para TdP

Descargar el artículo

 

 

 

Jacqueline Amati Mehler nació en Barcelona, una de las escalas del viaje migratorio de su familia judía, originaria de Europa central. Posteriormente se trasladaron a París y finalmente a Buenos Aires. Como resultado de este periplo todos los miembros de su familia son multilingües y auténticos ciudadanos del mundo, y este ir y venir entre naciones y culturas ha marcado siempre el estilo de vida y las relaciones de la Dra. Amati Mehler.

En Argentina, se formó en la English School y a continuación se licenció en Medicina. Después se trasladó a Boston, donde se especializó en Psiquiatría y como psicoterapeuta de adultos y niños en la Harvard Medical School. Años después, circunstancias familiares hicieron que se trasladara a Italia con su esposo. Allí continuó su formación psicoanalítica en la SPI siendo Eugenio Gaddini su analista personal.

Entre 1989 y 1993 fue secretaria de la IPA durante la presidencia del Dr. Sandler, y entre 1993 y 1997 fue Miembro de la dirección de la IPA como representante europea de la House of Delegate durante la presidencia de Horacio Etchegoyen. De 1997 a 2001, fue la vicepresidenta de la IPA y Chair de COMPOSED (Committee on Psychoanalytic Education) durante la presidencia de Otto Kernberg. En 1992, dejó la SPI y fue uno de los miembros fundadores de la nueva Asociación Psicoanalítica Italiana, de la que fue presidenta desde 1994 hasta 1999 y directora del Instituto de Formación entre 2002 y 2008.

En 1997, se le otorgó el Mary S. Sigourney Honorary Award. Ha formado parte del Comité para la Prevención de la Pedofilia, Roma, 1999-2000. Ha sido coordinadora (chair) del Sponsoring Committee de la API para el Grupo de Estudios portugués, Núcleo Português de Psicanalise, desde sus inicios en 2010 hasta 2016.

Los principales temas de estudio a los que se ha dedicado son el polilinguismo en las dimensiones intrapsíquica y relacional, emigración y nostalgia, esperanza y desesperanza en el trabajo clínico, amor e impotencia masculina, el concepto de Yo y Objeto y las diferencias conceptuales y técnicas entre psicoanálisis y psicoterapia.

Su experiencia clínica con pacientes psicóticos la ha llevado a reflexionar y escribir sobre los criterios de analizabilidad y una de las cuestiones en las que continúa ocupada e interesada es cómo la expansión de nuestro conocimiento reverbera –como ella cree− en una mayor habilidad terapéutica o si, por el contrario –como ella no cree− debemos doblegarnos a la llamada flexibilidad del método y el setting clásicos.

Para TEMAS DE PSICOANÁLISIS es un privilegio que haya accedido a realizar esta entrevista, no solo por el valor de su trabajo a lo largo de los años, sino porque además en nuestra sociedad es especialmente apreciada.

Temas de Psicoanálisis.− Desde TEMAS DE PSICOANÁLISIS nos interesa mucho la vertiente humana y la trayectoria vital de las personas a las que entrevistamos. Podría decirnos, en primer lugar, ¿cómo llegó usted a interesarse por el psicoanálisis? ¿Dónde y con quién se formó?

Jacqueline Amati Mehler.− A estas alturas de mi trayectoria no puedo dejar de mencionar (con una sonrisa y una cierta dosis de autoironía) que, durante mis estudios de Medicina en Buenos Aires, el psicoanálisis estaba muy de moda y casi todos mis compañeros de la facultad estaban en análisis y discutían entre ellos de sus experiencias. A mi –que en esa época era ayudante de Fisiología y con una mentalidad “súpercientífica”– me parecía que mis compañeros estaban cultivando un modo de pensar mágico, quimérico e irreal.

Luego de recibirme, mi marido biólogo fue invitado a Boston y las circunstancias locales me llevaron a trabajar en un proyecto de un grupo de investigación de Harvard sobre los fenómenos y las experiencias psicológicas en estado hipnótico. Aprendí a hipnotizar, y pude observar un fenómeno fuera de lo común. El grado de “hipnotizabilidad” –siguiendo “grados” científicamente preestablecidos– de los sujetos voluntarios que hacían esta experiencia conmigo, aumentaba de un modo fuera de lo común. Mis maestros se asombraron mucho, pero el hecho que yo estuviera embarazada –“figura benigna materna”– no tardó en demostrarse la causa principal de esta disposición a “abandonarse y a ser hipnotizados”. Este fenómeno estimuló mi curiosidad que, poco a poco, me acercaba más a una dimensión psicoemocional que no a aquella puramente “experimental.”

Fui aceptada para la especialización en Psiquiatría infantil y adulta en Harvard, lo que determinó mi futuro ya que en esa época la psiquiatría americana en Boston tenía una orientación muy interesada en el psicoanálisis.

Cuando mi situación familiar me llevó a mudarme a Italia comencé mi formación psicoanalítica en Roma.

 TdP.− Como ya hemos dicho, usted ha vivido en muchos países y sus raíces son multiculturales, ¿podría decirnos cómo cree que ha marcado este hecho su trayectoria profesional?

JAM.– Quizás la multiculturalidad de mi familia –acostumbrada a vivir en países diferentes y a cultivar varios idiomas– facilitaba tanto el interés por lo “extranjero” como la falta de angustia que acompañaba mis “migraciones”, elementos que me han permitido elegir las trayectorias que más se acercaban a mis deseos profesionales .

TdP.− Usted nació en Barcelona, donde editamos esta revista, podría decirnos ¿cuál es su recuerdo de esta ciudad? Y ¿qué vínculos mantiene con ella?

JAM.– Mi familia dejó Barcelona para mudarse a París cuando yo no había aún cumplido los dos años, de modo que no recuerdo nada de mi país de origen y fue muy emocionante para mí cuando volví para conocer Barcelona por primera vez, ¡ya de bien adulta!

TdP.− En su obra destaca el interés por el lenguaje y el idioma, en relación a la migración y el exilio. Uno de sus libros, de los que es coautora junto con Jorge Canestri y Simona Argentieri, se llama La babel del inconsciente, donde relaciona la lengua materna y la lengua extranjera en la relación psicoanalítica. ¿Cómo se inició este interés en usted?

JAM.– Creo que el interés nació por el estímulo de la curiosidad de mis dos colegas. Es más, creo que mi inicial indiferencia y “falta de interés” por el tema y el considerar de lo más “normal” el hablar varios idiomas podía haber contenido aspectos defensivos en relación a tantos cambios, motivados por tantas migraciones, sea de lugares, sea de relaciones infantiles.

TdP.− Y en el mismo sentido, ¿qué importancia le da a que el analizando pueda utilizar su lengua materna en el tratamiento? Dicho de otra manera, ¿cómo cree que puede intervenir en el análisis? Y viceversa, un analista que no utilice su lengua materna para tratar al paciente, ¿cómo puede influir? para bien o para mal.

JAM.– Le doy muchísima importancia a los “metabolismos” lingüísticos durante el tratamiento y, en el caso de pacientes multilingües, a la elección o preferencia del idioma privilegiado. La aparición de asociaciones de palabras en otro idioma nunca es casual y contiene siempre un significado que, aunque no siempre fácil de descifrar, es fundamental en el desarrollo de los senderos inconscientes y de sus interacciones con el subconsciente y el inconsciente.

Asimismo, la elección de no usar la lengua materna frente a la posibilidad de poder hacerlo es de por sí indicativa de defensas y a veces, la única posibilidad de aventurarse en la exploración de las partes más profundas de sí mismo.

Recuerdo un episodio muy emocionante de un paciente que, durante el proceso analítico (en que había elegido un idioma que no era el materno), pudo derrotar sus defensas y con emoción pronunciar palabras profundamente reprimidas de su idioma materno.

De gran interés fue el caso de un joven voluntario a participar en la investigación de algunos aspectos psíquicos en estado de hipnosis. Durante estos episodios investigativos, terminada la situación hipnótica se conversaba y se investigaba junto a estos jóvenes voluntarios el impacto de tal experiencia. Este muchacho tuvo un sueño (durante el estado hipnótico) en el cual hablaba en un idioma que sostenía ni saber, ni conocer. Tratamos de entender qué significado podía tener esta experiencia. Mientras el muchacho seguía tratando de entender, puesto que efectivamente no comprendía ni siquiera el exacto significado de las palabras pronunciadas en el sueño, de golpe recordó que le habían contado en la familia que de muy pequeño había tenido una niñera extranjera. ¡Ciertamente, tales experiencias se prestan a no pocas hipótesis sobre cuales defensas están en juego!

TdP.− En un momento de globalización y grandes migraciones, ¿qué importancia sigue dando a la lengua en la vida emocional de las personas y en el duelo migratorio?

JAM. – La misma de antes, y quizás la difusión de algunos aspectos que antes no se conocían, ha facilitado la importancia de los traductores en tales circunstancias, como por ejemplo en las entrevistas efectuadas con migrantes apenas llegado a un país, para ellos extranjero.

TdP.− Hace más de treinta años que usted ha reflexionado sobre la identidad de género en la relación analítica –el género del analista y del analizando− ¿cuál es su punto de vista en la actualidad?

 JAM.– No ha cambiado mucho. Lo que ha cambiado es la disposición creciente a comprender cuanto sea de complicada esta situación y cómo la investigación analítica deba prevalecer sobre algunos conceptos prejudiciales en relación a las identidades en juego.

TdP.− En el momento actual existe un debate importante sobre el género, en parte iniciado por el movimiento feminista, en parte por los grupos de LGTB. ¿Podría decirnos cómo ha evolucionado su punto de vista? ¿Cómo le sirve el psicoanálisis para entender este movimiento social?

 JAM.– Creo que para nosotros, los analistas, es fundamental estar al servicio de comprender la experiencia individual de cada paciente, al punto que diría que lo que debe prevalecer es in primis la comprensión profunda y diferente de cada caso, más allá de ideologías compartidas.  Así siempre se aprende más, aunque a veces se corra el riesgo de hacer prevalecer la ideología sobre la realidad. Una cosa es el mundo de la “legislación” y otra cosa son las experiencias individuales en cada caso.

Desde el punto de vista de la legislación, si miramos al pasado ha habido muchos cambios. Es a nivel individual que la situación es más compleja y varía de persona a persona, de sociedad a sociedad y de país a país.

TdP.− Y las relaciones madre hija, ¿cree que el actual papel de la mujer en la sociedad ha cambiado aspectos de esta relación?

 JAM.– Creo que depende –desde un punto de vista social– de la sociedad a la cual nos estamos refiriendo, a veces en el ámbito de un mismo país o de una misma familia.

Creo que podríamos encontrar abuelas que son, a veces, más liberales que las madres y viceversa.

TdP.− Durante los últimos años las neurociencias y la neurobiología han dado grandes avances en el conocimiento de la mente humana. ¿Qué piensa de los actuales descubrimientos? ¿Cómo ve la relación entre psicoanálisis y neurociencias?

JAM.– Creo que cada uno puede aportar al otro con tal que se reconozcan las fundamentales diferencias y aplicaciones.

TdP.− En el mundo actual se pide evidencia científica para todo, y se acusa a menudo al psicoanálisis de ser una disciplina no validada científicamente ¿cómo ve la investigación en psicoanálisis? ¿Cree necesario que se realice? Si es así, ¿qué características cree que debería tener esta investigación?

JAM.– Yo no pienso que el psicoanálisis sea, in primis, una ciencia; efectivamente, se encuentra en un espacio muy difícil de definir. A menudo la tentativa de definirla como una ciencia me inquieta puesto que limita su espacio y sus inmensas variantes, y más cuanto vemos como varían entre sí mismos los individuos, ellos y ellas.

TdP.− Durante los años 90, usted fue secretaria y vicepresidenta de la IPA, por ello debe conocer a fondo el mundo del psicoanálisis a nivel internacional, ¿cómo ve el momento actual en las instituciones psicoanalíticas?

JAM.– Las veo con una cierta inquietud, mayor o menor según las diferentes asociaciones y países. Temo que algunos elementos psicoanalíticos fundamentales puedan confundirse con prácticas afines a preferencias institucionales de tipo político o a veces presentes en la “colonización” psicoanalítica en países ajenos. Por ejemplo, una de las confusiones que más me inquietan es la tendencia a confundir la teoría con la terapia aplicada. Para ser más precisa: la confusión entre psicoanálisis y psicoterapia. Pienso que son muy diferentes, aunque en el ámbito de un proceso psicoanalítico puedan existir momentos prevalentemente psicoterapéuticos. La diferencia importante está en quién recibe la terapia y qué formación profesional ha tenido la persona que practica la terapia.

TdP.− Hace años usted dijo que el psicoanálisis está siempre en crisis, ya que se trata de un tipo de conocimiento que se renueva a sí mismo, que revisa sus conceptos, que aprende más a partir de la experiencia clínica. ¿Qué conceptos del psicoanálisis cree que son vigentes hoy en día, es decir, cuáles aguantan mejor el paso del tiempo?

JAM.– Sería muy difícil responder a la pregunta así formulada. Pienso que la mayor parte de los conceptos psicoanalíticos siguen vigentes y la crisis a la cual me refería es en sentido positivo. O sea, crisis en el sentido de un permanente movimiento y ampliación de conocimientos, así como a las posibilidades de ampliar y adecuar la aplicación del psicoanálisis a la diversidad de patologías y también de confirmar y/o agregar conocimientos en función de cambios sociales.

TdP.− Por otro lado, en estos momentos el psicoanálisis padece un descrédito notable, en parte probablemente por los cambios de valores en la sociedad. ¿Qué lectura hace a nivel social de la marginación y el desprestigio del psicoanálisis a nivel cultural, después de haber marcado el pensamiento del siglo XX?

JAM.– Creo que en la actualidad no es solamente el psicoanálisis que padece de descrédito que, sin embargo, no resulta en muchos países que han solicitado y siguen solicitando ayuda para desarrollar grupos psicoanalíticos.

Desde un punto de vista puramente psicoanalítico le diría que la exploración profunda de sí mismo crea defensas, y quizás una de las más fáciles es lo que llamamos la “negación”.

TdP.− Una de sus preocupaciones a lo largo de los años como formadora de analistas, ha sido la diferenciación entre psicoterapia y psicoanálisis. ¿Cómo ve a día de hoy la diferencia entre psicoanálisis y psicoterapia psicoanalítica, un tema controvertido desde hace años, y sobre el cual usted ha escrito?

JAM.– Sigo manteniendo las mismas opiniones al respecto. Vuelvo a afirmar que una psicoterapia no es lo mismo que un análisis. Y la misma psicoterapia no se ejerce de la misma manera según si el terapeuta es un psicoanalista, un psiquiatra tout court organicista o un psiquiatra psicoanalizado, un psicólogo o un psicoterapeuta, es a su vez distinto según si ha sido analizado o no. Solo para mencionar un aspecto, una psicoterapia ejercida por un psiquiatra no puede tocar sin riesgo algunos aspectos profundos que pueden ser peligrosos y que un analista que está ejerciendo una psicoterapia con encuentros frecuentes estaría en disposición de percibir los peligros y contaría con las técnicas para afrontar aspectos vulnerables en el paciente. Asimismo, una psicoterapia hecha por un psicoanalista no es la misma que aquella ejercida por un profesional que no ha tenido ni siquiera una experiencia personal de terapia.

TdP.− Durante muchos años usted ha ejercido como analista didacta, y ha participado en Comités de Formación psicoanalítica de la API ¿cómo ha cambiado la formación en estos años? y ¿qué considera usted que continúa siendo esencial en la formación de psicoanalistas?

JAM.– Lo que considero aún esencial en la formación psicoanalítica es un profundo análisis personal hecho con un analista didacta. ¿Qué significa un analista didacta? Es un analista experto y que hasta hace pocos años (en la mayoría de las sociedades) era valorado como apto para tal ejercicio por una comisión especial y después de varios años de práctica. Al que eventualmente se le requerían presentaciones o publicaciones. Esto ha cambiado en algunas sociedades y en algunos casos ha sido objeto de discusión y conflictos en la IPA. Algunas sociedades no diferencian entre analistas y analistas didactas, en otras sociedades para ser analistas didactas hay requisitos específicos.

TdP.− ¿Qué opinión tiene respecto de otro tema también debatido como es la modificación de los estándares de formación psicoanalítica? Y ligado con lo anterior, ¿qué opina del nuevo planteamiento de la API de la introducción de tres modelos de formación, el clásico de Eitingon, el francés y el uruguayo?

JAM.– Personalmente pienso que en muchas sociedades la rebaja de los estándares de formación no es en beneficio del psicoanálisis como práctica, ni como cultura psicoanalítica. En demasiados casos ha sido la consecuencia de soluciones de batallas de poder o de conveniencias de grupos de expansión del psicoanálisis in loco o en diferentes espacios del mundo.

Respecto a los tres modelos, para cambiar, como se decía frecuentemente, las batallas políticas se resuelven con soluciones “intermedias”. Esto es lo que pienso de los tres modelos de formación. Pienso que el Eitingon, aquel más afín a mi, y el método francés –que no es uno sino que son tres, casi cuatro–, como he tenido oportunidad de declarar y escribir, no tienen mucho en común entre ellos. Muchos dirían: “pero ¿cómo? Están presentes los tres elementos fundamentales: análisis personal (que en el caso francés no necesita ser ejercido por un didacta) las supervisiones y los seminarios. El modo en el cual se ejercitan y la relación temporal entre estos tres aspectos es, en general, diferente.

Esperando no crear demasiado revuelo, creo que la diferente formación ejercita una influencia en la indicación de los pacientes considerados como analizables o no analizables. Pero este aspecto requeriría muchas palabras más y ya ha sido objeto de mucha investigación y discusión.