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Teoría de los sueños y práctica psicoanalítica

 La teoría freudiana de los sueños propone esencialmente dos cuestiones básicas para la comprensión de su significado y su función. Las respuestas que propone, vienen a confluir en una sola observación: los sueños son una realización simbólica de un deseo inconsciente y, a través de esta realización simbólica, limitada al terreno mental y privada de convertirse en acción, cumplen la función de “guardianes del sueño”; o sea, permiten que el sujeto que sueña siga durmiendo, pues, en caso contrario, la tensión creciente del deseo insatisfecho podría llegar a despertarle. Freud nos dice que el soñante ha retirado las catexias dirigidas al mundo exterior y a sus relaciones con él y las ha concentrado en el propio Yo, volviendo así a un estado cercano al narcisismo primario. Pero la retirada de las catexias no es total y, además, es selectiva. Durante el sueño los estímulos intensos pueden despertar al durmiente y, además, el Yo permanece cualitativamente sensible o permeable a estímulos específicos (como ocurre con las madres que se despiertan al menor ruido procedente del bebé). Hay dos clases de estímulos que amenazan especialmente con perturbar el sueño: las ideas, preocupaciones, etc., provenientes de la vigilia, que conservan sus catexias, los que Freud llama restos diurnos; y los deseos e impulsos, especialmente los reprimidos o inconscientes (Freud, 1923). Teóricamente, el deseo puede proceder de los estímulos pulsionales internos o de los restos diurnos, pero, para que adquiera intensidad suficiente para amenazar la continuidad del dormir tienen que reforzarse entre sí.

Sueños de abajo arriba y de arriba abajo

El refuerzo de los restos diurnos desde los impulsos inconscientes produciría lo que Freud llama sueños de abajo arriba, y el refuerzo de los impulsos inconscientes desde los restos o preocupaciones diurnas, daría lugar a los sueños de arriba abajo (Freud, 1917). El deseo onírico se forma en el preconsciente de acuerdo con las leyes del proceso secundario y sólo por efecto de la regresión pasa al inconsciente (regresión topográfica), y se somete a las leyes del proceso primario (regresión temporal), incluida la característica tendencia onírica a la satisfacción alucinatoria. La satisfacción alucinatoria del deseo, distorsionada de esta forma por el proceso primario, a través de los mecanismos de condensación, desplazamiento, simbolización y dramatización, con el fin de esquivar la vigilancia del Yo que se opondría a la concienciación de elementos que han sido reprimidos por él, constituiría el sueño manifiesto que llega a la conciencia del durmiente y que sería algo así como un disfraz del sueño latente para hacerlo admisible por la conciencia. En última instancia, la función de este complicado proceso consistiría en satisfacer y resolver los estímulos-excitaciones que amenazan el descanso del durmiente si no se satisfacen-apagan (Freud, 1900, 1917, 1932).

Sin embargo, a pesar de que estas definiciones y conceptos sean aceptados y repetidos desde la obra clásica de La interpretación de los sueños, no hay que olvidar que son fruto de una investigación inicial que, aunque estableciera los fundamentos del psicoanálisis, no puede ser considerada en la actualidad como propiamente psicoanalítica. En primer lugar, porque el método psicoanalítico no estaba todavía desarrollado, y porque en aquella época Freud investigaba fundamentalmente sus propios sueños, por lo que no existía la relación psicoanalítica entre paciente y terapeuta en el marco o setting psicoanalítico actual. Freud había emprendido una aventura, la del autoanálisis, que sólo una persona genialmente dotada podía llevar a cabo y que, dado que analista y paciente eran la misma persona, podría considerarse desde nuestra perspectiva actual como metodológicamente opuesta a la relación psicoanalítica. No obstante, de esta investigación paradigmática propiamente no psicoanalítica nace y se desarrolla el método psicoanalítico en una especie de partenogénesis que, muy posiblemente, no es ajena a uno de los problemas fundamentales que la teoría psicoanalítica arrastra desde sus inicios: la insuficiencia de la formulación teórica para describir y dar cuenta de toda la riqueza y complejidad de la relación psicoanalítica y del mundo interno que se manifiesta a través de esta relación. Esta insuficiencia ha desembocado últimamente, a partir de la obra de Greenberg y Mitchell (1983), en una falsa oposición entre psicoanálisis freudiano, supuesta y reductivamente instintivista, y psicoanálisis relacional.

La dicotomía entre formulación teórica y realidad práctica es muy notable en la teoría de los sueños. Meltzer (1978), lo ilustra escogiendo uno de los sueños más conocidos del autoanálisis de Freud, el de La inyección de Irma, para contrastar la riqueza de su contenido y  las asociaciones del mismo Freud al sueño, con la aparente pobreza de la conclusión teórica final. Es evidente que, en tanto que la conclusión teórica reduce el sueño a la simple realización de un deseo, el sueño sirve en sí mismo, por la vía de las asociaciones espontáneas, como puerta de entrada al mundo interno del soñador, lleno de deseos y de conflictos y también de fantasías inconscientes en relación con los impulsos, los objetos externos e internos y su relación con el self, etc., etc. Meltzer dice:

Apartémonos por un momento de las conclusiones teóricas de Freud y veamos lo que nos parece aprender de la lectura de este sueño y de la riqueza del material asociativo que Freud aporta. Descubrimos que nos hallamos ante un hombre joven y ambicioso que ya ha realizado algunos estudios atrevidos con cocaína, de lo que se ha derivado alguna muerte; que está preocupado porque se ha metido en otros estudios arriesgados y porque sus amigos le abandonan… También nos enteramos de que él mismo es un poco hipocondríaco y que todavía sufre a causa de la muerte de algunas personas próximas, y encontramos referencias muy claras al hecho  que en el campo nebuloso de la psicología, echa de menos la mayor precisión de la química y de la anatomía… Por lo tanto, me inclino a sugerir que el examen de este sueño no corrobora el método que Freud decía seguir y que en la práctica, usaba el sueño como una “rentrée” en las líneas de asociación que revelaban la vida mental inconsciente de la persona. Tenemos pues, una muestra de la disociación entre el Freud clínico y el teórico. El primero se asoma a través del sueño a “la vida mental inconsciente de la persona”, a su mundo interno y a sus fantasías inconscientes; el segundo elabora una explicación teórica del fenómeno psicológico del sueño, otorgándole un significado (la satisfacción onírica del deseo inconsciente) y una función (la de proteger el dormir). Una cosa es la teoría psicoanalítica, que preocupa especialmente a Freud en esta época, y otra es la clínica psicoanalítica. La experiencia clínica indica que, al menos en el contexto de la relación psicoanalítica, los sueños tienen una función especialmente comunicativa de la vida mental inconsciente, lo que equivale a decir de la fantasía inconsciente.

Esta idea de que el sueño es una especie de ventana para asomarse al mundo interno de la persona y a sus profundidades inconscientes se encuentra con cierta frecuencia plásticamente expresada en los sueños de los pacientes. Así, por ejemplo, a las dos semanas de iniciar su tratamiento psicoanalítico, un paciente soñó que llegaba a una estación de tren donde sus padres le esperaban y le llevaban a una sala de torturas explicándole que no tenían más remedio que hacerlo así. Allí había un pasillo por donde iban pasando personas torturadas a las que él iba mirando por una ventana. Veía pasar una cara, que por la mañana le recordaba la de su analista, que le iba diciendo algo así como “todos estamos aquí”. El paciente se sentía horrorizado y gritaba que no quería estar allí, pero sus padres insistían en que se quedase. Después de explicar el sueño, profundamente afectado, el paciente dijo que se daba cuenta de que debía haber en él cosas que no había visto antes, que temía que fueran horribles y que tenía miedo a no resistirlo.

Dejando a un lado otras implicaciones del sueño, su contenido y la propia asociación del paciente, cuando dice que en él, en su mente y en su interior, debía haber cosas que no había visto antes, manifestaba claramente que el viaje (símbolo del análisis que iniciaba) le había llevado a encontrarse con unos padres internos —“todos estamos aquí”— que representaban también la parte de él mismo que quería emprender el viaje —análisis en oposición a la que temía no resistirlo—. En ese viaje no había más remedio, pues en el análisis no hay realmente otra alternativa, que hacerle asomar a la ventana de su mundo interno y mostrarle la galería de personajes atormentados que lo transitaban si quería salir del sufrimiento que le atormentaba. El sueño era la ventana a través de la cual, analista y paciente se asomaban por primera vez a este torturado mundo interno, para irlo comprendiendo y modificando.

Una segunda paciente “borderline”, que desplegó una intensa relación competitiva con el analista, soñó que visitaba un museo con las compañeras de escuela y estaba buscando el lavabo porque tenía ganas de orinar. Por fin lo encontraba y orinaba, pero se empeñaba en hacerlo de pie para que la orina dibujara una curva como la del chorro de los hombres, lo que conseguía inclinando más y más la pelvis. Después pensaba si la habría visto alguien y comprobaba, aliviada, que la ventana era pequeña y no tenía visibilidad; pero de pronto se daba cuenta que el lavabo no tenía techo y que estaba situado en medio de casas muy altas desde las que mucha gente podía haberla visto. En este caso el techo abierto, desde el que podía haberla visto mucha gente, representaba su propia cabeza, ideas y pensamientos abiertos al análisis y a través de los cuales se podía ver su fantasía inconsciente de tener un pene como el de su padre y el de su hermano. Así lo confirmó la propia paciente al recordar espontáneamente, sin que el analista hubiera formulado interpretación alguna, que cuando de pequeña empezó a ir a la escuela (en el sueño estaba con las compañeras de la escuela), creía que a ella le tenía que salir un pene como el de su hermano mayor, y le preguntaba a éste que a qué edad le había salido a él. También en este sueño está presente la imagen de una especie de ventana desde la que se pueden ver las fantasías del mundo interior y de la infancia.

Otro paciente, con sintomatología predominantemente voyeurista, soñaba repetidamente, que desde su ventana, miraba con anteojos hacia otra ventana y veía una pareja homosexual en pleno coito. Los detalles anecdóticos del sueño variaban, pero el tema era siempre el mismo. El análisis mostró la existencia de una fantasía narcisista inconsciente de coito homosexual consigo mismo que se proyectaba al otro lado de la ventana, aunque el mismo sueño, comunicado al psicoanalista, servía también de ventana para asomarse a esta fantasía y a la imagen de unos objetos internos (padres degradados) a quienes se les negaba una relación fecunda.

El sueño manifiesto, comunicación de la fantasía inconsciente

En un trabajo anterior sobre la fantasía inconsciente (Hernández, 1986), proponía que las fantasías, tanto las conscientes como las inconscientes, son siempre de carácter relacional porque expresan la relación del sujeto con un objeto en un doble nivel: el de la relación “objetiva” con un objeto externo; y el de la relación “subjetiva” con un objeto interno, ambos simbólicamente relacionados. Esta relación simbólica sería la misma que hay entre el sueño latente y el manifiesto; si consideramos el sueño manifiesto como una fantasía consciente simbólicamente representativa de la fantasía inconsciente de relación con los objetos internos (sueño latente). El postulado freudiano del sueño manifiesto como expresión distorsionada del latente, para que el Yo no descubra la satisfacción onírica del deseo reprimido, no es demostrable desde un punto de vista rigurosamente científico. El sueño latente nunca puede ser observado directamente, y su existencia sólo puede inferirse mediante la reconstrucción interpretativa del “trabajo del sueño”; o sea, del supuesto proceso mental que convierte el sueño latente en sueño manifiesto. Pero esta reconstrucción interpretativa, que nos lleva a los contenidos del sueño latente y a las vicisitudes que han sufrido supuestamente en el proceso de conversión del sueño latente en sueño manifiesto, tiene más interés teórico que clínico. Lo que como analistas observamos en la clínica, es el sueño manifiesto o mejor dicho, su relato; el latente no deja de ser una interpretación nuestra de algo que inferimos pero no observamos.

En la clínica psicoanalítica no parece que la función principal del sueño consista en satisfacer distorsionadamente deseos inconscientes reprimidos (sueño latente), para hacerlos aceptables por el Yo, sino la de abrir una ventana que permita asomarse al mundo interno del sujeto en análisis. En este sentido parece más práctico y más realista considerar clínicamente el sueño manifiesto, el relato que el paciente comunica al analista, como una forma peculiar de fantasía, que expresa elementos relacionables en el doble nivel de la realidad objetiva y de la subjetiva, de la externa y de la interna; o en términos psicoanalíticos, de la relación con los objetos externos y los internos.

Cuando, siguiendo a Freud, se parte de la preocupación por la función psicológica del sueño y la teoría del contenido latente del mismo, se llega a formulaciones interpretativas del deseo inconsciente y de su satisfacción oníricamente disfrazada en el sueño manifiesto. Estas, a menudo parecen tener poca importancia práctica en la cura psicoanalítica, pero contribuyen en gran manera a la disociación existente entre la teoría y la práctica. Un buen ejemplo, además del sueño de Irma ya citado, es el primer sueño de Dora. Freud, después de relatar este sueño y el rico conjunto de asociaciones relacionales obtenidas a partir del mismo, dice: “Bien, la interpretación del sueño me parecía entonces completa” y “la esencia del sueño podría formularse con estas palabras: padre, la tentación es muy fuerte; protégeme como solías hacer cuando era pequeña e impide que me orine en la cama”. En cambio, si dejamos aparte esta conclusión teórica y seguimos a Freud en el historial clínico de Dora, vemos cómo el sueño le permite asomarse al mundo interno de la paciente, a su relación con Herr K., con la mujer de éste y con sus padres, y a las fantasías inconscientes de la propia Dora en su relación transferencial con Freud. Tanto es así que Freud, cuando se libera de su preocupación teórica por la función psicológica del sueño, reconoce en el sueño de Dora una comunicación inconsciente de la alarma que siente ante una situación transferencial erotizada. Esta le permite hacer un descubrimiento clínico de gran trascendencia: el del valor de la transferencia en el análisis y de su capacidad de motivar una actuación, acting out, como en este caso fue la interrupción del tratamiento.

Es bien sabido, que en su teoría de los sueños, Freud suponía que el sueño latente se construía originariamente según las normas del pensamiento consciente; es decir, de acuerdo con las normas del pensamiento de proceso secundario (racional) y que las peculiares características del sueño manifiesto, propias del pensamiento de proceso primario con sus simbolizaciones, condensaciones, desplazamientos, expresión plástica, etc., se debían a la necesidad de eludir la censura disfrazando el contenido del sueño latente para engañarla. De acuerdo con esto, la actividad del proceso primario sería requerida secundariamente y con una finalidad defensiva, para que el sueño latente pudiera burlar la censura del Superyo y hacerse consciente.

A pesar de que en la práctica clínica, la labor del psicoanalista consiste fundamentalmente en comprender la actividad del proceso primario, propio de la fantasía inconsciente, tal como se manifiesta sobre todo en los síntomas, los sueños, la transferencia y las fantasías inconscientes de los pacientes; es frecuente que en la teoría nos encontremos con la paradoja de considerar el proceso primario como un mero residuo arcaico. De hecho, observamos continuamente, al menos en el terreno de lo afectivo, que el proceso primario es una forma de funcionamiento mental tan importante y tan activa como la del proceso secundario (Rycroft, 1979). Pero dado que la fantasía inconsciente es un tipo de pensamiento regido por las normas del proceso primario, una posibilidad a tener en cuenta en la teoría de los sueños es que el sueño manifiesto no fuera una simple deformación intencionada del latente. Para ello, se usaría el simbolismo, la condensación, el desplazamiento y la dramatización, como creía Freud, sino como un pensamiento análogo a la fantasía inconsciente, y formulado ya originariamente con características propias del pensamiento de proceso primario, gracias a las condiciones peculiarmente regresivas del fenómeno onírico. Esto estaría de acuerdo con la tendencia a valorar cada vez más, en la práctica clínica, el sueño manifiesto como expresión directa de la fantasía transferencial. En algún pasaje poco comentado de su obra, Freud reconoce explícitamente la función comunicativa de los sueños en el análisis. En Notas sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños (1923), por ejemplo, dice:

Es muy posible que los sueños que se tienen durante el psicoanálisis consigan sacar a la luz más extensión de lo reprimido, que los sueños que se tienen fuera del psicoanálisis. Pero esto no se puede demostrar, ya que las dos situaciones no son comparables: la utilización del sueño en el análisis es una cosa muy distinta de su propósito original. Por otra parte, no cabe duda de que la porción de lo reprimido que sale a la luz en los sueños con la experiencia psicoanalítica, es mucho mayor que con cualquier otro método. La explicación de esta observación sólo puede buscarse en alguna motivación poderosa, en alguna fuerza inconsciente, más capaz de reforzar los propósitos del análisis durante el sueño que en otras ocasiones. El que aquí se cuestiona no puede ser otro factor que la “complacencia” (compliance,[1] en la traducción inglesa) del paciente hacia el analista o, dicho de otra manera, la porción positiva de lo que llamamos transferencia (…).

Según la teoría freudiana, la función original del sueño es la protección del sueño, en el sentido de dormir, mediante la satisfacción del deseo onírico que lo perturba. Así lo ratifica el propio Freud cuando estudia psicológicamente el sueño de Dora, mientras que cuando lo investiga clínicamente, descubre una función comunicativa motivada por la transferencia. Sin embargo, la relación entre la función comunicativa del sueño y la transferencia, no puede limitarse a la “complacencia”. La cuestión sería, si los sueños sólo tienen esta función comunicativa cuando se manifiestan, “durante el análisis”, por un deseo de complacer (compliance en la traducción inglesa) al psicoanalista a causa de la transferencia positiva, como dice Freud; o si también la tienen intrínsecamente por su propia naturaleza dramática. Si los consideramos como una expresión dramatizada de las fantasías inconscientes, es de suponer que la función de la transferencia ha de ser más completa y fundamental que la de estimular la formación de sueños complacientes. En el mundo interno del paciente, el analista, convertido en objeto primario por efecto de la transferencia, tanto la positiva como la negativa, se constituye siempre en objeto del impulso, y por lo tanto, está siempre directamente implicado en la fantasía inconsciente que se dramatiza en el sueño.

En mi trabajo sobre la fantasía inconsciente (Hernández,1986), he recurrido frecuentemente a la comparación entre el pensamiento de Freud y el de Melanie Klein. El hecho de que esta autora centre su técnica en la relación de objeto, y por lo tanto, en la fantasía inconsciente como expresión de las relaciones objetales primitivas, esta se refleja en la utilización clínica de los sueños y en el hecho de que el sueño manifiesto, no se considere simplemente como una expresión disfrazada del sueño latente, sino como una fantasía inconsciente de la relación transferencial con el objeto externo. La fantasía del analista, en su doble vertiente de objeto real y objeto transferencial, se abre paso a la conciencia en la situación regresiva del sueño y permite el acceso a fantasías inconscientes primarias más fundamentales y estructurantes. En Notas sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños (1923), Freud dice:

Es posible distinguir entre sueños de arriba abajo y sueños de abajo arriba, siempre que la distinción no sea demasiado estricta. Los sueños de abajo arriba son los provocados por la fuerza de un deseo inconsciente (reprimido) que ha encontrado la manera de ser representado en alguno de los residuos diurnos. Se les puede considerar como la irrupción de lo reprimido en la vida de vigilia. Los sueños de arriba abajo corresponden a pensamientos o intenciones del día anterior, que durante la noche han conseguido obtener algún refuerzo del material reprimido que se encuentra apartado del Yo. Cuando sucede así, el análisis no suele tener en consideración este aliado inconsciente y consigue insertar los pensamientos latentes del sueño en el contexto del pensamiento de vigilia. Esta distinción no requiere modificación alguna de la teoría de los sueños.

No se entiende bien por qué Freud afirma que esta distinción no requiere modificación alguna de la teoría de los sueños, a menos que, de acuerdo con la hipótesis que propongo en este trabajo, la distinción se refiera a la función de los sueños en el análisis. Es decir,  a su función comunicativa (que es la que utilizamos en el análisis), y no a su función psicológica (la de proteger el descanso del soñante), con lo que no haría falta modificar la teoría psicológica de los sueños. Además, los sueños de arriba abajo serán la expresión de los restos diurnos de impacto emocional mayor, que en el análisis son corrientemente los que se refieren a la relación transferencial. Así pues, estos sueños constituyen un ejemplo de la función comunicativa de las fantasías inconscientes de relación con el objeto externo —analista—, y con el objeto interno, representado por el analista en su función transferencial. Nos comunicamos, de arriba abajo, el contenido de la fantasía inconsciente fundamental (vínculo entre la pulsión y el objeto primario), a través de la fantasía inconsciente actual (vínculo entre la pulsión y el analista), siempre partiendo del supuesto que la segunda tiene un carácter transferencial respecto de la primera.

Intentaré ilustrar estas diferencias entre la teoría freudiana de la función psicológica de los sueños, la protección del dormir, y su concepción clínica como medio de comunicación de la fantasía inconsciente. Comentando el relato de dos sueños analizados por Klein y aportando después diversos sueños extraídos de mi propia práctica psicoanalítica. En Notas sobre algunos mecanismos esquizoides (Melanie Klein, 1952), esta autora narra el siguiente sueño:

Una paciente soñó que se las tenía que haber con una niña mala que estaba decidida a matar a alguien. La paciente intentaba influir en la nena o controlarla, con el fin de conseguir una confesión que sólo podría beneficiarla, pero no lo conseguía. La analista también intervenía en el sueño y el sentimiento de la paciente era que podría ayudarla a tratar a la nena. Después la paciente colgaba a la nena de un árbol para atemorizarla y también para impedir que hiciese daño. La paciente se despertó del sueño cuando estaba a punto de estirar de la cuerda y matar a la nena. La analista también estaba durante esta parte del sueño, pero una vez más permanecía inactiva. “Me limitaré a citar – dice Klein – las conclusiones a las que llegué en el análisis de este sueño. En el sueño la personalidad de la paciente estaba escindida en dos partes: una era la nena, la nena mala e incontrolable; y la otra, la persona que intentaba influir en ella y controlarla. Naturalmente, la nena también representaba figuras del pasado, pero en este contexto representaba principalmente una parte del self de la paciente. También resultaba que la persona a quien la nena iba a matar era la analista, y que mi función en el sueño consistía en parte en evitar que este asesinato se llegase a cometer. La muerte de la nena, a la que la paciente tenía que recurrir, representaba la aniquilación de una parte de su personalidad.

Desde nuestro punto de vista actual, no nos interesa ahora cómo llegó Klein en su trabajo analítico a tales conclusiones, sino el hecho de que éstas, que son la esencia de la interpretación del sueño según la propia autora, indiquen que en el sueño manifiesto está expresada la fantasía inconsciente de la paciente acerca de la relación de su self con los objetos internos. En este caso son, por una parte, la nena mala y la madre a quien quiere matar, y por otra, la nena buena y la madre a quien quiere salvar. El sueño manifiesto era, pues, una clara expresión de cómo la nena buena, la parte del self de la paciente que estaba dispuesta a analizarse y progresar, se las tenía que haber con la nena mala que, por el contrario, estaba dispuesta a matar a la analista, y por lo tanto, a matar también a la propia parte del self de la paciente que quería analizarse. Naturalmente, aunque Klein no lo diga porque su interés en el momento de relatar este sueño se centraba en mostrar la disociación del self, esta fantasía transferencial era la expresión directa, desplazada más que disfrazada, de una fantasía primaria, la de una doble relación parcial con una madre buena y con una madre mala, que había estructurado la personalidad de la paciente, de tal manera, que esta doble relación se repetía en todos sus vínculos personales, y especialmente, en el vínculo transferencial con la analista.

Otro sueño, relatado en Envidia y Gratitud (Melanie Klein, 1957),es el de un paciente que, en una fase ya avanzada de su análisis, soñó que tenía un hermano delincuente que había cometido un crimen grave. Le habían recibido en una casa y allí había robado y matado a sus habitantes:

El paciente estaba profundamente perturbado por este hecho, pero creía que tenía el deber de ser fiel a su hermano y salvarlo. Huían juntos e iban a parar a un barco. Aquí el paciente asoció el sueño con Los Miserables de Víctor Hugo y mencionó a Javert, personaje que había perseguido toda su vida a un inocente, siguiéndole hasta las cloacas de París, donde se escondía. Pero Javert acabó suicidándose al darse cuenta de que había dedicado toda su vida a una causa equivocada. El paciente prosiguió después con el relato del sueño, en el que él y su hermano eran arrestados por un policía que miraba con simpatía al paciente, lo que le hacía concebir la esperanza de que, al fin y al cabo, no sería ejecutado. En cuanto al hermano, parecía que le había abandonado a su destino. El paciente se dio cuenta enseguida de que el hermano delincuente era una parte de sí mismo. Precisamente, hacía poco que había usado la expresión “delincuente” para referirse a pequeños detalles de su propia conducta. Recordemos aquí que este mismo paciente se había referido en un sueño previo a un chico delincuente con el cual no se podía entender. El paso hacia la integración al que me estoy refiriendo se podía apreciar en el hecho de que el paciente se hacía responsable del hermano delincuente y de que los dos estaban “en el mismo barco”. Interpreté el crimen de robar y matar a las personas que le habían recibido amigablemente como sus ataques fantaseados al analista y me referí a su ansiedad, frecuentemente expresada, de que el deseo voraz de sacar el máximo de mí pudiese dañarme. Relacioné esto con la culpa precoz respecto de su madre. El policía amable representaba al analista que no le juzgaría duramente y que le ayudaría a librarse de la parte mala de sí mismo. Además, apunté que en el proceso de integración había reaparecido el uso de la disociación, tanto del self como del objeto, como quedaba demostrado por el hecho de que el analista figuraba en un papel doble: como policía amable y como Javert perseguidor, el cual al final se quita la vida y en el cual estaba proyectada también la ”maldad”del paciente.

Melanie Klein introduce este sueño en un pasaje de su obra con la intención de mostrar el proceso de integración del self y de los objetos en el curso del análisis. Lo he mencionado aquí porque ilustra cómo el sueño manifiesto es en sí mismo una fantasía que muestra el mundo interno con sus pulsiones, sus objetos, y las correspondientes fantasías inconscientes que los vinculan. Los impulsos destructivamente voraces del paciente se vinculan a la fantasía inconsciente de un objeto atacado y dañado: la madre (es de suponer que es lo que Klein quiere decir cuando habla de la culpa en relación a la madre), y la analista en la transferencia. En otro nivel, consecuencia de éste, la fantasía inconsciente es persecutoria, la destructividad es proyectada y la fantasía inconsciente es la de un self inocente perseguido por un objeto “malo”. De hecho, en el mundo interno hay por lo menos dos partes del self (dos hermanos, el inocente y el delincuente) y dos objetos (el bueno, representado por el analista al que hay que salvar y el policía amable, y el malo, representado por la analista dañada y el Javert perseguidor). Todo esto está claramente expresado en el sueño manifiesto, que implica por parte del paciente un conocimiento inconsciente de su mundo interno y una manera de comunicarlo a la analista a través de la descripción dramatizada del sueño.

De mi propia experiencia psicoanalítica he escogido primero dos sueños breves que ilustran de qué forma el contenido manifiesto del sueño, considerado en el contexto de la relación con los objetos internos o de la externalización transferencial con el analista, es una manifestación casi directa de fantasías inconscientes primarias; en este caso de la relación inconsciente con el propio cuerpo o con partes de éste.

En el primer sueño, el paciente, depresivo, solterón de edad madura y obsesivamente preocupado por ideas de contenido sexual y ético, veía como él mismo llevaba el timón de un barco aguas abajo de un río. En las manos tenía una bomba que podía explotar de un momento al otro. El problema era cómo desprenderse de la bomba sin hacerse daño ni hacer daño a nadie; como no podía tirarla porque en el río había muchas embarcaciones y gente en las orillas, la única solución era continuar río abajo hasta llegar a mar abierto y tirarla allí. Este sueño estaba precedido en la misma noche por otro, aún más simple, en el que alguien salía de una tienda en el desierto gritando que se le había caído el pene o que se le había atrofiado o que era impotente. Como sabíamos que la preocupación más inmediata y consciente del paciente durante los últimos días era que había sufrido varios cólicos renales a causa de un cálculo enclavado en el uréter, no hacía falta desmembrar el sueño en sus elementos e investigarlos asociativamente, según la clásica técnica freudiana, para descubrir los elementos latentes del sueño y reconstruir su significado inconsciente (latente).

El mismo sueño manifiesto podía considerarse en conjunto como una fantasía de la relación del paciente con el cálculo como objeto interno amenazador y peligroso que había que evacuar uréter (río) abajo. Pero el problema era cómo hacerlo sin dañar a nadie ni dañarse él mismo. Simbólica y conscientemente este paciente vivía todo impulso sexual como una bomba interna que se había de evacuar inmediatamente, y las frecuentes depresiones que sufría estaban relacionadas con este conflicto de cómo desprenderse de su sexualidad sin hacer ni hacerse daño. En la fase del tratamiento en que se encontraba había ido adquiriendo una clara conciencia de que sus mecanismos de defensa, principalmente la inhibición sexual y la evacuación proyectiva de los impulsos sexuales (también en el sueño había que evacuar la bomba), le habían hecho mucho daño, desertizando su vida afectiva y dejándole como si se le hubiese caído el pene o lo hubiera perdido (como en el sueño de la tienda en el desierto).

El segundo sueño es de una paciente, también soltera y con una sintomatología predominantemente histérica, en la cual destacaba una gran facilidad para la expresión corporal de sus fantasías inconscientes. El sueño, que le hizo despertarse “aterrorizada”, era simplemente que se había engordado dieciséis kg de golpe y que pensaba cómo se las arreglaría si era imposible comer menos porque ya estaba comiendo sólo lo imprescindible. Este sueño, aparentemente absurdo, si se aísla del contexto relacional del análisis, era no obstante, la expresión de una fantasía inconsciente muy próxima a la de su contenido manifiesto. La paciente había recordado el sueño precisamente cuando yo le interpretaba algo relacionado con su deseo de succionarme ávidamente, como una esponja; y lo introdujo en la sesión diciendo: “Ahora que usted habla de succionar, esta noche he tenido un sueño que me ha hecho despertar aterrorizada”. El contexto de la relación analítica era muy especial: la paciente estaba pagando unos honorarios muy reducidos por una particular situación personal y, unos meses antes de la sesión del sueño, superado el problema económico, yo había propuesto un aumento de honorarios que equivalía a cien pesetas por sesión. La paciente, sin ninguna justificación razonada, no lo aceptó, y yo me ofrecí a continuar trabajando con los mismos honorarios de antes, en espera de aclarar las motivaciones de su negativa, que parecían complejas pero que estaban en parte relacionadas con su necesidad de succionar como una esponja, expresión que ella misma había utilizado tiempo atrás en relación con el recuerdo de un episodio infantil de dipsomanía. El día antes del sueño me había pagado los honorarios de las dieciséis sesiones del mes anterior sin aceptar la regularización de honorarios que le había planteado y era evidente que los dieciséis kilogramos que se había engordado de golpe se referían precisamente a esto (dieciséis billetes de cien que se ahorraba igual a dieciséis kilogramos que se engordaba).

Pensando en la diferenciación que he propuesto (Hernández, 1986), entre fantasías inconscientes propiamente dichas o primarias (que serían originalmente inconscientes y tendrían una función estructurante de la personalidad) y fantasías inconscientes secundarias (originariamente conscientes y reprimidas), podría decirse que en el sueño del primer paciente, aparece como fantasía primaria la sexualidad vivida como un objeto interno amenazadoramente explosivo (una bomba), equiparado a la sexualidad localizada en el pene, y del cual hay que desprenderse aunque sea desprendiéndose del propio pene, “se me ha caído el pene”. El sueño manifiesto, el de la bomba en el barco que va río abajo, sería una fantasía secundaria, una dramatización simbólica de la fantasía primaria basada en una experiencia real y consciente de un objeto extraño y amenazador situado en las vías urogenitales (el cálculo en el uréter).Experiencia que, precisamente por su contenido simbólico, evoca la fantasía primaria y se constituye en puente de paso para poder llegar a ésta.

También el sueño manifiesto de la segunda paciente se puede considerar como una fantasía secundaria, igualmente basada en una experiencia real, que sería expresión de una fantasía inconsciente primaria: la del bebé que se siente poseedor exclusivo del pecho materno, hasta el punto, de poder succionarlo y vaciarlo sin ninguna correspondencia afectiva. De hecho, el carácter estructurante de estas respectivas fantasías primarias se reflejaba claramente en la personalidad de los dos pacientes: el primero viviendo siempre en un estado de renuncia a la sexualidad y con un sentimiento depresivo de haber perdido alguna cosa vital, de estar desvitalizado (desertizado, en el sueño); la segunda, aterrorizada frecuentemente bajo la amenaza de intensas ansiedades persecutorias y claustrofóbicas, y llevando una vida relacional pobre y fundamentalmente parasitaria.

Otro ejemplo de cómo el sueño manifiesto no es un simple resultado de la distorsión del sueño latente, sino que se construye como una fantasía dotada de una función comunicativa en el análisis, es el sueño de un niño que continuaba viniendo a las sesiones regulares del tratamiento a pesar de que su madre, sin decirme nada, le había llevado a la consulta de otro psiquiatra que había afirmado rotundamente que el niño no estaba enfermo y que no necesitaba ningún tipo de tratamiento. Este niño, atrapado entre un psiquiatra que le trataba “intensivamente” y otro que le decía que no tenía nada, permanecía en las sesiones conmigo en un estado de tensión evidente, sin poder hablar de lo que le pasaba; me explicó sin embargo que había soñado que tenía un cáncer y que le atendían dos médicos, uno que le decía que su enfermedad era muy grave y que se podía morir, y otro que le decía que no le pasaba nada. El sueño manifiesto era una expresión directa del conflicto que vivía. En este caso no hubo posibilidad de analizar el sueño más profundamente, pero era evidente que el niño me comunicaba con el sueño algo de lo cual no podía hablarme directamente.La fantasía que constituía el sueño era la réplica casi exacta de la situación real que vivía entre el analista que le aplicaba un tratamiento intenso (en este caso la psicoterapia psicoanalítica de dos sesiones semanales), como si tuviese una enfermedad grave, y el médico que le decía que no le pasaba nada. A pesar de todo, en el sueño había un elemento nuevo (el cáncer que sí que tenía en el sueño) que constituía posiblemente el puente hacia fantasías inconscientes básicas de contener un objeto interno invasor y destructivo que le podía matar.

Hay un tipo de sueños de un valor comunicativo especial, sobre el que muchos analistas han llamado la atención y en el que querría insistir aportando un par de ejemplos que me parecen muy adecuados para ilustrar la relación entre fantasía y estructura mental. Me refiero a los sueños, que en el principio del tratamiento, vienen a ser una fantasía de cómo será el curso de la terapia y de la relación paciente-analista, a veces con un carácter premonitorio.

Por ejemplo, un paciente con rasgos de personalidad acentuadamente narcisistas, que se expresaban conscientemente con sentimientos de superioridad cercanos a la omnipotencia, y un desprecio extremo hacia cualquier persona que ocupase una posición superior a la suya, soñó el día antes de empezar el tratamiento psicoanalítico que estaba al lado de Franco en la tarima de una sala de conferencias donde había gente joven a la que aquél tenía que dirigir la palabra. Franco vacilaba y hablaba con voz temblorosa, insegura, casi tartamudeando y con tan poca habilidad que el paciente, con aire protector y para evitarle hacer el ridículo, le decía: “Mira, Franco, tú no sabes hablar a la gente joven; vale más que interrumpamos la conferencia y que vuelvas al Pardo; yo iré unos cuantos días a enseñarte cómo hay que hablar a los jóvenes y luego ya lo podrás hacer mejor”. Desgraciadamente, esta fantasía onírica resultó premonitoria, una auténtica profecía de cómo sería el tratamiento hasta su interrupción precoz: una demostración constante de que él era mucho más capaz de analizar (hablar a los jóvenes, en el sueño) que yo. Yo podía ser el psicoanalista al cual había acudido en demanda de ayuda, pero transferencialmente era el padre dictador (Franco) que abusaba de un poder injustamente arrebatado, y que en el fondo, necesitaba del paciente para aprender a “hablar a la gente joven”, lo cual, en las asociaciones al sueño, significaba dirigir, educar, y en último término, psicoanalizar. De hecho, vino unos pocos meses a mi consulta (el Pardo, en el sueño) y después se despidió felicitándome por todo lo que yo había aprendido durante aquellos días, seguro de que a partir de entonces, ya lo haría mucho mejor y podría ayudar a personas más necesitadas que él.

Es fácil en este caso aplicar el esquema que he propuesto para clasificar las fantasías inconscientes. Hay una fantasía inconsciente primaria, básica y permanente, que forma parte de la estructura mental del paciente y que, en resumen, vincula un Yo omnipotente con unos objetos internos envidiados y menospreciados. En el vínculo con la realidad externa, esta estructura mental genera fantasías secundarias que son expresión simbólica de la primaria y que, si bien en condiciones normales no hacen otra cosa que modular el componente afectivo de la relación con el mundo externo, en casos patológicos pueden condicionarla hasta el punto de llegar a convertirla en una confirmación de la fantasía. La realidad está entonces al servicio de la confirmación de la fantasía inconsciente, de la misma manera que, para este paciente, el análisis no era más que una ocasión para demostrarse a sí mismo su superioridad sobre el padre-analista-Franco. El carácter premonitorio del sueño se debe a que es la expresión de una fantasía inconsciente primaria, que al formar parte de la estructura mental del paciente, expresada en su personalidad narcisista, condiciona su relación con los objetos externos y tiende a transformarla en una repetición de la relación con los objetos internos. Si la estructura mental no es modificada por el análisis, el sueño tiende a realizarse en la relación transferencial como una fantasía actuada, y de aquí su carácter premonitorio.

Otro sueño en el inicio del análisis, repetidamente actuado en la transferencia, que esta vez no resultó tan acertadamente premonitorio como el de Franco porque el tratamiento pudo abordar las fantasías inconscientes primarias y modificarlas, modificando así la estructura mental, es el de una paciente “borderline”. Esta paciente, al poco de iniciar su análisis, soñó que iba a la carnicería y que se peleaba con la carnicera porque le daba bistecs cuando ella había pedido “costillitas de lechal”. Durante su análisis pasó mucho tiempo pidiendo atenciones especiales, principalmente caricias, que correspondían, tras un superficial velo de erotización, a una demanda muy infantil de atenciones maternales, “costillitas de lechal”, y reaccionaba con crisis de rabia explosiva cada vez que se sentía frustrada porque lo que se le ofrecía eran “interpretaciones-bistec”. El sueño inicial de la carnicera ya era la fantasía dramatizada de una situación interna, en la cual la fantasía primordial era la de una relación con un objeto interno frustrante; con una madre, según sus recuerdos conscientes, que le había negado las atenciones que ella necesitaba y se las había dado a su hermano. No es de extrañar pues, que la sintomatología de la paciente estuviera presidida por unos celos rabiosos, que aparecían exacerbados en algunas situaciones transferenciales como expresión sintomática y dramatizada de la fantasía inconsciente.

Finalmente, para acabar de ilustrar la hipótesis de que el sueño manifiesto contiene en sí mismo una fantasía dramatizada de la relación transferencial —entendiendo la relación transferencial en su doble contenido de relación con el analista como objeto actual en la que se revive y se reproduce la relación con objetos internos del pasado—, que tiene un valor comunicativo del mundo interno del paciente, relataré un sueño más complejo para la comprensión del cual se ha de reproducir una sesión entera y tener en cuenta la situación del tratamiento psicoanalítico en conjunto y de la sesión precedente en particular. Para la comprensión del material será útil saber que corresponde a una fase avanzada (cuarto año) del tratamiento psicoanalítico de la paciente del sueño de “las costillitas de lechal”, que era muy sensible a las separaciones (fines de semana, vacaciones, días de fiesta), que provocaban ansiedades muy intensas y movilizaban mecanismos de defensa muy regresivos. La sesión que reproduzco corresponde a un jueves anterior a un viernes festivo, o sea, la última antes de un fin de semana más largo de lo normal y cerca de las vacaciones de Pascua; es decir, de una separación más larga.

La paciente empezó la sesión explicando que había soñado que envenenaba a su hija mayor dándole a beber un veneno para perros e indicándole que se acostara después. Todo con una gran frialdad. Mientras miraba a la niña se decía a sí misma que le tenía que quitar los pendientes y la medalla de oro, que no le harían ninguna falta cuando estuviese enterrada. Pensaba que la enterrarían al día siguiente y que sólo sería un momento, un mal rato y ya está, pero luego empezaba sufrir porque todo lo había hecho con tanta frialdad, y no se atrevía a entrar en la habitación de la niña para ver si ya se había muerto o todavía no. Pensaba que si no estaba muerta, tal vez aún estuvieran a tiempo de hacer un lavado de estómago, y finalmente, después de muchas dudas y sufrimientos, llamaba por teléfono a un pueblo cercano (San X) para que viniesen a hacerle el lavado. Al explicarlo, comentó que no entendía por qué llamaba a ese pueblo, que es pequeño, cuando ella vive en una ciudad importante. Ya despierta, se puso a llorar y explicó al marido que había soñado que la nena moría envenenada, pero nada más, ya que ni siquiera se atrevía a pensar que era ella misma quien la había envenenado en el sueño. Insiste en lo terrorífico que es pensar en la frialdad con que lo hacía todo: “¿cómo es posible que haya soñado una cosa así?… No hay más asociaciones; sólo un silencio durante el cual da la impresión de que estuviera como paralizada por el horror y el sentimiento de culpa.

Le expliqué que este sueño parecía dramatizar lo que había estado haciendo ayer y los últimos días en el tratamiento: matar fríamente el análisis (una nena ya mayor) y le recordé cómo ayer mismo, en la sesión, despreciaba cínicamente al análisis y al analista, y manifestaba con una frialdad sorprendente que abandonaría el tratamiento (lo mataría), aunque sólo fuera para fastidiarme. Le indiqué también, cómo al lado del miedo a sentirse capaz de una cosa así, había también el horror de poderlo hacer y el intento de salvar el análisis (haciendo el lavado de estómago, en el sueño). Aunque se tranquilizó visiblemente, intentó negar la interpretación diciendo que ella no había soñado conmigo y que igualmente hubiera podido soñar que mataba un gato y no la hija. Insistí en que la hija (en la sesión de ayer también recordaba que había nacido en circunstancias muy difíciles, que estuvo muy enferma y que la sacó adelante con mucho esfuerzo), representaba esta nena-paciente que estamos sacando adelante entre los dos, con mucho esfuerzo, que también estaba muy enferma al principio y que ahora siente que ya es mayorcita y que está mejor. ¿Sería capaz de matarla fríamente?

Reconoció que era verdad lo de la frialdad de ayer y recordó que, después de la sesión (que era la última de mi jornada), pasó con el coche por delante de mi despacho y me vio salir. Le pareció verme abatido, preocupado, y pensó con pena: “quizá le he agobiado”. Continuó negando la interpretación, aunque ya sin convicción. Luego se refirió a que estos tres próximos días festivos serán para mí tres días de descanso preciosos y eso le da rabia, me los querría quitar.

Lo relacioné con las tres joyas que en el sueño quería quitar a la nena antes de enterrarla, y como se acercaba el final de la sesión y tenía curiosidad por el posible significado de pedir auxilio al pueblo de San “X”, le pedí asociaciones sobre ese pueblo y me sorprendió diciéndome inmediatamente que, hacia el principio del análisis le pareció verme pasar en coche por la carretera que va de San “X” a Barcelona, y pensó que yo veraneaba en San “X” y que iba cada día a Barcelona. Así pues, la salvación tenía que venir de San “X”, donde, según la imaginación de la paciente, veraneaba o pasaba los fines de semana su analista. La demanda de ayuda al pueblo de San “X” expresaba la esperanza de que el análisis pudiera salvar a la niña-paciente.

Acabó la sesión explicando que tenía mucho miedo a las vacaciones de Pascua. No podía apartar de su mente el recuerdo de que fue después de unas vacaciones de Pascua que abandonó su primer análisis con otro analista, y precisamente cuando empezaba a sentirlo bueno. Este recuerdo recuperado al final de la sesión parece confirmar el temor de la paciente a envenenar el análisis-niña precisamente porque lo sentía bueno, posiblemente porque este sentimiento incrementaba sus celos y envidia hasta el punto de querer envenenar el análisis e impedir que el analista disfrutara de los tres días preciosos que no estaría con ella, sino con alguien que en la fantasía inconsciente representaba al hermano menor. El sueño comunicaba dramatizadamente este conflicto, y también el deseo y la esperanza de poder comunicarse con el analista (llamar a San “X”) para que la salvara.

Este sueño, comprendido en el contexto de la sesión y de los cuatro años previos de psicoanálisis, es una fantasía cuya naturaleza comunicativa sobre la relación transferencial y el mundo interno de la paciente, aparece clara en el contenido manifiesto. Ilustra cómo el sueño manifiesto expresa de forma dramatizada la naturaleza de la relación transferencial y de sus conflictos; conflictos entre los impulsos destructivos y los reparadores, entre el amor y el odio, entre la gratitud y la envidia (Melanie Klein, 1957). Otros enfoques psicoanalíticos hubieran podido centrarse en otros temas relacionados, según la orientación teórica de cada analista. Por ejemplo, si el psicoanalista estuviera más interesado en la supuesta significación del sueño latente y tendiera a pensar en ese sentido, quizás hubiera “descubierto” material complementario que le permitiera, por ejemplo y a título especulativo, encontrar un posible simbolismo genital fálico a los pendientes y la medalla de oro; y afirmar que el sueño realizaba el deseo inconsciente de apoderarse del pene del analista y que el sufrimiento vivido en el sueño era el resultado de la intervención punitiva del Superyó. Y es posible que todo esto fuera cierto, sobre todo si pensamos que esta paciente era la misma que de pequeña esperaba que le saliese un pene como al hermano y que en otro sueño se empeñaba en orinar como un hombre. Pero la interpretación de estos contenidos latentes, no directamente expresados en la fantasía dramatizada del sueño manifiesto, nos hubiera alejado del drama psicológico de la transferencia en su significado más inmediato y dinámico; la intolerancia a la separación, la envidia y la rabia por los “tres días preciosos” de los que disfrutaría el analista y el miedo a matar el análisis apreciado y que se repitiese la experiencia vivida con el primer analista. Es decir, la de enterrar el análisis cuando lo empezaba a sentir “bueno” y hacerlo precisa y contradictoriamente por este motivo.

Este último sueño nos lleva a plantear la posibilidad de que algunos sueños, tal y como suponía Silberer (Silverer, 1914, citado en Rapaport, 1951), admitieran dos interpretaciones simultáneas: la “analítica” y la “anagógica”. Según Rapaport (1951), Silberer no estaba de acuerdo en que para la formación de símbolos oníricos, fuese condición necesaria que el símbolo tuviera relación con la sexualidad, y basándose en su experiencia con los “fenómenos autosimbólicos”, creía que además de la interpretación analítica relativa al deseo sexual infantil, los sueños eran susceptibles de una interpretación a nivel más abstracto, más “elevado” (anagógico). El ejemplo que describe Silberer muestra claramente cómo el pensamiento abstracto, cuando el individuo lucha por continuar pensando en un estado de somnolencia, se traduce directamente en imágenes y es dramatizado. Describiendo un sueño propio, Silberer dice literalmente:

Aunque extremadamente somnoliento, antes de dormirme me esforcé en comparar las opiniones de Kant y de Schopenhauer respecto al tiempo. Tras diversos intentos inútiles, intenté fijar en mi mente los argumentos de Kant y luego dirigí mi atención hacia los de Schopenhauer. Pero, cuando quise volver a pensar en Kant, su tesis se me había escapado irremisiblemente. El esfuerzo inútil para recuperar aquello que debía estar perdido en alguna parte de mi mente, mientras permanecía en la cama y con los ojos cerrados, se me representó súbitamente, como si soñase, en forma de símbolo perceptivo: me vi a mí mismo pidiendo información a un secretario perezoso que, apoyado sobre su pupitre, no me hacía caso, y que durante un momento, se espabiló y me lanzó una mirada de rechazo y desaprobación.

Este fenómeno, que Silberer llama “autosimbólico” porque simboliza el estado y el funcionamiento mentales del individuo, es comparable a un sueño manifiesto como simbolización dramatizada y directa de un pensamiento de vigilia. Aunque Freud (1923) se muestra refractario a aceptar esta posibilidad de doble interpretación, en realidad no la niega, de hecho, parece muy coherente con los conceptos freudianos de condensación y sobredeterminación. Además, este doble nivel (analítico y anagógico) parece fácilmente superponible al concepto freudiano tardío de sueños de abajo arriba y sueños de arriba abajo (Freud, 1923). En los primeros predominaría el contenido analítico (en relación con el impulso reprimido) y en los segundos predominarían los pensamientos abstractos de la vigilia. Puesto que, como he dicho anteriormente, para la persona que está viviendo la experiencia del tratamiento psicoanalítico, los restos diurnos tienen siempre un contenido transferencial referible a su relación consigo mismo a través de la relación con el analista, la interpretación de los sueños—tal como se ilustra en los sueños que he presentado y especialmente en el de la nena envenenada—se parecería a la interpretación anagógica de Silberer, aunque complicada por el hecho de que los pensamientos abstractos de la vigilia contendrían ya en sí mismos una expresión simbólica y transferencialmente dramatizada de fantasías inconscientes primarias. Silberer también cree que la traducción del pensamiento abstracto a imágenes en el estado de somnolencia, se realiza porque el pensamiento en imágenes es más “fácil” (requiere menos gasto de energía), y más primitivo y regresivo; lo que concuerda completamente con mi hipótesis del sueño manifiesto como expresión directa en el estado regresivo del sueño, del pensamiento de proceso primario.

 

Referencias bibliográficas

Freud, S. (1917). A Metapsychological Supplement to the Theory of Dreams. Standard Ed. XIV.

Freud, S. (1900). The Interpretation of Dreams. Standard Ed. IV y V.

Freud, S. (1923). Remarks on the Theory and Practice of Dream-Interpretation. Standard Ed. XIX.

 Freud, S. (1938). An Outline of Psycho-Analysis. Standard Ed. XXIII.

Greenberg, J.A. and Mitchell, S.A. (1983). Object Relations in Psychoanalytic Theory. Harvard University Press.

Hernández, V. (1986). La Fantasia Inconscient a la Pràctica Psicoanalítica. Revista Catalana de Psicoanàlisi. Volumen III (2). pp. 221-237.

Klein, M. (1957). Envidia y Gratitud. Envy and Gratitude and Other Works. The Hogarth Press.

 Klein, M. (1975). Notas Sobre Algunos Mecanismos Esquizoides. Envy and Gratitude and Other Works. The Hogarth Press.

Meltzer, D. (1978). The Kleinian Development. Pertshire. Cunie Press.

Rapaport, D.  (1950). On the Psycho-Analytic Theory of Thinking. International Journal of psychoanalysis. (31). pp. 161-170.

 

Resumen

Desde el punto de vista de la práctica psicoanalítica, los sueños tienen una función fundamentalmente comunicativa de la fantasía mental inconsciente, y proporcionan al analista una puerta de entrada en el mundo interno del soñador, a través de la transferencia y la regresión al lenguaje primitivo en imágenes. El sueño manifiesto puede considerarse como un pensamiento análogo a la fantasía inconsciente, que se formula originariamente con las características propias del proceso primario, gracias a las condiciones regresivas del proceso onírico. Estos conceptos se ilustran con ejemplos de sueños, procedentes de la práctica psicoanalítica del autor, en los que se revaloriza la función comunicativa del contenido manifiesto del sueño en relación con la fantasía inconsciente transferencial. Desde este punto de vista, la función de los sueños durante el psicoanálisis sería fundamentalmente comunicativa.

Palabras clave: fantasía inconsciente, sueño latente, sueño manifiesto, proceso primario.

 

Abstract

From the point of view of psychoanalytical practice, dreams have a fundamental communicative function of transmitting unconscious mental phantasies and allowing the analyst to penetrate in the dreamer’s internal world. The manifest dream can be considered as thought analogous to the unconscious phantasy which, at the beginning is formulated by way of the regressive conditions of the onirical process, and bearing characteristics that belong to the primary process. These concepts are illustrated with examples of dreams sprung from psychoanalytical practice, in which the communicative function of the dream’s apparent dreaming is reconsidered in the light of the unconscious transference phantasy.

Key words: unconscious fantasy, latent dream, manifest dream, primary process

 

Víctor Hernández
Psiquiatra. Psicoanalista con función didáctica SEP-IPA
vhernandez54@hotmail.com

 

 

(Traducido del catalán por el autor. Revisión actualizada del publicado en la Revista Catalana de Psicoanàlisi, Vol III. (2). ,1986)

 

 

 

[1] en este contexto tiene el sentido de “disposición a estar de acuerdo con”.