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En el Diccionario enciclopédico interregional de la API, el encuadre psicoanalítico está definido como Las condiciones estables necesarias para llevar a cabo la investigación y transformación de los fenómenos psíquicos, en especial aquellos relacionados con el inconsciente, en un entorno terapéutico específico. En los comentarios concluyentes se destaca que el encuadre analítico establecido por Freud sigue siendo válido en el ejercicio clínico actual de las tres regiones de la API. Se clarifica que el concepto estaba implícito desde el comienzo (Freud, 1905, 1912, 1913) y que los avances más destacados se han dado en la conceptualización y la comprensión de los significados inconscientes del encuadre en el paciente y en el analista, sobre todo gracias al trabajo de Bleger y de Winnicott, y a las elaboraciones adicionales del encuadre interno del analista y del propio proceso analítico, siguiendo el concepto de “ensueño” (rêverie) de Bion. El enfoque del analista está vinculado a la ampliación del concepto de contratransferencia (URL de API).  

El encuadre externo corresponde a las características del “contrato” de tratamiento, a sus aspectos formales, al convenio sobre el modo de intercambio entre paciente y analista. Aunque este aspecto sea formal, puede tener variaciones en relación con diferentes patologías o situaciones sociales, pero no hay tanta diversidad de criterios.

Las condiciones internas se refieren a la importancia de mantener la mente abierta durante las sesiones, tanto el paciente (asociación libre) como el analista (atención libremente flotante), con neutralidad y siguiendo la regla de abstinencia. 

Entre las ideas principales expuestas por Freud para el encuadre interno, destaca “el principio de acogerlo todo con igual atención [flotante] equilibrada” que es la “contrapartida necesaria de la regla que imponemos al analizado, exigiendo que nos comunique (…) todo lo que se le vaya ocurriendo”; el analista “debe evitar toda influencia consciente sobre su facultad retentiva y abandonarse por completo a su memoria inconsciente (…) escuchar al sujeto sin preocuparse de si retiene o no sus palabras” (Freud, 1912). Bion ha profundizado estas ideas con su noción de rêverie (ensueño) como el “estado anímico que está abierto a la recepción de cualquier objeto (…) y es capaz de recibir las identificaciones proyectivas del (…) paciente” (Bion, 1962). También se mantiene vigente el concepto de “ambiente facilitador” de Winnicott, que consiste en que el analista debe tolerar “ser usado” por el paciente como un objeto (Winnicott, 1967). Todas estas conceptualizaciones amplían la consideración del proceso analítico incluyendo la transferencia/contratransferencia. 

Hay una gran cantidad de aportaciones a los contenidos y aspectos del encuadre, atendiendo a distintos enfoques de personas significativas. Este encuadre interno requiere también que el analista logre una internalización adecuada de la neutralidad y la abstinencia, a fin de controlar su contratransferencia, de manera que sus necesidades narcisistas no conduzcan a utilizar la vulnerabilidad del paciente para fines ajenos a la tarea estrictamente analítica (URL de API).

Muchos aportes son interesantes y se refieren a aspectos importantes a tener en cuenta, pero cada enfoque considera diferentes aspectos. Debido a su diversidad no es posible llegar a una integración que pudiera ampliar el enunciado general, que puede resultar ambiguo. 

Esta dificultad para integrar ideas dispares la encontramos a menudo ante situaciones de gran complejidad. Es habitual que la importancia relativa de cada postura frente al tema sea tomada como global y esto dificulta acceder a un consenso común. Por eso es adecuado intentar redefinir periódicamente los conceptos. En la complejidad de la situación socio-económica contemporánea se ha vuelto necesario considerar las características del encuadre terapéutico, más desde que aumentó la necesidad de realizar sesiones virtuales debido a la pandemia. Una forma posible de encarar una significación básica que pueda ser común es retomar el significado original, el que dio lugar a considerar importante establecer un encuadre. 

Las definiciones de encuadre de los diccionarios generales tanto en fotografía y cine como en ciencias sociales y de comunicación destacan aspectos que resulta interesante considerar en el encuadre psicoanalítico. El encuadre es un recorte de la realidad para destacar el motivo o centro de interés y para excluir lo que pueda generar distracción del motivo principal. Son las condiciones constantes que hacen posible el desarrollo de una tarea. Representa un esquema que permite dotar de sentido e interpretar la realidad y reaccionar ante ella, basándose en la interpretación. Es un conjunto de perspectivas de la realidad sobre cómo se organizan, perciben y se comunican las personas en interacción. Es necesario decidir las características del encuadre con antelación, pero hay momentos imprevistos que se deben capturar para que no se pierdan. Ante estos imprevistos es necesario ajustar el encuadre a posteriori

Si aplicamos estos aspectos a la clínica psicoanalítica resultan plenos de sentido. Para captar el motivo principal que justifica el encuadre en el tratamiento, el contenido latente, es importante no distraerse con el fondo, el contenido manifiesto. Son aspectos esenciales para comprender lo que está ocurriendo en el momento presente de cada sesión psicoanalítica. El encuadre establece las situaciones constantes que permitirán desarrollar el proceso analítico, cómo se perciben y se comunican el paciente y el analista en interacción en el momento de la sesión. En esta interacción la reacción del analista también tiene que adecuarse a estos límites para no perturbar el proceso. También es necesario captar y registrar los momentos que no estén previstos en el encuadre para que no se pierdan, pero sin alterar el encuadre en ese momento, sino después de una reflexión a posteriori del presente de la sesión. Como el vínculo terapéutico es continuo, lo que no sea considerado en el momento presente volverá a activarse y aparecerá nuevamente. Varios autores resaltan la diferencia entre estar abierto a lo que surja durante la sesión y reflexionarlo después de la sesión. No mezclar ambos aspectos a la vez. El análisis de supervisión tiene un papel fundamental para llevar adelante esta reflexión a posteriori.

El encuadre psicodinámico se refiere a una relación terapéutica específica, que atiende al preconsciente-inconsciente; sería una serie de reglas que configuran el contexto psicoanalítico. Alude a las pautas estables y constantes de espacio, tiempo, conducta y tipo de relación, creando un espacio analítico que funcione como base segura y posibilite un proceso exitoso (Etchegoyen, 1997). Es importante distinguir entre las pautas del encuadre externo y las del interno, como aspecto esencial del rol terapéutico y el tipo de escucha y atención al contenido latente (Alizalde, 2002). 

Un artículo aceptado y valorado por las distintas tendencias es el que escribió José Bleger (1967). Este se ocupa del encuadre desde una perspectiva diferente considerando los fenómenos que constituyen su proceso, y advierte que un proceso solo puede ser investigado cuando se mantienen estables las mismas constantes. Estas constantes, dentro de las cuales se da el proceso, constituyen lo que Baranger definió como un no-proceso (Baranger et al., 1983), necesario para llevar adelante el proceso analítico. 

Bleger (1967), no aporta una regla técnica particular, sino que hace el análisis psicoanalítico del mismo encuadre, de su significado, sus vicisitudes y sus deformaciones. Toma en cuenta tanto la necesaria importancia esencial de establecerlo como la necesidad de interpretarlo en un momento determinado del tratamiento. Este enfoque abre un camino diferente de consideraciones que creo que vale la pena continuar considerando.

Gran cantidad de autores destacan la importancia de mantener estable el encuadre y los pormenores que se pueden producir si se quiebra. Como señala Bleger, el encuadre corresponde más a una estrategia que a una técnica, tanto teórica como práctica, que es de enorme utilidad. 

Bleger habla de un doble encuadre interno, contempla la existencia de un encuadre implícito, de pertenencia a un grupo determinado, que forma parte de la personalidad que se desarrolla durante la formación. Esta formación involucra todas las implicaciones que derivan de las vicisitudes de los distintos vínculos transferenciales y de sus derivaciones, de cómo se internalizan y cómo derivan en algún tipo de identificación. En la situación clínica, las posibilidades de llevar adelante el encuadre explícito de forma adecuada dependen del encuadre implícito. Vincula este encuadre con sus consideraciones sobre la simbiosis como vínculo primitivo.

En este trabajo intentaré considerar el desarrollo del encuadre interno desde el comienzo de la práctica psicoanalítica. El encuadre interno inicial depende del tratamiento personal, que permite un acceso a los contenidos más primitivos de la personalidad propia. A medida que se vivencia la experiencia clínica, también se van internalizando de manera yoica las características del encuadre estudiadas. Se fortalece el encuadre interno y, a la vez, se vuelven más claras las características del encuadre externo. En una evolución adecuada se adquiere una plasticidad inherente al verdadero aprendizaje de la experiencia. En la formación de nuevos psicoanalistas es importante considerar el encuadre implícito interno.

En la enseñanza de distintas actividades la experiencia práctica no se puede transmitir, es necesario que el aprendiz la experimente por sí mismo. Es un proceso de aprendizaje que se suele hacer participando en la actividad que realiza el que ya la conoce, a fin de poder observar cómo va resolviendo dificultades. Pero, en general, para que se pueda observar y comenzar a practicar sin demasiados errores, se establecen reglas o normas. El sentido de estas normas es intentar suplir la transmisión directa, permitiendo que el que necesita desarrollar su experiencia pueda estar resguardado ante dificultades importantes, que puedan determinar consecuencias que obstaculicen los procesos. Más que protección, ofrecen la posibilidad de transitar mejor el camino del aprendizaje. En psicoanálisis, este aprendizaje a través de la experiencia clínica no se puede desarrollar en compañía de quien enseña o supervisa, el analista en formación tiene que pasar muchas sesiones vivenciando la experiencia sin estar acompañado. El encuadre entonces, como forma normativa explícita para llevar a cabo el trabajo, sería su única “compañía”. Por eso es fundamental que, en la transmisión de las pautas técnicas, se tengan en cuenta las condiciones de este encuadre interno implícito, inconsciente.

Como aspecto definitorio del proceso analítico, el progreso en la internalización del pensamiento psicoanalítico tiene que surgir del estudio de la experiencia clínica atendiendo a sus límites. La dialéctica particular del proceso analítico es una alternancia de momentos de proceso y de no-proceso. La situación analítica funciona como un fondo de relativa permanencia en relación con formas cambiantes según los aspectos que se vayan activando durante el vínculo. El fondo está constituido por un contrato o pacto entre paciente y analista. La estructura es asimétrica y si se hace más simétrica, con “enganche” inconsciente del analista con el analizado, deviene una complicidad de resistencia (Baranger, et al., 1983).

Bleger continúa diciendo que si el encuadre, el no-proceso, se transforma en algo variable, se convierte en otro proceso y altera su función de permitir el desarrollo del proceso analítico. Este encuadre implícito es mudo, se constituye como una organización más primitiva e indiferenciada, que solo se manifiesta cuando amenaza con romperse: Lo que siempre está, solo se percibe cuando falta” (Bleger, 1967). Lo interpreta como un vínculo simbiótico. Fenichel considera que hay una interacción individuo/institución; que la institución crea las estructuras individuales (Fenichel, 1945). Esto no solo atañe a la institución formal, sino que el grupo de pertenencia, un determinado grupo dentro de cada institución es el que lo determina en mayor medida, ya que se vive como núcleo de pertenencia. Es el aspecto que suele mantenerse inconsciente. 

Esta “pertenencia” al grupo no es una verdadera identificación, ya que no corresponde a la elaboración sublimada del vínculo, sino que coexiste como vínculo inconsciente y conserva características de mimetización. Este aspecto es importante pues será el aspecto “mudo” del encuadre interno implícito. Los argumentos que surjan para validar la tendencia serán más bien argumentos defensivos, que contribuyen a ocultar el vínculo inconsciente. 

Por eso me parece muy importante tener en cuenta este encuadre implícito en la transmisión para que no pase desapercibido. Las posturas conscientes de ser independiente pueden encubrir una intensa dependencia inconsciente, que muchas veces no se reconoce. Es esencial tenerlo en cuenta al organizar el modelo de formación, ya que el aprendizaje depende de cómo sea sostenido este aspecto durante la formación. Es importante ya que la institución sería depositaria de la repetición de los núcleos primitivos que podrían confluir en este encuadre implícito. La organización de la personalidad analítica se adapta al modelo institucional externo. Bleger habla del desarrollo de un “Yo de pertenencia” constituido por la inclusión en el grupo que da identidad en lugar de formar un “Yo interiorizado” que dé estabilidad.

Bleger subraya que tanto la dependencia como la organización psíquica más primitiva del paciente solo pueden ser analizadas dentro del encuadre del analista, encuadre cuyas características son fundamentales para ayudar a restablecer la simbiosis primitiva a fin de poder modificarla. Si este encuadre se vuelve cambiante, pierde su función de estabilidad. 

Con respecto a la enseñanza de las condiciones del encuadre es conveniente recordar aspectos del aprendizaje que contempla Bion y que organiza en su concepto de “transformaciones” (Bion, 1965). Bion señala la importancia del yo no nacido que encierra una verdad emocional. Remarca que se debe conducir el aprendizaje en un “espacio de privación” (Bion, 1962).

Estos aspectos son esenciales para encarar un aprendizaje adecuado. Especialmente en esta época de “postmodernidad”, que utiliza conceptos del postmodernismo filosófico al servicio de otros fines (Ahumada, 2021). Esta postura recuerda la distinción que hace Freud entre líderes culturales y anticulturales. Los líderes culturales estimulan el esfuerzo para conseguir objetivos que conducen al crecimiento y desarrollo de habilidades. Los líderes anticulturales, que buscan continuar siendo líderes antes que estimular el desarrollo, hacen concesiones para seguir siendo elegidos como líderes (Freud, 1927). Sería un liderazgo de tipo narcisista, similar al que ejercen los padres sobreprotectores, que mantienen en la dependencia. El cumplimiento de deseos descarga energía libre y no lleva a la satisfacción de la necesidad, que requiere energía ligada para utilizarla a partir del pensamiento. Este camino a través del proceso secundario estimula el desarrollo de habilidades; Melanie Klein considera que este logro es la única posibilidad de elaborar la posición depresiva sin volver a la posición paranoide. Me parece esencial atender a estas posibilidades cuando establecemos la forma de transmitir el encuadre. Si lo ponemos “fácil” no conducimos a desarrollar la capacidad analítica como habilidad. La formación de un encuadre interno demasiado permisivo llevaría a que actúe como “proceso” y no como “no-proceso” estable.

Cuando el conocimiento del encuadre como regla o norma es anterior a la experiencia, suele mantener características superyoicas, de obligación o prohibición. Si el núcleo de pertenencia lleva a mantener rígido este encuadre, aumenta la formación de un “Yo de pertenencia” y será más difícil interiorizar un encuadre interno con plasticidad suficiente para permitir un buen aprendizaje. Las resistencias que despierta el análisis del encuadre son muy tenaces porque se mantienen clivadas, no discriminadas (Bleger, 1967); el ambiente que no promueve necesidades no se discrimina y permanece como fondo (Bion, 1962). 

Es decir que es básico transmitir el encuadre como una necesidad que cuida el ambiente terapéutico analítico, y que la interiorización pueda seguir un camino equilibrado. Que se vaya constituyendo un encuadre interno implícito útil para comprender los aspectos más primitivos del vínculo transferencial. Pero es fundamental mantener el primer tiempo de experiencia clínica y también el primer tiempo de cada tratamiento individual sin analizar el encuadre. Permitir que cumpla su función de estabilidad para hacer posible el desarrollo del proceso analítico. 

Si la transmisión de las características del encuadre es demasiado amplia, incluyendo demasiados aspectos parciales antes de vivenciar suficiente experiencia, pueden confundir más que ayudar. Es conveniente que el aprendizaje de criterios muy diversos sea posterior a una primera etapa de discernimiento que no mezcle lo universal y lo individual. Es mejor reducir los pormenores y transmitir los aspectos básicos de un encuadre que respete los fundamentos psicoanalíticos. Los aspectos más dependientes de tendencias o ideologías particulares, aunque formen parte del diálogo institucional, no es conveniente unirlos a los postulados básicos hasta que no transcurra un tiempo de experiencia clínica. Si se incluyen previamente será más difícil asumirlos de forma adecuada. Desarrollarán más el Yo de pertenencia clivado que un Yo que interiorice un discernimiento psicoanalítico suficiente.

Estos aspectos no son solo importantes para la formación clínica individual, sino que también facilitarían el desarrollode la pertenencia al colectivo psicoanalítico sin tantas rivalidades entre tendencias, sin tantas oposiciones disociadas de un fin común. En lugar de favorecer una postura de tomar la parte por el todo, permitirían conservar una postura de comprender que cada tendencia es parte de un “todo” psicoanalítico. De esta manera los diálogos institucionales serían más enriquecedores para todos. Facilitaría que se pueda participar en las discusiones temáticas sin enfrentamientos derivados de pertenencias cruzadas.

Constantemente se habla de las dificultades institucionales referidas a rivalidades drásticas y se ha tratado de encontrar diferentes soluciones. Pero el problema continúa. Muchas veces es más intensa esta rivalidad en instituciones psicoanalíticas que en otras disciplinas. Seguramente influye que los aspectos primitivos de nuestra personalidad están más activos debido a las características de nuestra tarea clínica. Por eso resulta tan importante tener en cuenta los aspectos desarrollados desde el inicio de la formación. Que la tolerancia no dependa de cumplir deseos, sino de formarse en un ambiente de tolerancia entre los maestros. 

 

Referencias bibliográficas

Ahumada, J. (2021). Postmodernidad y postmodernismo. Textos para el psicoanálisis en tiempos de postverdad. Libro electrónico. Biebel.

Alizalde, M. (2002). Permanencias y cambios en la experiencia psicoanalítica. Revista FEPAL – XXIV Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis. Montevideo.

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Baranger, M., Baranger, W., & Mom, J. (1983). Proceso y no-proceso en el trabajo analítico. Revista Psicoanalítica Argentina. Vol. 39 (4), pp. 527–549.

Bion, W. R. (1962). Aprendiendo de la experiencia (1966.a ed.). Paidós.

Bion, W. R. (1965). Transformaciones (2001.a ed.). Promolibro.

Bleger, J. (1967). Psicoanálisis del encuadre psicoanalítico. Revista de Psicoanálisis  Vol. XXIV (02), pp. 241-258.

Etchegoyen, H. (1986). Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Amorrortu.

 Fenichel, O. (1945). Teoría psicoanalítica de las neurosis. (1966 ed.). Paidós. 

Freud, S. (1900 [1899]). La interpretación de los sueños (1986.ᵃ ed.) en Obras completas. Vol. IV.  Amorrortu.

 Freud, S. (1905 [1904]). Sobre psicoterapia. (1986. ᵃ ed.) en Obras completas. Vol. VII. Amorrortu..  

  Freud, S. (1912). Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico (1986 ᵃ ed.) en Obras completas. Vol. XII. Amorrortu.

 Freud, S. (1913). Sobre la iniciación del tratamiento (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis, I). (1986 ᵃ ed.) en Obras completas, Vol. XII. Amorrortu. 

Freud, S. (1927). El porvenir de una ilusión. (1986 ᵃ ed.) en Obras completas. Vol. XXI. Amorrortu. 

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Winnicott, D.W. (1967). El proceso de maduración en el niño. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. (3 ᵃ ed. 1981.). Editorial Laia.  

 

Resumen

Este artículo se ocupa del concepto de encuadre interno implícito que desarrolló Bleger, donde se depositan los aspectos más primitivos de la personalidad. Intenta comprender su relación con las características de la formación como psicoanalista. De qué manera la enseñanza del encuadre puede influir en la formación de núcleos de pertenencia grupal que condicionen aspectos importantes del aprendizaje.

Se considera la formación de núcleos de pertenencia en los miembros de una institución o grupo ideológico. Cómo influyen en el aprendizaje y en el modo de llevar adelante el ejercicio clínico. Cómo estos aspectos inconscientes pueden influir en las relaciones y el intercambio de ideas entre miembros de grupos diferentes.

Palabras clave: encuadre implícito, verdad afectiva, Yo de pertenencia, Yo de interiorización, integración de diferencias, diálogo analítico.

 

 

Abstract

This paper deals with the concept of implicit internal framing developed by Bleger, as a repository of the most primitive aspects of the personality. It attempts to understand its relation to the characteristics of training as a psychoanalyst. How the teaching of framing can influence the formation of nuclei of group belonging that condition important aspects of learning.

The formation of nuclei of belonging in the members of an institution or ideological group is considered. How they influence learning, and the way clinical practice is carried out. How these unconscious aspects can influence relationships and the exchange of ideas between members of different groups.

Keywords: implicit framing, affective truth, belonging self, internalizing self, integration of differences, analytic dialogue.

 

María Alicia Vinent
Licenciada en Medicina y Cirugía. 
Psicoanalista miembro de la SEP – IPA.
email: mvinentc@gmail.com