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Escribí soles de noche. Literatura y resiliencia. Boris Cyrulnik Barcelona, editorial Gedisa, 2020.

Escribí soles de noche.
Literatura y resiliencia.
Boris Cyrulnik
Barcelona, editorial Gedisa, 2020.

                                                                                                                                                                

En esta nueva publicación, Boris Cyrulnik reflexiona sobre el sentido de la palabra escrita y lo hace a través de sus amplios conocimientos literarios y científicos. A modo de asociación libre, cita fragmentos biográficos y de ficción de autores marcados por la falta o por la pérdida como circunstancias traumáticas en el inicio de la vida, diferenciando el impacto del trauma según el momento evolutivo del infante. La escritura se impone en estos casos como una necesidad ineludible de quien la escribe. Escribir para no vivir en el trauma. Escribir para alejarse a través de la representación de la experiencia vivida, creando así una nueva forma de vivir. Escribir para no estar solo, escribir para metamorfosear el dolor. Citando las palabras del autor:

La creación de un mundo de palabras permite escapar del horror de lo real descubriendo dentro de uno mismo el placer de la poesía, un cuento, una idea bella, una canción que metamorfosea la realidad y la hace soportable.

Las palabras no sólo designan la cosa sino que toman sentido en función de la historia del propio sujeto.

Es un libro ameno y de lectura fácil, que va enlazando historias de autores literarios con la propia experiencia vital del autor y con hallazgos científicos de las últimas décadas. Así pues, desarrolla cómo las carencias sensoriales precoces predisponen a la “vulnerabilidad neuroemocional” y esto se traduce en una reactividad desmesurada a los contratiempos o adversidades del entorno. El autor describe fallos en la conectividad en las áreas prefrontales y dificultad en regular la amígdala, base neuronal de las emociones. Los daños cerebrales (hoy en día objetivables a través de los estudios de Resonancia Magnética Funcional), en el mejor de los casos, cuando no son tan devastadores como para apagar la vida psíquica, dejan una huella, un vacío o una herida que puede tomar diferentes formas de expresión.

El autor esboza la historia de Jean Genet, su carencia de un nicho afectivo durante los primeros meses de vida con una madre “sola e infeliz”, su adopción a los siete meses de nacer y su posterior trayectoria delictiva. Cyrulnik evoca la necesidad de aislamiento de Genet y el hecho de que esta circunstancia se la proporcionase la prisión, que paradójicamente facilitaba su liberación al inducirle a crear un mundo propio a través de la imaginación literaria. La escritura se impone al sujeto como una necesidad vital para salir de la oscuridad. Si en Genet fue la vía de los pequeños hurtos lo que le llevó al aislamiento y a la evasión artística, en Arthur Rimbaud, fue el temperamento taciturno y la atracción por lo sórdido lo que le llevó a la necesidad de la palabra escrita.

Esta obra, aunque pensada como un todo, contiene una cuarentena de capítulos cortos en los que se van abordando los temas centrales del autor: el trauma y sus consecuencias, vivir con el trauma, cómo se elabora el trauma, cómo, en definitiva, la escritura es una forma de ir hacia el Otro, buscando la alteridad. En La pérdida no es la falta, aporta situaciones clínicas que diferencian cuando el sujeto tiene la posibilidad y la capacidad de hacer un duelo porque la mente está suficientemente desarrollada para elaborarlo y cuando se trata de una falta o carencia precoz que desvitaliza al sujeto ocasionando heridas o vacíos en la vida psíquica. En La sinestesia, explica esta característica que se encuentra con frecuencia en niños con Trastorno del Espectro Autista, en que se asocian experiencias sensoriales con conceptos abstractos “nací un día azul”; el autor despliega aquí aspectos del neurodesarrollo que explican la diferente manera de percibir el mundo que encontramos en los autistas.

En un breve recorrido por el trato que ha recibido la infancia a lo largo del tiempo, Cyrulnik evoca la literatura del siglo XIX y la relación que era habitual establecer entre familia desestructurada y delincuencia. Los Miserables de Victor Hugo, Una vida de Guy de Maupassant o Sin familia de Hector Malot son novelas dramáticas que muestran la ecuación entre infancia abandonada, infancia desgraciada e infancia culpable. El autor menciona el cambio de perspectiva con los trabajos de René Spitz y Ana Freud, estas publicaciones señalaron la importancia de los cuidados maternos en el desarrollo afectivo de los infantes a través de sus observaciones con niños huérfanos durante la Segunda Guerra Mundial. Le sigue la polémica con Margaret Mead en pleno auge de emancipación femenina y la contradicción que suponía la responsabilidad de la maternidad. Dedica un capítulo a Alice Miller, quien tuvo gran influencia durante los años ochenta al denunciar el maltrato infantil. El autor expone una visión crítica de los puntos de vista de Miller y revisa la supuesta infancia maltratada de Adolf Hitler que según Miller, da razones sobre la Segunda Guerra Mundial. En realidad, Hitler no tuvo una infancia maltratada. No todo se explica por el maltrato infantil.

El libro es rico en la presentación de situaciones vitales tan diversas como la infancia de Grerard Depardieu o la del Marquès de Sade y con la interminable lista de autores que han sufrido pérdidas, muertes, separaciones: Victor Hugo, Stendhal, Dumas, Tolstoi, Voltaire, las hermanas Brönte, Byron, Keats o Dostoyevski y que han afrontado la pérdida con la palabra escrita. Las obras de Primo Levi y Viktor Frankl, así como las de otros supervivientes del holocausto, son analizadas desde la misma perspectiva de necesidad de poner a distancia la experiencia real y poderla observar desde fuera.

La etología y sus aportaciones al conocimiento del desarrollo infantil, así como, la influencia de los nuevos paradigmas de la ciencia en el imaginario colectivo, son objeto de diferentes capítulos de esta obra.

Al finalizar, el autor señala que la escritura no es una terapia. Es una ayuda, una forma de modificar el dolor y de sobrellevar el trauma para que se pueda integrar como parte de la personalidad.

Palabras clave: vulnerabilidad neuroemocional, metamorfosear el dolor, trauma, falta, pérdida.

Pilar Tardio Abizanda
Psiquiatra Adultos y de la Infancia y Adolescencia.
Psicoanalista miembro de la SEP-IPA
pilartardio@hotmail.com