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Introducción 

En trabajos anteriores (Frankel, 2015, 2016 ), utilicé la teoría del trauma psicoanalítico para examinar por qué las personas se someten voluntariamente a hombres fuertes y a movimientos autoritarios que amenazan sus propios intereses reales. Me he centrado en los traumas sociales que desencadenan la sumisión de las personas, y la dinámica de la identificación que subyace. Ahora me centraré en las fantasías narcisistas que hacen que sea indoloro, incluso emocionante, que las personas se identifiquen y satisfagan a sus opresores, cómo se estructuran estas fantasías y por qué son lo suficientemente poderosas como para anular la evidencia contraria, el argumento racional y pensamiento independiente.

Las cualidades narcisistas de los líderes de hombres fuertes han sido muy discutidas, sobre todo las de Trump. Pero existe un vínculo narcisista entre líderes y seguidores que también seduce a los seguidores en una bruma embriagadora, que los lleva a buscar el orden autoritario, la certeza y la crueldad.

Necesitamos comenzar con la ansiedad que subyace detrás de las reacciones clínicas narcisistas. Sheldon Bach (1994) describió esto como un sentimiento de no sentirse contenido en la mente de los otros de una manera vital y permanente, un sentimiento que generalmente comienza en la infancia y proviene de una madre preocupada de forma narcisista que se aleja emocionalmente de su hijo. Puede distanciarse emocionalmente o usar al niño para regular su propio sentido de bienestar, en lugar de satisfacer las necesidades del niño. Es importante destacar que la sensación de abandono del niño va inevitablemente acompañada de vergüenza, como si algo en él hiciera que los padres se distancien y le negaran un lugar significativo en la familia. Si el niño, o más tarde el adulto, no puede soportar la ansiedad y la vergüenza causadas por el abandono emocional, o llorar su terrible pérdida, es probable que intente negar estos sentimientos a través de defensas narcisistas, que esencialmente insisten en que sus propias necesidades son lo único importante (Balint , 1979, Parte III ). Las personas que no son vistas se aseguran de ser vistas. Las defensas narcisistas son formas de huir y actuar la fantasía omnipotente reaseguradora.

A escala masiva, en ciertos momentos de agitación social, junto con las preocupaciones materiales, las personas pueden sentir que están perdiendo su lugar en su sociedad, un temor que Daniel Bell (1962) llamó «despojo». Y en el ámbito social más amplio, como en la familia, las personas generalmente se culpan a sí mismas y se avergüenzan de su desgracia. Los sentimientos generalizados de desposesión cultural o económica a menudo desencadenan el extremismo de derecha: la defensa narcisista a gran escala.

Las malas intenciones parecen clave para determinar el impacto traumático de un evento que trastorna (Shalev, et al., 2004). Los traumas causados ​​por humanos son «mucho más propensos» en generar disociación que los desastres naturales (Yehuda y McFarlane, 1995, en Mucci, 2013). «Los desastres naturales no se registran (…) como un ataque deliberado y determinado por un ser humano (…) y por lo tanto dejan intacto el conjunto de valores» (Mucci, p.58). Aún vinculando más claramente los motivos del perpetrador a el impacto traumático de un evento −aceptando que el resurgimiento del extremismo de derecha es de hecho una reacción traumática− Funke et al. (2015) han documentado cómo, en las economías avanzadas durante el último siglo y medio, las crisis financieras −aquellas originadas en el sector financiero que afectan a la economía en general− tienden a ser seguidas por un aumento en los movimientos políticos de extrema derecha, tanto en los gobiernos como en las calles. Pero este giro hacia la derecha no ocurre como reacción a crisis económicas no financieras, tal vez, como sugieren los autores, porque las crisis financieras son vistas como » problemas» inexcusables, «como resultado de fallas en las políticas, riesgo moral y favoritismo» por parte de quienes están en el poder. En resumen, las personas sienten que una persona o grupo poderoso los engañó y se benefició de su indefensión. La traición por parte de la propia sociedad es traumática a nivel de masas, no solo en la familia.

El capitalismo neoliberal, en las últimas cuatro décadas, ha despojado muchas de las funciones de cuidado y mantenimiento de la sociedad (Gandesha, 2018). Los sentimientos resultantes generalizados de abandono, despojo, impotencia, aislamiento y traición por parte de la sociedad, han preparado el escenario para los desarrollos autoritarios que hemos visto más recientemente en muchos países.

La teoría de Sandor Ferenczi (1933) sobre el abuso infantil y su impacto traumático agrega otra dimensión a la indefensión. Ferenczi (Frankel, 2002) descubrió que cuando los padres niegan el abuso o el abandono emocional del niño, y su propio rol en causarlo, cuando le dicen que no pasó nada, o que es demasiado sensible, e incluso que sus malos sentimientos son su propia culpa, es especialmente difícil elaborarlos y desarrollarse psicológicamente. Ferenczi llamó a esto «hipocresía» (p.158). La hipocresía de los padres hace que un niño se sienta confundido, culpable y avergonzado, desconfíe de otras personas y de sus propias percepciones, y se sienta aún más aislado, solo y asustado. El niño, por tanto, reprime su desarrollo como persona diferenciada de su familia, comprende implícitamente que debe aceptar la historia falseada de esta y deja de hablar de sus propios intereses. Incluso deja de pensar por sí mismo, aunque podría hacerle ver las cosas de manera diferente. Asimismo, pierde su sentido de pertenencia. Trata de ser el niño obediente, complaciente y agradable que desean sus padres; se identifica con el agresor. La hipocresía de los padres intensifica la ansiedad del niño por el abandono emocional, y sus consecuencias patológicas son amplísimas.

A escala masiva, la hipocresía se convierte en ideología, una historia falsa que justifica las relaciones de poder existentes y culpa a la víctima. Podemos ver este tipo de deshonestidad fundamental en la historia del capitalismo sobre su propia benevolencia. Relacionado con esto hay un «individualismo fundamentalista» (Rustin, 2014) de la derecha estadounidense que fetichiza la autosuficiencia y la independencia. Esta ideología dice que si las personas no tienen trabajo es porque no se esfuerzan lo suficiente para conseguir uno, que son perezosos, incluso cuando los trabajos son escasos. Toda desgracia es culpa de alguna manera de las personas, por lo que no merecen la ayuda de un «estado protector». De hecho, ofrecer ayuda solo los hará dependientes, incluso cuando ayudarse a sí mismos no sea posible. La gente puede internalizar esta ideología y usarla contra sí misma: castigarse por no cumplir con sus ideales omnipotentes, sentirse avergonzada de sus vulnerabilidades humanas comunes; y debido a su vergüenza, se sienten más aislados de otras personas. Pueden sentirse políticamente irrelevantes e impotentes (Layton, 2014; Rustin, 2014; Gandesha, 2018; Frankel, 2016).

Es probable que las personas que se sienten impotentes y que temen ser abandonadas acepten cuando se enfrentan a la agresión más negación, ya sea en la familia o en la sociedad, compran la mentira, aceptan las migajas y sofocan su vergüenza (Kohut, 1972, Tomkins , 1987) para seguir perteneciendo. Pero el trato injusto es difícil de aceptar. Las personas pueden esconderse de su derrota en fantasías regresivas de privilegio y pertenencia, y a nivel social en fantasías tribales. Esto anestesia su dolor, infunde sumisión con un buen sentimiento especial, los distrae de las causas reales de su sufrimiento y facilita la capitulación. Estas fantasías pueden incluso llevarles a rebelarse contra su sentido de irrelevancia e impotencia, pero de una manera que realmente coincide con sus opresores y por tanto no se ayudan a sí mismos. Piense, por ejemplo, en los leavers del Brexit, los partidarios de Trump y sus congéneres en otros países que han sido distraídos de la consideración reflexiva basada en la realidad de su propio bienestar social y económico por líderes mentirosos y carismáticos que prometen un viaje mágico a la prosperidad y un regreso a una mítica «grandeza» nacionalista.

Los aspectos de la fantasía narcisista y su papel en la vida política

Estas fantasías narcisistas compensatorias tienen varios aspectos, cada uno complementa a los otros. Como consecuencia estas fantasías son más atractivas, más poderosas y más efectivas para imponer la sumisión. Varios de estos aspectos han sido ampliamente descritos en la literatura psicoanalítica.

Explicaré cómo funcionan en el escenario político. Agregaré otro elemento que considero crucial.

Aspecto 1: sadomasoquismo

Sheldon Bach (1994) ve al sadomasoquismo como la estructura de la relación de objeto de la dinámica narcisista, que brinda una manera de gestionar la ansiedad narcisista básica de no ser una presencia viva y continua en la mente de los demás. El sádico se asegura a sí mismo de que puede tratar a las personas de cualquier forma que elija, incluso con violencia, y que no podrán abandonarlo; lastimar al otro es necesario para mostrar esta evidencia. Los masoquistas huyen de su impotencia y miedo a la pérdida al someterse a alguien que idealizan como poderoso, esencialmente diciendo: «maltrátame de la forma que quieras, simplemente no me dejes.»

El trabajo de Bach es importante para comprender la política, al menos de dos maneras. Primero, sitúa la sensación de olvido en el centro de los ajustes narcisistas; y esto corresponde adecuadamente a los sentimientos de indefensión a gran escala, que generalmente desencadena giros masivos hacia la derecha.

Segundo, el sadomasoquismo es prominente en la política narcisista, es decir, autoritaria. Hay un evidente sadismo en el liderazgo de los hombres fuertes, piénsese en la infame declaración de Trump, mientras se postulaba para presidente: podría dispararle a alguien en la Quinta Avenida y no perder ningún votante (Diamond, 2016). Puedo hacer cualquier cosa y no me dejarás.

Piense también en su política de sustraer los niños refugiados a sus padres. En los seguidores, vemos una actitud masoquista hacia el hombre fuerte, entregándose en su idealización y sadismo incluida la violencia simbólica y, a menudo, física hacia los chivos expiatorios.

Aspecto 2: la posición esquizoparanoide incluida la envidia

Melanie Klein elaboró ​​tres dinámicas que estructuran las fantasías narcisistas y que complementan las ideas de Bach: la posición esquizoparanoide, incluida la envidia y la defensa maníaca.

La posición esquizoparanoide (Klein, 1946) es una visión oscura del punto de partida psicológico del niño en la vida. Puede ser una reconstrucción fantasiosa de lo que sienten los bebés, pero es un modelo convincente de ciertas formas de la experiencia adulta.

Describiré la intrincada formulación de Klein de la manera más simple que pueda: el bebé, cuando tiene hambre y se siente frustrado, siente ir más allá de su capacidad de tolerarla, así que lo proyecta en el pecho de su madre, que él lo percibe como una manera de retener lo que necesita. Pero luego teme el pecho, que ahora lo siente como enfadado, y que lo atacará. El bebé, a su vez, lo ataca de nuevo en la fantasía. Se convierte entonces en una batalla interminable, desesperada y aterradora por la supervivencia.

Además, proyectar parte de sí mismo en su enemigo lo hace sentir atrapado dentro de ella y en un peligro terrible. En consecuencia, teme que sus atacantes puedan entrar dentro de él y atacarlo desde adentro.

El bebé en este escenario de pesadilla necesita un aliado fuerte, por lo que también proyecta sus sentimientos amorosos en el pecho bueno que le alimenta y le satisface. Es el mismo pecho, por supuesto, pero diferente en la mente en construcción del niño. La relación amorosa del bebé con el pecho bueno lo ayuda a sentirse protegido. Idealizar este buen objeto, verlo como especialmente fuerte, agrega aún más protección.

La consecuencia de dividir el pecho de esta manera genera un sentimiento perpetuo de amenaza y conflicto, en un mundo en blanco y negro donde las personas son odiosas y peligrosas, o muy fuertes y maravillosas.

Pero el bebé frustrado y enfadado de Klein también puede odiar y envidiar al objeto bueno, precisamente por su bondad y destruirlo en la fantasía (Klein, 1957). Perder su relación segura con el buen objeto socava aún más su capacidad de apreciar y cuidar a los demás, y sentirse cómodo y valioso en un mundo en el que generalmente se considera que otras personas tienen valor.

Ya sea que los bebés vivan o no en este tipo de mundo esquizoparanoide y envidioso, está claro que algunos adultos lo hacen, al menos en parte. La personas disocian y proyectan su agresión y su vergüenza; los otros son buenos o malvados, a menudo dependiendo de la tribu a la que pertenecen ya sea por la religión, el partido político o la nacionalidad; odian a los otros malos y rechazan toda preocupación por ellos; temen que sus comunidades sean infiltradas y tomadas por los otros malos; idealizan a un líder como extraordinariamente bueno y fuerte, se identifican con él y se sienten mágicamente protegidos; en su urgencia por sentirse mejor, no se cuestionan a sí mismos; y envidian, odian y menosprecian a los que consideran más afortunados y valorados.

Una forma escandalosa de disociación paranoica en la vida política en estos días, es el tribalismo. Cuando los miembros de un subgrupo se sienten apartados por el colectivo más grande, su identificación tribal puede volverse rígida y furiosa. La conformidad con las actitudes del grupo es primordial (Edsall, 2019, Will, 2019), incluso hasta el punto de creer falsedades y mentiras obvias; por lo tanto, el pensamiento independiente debe ser sofocado. Incluso puede ser necesario negar una verdad evidente, simplemente porque los enemigos la creen.

De hecho, la dicotomización tribal convierte a los oponentes en enemigos odiados. El compromiso pragmático, aunque promueva los propios intereses, es engaño, incluso traición. Herir a los enemigos es la máxima prioridad (Mason, et al., 2019).

Aspecto 3: la defensa maníaca

Ahora me referiré a la defensa maníaca (Klein, 1935, Segal, 1964), no al diagnóstico psiquiátrico más familiar, sino a la defensa psicológica que implica huir hacia fantasías apasionantes y grandiosas que alejan los sentimientos intolerables de dependencia, desesperación y culpa (Salgo, 2014). Estas fantasías de poder y autosuficiencia degradan al otro, niegan las propias necesidades y cubren el terrible dolor de ser ignorado. El ataque maníaco al otro, en la fantasía y, a menudo en el comportamiento, tiene tres frentes: el controlar al otro, el triunfar sobre él y el desprecio. El desprecio hace que sea fácil descartar su humanidad y atacarla sin culpa ni pensarlo dos veces. Y los ataques maníacos deben ser incesantes, para garantizar que los sentimientos dolorosos de necesidad, pérdida y preocupación, que no pueden ser eliminados, al menos permanezcan en un segundo plano (Sullivan, 1953). La autorreflexión podría socavar este frenesí y al mismo tiempo debe sofocarse.

El control maníaco, el triunfo y el desprecio se ven fácilmente en las actitudes de los líderes autoritarios y sus seguidores hacia los grupos que atacan. Incluso hay una muestra de desprecio y triunfo sobre la realidad misma, por ejemplo, al negarse a pensar en las consecuencias de hacer cosas como comenzar una guerra o destruir el medio ambiente. Los ataques maníacos contra las personas se fusionan a la perfección con la deshumanización esquizoide, la agresión paranoica, el odio envidioso y el sadismo. Todas estas dinámicas reflejan una necesidad apremiante de deshacerse de los sentimientos intolerables de abandono y vergüenza, y proyectarlos dentro de los otros. Y dado que las defensas narcisistas nunca pueden matar los sentimientos intolerables de uno mismo, la política narcisista requiere una violencia continua, ya sea simbólica o real, contra aquellos en quienes se proyectan estos sentimientos.

Las imágenes de la fuerza, el poder y la intrepidez de los líderes, y el placer que muestran en el sadismo hacia los débiles y vulnerables, incluso enmascarado por el refinamiento y la respetabilidad, excitan a sus seguidores, quienes se identifican con ellos (Freud, 1921) y a veces imitan estas imágenes maníacas. Los débiles y vulnerables, especialmente —depositarios simbólicos del propio dolor y de la vergüenza repudiada— deben ser ridiculizados. Piénsese en la burla de Trump a un reportero discapacitado (Politico, 2017), o en sus apodos insultantes para sus oponentes, a menudo basados ​​en alguna característica física. La intimidación y la grosería (Parker y Rucker, 2019) demuestran desdén por todas y cada una de las debilidades. Las personas deben mantenerse excitadas y furiosas, la ternura y la compasión deben ser evitadas. La dominación es el único valor, que debe demostrarse continuamente. El compromiso es debilidad. Simplemente, derribarlo todo se convierte en una posición política aceptable, sin un pensamiento racional sobre lo que puede ocurrir posteriormente, piénsese en el Brexit (Fisher, 2019).

Las apasionantes fantasías maníacas distraen fácilmente la atención de la gente del verdadero agresor y desplazan su odio hacia los chivos expiatorios. Por ejemplo, el presidente más corrupto de la historia de los Estados Unidos que todavía recibe un apoyo apasionado en las manifestaciones, con su llamada a drenar el pantano.

Los aspectos maníacos también pueden infectar la política de justicia social de la izquierda, por ejemplo, cuando los de la izquierda presentan argumentos que parecen diseñados principalmente para reforzar su propia solidaridad tribal y superioridad moral a través de expresiones autocomplacientes de desprecio e indignación. De hecho, esta actitud aleja a posibles aliados y socava el logro de sus objetivos.

Otro elemento: el sentimiento de verdad emocional

Y finalmente, el sentimiento de la verdad emocional, parte integrante de las fantasías narcisistas. Cuando siento que algo es cierto, es cierto en realidad, independientemente de la lógica o la evidencia contraria. Y cuando algo ofende mi comprensión de la sociedad, simplemente no puede ser cierto.

Sugiero que el sentimiento de verdad emocional se origina en un instinto humano natural de regresión cuando las personas se sienten olvidadas o rechazadas. La gente se niega a ser eliminada. Nos sentimos con derecho a ser vistos, a una disculpa, a una compensación, y tal vez incluso a una venganza. Harry Stack Sullivan (1953) escribió hace mucho tiempo que la ira es un antídoto maravilloso para la ansiedad de desprotección: la ira nos intoxica con una sensación de poder, y rectitud: «Estoy loco pero no lo soportaré más».

Los movimientos políticos se unen fácilmente en torno a un sentimiento de agravio compartido, ya sea por uno verdaderamente devastador, o bien por una pérdida de privilegios de parte de un grupo que sigue siendo demográfica y políticamente dominante: sentirse perjudicado puede borrar el sentido de perspectiva y proporción (Balint, 1979).

Una política organizada en torno a la victimización es una política de derechos adquiridos, una insistencia en que se sienten como propios y justos los derechos, a expensas de los derechos de los demás.

La victimización se presta a líneas argumentales simples basadas en una división paranoica entre todo bien o todo mal, y un rechazo esquizoide de nuestro enemigo como infrahumano. El triunfo maníaco se justifica como la victoria de los virtuosos, y el sadismo como el castigo que merecen los malos. En esta historia arquetípica, sean cuales sean los hechos reales, siempre somos David y nuestros enemigos siempre Goliat. El sentimiento de verdad emocional infunde a estas historias con la cálida certeza de justicia y rectitud. Estas historias conllevan un sentimiento de verdad y significado en su propia estructura, a pesar de su falta de contenido inherente.

Finalmente, recordar la idea de Ferenczi (1933) de que la hipocresía egoísta por parte de quienes tienen autoridad empeora la sensación de agravio. En la esfera política, la hipocresía está incrustada en ideologías que apoyan concesiones habituales con el poder y justifica la opresión a los niveles inferiores de la sociedad. Cuando ésta les dice a sus ciudadanos que no son importantes, éstos pueden someterse, pero se vuelven vulnerables a los proveedores de fantasías narcisistas, convirtiéndose en irrazonablemente recelosos irracionalmente confiados, dependiendo de quién está hablando y dónde se encuentra esa persona en la trama simplista y narcisista. La complejidad en el argumento de alguien puede tomarse como la evidencia de la mentira. Uno recurre a confiar solo en su propio instinto, es decir, en los sentimientos que surgen de la fantasía.

El resultado es que el sentimiento de la verdad emocional infunde actitudes sádicas, esquizoparanoides y maníacas. Les otorga un sentido más potente de poder emocional y rectitud. Los hechos desaparecen en la confusión mental de la arrogancia indignada, las personas pierden su humildad y la perspectiva de las consecuencias reales de sus decisiones.

(Traducción: Eileen Wieland )

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Resumen

Ciertos cambios económicos y culturales de la sociedad hacen que muchas personas se sientan postergadas y “desposeídas”, es decir que ya no tienen un lugar valorado en la sociedad. Esto puede ser especialmente real cuando el sistema económico, como el régimen actual del capitalismo neoliberal, se basa en la creación de inseguridad continua y empobrecimiento activo a muchas personas. Estas reaccionan a este trauma social identificándose, sometiéndose y cumpliendo con las expectativas de algunos grupos, para mantener cierto sentido de pertenencia y valía. Pero también desarrollan fantasías compensatorias, generalmente de naturaleza autoritaria, que parecen restaurar no solo sentimientos de seguridad y pertenencia, sino de privilegio. Irónicamente, estas fantasías facilitan obediencia, al anular los sentimientos más personales y el pensamiento independiente de las personas, lo que podría conducir a la disidencia. Se puede pensar que las fantasías tienen tres dinámicas que convergen: el sadomasoquismo; organización esquizoparanoide, incluida la envidia; la defensa maníaca, y un cuarto elemento: el sentimiento de verdad emocional como consecuencia de la lesión narcisista que infunde a las otras dinámicas un sentido de poder emocional y rectitud. El resultado es una política de indignación justificada donde las personas ignoran las realidades que los ofenden y pasan por alto las consecuencias de sus acciones en el mundo real.

Palabras clave: trauma social, capitalismo neoliberal, identificación con el agresor, sumisión a la autoridad, fantasía narcisista compensatoria, sadismo, posición esquizoparanoide, envidia, defensa maníaca, sentimiento de verdad emocional.

Abstract

Certain economic and cultural changes in society cause many people to feel left behind and “dispossessed”—that they no longer have a valued place in society. This may be especially true when the economic system, like the current regime of neoliberal capitalism, relies on creating ongoing insecurity, and actively dispossesses many people. People react to this social trauma by identifying, submitting and complying with some group’s expectations, in order to hold onto some sense of belonging and value. But they also develop exciting compensatory fantasies, generally authoritarian in nature, that seem to restore not only feelings of safety and belonging, but of specialness. Ironically, these fantasies facilitate compliance, by numbing people’s more personal feelings and independent thinking, which could lead to dissent. The fantasies can be thought of as having three dynamics that work in concert—sadomasochism; paranoid-schizoid organization, including envy; and the manic defense—and a fourth element: the feeling of emotional truth that follows narcissistic injury, and infuses the other dynamics with a sense of emotional power and righteousness. The result is a politics of outraged entitlement where people disregard realities that offend them and overlook real-world consequences of their actions.

Keywords: Social trauma, neoliberal capitalism, identification with the aggressor, submission to authority, compensatory narcissistic fantasy, sadism, paranoid-schizoid position, envy, maniac defense, feeling of emotional truth.

Jay Frankel.
Psicoanalista didacta (IPA).
Adjunto clínico a profesor asociado y consultor clínico en el programa postdoctoral de Psicoterapia y Psicoanálisis de la Universidad de Nueva York.
Editor asociado de la revista Psychoanalytic Dialogues
jaybfrankel@gmail.com
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