“En tiempos de incertidumbre y desesperanza, es imprescindible gestar proyectos colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”.
Enrique Pichón Rivière (1978)
“… el psicoanálisis está y seguirá vigente mientras no se desconecte del entorno y de la cultura que habita”.
Virginia Ungar (2021)
Introducción
La pandemia irrumpió en nuestras vidas desarticulando nuestro modo de estar en el mundo, nuestra cotidianeidad y nuestra práctica como psicoanalistas. Podemos pensar a la pandemia como una excepción, como una irrupción en nuestras vidas que sucedió desde fuera como si se tratase de un imprevisto, o bien, como una construcción humana, que seguramente no es azarosa, y que es un emergente del mundo que estábamos construyendo y creo que, al menos desde esta perspectiva, es importante que podamos dedicarle tiempo para pensar cómo podemos transitarlo.
Pienso que puede ser útil tomar la idea de acontecimiento de Badiou (2008). Este autor nos dice que es algo no planificado que irrumpe, que provoca una disrupción y que nos coloca en un lugar incómodo, en un fuera de sitio donde carecemos de certezas, que desarticula lo que venía siendo y requiere por parte de nosotros una labor de construcción de algo nuevo allí donde no hay implícitamente soluciones, sino que deben poder ser creadas. Este planteamiento requiere por nuestra parte un hacer distinto. Requiere que nos repensemos como sujetos, como sujetos que nos vinculamos unos con otros, como sociedad y como profesionales que nos dedicamos al trabajo psíquico con otros que sufren.
Este acontecimiento requiere ser pensado desde múltiples vertientes. Desde cómo afecta la vida mental de aquellos con los que trabajamos, cómo nos afecta de modo personal a nosotros mismos como sujetos y como analistas, y de cómo incide en nuestra práctica. Se nos hace necesario repensar nuestra práctica para poder seguir operando como psicoanalistas.
Todos nosotros como psicoanalistas estamos acostumbrados a trabajar en el terreno de la representación que es la materia prima de nuestro trabajo. El efecto de un acontecimiento implica que no nos encontramos frente algo previamente representado, sino frente a algo aún no representado y que además cuenta con una dimensión muy particular que es la de que no solo nuestros pacientes atraviesan esta crisis, sino que nosotros también estamos atravesados por ella. No estamos ayudando a un paciente y a una familia que atraviesa una situación difícil, sino que esto nos toca a nosotros también muy de cerca y esto produce efectos en nuestros psiquismos y en el campo transfero-contratransferencial. El modo en que a cada uno de nosotros nos afectará dependerá de nuestra subjetividad y de nuestra propia historia personal. Esta tarea está adscrita a un psicoanálisis vivo que pueda conceder espacio a lo nuevo para repensarnos como sujetos y como analistas en nuestro quehacer.
Esta situación de excepción hace las veces de lente amplificadora de formas afectivas, de formas de vincularnos unos con otros, de formas intelectuales y nos da la oportunidad de que podamos formular propuestas creativas. Hemos sido desterritorializados y buscamos caminos para reterritorializarnos. El acontecimiento marca un corte, suspende el fluir del tiempo, se genera un entre-tiempo que requiere por parte de nosotros configurar un horizonte de sentidos, un caleidoscopio de sentidos, un sistema abierto que albergue multiplicidad de fuerzas de carácter inestable. Los acontecimientos no se caracterizan por su duración sino por los efectos o múltiples sentidos que generan. Un acontecimiento, que ha producido y sigue produciendo efectos, del que pueden partir múltiples sentidos en un intento de dar figurabilidad a lo no representado de este fenómeno.
Esta es la primera ocasión en que nuestra institución, la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM), organiza un dispositivo para ofrecer sus servicios a la comunidad en una situación de catástrofe social. Si bien Madrid ha atravesado por otras circunstancias dolorosas, tales como atentados terroristas, en esta oportunidad nuestra sociedad psicoanalítica pudo dar respuesta a un acontecimiento de estas características durante los meses de confinamiento.
El objetivo de este trabajo es mostrar las posibilidades de intervención en emergencia que es factible plantear haciendo uso de las herramientas psicoanalíticas de las que disponemos y pudiendo plantear modos novedosos de intervención a partir de la sensibilidad de nuestra escucha. Contiene una síntesis del andamiaje teórico que nos permitió pensar su diseño, así como un ejemplo de la clínica que pudimos abordar.
Diseño del dispositivo
El proyecto de la Comisión Covid-19 de APM surgió a partir de la propuesta a su junta directiva de dos proyectos. Uno provenía de los analistas en formación que con celeridad conformaron un grupo importante de interesados (cuarenta y nueve candidatos) y otro provenía de un grupo de analistas, miembros de APM, que diseñaron un proyecto para el trabajo con sanitarios. La Comisión Covid19-APM comenzó su funcionamiento el veinte de marzo de 2020, con setenta y nueve profesionales dispuestos a ceder horas de trabajo de manera gratuita para acompañar a múltiples afectados por el acontecimiento al que nos vimos expuestos.
El diseño del dispositivo nos obligó a llevar a cabo una laboriosa tarea, a la que nunca antes nos habíamos visto abocados, teniendo que desarrollar recursos allí donde carecíamos de ellos. Requerimos colaboración a la Federación de Psicoanálisis de Latinoamérica (FEPAL) de profesionales de esa región que tuvieran experiencia en crisis sociales y que pudiesen acompañarnos tanto en el diseño del dispositivo, como en la reflexión de los casos y en el trabajo con nuestros conceptos clínico-teóricos. También con el impacto de lo acontecimental sobre nuestros psiquismos y con el trabajo en grupo. Esto representaba una novedad en nuestra institución en el área de la atención en emergencia.
Nuestro grupo constituyó un dispositivo ágil que dio respuesta a más de cien intervenciones. Colaboramos con pacientes y sanitarios de ocho hospitales públicos y privados de la Comunidad de Madrid, dos centros sanitarios, así como colegios de Educación Primaria. Solicitaron también nuestra colaboración pacientes y sanitarios de otras cuatro comunidades autónomas. Los analistas en formación organizaron una biblioteca virtual con materiales aportados por todos los miembros del grupo de trabajo y por profesionales de FEPAL. Se organizaron espacios de reflexión para el conjunto de los setenta y nueve integrantes del grupo que fueron coordinados por colegas de FEPAL a través de la plataforma Zoom, espacios de reflexión teórica para pensar los efectos de lo traumático y lo disruptivo sobre los psiquismos y también espacios de supervisión colectiva para pensar los casos en conjunto.
Nuestras referencias teóricas
Partimos en nuestro andar de las referencias teóricas de las que disponíamos a partir de los encuadres desde los cuales trabajamos en nuestras consultas cotidianas, siendo conscientes de la necesidad de que los mismos debían ser reformulados dadas las características que son necesarias para una escucha e intervención en emergencia.
La idea de construir un dispositivo en inmanencia generó algunas dificultades entre los miembros del grupo, acostumbrados a intervenir inmersos en otro tipo de encuadres. La noción de dispositivo ya supuso un nivel de interrogación. Nos vimos sumidos en las características del pensamiento contemporáneo complejo (Morin, 2011), convocados como psicoanalistas a revisar este término técnico decisivo en la estrategia de pensamiento de Michel Foucault (1973, 1977) y de otros autores que abordan esta formulación, tales como Giorgio Agamben (2015), Roberto Espósito (2011) y Gilles Deleuze (2012).
Tal como lo propone Foucault, nos vimos convocados a considerar toda una serie de proposiciones referentes a los dispositivos: su naturaleza heterogénea en cuanto a los discursos que pudiera contener; su funcionamiento en red con la función principal de dar respuesta a una emergencia generando efectos inmediatos; la configuración de una serie de estrategias que condicionaran y pusieran en jaque ciertos saberes previos; así como su inscripción en una relación de poder previa. Debíamos desarrollar una praxis para hacer frente a un problema, a una situación particular o a una serie de ellas. Este tipo de proceder implicó un proceso necesario de subjetivación, es decir, podernos constituir en sujetos de este nuevo dispositivo. De allí la importancia de los espacios de reflexión conjunta. Más en la línea de Deleuze (2012) nuestro dispositivo promovió una articulación puntual sobre la cual pudimos ir creando una serie de prácticas y relaciones estratégicas. Estas no provinieron de ningún principio u organización previa, ni de ningún sujeto específico que funcionase como autor o causante de las mismas.
Podemos decir que nuestro dispositivo surgió y se configuró en inmanencia, como una tecnología formulada a partir de condiciones delimitadas por los efectos de la pandemia en la población afectada, de la que nosotros mismos éramos parte, y en función de las condiciones singulares que se dieron en la red relacional que constituimos como grupo. En inmanencia significa un dispositivo inherente a su propia esencia creado para aquello a lo que requiere dar respuesta. Tal como planteara Deleuze, constituimos un mecanismo en la inmanencia propia de esas relaciones sociales específicas. Es decir, nuestra propuesta solo nombra a lo que es inherente a su esencia, al objetivo propio de su producción y a las respuestas estratégicas promovidas desde ella.
Entre las múltiples ideas que nos vimos obligados a revisar podríamos nombrar la de mini-proceso como modalidad de enunciación del tipo de intervención que llevamos a cabo. Esta podía constar de una sola intervención o de varias, como máximo definimos un número de ocho. Dimos la posibilidad a aquellos casos que podían requerir de una intervención más propia de un proceso psicoanalítico clásico la posibilidad de que pudiesen continuar dicha andadura contando con el “Centro de Atención Clínica” (CACI) con el que cuenta APM. El CACI es el dispositivo de intervención clínica en el que se llevan a cabo procesos psicoanalíticos desde hace tiempo en nuestra institución. Trabajamos en transversalidad con la estructura con la que ya contaba la APM (Departamento de niños y adolescentes, CACI, Grupo de trabajo de familias y parejas).
El encuadre de nuestro dispositivo funcionó como un encuadre situacional. Se formularon conceptos tales como el de configurar espacios transicionales (Winnicott, 1971) en donde el analista que asistiese al solicitante de ayuda, permitiese la generación de una experiencia de revèrie (Bion, 1962) en donde poder metabolizar emociones (miedo, ira, tristeza…) suscitadas por el acontecimiento “pandemia” con sus múltiples voces y formas. Trabajamos con los ejes: transferencia individual, transferencia institucional y para-transferencias o transferencias indirectas. Todas como producto de los encuentros con los diferentes casos y equipos de sanitarios a los que asistimos.
El concepto de encuadre interno (Donnet 1973; Alizade 2007; Green 2006) nos permitió valorar muy especialmente nuestras herramientas psicoanalíticas, sobre todo la importante eficacia y el gran potencial con el que contamos para la escucha del sufrimiento humano. Tal como ha planteado Jean Luc Donnet (1973):
“…el encuadre no tiene ciertamente la dignidad psicoanalítica del proceso, pero es una condición necesaria de la que no se sabe con certeza si es intrínseca o extrínseca. Sin embargo, el verdadero encuadre sería interno al analista y se apoyaría sobre la clara conciencia que él posee de su posición de analista”.
Siguiendo a Alcira Mariam Alizade (2002) pudimos pensar que el encuadre interno como
“…dispositivo de trabajo incorporado a la mente del analista…algunos elementos claves del encuadre interno: la escucha con el tercer oído, la transmisión de inconscientes, la observancia de la regla de asociación libre, de abstinencia, la atención flotante, el análisis del analista”.
En 1999 esta misma autora planteaba:
“El psicoanálisis debe enfrentar una herida narcisista: su destotalización. Inserto en un campo de heterogeneidades, se descentra de su seguridad uniforme. La transformación narcisista sobre el objeto de estudio introduce relatividades y nos aproxima a nuevos paradigmas…el psicoanálisis se repiensa en el marco interdisciplinario de la historia y de la cultura”.
La conceptualización de mundos superpuestos compartidos por pacientes y analistas propuesta por Janine Puget y Guillermo Wender (1982, 1991) nos resultó también de interés para pensarnos. La superposición de la Institución APM, el Grupo Covid y la novedad acontecimental propuesta por la pandemia, nos atravesó al conjunto (analistas/asistidos) produciendo efectos a diferentes niveles.
Citamos a continuación a Janine Puget y a Guillermo Wender en su texto inicial de 1982:
“Observamos que…resultaba difícil delimitar con nitidez el campo analítico del campo de la realidad externa … diremos que todo este material discursivo ingresará por un orificio diferente del proveniente del mundo objetal ajeno y «puro» de las primeras relaciones del paciente y de su anecdótica. Esto nos lleva a plantear que toda vez que la realidad externa común aparece en el campo analítico con sus datos, puede producir transformaciones y distorsión en la escucha del analista en cualquier tratamiento. Esta problemática lo coloca diariamente ante dificultades éticas y técnicas específicas … Entendemos que desde el material del mundo superpuesto se irradia un efecto patógeno de gran complejidad que puede transformar la tarea analítica…El mundo superpuesto promueve una cadena sobresignificada. Las interpretaciones dejarán de ser genuinas y se transformarán en pseudointerpretaciones destinadas a eludir, rectificar, atenuar, atesorar, etcétera, un dato que afecta al analista por razones espurias al proceso”.
Podríamos destacar múltiples elementos de la experiencia en su conjunto. Entre ellos el investigar psicoanalíticamente diversos contextos: otros psiquismos, nuestro psiquismo, la grupalidad que configuramos. Así como pensar temas ligados a lo traumático, lo disruptivo, duelos, efectos acontecimentales sociales y su impacto en el psiquismo grupal y los psiquismos individuales. El generar una línea interna de colaboración y pensamiento entre diferentes miembros de nuestra institución y con los analistas en formación en un clima emocional de cooperación, nos permitió fomentar un acercamiento entre diferentes grupos, cuestión no habitual en nuestra institución y de gran riqueza para el conjunto.
Los aportes de Janine Puget nos ayudaron en esta trayectoria, al referirse a los dispositivos vinculares como una nueva herramienta de investigación, de la subjetividad como un elemento esencial en la comprensión de la dinámica de las familias y otorgando al vínculo un valor esencial en el encuentro.
Acerca de la clínica con la que nos encontramos
Pensar desde la perspectiva vincular nos ha permitido plantearnos los efectos del sufrimiento y los procesos de cambio que se experimentan en estas circunstancias en los vínculos humanos entre familias, parejas y en el más amplio contexto social. Nos encontramos frente a un suplemento azaroso que irrumpió el contexto de repetición. En el mismo borde entre el ser y el no-ser, en el borde de la discontinuidad, viéndonos obligados a tener que abordar nuevas posibilidades subjetivas que se manifiestan de forma imprevisible.
Pudimos observar cómo este impacto social ha incidido a nivel vincular en diversas organizaciones. En el vínculo entre padres e hijos, entre los miembros de las familias y en las parejas. En este caso nos referiremos brevemente al caso de una de las múltiples parejas que consultaron en nuestro dispositivo. Celia y Carlos contactan con nosotros en un estado de desborde, desesperanza y violencia importante. Ambos jóvenes, hasta hacía poco alegres, emprendedores y con proyectos creativos encauzados, habían comenzado su convivencia como pareja hacía menos de un año. La fantasía de pareja que les permitió unirse y los proyectos que ambos iniciaron para mantener esa creencia, se habían visto trastocados desde el inicio del confinamiento. Un cuantioso préstamo bancario les había permitido iniciar un floreciente negocio de actividades de ocio infantil y dejar los hogares de las familias de origen y sus trabajos ligados a actividades comerciales con las mismas. La situación de pérdida total de sus creativos proyectos los ha sumido en una atmósfera emocional de violencia proyectada el uno en el otro. Cuando se abran las fronteras entre las provincias no saben qué harán. Si se separarán, si se divorciarán, si se suicidarán o si uno matará al otro. También contemplan la posibilidad de volver al cobijo de sus familias de origen. Dicen “nuestro gran proyecto se ha venido abajo de un día para otro, en un abrir y cerrar de ojos”. Los nueve meses de prosperidad económica del incipiente proyecto, metaforizados en meses de dicha en ese vínculo lleno de esperanza del comienzo de la convivencia se desvanecen junto a la restricción en las libertades de todos los ciudadanos.
Nos preguntamos por la fantasía constitutiva inconsciente de la pareja que Celia y Carlos habrían acuñado en su inconsciente vincular. Pensamos que la misma les facilitaría mantener la creencia de que a partir de los proyectos que se plantearon podrían resolver esos conflictos con los que venían de las propias familias de origen. Les resultaba inimaginable, como al resto de ciudadanos, que una situación sociocultural y política mundial trastocaría la economía de esa fantasía constitutiva, así como la economía bancaría de sus propósitos.
Las medidas de gestión política de la pandemia adoptadas durante el confinamiento, vulneró sus proyectos y el conflicto de pareja se despliega con la aparición de “las locuras privadas” (Green, 2001) de Carlos y Celia, que habitan ese vínculo, dando lugar a un violento conflicto de pareja a pesar de que, según mencionan, en su entorno los amigos los consideraban “la pareja perfecta”.
Podríamos preguntarnos por qué se despliega la violencia de un vínculo fraterno hostil y perturbador en lugar de mantenerse unidos a través de un vínculo transversal, signado por la solidaridad. La clínica del reproche gana espacio y nos pone a prueba como psicoanalistas operando desde un dispositivo de emergencia. Importante tarea la que nos convoca a tener que promover: la de permitirles volver a soñar un futuro probable, acompañados de un proceso de ligazón vincular que les facilite configurar un nuevo vínculo de alianza conyugal.
Las parejas transitan por situaciones inestables “arenas movedizas,” (Puget, 2015), lo que les promueve situaciones de conflicto con oscilaciones de identificaciones regresivas simbióticas y nuevas producciones en ese “entre” que se constituye entre subjetividades que se enfrentan a lo desconocido e incierto, amenazando la posibilidad de orientar la elaboración psíquica y emocional, conmovidos por la metamorfosis traumática que impone la realidad.
A modo de cierre
Generar un dispositivo de atención en emergencia desde la Asociación Psicoanalítica de Madrid durante los meses del confinamiento decretado por el estado español pone de manifiesto la sensibilidad de nuestra institución por un psicoanálisis abierto a la comunidad, abierto a recrear sus fundamentos y a aprovechar las vicisitudes que nos tocan vivir para dar cuenta de la vigencia de nuestro corpus de conocimientos sobre el sufrimiento humano.
Tras este recorrido, se nos hace presente que existen múltiples formas de hacer psicoanálisis y que la potencia del método psicoanalítico está en su ética, en dar espacio a la búsqueda de sentidos. El trabajo que se ha podido construir por medio de acciones solidarias de atención a los profesionales de la salud y a la población en general en nuestro dispositivo y muchos otros que se construyeron en otras sociedades psicoanalíticas, ha sido un ejemplo del sostén emocional que el psicoanálisis puede ofrecer como contribución social para atravesar esta y otras crisis.
Podemos decir que nos ha sido posible aprovechar esta emergencia para descubrir lo nuevo, aquello a lo que nunca antes nos habíamos visto expuestos. El espacio del psicoanálisis siempre se ha encontrado en los resquicios, en las grietas, en aquellos espacios en donde su espíritu se revitaliza, en donde el sujeto puede hallar formas de enfrentarse al mundo. Sería necesario para todos nosotros permitirnos considerar que el psicoanálisis contemporáneo no debiera reducir su uso a un único terreno, hoy sabemos que su uso se ha ido ampliando en múltiples sentidos. El diálogo interdisciplinario y el trabajar en las interfases con otras disciplinas es algo que sería necesario no desestimar. A nuestro entender circunstancias como las actuales acentúan la importancia de atender a la hiper complejidad en sus determinaciones desde una perspectiva transdisciplinaria.
La posibilidad de actuar sobre diversos aspectos del sufrimiento humano, atender a las poblaciones en riesgo, sensibilizar al conjunto de los colegas acerca de las desigualdades sociales, reconocer la dimensión colectiva de los problemas humanos, plantear intervenciones que se dirijan a los conjuntos sociales en sectores donde el malestar social es mayor, generando herramientas para aliviarlos, es parte de una tarea que un buen número de psicoanalistas consideramos cada vez más indispensable en nuestro trabajo cotidiano.
Referencias bibliográficas
Agamben, G. (2015). “¿Qué es un dispositivo?” Barcelona. Anagrama. pp.9-51.
Alizade, A. M. (1999). “El encuadre interno”. Revista Zona Erógena Nº 41.
Alizade, A.M. (2002). “El rigor y el encuadre interno”. Revista Uruguaya de Psicoanálisis. 96: 13-16.
Badiou, A. (1998). Teoría del sujeto. Prometeo Libros.
Badiou, A. (2008). Lógica de los mundos. El ser y el acontecimiento 2. Seuil.
Bion, W.R. (1962). “The psycho-analytic study of thinking”, International Journal of Psychoanalysis. vol. 43.
Deleuze, G. (2012). “¿Qué es un dispositivo?”, en “Contribución a la guerra en curso”. Errata Naturae. pp.7-25.
Donnet, J.L. (1973). Le divan bien tempéré. Nouvelle Revue de Psychanalyse. Vol. 8. pp.23-50.
Espósito, R. (2011). El dispositivo de la persona. Amorrortu.
Foucault, M. (1977). Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI.
Green, A. (2001). De locuras privadas. Amorrortu.
Morin, E. (2011). Introducción al pensamiento complejo. Gedisa.
Pichon Rivière, E. (1978). El proceso creador. Del psicoanálisis a la psicología social (III). Ediciones Nueva Visión.
Pichón-Rivière, E.: (1985). Teoría del vínculo. Nueva Visión.
Puget, J. y Wender, G. (1982). “Analista y paciente en mundos superpuestos”. Psicoanálisis. Vol. IV. Nº3.
Puget, J. (2015). Subjetividad discontinua y psicoanálisis. Incertidumbres y certezas. Lugar Editorial.
Ungar, V. (2021). Psicoanálisis de la asistencia en emergencia. Pensando la pandemia.
Winnicott, D. (1971). Realidad y Juego. Gedisa Editorial.