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“El amor es ciego”, es una expresión que se utiliza muchas veces para describir relaciones amorosas que nos resultan inexplicables porque no responden a la lógica racional, haciendo referencia a esos amores imposibles que provocan un constante sufrimiento, convirtiéndose en adictivos, en el sentido de que la persona que lo padece se muestra incapaz de renunciar y alejarse de una relación, que acaba siendo tóxica y en algunos casos, absolutamente destructiva.

Mi objetivo es profundizar en este tipo de vínculo, desde una perspectiva psicoanalítica. No obstante, siempre teniendo en cuenta que el psiquismo es muy complejo e imposible de encasillar, y menos, reducir a una causa y su efecto. Por lo que doy por hecho que mi análisis será limitado, dado que, seguro existirán otros vértices que no habré considerado, así como experiencias diferentes que implicarán variables no tenidas en cuenta, en los planteamientos que en esta ocasión expondré.

Para este análisis, he recurrido a la literatura, concretamente a la novela de Mario Vargas Llosa (2006), Travesuras de la niña mala. Se trata de una novela en la que el hilo conductor es una larga y accidentada historia de amor y pérdidas que van dando cuenta de la complejidad del psiquismo humano y de cómo los sentimientos juegan un papel preponderante en la trayectoria de nuestras vidas y determinan cómo se va construyendo nuestro destino. En gran parte este destino viene dirigido por todas aquellas experiencias emocionales que nos han dejado huellas indelebles, y que se convierten en la brújula de nuestras vidas, siendo la mayoría totalmente inconscientes, y de las que ni siquiera existe una representación mental, por lo que no podemos hacer referencia al mecanismo de la represión. No obstante, vivimos con la ilusión de que somos los dueños conscientes y absolutos de nuestra historia, cuando, la mayoría de nuestras motivaciones son inconscientes, pero no por ello carentes de fuerza, sino todo lo contrario. Incluso pueden convertirse en el caballo desbocado que nos lleva por senderos imprevisibles, llenos de sufrimiento, a veces muy peligrosos y en casos extremos, ponen en riesgo el bien más preciado que tenemos, nuestra propia vida.

En esta historia el autor nos muestra las vicisitudes de unos personajes en los que han quedado anulados los censores de protección dictados por la razón, que por lo general, si no hay heridas que perviertan sus señales, nos van indicando el camino adecuado para permitirnos el crecimiento y la paz interna, aunque ello implique asumir dolor, pero nunca a costa de aferrarnos a elementos, personas o conductas autodestructivas que nos hagan daño, ya sea por someternos a situaciones denigrantes que ataquen nuestra dignidad y con ello nuestra autoestima o por caer en situaciones límite que nos puedan poner en riesgo. Para una mayor comprensión, primero expondré un resumen de la novela (Gómez 2017).

Travesuras de la niña mala

Todo empieza en Perú. Ricardo Somocurcio es un adolescente con un solo sueño en la vida: vivir en París. Durante un verano de playa y fiestas, conoce a Lily, una chilenita adolescente, coqueta y seductora, de quien se enamora perdidamente sin ser correspondido. Tiempo después, Ricardo se gradúa de abogado y se va a Francia tal y como se lo propuso siempre, convirtiéndose en traductor para la Unesco, lo que le permite ganar un sueldo para sobrevivir, además de la ventaja de aprender otros idiomas y viajar.

En esos momentos de supervivencia, cuando el hambre apremia, Ricardo recurre a un paisano amigo, el gordo Paúl, quien trabaja como chef en un restaurante parisino. Paúl además, se dedica a apoyar el movimiento revolucionario cubano de los años sesenta. Un día le pide a Ricardo como favor que reciba y ubique temporalmente en París a los “becarios” sudamericanos que se ofrecían como voluntarios para obtener instrucción militar en la isla caribeña; estos hacían escala en Francia por unos pocos días antes de partir definitivamente a Cuba.

Según lo acordado, recoge a tres muchachas peruanas, una de las cuales le parece familiar. Es ella quien le pide a Ricardo dar un paseo por París antes de partir a su destino final, cosa que no estaba permitida a los “becarios”. Sin embargo, él, curioso de saber de dónde la conoce, la lleva a recorrer la ciudad y es allí cuando se da cuenta de que la “camarada” Arlette es la misma chilenita de la que se enamoró en Perú siendo adolescente y de la que, pese a sus sentimientos, se ve obligado a separarse.

Es en este punto que se inician las idas y venidas del amor entre Ricardo y la “niña mala”. En Cuba, la chilenita Lily, ahora camarada Arlette, se convierte en la pareja amorosa del comandante Chacón, brazo derecho de quien coordina todas las acciones rebeldes en todo el mundo; Ricardo se entera gracias a Paúl. No obstante, esta salida había dado lugar a un reencuentro amoroso, sin embargo, la “niña mala” vuelve a desaparecer.

Después de un largo tiempo de despecho y decepción por haber perdido a su “niña mala”, Ricardo se encuentra con ella en las oficinas de la Unesco, convertida ahora en la esposa del diplomático Robert Arnoux. En este nuevo reencuentro surge nuevamente la pasión, y se convierten en amantes, aunque no es una tarea fácil para Ricardo: ella se hace suplicar, es esquiva, fría y arrogante; el mundo gira a su alrededor. Él se derrite por ella, la complace, la consiente, se rebaja. Un buen día la “niña mala” desaparece sin dejar rastro.

Cuando ya había pasado tiempo desde que la “niña mala” había desaparecido, Ricardito se encontró con el que había sido su marido, el señor Arnoux; lo vio envejecido, desencajado, se saludaron, y le contó lo que había pasado con su exmujer, aunque no se habían divorciado; Ricardito simuló asombro diciéndole que él los imaginaba felices, a lo que el señor Arnoux respondió:

Yo también lo creía murmuró cabizbajo. Pidió otra botella de vino. Y añadió, con la vista velada y la voz ácida: No tenía necesidad de hacer lo que hizo. Fue feo, fue sucio, fue desleal actuar así conmigo. Yo le había dado mi nombre, me desvivía por hacerla feliz. Puse en peligro mi carrera para sacarla de Cuba. Aquello fue un verdadero vía crucis. La deslealtad no puede llegar a esos extremos. Tanto cálculo, tanta hipocresía, es inhumano.”

Los ahorros de toda mi vida susurró monsieur Arnoux, mirándome de manera acusadora, como si yo fuera culpable de su tragedia ¿Usted se da cuenta? Soy un hombre mayor, no estoy en condiciones de rehacer toda una vida. ¿Lo comprende? No sólo engañarme vaya usted a saber con quién, un gánster con quien debió planear la fechoría. Además, eso: mandarse mudar con todo el dinero de la cuenta que teníamos en suiza. Yo le había dado esa prueba de confianza, ¿lo ve usted? Una cuenta conjunta. Por si tenía yo un accidente, una muerte súbita. Para que los impuestos a la sucesión no se llevaran todo lo que había ahorrado en una vida de trabajo y sacrificio. ¿Se da cuenta qué deslealtad, qué vileza? Fue a Suiza a hacer un depósito y se llevó todo, todo, y me dejó en la ruina. Chapeau, un coup de maître! Ella sabía que no podía denunciarla sin delatarme, sin arruinar mi reputación y mi cargo. Sabía que si la denunciaba sería el primer perjudicado, por tener cuentas secretas, por evadir impuestos. ¿Se da cuenta qué bien planeado? ¿Cree usted posible tanta crueldad, con alguien que solo le dio amor, devoción?”

Ricardito comprobó que la “niña mala” había vuelto a hacer de las suyas. A pesar de que se había casado y conseguido un buen estatus, no había sido suficiente, volvió a huir, no solo de él sino también de su marido a quien le había robado todo su dinero.

Encontrarse y desencontrarse será la constante de esta pareja: en Inglaterra, en Japón, de vuelta en París y finalmente en España. Las circunstancias serán variadas e inverosímiles, pero siempre habrá un personaje que enlace a Ricardo con la “niña mala” una y otra vez.

Cada capítulo de la novela narra el encuentro/desencuentro entre Ricardo y la niña mala en un momento y lugar del mundo. Los nombres de los capítulos nos dan indicios del punto de contacto, la conexión, el puente entre estos dos personajes.  (Capítulos: I. La Chilenita, II. El Guerrillero, III. Retratista de Caballos en el swinging London, IV. El trujimán de Chateau Meguru, V. El Niño sin voz, VI. Arquímedes, constructor de rompeolas, VII. Marcella en Lavapiés).

Tal como hemos apreciado a través del resumen comentado, los principales protagonistas de la novela son Ricardito y la “niña mala”. Empezaré hablando de la “niña mala” por ser el personaje más complejo y quizás el que más impacto nos puede causar.

Si nos ceñimos simplemente a su conducta, evidentemente nuestra conclusión es que se trata de una mala persona, que va por la vida haciendo daño sin miramiento alguno. Inclusive a Ricardito que fue la única persona que la amó sin condiciones. Nuestra pregunta sería ¿qué es lo que hace que una persona pueda ser tan destructiva, incluso con ella misma, ya que no le importó someterse a todo tipo de vejaciones, además de poner en riesgo su propia vida?

El autor nos da las claves expresadas a través de lo que dice Ricardito referente a lo que sentía por la “niña mala”:

“Desperté cerca de las nueve de la mañana. Ya no había sol. Por la claraboya se divisaba el cielo encapotado, color panza de burro, el eterno cielo parisino. Ella dormía, dándome la espalda. Parecía muy joven y frágil, con este cuerpecito de niña, ahora sosegado, apenas conmovido por una respiración ligera y espaciada. Nadie, viéndola así, se hubiera imaginado la vida difícil que debió haber llevado desde que nació. Traté de imaginarme la infancia que tuvo, por ser pobre en ese infierno que es el Perú para los pobres, y su adolescencia, acaso todavía peor, las mil pellejerías, entregas, sacrificios, concesiones, que habría debido de hacer, en el Perú, en Cuba, para salir adelante y llegar donde había llegado.  Y lo dura y fría que la había vuelto el tener que defenderse con uñas y dientes contra el infortunio, todas las camas por las que debió pasar para no ser aplastada en ese campo de batalla que sus experiencias la habían convencido era la vida. Sentía una inmensa ternura por ella. Estaba seguro de que la querría siempre, para mi dicha y también mi desdicha.”

Ricardito, posteriormente viaja a Perú donde comprueba la realidad de los orígenes de la “niña mala”, que eran los mismos que él ya había intuido, y hace la siguiente descripción de lo que sentía:

“… la imaginaba de pequeñita, en la promiscuidad y la mugre de esas casuchas contrahechas de las orillas del Rímac, —al pasar junto a ellas, el taxi se llenó de moscas— donde las viviendas se confundían con las pirámides de basuras acumuladas allí quién sabe desde cuándo, y la escasez, la precariedad, la inseguridad de cada día, hasta que, regalo providencial, había conseguido la madre aquel trabajo de cocinera, en una familia de clase media…”

“Ahora sí estaba claro, después de treinta años, por qué la chilenita Lily de mi infancia no quería tener enamorado ni invitaba a nadie a su casa de la calle Esperanza. Y, sobre todo, estaba clarísimo por qué había decidido montar aquel teatro, desperuanizarse, transubstanciarse en una chilenita para ser admitida en Miraflores…”

“Y acaso, aquí mismo, cuando era todavía una mocosita impúber, tomó ya la temeraria decisión de salir adelante, haciendo lo que fuera, dejar de ser Otilita, la hija de la cocinera y el constructor de rompeolas, de huir para siempre de esa trampa, cárcel y maldición que era para ella Perú, y partir lejos, ser rica, riquísima, aunque para ello tuviera que hacer las peores travesuras, correr los riesgos más temibles, cualquier cosa, hasta convertirse en una mujercita fría, desamorada, calculadora, cruel. Solo lo había conseguido por cortos períodos y lo había pagado carísimo, dejando pedazos de su piel y de su alma en el camino…”

Algunas reflexiones teóricas

Me parece necesario decir algo referente a los requisitos que el psiquismo necesita para salir adelante. Somos seres humanos y nuestra principal necesidad es, aparte de recibir alimento para que nuestro cuerpo se desarrolle, contar con un buen soporte a nivel emocional. Necesitamos entrar en una dialéctica afectiva que nos provea de las herramientas para aprender a gestionar nuestras emociones, que, al principio de nuestro crecimiento, solo hacen que angustiarnos, desbordarnos y tener miedo a la muerte.

Cuando esto no es posible, de todas maneras, nuestro psiquismo sale adelante, se ponen en marcha los llamados “mecanismos de defensa” y sobrevivimos. Pero si las experiencias han sido de carácter traumático, ya sea por incomprensión, abandono, negligencia u otras causas, estas defensas, inicialmente protectoras, se pueden convertir en coraza que nos aleja del contacto con nuestras emociones. Dejamos de vincularnos afectivamente con las personas y situaciones externas para construir una situación interna en la que fantasiosamente nos convertimos en omnipotentes y omnisapientes, en nuestra mente se confunde la fantasía con la realidad. Estamos absolutamente convencidos de que podemos manejar a las personas y situaciones a nuestro antojo. Nadie nos importa realmente, nuestra visión del mundo es la de una jungla en la que hay que sobrevivir, no importan los medios.

Pero lamentablemente, si esto sucede, detrás de esta coraza defensiva, de carácter narcisista, se esconde un ser terriblemente frágil, inmaduro, sin verdaderos recursos para enfrentar la realidad, y lo que es peor, fijado en momentos evolutivos muy primitivos, donde las instancias psíquicas se apoyan en la pura sensorialidad y donde el intercambio afectivo ha quedado pervertido, convertido en una búsqueda de placer no diferenciado del dolor.

En la novela queda reflejado en las consecuencias de una relación perversa y de absoluta dependencia que la “niña mala” había establecido en Japón con un hombre poderoso que había liquidado su voluntad y dignidad. Después de dos años, enferma y envejecida vuelve a París, busca a Ricardito y le cuenta que había sido violada y maltratada. Él la lleva al hospital en estado grave. Allí la doctora que la atiende le informa a Ricardito sobre el resultado de la exploración:

“Esa violación probablemente nunca ocurrió, señor —sonrió la doctora Roullin, con afabilidad. E hizo un gesto como disculpándose—. Es una fantasía construida para proteger a alguien, para borrar las pistas —añadió el doctor Zilacxy, sin darme tiempo a reaccionar—. La doctora Roullin lo sospechó en la primera entrevista que tuvieron. Y luego lo confirmamos cuando la dormí. Lo curioso es que inventó eso para proteger a alguien que, durante mucho tiempo, años, usó y abusó de ella de manera sistemática. Usted estaba al tanto, ¿no es verdad?

—¿Quién era el señor Fukuda?— preguntó la doctora Roullin, con suavidad—. Ella habla de él con odio y, a la vez, reverencia. ¿Su marido? ¿Una aventura?

—Su amante—balbuceé yo—. Un personaje sórdido, de negocios turbios, con el que vivió en Tokio varios años. Ella me explicó que la había abandonado cuando supo que, en Lagos, los policías que la detuvieron la violaron. Porqué creyó que le habían contagiado el sida.

—Otra fantasía, ésta para protegerse a sí misma— volatineó las manos el director de la clínica—. Ese señor no la echó tampoco. Ella escapó de él. Sus terrores vienen de ahí. Una mezcla de miedo y remordimiento, por haber huido de una persona que ejercía un dominio absoluto sobre ella, (…).

—Ahora bien, hay que decirlo todo. No se equivoque usted. Ella no fue engañada. Fue una víctima voluntaria. Aguantó todo eso sabiendo muy bien lo que hacía …”.

Mientras a través de la novela vemos cómo se va desplegando este particular modo de funcionar, es inevitable irse cuestionando sobre las incoherentes actuaciones de la “niña mala”, quien va mostrando un comportamiento que resulta difícil de comprender. Por lo que nos describe el autor, provenía de un lugar donde era casi imposible que se cumplieran los requisitos para un desarrollo saludable. Un padre alcohólico, una madre trabajando de lo que fuera para sacar la familia adelante. ¿Qué atención psicológica podría haber recibido esta niña? Hay un libro de ensayo, de un psicoanalista peruano, César Rodríguez, titulado Cicatrices de la Pobreza, en el que expone las terribles marcas que promueve la pobreza, y una de ellas es esta, favorecer determinadas patologías que además son muy difíciles de tratar.

Evidentemente, esta problemática psíquica no solo se da en situaciones de pobreza externa, también en países desarrollados existe y las causas en general, son muy variadas, de carácter externo y/o interno, pero coincidentes con el hecho de no haberse tenido en cuenta la importancia de construir unos vínculos afectivos suficientemente consistentes en las primeras etapas del desarrollo. Si el alimento y los cuidados físicos no faltan se sobrevive, pero se corre el riesgo de quedar escindidos a nivel emocional. Teniendo en cuenta lo expuesto, no es demasiado arriesgado plantear la hipótesis que este era el caso de la “niña mala”. ¿Y qué podemos pensar de Ricardito? En su caso las circunstancias fueron diferentes, pero igualmente impregnadas de dolor. El primer dato es que perdió a sus padres en un accidente, más o menos a los trece años. A partir de allí, lo cuidaron sus tíos, pero el duelo no parece que se hubiera resuelto.

Luego se marcha a París a cumplir su sueño y se convierte en un emigrante, ejerce de traductor, lo que además implicaba tener que viajar constantemente y olvidarse de sí mismo, convirtiéndose constantemente en variados personajes a los que daba voz; circunstancias que le hacían muy difícil echar raíces. El único vínculo realmente importante lo consigue establecer con la “niña mala”.

Una interpretación podría ser, que la amaba porque había conectado con la parte más frágil de ella, con la niña asustada que habitaba detrás del ropaje de mujer maquiavélica. Seguramente así también se acercaba a sus propios aspectos necesitados y vulnerables, a sus propios duelos.

El autor nos transmite cómo las constantes pérdidas acompañan al protagonista, aparte de sus padres, pierde a su amigo Paúl el guerrillero; a su amigo Juan Barreto, el pintor que muere de sida; a su amigo Salomón que se suicida por amor; a sus tíos, que lo criaron. Parecería que salvando a la “niña mala” de su compulsión autodestructiva, también salvaría su propia alma, del dolor provocado por tantas pérdidas.

El único personaje esperanzador es el representado por el niño adoptado, Yilal, el huérfano que por acontecimientos traumáticos se queda mudo, pero que finalmente, ayudado por el cariño que lo rodeaba y los vínculos afectivos que consigue establecer, incluida la relación con la “niña mala”, que supo conectar con él, recupera la voz y logra subirse al carro de la vida.

También Ricardito, al final de la novela parece bastante recuperado psíquicamente y estar dispuesto a dejar de lado esa cruzada imposible que simbolizaba la “niña mala”. Claro que pretende retomar su vida en el lugar donde la había dejado, es decir, veinte años atrás, empezando una relación con una joven mujer, pero evidentemente, la realidad se impone y debe renunciar. Es cuando aparece nuevamente “la niña mala”, esta vez el encuentro es en Madrid, ella lo había buscado incansablemente, a partir de ser consciente de que estaba llegando al final de sus días. Como un último acto de amor, Ricardito la acompaña a morir. Y ella también le demuestra que, a pesar de haber permanecido inaccesible a su amor, siempre lo había tenido presente; posiblemente como el único vínculo verdadero que había conseguido tener a lo largo de su vida.

A modo de conclusión

A través del análisis de esta novela, he pretendido acceder a la complejidad interna de unas vidas llenas de dolor y sufrimiento, utilizando para dicha reflexión los aportes del psicoanálisis que nos permiten acercarnos a esos aspectos inconscientes, que como dije al principio de lo expuesto, muchas veces son como el caballo desbocado que nos arrastra a lugares desconocidos, no siempre los mejores para nosotros.

 

Referencias bibliográficas

Gómez Miliani, C. (2017), Reseñas de libros, www.literaturaenlaciudad.co.

Rodríguez Rabanal, C. (1989), Cicatrices de la pobreza. Un estudio psicoanalítico, Caracas, Editorial Nueva Sociedad.

Vargas Llosa, M. (2006), Travesuras de la Niña Mala, Editorial Santillana, Madrid, ( pp. 79-87-88-264 a 267-322)

Palabras clave: Emoción, trauma, defensas, fantasía, coraza narcisista.

 

Aurora Angulo Carrasco.
Licenciada en Psicología. Especialidad clínica.
Psicoterapeuta didacta de la Asociación catalana de Psicoterapia Psicoanalítica (ACPP)
Miembro fundador del Grupo Psicoanalítico de Barcelona (GPB)
<auroraanguloc@hotmail.com>