La breve reflexión que presento se centrará en los aportes que provienen de diferentes ámbitos que, sin embargo, pienso que convergen entre sí[1].
La neurociencia nos plantea las bases biológicas del ser humano en la cual se apoya la comprensión psicológica de los individuos que se organizan en grupos construyendo sociedades. Comentaré aquellas aportaciones que, a mi juicio, explican las fantasías coloniales teniendo en cuenta estos tres niveles.
Cuando nos referimos a la conquista europea de otros territorios y su consecuente colonialismo, lo que nos sugiere espontáneamente es la dominación violenta hacia el resto del mundo. En realidad, lo que se ocultaba bajo el lema de expandir la civilización y su consecuente evangelización fue la explotación y depredación de los recursos naturales para sus propias necesidades de expansión y desarrollo.
Lamentablemente esto no es solo una cuestión pasada. Persiste en la actualidad si observamos atentamente los acontecimientos que están sucediendo en los diferentes lugares del planeta. Y no solo está presente en las formas más violentas y evidentes, sino que la actitud colonialista se infiltra en nuestras vidas cotidianas de manera sutil. Describo la actitud colonialista como la actitud arrogante hacia el otro, a quien considera inferior, no válido y, por tanto, se autoadjudica el derecho de maltrato y de explotación.
Ya sea por parte de grupos o individuos, se asumen estas actitudes coloniales como válidas, razonables, justas, que prometen el desarrollo y bienestar de los colonizados. Apelando a estas nobles causas el colonialismo encuentra buenas razones para dominar y controlar, mientras que, al mismo tiempo, se destruye la cultura y se extraen las riquezas de los colonizados.
Esta actitud está magistralmente descrita por J. Conrad (2002) en su novela El corazón de las tinieblas:
No eran colonizadores… eran conquistadores. Y lo único que se requiere es la fuerza bruta, nada de lo que uno pueda vanagloriarse cuando se posee, ya que la fuerza no es sino una casualidad nacida de la debilidad de los otros. Se apoderaban de todo lo que podían. Aquello era robo con violencia, asesinato con agravantes a gran escala y los hombres hacían aquello ciegamente, como es natural entre quienes se debaten en la oscuridad. La conquista de la tierra que, por general, consiste en arrebatársela a quienes tienen una tez de color distinto o narices ligeramente más chatas que las nuestras, no es nada agradable cuando se observa con atención. Lo único que redime es la idea. Una idea que la respalda: no un pretexto sentimental sino una idea. Y una creencia generosa en esa idea, en algo que se puede enarbolar, ante lo que no puede postrarse y ofrecerse en sacrificio (Conrad, 2002).
Tal como Conrad describe, la colonización es por su misma naturaleza un violento ataque a la otredad, ya sea de manera explícita ―como en la cita antes mencionada― o de manera sutil, a través del control. La diferencia no es tolerada y la voracidad está disfrazada de una idea. Es el aval para justificar la agresión y hostilidad al otro. Una actitud colonial es un estado mental donde la diferencia no es tolerada y la creatividad anihilada. Y el receptor colonizado se identifica con lo que le es ajeno y, en consecuencia, se genera distancia y desprecio hacia sus propios valores.
Sapolsky (2017), neurocientífico americano, en una extensa investigación estudia en detalle la agresión humana, que le permite llegar a algunas conclusiones muy reveladoras. No es el objetivo de este trabajo comentar extensamente su investigación y sus conclusiones. Pero sí comentaré una de ellas que es afín con este tema.
Una de sus tesis es en relación con nuestra tendencia natural a crear dicotomías, “nosotros versus ellos”. Nuestro cerebro categoriza con increíble rapidez, necesitamos un mínimo de estímulo sensorial para procesar las diferencias grupales, tales como: hombres/mujeres, europeos/asiáticos, cristianos/musulmanes, niños/adultos, etc. Los que forman parte del grupo nosotros están convencidos que sus propios valores son más correctos, más valiosos, más sabios, lo cual les permite sobrevalorarlos. La cognición se usa para convencerse a sí mismos racionalmente que las propias percepciones son correctas.
Por tanto, el grupo ellos son desagradables, salvajes, simples, etc. Ellos son el recipiente de las proyecciones del lado oscuro de grupo nosotros. Estas conclusiones que surgen de la investigación biológica se correlacionan con el funcionamiento esquizoparanoide de la mente, conocimiento que nos brinda el psicoanálisis de las relaciones de objeto, básicamente la aportación M. Klein.
Sapolsky (2017) señala que la individuación es una poderosa herramienta para disminuir la intensidad de esta manera natural de reaccionar. Menciona que la interacción entre grupos tiende a ser más competitiva y agresiva que entre los individuos. Los grupos son en sí mismos más arrogantes, auto centrados y dependientes en la persecución de sus fines que los individuos. Estas observaciones de Sapolsky están en concordancia con los conocidos supuestos básicos que Bion describió en su obra Experiencias en grupos (1961).
No podemos evitar la dicotomización, pero los mecanismos culturales pueden agudizar o suavizar esta irremediable reacción biológica.
¿Qué emociones se mueven en estas formas de relación, ya sea en grupos o en personas?
La obra de M. Klein nos aporta una amplia reflexión sobre las emociones básicas de los humanos. La voracidad y la envidia son, a mi entender, las principales emociones presentes en las fantasías coloniales y su enactment. Estas emociones básicas son las que alimentan el permanente conflicto en la relación con los otros.
La envidia es la expresión del odio y de la intolerancia, de todo aquello que significa vida y creatividad, ya sea en la realidad externa o interna. Es el odio hacia el valor y la bondad del otro; es la expresión de los aspectos tanáticos, de la actitud destructiva hacia el valor de lo que es experienciado como otro. La única manera de mitigar esta destructividad es la identificación con el otro. Esta reflexión conecta con el punto de vista biológico que nos aporta Sapolsky, el cual nos recuerda que establecer relaciones más cercanas y personales es la manera de superar la dicotomía entre nosotros y ellos. Ya Freud, en 1932, nos lo recordaba en su repuesta a Einstein sobre la pregunta de éste: ¿Por qué la guerra?
La voracidad es otra de las emociones básicas, el otro lado de la moneda. Es la búsqueda insaciable de aquello que se considera valioso. Está presente en grupos y en individuos y es por naturaleza insaciable y violenta. Esta hambre insaciable destruye lo que se incorpora y por esta razón no puede estar nunca satisfecha.
A mi entender, estos sentimientos están en la base de actitudes colonialistas. El insaciable deseo se convierte en una apropiación agresiva de lo que se considera valioso. A su vez esta apropiación agresiva genera sentimientos de persecución y amenaza que, evidentemente, espolean más violencia. Como hay anihilación de la otredad, no hay preocupación por los efectos. Como consecuencia da lugar a un flagrante fracaso en reconocer el impacto que ésta genera en la naturaleza, en la sociedad y en los individuos. El ejemplo más actual de estos fracasos son las dificultades de llegar a un consenso global ante el cambio climático. En este estado mental es evidente que no hay culpa ni reparación.
Tal como como comenté, también me interesaba explorar en el ámbito del análisis sociopolítico cómo se expresan estas actitudes colonialistas que no solo se refieren a un periodo de la historia.
Los trabajos incisivos de Byung-Chul Han (2017), filósofo contemporáneo, describen cómo la evolución del capitalismo al neoliberalismo ha cambiado el sistema de explotación hacia un sistema de control, poderosamente eficiente y sofisticado. Comenta que cualquier forma de emoción o comunicación puede ser explotada, puesto que el gran descubrimiento del neoliberalismo es el alma humana. La Big data es un instrumento potente para obtener información de las dinámicas de la comunicación social y, por supuesto, el de la intimidad de la conducta humana. Nuestras vidas están sujetas a la dominación y control. Por tanto, es el fin del libre albedrio. Estas circunstancias facilitan la intervención en la psique, presionando a los individuos a actuar de modo pre-reflexivo. Por tanto, nuestra libertad ha sido hackeada por la voracidad del neoliberalismo que se infiltra en nuestras mentes. Subraya que, cuando clicamos “like”, estamos aceptando la dominación del otro. Y esto es también una destrucción implícita y violenta de la subjetividad, que se desliza sutilmente a través de los medios tecnológicos. En consecuencia, estamos continuamente monitoreados por dicha tecnología. ¿Quién está al otro lado de la línea y con qué motivo?
La intrusión sutil en nuestras mentes tiene como fin implícito destruir la diversidad y la autonomía, convertir a los humanos en ciudadanos pasivos y frágiles. Y esto es el enactment cotidiano al que inevitablemente estamos expuestos. Entiendo enactment como una forma preverbal de comunicación. Una acción, que presiona al otro en el rol que queremos, ya sea consciente o inconscientemente.
En su autobiografía, Jung (1986) recuerda una conversación que tuvo con Ochiay Biano, líder de la comunidad Taos, de Nuevo Méjico, USA. Este líder le comentó su percepción de los hombres blancos. Los retrataba con apariencia cruel, de labios finos y nariz puntiaguda, su cara surcada por arrugas, de mirada fría y dura, y que siempre estaban buscando algo, que incansablemente buscaban algo. Se sorprendía porque era una actitud que no podía entender y que interpretaba como que estaban locos. Sorprendido, Jung le preguntó por qué pensaba que estaban locos. El jefe de esta comunidad le contestó que los hombres blancos pensaban con sus cabezas. Entonces, Jung le preguntó con qué pensaba él. A lo cual contestó que ellos pensaban con su corazón. Esta manera con la que este jefe comunal observaba a los blancos nos recuerda los trabajos de Bion (1959) en el que se describe la arrogancia, la omnipotencia, la falta de respeto al otro y a la realidad.
Nosotros los humanos estamos constantemente amenazados por el surgimiento de formas primitivas de reaccionar que nos empuja a una espiral destructiva. Esta puede ser contrabalanceada por nuestra también capacidad de empatía, capacidad para el reconocimiento al otro, por la transformación de nuestras emociones primitivas en capacidad para pensar simbólicamente. Esta capacidad necesita un constante esfuerzo para recuperar los valores esencialmente humanos. La presencia del control, el dominio y las actitudes despectivas inscritas en la naturaleza humana no significa que estemos compelidos a resignarnos a ellas como si fuera nuestro destino ineludible, marcado por la biología.
Freud, en su carta de repuesta a la pregunta de Einstein ¿Por qué la guerra?, señala que solo los vínculos afectivos, la solidaridad y la evolución cultural pueden doblegar la tendencia inevitable de los seres humanos a la hostilidad.
En nuestro trabajo cotidiano con nuestros pacientes buscamos constantemente la integración de lo libidinal y lo tanático de la naturaleza humana. Como miembros de una sociedad también debemos luchar sin cesar para no ser arrollados por las tensiones destructivas, que nos apartan de la preservación de los valores humanos esenciales como la solidaridad.
Conclusión
En esta breve reflexión sobre las fantasías coloniales y su enactment, que necesariamente es violento, trato de describir que el colonialismo no es una cuestión histórica, sino que está presente en nuestra vida cotidiana.
He esbozado una visión que trata de relacionar las aportaciones de la neurociencia, las reflexiones socio culturales y la comprensión psicoanalítica de la mente. Éstas convergen en la ineludible evidencia de la capacidad del ser humano de dañar tanto como de cuidar al otro.
Referencias bibliográficas:
Bion, W. (1959), “Attacks on linking”, International Journal of Psychoanalysis, núm. 40.
Bion, W. (1961), Experiences in Groups, Londres, Tavistock Publications.
Byung-Chul Han (2017), Psycho-politics, Londres-Nueva York, Verso.
Conrad, J. (2002), El corazón de las tinieblas, Barcelona, Lumen, pág. 14.
Einstein, A. y Freud, S. (2001), ¿Por qué la guerra? Barcelona, Minúscula.
Sapolsky, R. (20171), Compórtate, Madrid, Capitán Swing.
Jung, C.G. (1986), Recuerdos, sueños, y pensamientos, Barcelona, Seix Barral.
Resumen
Este trabajo describe cómo el colonialismo y su perpetuación a través del enactment está presente en nuestra vida cotidiana. Para ello se basa en las últimas investigaciones de R. Sapolsky en neurociencia, en las reflexiones psicoanalíticas desde el punto de vista postkleiniano y en la contribución del filósofo Byung-Hul Chan.
Palabras clave: colonialismo, enactment, actitud colonialista, R. Sapolsky,Byung-Hul Chan.
Abstract
This work describes how colonialism and its perpetuation through the enactment is present in our everyday attitude. These reflections are based on the last work of R. Sapolsky in neuroscience, the psychoanalytic postkleinian ideas on human basic emotions and the latest contribution the philosopher Byung-Hul Chan.
Key words: colonialism, enactment, colonialist attitude, R. Sapolsky, Byun-Hul Chan.
Eileen Wieland
Psicóloga clínica,
Psicoanalista SEP-IPA,
eileen.wieland@gmail.com
[1]Este texto es una versión revisada del trabajo presentado, junto con Neri Daurella, en el Simposio de Psicoanálisis y Política.