones destinadas a iniciar procesos de pensar” (Bion & Bion, 1981).

Bion (1963) desarrolló su Teoría del Pensar aplicando la Teoría de los “Elementos de Euclides”. Para diferenciar los elementos del pensar y cómo eran usados, los categorizó en una Tabla. El pensamiento podría entonces considerarse como la transición entre estos elementos, una transición descrita por la fórmula: Ps↔D, continente-contenido y hecho seleccionado. El paso siguiente era estudiar estas transiciones entre los diferentes elementos o categorías de la Tabla usando la “teoría (geométrica) de transformaciones” (Bion, 1965).

De este modo esperaba que, planteando la relación entre los diferentes elementos en una fórmula algebraica, el psicoanálisis podría liberarse de la limitación de ser sencillamente descriptivo, como había sido el caso en la geometría y la física. Sin embargo, se dio cuenta que al llevar a cabo el ejercicio de expresar las transformaciones de elementos y sus conjunciones en fórmulas algebraicas se quedaba en el nivel de representaciones, que denominó transformaciones en conocimiento, T(K). Era imposible conocer el origen de las transformaciones, que denominó O. Aun así, estaba convencido de que era a este nivel básico que el cambio real puede tener lugar, un cambio que denominó transformaciones en O, T(O) (Vermote, 2011).

Este es el salto en la Teoría del Pensamiento de Bion. A partir de aquí dejó de centrarse en cómo algo deviene representado (el “Primer Bion”) y empezó a tener en cuenta qué pasa a un nivel indiferenciado no representado y cómo pueden iniciarse los cambios a este nivel o, como mínimo, no ser inhibidos por el analista (el denominado “Último Bion”).

Bion, por tanto, ilustra cualitativamente el cambio en la comprensión de la mente humana con el paso de la matemática euclidiana y la geometría proyectiva a la geometría algebraica y el cálculo algebraico. En la actualidad podría haber hablado de las teorías de la complejidad en matemáticas. La geometría euclidiana trata básicamente las matemáticas de la medida de formas estáticas, mientras que el cálculo algebraico trata de las matemáticas de cambio, aproximación y transformación de procesos infinitos.

La vida emocional no es lineal ni regular. El paciente no se presenta ante nosotros como un cuadrado o círculo regular bien formado, sino como una masa informe indescifrable. ¿Existen reglas para las trasformaciones de la experiencia emocional? El complemento a esta pregunta sería: ¿existe un método para el caos que presenta la locura?, ¿existe alguna contraparte psicoanalítica al cálculo algebraico que pueda usarse para comprender este método? Dicho de otro modo, ¿cuál es la invariancia inherente a la transformación que nos ayude a abordar la experiencia emocional irrepresentable, inefable e incognoscible? (Bergstein, 2019).

El uso de conceptualizaciones geométricas o algebraicas parece ofrecer al analista herramientas para pensar sobre trasformaciones psíquicas en diferentes grados de trastornos. Nos facilita darnos cuenta de lo incognoscible de la vida psíquica.

Resumiendo: Con la idea de encontrar una salida a la confusión de lenguas psicoanalíticas, Bion se planteaba desarrollar una teoría científica de las funciones psíquicas. Recurrió al modelo de la matemática, que maneja números en abstracto, como andamio para construir una “matemática de las emociones” en relación con la ausencia del objeto y su transformación mental. En esta línea acuña conceptos vacíos como alfa (α) y beta (β), es decir, conceptos abstractos e inespecíficos como las incógnitas algebraicas, para permitir llenarlos con cualquier experiencia que futuros investigadores pudieran encontrar. Estos corresponden a la cuestión: ¿cómo una experiencia sensorial deviene una percepción psíquica? Dos incógnitas que denominó elemento β y α respectivamente. La función mental ―que equipara al modelo matemático― de la relación entre estas dos incógnitas la denominó función alfa.

A pesar de que nunca abandonó el deseo de establecer cimientos sólidos ―es decir, llevarlo a un nivel de formalización superior― finalmente abandonó la idea de “matematitzar” el psicoanálisis. Los hechos del psicoanálisis no pueden verse con los ojos, escuchar con los oídos, tocar con las manos, oler con la nariz, ni saborear con la lengua: son hechos invisibles e inmateriales.  Bion desplaza entonces el foco hacia el tipo de sensibilidad necesaria para captar estos hechos. Así plantea la exploración del concepto de una sensorialitad alternativa a la de los sentidos (Civitarese, 2016) y se dirige al modelo conceptual de Freud (que no anatómico) de la conciencia como “órgano sensorial para la aprehensión de las cualidades psíquicas”. Éste constituye el cimiento conceptual de la visión personal de Bion sobre el tema que desarrolló en Elementos del psicoanálisis.

“La investigación psicoanalítica formula premisas que son tan diferentes de las de la ciencia ordinaria como lo son las de la Filosofía o de la Teología. Los elementos psicoanalíticos y los objetos que se derivan tienen […] dimensiones: extensión en el ámbito de los sentidos, del mito y de la pasión” (Bion, 1963).

Su búsqueda de un conocimiento fresco y dinámico de la realidad psíquica está enfocado a dar paso a la transformación mental y al crecimiento.

Lewis Carrol (Charles Dodgson, 1991) autor de Alice in Wonderland y su continuación Through the looking glass (1991), era un matemático que estudiaba álgebra asociativa y abstracta. Sus libros, bien conocidos, son ejemplos del absurdo literario, que tiene el efecto de subvertir las convenciones lingüísticas del razonamiento lógico. El efecto del absurdo es a menudo causado por un exceso de significado. Entender la transitoriedad y movimiento del significado requiere liberarnos de la realidad bi o tridimensional y entregarnos a nuestra percepción e imaginación intuitivas, que nos permiten la aprehensión de una realidad multidimensional (Bergstein, 2019).
 

Experiencia no transformada

Al relacionar sus nuevas ideas con los conceptos psicoanalíticos clásicos, Bion distingue las transformaciones en O, T(O), del hecho de hacer consciente algo inconsciente. En su opinión, la resolución de los conflictos inconscientes no es garantía per se de T(O). Facilitar T(O) también requiere una actitud consciente radicalmente abierta a lo desconocido. Además, encontró que la noción de inconsciente-consciente iba demasiado ligada al principio de placer sensorial, mientras que O y T(O) suceden a un nivel no sensorial (Bion, 1970). Entonces introdujo la idea de un vector infinito-finito más apropiada en T(O) que el vector inconsciente-consciente: T(O) puede considerarse como un movimiento a lo largo del vector infinito-finito. En otras palabras, algo proviene de una zona infinita y encuentra una forma finita. Según Bion, durante las sesiones el analista tendría que intentar situarse en este punto donde lo indiferenciado adopta una forma finita: un punto dentro de la infinitud donde podría ver los pensamientos a medida que emergen.

A partir de ahí, Bion consideró cada pensamiento como “conquistado del infinito oscuro y sin forma” (Bion, 1970). En este sentido T(O) se podría caracterizar como algo nuevo que sucede; esto es diferente de T(K) que es el procesamiento y el pensamiento de experiencias emocionales existentes en el ámbito del principio placer-dolor. En el modelo del “Último Bion”, el foco ya no se encuentra en el pensamiento, o T(K), que tiene lugar a nivel de representaciones, sino en el cambio psíquico a nivel de la experiencia de aquello no-representado o T(O).

Resumiendo:  Bion describe un estado mental inconsciente que nunca ha sido consciente. Y sugiere que, además de los estados consciente e inconsciente, tal vez exista otro estado mental que provisionalmente puede denominarse un estado mental inaccesible. Puede devenir inaccesible porque el feto se deshace de él lo antes posible. Incluso el feto tiene sensaciones e ideas primordiales, como el darse cuenta de su ritmo cardíaco, o de sonidos del mundo externo, de los cuales trata de liberarse evacuándolos literalmente en el líquido amniótico (Bion, 1977c). Alternativamente éstos son encapsulados y devienen inaccesibles a la integración. Sin embargo, es precisamente aquí donde la capacidad del sujeto para acercarse a estas áreas mentales encapsuladas depende crucialmente de un objeto receptivo. El bebé depende de la reverie materna para internalizar y desarrollar la función necesaria para entrar en contacto consigo mismo. La identificación con la capacidad para soñar del objeto permite que el bebé entre en contacto con lo que hasta el momento había estado encapsulado y era inaccesible. No obstante, algo quedará para siempre inaccesible. Es la tensión paradójica que hay que soportar, la lucha simultánea para contactar con la experiencia emocional a través del lenguaje del logro, junto con la dolorosa consciencia de la imposibilidad de conocerla ―que recuerda la idea de Freud del “ombligo del sueño” que se adentra en lo desconocido―. Nunca podemos tener un acceso directo total a nuestra experiencia emocional, para la cual, en definitiva, necesitamos el lenguaje de substitución (Bion, 1970).

Con relación a la experiencia psicoanalítica, Bion escribe:

“… nos interesa la traducción en el sentido de aquello que no conocemos en algo que conocemos o que podemos comunicar, y también de algo que conocemos y podemos comunicar a lo que no conocemos y no nos damos cuenta porque es inconsciente, e incluso puede ser prenatal, antes del nacimiento de una psique o una vida mental […]” (Bion, 1977a).[2]

Se trata de un movimiento bidireccional, no solo del inconsciente al consciente sino también del consciente al inconsciente (Bergstein, 2013).

Como hemos visto, Bion (1962,1963) consideraba el pensamiento o T(K) como una transición entre elementos, una transición que podía definirse como oscilación PS↔D. Esto implicaba una actitud de tolerancia a la inseguridad y la frustración hasta que un continente encuentra un contenido y se revela una coherencia entre elementos dispersos, un “hecho seleccionado”. En T(O) Bion (1970) recupera esta oscilación Ps↔D, pero ahora lo considera como un movimiento paciencia↔seguridad, que comporta esperar y tolerar la duda y el misterio hasta que algo finito emerge del infinito.

La posibilidad de sobrepasar las cesuras que separan estados mentales para acceder a los estados primitivos de la mente constituye uno de los mayores retos del trabajo psicoanalítico. Cuando intentamos contactar con el estado mental primordial, no tratamos con material psíquico reprimido sino con experiencia no mentalizada, un material psíquico que no tiene significado y es a menudo unidimensional. En estos estados no mentalizados el analista tiene que desempeñar la función alfa, que el paciente todavía no puede realizar (Bergstein, 2013). Para entrar en contacto con estas áreas no-mentales, “ha de ser capaz de pensamiento imaginativo u onírico, que acoge la experiencia intrauterina como un ‘mundo’ totalmente diferente del ‘mundo’ de la identificación proyectiva” (Meltzer, 1986).

Por medio de la atención libremente flotante, evitando suposiciones preconscientes, el analista puede identificar rastros de representaciones que el paciente se vio forzado a evacuar de su mente. No obstante, se podría añadir que dicha atención flotante va dirigida a identificar pre-representaciones sensoriales primordiales (Bergstein, 2019) que nunca fueron conscientes y que permanecieron como potencial irrepresentable no realizado descrito por Bion como proto-mental, que hace referencia al inconsciente no reprimido.

Es interesante la exploración matizada de Bion con relación a la actitud necesaria para facilitar la transformación en pensamiento T(K) o la transformación en O T(O). Como que O pertenece a un ámbito no-sensorial, considera (Bion, 1970) que para T(O), el analista debería entrenarse a descartar lo sensorial y, por tanto, no tratar de entender, recordar o buscar coherencia e intentar liberarse del deseo. Mientras que para T(K) es importante una actitud de atención relajada en el analista para estar abierto a su reverie; para T(O) es importante una actitud de fe y reverencia (aquello que Kant denominó achtung) para permitir que tenga lugar aquello que todavía no ha sucedido, que después denominó acto de fe. En este sentido (Bion, 1970) explicitó que como que en T(K) una no-cosa se relaciona con un pensamiento, en T(O) algo que todavía no (ha) pasado se relaciona con un acto de fe. Esta última frase capta la distinción clara que hace Bion entre T(K) y T(O). Ambos son necesarios y están en interacción dinámica, ya que aquello que descubre la intuición debe transformarse en conocimiento en una relación dinámica bidireccional

Para abordar los niveles protomentales, Bion dice que es como atreverse a usar un cierto tipo de alucinación, en el supuesto de que no sea patológica (Aguayo, 2013). Esto podría representar la cesura entre soñar y alucinar, reconociendo la semejanza sin negar la diferencia (en relación con la noción de cesura en Bion, opuesta a la de ruptura entre parte psicótica y no psicótica de la personalidad). Luchando por esta cuestión, Bion dice:

“El estado adecuado para intuir realizaciones psicoanalíticas […] puede compararse a los supuestos estados que proporcionan las condiciones para la alucinación. El individuo alucinado tiene, al parecer, experiencias sensoriales sin que exista trasfondo de realidad sensorial” (Bion, 1967b).

Por tanto, el analista ha de ser capaz de identificar algo que no puede ser percibido por ninguno de sus sentidos habituales, sino a través de la intuición primordial. En sus últimos escritos, Bion llega a decir:

“… no es sorprendente que los psicoanalistas, casi como una función del ser analistas, sean supuestamente calificados de locos y se les llame así. Es parte del precio que tienen que pagar por ser psicoanalistas” (Bion, 1975).

Y añade que muchos pacientes tienen miedo de ideas que pueden parecer irracionales y locas. Y esto, de alguna manera, puede hacer pensar que también el analista las teme. Esto no significa que el analista tenga que alucinar, pero la receptividad a las partes psicóticas o protomentales de la mente del paciente supone sentirse expuesto a las partes psicóticas o primarias de su propia mente, del mismo modo que la madre a través de su receptividad al miedo a morir del bebé en realidad siente ella misma el temor a la muerte (Bergstein, 2013).

“La capacidad del analista de ‘cegarse’ es un prerrequisito para ‘ver’ los elementos que son evolución de O. A la recíproca, su libertad de ‘hacerse’ ciego a las cualidades que pertenecen al ámbito de los sentidos (o a su percepción de ellas) habría de permitir al analista ‘ver’ aquellos aspectos evolucionados de O que son invariantes en el analizando” (Bion, 1970).

Las experiencias sensoriales sin representación mental pueden devenir formas autísticas en busca de adormecer la autosensorialidad que se encuentra en la base de dichas áreas irrepresentables. Esto se observa a menudo en el trabajo con los estados autísticos, pero también en áreas mudas en pacientes neuróticos, y es esencial no confundirlas confiriéndoles categoría de símbolos, prestando nuestra simbolización a algo que no la tiene.

La capacidad de mantenernos en suspensión en la cesura, en medio del río turbulento, necesita fe en el proceso analítico, la creencia en que, a pesar de encontrarnos en el ojo de la tormenta, atravesaremos el río y llegaremos a la otra ribera de la cesura… hasta la próxima tormenta (Bergstein, 2019). Esto posibilita el movimiento natural de la mente entre dispersión y cohesión.

Todo esto implica una perspectiva diferente del proceso psicoanalítico. Se trata de acostumbrarnos a un método diferente del pensar transitivo (Bion, 1977a). Es este encuentro momentáneo con la verdad emocional en el presente que es transformativo, expandiendo las mentes de paciente y analista. Para que esto suceda es necesario observar el movimiento interminable dentro de la sesión, la influencia de las palabras del paciente, no solo su contenido, y extender un suelo fértil para que emerjan en nosotros aquellos pensamientos embrionarios germinales, incluso aquellos que se experimentan solo físicamente, como no mentalizados, sin dejarlos de lado porque parecen irrelevantes, y considerar como comunicación aquello que parecen obstáculos al proceso psicoanalítico (Bergstein, 2013).

Bion (1961) consideraba que la actividad protomental se transmitía a través de experiencia no formulada que llevaba a “una combinación instantánea involuntaria de un individuo con otro”. Se caracteriza por una conducta en el ser humano que es más análoga al tropismo de las plantas que a la conducta intencionada (Bion, 1961).
 

Reflexiones. Función alfa: el motor transformativo 

La función alfa tiene sus raíces teóricas en el concepto de trabajo onírico de Freud (1900), sobre el cual Bion se basó para crear una proposición singular específica. La función alfa forma parte del ego inconsciente (Brown, 2009a, 2011a) por el cual la experiencia afectiva, desde sus raíces sensoriales, se transforma en una experiencia emocional que también es un pensamiento o, en otros términos, de un hecho no digerido pasa a ser un recuerdo.

En Learning from experience, Bion (1962b) deconstruye la función alfa en sus diversos factores, y confiere un rol esencial a la rêverie, que es un “factor de la función alfa de la madre” y también una expresión de amor a su bebé a través de su “recepción de las identificaciones proyectivas, ya sean sentidas por el bebé como buenas o malas”. Bion considera este concepto como un modelo digestivo de la función alfa para los procesos del pensar. La reverie materna también implica una capacidad de vincular espontáneamente elementos alfa dispersos en un hecho seleccionado que forma una narrativa coherente. A lo largo del tiempo el bebé introyecta la función alfa de la madre y la capacidad de reverie asociada, que forma el núcleo de su propio desarrollo de la capacidad de metabolizar la experiencia. En las últimas páginas del libro, Bion introduce el concepto de continente-contenido como perspectiva intersubjetiva (Brown, 2009a, 2011a) de la relación entre ambos que Brown denomina modelo procreativo y Sandler (2000) ha denominado perspectiva reproductiva.

El vínculo interno de amor al padre por parte de la madre descrito por Bion es central en el proceso de contención, que en la mente del analista representaría una doble lealtad al paciente y a la verdad. Una situación que también podríamos entender como “desidentificación” (fusional) de las teorías y total implicación en la experiencia observada (Caper, 2018).

Bion destaca los aspectos intersubjetivos de continente y contenido usando el término simbiótico, (con un significado diferente del uso habitual del término simbiosis). Significa una relación de beneficio mutuo en ambos participantes.    

“A partir de la experiencia, la madre obtiene un beneficio y consigue crecimiento mental: asimismo el bebé saca provecho y obtiene crecimiento” (Bion, 1962b).

Enfatiza la experiencia compartida de crecimiento emocional mutuo en continente y contenido, un desarrollo que depende de un medio de duda tolerada entre madre y bebé y finalmente este “crecimiento (símbolo) proporciona la base de un aparato para aprender por la experiencia” (Bion, 1962b).

En resumen, el descubrimiento de la función alfa representa un hecho seleccionado que integró varias líneas de pensamiento en Bion.
 

Conocimiento intelectual↔conocimiento emocional. K↔O

Bion plantea la relación continente-contenido como unidad básica para conceptualizar cómo se posibilita una transformación psíquica. Hay que complementar el modelo maternal con el modelo paternal de contención, en una perspectiva binocular, que se acerca más a la teoría de Bion en toda su dimensión: una herramienta imprescindible para el crecimiento psíquico, lo cual implica una desidentificación fusional con el objeto primario y la instauración de una triangulación en el espacio mental.

Al modelo continente-contenido basado en el concepto de identificación proyectiva de Klein, Bion añade un elemento nuevo y único: la desintoxicación (Caper, 2018). El modelo maternal de contención hace hincapié en la receptividad del analista a las proyecciones del paciente y su capacidad de reverie como agente de desintoxicación. El modelo paternal enfatiza la capacidad del analista de defender su reverie formadora-de-vínculos frente a los ataques al vínculo que provienen de las partes psicóticas inconscientes. Esto plantea al paciente un reto evolutivo al mismo tiempo que alivio. Así, destaca que el impacto más probable de una buena interpretación bien recibida sería una combinación de ambos modelos de contención: alivio y a la vez desasosiego.

Pero para que se dé cambio y crecimiento psicológico, no basta con la recepción pasiva de los elementos desintoxicados, y no queda claro cómo se da el proceso de identificación con el objeto continente. Existen vicisitudes y matices diferenciales del término de identificación en relación con el uso (defensivo, etc.) y según los niveles del tipo de relación con el objeto (total, parcial).

La importancia de la observación y la idea de movimiento mental en las microtransformaciones que se dan en el vínculo entre paciente y analista; la oscilación, desde aquello informe, a la forma Ps↔D donde la rêverie, la identificación proyectiva normal y la excesiva se sitúan en el ámbito de la capacidad del analista de “sentir”, “escuchar”, “ver”, “mirar”, etc., como contrapartida de los registros sensoriales. Es decir, de percibir lo que está pasando durante la sesión para “intuirlo”. Esta oscilación dinámica (impregnada de emoción), representación de movimiento y paradigma del crecimiento emocional, explica el cambio que la persona emprende en su propia mente desde una sensación de estar inmerso y perseguido en un universo de fragmentos sin significado, hacia el sentimiento de que un nuevo elemento significativo o hecho seleccionado ha colocado “los trozos en su lugar”. Un proceso por el cual también tiene que pasar el analista, tolerando la incertidumbre y la duda, el tiempo suficiente para configurar en su mente un significado comunicable al paciente. Creo que aquí viene a cuenta la descripción que hacía el Dr. Folch (2003) de la contención:

“[…] la capacidad de tolerancia, de espera, “una capacidad negativa” con renuncia a desprenderse de sensaciones penosas, de humores invasores que persisten como tales en la conciencia hasta que el trabajo de rêverie los empiece a dotar de sentido y los haga posibles de pensar” (P. Folch, 2003).
Transformaciones: implicaciones clínicas

La primera vez que Bion usa el término transformación como proceso fue en su trabajo The grid (1963), y lo describió como aquello, “sea lo que sea”, a través de lo cual se representa una experiencia emocional en bruto; esta representación puede ser un trabajo artístico, un logro científico, una conversación ordinaria o bien puede darse en el ámbito psicoanalítico, en donde la “comunicación de paciente y analista es en relación con la experiencia emocional”.

Es importante considerar el libro en el contexto de temas que Bion estaba desarrollando en dos trabajos no publicados: Memory and desire (1965) y Catastrophic change. Estos dos trabajos, junto a Transformaciones, tratan sobre la necesidad del analista de aceptar la incertidumbre, la fascinación engañosa de creer que uno conoce al analizando, algo que incauta la comprensión; sobre la inevitabilidad de la turbulencia emocional en el trabajo analítico; el requisito de tolerar lo desconocido para que se dé el crecimiento emocional; y acerca del inmenso valor de considerar la sesión como un evento único.

El subtítulo de Transformaciones es Cambio desde el aprendizaje al crecimiento”, que señala el cambio de enfoque hacia el crecimiento mental y los procesos que se dan entre analizando y analista para promover o impedir el desarrollo psíquico. Bion limita su objeto de estudio a lo que ocurre en una sesión en cada miembro de la diada analítica y entre sus mentes, en la medida en que están comprometidos en transformar la experiencia emocional que surge como resultado de este compromiso. La atención que dedica Bion a la sesión individual como ventana hacia el proceso analítico en expansión es un instrumento poderoso, como un microscopio de gran aumento que pone de manifiesto lo que normalmente no se ve.

La idea de empezar cada sesión sin memoria ni deseo, sin obstáculos del pasado ni expectativas de futuro, introduce una especie de enigma: un reto para la pareja analítica para captar lo básicamente incognoscible y empezar esta búsqueda desde un punto de ignorancia separado de lo que uno cree que conoce. Esto es una situación que provoca ansiedad en analista y paciente, que pueden encontrar cierto consuelo en la creencia de que uno sabe lo que va a ocurrir o lo que ya ha ocurrido.

En Learning from experience, Bion (1962b) introdujo el vínculo K entre paciente y analista, en el cual el analista llega a conocer algo respecto del paciente. Pero en Transformaciones (1965) aborda los límites del vínculo K en la situación clínica. Entonces manifiesta su escepticismo respecto del vínculo K y critica un modelo de interpretación que requiere “ir asociada a un vínculo K” en donde el analista se preocupa por entender las asociaciones y comunicar esta comprensión al paciente. Afirma que este abordaje clínico da lugar a un conocimiento sobre el paciente que consiste en una acumulación de hechos que pueden llevar al analista a creer que comprende al analizando. Para Bion las trasformaciones en K, T(K), representan un paso incompleto en el proceso de interpretar. T(K) no produce crecimiento, y solo permite acreciones de conocimiento sobre el crecimiento. En contraste, afirma que las transformaciones en O, T(O), “abarcan el ámbito de la realidad emocional y el devenir [] y se relacionan con el crecimiento adecuado”.

Aunque dicha afirmación parece obvia, Bion observa que devenir la propia experiencia emocional puede evocar un cierto tipo de resistencia manifestada por el analizando que acepta la interpretación para conocer acerca de algo T(K), pero no para sentirlo (es decir devenir), que Bion denomina resistencia K→O:

“Las transformaciones en K son temidas cuando amenazan con la emergencia de trasformaciones en O […]. La resistencia a una interpretación es resistencia frente al cambio de K a O” (Bion, 1965).

La T(K)→O requiere también que el analista logre un estado mental de at-one-ment con el O del analizando, es decir, deviniendo la experiencia de O que tiene el paciente en este momento (ya sea del O del paciente o del O compartido en la sesión). Es evidente que nunca podemos vivenciar del todo la experiencia del estado emocional de otro, pero podemos experimentar nuestra transformación del O desmentido del analizando que se proyecta en el analista. Como afirma Bion, la interpretación más eficaz tiene sus raíces en un O compartido, una experiencia emocional creada conjuntamente: la esencia afectiva que impregna la sesión. No obstante, esto no se consigue fácilmente porque el analista tiene también sus resistencias a transformar K en O, en especial porque el O compartido involucra regiones dolorosas de su propia psique que se entrelazan con el O del analizando.

En Attention and interpretation (1970) Bion revisa la relación continente-contenido, el factor central de la función alfa, desde la perspectiva de su exploración incesante que le condujo a investigar en Transformaciones lo misterioso y desconocido en el tratamiento psicoanalítico. La pareja analítica, continente-contenido, debe enfrentarse a la “verdad”. Dado que el paisaje emocional a explorar por la diada analítica es la zona oscura y brumosa de O, entonces la intuición del analista deviene su principal herramienta en la exploración de un espacio mental incognoscible. Y revisa su anterior afirmación (1967b) de que el analista debe renunciar a la memoria y al deseo “para lograr un estado mental receptivo”, que ahora relaciona con la intuición:

“Para todo aquel acostumbrado a recordar lo que dice el paciente y desear su bienestar, será difícil contemplar el daño a la intuición analítica, que es inseparable de toda memoria y deseo” (Bion, 1970).

No obstante, el hecho de fiarse de la intuición en lugar de la propia memoria y el deseo puede hacer sentir desequilibrado al analista, que debe de enfrentarse con fe, fe en que existe una verdad y realidad última ―“el infinito sin forma” desconocido e incognoscible―.

La aventura de Bion en su descubrimiento de la función alfa ha recorrido un largo trayecto desde sus inicios como investigación respecto a cómo la mente puede aprender a pensar en condiciones extremas y manejar una experiencia emocional insoportable hasta el darse cuenta de que se necesita otra mente y, por último, el hecho de que la actividad de estas dos mentes en colaboración es internalizada como aparato para pensar. Aquello que difiere la descripción de continente-contenido (♂♀) en Atención e interpretación (1970) de otras descripciones anteriores es la sincera descripción del estrés de la pareja analítica asociado a la transformación de O como proceso intersubjetivo. Bion afirma que los pacientes:

“Experimentan el dolor, pero no el sufrimiento […]. El paciente puede decir que sufre, pero es porque no conoce lo que es el sufrimiento y confunde el dolor con el sufrimiento” (Bion, 1970).

Pero el paciente no sufre solo, “el analista puede y debe sufrir realmente”, igual como la madre que sintoniza intuitivamente con los llantos inarticulados de su bebé deviene este dolor y, a través de su reverie, le da nombre. Como si el crecimiento emocional genuino transcurriera en una cuerda floja que se balancea entre la catástrofe y la evolución exitosa de la personalidad, que requiere la presencia de una fértil conexión entre continente y contenido, lo cual también enfrenta y puede presentar un peligro potencial:

“El continente ♀ puede exprimir todo el contenido ♂; o bien el contenido ♂ puede ejercer una presión tal sobre el continente ♀ de forma que el continente se desintegra [… y existen] fluctuaciones que hacen que, en un momento dado, el analista sea continente y el analizando contenido, y en el momento siguiente inviertan los roles” (Bion, 1970).

 

Conclusión

Bion desplaza el foco del psicoanálisis desde el contenido de las manifestaciones inconscientes a su mismo procesamiento psíquico. El controvertido “Último Bion” se centra en el proceso de exploración de un nivel indiferenciado no representado, en cómo pueden iniciarse los cambios a este nivel o, como mínimo, no ser inhibidos por el analista. El estudio de Bion del pensamiento como transformación de elementos psíquicos dio lugar a darse cuenta de que, en el nivel diferenciado de representaciones, solo es posible conocer y formular transformaciones en un cierto grado. Este insight cambió su enfoque desde el procesamiento psíquico o pensamiento de las emociones, al cambio psíquico a un nivel indiferenciado, no verbal y desconocido que denominó O. Además de su teoría previa de transformaciones en K o pensamiento, desarrolló una teoría de transformaciones en O. A menudo se hace referencia al primer modelo como el “Primer Bion” y al segundo modelo como el “Último Bion”. Ambos modelos describen dos dimensiones diferentes de cambio psíquico que pueden, o no, encontrarse. Éste podría representar un cambio psíquico de doble vía a través del uso que Bion plantea del análisis clínico como el proceso de devenir uno mismo, inherente al concepto de O. Acercarse a una experiencia en O requiere tolerancia a un sufrimiento profundo de no saber, un cambio hacia una experiencia emocional intuitiva, ya que los hechos conocidos obstruyen la aprehensión de ideas nuevas. Cuando esto no ocurre, el aprendizaje se da a un nivel lineal yoico más superficial, que Bion denominaba K.

El paciente, en general, relata experiencias, describe hechos, habla de recuerdos, y a través de estas manifestaciones evoca sensaciones, sentimientos e imágenes (como cristalizaciones de intuiciones transmitidas en forma expresiva) y/o nos invita a “enactar” determinados roles. Esta narrativa y sus manifestaciones puestas en acto nos evocan metáforas que se unen a articulaciones discursivas o no discursivas, dando forma a los sentimientos que nos han sido proyectados en la transferencia. Con esto se amplían los vínculos entre experiencias emocionales significativas y se promueven nuevos vínculos y redes afectivas. Aun así, las cosas pueden ser más complicadas.

El analista pasa por un complejo proceso de elaboración psíquica, en parte consciente y en parte inconsciente. No basta con darse cuenta de los sentimientos que le proyecta el paciente; si el analista se limitase a pensar intelectualmente, no se habría hecho eco de la proyección. También hay que rastrear de qué manera le ha afectado la experiencia de estos sentimientos, el ataque al pensamiento que esto representa (contención paterna).  Si equiparamos simplemente la teoría de la contención con el modelo materno, perdemos de vista los elementos de la situación analítica que requieren una función paterna. Esta función defiende la vinculación y síntesis materna de los ataques al vínculo por parte del paciente. Esto no solo preserva el análisis, sino que ofrece al paciente una oportunidad de reconocer su agresión. También preserva una brecha entre paciente y analista que da la oportunidad de elaborar el duelo del análisis por parte del paciente y, por lo tanto, establece la identificación depresiva, aun así, dolorosamente, que hace falta para una autocontención real.

Ambas funciones parentales imponen un trabajo doloroso por parte del paciente. Si no reconocemos la inevitabilidad de este dolor y fallamos al reconocer la contención paterna como una función esencial del análisis, nos quedamos solo con la contención materna en el contexto de la cual el dolor del paciente aparece como un fracaso de la contención, en vez de ser una muestra de que posiblemente haya sido exitosa.

Esta segunda parte es esencial para un uso eficiente de la reverie. El reconocimiento de esta experiencia permite al analista captar el aspecto dinámicamente inaccesible del paciente.  Sin embargo, no siempre tenemos al alcance herramientas que nos ayuden a pescar en nuestro inconsciente.

El psicoanálisis ayuda a los pacientes a observar y tolerar sus experiencias internas, sentimientos, intuiciones y sensaciones, sin cerrarlas con una explicación lógica. Solo desarrollando esta capacidad, llega a una verdadera autocontención e independencia del analista.

La práctica del psicoanálisis depende en gran parte de la intuición de aquello que se ha sentido en un momento de descubrimiento. Evidentemente tenemos que ser capaces de transformar en una formulación aquello que hemos sentido intuitivamente. Esta formulación nos permite vincular el análisis al conocimiento, que no pretende ser verdad en las ciencias “duras”, sino solo verdad en el sentido emocional.
 

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Resumen

Este articulo intenta profundizar en el proceso de investigación de Bion desde sus inicios en su estudio de los procesos de transformación en pensamiento (TK) (Primer Bion) hasta su desembocadura en el “devenir uno mismo”, el crecimiento mental y las transformaciones en O a través de la disposición del analista a trabajar sin memoria ni deseo ni comprensión con el objetivo de desarrollar su intuición (Último Bion).

Palabras clave: intuición, función alfa, continente/contenido, transformación en K, transformación en O.
 

Antònia Grimalt
Psiquiatra, Psicoanalista SEP-IPA.
 

[1] Traducción del texto en catalán por Antònia Grimalt.

[2] La cursiva es mía.