Cuando un niño se da muerte
Boris Cyrulnik
Editorial Gedisa, 2021
Esta segunda edición en castellano de Cuando un niño se da la muerte de Boris Cyrulnik, editada por Gedisa, nos invita de nuevo a la lectura de esta obra publicada originalmente en francés por la editorial Odile Jacob en 2011.
En el prefacio, Jeannette Bougrab (Secretaria de Estado encargada de la juventud y de la vida asociativa en Francia en aquel momento) contextualizaba el encargo hecho por la Ministra de Juventud. Se trataba de publicar un informe que diese cuenta del grave problema social que representa el suicidio infantil y la importancia de darlo a conocer para romper el tabú y aplicar medidas preventivas a diferentes niveles.
Boris Cyrulnik estructuró el trabajo, en este libro de 137 páginas, en tres partes: 1) Apego y sociedades, 2) Prevenciones y 3) Cuatro proposiciones.
Son muchas las preguntas que surgen sobre una cuestión que tiene que ver con “pensar lo impensable o comprender lo incomprensible” (Bougrab, prefacio), sobre todo cuando se trata de entender el acto en el período infantil. La primera sería la que formula el mismo autor en el prólogo “cuando un niño se da la muerte, ¿es un suicidio?”
Apego y sociedades contiene diferentes apartados. De entrada, nos habla de culturas y épocas, de cómo se ha interpretado el suicidio en diferentes momentos de la historia, condenado por las religiones monoteístas y racionalizado a partir del Siglo de la Luces.
Pero parece que todo esto sirva de poco cuando se trata de un niño que se da la muerte. Son muchos los interrogantes y las hipótesis que se van a ir esbozando como factores de vulnerabilidad, que no son las causas del acto en sí, pero que constituyen factores de riesgo. Es interesante la aproximación epidemiológica y epistemológica por la riqueza de datos que el autor aporta sobre suicidios según el sexo, la raza o en función de la cultura, en diferentes partes del mundo. Pero destacaré la referencia al “derecho a dar”, que Cyrulnik sugiere como algo a añadir a la Convención de los Derechos del Niño, aspecto que parece olvidarse en el mundo occidental. Los niños también necesitan dar, aportar a su vez a su entorno. Apuntala así la importancia de las responsabilidades de los niños, en el contexto de la familia y la cultura, como factor de protección al aumentar la autoestima y dar sentido a la existencia.
El capítulo dedicado a integrar la genética del suicidio con la epigenética y la génesis de la vulnerabilidad emocional abre caminos a la reflexión y a las acciones preventivas. El autor se centra en las interacciones precoces del infante con su entorno desde la Teoría del Apego, tal y como ya lo ha desarrollado en otras publicaciones (Cyrulnik, 2019, 2020). Describe la vulnerabilidad neuroemocional que queda inscrita en el sujeto cuando fallan las primeras interacciones con los objetos de apego; en este caso no pueden desarrollarse de manera eficaz las interconexiones del córtex prefrontal (regulador) con la amígdala cerebral (emociones). Nos encontramos entonces con niños hiperreactivos frente a estímulos anodinos, niños que no pueden regular sus impulsos y emociones. El infante que no encuentra ese otro indispensable para contener y transformar sus pulsiones, usará su propio cuerpo como objeto regulador y puede sentir alivio auto agrediéndose, como sucede con las autolesiones de niños y adolescentes.
Darse la muerte durante la infancia, nos dice el autor, está frecuentemente enmascarado por “accidentes no accidentales”, precipitarse al vacío por arrimarse en exceso a la ventana ignorando el peligro, soltarse de la mano y atravesar la calle corriendo con el semáforo en rojo… La inmediatez con la que los niños expresan sus estados de ánimo hace más difícil detectar su malestar y que pueda pasar desapercibido en el entorno.
Las familias desestructuradas, las relaciones “diluidas” de muchas familias extensas actuales (diferentes parejas de los padres, hermanastros que pueden cambiar en el tiempo), el sufrimiento de muchos niños en el ámbito escolar (discriminación por ser diferentes, en la elección de género, raza, capacidades cognitivas), son situaciones que pueden jugar un rol desencadenante hacia el acto suicida en una personalidad marcada por la vulnerabilidad neuroemocional. Un mismo hecho (una crítica, un gesto, una palabra soez) puede ser irrelevante para un niño mientras desencadena un auténtico cataclismo emocional en otro.
Hay otros aspectos que son abordados en esta primera parte, como son el inicio temprano de la pubertad en la época actual y los desajustes que eso provoca en los niños y preadolescentes. Los efectos de las migraciones en la segunda generación, donde los suicidios se disparan a pesar de haber nacido en el país al que sus padres migraron y no estar sometidos a los padecimientos de la generación anterior. Plantea también el riesgo que suponen los períodos de grandes cambios sociales, pues están marcados por epidemias de suicidios. En este sentido, cita como ejemplo que, tras la Revolución francesa, entre 1808-1812, los suicidios por ahogamiento se dispararon en Francia entre los jóvenes, fenómeno que cedió con la estabilización de valores en la sociedad burguesa.
Las dos últimas partes están dedicadas a las propuestas de cara a la prevención en los diferentes ámbitos que el autor ha desarrollado anteriormente. En torno al nacimiento, a la familia, a la escuela y a la persona afectada. Medidas sociales que den protección y soporte a la maternidad para favorecer la creación del “nido” afectivo que necesita el infante. Educación emocional en las escuelas que faciliten la integración en la diferencia. Profesionales accesibles para la atención de familias y niños. Estudios especializados para los profesionales que se ocupan del cuidado de niños en la primera infancia.
En la obra se hace referencia a la eficacia de las medidas que se tomaron en los países escandinavos en los ochenta y que supusieron, en una década, una disminución de la tasa de suicidios del 40%, además de mejorar el rendimiento escolar de forma espectacular (Finlandia). Las medidas tuvieron que ver, entre otras, con una escolarización adaptada a los niños y no a los adultos, con dar prioridad al desarrollo emocional y de la personalidad y permitir que la tarea de “instrucción” llegue en el momento de madurez adecuado.
Es una lectura que despierta especialmente nuestro interés en un momento en el que, en nuestro entorno, estos últimos años se están disparando las tentativas autolesivas, con intencionalidad suicida en muchas ocasiones. Los profesionales nos encontramos con situaciones altamente emotivas e impactantes cuando un menor comunica que “preferiría no existir”, expresando así, un malestar que le supera. Parece que convergen muchos factores de riesgo, la crisis originada por la pandemia por Covid-19 sería solo uno de ellos, los cambios tecnológicos acelerados en la sociedad actual, el estrés de las familias nucleares o de las familias reconstituidas donde, a menudo, los problemas de los hijos pueden pasar a ser vividos como una carga en la estresante vida laboral de los padres. La preocupación obsesiva de las familias por los resultados escolares, que puede pasar por encima del interés por el niño y sus necesidades emocionales. La hiper medicalización para mejorar el rendimiento cognitivo, a veces en detrimento del desarrollo integral de la persona. Los profesionales de la Salud Mental en los Servicios Públicos y, de la Enseñanza, hemos de ser conscientes del riesgo de ser engullidos por un sistema que deja poco lugar para pensar. Cuando lo prioritario e indispensable es estar disponibles para la escucha de ese padecimiento enmascarado que puede llevar a las actuaciones suicidas en nuestros menores.
Referencias bibliográfica:
Cyrulnik, B. (2020). Escribí soles de noche. Gedisa
Faur, P., coord. (2019). Memorias traumáticas: cómo cambiar el relato de una vida, Cyrulnik, B., en Psiconeurobiologia de la resiliencia. Una nueva forma de pensar la condición humana. Gedisa. pp. 89-110.
Pilar Tardio Abizanda
Psiquiatra Infanto-Juvenil y de Adultos
Psicoanalista miembro de la SEP-IPA
pilartardio@hotmail.com