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El pasado doce de febrero murió Terttu Eskelinen (Pielavesi, 1931 – Barcelona, 2021). Maestra, amiga y compañera estimada que, llegada a nosotros desde el norte de Europa, hizo enseguida suya esta tierra, su lengua y su cultura, así como la lucha por la libertad y la democracia en Catalunya en tiempos de la dictadura franquista. De firmes convicciones y con un tono vital admirable, sentía un gran amor por su marido Pere Folch, por sus hijas, Laura y Helka, y por sus nietos, Pere y Mark. Quería al psicoanálisis profundamente y lo vivía con amor y militancia, quería la verdad científica y estimaba la cultura en sus múltiples expresiones: la literatura, en especial la obra de Shakespeare que conocía a fondo, la música y la pintura. Era una anfitriona excelente que sabía reunir a las personas en un entorno amistoso, pero también cuando creaba grupos en un entorno profesional y científico. Apreciaba y militaba a favor del afecto, la acogida y la amistad. Y como una expresión más de su vitalidad no debemos olvidar la práctica del arte de la cocina, que cultivaba con excelencia. Sus facciones nórdicas y su manera, decidida y tierna, a la hora de relacionarse la hacían misteriosa, cautivadora y única al mismo tiempo.

Siendo muy joven, Terttu Eskelinen dejó su Finlandia natal para trasladarse a Suiza buscando formación. Allí conoció y trabajó con Raymond de Saussure y Jean Piaget. Hizo la formación analítica en la Sociedad Suiza de Psicoanálisis, formación que más adelante completaría en la British Psychoanalytical Society, donde tuvo maestras y maestros como Anna Freud, Hanna Segal, Ester Bick, Betty Joseph, Herbert Rosenfeld, Donald Meltzer y otros. Durante el ejercicio de la profesión, hizo numerosas aportaciones científicas al psicoanálisis con sus artículos, pero también desde su tarea de editora durante ocho años (1980−1988) del Boletín de la Federación Europea que trajo y editó en Barcelona, y más tarde como presidenta de la European Psychoanalytical Federation (EFP/FEP) durante cuatro años (1991 – 1995).

Así mismo, estableció y mantuvo puentes entre el psicoanálisis que se hacía en nuestra Sociedad, de la cual fue miembro fundador, y el que se hacía en la Sociedad Británica. Enseñó Klein y animó a que vinieran a Barcelona para disertar y supervisar analistas tan significados como Joseph Sandler, Betty Joseph, John Steiner, Ruth Riesenberg y Michel Feldman. Fue maestra y supervisora de muchos analistas de la SEP. En el año 2003 recibió el reconocimiento del Award for Distinguished and Meritorious Service to the IPA, y en el 2004 se le concedió el premio Sigourney Award por sus contribuciones científicas en la evolución del pensamiento psicoanalítico. En el año 2016, la Federación Europea de Psicoanálisis le otorgó The EFP Award for a Distinguished Contribution to Psychoanalysis. Era también miembro honorario de la Sociedad Finesa de Psicoanálisis.

Como hablante de múltiples lenguas, dos de ellas minoritarias, era muy consciente de los problemas de comunicación y durante su periodo en la Ejecutiva de la EPF, así como durante toda su trayectoria profesional, dio prioridad a construir puentes entre comunidades culturales y analíticas diferentes. Participó activamente, junto con Han Groen-Prakken en la difusión y la enseñanza del psicoanálisis en los países del este de Europa e impartió clases entre el 2001 y el 2003 en la escuela de verano de Dubrovnik (Croacia) para formar a profesionales en psicoterapia psicoanalítica para niños y adolescentes.

En su compromiso para fomentar marcos de diálogo, destaca también su participación en la reunión celebrada en la sede de la ONU en Nueva York el año 2005 como miembro de un subcomité del IPA-ONU sobre “desaprendiendo la intolerancia”, con el objetivo de ayudar a los especialistas de la ONU que trabajan en conflictos originados por la intolerancia a las diferencias.

Destacó por su trabajo analítico con niños y, entre tantos otros aspectos, por las aportaciones sobre el papel de la mujer-madre en la estructuración fundamental de la mente humana desde el inicio de la vida del bebé. Un papel que ella vinculaba al menosprecio con que la cultura occidental patriarcal trataba a la mujer como expresión de una dificultad del hombre para reconocer este rol y aceptar una posición de colaboración necesaria, pero no central. En la relación analítica abogaba por una mirada sistemática sobre la transferencia/contratransferencia y destacaba por una intuición y unas capacidades admirables en la comprensión del paciente en el aquí y el ahora de la sesión, desde la asociación libre del paciente hasta las intervenciones del analista y las respuestas subsiguientes del paciente para así ir avanzando. Valoraba mucho y agradecía las aportaciones de los maestros y de los colegas, también de los más jóvenes a los que animaba a conocer a analistas de otras latitudes y a profundizar en el psicoanálisis que se hacía fuera de nuestras fronteras.

Con su muerte perdemos a una excelente psicoanalista, una colega estimada y una amiga entrañable que nos ha dado muchas lecciones de vida. La echaremos mucho de menos, pero la mantendremos como una referente que nos seguirá inspirando en el trabajo y en la vida.