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Europa recibirá de rodillas el espíritu anticolonial, 2019[1]

Española, blanca y de clase media. Con estas palabras empieza la exposición de la artista peruana Daniela Ortiz, en La Virreina Centre de la Imatge. La inscripción se pintó en la pared de una de las sedes del FemArt, el festival feminista que tuvo lugar en Barcelona en 2009. Para esa ocasión, la artista había propuesto la frase Es de puta madre ser mujer, que fue adoptada para la publicidad del festival. Sin embargo, el perfil de las participantes y las organizadoras motivó a la artista para añadir una apreciación, haciendo notar cómo el origen nacional, racial y de clase es determinante cuando tratamos sobre la discriminación de la mujer. Este gesto, nos introduce al trabajo de Ortiz, que si bien emplea estrategias típicas del arte conceptual (señalar, reapropiar, subvertir), éstas se despliegan dentro de un estudio que intersecciona feminismo y colonialismo para desvelar una red de vínculos, casi siempre escondidos, que trazados narran una historia de explotación y extracción. La muestra revisa antológicamente el trabajo de Ortiz. A través de vídeos distribuidos por las salas, la artista se dirige al público comentando sus piezas, detallando sus intenciones y contextualizando sus creaciones. Así se hace evidente un tema central de su trabajo, quién habla por quién tiene voz y quién no, y quién puede hacerse oír más allá del discurso oficial. Aplicado a la muestra, esto significa reducir la presencia de la institución dirigida por Valentín Roma, para que sea Ortiz quién articule el lenguaje alrededor de sus trabajos. Este posicionamiento no sólo otorga una vía directa de comunicación a la artista presente junto a sus obras, sino también hace visible cómo las circunstancias personales de la artista afectan a sus creaciones.

Migrante, madre soltera, y artista, Daniela Ortiz, nacida en Cusco en 1985 y residente en Barcelona durante la última década, ha desarrollado su trabajo cómo una forma de acción política. Durante el tiempo que estuvo empleada en una tienda de dulces, robó un bombón de chocolate de Guanaja (la isla, hoy hondureña, donde Colón encontró por primera vez cacao), lo cubrió de oro de 24 quilates y se lo comió un 12 de Octubre. También Ortiz, publicó en su web los planos de la tienda con detalles que indicaban la localización de la caja fuerte, hecho que propició una denuncia de la compañía, y eventualmente forzó su renuncia al puesto. A partir de aquí y a lo largo de la muestra podemos entrever cómo situación personal, violencia institucional, historia colonial, y desigualdad económica se entrelazan para articular un discurso que va más allá de la queja para evidenciar las injusticias del sistema. Estas se hacen visibles en episodios puntuales, como en la muerte de Samba Martine, quién llego a Madrid desde Melilla, para esperar su deportación y quién después de tres meses en un Centro de Internamiento de Extranjeros, murió por una infección derivada del VIH en el hospital 12 de Octubre. En un vídeo, Ortiz camina por el centro de Madrid durante el día de la Fiesta Nacional, llevando una pancarta con la imagen de Martine.

Por si llegas a leernos querido Walter, es el título del libro escrito por Enrique Martínez Reguera en el que se explica el caso del niño Walter. Hijo de cameruneses establecidos en España, Walter sufrió una caída accidental en un parque infantil, desencadenando una pesadilla burocrática que acabó con los padres acusados de maltrato y con el niño dado en adopción a otra familia. El libro desmonta todo el proceso legal y narra la lucha de los padres para recuperar a su hijo. Ortiz sitúa este caso con una instalación que señala, como una vez más, la regulación de la intimidad familiar se mezcla con el racismo estructural. Usando los formularios del Gobierno Catalán, Ortiz se identifica como madre en situación precaria y por tanto en riesgo de perder a su hijo.

Habitaciones de servicio y 97 Empleadas domésticas son dos obras que demuestran cómo la clase alta peruana trata a las trabajadoras del hogar. Una serie de fotografías y planos de casas emblemáticas de la arquitectura moderna en el Perú, evidencian cómo las habitaciones de servicio son espacios reducidos, muy a menudo sin ventanas, localizadas en las partes bajas y poco ventiladas de las casas. La arquitectura moderna perpetúa una distinción de clase que enfatiza la inferioridad de las empleadas. Ellas son precisamente quienes aparecen en segundo plano en muchas de las fotografías familiares de la burguesía blanca y rubia del Perú. Sus brazos, manos y cuerpos aparecen cortados por los encuadres de las fotografías que Ortiz ha seleccionado de varias cuentas de Facebook. Estas extremidades de piel oscura conforman un cuerpo despersonalizado, troceado e ignorado, de aquellas personas dedicadas al cuidado y la limpieza.

La exposición continúa analizando el racismo como fruto de la historia colonial. En un vídeo la artista, a la sazón embarazada, recibe una transfusión de sangre de un español, criticando así la vigencia del ius sanguinis (derecho de sangre). En otro, la artista recibe una sedación igual a la que se emplea con los inmigrantes deportados desde Estados Unidos (un cóctel que contiene Haldol, Cogentin y Ativan), mientras lee el Tratado de Libre Comercio Perú-Estados Unidos. En el vídeo, también se usan las declaraciones sobre el “top manta” de políticos del Ayuntamiento de Barcelona, como ejemplos de frases para el aprendizaje del catalán por parte de un grupo de inmigrantes. Y un vídeo más, estudia las similitudes de la represión del estado en Perú y en Bélgica. En algunas de estas piezas, la artista hace operativos los mecanismos de exclusión en su propio cuerpo o en el de grupos migrantes, en otras se desarrolla una investigación que conecta la historia, representación y narrativas del poder del estado y sus oligarquías.

Este es el oro que comes, 2019[2]

La muestra concluye con una obra que apunta a la historia del mismo edificio que la acoge. El Palau de la Virreina fue construido a finales del siglo XVIII por orden de Manuel d’Amat i Junyent, militar, Gobernador de Chile, y finalmente Virrey del Perú. Estando en este puesto envió a Madrid una serie de los conocidos “cuadros de casta”, estos son una clasificación racial de los habitantes de las colonias, en el que se detallan todas las posibles combinaciones. En estas pinturas, cabe destacar que incluyen típicamente la representación física, y la denominación racial de un hombre, una mujer y su hijo, además se hace patente como el nivel de pobreza aumenta con la mezcla racial. Aprovechando la sala noble presidida por el retrato del Virrey, Ortiz se apropia de este tipo de cuadros para hacer una actualización, detallando varios grupos actuales. Así catalanes independentistas, anarquistas blancos, feministas blancas, o intelectuales blancos son el objeto de estudio de estas pinturas, en las que se añade una leyenda detallando el carácter eurocéntrico de estos grupos.

Con todo, la obra de Daniela Ortiz es una sacudida que obliga al visitante a replantearse sus posiciones. Si bien es evidente la necesidad de reexaminar la historia colonial española, ésta no debería situar el colonialismo solo como un episodio histórico, sino como una influencia que marca individuos y relaciones, que homogeneiza, estandariza, y elimina diferencias, profundizando en las desigualdades como forma de segregación, no solo económica. Con su práctica artística, Ortiz denuncia, resigue y aborda cómo la violencia se hace concreta y particular, como se racializa a las personas para eliminar su voz y sus derechos. Al operar desde el arte contemporáneo, Ortiz busca un espacio que aspira a ser más que simbólico, haciendo visible las conexiones entre cómo el capitalismo y el colonialismo marcan la producción de la subjetividad. Así, a la extracción de bienes y materias, se le une la explotación de los cuerpos e individualidades.

La artista pertenece a una generación que sigue la estela de creadores que desde los años sesenta y desde Latinoamérica, han ejercido una crítica al imperialismo y a las múltiples dictaduras. La lista es larga, por nombrar solo a algunos, Clido Miereles, León Ferrari, Lotty Rosenfeld y Graciela Carnevale entre los veteranos y Regina José Galindo, Carlos Motta, y Teresa Margolles entre los más recientes. En estos artistas y en muchos otros, se combinan las estrategias del conceptualismo y la intervención urbana con la creación de objetos, y la investigación artística, como espacio de crítica y activación de otras formas de hacer y relacionarse. Quizá la particularidad de Ortiz, sea el haberse centrado en España y Cataluña, en donde el pasado es un arma arrojadiza y en donde el Imperio no ha sido tratado adecuadamente. Una excepción fue el proyecto El principio Potosí, que se presentó en el Reina Sofía hace ya diez años. Al identificar cómo el colonialismo sigue marcando la intimidad, las relaciones sociales, y la legislación, la artista nos hace participes y culpables de un sistema basado en una lógica de dominación y jerarquía.

Nota Final: Aún coincidiendo con el discurso político, las obras de Ortiz padecen de cierta unidireccionalidad, de la artista hacia el espectador. Éstas son directas, apuntan más que preguntan, y a pesar de centrarnos en lo personal como una estrategia feminista que se sitúa en lo específico para evitar generalizar, que ataca al patriarcado del estado opresor y violador, la literalidad de este tipo de trabajo artístico hace que se reduzca un espacio de dialogo y sutileza, en el que convencer más que oponer al blanco, español y de clase media.

Resumen

En esta reseña de la exposición de Daniela Ortiz en La Virreina Centre de la Imatge, el autor destaca el compromiso social de la artista que la lleva a indagar cómo las estructuras del poder ya sean administrativas, legales o incluso arquitectónicas, mantienen y refuerzan una visión racializada de la sociedad, a su vez heredera del colonialismo, un sistema que en España ha sido poco discutido en el ámbito público. La muestra casi una retrospectiva antológica del trabajo de Ortiz se puede visitar hasta el 16 de febrero del 2020.

Palabras clave: colonialismo, prácticas feministas, anti-patriarcado, racismo estructural, migraciones. 

Abstract

In this review of the exhibition of Daniela Ortiz at La Virreina Centre de la Imatge, the author underlines the artist’s social commitment to research how power structures, either administrative, legal or even architectural, maintain and reinforce a racialized vision of society, in turn, inherited from colonialism, a system that in Spain has not been discussed in great depth in the public arena. The exhibition, almost an anthological retrospective of the work of Ortiz is on view until February 16, 2020.

Keywords: colonialism, feminist practices, anti-patriarchy, structural racism, migrations.

Xavier Acarín Wieland
Comisario de Arte.
www.xaviacarin.net


[1] Cortesía de La Virreina Centre de La Imatge

[2] Cortesía de La Virreina Centre de La Imatge