Introducción
En este trabajo expongo algunas reflexiones sobre el cambio climático, que se nos presenta ya, como un estado de emergencia planetaria. La situación que vivimos es de necesidad, una necesidad de tomar decisiones y poner en marcha acciones que frenen el calentamiento global y sus graves consecuencias. Trataré de plantear algunas preguntas sobre las que reflexionaré también desde una perspectiva psicoanalítica. Si cada vez estamos más informados y de forma más concluyente ¿por qué las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando y con ellos la temperatura del planeta, abocando la situación a un punto de no retorno? ¿Qué mecanismos obstaculizan la toma de conciencia y la acción en sus distintos niveles individual, grupal y global? No podré responder considerando todos los factores económicos, sociales, culturales y políticos implicados. Y me centraré más bien en la esfera de lo personal, aunque no exclusivamente.
La fuerza conservadora del imaginario colectivo
La existencia de movimientos ”negacionistas” en relación a la Covid19 causa cierta perplejidad. En estos movimientos encontramos posiciones más o menos incrédulas y paranoides respecto a cómo se desencadenó, se mantiene y se gestiona la pandemia, en base a intereses ocultos de dominio y control. Estos grupos a menudo se manifiestan a favor de preservar las libertades individuales de distracción y goce a toda costa, frente a las limitaciones, que consideran inaceptables, impuestas por las autoridades sanitarias. En las posturas negacionistas podemos encontrar personas con diferentes sensibilidades e ideologías, unidas por un vínculo común: negar una realidad inquietante que causa gran alarma. Es decir, negar ansiedades intensas y profundas en relación a nuestra vulnerabilidad esencial y supervivencia. Y por tanto, negar la necesidad de hacer cambios en nuestro estilo de vida para paliar, en lo posible, la situación. Movimientos negacionistas parecidos ocurren en relación al calentamiento global y sus consecuencias a raíz de los reiterados y múltiples informes científicos que pronostican escenarios catastróficos de efectos irreversibles si no se actúa con rapidez y radicalidad, abandonando los combustibles fósiles donde deben estar: bajo tierra.
La idea de prosperidad y desarrollo en el imaginario colectivo de nuestra sociedad neoliberal global va asociada al crecimiento constante, al bienestar físico, a la ausencia de dolor, a la posesión y acumulación de bienes (materiales), al éxito y al triunfo. El mercado ha pervertido el cometido de atender las necesidades básicas del ser humano y lo ha convertido en un bien de consumo abundante para quienes se lo pueden permitir, pero escaso para los que no disponen de medios. Se trata de un imaginario colectivo en el que la satisfacción de las necesidades de raíz narcisista ocupa un lugar central. Estos objetivos se vinculan mayormente a la posesión de bienes de consumo cuya elaboración, transporte y consumición significa un gasto de energía (mayormente de origen fósil) que sobrepasa con creces la energía disponible que la tierra nos puede dar de acuerdo con sus ciclos biológicos naturales, además de un coste en residuos inasumible. En definitiva, todo parece indicar que el desarrollo y bienestar actuales se ha alcanzado y, se sigue produciendo, a unos costes insostenibles para la viabilidad del ser humano en el planeta.
Cada individuo participa de los símbolos y relatos de su tiempo, está inmerso en ellos, los respira. Es decir, se identifica con unos valores y unas imágenes colectivas ideales e ilusorias. Pero el imaginario colectivo, como sabemos, es muy resistente al cambio, ya que sus valores son aceptados acríticamente y asumidos como algo natural y un derecho dado, por una mayoría de la población. De todo ello, resulta una primera observación: es necesario producir brechas en este imaginario para que nuevos valores puedan abrirse paso en la colectividad. Y ciertamente algunas brechas se abren, si tenemos en cuenta la presencia de una sensibilidad y preocupación ecológica y de sostenibilidad creciente entre la población.
Del trauma
Con una semana de diferencia leo en la prensa las siguientes noticias:
El fuego llegó este año con intensidad al Pantanal, un bioma de 156.000 kilómetros cuadrados, en el extremo occidental de Brasil, fronterizo con Bolivia, Argentina y Paraguay. A pesar de preservar el 83% de su vegetación, la región está ardiendo. Solo en julio, hubo más de 1.601 focos de calor, los más numerosos de la historia del Pantanal desde que el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) comenzó a monitorear la región. Ahora, en agosto, ya son más. Fueron 2.170 en apenas 10 días. “Esta cifra ya es un 28% superior a la registrada para todo agosto del año pasado”, explica Vinicíus Silgueiro, investigador del Instituto Centro de Vida (ICV), que trabaja en el bioma hace 20 años.
(El País, 22.08.2020)
Un total de 28 trillones de toneladas de hielo han desaparecido de la superficie de la tierra desde 1994. Esta es la sorprendente conclusión de científicos del Reino Unido que han analizado mapas obtenidos por satélite de los polos, montañas y glaciares para medir la cantidad de masa de hielo que se ha perdido debido al calentamiento global causado por el aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero. Los científicos avisan que según los análisis el nivel del mar podría subir hasta un metro más a final de siglo.
(The Guardian, 23.08.2020)
Durante los meses de julio y agosto de este año 2020, los incendios en el círculo polar ártico, concentrados en el este de Siberia han aumentado la emisión de monóxido de carbono a la atmósfera hasta alcanzar 245 megatoneladas el día 24 de agosto. El año pasado se alcanzaron 181 megatoneladas en todo el año.
(The Guardian, 31.08.2020)
Solo son tres ejemplos entre los muchos que podemos extraer casi a diario de la prensa y los noticiarios. Nos informan sobre situaciones que se refieren a una realidad escalofriante, por sus proporciones y por su poder destructivo: miles de kilómetros cuadrados de bosque y vegetación ardiendo de forma descontrolada, emitiendo megatoneladas de monóxido de carbono a la atmósfera, trillones de toneladas de hielo desaparecidas de la faz de la tierra desde 1994. Cantidades apenas imaginables o representables en la mente de la mayoría de la población. Con ellas se pretende transmitir al lector la magnitud de la situación que, dadas las proporciones, impacta en nosotros de forma traumática. Este impacto, a su vez, empuja la necesidad de recurrir a mecanismos que nos defiendan de lo que sentimos como una amenaza inasumible. Porque lo contrario es una toma de conciencia masiva, sobre las dimensiones reales de la tragedia, cosa que inevitablemente sacude las conciencias, las pone en crisis y amenaza nuestra sensación de seguridad. Los informes científicos, los reportajes, las noticias referentes a la emergencia climática apenas se pueden imaginar, apenas podemos representarnos mentalmente la gravedad de las consecuencias del cambio climático en dimensiones asumibles y vinculadas al estado afectivo correspondiente.
Y el estado afectivo vinculado al desastre ecológico y sus consecuencias implica sentimientos penosos y desagradables de culpa, vergüenza y dolor por la pérdida constante de biodiversidad, por el daño que infringimos a la naturaleza, por el sufrimiento que causamos a otros seres humanos con nuestro estilo de vida y de consumo. Además del dolor de ofrecer a las generaciones venideras un futuro sombrío si es que ha de haber algún futuro. Integrar este dolor significa asumir, en primer lugar, la responsabilidad que nos corresponde como individuos y como especie.
En los ecosistemas todo está conectado. Así el neurobiólogo Stefano Mancuso llama la atención sobre el hecho de que la mayor incidencia de zoonosis en las últimas décadas, el paso de virus de los animales al hombre, está fuertemente determinado por el aumento global de la temperatura. Desde 1990 los casos conocidos sobre este fenómeno se han triplicado. Y una variable crítica al respecto es la temperatura, uno de los parámetros que más influyen en los fenómenos químicos, físicos y biológicos. En realidad todavía no sabemos del todo qué cosas estamos poniendo en marcha con la alteración térmica de los ecosistemas (https://www.cccb.org/ca/multimedia/videos/stefano-mancuso/233365). En este mismo sentido se expresan otros científicos como Fernando Valladares del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), quien afirma: “El cambio climático, está destapando reservas de nuevos virus potencialmente peligrosos, al fundir glaciares y el suelo congelado de zonas boreales. Pero el cambio climático, y el calentamiento en particular, permiten además, que muchas enfermedades infecciosas tropicales lleguen a zonas templadas, y un ejemplo es la malaria. El cambio climático tiene multitud de efectos indirectos que repercuten en el riesgo de infecciones y zoonosis al afectar los hábitos alimenticios y las actividades de muchas personas. No estamos preparados para esto. De hecho, no hay sistema de sanidad ni fuerzas de seguridad de ningún Estado que puedan protegernos de estas pandemias que llegarán con más frecuencia e intensidad. La única protección posible —por la escala y dimensiones del problema— es la que confieren los sistemas naturales, pero siempre y cuando estén sanos, funcionen bien y contengan multitud de especies” (https://www.eldiario.es/sociedad/valladares-csicel-covid-19-cambiara-relacion_1_1225743.html).
En este punto me permito recomendar el documental Metamorphosis de Nova Ami y Velcrow Ripper, donde se muestra, con bellísimas imágenes, la destrucción absurda del medio que comporta nuestro modo de vivir y, plantea la necesidad y la posibilidad de cambio a modos sostenibles que en primer lugar pasan por reducir el consumo y acabar con la emisión de gases de efecto invernadero.
Una aplastante mayoría de científicos están de acuerdo en que el daño climático es auto infligido, es decir, que nuestra adicción a los combustibles fósiles y a la carne roja está llenando nuestra atmósfera de metano, monóxido de carbono y otros gases de efecto invernadero, provocando que cada vez más partes de nuestro planeta se conviertan en un desierto inhabitable. Resulta muy ilustrativa la lectura del informe de síntesis del año 2014 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) que presenta de forma muy documentada, extensa y clara, la situación en el momento de la elaboración del informe, las previsiones para un futuro próximo y las acciones necesarias para mitigar los efectos catastróficos que se avecinan (https://archive.ipcc.ch/pdf/assessmentreport/ar5/syr/SYR_AR5_FINAL_full_es.pdf).
Ansiedades catastróficas
La situación actual es fuente de ansiedades catastróficas y paranoides frente a las cuales nos defendemos como podemos y a menudo de forma muy radical. Vemos nuestra seguridad física y mental amenazada. Nuestro modo de vida y nuestras comodidades. Y la de nuestros hijos y nietos.
Pero el hecho de sentirnos amenazados por el caos y la catástrofe anunciada no facilita la adquisición de una mayor conciencia y compromiso responsable. Irma B. Pick, plantea que la Madre Naturaleza es equiparada a algo bueno. De hecho la consideramos nuestra casa. Aunque esta idea tiene sus pros y contras, a mi parecer. Nuestra casa es un espacio pensado para darnos cobijo y comodidad, está a nuestro servicio. La naturaleza no lo está. Retomaremos este punto más adelante. Siguiendo a Pick, la naturaleza es equiparada a algo bueno pero también es sentida como una amenaza por sus fuerzas violentas y destructivas. Tempestades, inundaciones, sequías, terremotos de forma parecida a como las experimenta la mente infantil pueden sentirse como una venganza, equivalente a la de unos padres primitivos atacados. “Podemos pensar sobre aquello que los humanos hacemos a la naturaleza, y también sobre lo que la naturaleza nos hace a nosotros. Y así podemos experimentar el calentamiento global como una réplica de un Superyo primitivo contra los ataques que infringimos a la naturaleza” (Pick, 2013).
Frente a un Superyo primitivo y cruel no nos quedaría sino el recurso a la huida, la negación y la desconexión en la medida que se trata de un peligro que es sentido como total, masivo.
El recurso a la (re)negación
En psicoanálisis estamos familiarizados con la idea de que entrar en contacto con una verdad (inconsciente) produce ansiedad. La verdad, si es dolorosa, es sentida como una amenaza a nuestra seguridad y a nuestro equilibrio. Entrar en contacto con ella moviliza mecanismos de negación y disociación gracias a los cuales la persona puede seguir viviendo y actuando más o menos como antes de conocerla, aún a sabiendas de los altos costes que tiene esta actitud en el presente o en el desarrollo futuro de la propia personalidad.
Generaciones anteriores a la nuestra vivían en un desconocimiento —por lo menos informativo— de las consecuencias que estaba teniendo el modelo industrial capitalista de desarrollo en lo que respecta a los daños que causaba al equilibrio ecosistémico del planeta. Es una verdad que fue largamente ignorada o minimizada. Pero esta verdad ha ido desvelándose de forma cada vez más completa y clara. En la actualidad nadie puede alegar ignorancia. Ni una parte de culpa, en tanto que beneficiario y partícipe de este modelo. Es una verdad incómoda porque anuncia un futuro catastrófico, pero también porque plantea una necesidad de asumir responsabilidades y cambios inmediatos en nuestra forma de vida en el presente.
El psicoanálisis trata de ofrecer medios para acercarse a lo doloroso y desconocido de nosotros mismos y del entorno. Pero los esfuerzos en esta dirección topan con la tendencia a evitar la verdad que provoca malestar y conflicto, mejor dicho, a evitar entrar en contacto con esa verdad. “Si la percepción de la realidad objetiva trae displacer, la percepción— tiene que ser sacrificada. Contra el peligro exterior, uno puede encontrar socorro durante un tiempo en la huida y la evitación de la situación peligrosa (…). Pero de sí mismo uno no puede huir; contra el peligro interior no vale huida alguna, y por eso los mecanismos de defensa del Yo están condenados a falsificar la percepción interna” (Freud, 1937). La negación y la disociación nos permiten falsificar las percepciones externas e internas, nos permiten convivir con el conocimiento intelectual de una verdad incómoda que nos afecta, sin que esto tenga consecuencias emocionales ni en el comportamiento.
De esta manera sabemos y no sabemos, sabemos y no nos sentimos responsables, sabemos y la vida puede seguir como siempre. Además, al funcionamiento disociado y negador a nivel individual se añade la influencia de un funcionamiento igualmente negador de la vida política, de los mercados, la publicidad y el entorno social. Es un funcionamiento incrustado en el imaginario colectivo.
Sally Weintrobe, autora y compiladora del libro Engaging with Climate Change —en el que se encuentran interesantísimos trabajos sobre este tema que nos concierne desde una mirada psicoanalítica— afirma: “El modelo psicoanalítico señala que solemos estar en conflicto con partes de nosotros mismos, que buena parte del conflicto tiene lugar a un nivel inconsciente y que el mayor conflicto que enfrentamos en nuestras vidas es entre esta parte preocupada que ama la realidad y la parte narcisista que la odia cuando frustra nuestros deseos o cuando deshincha la visión que tenemos de nosotros mismos” . Las informaciones científicas sobre el clima pinchan el globo en el que vivimos inmersos, un globo que mantenemos hinchado con nuestra actitud y pensamiento omnipotente en relación a la naturaleza. Las ciencias del clima plantean la necesidad urgente de cambios que frustran nuestros deseos.
Esta autora trabaja en la actualidad sobre cómo la cultura neoliberal promueve la negación. Un ejemplo común puede ser el de vernos animados a pasar unas maravillosas vacaciones de verano obviando al mismo tiempo la violencia, el sufrimiento y la desazón social creciente que promueve la economía global basada en el carbono. Weintrobe afirma que una manera de negar es el recurso al pensamiento omnipotente que redimensiona la realidad, empequeñeciendo los aspectos nocivos y destructivos. Afirma de manera bien clara y cruda que necesitamos resiliencia interna para oponernos y resistir a nuestra cultura, y ver los muertos que forman parte de este panorama idealizado. “El cambio climático ya está provocando un número creciente de refugiados buscando alimento y protección, huyendo de guerras exacerbadas por conflictos sobre los recursos naturales…si admitimos esto la historia de los refugiados ya no es sobre otras personas, sino que nos implica a todos”, (https://www.ipa.world/IPA/en/News/News_articles_reviews/On_Climate_Change_Denial.aspx).
Rosemary Randall, psicoterapeuta de formación psicoanalítica con una larga trayectoria de militancia, estudio y divulgación en la lucha por la preservación del medio ambiente, cuenta una anécdota muy ilustrativa sobre la (re)negación: (https://www.youtube.com/watch?v=xMH3SgO4rKY&feature=youtu.be). En un encuentro con un colega comprometido con la sostenibilidad, hablaban de la rapidez espeluznante con que se fundía el hielo polar según los últimos informes que ambos comentaban con mucha preocupación. La conversación se interrumpió por una llamada telefónica que el colega atendió animadamente y con un entusiasmo creciente en relación a un próximo viaje de placer en avión a California. En este ejemplo Randal ve a su colega funcionando disociadamente: por un lado, disponía de una información muy sofistica relativa al cambio climático y al mismo tiempo actuaba de una forma que solo contribuía a empeorarlo. Los dos hechos no estaban conectados en su mente.
Los seres humanos, de hecho, todos los seres vivos, tenemos una necesidad de conocer cómo funciona nuestro medio para entenderlo y poder vivir en él. Sin embargo, en la historia del pensamiento occidental se fue desarrollando una idea de que conocer es igual a poseer y dominar. Forma parte de una ideología muy impregnada en la cultura occidental, según la cual, y bajo la supremacía del humano, de su razón y su intelecto, la naturaleza no es otra cosa que (Adams, 2015, citado por Orange (2017):
- un recurso objetivo a explotar.
- una amenaza temida.
- un obstáculo a los proyectos centrados en el individuo.
- una molestia que puede ser obviada, (Adams, 2015, citado por Orange (2017).
Hoy estamos padeciendo los estragos que esta ideología está causando en nuestra biosfera.
Mancuso, anteriormente citado, sostiene que una parte nuclear del problema actual con el clima es la idea que tenemos de los humanos como seres mejores que otros animales, vegetales o minerales del planeta y en el momento en que alguien se siente o se posiciona como un ser superior a otro, el que se siente superior ejerce desde el dominio y el control. La alteridad y lo desconocido son fuente de angustia. Y como psicoanalistas tenemos bastantes oportunidades de observar —en el tratamiento de pacientes— como ellos y nosotros mismos recurrimos al pensamiento omnipotente y al control como una forma mágica de dominar la angustia y la indefensión. Añade Mancuso que, en realidad, si medimos el éxito de una especie por su capacidad de perpetuarse, los humanos vamos a quedar muy por debajo del promedio de las especies que se calcula que tienen una vida media de cinco millones de años antes de extinguirse. Pero nos sentimos superiores y nos permitimos ser la única especie que destruye el propio hábitat.
Responsabilidad, reparación, esperanza
Vivimos en el conflicto, a lo largo de toda la vida. Nuestras vivencias en relación al clima no podían ser menos. Lertzman (2013) sostiene que los grupos y los individuos tenemos deseos en conflicto en relación al clima: por un lado, podemos tener una posición ética en relación a la sostenibilidad ecológica que comporta una serie de renuncias y una aceptación de límites en nuestra actividad. Es decir, tenemos deseos constructivos y reparadores. Pero también hay otros deseos, relacionados con actividades extractivas y de acaparar recursos, que son destructivos, pero los aceptamos hasta con agrado si de ellos sacamos beneficio. Además, no nos gusta que se nos recuerde el lado oscuro de la satisfacción de nuestros deseos. Por ejemplo, que se nos recuerde en qué condiciones se fabrica en el sudeste asiático, la ropa que llevamos. Pero también queremos impedir las catástrofes provocadas por el clima. Como sabemos desde M. Klein las actitudes reparadoras solo se pueden poner en marcha después de un reconocimiento de la ambivalencia, del daño causado, de la pérdida y asunción de culpa. Evitar la toma de conciencia de nuestras contradicciones y negarlas, nos aparta de la acción reparadora. A menudo nos reprochamos o reprochamos a otros la apatía frente al cambio climático. Lertzman plantea que las actitudes apáticas deben ser entendidas no tanto como una ausencia alarmante de preocupación sino como la expresión de una situación interna complicada, es decir, como la presencia simultánea de estados afectivos difíciles y en conflicto entre sí, que el individuo no acaba de poder resolver.
En nuestra disciplina, asumimos que en el sujeto existe una necesidad de verdad. “La necesidad y deseo de verdad es la expresión del deseo de conocerse uno mismo, de conocer a sus objetos y al mundo en general (lo que Bion llamó vínculo K). Esta necesidad de conocer deriva del amor por las cosas. La consecución de la verdad, sin embargo, entra en conflicto con otra necesidad: la necesidad de seguridad”, (Caper, 2020). Necesidad de conocernos, de conocer al otro, de conocer el mundo y la naturaleza. Hoy, este conocimiento nos lleva a conclusiones inquietantes respecto al clima y, por tanto, al temor de perder nuestra seguridad que también queremos conservar. De manera que parecería más seguro mantenernos en nuestra aparente seguridad del presente y hacer oídos sordos a los informes que nos avisan una y otra vez que vivimos dentro de una emergencia climática que amenaza esta seguridad.
Pero no todo es sombrío y catastrófico: conocemos cada vez mejor el problema y estamos en condiciones de actuar eficazmente si nos ponemos a ello. Llegar a la esperanza y a la acción implica un cierto camino en la mente de cada persona, del colectivo y también de los gobernantes. Un cambio de paradigma.
Conclusión
Desde la perspectiva del pensamiento ecológico tal como lo describe T. Morton, pero también desde la perspectiva del pensamiento complejo de E. Morin, se describe la realidad como un conjunto de dimensiones interconectadas. “El pensamiento ecológico tiene tanto que ver con las humanidades (…) como con las ciencias, y también tiene que ver con las fábricas, el transporte, la arquitectura y la economía. La ecología abarca todas las formas imaginables de vivir juntos. La ecología está muy relacionada con la coexistencia. La existencia es siempre coexistencia. Ningún hombre es una isla” (Morton, 2010). En líneas semejantes los planteamientos de Edgar Morin nos ayudan a reflexionar sobre la emergencia climática superando la visión compartimentada y aislada del conocimiento, del contacto y de la toma de conciencia. Abrir una brecha en el imaginario colectivo de nuestra cultura significa, entre otras cosas, denunciar y renunciar a una posición omnipotente de dominio y control por encima del resto de la naturaleza, abrirse a una visión comprensiva, integradora, abarcadora y no supremacista. Afirma Morin: “La Tierra no es la suma de un planeta físico más una biosfera, más la humanidad. La Tierra es una realidad compleja física, biológica y antropológica. La Vida (humana) es (solo) un emergente de la historia de la vida terrestre. La relación del hombre con la naturaleza no se puede concebir de una manera reduccionista ni de una manera dislocada. La humanidad es una entidad planetaria y biosférica. El ser humano, natural y sobrenatural a la vez, tiene que estar enraizado en la naturaleza viva y física, pero emerge y se distingue de ella por medio de la cultura, el pensamiento y la consciencia” (E. Morin, 2008).
También desde el modelo psicoanalítico de la mente, pensamos en realidades complejas, a menudo contradictorias. Como psicoanalistas, proponemos a los pacientes un trabajo que aspira a integrar, a poner en contacto los aspectos escindidos de la realidad, a mirar los aspectos desagradables o difíciles, que producen temor y angustia, a reconocer la ambivalencia y aceptarla. Y también entendemos la integración como una recuperación de aspectos amorosos y de capacidades reparadoras.
Los desarrollos científicos ya nos permiten tener una visión integradora de la complejidad dinámica del clima y de cómo nuestra intervención lo altera y qué consecuencias tiene. Hoy ya estamos en condiciones de proyectar acciones adecuadas para frenar unas dinámicas abusivas y destructivas sobre nuestro medio ambiente. Y estas acciones deberían ser concertadas e implementadas a nivel individual, grupal, local y global, porque el problema afecta a todas estas dimensiones. Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad y unas acciones a su alcance —empezando por el estilo de vida y de consumo que elegimos— que no admiten demora. Además, debemos exigir a los gobernantes que cumplan con los acuerdos que firman, que asuman una visión global del problema y actúen en consecuencia y no solo con vistas al plazo que les conceden los resultados electorales.
Desde nuestra disciplina, lo que planteo es que a nivel individual es posible cambiar si asumimos nuestra parte de responsabilidad sobre el daño causado, que seguimos causando y que causaremos a nuestros descendientes. Es posible cambiar si asumimos el dolor de la culpa y el deseo de reparar, no solo en el pensamiento sino también en la acción, con los hechos. Y hay muchos espacios donde ya podemos intervenir de acuerdo con el principio de no consumir productos elaborados con energías contaminantes, ni productos de agricultura industrial vacuna, ni plásticos, etc.: desde el contrato de la luz, a la cesta de la compra, el vestir o la manera de organizar nuestras vacaciones, por ejemplo.
Me parece una manera adecuada para terminar, reproducir aquí un poema escrito el año 1999 por el poeta y militante ecologista mexicano Homero Aridjis, en vuelo hacia Nueva York.
El Evangelio según John Donne ‹1›
Ningún hombre es una Isla
que vive de sus propias fuerzas;
ningún ego es un Continente,
ni un Planeta autosuficiente, acaso
es un pedazo de miedo rodeado de nada,
un jirón de vida colgando de un traje viejo,
un guijarro lavado por las aguas
desmemoriadas del tiempo. La Ciencia
es poca cosa, es un promontorio resbaladizo
donde las manos se aferran, sus semillas
estériles no enraízan en el futuro de la vida.
Tu cuerpo es una envoltura vana,
un pájaro descoyuntado con el pico roto,
aventado a los basureros de la muerte.
Habitante de la Tierra, la muerte
de toda criatura te disminuye,
Por eso, cuando alguien muere, no preguntes
por quién doblan las campanas de la extinción.
Doblan por ti.
Finalmente, me permito invitar al lector a consultar la bibliografía por su cuenta y a profundizar con la lectura de otras obras disponibles en el mercado. Le animo a visionar los enlaces y también a militar en la divulgación de la problemática entre sus cercanos, a favor del clima y del planeta.
Referencias bibliográficas
Brenner, Ira and Brenner, Logan., (2019), Introduction to Special Issue on Climate Change. Int. J. Appl. Psychoanal. Stud., vol.II, núm. 16, pp. 87-89.
Caper, R. (2020), Bion and Thoughts Too Deep for Words, Londres, Routledge.
Freud, S. (1937), Análisis terminable e interminable, Amorrortu, en Obras completas, XXIII, Buenos Aires, 1996, pp.239.
Gore, A.,(2006), An Inconvenient Truth, trad. en castellano, Una verdad incómoda, Madrid, Gedisa, 2009.
Lertzman, R. A. (2013), “The myth of apathy. Psychoanalytic explorations of environmental subjectivity” en Engaging with Climate Change, S. Waintrobe, London Routledge, Beyond the Couch Series.
Long, S. (2015), “Turning a Blind Eye to Climate Change, Organ. Soc. Dyn”, vol. II, núm 15, pp.248-262, https://www.questia.com/library/journal/1P3-3896369471/turning-a-blind-eye-to-climate-change.
Morin, E. (2008), Vers l’abîme?, Paris, Herne, se recogen extractos de esta obra en On va el món? Cap a l’abisme?, Barcelona, Columna Edicions, 2009, pp. 122.
Orange, D. M. (2017), Climate Crisis, Psychoanalysis and Radical Ethics, Londres, Routledge, pp.13.
Pick, I. B. (2013), “Discussion: The Myth of Apathy”, en Engaging with ClimateChang, Sally Waintrobe, London Routledge, ‘Beyond the Couch’ series, pp.135.
Weintrobe, S. Ed. (2013), Engaging with Climate Change, Londres, The New Library of Psychoanalysis, Routledge, pp.33
Algunos enlaces y documentales de interés:
Intergovernmental Panel on Climate Change (IPCC), www.ipcc.ch
Objetivos de desarrollo sostenible. UNEP. Elzévir Films- EuropaCorp: Director Y. Arthus-Bertrand, https://www.youtube.com/watch?v=UOsDk8ZrCFY.
Al Gore: Una verdad incómoda: ahora o nunca (2017), https://www.youtube.com/watch?v=XUGVE0BbjcA
Chasing Ice. Un reportaje sobre la desaparición del hielo en la tierra. Disponible en Netflix. James Balog, fotógrafo. Jeff Orlowski, director, www.chasingice.com, www.extremeicesurvey.org.
“Before my time”, compuesta por J. Ralph: https://www.youtube.com/watch?v=qB4UEQzUmWc.
“Thanks for rain/Gracias por la lluvia”, Julia Dahr.
Una confrontación de visiones sobre el cambio climático desde una cruda realidad africana a la comodidad de occidente.
“Metamorphosis (2018)”, Nova Ami y Velcrow Ripper
Entrevista a los autores del documental: https://www.youtube.com/watch?v=KdbrCoaPH6Q
Entrevista con el poeta y ecologista mexicano Homero Aridjis: https://www.youtube.com/watch?v=Npp6w1MHykU
Sobre el papel de la ansiedad en relación al cambio climático: https://www.monografies-psicoanalisi.cat/pensant-sobre-el-canvi-climatic-el-dificil-problema-de-lansietat/
Resumen
En este artículo presento algunas reflexiones sobre el estado de emergencia climática en el que vivimos inmersos. Estas se inspiran en el pensamiento psicoanalítico, pero no únicamente. Se describe un recorrido que iría desde la información traumatizante a las maniobras de negación, y de estas, a la toma de conciencia y a una respuesta responsable que debe ser necesariamente reparadora.
Palabras clave: ansiedades catastróficas, cambio climático, disociación, emergencia climática, imaginario colectivo, negación, reparación.
Abstract
Some thoughts regarding the emergency climate situation in which we are living are presented in this paper. They are inspired by psychoanalytic reflection although not exclusively. A path is described from traumatizing information to denial manoeuvres, and from these to awareness and responsible reactions, which must necessarily be reparative.
Key words: catastrophic anxieties, climate change, climate emergency, collective imagination, disavowal, reparation, splitting.
Jordi Sala
Psicólogo clínico. Psicoanalista didáctico de la SEP-IPA.
<salamjjc@copc.cat>
‹1› El poema original de J. Donne, sobre el que se basa la glosa de H. Aridjis, es como sigue: “ No man is an island entire of itself; every man is a piece of the continent, a part of the main; if a clod be washed away by the sea, Europe is the less, as well as if a promontory were, as well as any manner of thy friends or of thine own were; any man’s death diminishes me, because I am involved in mankind. And therefore never send to know for whom the bell tolls; it tolls for thee ” (John Donne, 1624).