Nuestra vida desborda el hecho de estar vivos y cobra vitalidad cuando contacta con sus limitaciones, sus insuficiencias y su finitud. La incertidumbre de la creatividad evoca un confín que supone la opacidad de un “más allá”. Queremos crear, recrear y trascender porque en algún lugar sabemos que pasaremos al olvido y porque, asimismo, no queremos olvidar a aquellos que nos han dejado. Durante toda la vida elaboramos la tensión entre nuestra hostilidad y nuestro amor hacia aquellos que no están con nosotros o que, al menos, no lo están como nosotros desearíamos que estuviesen. En no pocas ocasiones creamos para oponernos a destruir y en otras, destruimos para poder crear.
Nuestro recorrido como seres humanos incluye un continuo procesamiento de las esperanzas y las desesperanzas del contacto con nosotros mismos, con nuestros prójimos y con nuestro entorno. Si bien el crecimiento mental alude al conmovedor desvelamiento de un contenido inconsciente o de una verdad histórica, creo que más bien se encuentra relacionado con la incesante elaboración de las fuerzas que nos conectan y desconectan con nuestras disímiles experiencias. Es precisamente en el seno de las divergencias y convergencias entre estas conflictuales emociones internas, donde germinan nuevas perspectivas y sentidos que nutren el crecimiento mental. La creatividad, la innovación y la vitalidad afloran en el espacio que habitan la interacción, el conflicto, la confusión y la reorganización, amenazando con echar a perder aquello que se sabía sólido, duradero y definitivo.
Considero que cuando pensamos en y con creatividad, nos encontramos oscilando entre lo estable y el cambio. La tradición y lo sabido tienen su lugar en el acto creativo enlazando con lo enigmático y lo ajeno. Recordemos la sugestiva afirmación de T.S. Eliot (1954) cuando enuncia: “un poema absolutamente original es un poema absolutamente malo”. Eliot nos ayuda a pensar que la absoluta novedad es solitaria, inaprensible, inaccesible… una ficción narcisista. Todos tenemos padres, maestros y modelos y si bien a veces nos cuesta reconocer que de ellos hemos mamado, nuestras propias creaciones recrean la creación, procreación y nutrición de nuestros ancestros. La creatividad es acompañada por una reflexiva mirada que, apuntando tanto al pasado como al futuro, descubre y resignifica a nuestros objetos, a nuestro self y a sus relaciones.
Coincido con Kristeva (1993) en que la creatividad refiere a una inagotable actividad semiótica. Kristeva sitúa a la creatividad entre un encuentro y un desencuentro y explica que la necesidad de encontrar un sentido y la imposibilidad de lograrlo están presentes en el proceso creativo para preservar nuestro espacio psíquico como un “sistema vivo”.
Barrera y contacto: el concepto de barrera de contacto
Apoyándome en el modelo de la “barrera de contacto”, quisiera proponer que la creatividad refiere a aquellas interacciones que toleran su paradójica doble cara, es decir, tanto barrera como contacto. Entiendo la creatividad en términos de un proceso de intercambios múltiples y concurrentes durante el cual las partes involucradas preservan sus esencias y a la vez se afectan mutuamente, tolerando diferentes grados de desorganización para reorganizarse posteriormente de una manera u óptica diferente.
Freud (1895) introdujo el concepto de “barrera de contacto” en su Proyecto de psicología. Hablando del flujo de excitación entre las neuronas, describe a la barrera de contacto como un mecanismo que tanto limita como posibilita el tráfico de la excitación de una neurona a otra. Freud introduce la idea de un contacto que incluye tanto transmisión como resistencia y, articula un punto de enlace y de separación. La “barrera de contacto” separa dos neuronas para posibilitar el contacto e intercambio entre las mismas.
Hoy en día entendemos desde la neurociencia que para que la información cobre relevancia las neuronas se conectan entre sí formando circuitos o redes que conforman el sistema nervioso. Las neuronas se conectan entre sí a través de las sinapsis, que si bien físicamente son una separación, funcionalmente son una conexión. La sinapsis funciona como una barrera de contacto, representando un espacio de unión y de separación, donde cada neurona resguarda su individualidad, pero al mismo tiempo establece un contacto con otra neurona (o célula) logrando la consecución de una comunicación e influencia no invasiva.
Si bien Freud desechó la publicación de su Proyecto de psicología, el cual se publicó póstumamente, es mi impresión que su concepto de “barrera de contacto” permanece activo en el trasfondo de sus reflexiones. En la carta cincuenta y dos a Fliess, por ejemplo, Freud (1986) refiere al carácter reelaborativo del psiquismo humano y escribe: “de tiempo en tiempo el material preexistente… experimenta un reordenamiento según nuevos nexos, una reescritura”. En El creador literario y el fantaseo, Freud (1907) afirma: “en verdad… solo cambiamos una cosa por otra; lo que parece ser una renuncia es en realidad una formación de sustituto o subrogado”. Freud destaca un recurrente proceso transformativo de construcción y deconstrucción semiótica que estimula el desarrollo mental. Cuando se interrumpe este transformativo proceso de interacción y reordenamiento según nuevos nexos (Freud, 1911), también se detiene el desarrollo mental.
En 1919 Freud nos explica sobre lo separado que inevitablemente vuelve a contactar: “Si conseguimos… librar de cierta trama a una moción pulsional, ella no permanecerá aislada: enseguida se insertará en una nueva”. Y en 1932 articula: “No podemos dar razón de la peculiaridad de lo psíquico mediante contornos lineales… más bien, mediante campos coloreados que se pierden unos en otros… Tras haber separado, tenemos que hacer converger de nuevo lo separado”. Freud refiere a la dificultad de acceder a lo psíquico a través de modelos lineales y podemos distinguir que propone que el mundo psíquico es mejor abordado a través de la paradójica doble cara de la barrera de contacto en la cual convergen encuentros y desencuentros internos, externos, sensoriales y mentales.
Bion (1962) utiliza el concepto freudiano de barrera de contacto para referirse a una función psíquica que simultáneamente regula la formación de límites y las formas del contacto. Bion propone que la barrera de contacto representa un punto de contacto y de separación entre elementos conscientes e inconscientes y un punto de contacto y separación entre el analista y el paciente.
Unos años más tarde, cuando Bion (1970) estudia la relación entre el continente y el contenido, identifica tres modalidades y destaca que solo una de ellas, la modalidad simbiótica, representa una relación fructuosa para ambas partes. La relación simbiótica evoca a la barrera de contacto, ya que representa un contacto que, respetando los límites de las partes, genera interacciones de amor y de odio, susceptibles a un aprendizaje fecundo y vital para las partes.
La idea que tanto Freud como Bion evalúan, es que el respeto a lo conservador y a lo estable, posibilita cambios y nuevas perspectivas. La barrera de contacto entrelaza con cuidado y sensibilidad, resguardando la esencia de los participantes. Sobre la base de estas protegidas esencias, se generan intercambios que promueven una considerada y equilibrada desestabilización de lo familiar y lo sabido. La barrera de contacto expone y protege a las partes en contacto, procurando entender y asociar nociones que rescatan nexos que parecían perdidos, inexistentes o impensables.
Klein intenta comprender la forma en que vamos conociendo al mundo, a los objetos y a nosotros mismos. Con este fin propone la noción de posiciones. El concepto de posiciones sugiere que inevitablemente vemos al mundo y a nosotros mismos desde una posición. El trabajo emocional que Klein focaliza se encuentra relacionado con la tensión del pasaje y el reconocimiento de que el mundo no es fragmentado y parcial, sino que existe una totalidad que Klein denomina objeto total. En forma por demás esquemática, Klein identifica que, en la posición esquizoparanoide, fragmentamos y desintegramos, creyendo estar accediendo a una totalidad y a un saber absoluto que obturan todo contacto creativo. En cambio, en la posición depresiva, si bien admitimos la existencia de un objeto total, sabemos con dolor que solo accedemos a él en forma parcial, arbitraria e idiosincrática. Klein nos acerca a la creatividad sugiriendo la inviabilidad de un sentido último y acabado y plantea que solo accedemos a una representación subjetiva y parcial de una inalcanzable realidad… Siempre abierta a nuevas conexiones, relecturas, y sentidos desde otras posiciones. Creo que podemos palpar el modelo de la barrera de contacto como enriquecedor de nuestras vidas a través del trabajo emocional elaborativo que Klein focaliza en la posición depresiva.
Segal (1974) añade un interesante aspecto cuando asocia entre la capacidad creativa y el contacto con la realidad. El creador nos explica, crea sin necesariamente conocer los motivos de su creación, pero su creación es creativa cuando contacta con la realidad. Entiendo que Segal destaca que la creatividad no representa una aislada e idiosincrática inventiva personal por más novedosa y original que esta sea, sino que la creatividad refiere a una disposición mental que incluye un más allá, un intento de comunicación y un movimiento hacia el otro. La creatividad intenta alcanzar una efímera verdad,que puede desvanecer en el intento, y aun así, incluye un acto de entrega a un semejante y una búsqueda de contacto.
Unidad, díada y tríada
Quisiera examinar distintos tipos de funcionamiento mental considerando sus grados de tolerancia a la barrera de contacto. Propongo que la paradójica dialéctica de la doble cara de la barrera de contacto es mejor preservada en el contexto de un modo de funcionamiento triangular, dedicado a la búsqueda de significados y símbolos a través del examen de compatibilidades e incompatibilidades. A diferencia del funcionamiento triangular, existen funcionamientos que persiguen “o compatibilidades o incompatibilidades” y fragmentando la doble cara de la barrera de contacto, privilegian sólo una de las mismas: “o la barrera o el contacto”. Podemos observar dificultades en tolerar las barreras de la barrera de contacto en las tendencias a la unidad (oneness) de “ser uno con el mundo”, que se manifiestan en anhelos de fusión, completitud y contacto ilimitado y que anulan el espacio de la barrera de contacto. Asimismo, podemos observar dificultades en tolerar el contacto de la barrera de contacto en las tendencias diádicas en las cuales una parte niega y excluye a la otra y que se manifiestan en anhelos de autosuficiencia y aislamiento enajenante y que vacían a la barrera de contacto de todo flujo comunicativo y de intercambio.
Por ejemplo, Carlos, de veinticuatro años, por las noches se siente atormentado por pensamientos e imágenes homosexuales que lo invaden y no le permiten dormir y durante el día trabaja en forma automática e ininterrumpida, intentando aislarse de los colegas de su trabajo, de sus pensamientos y de sus emociones. Carlos tiene grandes dificultades en tolerar la barrera de contacto y alterna de un polo al otro de la misma. Aflora la metáfora del “dique” para representar su situación. En sus horas de trabajo el dique permanece sellado evitando todo acceso de ideas y emociones y por las noches el dique se desvanece, sintiéndose totalmente inundado e invadido. Con el tiempo Carlos expresa que, cuando no hay sincronía entre nuestras ideas, siente que algo se desmorona entre nosotros y yo puedo pensar que, exponiendo mis diferencias, derrumbo a su insuperable plenitud, invadiéndolo homosexualmente con emociones e ideas que lo ahogan y perturban.
Considero que solo en el seno de la Tríada abierta a la paradoja de un movimiento entre dos partes separadas y a la vez interrelacionadas, se tolera la doble cara de la barrera de contacto. La tríada conlleva el esfuerzo por tolerar a un huidizo tercero, que escapa la síntesis de dos opuestos, se niega a ser encerrado en una u otra categoría semántica y se opone a ser reducido a uno de los polos binarios. Imagino entonces un contínuum entre un polo que manifiesta un exceso de permeabilidad unificadora (“soy todo”) y otro polo que manifiesta una marcada impermeabilidad diádica binaria (“o yo o el objeto”). Sugiero que, entre estos dos polos, es decir, entre las tendencias a la unidad con-fusional y las tendencias a la díada enajenante, se desarrollan nuestras experiencias de contacto, intimidad, dolor, imaginación, curiosidad y creatividad.
Propongo que la capacidad de tolerar la doble cara de la barrera de contacto, se encuentra asociada con nuestra capacidad de tolerar a dos padres suficientemente buenos en nuestro mundo interno. En términos primitivos, el niño, a pesar de las frustraciones que el pecho materno le ocasiona, preserva sus deseos y sentimientos de amor hacia el pecho a la vez que transfiere parte de ellos al pene paterno, que adquiere así atributos creativos y de satisfacción. La capacidad de sentir un pecho bueno junto a un pene bueno y más adelante, dos padres buenos, estabilizan la escena primaria. Dos padres buenos, suficientemente unidos para provocar sentimientos de celos y envidia, se encuentran también suficientemente unidos para contener estos sentimientos y las expresiones de rivalidad, deseo y agresión del niño. En este equilibrado marco triangular, el niño puede exhibir con mayor seguridad sus potenciales y competir con los padres rivales y queridos, mejorando gradualmente sus capacidades y sus talentos, que vuelve a corresponder a sus padres, en formas placenteras y reparativas. Esta matriz interaccional triangular que alberga heterogéneos escenarios edípicos es diferente del escenario popularmente descrito como complejo de Edipo, en el cual se desea a uno solo de los padres y se quiere eliminar al otro. Estos polos anti- triangulares, generan desamor y envolviendo al individuo en difusas ansiedades de aniquilación, inhiben la expresión y el desarrollo de las rivalidades, los deseos y las aptitudes y la creatividad.
Segal (1952) plantea que la creatividad es el equivalente psíquico de la procreatividad, es decir, el resultado de una actividad genital bisexual. Por consiguiente, una obra creativa puede responder a diversas motivaciones, pero expresa un estado mental creativo si la misma recrea a la fecundidad de la pareja parental. De la misma manera que el dolor, la culpa y la insatisfacción son inherentes al amor, la creatividad se sustenta en la hostilidad y el amor hacia nuestros padres internos, recreados en el acto creativo. La creatividad conecta dentro de los límites de la barrera de contacto, tanto a nuestro amor con nuestro odio como a nuestros padres queridos y rechazados, en una estimulante y fértil relación. De aquí que, si bien la pureza de la perfección puede ser bella, la misma no representa un estado mental creativo, ya que la creatividad conecta y pone laboriosamente a interactuar a diferentes aspectos de nuestro self… Ellos, atractivos, desagradables y horroríficos.
La barrera de contacto y la situación analítica
La situación analítica apunta a la posibilidad de recrear un espacio que tolera la paradójica doble cara de la barrera de contacto y encuentra en la transferencia a su privilegiada expresión, como zona donde entraman heterogéneas y simultáneas variables. Analista y paciente se ubican en la intemporalidad inconsciente de la transferencia y tolerando la irreductible doble dimensión del analista, tanto objeto transferencial como objeto real, van recorriendo el pasado y el futuro, reproducidos en la inmediatez emocional del encuentro analítico. Así, van brotando imprevistos significados y “verdades subjetivas” sobre el paciente y sus objetos, hasta entonces desconectadas, impensables o repudiadas.
Por ejemplo, Dani, de seis años, se anima a preguntar: “Cuando le pego a Nieves (su perro) ¿él entiende que yo soy malo o entiende que él es el malo?”. Dani es un niño maltratado por su padre y su pregunta concierne tanto al maltratador (¿el golpeador es malo?) así como al golpeado (¿el golpeado es malo y merece los golpes?). Podemos observar que Dani explora ambos aspectos (golpeador y golpeado) y que ambos son parte de su self. Es más, podemos advertir cómo el pasado influye sobre el presente (papá me golpea y yo golpeo como él) y como el presente influye sobre el pasado (si Nieves y yo somos a veces molestos, entonces no solo soy un niño maltratado y papá no sólo maltrata, sino que tal vez, también intenta educar). Al poder pensar creativamente, Dani va resignificando a su self y a sus objetos, a la vez que va afianzando un entretejido mental capaz de absorber nuevas experiencias, que, a su vez, expanden y enriquecen su mentalidad.
El diálogo analítico no se limita a un mero intercambio de materiales, como comer lo que el analista provee o evacuar excesos o excrementos. La tolerancia a “la barrera como al contacto”, posibilita que los intercambios analista-paciente puedan ser sufridos (Bion, 1970) como experiencias que nos informan sobre nosotros y sobre nuestros objetos. Por ejemplo, el comer puede estar contándonos que lo que tenemos adentro no es necesariamente nuestro y, evacuar las heces puede estar informándonos que lo que tenemos adentro no es necesariamente aceptado o estará adentro para siempre. Lo que sentimos y pensamos nos cuenta sobre nuestra personal forma de tejer nuestros procesos psíquicos, a la vez que incluye y admite otras formas de ver y sentir. Este mutuo interés auto reflexivo y hacia el “otro” y “otras” potenciales reescrituras, refleja la identificación con una pareja parental genuinamente protectora de la vida. Desde esta inspiradora identificación, podemos contemplarnos como participantes y como observadores, y relacionarnos dedicada y reflexivamente con nuestra y otras mentes, lo cual propicia una circulación de significados que desorganizan y reorganizan nuestra mente y sus vínculos, en formas creativas, previamente impensables.
Sin embargo, los imprevistos entrelazamientos que se despliegan en la barrera de contacto y sus inciertos efectos, conectan con lo caótico, lo amorfo y lo incontrolable, amenazando a nuestro psiquismo. De aquí que, en mayor o menor medida, todos tendamos a protegernos de estas amenazas refugiándonos en la ilusión de una fusión que diluye alteridades y genera un “sentimiento oceánico” de una plenitud bella en sí misma. En otras ocasiones, apuntamos a la ilusión de una desligada y paradisiaca existencia, autosuficiente e indiferente a todo estímulo. Es por esto que, durante el proceso analítico, el analista irá siguiendo las reacciones del paciente hacia los frutos del trabajo analítico, como un indicio de su tolerancia tanto al contacto como a la barrera del diálogo analítico: ¿Se encuentra el paciente disociando y estableciendo barreras que mantienen a los frutos del trabajo analítico aislados del resto de su personalidad? ¿Olvida el paciente los frutos del diálogo o los transforma en “sabidos”, desconociendo las interacciones y los contactos de la pareja analítica? ¿Se encuentra el paciente intentando preservar su compromiso con el diálogo a pesar de las frustraciones que el mismo le ocasiona, procurando conectar, disímiles y desconectados bordes de sus experiencias? Porque cuando la creatividad logra ser tolerada, toda idea, significado o relación novedosa aspira a interactuar con otras ideas y relaciones, paralelas y contradictorias, estimulando una visión prospectiva y retrospectiva. Por ejemplo, cuando Pablo de veintiocho años entiende cuánto disfruta de los espacios verdes, podemos sopesar con él, si le gustan los espacios verdes en sí mismos… o si quizás, su goce tiene que ver con su arraigada sensación de opresión e inhibición… y más adelante examinar si él goza o tal vez se libera o rebela. Y en otra ocasión, evaluar si sus sensaciones de opresión y sofocación son solo amenazantes… o también emocionantes y excitantes… y por supuesto otras posibilidades.
Pero no siempre es fácil distinguir la dinámica de la barrera de contacto de otra que podemos llamar “pseudo barrera de contacto”. Por ejemplo, Katy de treinta y ocho años, una ejecutiva de gran éxito laboral, reporta que finalizado su trabajo se encierra en su casa y no hace otra cosa que comer y mirar telenovelas. Luego de un complejo trabajo, podemos considerar que su pasividad, su desgana y su falta de productividad incluyen un velado ataque tanto hacia sus padres que anhelan que tenga pareja e hijos como a los frutos e hijos de la pareja analítica. Es más, podemos pensar en la singularidad de su forma de lastimar, ya que es especialmente atormentador “que no salga nada de una persona con tantos éxitos” (como en su trabajo). Estas refrescantes posibilidades, productos de la oscilación y dinámica en el interior de Katy y entre la paciente y su analista, eran distintas de otras que pasaron a ocupar el encuentro con Katy. Katy preguntaba: “¿estoy ahora atacando a mis padres… o a usted? Seguro que sí, ya que por un lado… y, sin embargo, por otro lado” … ¿y usted qué piensa?… “sí, yo sé que soy así, pero también”. Me costaba discernir si Katy estaba reflexionando sobre otros escenarios y posibilidades o si en realidad, se trataba de interminables reflexiones que eludían todo significado o sentido. Con el tiempo se hizo más claro que Katy intentaba perpetuar una crónica situación de duda e imprecisión. Si bien aparentaba entrelazar distintos bordes de la barrera de contacto, en realidad estaba eludiendo toda claridad y toma de posición personal. Estableciendo una “pseudo barrera de contacto” que simulaba una interacción entre dos polos, Katy atacaba a sus padres internos y oscilando indefinidamente entre uno y otro, evitaba el contacto y la conexión procreativa de los mismos. Si bien está fuera del alcance de este trabajo examinar estas y otras formas degenerativas en el uso de la barrera de contacto, me interesa destacar que el mantenimiento de la doble cara de la barrera de contacto es un ideal parcialmente alcanzado, que exige de la disposición y el esfuerzo del analista en seguir las vicisitudes del estado de los contactos y barreras del encuentro analítico. Con Katy un importante aspecto de la labor analítica, consistía en identificar a sus velados intentos de esterilizar a la barrera de contacto y a nuestro trabajo, e intentar recomponer la barrera de contacto para otorgar sentido a sus ataques a la misma y a sí misma. Con el tiempo asoma la posibilidad de que la “pseudo barrera de contacto” incluye un masivo intento de evitar y coartar toda posibilidad de responsabilidad personal, generalmente relacionada con catástrofes y tragedias asociadas a una secreta convicción que de ella no va a salir algo productivo.
Quisiera proponer un último pensamiento sobre la barrera de contacto con relación a nuestras teorías y el encuentro analítico. Como analistas intentamos acercarnos al paciente oscilando entre una escucha mediada por nuestras reduccionistas teorías generales y, una escucha más directa dirigida a lo distintivo y a lo singular. Estas dos escuchas se entrelazan en la barrera de contacto del analista y enriqueciendo una a otra, van generando una tercera perspectiva que favorece el “renacer del aparato psíquico” (Kristeva, 2012). Creo que esta particular “doble escucha” analítica refleja tanto el esfuerzo por liberar a nuestra mente de la fuerza sintética de nuestros modelos como el empeño en no utilizarlos en formas seductivas o invasivas. A mi modo de ver, esta actitud de auto moderación se encuentra relacionada con nuestra disposición a contactar con las angustias del encuentro con el fundamento enigmático e impredecible del inconsciente (nuestro y del paciente). Nuestras teorías nos ayudan a organizar y matizar estas angustias, pero nuestro deseo de trabajar como analistas refleja nuestra disposición a exponernos a las turbulencias del contacto con la esencia independiente, misteriosa y subjetiva de nuestros pacientes. Es por esto que el analista no aspira a que el paciente sea maduro, heterosexual, pasional o racional… O lo contrario.O alguna combinación entre estas posibilidades. Cuando el analista trabaja en forma creativa y evidentemente no siempre lo logramos, el analista facilita procesos interactivos y reflexivos, que atenúan el aferramiento a modelos cerrados, coherentes o convincentes, tanto del paciente como suyos. Como analistas no buscamos acuerdos o desacuerdos, ni delineamos itinerarios preconcebidos y tampoco ofrecemos explicaciones causales o etiológicas que bloquean el tránsito y la interacción. El encuentro analítico favorece el despliegue de las multifacéticas, subjetivas y dispares “voces” del paciente, poniéndolas a su disposición, para que pueda sentir y pensar más y más creativamente.
A modo de conclusión
Creo que es llamativo que Freud haya ideado una forma de encuentro, en el cual dos personas se encuentran para no verse la una a la otra. Un encuentro que incluye un desencuentro. Pienso que Freud intuyó que la expansión y la creatividad mental se desarrollan en un espacio que incluye un más allá de lo sensorial, que evoca un habla y una escucha abierta a otros “órganos” y que mantiene una comunicación entre lo permitido y lo prohibido, lo posible y lo que nunca ocurrirá. Y acaso Freud y su legado, ¿no representan un ejemplo de creatividad que continúa estimulando múltiples, opuestas y heterogéneas revisiones y resignificaciones? A mi ver, Freud nos legó un inacabado modelo para acercarnos a la experiencia de un inagotable inconsciente, al que intentamos alcanzar y contactar y aun así siempre topamos con una barrera que no logramos descifrar y traspasar. Es la dualidad de la barrera y el contacto, la que garantiza una continua e inacabable nutrición, tanto a nuestra creatividad como al encuentro analítico.
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Resumen
El autor estudia la creatividad desde la perspectiva de una inacabada actividad semiótica.
Presenta al modelo de la barrera de contacto como la articulación de un enlace y una separación que tanto exponen como protegen a las partes involucradas, estimulando múltiples y concurrentes intercambios que generan distintos e imprevistos sentidos.
Sostiene que la barrera de contacto es mejor preservada en el marco de un funcionamiento mental triádico asociado con la capacidad de tolerar a dos padres suficientemente buenos en nuestro mundo interno. Asimismo, identifica a la unidad y a la díada, como estados mentales antagónicos a la creatividad.
Finalmente se exponen algunos pensamientos que relacionan la barrera de contacto con la situación analítica y la oportunidad del paciente de contactar con su particular modo de otorgar significados, así como, con la escucha y la actitud analítica.
Palabras claves: Creatividad, barrera de contacto (Freud y Bion), tríada, semiótica y actitud analítica.
Abstract
The author examines creativity from the perspective of an incomplete semiotic activity.
He introduces the model of the contact barrier as the articulation of a link and a separation that both expose and protect the parties involved, stimulating multiple and concurrent interchanges that generate distinct and unexpected meanings.
The author maintains that the contact barrier is best preserved in the framework of a triadic mental functioning associated with the capacity to tolerate two good enough parents in our internal world. Additionally, the author single out oneness and the dyadic, as mental states antagonistic to creativity.
Finally, several thoughts are expounded concerning the relationship between the contact barrier, the analytical situation and the patient’s opportunity to make contact with his particular mode of organizing meanings as well as with the analytic listening and the analytic attitude.
Key words: Creativity, contact Barrier (Freud and Bion), triad, semiotic and analytic attitude.
Hugo Goldiuk
Psicoanalista. Miembro titular en función didáctica de la Sociedad Israelí de Psicoanálisis-IPA
e-mail: hgoldiuk@gmail.com