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Introducción

Este escrito recoge algunos datos sobre cómo afectó la pandemia a la población infanto-juvenil al cumplirse un año de habernos encontrado con la primera ola de la infección por COVID-19. En un año, de marzo del 2020 a marzo del 2021, ya habíamos atravesado la segunda y la tercera ola y la cuarta ola se asomaba cuando la mesa redonda organizada por DANA, en mayo del 2021, tuvo lugar. Parecía que esta pesadilla tocaba a su fin, pero no fue así. 

Mientras recogemos estas notas, en julio de 2021, la variante delta del virus ha originado una quinta ola. Este nuevo azote, con una parte importante de la población de nuestro entorno ya vacunada, no ha tenido la morbilidad ni mortalidad que tuvieron las primeras olas. Pero el efecto acumulativo debido a las restricciones, al estrés y al sufrimiento que han ido generando a su paso, se ha hecho sentir a nivel emocional en la población general y especialmente en la población infanto-juvenil. Se ha hablado de una pandemia paralela en el campo de la Salud Mental Infanto-Juvenil, por el aumento de descompensaciones ansiosas, depresivas, trastornos de la conducta alimentaria y trastornos de estrés postraumático. 

Desde nuestra experiencia en un Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil (CSMIJ), donde atendemos de forma ambulatoria a una población del Área Metropolitana de Barcelona, hemos asistido al desbordamiento de nuestros servicios hospitalarios, tanto de ingreso a tiempo completo en hospital psiquiátrico como de ingreso a tiempo parcial en el hospital de día. Todo esto durante el otoño e invierno 2020-21. Pero esta situación no ha terminado, aunque el verano y el buen tiempo, junto con la disminución de la presión escolar por las vacaciones estivales supongan una nueva tregua. 

En esta exposición diferenciaré dos grupos de población afectados: adolescentes con problemas de salud mental y adolescentes de la población general. 

Pero antes de acabar esta introducción, citaré la última publicación del historiador José Enrique Ruiz-Domènec, L’endemà de las grans epidèmias, (“El día después de las grandes epidemias”). En esta obra, el autor relaciona algunas de las graves pandemias que han azotado a la Humanidad con los grandes cambios sociales que las han seguido. A la peste de Justiniano y Teodora en el siglo VII le sucedió el primer esplendor del Islam, a la peste negra del siglo XIV le siguió el Renacimiento, la Ilustración surgió tras las pandemias del siglo XVIII y, el predominio del pensamiento científico tras la gripe española de 1918. Es decir, que la Humanidad reacciona frente a estas sacudidas creando nuevos sistemas de valores socioculturales. Parece que esto está en el ambiente que respiramos sin saber muy bien todavía lo que va a pasar o hacia dónde vamos. Nos encontramos pues ante un malestar desencadenado por la pandemia, pero que nos permite pensar en una crisis y en un período de cambios sociales frente a los que de momento nos falta perspectiva.

Adolescencia y afectación específica en esta etapa vital

Nuestros jóvenes adolescentes se encuentran sumergidos en este contexto mientras atraviesan su propia crisis, la que les es propia por la edad. Cabe preguntarse cómo van a salir adelante en este momento de transición socio cultural con tantas  restricciones y miedos, pues son circunstancias que limitan lo que les es fundamental en la construcción de su identidad: la relación con sus iguales.

La adolescencia es una etapa de la vida compleja, afloran conflictos no resueltos de etapas anteriores y si no se encuentran las respuestas adecuadas para contener, elaborar y reconducir aquello que quedó encallado, esta situación interna constituye un factor de vulnerabilidad y un riesgo de descompensación emocional frente a las adversidades. El adolescente afronta ansiedades y cambios físicos y psíquicos. Ansiedades que tienen que ver con el temor de quedar atrapado en un mundo que ya le queda pequeño, el de la infancia (ansiedades claustrofóbicas) y las ansiedades por la perspectiva de enfrentarse a un mundo que, de momento, aún le viene grande, el mundo de los adultos. Va a descubrir y desarrollar recursos personales para los nuevos retos de la vida. Para ello, estos jóvenes tendrán que ir tomando distancia en la relación con sus padres trasladando dependencias emocionales y sentimentales hacia otras figuras importantes. El grupo de iguales toma fuerza y es indispensable para el desarrollo de la identidad. Cada generación respira la atmósfera de los tiempos o de la época en la que transcurre esta etapa vital que le es propia. Por eso cada generación es diferente de la anterior, porque el contexto social, cultural e histórico ya es otro. Julio Moreno, psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, dice que los niños se parecen más a su época que a los padres (Webinar IPA, 2020).

Con la primera ola del COVID-19 y el primer confinamiento de marzo a junio 2021, podemos decir que fueron muchos  los factores que jugaron un rol al irrumpir de súbito en la vida emocional de chicos y chicas: el cierre de las escuelas, la alteración de las rutinas, los cambios en los hábitos del sueño, el dejar de realizar actividades deportivas y lúdicas, la convivencia estrecha con la familia, el tipo de vivienda, las tensiones intrafamiliares pudiendo llegar a la violencia en casos extremos  (Paricio del Castillo,  Pando Velasco, 2020) o, en el polo opuesto, recibir la cura y atención afectuosa de los padres, mejorando así las relaciones intrafamiliares. También el uso o abuso de las nuevas tecnologías y el consumo de alcohol (OH) o drogas. Todo esto, fue más intenso con el confinamiento por la primera ola del COVID-19, pero se ha hecho sentir luego por la prolongación de las medidas restrictivas con la segunda y tercera ola de la pandemia.

Adolescentes con problemas de salud mental y primer confinamiento

Desde el CSMIJ nos ocupamos de una zona cuya población entre los seis y los dieciocho años oscila entre 10.000 y 13.000, de un total de unos 70.000 habitantes. 

Con el primer confinamiento que duró de marzo a junio del 2020, se implementó el teletrabajo bajo la directiva del centro y del CatSalut, ya fuese desde el CSMIJ, donde siempre había presencialmente dos clínicos y una administrativa, o desde nuestras casas o despachos particulares. Nuestro equipo disponía en aquel momento de una psiquiatra a tiempo completo y otra a media jornada, dos psicólogas a tiempo completo y una a tiempo parcial, una trabajadora social a tiempo completo, una enfermera una mañana por semana, una jefe de servicio psicóloga a tiempo parcial y una administrativa a tiempo completo. Se mantuvieron las programaciones de agenda y las primeras visitas. Esto nos permitió acabar, prácticamente, con las listas de espera puesto que no teníamos las derivaciones habituales que provienen de los Equips d’Assesorament Psicopedagògics (“Equipos de asesoramiento psicopedagógico” EAPS) y Árees Bàsiques de Salut (“Áreas básicas de salud” ABS) al estar todos confinados. Sin embargo, el CatSalut (Generalitat de Catalunya/Salut, 2021) publicó que, en el conjunto del país (Catalunya), el número de primeras visitas en los CSMIJ durante el período de marzo a junio del 2020 fue 38,61% menor que el registrado durante el 2019 durante las mismas fechas: “5.284 en el 2019 frente a 3.244 en 2020”.

Por mi parte puedo decir que fue un período creativo, marcado por un sentimiento de transversalidad, “la muerte nos iguala a todos”, y de generosidad, tanto por parte de los profesionales como de las familias atendidas. La adaptación de los usuarios fue muy positiva y lo definiría como de “calma antes de la tormenta” (Fegert, Ulrike, Schulze, 2020). A partir del mes de junio, el CatSalut nos facilitó una plataforma llamada videomedicina que es segura y de fácil manejo. El período anterior, de marzo a junio, nos poníamos de acuerdo con las familias respecto a la plataforma a utilizar en función de las que conocíamos y podíamos compartir. 

Haré un apunte sobre estos adolescentes afectados por problemas de salud mental durante ese primer confinamiento. Muchos de estos adolescentes afectados de Trastorno Mental (TM) a nivel sintomático mejoraron, aunque no todos. No todo fue negativo con el primer confinamiento. Muchas familias frenaron su ritmo laboral y pudieron encontrarse conviviendo con sus hijos y adaptándose a la nueva situación como siguiendo, por fin, aquella llamada de “más tiempo con los hijos” que surgió hace unos años desde un grupo de psicoanalistas de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP), junto con otros profesionales de la Salud Mental. Esto permitió a muchos padres aproximarse a las dificultades de estos chicos y comprenderles mejor. También el uso de la tecnología fue útil para mantener las relaciones sociales tanto las de los adultos como en la población adolescente. Si nos detenemos un momento en los diferentes subgrupos en función del diagnóstico nos encontramos lo siguiente: 

Trastorno del Espectro Autista (TEA)
Estos chicos y chicas que sufren por su especial manera de estar en el mundo, por sus dificultades de socialización, por los problemas de bulling, por el estrés por las exigencias escolares, se adaptó bien al repliegue social que implicó el confinamiento domiciliario. Llúcia Viloca, en la jornada del DANA de junio 2020, mencionaba la mejoría sintomática de este grupo. Amaia Hervás lo definía diciendo que “la tranquilidad de hoy será la angustia de mañana”, es decir que la angustia vendría con el desconfinamiento. De hecho, muchos de estos chicos y chicas afectados de TEA no utilizaron la autorización exprés para poder salir a pasear que el Ministerio de Salud propuso por ley en el Estado español. Muchos no querían salir por temor al contagio. Una publicación en España señala el aumento del estrés en los cuidadores (Paricio del Castillo, Pando Velasco, 2020).

Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH)
Mencionaré dos trabajos publicados tras el primer confinamiento, uno en Italia, en Roma, donde pasaron 992 encuestas online a familias con niños diagnosticados de TDAH (Melegari et al., 2021). Otro en Francia (Bobo et al., 2020) donde también pasaron encuestas a 533 familias. Pues bien, los resultados de la investigación italiana señalan que los niños con TDAH más funcionales o leves empeoraron, y los más graves mejoraron, tanto en el área conductual como en la emocional. En la publicación francesa señalan tres grupos que siguen la regla de los tres tercios, un 34% de la población afectada con TDAH empeora, 33% se mantiene igual y 32% mejora.  Estos resultados parecen relacionarse con la mejor o peor adaptación a la presión escolar y a la relación con los iguales. Algunos niños se beneficiarían con los cambios por el confinamiento al poder levantarse más tarde, trabajar a su ritmo y estar acompañados por los padres. El promedio de edad de los niños investigados oscilaba entre los 11 y los 12 años.

Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC)
El estrés relacionado con el temor al contagio se ha acompañado con aumento de rituales y compulsiones y las publicaciones revisadas, un estudio realizado en Dinamarca (Nissen et al., 2020), otro en Turquía (Tanir et al., 2020) y otro en China (Ji et al., 2020) todos muestran exacerbación de la sintomatología.

Trastorno por somatización
Un estudio multicéntrico efectuado también en Italia con pacientes afectados de cefaleas migrañosas mostró mejoría en la intensidad y frecuencia (Papetti et al., 2020).  Compartimos estos resultados con nuestra experiencia. Dos pacientes con abdominalgias resistentes pudieron acabar la ESO sin ninguna sintomatología desde el momento del confinamiento. 

Consumo de alcohol y tóxicos, en un caso que yo atendía, tras algún episodio crítico en el inicio mejoró al no poder salir del domicilio, luego se centró en una vida más saludable y en acabar el bachillerato.

No incluimos en este grupo todos los chicos y chicas atendidos por problemas adaptativos o de tipo emocional.

Adolescentes de la población general y pandemia

Según los estudios publicados que revisan investigaciones hechas en crisis similares anteriores (Virus SARS, Síndrome Agudo Respiratorio Grave en China, en el 2003, Gripe A en EUA en 2009) donde también hubo confinamientos y cierres de escuelas, los trastornos de ansiedad, depresión y de estrés postraumático aumentaron del orden del 20 al 30% en la población infanto-juvenil. También se menciona este aumento de descompensaciones durante la crisis financiera del 2007-2009 (Guessoum et al., 2020). 

En relación a la pandemia actual por Covid-19, en un estudio efectuado en China con 8.079 chicos y chicas de edad entre doce y dieciocho años, se reportaron prevalencias entre 30 y 40% de depresión y ansiedad, las chicas fueron las más afectadas (Zhou et al., 2020).

También el consumo de alcohol (OH) habría aumentado durante el confinamiento e inmediatamente después del desconfinamiento si se comparan cifras respecto al año anterior. Un trabajo publicado en Italia, en Trieste, en agosto del 2020, que estudió las consultas en servicios de emergencia y de urgencias por intoxicaciones OH, mostraba el aumento de las intoxicaciones durante el confinamiento y el desconfinamiento en población de los trece a los veinticuatro años: ”la frecuencia de las intoxicaciones severas por alcohol aumentó en un 88% durante la última parte del primer confinamiento y en un 11,3% con el desconfinamiento, en relación al año 2019” (Grigoletto et al., 2020).

 En nuestra institución se dispuso de un teléfono para atender emergencias, pero prácticamente no se utilizó, hubo muy pocas llamadas. Sin embargo, hay datos que señalan que las llamadas a servicios de emergencia en la ciudad de Barcelona aumentaron mucho durante el período del primer confinamiento, lo cual muestra el sufrimiento de las familias más vulnerables.

En el área poblacional donde se ubica el CSMIJ donde trabajamos, abundan las familias de clase media. Muchas de estas familias disponen de la red de apoyo que supone la familia extensa, es decir, los abuelos, éstos pueden ser un soporte fundamental en los momentos de crisis, como la crisis económica desencadenada por la pandemia del Covid-19. Pero también hay familias inmigradas que, aunque ya están integradas y adaptadas en el país, con los hijos nacidos aquí, no disponen de esta red de apoyo. Atendemos familias de países de América Latina, de Europa del Este y Rusia entre otros, que están mucho más solas a la hora de hacer frente a esta crisis, tanto a nivel económico como emocional. Este sería pues, un factor de vulnerabilidad para los adolescentes que se encuentran en estos contextos. Factor que se agrava cuando la familia es monoparental o los hijos son migrantes por reagrupación familiar. 

Con la prolongación de las medidas restrictivas, la llegada de la segunda y tercera ola de la pandemia, los pacientes que nos fueron derivados con Código de Riesgo de Suicidio activado se dispararon. En el área metropolitana de la que formamos parte se doblaron si se comparan cifras en marzo 2020 y marzo 2021 (comunicación institucional interna) y se han multiplicado por cuatro respecto al año 2016. El Código de Riesgo de Suicidio es una medida adoptada por el CatSalud en 2015 bajo la tutela de la OMS para tal de prevenir el suicidio en los jóvenes. Este código se activa en los servicios hospitalarios, generalmente en los servicios de urgencia de los hospitales cuando se estima que el paciente no necesita ser ingresado a pesar de su ideación autolítica. Entonces se deriva para tratamiento y seguimiento ambulatorio en los CSMIJ, donde debe ser atendido en el plazo de setenta y dos horas y ha de asegurarse el seguimiento, en principio, durante un año como mínimo.

Durante unos meses, de noviembre 2020 a marzo 2021, fue alarmante encontrarnos con un porcentaje tan elevado de descompensaciones, entre ellas los Trastornos de la Conducta Alimentaria acompañados de depresión, además de las psicopatologías o dificultades emocionales que se encuentran tras las conductas autolíticas y las tentativas de autolisis (TA). Respecto al aumento de los Trastornos de Ansiedad, Trastornos Depresivos y Trastornos de Estrés Postraumático, aún no disponemos de datos registrados. 

Las situaciones que nosotras nos hemos ido encontrando son de gravedad variable, pero la alarma social que ha generado tiene que ver con la limitación del número de camas hospitalarias disponibles para los jóvenes adolescentes con descompensaciones psiquiátricas graves y también con la limitación de plazas en hospital de día, ha pasado un poco como con la crisis sanitaria por la infección por Covid, que el problema es que se ha sobrepasado la disponibilidad sanitaria de atender casos graves. Pero también aquí hemos de diferenciar los casos que han necesitado de una atención intensiva, de los casos que hemos podido atender ambulatoriamente en los CSMIJ. En el próximo apartado citaré algunos ejemplos. Algunas TA respondían a un gesto impulsivo en un momento de desesperación, pero sin intencionalidad real de autolisis, o bien, a depresiones leves o estados de ansiedad. Las situaciones personales y las psicopatologías subyacentes, con sus factores de vulnerabilidad, se despliegan como un amplio abanico que han requerido intervenciones distintas.

Algunas breves viñetas clínicas

En su inmensidad, la serenidad del cielo azul 
parece invitarnos a abandonar la desazón 
y caducidad de la tierra (Esquirol, 2021).

María me dice que es mirando al cielo que encuentra sosiego. Tal vez pueda intentar así no autolesionarse. Habla poco y mientras habla tiembla toda ella. Refiere algunos conflictos con su grupo de iguales, un grupo de chicas “diez”, las mejores de la clase entre las que ella también se encuentra mientras cursa la secundaria. ¿Qué representa el cielo para ella?, ¿tal vez una huida de la realidad?, ¿tal vez entrar en una dimensión atemporal donde evitar el sufrimiento que conlleva el desarrollo y el crecimiento? ¿Sufre por su alto nivel de autoexigencia? Refiere que no hubo problemas durante el confinamiento ni el desconfinamiento de 2020. Es desde el inicio de este nuevo curso, en septiembre 2020, que sufre crisis de ansiedad y se autolesiona ¿Qué es lo que la perturba a tal extremo? ¿Tal vez con el primer confinamiento domiciliario colectivo  se acomodó a una situación regresiva en el seno de la familia y luego se vio sobrepasada por las exigencias escolares en un contexto de restricciones frustrantes? El grupo de amigas compite en un ambiente de tensión a lo largo del curso. Es a principios del verano 2021 cuando consultan en el CSMIJ. Sufre pensando en la rentrée del próximo curso, se autolesiona, se daña con cortes superficiales en miembros superiores e inferiores. La acompañamos y puede abrirse a nuevas relaciones amistosas con quienes compartir actividades lúdicas durante el período veraniego, deja de autolesionarse. Estamos con sus padres en la toma de decisiones que promueven la salud mental de su hija. Paralelamente, inicia tratamiento psicoterapéutico semanal en el sector privado.

Julia también se acomodó sin problema al confinamiento y desconfinamiento de 2020. Se lleva bien con sus padres y hermano. Pero al iniciar el curso (2020-2021), sufrió unas crisis de ansiedad y quedó bloqueada e incapaz de asistir a clase. Cursa la secundaria y tiene un buen rendimiento académico. En las entrevistas emergen y surgen en cascada duelos de la infancia no elaborados. La muerte de su abuela de cáncer, cuando ella tenía siete años. Un año más tarde, diagnosticaron a su padre de un cáncer y la chica lo puede verbalizar: “para mí la palabra cáncer era equivalente a la muerte”. Explica sus estrategias de aquel momento para que su padre sobreviviese “solo quería dormir con mis padres”. Puede hablar de su desazón cuando dos años más tarde su padre tuvo una recaída del cáncer: “entonces claudiqué”. Nos transmite la depresión silenciosa que siguió todo aquello y la repercusión negativa que supuso en la relación con sus iguales durante aquel período de la primaria. En las visitas, la ayudamos a poner en palabras sus temores actuales de contagio, temor a ser ella quién, al asistir al instituto, contraiga el virus y sea quien lo lleve a su frágil familia. Su madre y su hermano, además del padre, también son personas de riesgo por diferentes motivos. Pensamos en las ansiedades de convivencia (Recalcati, 2021), cuando aquello que es tan necesario y vital, la relación con los otros, representa un peligro de muerte.

Juan no pudo más cuando salió de un nuevo confinamiento durante la primavera 2021, esta vez por un caso de contagio en su clase. Decide acabar con todo esto y planea ahorcarse. Lo intenta en una estancia de la casa donde hay una barra metálica que pende del techo. Pero es poco habilidoso haciendo nudos y cae al suelo sin más. Entonces se va con sus amigos, abusa bebiendo alcohol y, en estado de ebriedad, les explica sus intenciones autolíticas. Los amigos reconducen la situación y los padres del chico lo llevan a un servicio de urgencias hospitalario que nos lo deriva con CRS activado. Es un adolescente inteligente pero impulsivo. Su hermana mayor es brillante y estudia en un país de otro continente donde vive una parte de la familia paterna. Juan, poco motivado con los estudios, cursa el bachillerato obligado por sus padres. Habla poco. Nos dice que en realidad no quería morir, pero no podía más. Las ansiedades de diferenciación respecto a sus hermanos, la dificultad en encontrar su lugar en la familia y en desarrollar su propia identidad, topan con unas limitaciones externas cuyas frustraciones no ha podido tolerar, y se ha desbordado. 

 Para finalizar

Recapitulando, hemos visto que en tiempos de crisis socio-económicas o de cambios por pandemias la prevalencia de las descompensaciones ansiosas, depresivas y las anorexias, aumentan en un 30% respecto a las cifras de años anteriores. Esto es una situación de alerta de cara a la importancia de implementar políticas sanitarias que tengan en cuenta esta realidad. Pero como toda crisis también esta situación que atravesamos puede suponer un reto madurativo que será tanto más fructífero cuanto más resiliente sea la persona y la población.  

Citaré antes de acabar a Yuval Noah Harari que, en un artículo de prensa publicado el 14 de marzo del 2021 decía que nunca antes la humanidad se había podido permitir dejar las actividades laborales y parar la producción sin provocar gravísimas hambrunas. Esto ha sido, decía el autor, gracias a la tecnología y a internet. Es una perspectiva que muestra el progreso de la Humanidad a pesar del malestar del presente. 

Aquí pues, cabe volver a la pregunta inicial, si estas crisis tan graves que atraviesan algunos de nuestros jóvenes adolescentes no tendrán que ver con algo que trasciende la pandemia y que les hace intuir los cambios socio-económicos del futuro. Cambios que afectan muchas áreas y que pueden implicar aprender otras maneras de vivir. Pensamos en la crisis climática o en los avances de la tecnología. Volviendo a Harari, en su libro Homo Deus dice que será difícil que en el siglo XXI se pueda vivir, a lo largo de una trayectoria vital, de una profesión aprendida, que los cambios tecnológicos obligaran a la población a reinventarse y readaptarse si se quiere seguir siendo necesario al sistema, la gran crisis sería dejar de ser necesario, no ser útil.

Muchos jóvenes se encuentran con estas dificultades para poder soñarse a sí mismos, soñar en su futuro. 

 

Referencias bibliográficas

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Resumen

Este artículo recoge algunos datos sobre cómo afectó la pandemia por COVID-19, durante el período de confinamiento y desconfinamiento del  2020-2021, a la población adolescente entre los 12 y 18a. Se diferencia la población atendida por problemas de Salud Mental de la población general, revisando algunas publicaciones y contrastando con la experiencia personal en un área de la zona Metropolitana de Barcelona.

Palabras clave: confinamiento, adolescencia, salud mental, ansiedad, depresión

 

Abstract

This article collects some data on how the COVID-19 pandemic affected the teenage population, from 12 to 18 years old, during the period of confinement and deconfinement in 2020-2021. The population treated for Mental Health problems is differentiated from the general population, reviewing some publications and contrasting with a personal experience in the Metropolitan area of Barcelona.

Keywords: confinement, adolescence, mental health, anxiety, depression.

 

Pilar Tardio Abizanda
Psiquiatra de adultos y de la infancia y adolescencia.
Psicoanalista SEP-IPA
pilartardio@hotmail.com