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Este artículo surge a partir de las reflexiones del espacio de supervisión que se realiza en la Unidad de Psicoterapia Psicoanalítica Infanto-Juvenil (UPPIJ) de la Fundación Sanitaria Sant Pere Claver. En este espacio participan una psicóloga clínica y psicoanalista, tres psicólogas sanitarias alumnas del Máster de Psicoterapia Psicoanalítica de la Fundació Vidal y Barraquer y una médica residente (MIR) de psiquiatría en rotación por el servicio.

Ansiedades derivadas de la crisis del Covid: la función de contención y la construcción de un continente

En un momento de cambio, de incertidumbre y de intensas ansiedades globales, pacientes y psicoterapeutas, afrontamos esta situación con los recursos internos que disponemos. Estos se ponen en marcha de alguna forma o bien quedan paralizados, bloqueados. En una oscilación que puede ir del contacto con la realidad a posiciones más o menos defensivas, buscamos la manera de lidiar con las ansiedades y retos del momento que vivimos. Steiner (1994) usa el término de repliegue psíquico para describir el área en la mente del o la paciente donde se encuentra un refugio con el fin de poder encapsular las ansiedades que le comporta el contacto con la realidad. Bion (1962) nos ayuda en sus trabajos a pensar cómo la mente se fragmenta cuando la realidad se hace insoportable.

Las situaciones de crisis vital comportan momentos de gran turbulencia emocional, como sucede en la adolescencia. Si añadimos las ansiedades que promueve una pandemia como la que estamos viviendo, aún se nos hace más difícil: aparecen, de manera más o menos consciente, ansiedades de muerte, hipocondría, síntomas depresivos, síntomas psicosomáticos, miedos, sentimientos de vulnerabilidad y fragilidad, entre otros. 

El objeto “malo” coronavirus puede ser receptáculo de diferentes proyecciones, el culpable oficial. No obstante, en función del lugar en el que lo situemos, tomará diferentes formas e intensidades. La ansiedad se vive de forma más o menos persecutoria, catastrófica, focalizada en algún objeto, o bien se presenta de manera difusa, tipo aerosol, lo cual lo impregna todo. 

En nuestro día a día se repiten, como una especie de mantra, las mismas palabras: duelo, pérdida, miedo, muerte, confinamiento, desescalada, nueva realidad, vacuna. Estadísticas, cifras y más cifras que nos acercan a la realidad, a la vez que nos alejan de ésta. Los/as terapeutas podemos tener una sensación de sobresaturación, de sobreinformación. Qué difícil se hace pensar por uno/a mismo, cuando para pensar es necesario un espacio y un tiempo. Ante el vacío, la incertidumbre y la angustia que genera el no saber, muchas veces lo llenamos de información o de protocolos. Necesitamos poder hacer un hueco, un lugar en nuestra mente para construir un continente. Esta es una figura metafórica que habla de un estado mental con disposición a acoger, recibir, transformar: un lugar para reposar. No seremos capaces de digerir la experiencia hasta que podamos tomar una distancia emocional y para eso, se necesita un tiempo y unas determinadas condiciones que nos ayuden a pensar.

La pandemia afecta a todo el mundo, estamos viviendo situaciones de angustia y ante ellas también se pone en marcha nuestro sistema defensivo. El riesgo está y fácilmente podemos caer en una posición de “pseudo saber” que puede tranquilizarnos a profesionales e instituciones de salud, pero que nos aleja del contacto con la necesidad del otro: la escucha, el acompañamiento verdadero.

En el espacio grupal de supervisión hemos compartido experiencias con pacientes, algunas descritas en el presente artículo, lo cual nos ha ayudado a observar, dar nombre, poner atención para poder comprender y dar un significado. Este espacio facilita el contacto con los recursos emocionales internos tanto de terapeutas como de jóvenes pacientes. Es un trabajo interno que ha pasado por diferentes niveles y que, sobre todo, nos ha permitido compartir sensaciones, emociones y protosensaciones que poco a poco han ido tomando forma. 

El mundo virtual nos ha permitido un setting particular y un espacio que nos ha facilitado sentirnos cerca. En este proceso, hemos pasado del trabajo presencial al on line, y del on line al presencial. A pesar de las diferencias obvias del medio, la comunicación y sobre todo el deseo de poder entrar en contacto con el otro/a, han facilitado poder construir este contenedor: un espacio interno compartido de intimidad que permite una comunicación y una relación profunda.

Tránsito

Tránsito es aquel movimiento de un lugar a otro donde el cuerpo en movimiento pasa por una vía, por un camino. La adolescencia, el crecer o la psicoterapia nos llevan de un lugar a otro, pero los caminos son muchos y no siempre conocidos. Andamos con incertidumbres y sensaciones de pérdida que nos pueden bloquear, hacer cambiar de dirección o trayectoria, dar vueltas alrededor de uno/a mismo/a, caer, volver atrás. Y es también desde estas incertidumbres que podemos construir un camino genuino. 

A través de las viñetas clínicas de Leo y Elena mostraremos las dificultades en el tránsito entre la infancia y la adolescencia, entre mundo interno y mundo externo, entre aislarse y encontrarse, entre estancarse y moverse, en plena pandemia mundial.

Leo: Empezar a nombrar lo innombrable

Leo es un chico de 14 años que acude por ansiedad y episodios de rabia que no puede controlar, además de dificultades en la relación con los iguales. Tiene un discurso racionalizador y adultomorfo que le aleja de la comprensión de las propias necesidades. Se trata de un adolescente que expresa desde el inicio de las sesiones ideas de muerte y suicidio no estructuradas, verbalizando querer morir como única solución de libertad ante un mundo que le ata con “cadenas pesadas”. Hace un par de años había presentado intentos autolíticos en forma de venoclisis. Leo había pasado por varios acontecimientos estresantes significativos y escasamente elaborados: acoso escolar, enfermedad grave del padre, dificultad de movilidad y nacimiento reciente de un hermano. 

 El foco de trabajo se centra en poder identificar y nombrar las emociones por las cuales transita, para así poderlas comprender y contener. Leo, en plena irrupción adolescente, está aislado en casa y hace terapia on line; y la terapeuta, en su primera experiencia en terapia on line, y con un grupo de supervisión. Ambos sumergidos en una pandemia mundial. En este contexto, las incertidumbres bloquean y los encuentros permiten poder empezar a transitarlas. En las primeras sesiones Leo presenta su problemática entorno de la ideación de muerte y el suicidio: “Quiero dejar de pensar en el suicidio y también quiero estar lejos de la gente porque no me gustan, pero a la vez no quiero estar solo». 

Explica con muchos argumentos su enfado al no tener derecho a estar pensando ahora en el suicidio “tendría que estar mucho peor”, a la vez que me muestra sus autolesiones “me ayudan a tener más resistencia al dolor”.  

Observamos un discurso racionalizador acerca de la idea de suicidarse, la muerte va apareciendo en las sesiones como un modo de huida, de repliegue ante momentos de contacto con la tristeza y la confusión. A medida que avanzan las sesiones, este discurso va dejando lugar a silencios y a poder poner palabras.  El paciente comenta “cuando jugamos y tenemos que hablar de lo que pensamos sobre los demás, yo no participo porque nunca sé qué decir, me molesta”.  Nos paramos aquí para pensar qué le molesta. Aparece confusión frente al no saber expresar ni saber lo que siente.

T: ¿Y cómo es esto de sentir que no controlas, que estás perdido?

L: Molesto, no me gusta.

T: Así que esto es molesto. No te gusta.

L: No me gusta nada.

Silencio.

T: No te gusta. ¿Y te aparece alguna imagen o algún pensamiento?

Silencio largo. Describo de nuevo. Pregunto si evoca algo esta sensación molesta.

L: La pelea.

Esta viñeta evidencia la dificultad para identificar y nombrar qué está sintiendo. Pero poco a poco puede aparecer una imagen, primer paso hacia la alfabetización, una primera comprensión frente la confusión que estanca, que bloquea y le hace replegarse sin poder hacer camino y avanzar. Paradójicamente, también el inicio del confinamiento contribuye a una disminución de las ideas de muerte y suicidio, ya que le aleja del contacto con la vida que le resulta difícil de afrontar (instituto, amigos, relaciones etc.).  

En este otro material clínico podemos ver cómo paciente y terapeuta pueden  nombrar los miedos y conectar con las necesidades de Leo.

Con la cámara del móvil me enseña partes de la habitación.

L: Quiero cambiar muchas cosas de la habitación, pero no las quiero echar, las quiero cambiar de lugar, apartarlas.

Le devuelvo que parece que tiene ganas de hacer cambios, de cambiar cosas de lugar.

L: Sí, pero es demasiado complicado, tendríamos que mover demasiadas cosas y no sé dónde las meteríamos. Seguro que discutiremos, con mi madre.

T: Parece que tienes ganas de cambiar y mover cosas, pero que te asusta todo lo que esto comporta, que pueda ser demasiado difícil.

L: Sí. Así que no lo haré.

T: Bien, así que tienes ganas de mover cosas, te asusta lo que esto podría suponer y decides no hacerlo.

Silencio.

L: ¡Ay! Te enseñaré la canción de la que te hablé el último día antes del confinamiento.”

Aquí se reflejan los miedos al cambio y la posición regresiva que adopta frente a ello, a la vez que la necesidad de movimiento propio. Durante este periodo, en las sesiones on line,  van apareciendo más silencios y dificultades para estar delante de la cámara, pero en ningún momento estructura ni realiza ninguna autolesión. También vemos como surge un nuevo lenguaje para comunicar: la música. En varias sesiones Leo evocará canciones e incluso tocará la guitarra en momentos de mayor tensión emocional. Poco a poco, en los encuentros se irán nombrando los misterios, dándose momentos de contacto que permiten salir del repliegue y abrir un camino de comprensión de su mundo interno.

Elena: Desconfinar las emociones confinadas

Elena llega a la consulta con doce años, se muestra inhibida, más bien infantil, con dificultades e inquietudes para transitar entre la infancia y la adolescencia, presentando ciertos bloqueos. Sus padres muestran gran preocupación por sus fobias y su rendimiento escolar. Después de las sesiones diagnósticas, fijamos un foco de intervención: la transición entre etapas, qué conlleva para Elena hacerse mayor y qué ansiedades la acompañan en el proceso. La hipótesis es, que trabajando estos aspectos, sus síntomas, como las fobias, pueden disminuir. Tras unos seis meses de trabajo conjunto, llega la pandemia.

Cuando nos conectamos por primera vez a través de la pantalla, Elena no sabe hacia dónde mirar. Parece que le da vergüenza. No estamos acostumbradas a vernos a través de este medio. Le cuesta empezar a hablar. Contesta con monosílabos. A nivel transferencial, las sensaciones de pesadez y aburrimiento son intensas. Intento mantener los silencios, que son difíciles de contener. El pesar de Elena a causa de la situación se hace patente en todas las sesiones. Su vida se ha visto interrumpida y tiene que adaptarse. Mi papel es el de intentar recoger y ofrecer contención a ese sentimiento de pérdida. Los silencios de la paciente también denotan su sensación de vacío, de aburrimiento, de pérdida de sensación temporal. En ocasiones, llamo a la familia para que Elena se conecte a la sesión y no recordaban que teníamos sesión. Parece que Elena tampoco. 

Su inminente cumpleaños ocupa un lugar importante en nuestros encuentros virtuales de esos días, y a medida que se acerca en el tiempo, crece la ansiedad de no saber si podrá celebrarlo como le gustaría. Siento que hace una regresión hacia la infancia, expresando miedos crecientes de que no vaya bien. También percibo el repliegue psíquico de Elena, que conecta y desconecta por momentos durante cada sesión. Intento que mi papel sea el de contener y acompañar, siempre aprendiendo con esta nueva modalidad. ¡Pero qué difícil es conectar cuando hay tantas interferencias! 

           Me muestra unos papeles.

T: ¿Qué son?

E: Es un cuento que he escrito para el día de Sant Jordi.

T: Ah, ¿y de qué va?

E: Del futuro.

T: ¿Y qué pasa en el futuro?

E: Que hay un padre que quería viajar al futuro y tiene una hija, y construye una máquina del futuro. Ella estaba jugando un día a la Play y de golpe se encuentra transportada al futuro. 

T: ¿Y qué pasa allí?

E: Que hay crisis y enfermedades.

T: Vaya, ¿y cómo se sentía ella?

E: Bueno, es inventado, ¿eh? 

Hace un corte. 

E: Y además aún no está terminado. 

Estos cortes han estado también presentes en las sesiones presenciales. En los momentos en los que tocamos aspectos que afectan a sus ansiedades, crecen sus defensas disociativas. Podemos hacer la hipótesis de que esto está dificultando su aprendizaje a nivel escolar. Cuando me parece oportuno, señalo algunos aspectos para ayudarla a integrar. En otros momentos, facilito que pueda seguir explicando y muestre su mundo interno.

          T: Bueno, yo te pregunto qué pasa en la fantasía, en el cuento.

E: Ah, ¡en la fantasía! 

Se vuelve a conectar y continúa explicando.

E: Pues que en el futuro hay un virus como el Coronavirus, ¿sabes? Pero es mucho peor. Todos los negocios están cerrados, la gente no puede salir de casa. La mayoría sobreviven como pueden. O sea, si sales de casa, el virus te mata. El último día que la gente pudo salir a comprar, compraban hasta plantas para comerlas si se quedaban sin comida. Muchas veces, la gente se quedaba sin comer. Eso pasó en X (la ciudad europea de donde es la chica del cuento). 

T: ¿Y cómo se sentía la gente?

E: Pues tenía miedo a morir. Y estaba muy preocupada por la necesidad de alimentos. Era muy fuerte porque si alguien tenía el virus al día siguiente se moría. No se podía salir a la calle, ni a la terraza, ni mirar por la ventana con la ventana abierta.

La angustia que ella siente por la situación se hace patente a través de este cuento. Elena no quiere salir de casa. Se refugia en sus juegos on line y el vídeo llamadas con sus amigas. Se sumerge en un mundo donde se siente más fuerte, donde siente que puede dominar la situación. Sin embargo, expresa su angustia a través del cuento, de sus dibujos, de su aburrimiento, de su indiferencia. Paulatinamente, Elena empieza a querer salir de casa. Sus ansiedades en relación a la mascarilla se van suavizando, pues al principio le resultaba imposible respirar. Su cumpleaños no es finalmente tan traumático, recibe regalos, videollamadas y vídeos que le han grabado sus amigas para felicitarla. También nuestro reencuentro en las sesiones presenciales se hace realidad.

Elena vive un tránsito vital entre la infancia y la adolescencia, sumergida en la experiencia de una pandemia. A través de sus vivencias durante este tiempo de confinamiento en su domicilio, se ponen de manifiesto aspectos relacionados con su circunstancia. El acompañarla y contener su ansiedad ha sido una de las funciones de la psicoterapeuta. Ser capaz de sostener sus silencios, silencios compartidos, poniendo en ocasiones palabras que alfabetizan sensaciones y compartiendo sentimientos que cuesta nombrar: desconfinar las emociones confinadas. 

Silencio

El silencio es la abstención de hablar. Una ausencia de palabras, pero no de significados. A veces, el silencio es una pausa necesaria, inevitable, que necesita compañía.

A través de las viñetas de Oriol, se muestran las vivencias sin forma ni sentido en plena pandemia mundial. Vivencias difíciles de comunicar, describir y compartir.

Oriol: Cuando llega el silencio

Oriol es un preadolescente de once años de edad. Es derivado al servicio por presentar dificultades de concentración, autorregulación y un bajo rendimiento escolar. Tras la sintomatología observamos fuertes ansiedades de separación, fóbicas, hipocondríacas y de muerte. Oriol tiene una situación familiar compleja desde que nació: su madre tuvo un embarazo de riesgo y, desde su nacimiento, presenta una enfermedad crónica grave con varios ingresos hospitalarios de larga duración.

En consulta nos encontramos con un niño que tiene una fuerte necesidad de expresarse, de comunicarse y mucha capacidad para conectar con el otro. Sin embargo, durante el proceso psicoterapéutico se van desplegando aspectos más depresivos, acompañados de tramos de vacío, de vivencias sin palabras y de largos momentos de silencio.

Antes de la inesperada presencia del virus, en algunas sesiones ya aparecen escenas de peligro, amenaza, muerte, enfermedad e incluso de contagio. Además, tiene fobia a los insectos, muestra pocas ganas de salir de casa y se queja constantemente de dolores en el cuerpo. 

A lo largo de las visitas, las palabras se van perdiendo y se impone un silencio difícil y denso, probablemente inevitable. En cada encuentro él entra, se sienta y agacha la cabeza sobre la mesa, en silencio. Entonces, la plastilina se convierte en el medio a través del cual comunica y escenifica ansiedades sin forma; ansiedades difusas y primitivas.

Empiezan a aparecer aspectos depresivos que necesitan ser elaborados con presencia y paciencia. Juntos co-construimos un diálogo no verbal que, con formas de plastilina y microhistorias, van dando lugar a palabras que describen pequeños relatos. En las historias aparecen batallas, fracturas, zombis, robots, veneno, personajes que se fusionan, agujeros, cortes y, en muchas ocasiones, un virus. El foco del tratamiento se convierte pues, en poder acompañar estos elementos primitivos en el camino hacia la simbolización.

Durante el confinamiento, las largas horas en casa con pocos estímulos, aparte de las pantallas, se traducen, en las sesiones telemáticas, en retraimiento y una intensa sensación de vacío. Si bien no es la primera vez que Oriol no tiene palabras al encontrarnos, la pantalla y la distancia confinada sin presencia física intensifican esta vivencia.

En una de las visitas me saluda desde el comedor de su casa con cara de sueño, bostezando y con  expresión de seriedad en el rostro. Le pregunto qué hace estos días:

O: Me cuesta mucho recordar…me levanto a las ocho, voy al comedor, estoy un rato sin hacer nada, me pongo la TV… hoy he hecho esto hasta que nos hemos llamado. 

Bosteza en varias ocasiones y le digo que tal vez está cansado, que estos días son difíciles y largos, y tal vez aburridos…

O: Sí. Algunas noches he tenido pesadillas, hace tres días. 

Pregunto por las pesadillas.

O: En esta pesadilla, teníamos un problema en casa. Pero no le quiero dar vueltas.

De repente un corte, silencio.

O: No sé qué decir, ya no tengo palabras.

T: A veces, uno no encuentra las palabras, pero podemos estar juntos, tranquilamente. A veces es difícil pensar y hablar cuando los días son muy iguales…”

O: Sí…

A continuación describo dos situaciones más con Oriol en las que se agotan las palabras pero en las que continúa viva la experiencia conjunta:

Hablamos de los días que nos quedan para despedirnos. Le pican los ojos, y dice que está triste porque ha muerto un programador de videojuegos. Hablamos de la tristeza, de las cosas que se echan de menos. De repente, se cubre con una manta y desaparece de la pantalla. Le comento que la pantalla no le enfoca y pregunto cómo está.

O: Estoy a gusto. Pienso en mis cosas.

T: Pues mientras estás a gusto y piensas en tus cosas, yo sé que, aunque no te vea, estás ahí. Podemos estar así, los dos, acompañándonos. 

O: Vale.

Estamos unos minutos en silencio. 

En otra visita, comenta:

O: Bueno no tengo ninguna respuesta, no tengo nada más que decir de esto que hablamos. No tengo palabras. 

Pone una canción de una serie japonesa que le gusta mucho. La escuchamos juntos

T: Ostras. ¿Estas canciones te deben traer muchos recuerdos de la serie, ¿no? a veces; cuando cuestan las palabras, las canciones acompañan, y permiten recordar… 

Pone la canción traducida. La canción tiene frases como: el pasado se transforma, no volverá, vendrá la oscuridad, tú con tu amor me ayudas, yo lucharé sin miedo, prometo luchar…

Sin esperarlo, nos encontramos en un espacio de intimidad compartida, en una situación vivida por los dos que, a través de una canción, nos permite poner nombre a la emoción.

Repliegue

L.Colombi (2010) diferencia entre actividad simbólica emocional-mental-relacional, que favorece el crecimiento y la phantasia −con “ph”−. La considera una defensa “anti relacional” si se cronifica y pasa a ser una actividad automática alimentada por la omnipotencia y el goce. L. V. Strauss (2012) se refiere al repliegue narcisista como un “mirar el mundo por detrás de la ventana”: el paciente vive la ilusión de estar en un estado de felicidad participando de la vida detrás del cristal.

Laura: La adolescente confinada en un mundo maravilloso

Laura, de catorce años, llega al servicio debido a la ansiedad que siente cuando piensa en la muerte, que le impide conciliar el sueño y la lleva a actuaciones para evacuar tal ansiedad. A su vez, y como contraste, en su funcionamiento se hace presente un mundo perfecto, en el que ella era fantástica y estupenda, aspirando a ir a las mejores universidades americanas.

En los primeros encuentros Laura muestra cómo el confinamiento es para ella maravilloso. No salir le permite recluirse en su habitación y en su familia, sin tener que enfrentar las tensiones internas que le supone el día a día en el instituto. Goza de tiempo para leer, hacer cambios en la decoración, mirar series, escribir un libro … para pensar y recrearse en sus cosas. La pantalla que nos permite el contacto parece una ventana que se abre directamente al mundo idealizado de su habitación y desde el cual ella me dice: “¡Mira qué mundo más maravilloso e interesante tengo!”, y me lo muestra de manera florida.

Semana tras semana observamos este mundo que, poco a poco, ya no es tan maravilloso y requiere ser mirado con atención.

L: Yo soy muy poco realista…vivo en otro mundo, donde todo lo veo precioso … y cuando dejo mi imaginación y veo cómo son las cosas, entonces me asusto, ¿sabes?

T: Parece que te debates entre vivir en tu mundo donde todo es perfecto y todo es maravilloso…

A: ¡Claro!

T: … O estar más a la realidad y asumir que hay cosas que están bien y cosas que no están tan bien … y eso asusta un poco …

L: S í… por ejemplo, en mi familia no se ha muerto nadie … eso me hace sentir afortunada. Yo en mi cabeza me imagino las cosas como yo quiero que sean … me imagino que nadie de mi familia se va a morir, que todos somos inmortales … pero cuando de verdad tenga que afrontar ese tema porque perdemos a alguien en la familia … ¡entonces no sé qué va a pasar conmigo!

T: Parece que te planteas: “Yo vivo en mi cabeza pensando que las cosas son como yo quiero que sean y me doy cuenta que eso me tiene tranquilizada”. Pero ahora te preguntas: “¿Qué pasará conmigo cuando tenga que afrontar la realidad como es?”

L: ¡Claro! ¡Eso es lo que me lleva pasando desde hace mucho tiempo! ¡Y es que no sé estar sin eso, sin la realidad que me he montado en mi cabeza! No sé si me explico … no puedo dejar de pensar en lo que me he montado porque si dejo de pensarlo, me encuentro muy agobiada, me angustio … pero claro, también me asusto, porque pienso a ver si me voy a imaginar cosas …

T: Percibes que hay algún peligro de quedarse enganchada en ese mundo fantasioso que te has montado …

L: Tengo miedo a depender tanto de eso, que pueda traer malas consecuencias … no sé muy bien de la psicosis y la esquizofrenia, tengo miedo que me pueda pasar algo de eso …

Después de sesiones de mostrarse en su repliegue psíquico, Laura puede ser consciente del uso que hace de la imaginación. Y a la vez, que la construcción de una realidad paralela puede llegar a ser adictiva y tener sus consecuencias.

Las semanas fueron pasando y con ellas las fases de desconfinamiento … y en Laura también se manifestó el deseo de contactar con la realidad: hacer actividades nuevas, quedar con los compañeros y conocer más gente. Pero este deseo de desconfinarse también destapó el temor a ser contagiada: las compañeras podían herirla, o incluso humillarla, o dejaría de ser la primera haciendo las cosas.Y también se destapó el temor a ser contagiosa: quizás no encajaría por ser demasiado pesada y resultaría agobiante para los demás. 

Durante las sesiones on line, a través de la pantalla-ventana se hacía presente su necesidad de ser mirada para ser acompañada: “Mírame, porque quiero salir… ¡pero me angustia tanto!”. 

Conclusiones

Vivir la situación de la pandemia es un verdadero reto para todas y todos. En la distancia entre nosotros/as, hemos buscado formas para encontrarnos adaptando recursos, estrategias y modalidades comunicativas. 

En la relación psicoterapéutica el cambio de la modalidad presencial a la on line ha requerido procesos de adaptación no desprovistos de angustia y malestar. El espacio virtual permite un encuentro sin volumen, bidimensional y sin olores. El límite con el otro/a ya no es la piel ni el espacio entre los cuerpos, la mesa en medio, sino una pantalla y una sensación de capas kilométricas de distancia. Y las terapeutas nos preguntamos: ¿hay encuentro?, ¿es una verdadera experiencia emocional? En este formato la terapeuta pierde el control del setting externo: no escoge la ubicación ni el dispositivo, no puede asegurar una conexión fluida o ininterrumpida, aparecen otras personas en medio de las sesiones. Perdemos la presencia del cuerpo, la percepción de cambios en el tono de voz o en la expresión de la cara, la energía del directo. Y sentimos la fatiga que provocan las pantallas. 

Sin embargo, nuestra breve experiencia nos ha revelado que bajo estos nuevos formatos de relación, hay encuentro. Gaston Bachelar (1957), en La poétique de l’espace, habla de que necesitamos una pequeña casita en la casa grande para tener la experiencia de recogimiento: este es el papel del rincón o la cabaña que hace el niño con cojines o debajo de la mesa. Así, valoramos favorablemente la posibilidad de crear un espacio continente, una casita virtual que funcione como un espacio de acogida frente a tanto malestar.

Las ansiedades de la pandemia se infiltran por todos los poros de nuestra piel. La psicoterapia on line se convierte en un hilo invisible que nos conecta. Con este nuevo setting aprendemos y descubrimos lo esencial: el vínculo, la experiencia compartida de estar con el otro y la necesidad de comunicarnos. 

Hemos vivido la experiencia que ha supuesto para nuestros/as pacientes adolescentes el confinamiento. En las supervisiones grupales hemos compartido las experiencias difíciles vividas con ellos/as: el vacío, silencio, sensaciones de pérdida, aburrimiento, monotonía o el uso del repliegue psíquico. En este sentido, constatamos que el miedo al virus ha ido impregnando de alguna forma la totalidad de la experiencia, mezclado con el temor a quedar atrapado en este estado mental de estancamiento y no futuro. 

En un momento de desamparo y estupor colectivo, la experiencia psicoterapéutica nos ha mostrado la importancia de poder compartir. Leo ha podido transitar entre emociones difíciles. Elena, entre ansiedades y miedos. Oriol, ha pasado del silencio a la representación. Laura se ha atrevido a salir del repliegue−mundo maravilloso−a la realidad.

Como psicoterapeutas, lo más dificultoso ha sido sostener tales vivencias psíquicas. La mente grupal ha funcionado como red de contención y nos ha permitido la búsqueda de respuestas creativas a dichos vacíos y angustias. El espacio de supervisión nos ha permitido digerir el impacto vivencial, sensorial, de la experiencia vivida, a la vez que nos ha permitido, paso a paso, poner palabras. 

Activar espacios de pensamiento grupal desactiva los protocolos internos que utilizamos cuando el no saber asusta. Los protocolos, las interpretaciones, las certidumbres e informaciones muchas veces dibujan muros que nos distancian y nos alejan del contacto con la realidad del otro/a y de la experiencia de intimidad. 

Esta proximidad ha sido posible gracias a la creatividad conjunta de pacientes y terapeutas en un formato virtual del que había pocos precedentes. Junto a otros y otras −paciente y terapeuta, terapeuta y grupo de supervisión−, hemos encontrado salidas al malestar y la incertidumbre, para poder mirar, compartir, poner palabras y pensar, y así, seguir creciendo. 

 

Referencias bibliográficas

Bachelar, G. (1967). La poétique de l’espace, Paris, PUF.

Bion, W. R. (1962a). A theory of thinking. International Journal of Psychoanalysis, (43). pp. 306-310. Reprinted in Second Thoughts. London: Heinemann, 1967, pp. 110-19

Colombi, L. (2010): Flight into fantasy, imaginative fantasy: the opposite space of mental functioning. Considerations on psychoanalytical practice, EFPC 

Real Academia Española. (s.f.). Silencio. En Diccionario de la lengua española. Recuperado en 10 de marzo de 2021, de https://dle.rae.es/silencio

Steiner, J. (1994): Psychics Retraits. Routlegde.

Strauss, L.V. (2012) Comparing a narcissistic and autistic retreat:  «Looking through or at the window” International Journal of Psychoanalysis (93). pp.97-116. 

 

Resumen

Los cambios impuestos por la pandemia del Covid-19, el estado de emergencia sanitaria y el confinamiento han provocado ansiedades e incertidumbres en pacientes en proceso psicoterapéutico en un momento de cambio vital: el inicio de la adolescencia. Estas ansiedades se pueden cronificar o favorecer situaciones regresivas, a la vez que pueden ser motor de cambio y crecimiento. A partir de situaciones clínicas, el presente artículo presenta reflexiones al respecto gracias a un grupo de supervisión: de la emergencia pulsional y sanitaria a momentos de tránsito, entre el repliegue psíquico y la necesidad de salida y contacto social.

Palabras clave: adolescencia, Covid-19, confinamiento, ansiedad, contención

 

Abstract

The changes imposed by the Covid-19 pandemic, the state of health emergency and confinement have provoked anxieties and uncertainties in patients undergoing psychotherapy at a time of vital change: the onset of adolescence. These anxieties can become chronic or favour regressive situations, at the same time as they can be a driving force for change and growth. Based on clinical situations, this article presents reflections on the subject thanks to a supervision group: from the emergence of drives and health to moments of transit, between psychic withdrawal and the need to go out and social contact. 

Key words: adolescence, Covid-19, confinement, anxiety, containment

 

Teresa Ferret, psicóloga clínica y psicoanalista SEP-IPA. Miembro de la Unidad de Psicoterapia Psicoanalítica Infanto-Juvenil (UPPIJ) de la Fundación Sanitaria Sant Pere Claver. 
e-mail: tferret@fhspreclaver.org

Carlota Orobitg, psicóloga general sanitaria. Máster General Sanitario de la Fundación Vidal y Barraquer, Universidad Ramón Llull.  Máster en Psicoterapia Psicoanalítica de la Fundación Vidal y Barraquer, Universidad Ramón Llull; Colaboradora de la UPPIJ de la Fundación Sanitaria Sant Pere Claver. 
e-mail: carlotaorobitg@gmail.com

Neus Porredón, psiquiatra en el centro comunitario de salud mental de Sants de la Fundación Sanitaria Sant Pere Claver. 
e-mail: nporredon@fhspereclaver.org

Nora Salas Seoane, psicóloga general sanitaria. Máster en Antropología de la Infancia y la Juventud (Brunel University, Reino Unido). Máster en Psicoterapia Psicoanalítica de la Fundación Vidal y Barraquer, Universidad Ramón Llull; Colaboradora de la UPPIJ de la Fundación Sanitaria Sant Pere Claver. 
e-mail: norinhass@gmail.com

Isabel Subirana, psicóloga general sanitaria. Máster en Psicoterapia Psicoanalítica de la Fundación Vidal y Barraquer, Universidad Ramón Llull. Analista en formación en el Instituto de Psicoanálisis Barcelona. 
e-mail: isabelsubiranabofill@gmail.com.