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Dirigida por Jeanne Herry. Coproducción franco-belga, 2018

 

En buenas manos (Pupille en su versión original), de la directora y guionista francesa Jeanne Herry, narra en un estilo mezcla de documental y ficción el proceso de acogida, y luego de adopción, de un bebé llamado Théo, del que su madre―que ha tenido un parto“secreto”, una figura recogida por la legislación francesa― decide desprenderse.

Jeanne Herry, hija de la conocida actriz francesa Miou Miou y del cantante Julien Clerc, tuvo la primera inspiración de esta excelente película a raíz del encuentro con una amiga a la que acababan de conceder un bebé en adopción. La mezcla de intensísima emoción y alegría, junto con una cierta congoja o el susto que esta expresaba, la motivó fuertemente a la hora de tratar este tema.

Se puso a investigar cómo se desarrollaba este proceso en Francia a través de un contacto que tenía con los Servicios Sociales de una ciudad del departamento de Finisterre, al norte del país. Pudo ver en detalle cuáles eran el procedimiento y los protocolos que se ponían en marcha durante la adopción, y conoció muy de cerca a uno de los equipos que la llevaban a cabo. No todos los equipos trabajan igual, con la misma orientación y los mismos criterios, si bien las líneas generales son básicamente idénticas.

Centrándonos en la película, en algún momento se tiene la sensación de que lo que te explican es demasiado bonito para ser verdad. Por ejemplo, el trato personalizado, amable y sin prisas con que se atiende a la mujer que no desea conservar a su hijo (incluidas unas instalaciones públicas casi de lujo), y también, el enorme cuidado con que se atiende cada caso individual de un niño para el que se buscan los padres adoptivos más adecuados.

Aunque también se reflejan tensiones importantes entre los profesionales, momentos muy conflictivos en la relación de los profesionales con los padres adoptantes, procesos de acogida no exitosos, etc., la directora explicita claramente que quiso ofrecer una perspectiva “luminosa” de todo el proceso: “Demasiadas veces ―dice― nos fijamos solo en aquello que va mal”. No es fácil imaginar que las cosas hayan seguido el camino que la película describe: con toda seguridad, los recortes del Estado del bienestar que han tenido lugar en Francia ―como en tantos países― habrán hecho muy difícil mantener este alto nivel de calidad asistencial.

Es mi intención detenerme en todo el proceso, desde el nacimiento del niño hasta su adopción. Sin querer idealizar las cosas, creo que es un modelo de mucho interés, que tal vez podría “inspirarnos” para mejorar el nuestro.

Veremos que, en este caso, el procedimiento hila muy fino, por así decirlo, en todos los aspectos psicológicos, al tiempo que es profundamente respetuoso con la madre y con sus deseos respecto a su hijo. Los procedimientos de este equipo están claramente influenciados por las ideas de la psicoanalista francesa Françoise Dolto en relación con los bebés.

Dolto consideraba que los bebés eran “sujetos” desde su nacimiento, y daba gran importancia a hablarles (a los bebés y a los niños y adolescentes) en las condiciones adecuadas y con palabras sencillas, pero no con un lenguaje infantilizante, un “habla-bebé”. Decía que un bebé quizá no entendiera el significado de las palabras, pero sí que se dirigían a él en primera persona. Su hija Catherine comentaba que algunos de sus colegas se reían al ver cómo hablaba con ellos, como si fueran sujetos, y es que así los consideraba.

A lo largo de su vida profesional, Dolto atendió o tuvo relación con niños a cargo de la asistencia pública, tutelados por el Estado, es decir, con niños huérfanos o abandonados, con niños acogidos o adoptados. Creía que era muy importante decirles la verdad de su realidad, eso sí, en un contexto terapéutico. Consideraba que el silencio y la mentira sobre una realidad dolorosa ―por ejemplo, la muerte de unos padres o de una madre sustituta, un abandono…―, incluso expresados con la mejor voluntad, eran más traumatizantes para el niño que la pérdida en sí. Si se les ocultan los hechos o sus orígenes, se les borra una parte de su historia personal, de sus raíces.
 

Nacimiento

Empecemos por el principio: el nacimiento. En Francia, desde 1993, existe la posibilidad de que una mujer dé a luz y entregue a su hijo en adopción sin desvelar su identidad. La gestión la lleva a cabo una trabajadora social que no forma parte del equipo de adopciones y acogidas. Se entrevista con la madre las veces que sea necesario para conocer sus proyectos en relación con el niño, si desea conservarlo o no. La trabajadora social le informa de las ayudas que recibiría en caso de conservarlo. La madre tiene dos meses para pensárselo y, eventualmente, volver atrás sobre su decisión inicial. En todo este tiempo, el niño pasa a ser “pupilo”―como decíamos al principio, este es el título de la versión original― provisional del Estado, que se encarga de buscarle un hogar de acogida. Pasados estos dos meses, el bebé se convierte en pupilo definitivo del Estado, que le buscará un hogar de adopción.

Unas palabras respecto al tema de la acogida en Francia, donde en este sentido existe una larga tradición que es asumida y pagada por el Estado. Una importante red de familias profesionalizadas acoge a una gran mayoría de los niños que lo requieran (en Cataluña, por poner un ejemplo, la proporción es inversa: por cada caso atendido en una familia acogedora habría tres en acogida residencial).

En Francia, cada año se producen unos seiscientos casos en los que la madre da a su bebé en adopción inicialmente, y solo en un catorce por ciento cambia su decisión. De acuerdo con la madre, y respetando siempre su anonimato, la trabajadora social redacta el proceso verbal de abandono, que también permanecerá secreto, y en el que la madre hace constar sus deseos con respecto al futuro de su bebé. La trabajadora social recoge también datos sobre el embarazo, si fue buscado o no, si hubo violencia o maltrato durante este y sobre las circunstancias personales y familiares que llevan a la madre a tomar la decisión de darlo en adopción. Recoge, asimismo, algunos datos que la madre desee dar: edad, nombre, etc., así como si ha escogido un nombre para su hijo. Le aconseja que se despida verbalmente de él, transmitiéndole la emoción que siente. Finalmente, la trabajadora social inscribe al niño en el registro municipal.

La trabajadora social garantiza el secreto a la madre, y lo cumple a rajatabla. En un momento dado de la película, el equipo, al observar un cierto enlentecimiento en el desarrollo del niño, la presiona insistentemente para que les facilite información de la madre que ayude a entender lo que pasa. Pero ella se niega, si bien investiga qué pudo ocurrir en el momento del parto o en la despedida, y averigua casi por azar que la madre se despidió del niño pero sin llegar a hablar con él. Ella misma enmienda este “error”, y el niño empieza a “activarse”: Dolto en estado puro.

Un organismo denominado CNAOP (Conseil National d’Accès aux Origines Personelles), inexistente aquí que nosotros sepamos, acoge estas informaciones, que, junto con un sobre con sus datos y una eventual carta de la madre a su hijo y quizá algún pequeño objeto, permitirán que eventualmente el niño adoptado pueda conocer sus orígenes y las razones de la decisión que tomó la madre.
 

Proceso de búsqueda de un hogar para el bebé

A continuación, empieza el proceso de búsqueda de un hogar de acogida para el bebé, durante los dos meses concedidos a la madre para que reflexione sobre su decisión. En el equipo, cada profesional propone a la persona que le parece más adecuada; en este caso el encargo recae finalmente en Jean, un padre de acogida que tiene pareja y una hija biológica, y que pasa a hacerse cargo del niño.

Unas palabras sobre este padre acogedor. Desconozco si se trata de algo extraordinario, pero, en todo caso, la imagen de un hombre inequívocamente viril tratando con tanta delicadeza y ternura a un bebé resultará sin duda impactante para más de un espectador/a: una pequeña aportación en la dirección de romper estereotipos de género…

Otra profesional, en este caso una educadora infantil, se dirige al hospital para el encuentro entre el padre acogedor y el bebé. Le explica al bebé, en palabras sencillas, cuál es su situación: “Tu madre no puede hacerse cargo de ti por el momento, pero nosotros vamos a ocuparnos de que estés bien”. Aquí, de nuevo, encontramos la influencia de Françoise Dolto: el bebé es una persona, y hay que hablarle y decirle la verdad. Aunque no entienda el significado exacto de las palabras, sí captará que uno se dirige a él en primera persona, que se le hace saber lo que pasa y lo que pasará. En el hacer de este equipo hay una constante: los profesionales no solo hablan del bebé, sino, sobre todo, al bebé.

Jean ―el padre acogedor― realiza una serie de visitas al hospital, traba conocimiento con el bebé, le alimenta, le baña y le cambia, dejándole un pequeño muñeco de trapo que lleva el olor de él; nuevamente Dolto, el olor de la madre/cuidador, y cómo el bebé la/lo percibe…

El proceso de acogida del bebé continúa y Jean se lo lleva a su casa, se la muestra y le presenta a su mujer y a su hija. La educadora le visita con frecuencia y va recogiendo la evolución del bebé que, como hemos comentado anteriormente, muestra un cierto freno en su desarrollo: está inexpresivo, no fija la mirada, no reclama la atención. Ya hemos comentado la evolución del “caso”. Vamos a hablar ahora del proceso de adopción, y luego veremos cómo se enlaza un proceso con el otro, la acogida con la adopción.
 

Proceso de adopción

Pasamos, pues, al proceso de adopción, en el que varios profesionales del equipo defienden a su “candidato”. Es importante tener en cuenta las palabras que una de las profesionales les dirige a unos padres adoptantes: “Mi trabajo no es buscar un niño para unos padres que sufren, sino buscar los mejores padres posibles para un niño con dificultades”. Es decir, el foco está, realmente, puesto en el niño.

La directora del equipo, tras varias entrevistas, decide finalmente adjudicar el bebé a Alice, una mujer que lleva diez años persiguiendo este objetivo. Hasta aquel momento, era imprescindible estar casado o tener pareja para poder adoptar un bebé, pero una nueva reglamentación abre la adopción a familias monoparentales, como es el caso de Alice, que se separó de su pareja hace ya un tiempo.

Se produce un proceso de transición importante entre la acogida y la adopción. Alice visita en varias ocasiones a Théo, junto con la educadora familiar, mientras el bebé sigue viviendo en casa de Jean, el padre acogedor. Finalmente tiene lugar un encuentro entre varios miembros del equipo, Alice, Jean y el bebé, y ella se lo lleva a su casa. Entre todos, le resumen lo más importante del proceso: “Dedícale todo tu tiempo y céntrate en él. Esto no es un parto, sino un injerto”. Una bonita metáfora.

Por supuesto, la educadora familiar tiene una total disponibilidad para asesorar y acompañar a Alice en el proceso.

Como veis, me he ceñido a lo que decía al principio: que la película me serviría para explicar un modelo de acogida/adopción y para resaltar sus virtudes, que creo son muchas. Espero que estas líneas sirvan para mejorar nuestro modelo.

Last but not least… La película, sumamente recomendable, estuvo nominada en 2019 a siete premios César (los Oscar franceses). Los actores y actrices ―especialmente Sandrine Kiberlain, Gilles Lellouche y Élodie Bouchez― bordan su papel, ofreciéndonos unas interpretaciones llenas de emotividad… y de verdad.
 

Palabras clave: parentalidad, adopción, psicoanálisis, ficción, documental.
 

Paloma Azpilicueta
Psicóloga clínica y psicoterapeuta.
Barcelona.
palomaazpilicuetaaguilar@gmail.com