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John Steiner nació en Nueva Zelanda. Estudió Medicina y a pesar de su ya incipiente curiosidad por el psicoanálisis, se dedicó a la investigación en Neurofisiología. En 1958 se doctoró en Neurobiología en el Instituto Tecnológico de California y se trasladó a Gran Bretaña, a Cambridge, donde se dedicó a la psicología experimental.

Más adelante, en Londres, se analizó con Hanna Segal y supervisó con Herbert Rosenfeld y Betty Joseph. Miembro de la British Psychoanalytic Society, desde 1975 trabajó hasta su jubilación como psicoterapeuta consultor en la Tavistock Clinic. Su interés le llevó a formar profesionales del National Health Service en terapia psicoanalítica y sus aplicaciones.

Algunas de sus contribuciones al pensamiento psicoanalítico son hoy día consideradas de gran valor teórico y técnico: los conceptos de refugio psíquico, el concepto ver y ser visto, las interpretaciones centradas en el paciente y en el analista son algunos ejemplos de sus contribuciones.

Para Temas de Psicoanálisis  –donde ha publicado algunos artículos– es un honor que John Steiner haya accedido a ser entrevistado.

Temas de Psicoanálisis.- Nos gustaría saber algo de cómo fue su infancia en la lejana Nueva Zelanda. ¿Qué le llevó a estudiar medicina y especializarse en neurofisiología?

 John Steiner.- De hecho, nací en Praga y tuve la suerte de poder escapar con mi familia al comienzo de la guerra, en 1939. Pasamos unos meses en Lyon, en Francia, y finalmente pudimos emigrar a Nueva Zelanda donde viví desde los seis hasta los veintiséis años. Estudié Medicina y luego viajé para realizar estudios de posgrado en Neurociencia, primero en Caltech en el Instituto de Tecnología de California y después en Cambridge, Inglaterra, de 1960 a 1964. Descubrí que el cerebro era un tema desconcertante y fascinante, y en parte, tal vez como Freud, sentí la necesidad de armarme con un conocimiento científico para combatir mis temores de que el psicoanálisis fuera demasiado místico.

TdP.- ¿En qué momento de su vida descubrió el psicoanálisis? ¿Despertó enseguida su interés?

JS.- Cuando era adolescente, el padre de un amigo mío me dejó prestados unos volúmenes de Freud que tenía en su biblioteca. Sentí curiosidad, pero a la vez frustración, por ideas que no conseguía entender del todo. Creo que principalmente me movían ansiedades acerca de mí mismo, mi sexualidad y mis ideas inseguras acerca de mi identidad.

TdP.- ¿Cómo articula este interés inicial con su vida personal hasta aquél momento? y ¿cómo piensa que este hallazgo determinó su trayectoria vital y profesional posterior?

JS.- Mi deuda personal con el psicoanálisis fue enorme y quizá la mayor influencia que tuve. Después de las neurociencias, me sentí aliviado al comenzar la formación en psiquiatría en el Maudsley Hospital en Londres. Allí me influenció especialmente el Dr. Henri Ey, quien me ayudó a comenzar un análisis con Hannah Segal. Tuve la suerte entonces de conocer y casarme con mi esposa Deborah y mi análisis me ayudó particularmente en mi relación con ella y mi familia.

Intelectualmente, mi análisis y las supervisiones con Herbert Rosenfeld y Betty Joseph, estimularon el interés en la teoría y técnica del análisis kleiniano que he mantenido desde entonces.

TdP.- Resulta difícil vencer la tentación de relacionar su interés en la neurobiología con los inicios de Freud y su interés por dar una visión científica de los trastornos mentales. Usted es conocido como psicoanalista, pero ¿cómo le han servido (o le han sido útiles, o ha usado) sus conocimientos en Neurobiología y su paso por la psicología experimental para pensar el psicoanálisis?

JS.- Sigo estando muy interesado por la Neurobiología, que me llena de curiosidad y todavía me fascina. Sin embargo, también me decepciona un poco que la neurociencia no haya realizado avances más profundos, ni nos haya ayudado a comprender cómo funciona el cerebro. Estoy seguro de que algún día un gran adelanto nos permitirá unir estos dos campos, al igual que la química y la física se han unido a nivel teórico a pesar de ser disciplinas separadas. Con el tiempo, estoy seguro de que tanto la ciencia de la mente, que está mejor representada por el psicoanálisis, como la ciencia del cerebro harán avances que permitirán establecer la conexión.

TdP.- Para nuestra revista y nuestros lectores sería de gran interés que nos hablara de su relación con autores tan influyentes como Herbert Rosenfeld, Hannah Segal y Betty Joseph.

JS.- Estos tres analistas fueron las figuras más importantes en mi formación como psicoanalista. Indudablemente todavía los tengo idealizados en algunos aspectos, pero espero haber valorado tanto sus fortalezas como sus debilidades.

Hannah Segal fue la influencia más estable en mi vida personal e intelectual. Su trabajo sobre la simbolización fue, en mi opinión, particularmente influyente. Tenía una visión equilibrada de los fenómenos mentales y era menos propensa a la autoidealización que mis otros dos maestros. Ella siempre era directa y decía lo que pensaba, pero también era sensible y afable. Hannah Segal me influenció mucho y me apoyó personalmente.

Herbert Rosenfeld fue mi primer supervisor. Al igual que Segal y Joseph, tenía una enorme admiración por Klein y desarrolló muchas de sus ideas. Como clínico, todavía le considero el mejor analista que he conocido, me refiero a cuando estaba en su mejor momento. Podía ponerse en la mente de sus pacientes con una gran sensibilidad y talento imaginativo. En sus últimos años le preocupaba que los analistas repitieran el trauma infantil temprano que habían sufrido los pacientes y esto le llevó en ocasiones a culpar al analista y perder un punto de vista más equilibrado.

Betty Joseph era una persona más compleja y ambigua. Tenía idealizada a M.Klein y siempre se preocupó por preservar sus avances. Su propia contribución estuvo en el énfasis que puso en el seguimiento detallado del paciente en el vaivén de la sesión. Joseph era una purista y podía ser muy severa y reprobadora si sentía que yo no trabajaba de la manera que ella pensaba que era la correcta. Muchas veces comentaba con ella los trabajos que yo estaba escribiendo y valoraba mucho sus ideas. Fue ella quien me sugirió la expresión «refugio psíquico».

TdP.- Usted, que es formador de profesionales de la salud mental, ¿ha podido observar la influencia que su concepto de “refugio psíquico” ha tenido en la comprensión y el tratamiento de la enfermedad mental?

JS.- Me resulta difícil evaluar qué conceptos han resultado útiles. Refugios psíquicos fue un desarrollo de los años 80 que luego fue publicado como un libro en 1993. Después me interesé por lo que permitía y lo que impedía a los pacientes salir del refugio y esto me llevó a interesarme por la vergüenza y la humillación, ambas exploradas en el libro Ver y ser visto. Seguí con el tema de la ilusión, la desilusión y la ironía. Más recientemente, me interesan las consecuencias de la desilusión de una fantasía de idealización que llamo la Ilusión del Jardín del Edén.

TdP.- Sus originales teorizaciones sobre el refugio psíquico son un gran estímulo para pensar, no solo en relación a las organizaciones patológicas de la personalidad, sino también como mecanismo de defensa útil, y tal vez necesario, en determinadas circunstancias de la vida. ¿Podría hablarnos de cómo usted entiende este concepto hoy en día?

JS.- Todos necesitamos defensas y a mi juicio el objetivo del psicoanálisis no es eliminarlas, sino más bien comprenderlas y utilizarlas de forma más adecuada. Por supuesto, todos podemos usar refugios psíquicos frente a dificultades que surgen, el problema es cuando se convierten en un estado mental más permanente.

TdP.- En uno de sus trabajos, trata de los sentimientos de vergüenza y humillación como elementos que contribuyen a mantener al sujeto en el refugio psíquico. Hoy en día, la exhibición y el querer ser mirado en las redes sociales es un fenómeno que se ha convertido en mayoritario. ¿Cree usted que este exhibicionismo permitiría también mantener ciertos refugios psíquicos?

JS.- Es muy interesante explorar cómo el contexto social de nuestras vidas influye en nuestras necesidades internas. El exhibicionismo puede ser parte de una reacción maníaca mediante la cual la excitación sostiene una idealización que siempre está en peligro de colapso.

TdP.- Enlazando con la pregunta anterior, y refiriéndonos a su trabajo sobre la mirada y el complejo de Edipo, el hacer la vista gorda, el saber y no saber a la vez. ¿Qué consecuencias cree que puede tener en el psiquismo disponer de tanta información? ¿No sería una especie de perversión en que aparentando mostrarlo todo, se oculta lo importante?

JS.- Estoy constantemente impresionado por la forma en que el conocimiento está instantáneamente disponible a través de buscadores como Google. Yo lo utilizo regularmente, pero lo encuentro un poco irreal y mágico, con soluciones instantáneas cada vez más demandadas. Es posible que la capacidad inventiva y la imaginación se vean inhibidas por estos avances modernos, pero también pueden llevar a nuevas formas de utilización de la mente.

TdP.- Muchos autores han definido nuestra sociedad actual como una sociedad narcisista. ¿Cuál es su pensamiento al respecto? ¿Cree que colectivamente también puede haber un narcisismo patológico?

JS.- Realmente no tengo mucho conocimiento sobre la sociedad y sus efectos. Estoy seguro de que son importantes y creo que los sociólogos, como los neurocientíficos, también encontrarán en el futuro una relación significativa con el psicoanálisis.

TdP.- ¿Cómo piensa que la perspectiva de identidad de género y transgénero contemporánea afecta al modelo tradicional del complejo de Edipo y su visión binaria de género?

JS.- Me ha impresionado mucho lo escrito por Freud sobre el Repudio de la feminidad en el que describe cómo tanto hombres como mujeres idealizan una masculinidad fálica e infravaloran los atributos femeninos. Estas actitudes evolucionan en el contexto de la situación edípica donde la ambivalencia intensa hacia la madre nunca se supera por completo.

TdP.- Uno de sus trabajos Illusion, Disillusion, and Irony in Psychoanalysis traza un paralelismo entre un analista escuchando a su paciente y la audiencia que presencia una obra de teatro. En ambas situaciones es necesario adoptar una identidad doble para participar en la acción a través de la identificación y retirarse de esa identificación para adoptar la posición irónica de observador. ¿Qué valor le da a este proceso cuando está con el paciente? ¿y a la ironía?

JS.- Al igual que ocurre en el teatro, nos identificamos con nuestros pacientes y en nuestra imaginación nos involucramos en su drama. Al mismo tiempo, tratamos de emerger de la identificación para observar al paciente de la forma más objetiva posible. Debido a que necesitamos mantener ambas actitudes vivas, una postura irónica es de gran ayuda.

TdP.- La literatura ha sido uno de sus focos de interés y ha publicado sobre grandes obras literarias como el Quijote para tratar sobre el principio de realidad. ¿Qué importancia le otorga a la ficción literaria para mantenernos en o alejarnos del principio de realidad?

JS.- Grandes escritores como Cervantes y Shakespeare han desarrollado un conocimiento profundo de la mente humana y podemos aprender muchísimo de ellos. La literatura puede ser escapista y alejarnos de la realidad, pero también puede ponernos en contacto con verdades tanto internas como externas. Shakespeare utilizó su arte para crear un espejo de la naturaleza en el que podemos vernos a nosotros mismos con mayor claridad.

TdP.- Para terminar, ¿cómo ve al psicoanálisis en el momento actual y en el futuro inmediato?

JS.- El psicoanálisis ha pasado por períodos en los que fue muy popular y otros en los que fue tratado con suspicacia y desacreditado. Intelectualmente, a menudo parecía prosperar cuando estaba en oposición, como sucedió durante gran parte de la vida de Freud. Encuentro que algunas de las ideas que están surgiendo en el pensamiento contemporáneo, que se basan en las de Freud y Klein, son particularmente estimulantes.

 

Traducción castellano-inglés e inglés-castellano por Sacha Cuppa