Resumen
La ”ola trans” ha llegado a Cataluña y a España. Está presente en todos los medios de comunicación, en la política, en la educación, en el derecho, en lo social y en el amplio campo de la salud mental. Algunos países europeos, norteamericanos y de otros lugares del mundo como Australia vieron aparecer este fenómeno mucho antes que nosotros, y por eso creo que podemos beneficiarnos de esta experiencia previa y aprender de ellos.
Palabras clave: transgénero, niños, adolescentes, salud mental
Abstract
The “trans wave” has arrived to Catalunya and to Spain. It’s an important topic in the media, politics, education, law, society and the mental health field. Some European countries, North-american countries and other parts of the world such as Australia experienced this situation long before us, and I think we can benefit and learn from it.
Keywords: transgender, children, adolescents, mental health
En este artículo haremos algunas reflexiones sobre el auge de lo trans, pero nos centraremos sobre todo en niños y adolescentes, en su problemática específica como sujetos en construcción, en evolución, y con características y vulnerabilidades específicas.
El artículo incluye muchas referencias a libros o documentos que han estudiado este fenómeno en Gran Bretaña y en Estados Unidos, pues es donde hemos encontrado más bibliografía, donde considero que el fenómeno está más avanzado y donde están teniendo lugar acontecimientos tan importantes como la sentencia del Tribunal Supremo de Inglaterra y Gales sobre el caso Keira Bell, al que nos referiremos más adelante.
Antes que nada, quiero reconocer las sugerentes aportaciones recibidas en el Grupo de Trabajo ”Psicoanàlisi i Societat” del COPC (Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya), al cual pertenezco. El conocimiento es un proceso individual y grupal a un tiempo. Qué sería de nosotros, cómo podríamos pensar e innovar, sin la ayuda de los colegas, compañeros, pacientes, libros, películas, obras de teatro, etc. Esta es una síntesis personal, pero no hubiera sido posible sin todo lo mencionado.
Uno de los varios «motores» que activó mi deseo de conocer más sobre este tema fue las consultas que la llamada Ley Trans puso en marcha entre organismos, personas individuales y otros. Es un tema de enorme interés para toda la ciudadanía (lo conozcan o no) y por supuesto, para los profesionales de la educación, del mundo jurídico y de la salud, muy especialmente de la Salud Mental. Creo que hay mucho desconocimiento al respecto, y también desconcierto y angustia, por qué no decirlo. Es urgente hablarlo con calma y tranquilidad, debatir, contrastar, estar abiertos, escuchar; en suma, aprender. Este es el objetivo del artículo, espero haber aportado mi granito de arena a este tema apasionante y que, sin duda, levanta pasiones, con los riesgos que eso implica.
Las presiones, expresadas de muy diversas maneras, a los profesionales y al público en general (como el caso de J. K. Rowling, 2020, en Gran Bretaña, y otros equivalentes entre nosotros) no son cualquier cosa. Varios profesionales de la Salud Mental han sido denunciados, aquí en Cataluña, por padres de niños con disforia por no haber sido directamente remitidos a un servicio especializado tras una primera visita.
Las posturas respecto a la manera de abordar la temática trans en niños y adolescentes están muy a menudo polarizadas, y el debate es frecuentemente agrio. Hay profesionales y organizaciones posicionados a favor de la terapia afirmativa (aceptar sin más que si alguien se declara trans es que lo es, porque esa persona es la única que lo sabe) y del llamado fast track, el paso rápido a la hormonación y eventualmente a la cirugía, pasando por cambio de nombre, etc.); en cambio, otros (como el Grup de Treball «Psicoanàlisi i Societat» del COPC, 2021) se remiten al principio hipocrático primum non nocere, “primero, no hacer daño”, aconsejando un proceso más reposado y tranquilo que trate de explorar qué hay detrás de esta demanda, a través de las entrevistas o intervenciones profesionales necesarias, dando espacio y tiempo a la reflexión y teniendo muy presentes los inconvenientes de medicalizar de modo precoz (una decisión no claramente reversible). Yo me sitúo decididamente en el segundo grupo, como se podrá apreciar a lo largo del artículo.
A la intervención ”lenta” unos la califican de “terapia de conversión”, un intento de convencer a alguien de que cambie su posición, por ejemplo respecto a su orientación sexual, tal y como se había usado para “convertir” a homosexuales en heterosexuales, mientras que otros consideran que en realidad la terapia afirmativa coge el rábano por la hojas, tomando la demanda como una postura innata, definitiva, firme y muy bien fundamentada y no como algo que puede ser circunstancial y pasajero al tratarse de una persona en evolución. Al aceptar sin más exploración ni investigación lo que el paciente dice, en realidad le empujamos en la dirección que reclama, una dirección con múltiples inconvenientes físicos y psíquicos y, en muchos aspectos (los físicos), como decíamos, difícilmente reversible.
La invención del niño trans
Siempre existieron niños o adolescentes disconformes con el cuerpo sexuado que les había “tocado”, pero ahora se trata de una “nueva figura”, una nueva posibilidad con manifestaciones en medios académicos, educativos, jurídicos, sanitarios y por supuesto políticos, en los medios de comunicación de masas y muy especialmente, en las TIC (plataformas como youtube, las redes sociales, etc.). Estamos asistiendo, a nivel mundial, al diseño de esta figura.
Detrás de todo ello, hay muchas personas que sufren y que están desconcertadas como son los niños, los adolescentes, los adultos y las familias. Pero también hay algo de un movimiento social de contagio, una cierta “moda”. Vamos a seguir las ideas que Lisa Marchiano enuncia en un capítulo de una obra de referencia (Moore y Brunskell-Evans, 2020). Marchiano cita a E. Shorter, que acuñó el concepto de symptom pool (fondo o reservorio de síntomas) para referirse a “aquellas presentaciones que están disponibles para los miembros de una cultura dada en un momento y lugar en concreto, como una forma legítima y consensuada de expresar malestar”. Creemos que esto es así en lo relativo a lo trans, que sería una forma de expresar dolor, malestar y sufrimiento psíquicos, en este caso relacionados con el sexo y el género.
Marchiano lo compara con lo que supuso el “nacimiento” de la histeria gracias a las investigaciones del doctor Jean-Martin Charcot (y más tarde de Sigmund Freud, entre otros) en la Francia del siglo XIX.
Como dice Marchiano en la obra mencionada anteriormente (Moore y Brunskell-Evans, 2020), “médicos y terapeutas han liderado el reconocimiento de los síntomas y conductas como un legítimo componente del citado symptom pool”. La terapia afirmativa, en el caso de la disforia de género, es una de las formas que este reconocimiento ha tomado.
Una pequeña precisión en relación con el término disforia de género (en adelante disforia). No entiendo con él insinuar una patología, sin embargo, considero que es una palabra útil y práctica (y también más corta) para referirse al intenso malestar/disconformidad con su sexo biológico que muchas personas sienten, deseando a un tiempo modificarlo o cambiarlo a diferentes niveles, cambios legales o de nombre, hormonación, cirugía, etc.
En nuestra época ha habido otros Charcot, por ejemplo, el endocrinólogo pediátrico Norman Spack, del Hospital Infantil de Boston. En su charla Ted Talk, charlas en línea sobre temas de educación, ciencias, aspectos culturales, subtituladas a cien idiomas, del año 2013, que ha sido visitada por más de un millón de personas, destacó algunas de sus opiniones sobre el tema que actualmente encontramos repetidas en las narrativas acerca de los niños y adolescentes trans y que otros estudios discuten. Intentaremos transmitir esas ideas y también las ideas que otros especialistas les contraponen. Ponemos entre comillas las ideas, simplificadas, del Dr. Spack, y a continuación mencionamos opiniones discrepantes.
“Es muy raro que los niños/adolescentes trans cambien de idea”.
Sin embargo, otros estudios afirman que un alto porcentaje de ellos, entre el 65 y el 80%, desisten de la transición al cabo de un tiempo, convirtiéndose generalmente en adultos gays, bisexuales o lesbianas, eso sí, siempre que antes no hayan sido objeto de una intervención medicalizada (hormonación y/o cirugía). A pesar de ello, aunque no hay un registro exhaustivo de este aspecto, sí existen numerosos casos de los llamados detransitioners, como Keira Bell (2021), y están apareciendo pequeñas guías de apoyo a este proceso, como la de Jongelin y Vandenbussche (2021).
“Si no se trata, hay un alto riesgo de suicidio”.
Parece que esto no se ajusta del todo a la verdad. Existen algunos estudios sobre este tema que no confirman estos datos. Michael Biggs (2018) afirma que no hay pruebas de que la tasa de suicidios en niños trans no tratados médicamente sea más alta, y también que esta es inferior a las tasas asociadas con la anorexia, la depresión y el autismo. Biggs sostiene incluso que en los casos que estudió tras un año de tratamiento con bloqueadores se apreciaba un aumento significativo de autolesiones o intentos de suicidio, y en ello coincide con dos estudios similares realizados en Estados Unidos y Suecia. Por otra parte, en los servicios especializados, muy a menudo no se estudian o contemplan las co-morbilidades de salud mental asociadas a la disforia, con lo que no quedan claras las razones del eventual suicidio.
“Los bloqueadores de la pubertad son una intervención benigna que ahorra tiempo”.
La reversibilidad de la hormonación con bloqueadores no está para nada garantizada, y lo que sí sucede es que los que empiezan su tratamiento con bloqueadores casi indefectiblemente pasan a continuación a la hormonación cruzada (testosterona en el caso de las chicas y progesterona en el de los chicos).
Como dice el ya citado Michael Biggs (2019), utilizar los bloqueadores, más que apretar un pause button (botón de pausa), supone apretar el fast forward (avance rápido) hacia la hormonación cruzada, pues casi el 100% de los que empiezan con bloqueadores acaban en ella.
Las nuevas tecnologías, un medio de difusión y propaganda
De nuevo, en países como Gran Bretaña han estudiado a fondo este fenómeno, y el capítulo que Elin Lewis dedica al tema de “la transmisión de la transición vía youtube”, en la obra de Moore y Brunskell-Evans(2020) mencionada anteriormente, resulta bastante inquietante.
El uso por parte de los adolescentes de smartphones, que les mantienen cada vez más atrapados en una relación “parasocial”, aislados en sus habitaciones y mucho menos conectados a relaciones reales que hace unos cuantos años, es un rasgo característico de nuestra época, no digamos ya durante la pandemia del coronavirus. A su vez, tanto clínicos como sociólogos tienen pocas dudas acerca de la enorme influencia que el uso de estos recursos (internet, plataformas, redes sociales) tiene, en términos generales, en su configuración relacional, emocional, cognitiva y mental. La adolescencia actual sería inconcebible sin la existencia de dichos instrumentos. Aquí nos ceñiremos al tema que nos ocupa, es decir, a la influencia que los mensajes específicos que reciben tienen en lo relacionado con la “epidemia” trans.
Dejando de lado los intereses económicos que subyacen al fomento de este uso, no solo de los y las influencers que monetizan sus aportaciones sino también de otro tipo de intereses menos evidentes, vamos a tratar de examinar lo que está pasando.
¿Qué encuentran los adolescentes en las plataformas como youtube? Pues encuentran personas que, habiendo iniciado o culminado su transición, explican su experiencia, pero no solo eso. También aconsejan cómo “gestionar” las entrevistas con los profesionales sanitarios de modo que acepten su “candidatura”. También asesoran cómo lidiar con padres reticentes o críticos, combinando un alejamiento respecto a ellos con amenazas de suicidio, presiones, descalificaciones como transfóbicos, anticuados o ignorantes. Suelen idealizar la transición como la solución a todas sus dificultades o malestares, minimizando a un tiempo los inconvenientes de la hormonación, por ejemplo.
Los adolescentes, como todos sabemos, pasan por una época dura y difícil en la que necesitan alejarse de la relación con los padres y refugiarse en la gente de su edad, que está sufriendo lo mismo que ellos. Esta compañía y esta complicidad la encuentran en los blogueros, a los que invisten con la categoría de “expertos”, tan solo por haber pasado por la transición o estársela planteando. Se trata de expertos que nadie ha validado y a quienes nadie pedirá cuentas por los resultados de sus “asesoramientos”. Se considera que cuanto más drástica haya sido la intervención médica (incluida la cirugía), más cualificado está el bloguero.
Según los datos de Gran Bretaña, estos blogs empezaron alrededor de los años 2006-2007, y desde 2010 constituyen un género en sí mismo, incluyendo un lenguaje estandarizado propio La voz youtube.
En el caso de Gran Bretaña, las derivaciones al GIDS (Gender Identity Development Service), el servicio especializado de la Clínica Tavistock, crecieron enormemente en el año 2015. Hablamos de un incremento de 2.500 % en la última década (de 4.400 % entre las chicas), o sea: palabras mayores.
Pero en youtube no solo hay blogueros e influencers. También hay gente que defiende intereses muy concretos, como el terapeuta norteamericano Aydan Olson-Kennedy, que hace propaganda de su propia clínica (Center for Transyouth Health, de Los Ángeles), la cual comparte con su esposa, la Dra. Johanna Olson-Kennedy. Aydan presenta la hormonación como algo “mágico y maravilloso”, y la transición como un “volver a nacer”.
La Dra. Johanna Olson-Kennedy es una propagandista entusiasta de las intervenciones médicas y quirúrgicas en la transición. En un comentario totalmente banalizador de la mastectomía, llega a comentar que si uno cambia de idea más adelante, siempre puede implantarse unas nuevas mamas (Armesto, 2021).
En el momento actual, yo diría que ser trans se ha convertido en una manera de expresar los malestares que algunos niños y adolescentes pueden tener en relación con su identidad sexual y de género. Los medios de comunicación, las películas y las series, sobre todo las nuevas tecnologías, pero también la escuela y las propias intervenciones de los profesionales sanitarios pueden contribuir a la configuración de este nuevo fenómeno: el niño/adolescente trans.
Los programas de televisión donde aparecen niños o adultos trans ya son legión, así como los artículos y entrevistas en la prensa. No faltan paneles divulgativos que pueden aparecer en lugares en principio poco adecuados, como por ejemplo una estación de ferrocarril. Pensando en los niños, tengo serias dudas de que exponer de modo público sus nombres y sus fotografías pueda serles de ayuda, pensando también en la posibilidad de que, con el tiempo, lleguen a cambiar de opinión.
Si consideramos otro tipo de propaganda, eso sí, mucho más “glamurosa” esta última, podemos recordar la aparición en el año 2015, en la portada de la revista Vanity Fair (y reproducida hasta la saciedad en el resto del mundo), del anteriormente atleta Bruce Jenner, que pasó a llamarse Caitlyn Jenner en su versión mujer.
Marchiano, en la obra que hemos citado varias veces, dice que lo trans condensa múltiples significados o mensajes culturales: “Sería bueno que nos interesáramos por lo que el psiquismo intenta decirnos a través de lo trans. Esto requiere que cultivemos una actitud simbólica y no tan literal acerca de este malestar”.
Bloqueadores de la pubertad y hormonación cruzada
Los bloqueadores de la pubertad son un tratamiento hormonal que se utiliza desde hace unos cuantos años para, como su nombre indica, detener el desarrollo puberal en pre-púberes con disforia de género. Es un uso off label, es decir, no previsto inicialmente en el diseño del medicamento, porque en principio estaba destinado a tratar la pubertad precoz, la infertilidad, el cáncer de próstata y también al tratamiento de los agresores sexuales violentos convictos (castración química).
Los “inventores” de este tratamiento fueron unos médicos holandeses, la Dra. Cohen-Kettenis y el Dr. Goozen, de la Amsterdam Gender Clinic, que en 1998 realizaron una investigación con un escaso número de participantes y sin grupo de control, investigación que fue financiada por Ferring Pharmaceuticals. Quienes deseen profundizar en una visión exhaustiva y crítica del tema pueden consultar el artículo de Michael Biggs (2020). Este fue el origen del llamado “protocolo holandés”, que rige actualmente en todos o casi todos los servicios especializados y cuyos resultados, de hecho, no han sido corroborados por ninguna otra investigación sistematizada, al menos en mi conocimiento.
Existen opiniones muy discrepantes en relación con este tratamiento y con sus posibles consecuencias (osteoporosis, problemas cardíacos, infertilidad, entre otros). La British Society for Paediatric Endocrinology & Diabetes (BSPED) insistía, en 2005, en que los niños tenían que haber logrado el total desarrollo sexual (el “estadio 5” de Tanner) antes de que se les pudiese prescribir estos tratamientos.
La polémica fue y sigue siendo intensa. Organizaciones pertenecientes al ámbito trans, como GIRES (Gender Identity Research & Education Society), Stonewall o Mermaids, a través de simposios, artículos de prensa, etc., presionaban fuertemente para que se utilizaran y se rebajara la edad de inicio en su utilización, acusando a los clínicos británicos reticentes u opuestos a ello de tránsfobos y mencionando ya el riesgo de suicidio si no se atendían las demandas de los adolescentes y los padres en este sentido. Ya hemos dicho que esta afirmación, muy delicada, no está siendo corroborada por los hechos. GIRES y otras organizaciones denunciaron al Dr. Kenneth Zucker, de Toronto, una autoridad en disforia de género y jefe del Servicio de Identidad de Género, como “un doctor transfóbico que apoya la represión y la tortura de niños con disconformidad de género”. Zucker tenía una posición crítica sobre el riesgo de suicidio en caso de no acceder inmediatamente a las demandas de niños y adolescentes, no compartía las teorías del “cerebro masculino y femenino”, y creía que era necesario que se tuviera en cuenta toda la persona del paciente y no solo su demanda de transición. Consiguieron que fuera cesado. El mensaje era claro: o te incorporas a las teorías “afirmativas” o te quedas sin trabajo.
Tenemos otro ejemplo reciente en el psiquiatra y psicoanalista de la Clínica Tavistock de Londres durante muchos años, David Bell, como puede leerse en el artículo de Rachel Cooke (2021). Bell elaboró un informe interno recogiendo las quejas de una parte significativa de los profesionales del GIDS (Gender Identity Development Service), y fue objeto de lo que podríamos denominar acoso por parte de la gerencia, al punto que tuvo que buscarse un abogado. Para más información sobre el malestar existente entre profesionales del GIDS puede verse este documental de la BBC (BBC Newsnight, 2020).
El GIDS de la Clínica Tavistock, uno de los únicos centros británicos que atienden casos de disforia de género, inició en el año 2010 una investigación al respecto. Michael Biggs (2020) la califica de “experimento”, y menciona las fuertes carencias metodológicas y éticas (minimizaron o escondieron los riesgos a los sujetos participantes) de la misma, cuyos resultados totales, de hecho, no se han hecho públicos hasta nueve años más tarde. A través de informes internos a los que sí se ha tenido acceso, se constata que la utilización de bloqueadores de la pubertad no tiene un efecto positivo en el funcionamiento psicosocial de los niños que los utilizan, ni impacta positivamente en la experiencia de disforia.
Chicas trans: un crecimiento exponencial
En lo que se refiere a los niños o adolescentes que manifiestan el deseo de transicionar, al principio las demandas provenían básicamente de varones en los inicios de la escolaridad y eran muy discretas en número. En la última década, las cosas han cambiado mucho. Centrándonos en Gran Bretaña (aunque la evolución sería parecida en otros países, sobre todo Estados Unidos, Canadá, Finlandia y Suecia), se ha producido un importantísimo incremento de las demandas totales formuladas (2.500 %), que en el caso de las chicas llega al 4.500%, una gran parte de ellas adolescentes.
Abigail Shrier (2021), una periodista norteamericana que ha estudiado este fenómeno en su libro Irreversible Damage, lo relaciona con el uso de los smartphones, que en 2018 estaban a disposición de un 95% de adolescentes en el caso de Estados Unidos. La adicción a estos instrumentos es palpable y generalizable a todo el mundo occidental, a partir de un mínimo nivel de renta.
Un primer cambio ha consistido en disminuir de modo considerable el contacto presencial con otros (en nuestro país, quizá algo menos), sustituyéndolo por el contacto virtual.
Centrándonos en el caso de las adolescentes, su preocupación existente desde hace muchos años (siento la tentación de decir desde siempre) por su aspecto externo, junto con su grado de adecuación a la/las modas y a la opinión de los pares (sobre todo, las pares), se han visto muy aumentados por la tremenda tiranía de las imágenes que se multiplican en las redes, sin olvidar la publicidad invasora. El autoexamen se ha vuelto omnipresente y continuo. Es como que ser mujer, o más bien tener la apariencia “adecuada”, se ha hecho cada vez más difícil y exigente. Los estereotipos de género son implacables y en nuestra época, pasan cada vez más por consumir y alcanzar un alto estándar de “perfección” estética. Según cómo, ser hombre es más fácil.
Por otro lado, es importante considerar el contagio social que se produce a través de las redes y de internet. En Estados Unidos, la Dra. Lisa Littman (2018) ha estudiado este fenómeno que ella denominó ROGD (el equivalente en castellano sería «disforia de género de inicio rápido»), y que aparecía en chicas que nunca antes habían manifestado ese deseo y surgía casi siempre después de una intensa “inmersión” en los blogs trans de internet, coincidiendo con la aparición de algún caso en su grupo de amistades. Hemos mencionado ya anteriormente la importancia y la incidencia de las TIC, de los influencers que explican su proceso de transición, sus operaciones, etc. y que también asesoran sobre cómo lidiar con padres o profesionales reticentes.
Creo que la pornografía es un elemento importante que tiene que ver con este aumento de la demanda en las chicas. Por desgracia, el acceso a ella es cada vez más precoz, especialmente en el caso de los varones. El sexo que se muestra es muy agresivo, y coloca a las mujeres que en ella aparecen degradadas a nivel de objeto. Posteriormente, esta conducta intenta llevarse a la práctica (diría que el fenómeno «manada» tiene mucho que ver con ello), y no puede sorprender que a las chicas no les apetezca el «destino» que les espera.
Algo está cambiando
En estos tres o cuatro últimos años, parece que la “ola” trans que se produjo en los países pioneros en este tema (Gran Bretaña, Suecia, Estados Unidos y Canadá) empieza a remitir en parte, al menos en varios de ellos.
Suecia está revisando el funcionamiento de los centros especializados, sobre todo en lo relativo al mencionado fast track de la atención en este campo, favoreciendo una vía más lenta. Otro tanto sucede con el estudio de los efectos de los bloqueadores de pubertad en la salud a largo plazo de sus usuarios, como es el caso del notable documental sueco The Trans Train (2019).
En Gran Bretaña, una antigua paciente del GIDS (el servicio especializado de la Clínica Tavistock), Keira Bell, de quien ya hemos hablado, ha demandado a la clínica por considerar que había sido mal atendida. La acusada ansiedad y depresión que padecía no fue en absoluto tenida en cuenta. En esta demanda le acompaña una antigua trabajadora del GIDS, cuya hija, que tenía un trastorno del espectro autista, sufrió una suerte parecida. Keira Bell consultó a los dieciséis años por disforia de género (paso de mujer a hombre), y tras dos o tres entrevistas se le propuso tomar bloqueadores, y luego, a los diecisiete años, se le realizó una mastectomía. Keira Bell ha ”detransicionado”, volviendo (o intentándolo) a su sexo anterior.
En diciembre de 2020, el Tribunal Supremo de Inglaterra y Gales dio la razón a Keira Bell, calificando el tratamiento que le fue administrado de “experimental” y afirmando que consideraba muy “improbable” el que un niño de trece años o menos pudiera “ser competente a la hora de dar su consentimiento a la administración de bloqueadores”, y también que era “muy dudoso” que personas entre catorce y quince años pudieran ser capaces de comprender los riesgos y las consecuencias a largo plazo de dicha medicación.
En el caso de Keira Bell, las consecuencias (sólo hablo de las físicas) han sido devastadoras: una voz profunda, sin mamas, y con vello corporal, barba y función sexual afectada entre otras afectaciones.
Hasta que el tribunal se pronuncie de nuevo, en el caso de que la Clínica Tavistock recurra, no será posible seguir administrando dichos medicamentos, salvo excepción bajo intervención judicial.
Otro detalle en el caso del GIDS. La Care Quality Commission, una organización que se encarga de evaluar la calidad de los servicios que dependen del NHS (el Servicio Nacional de Salud británico), emitió un informe muy crítico sobre su funcionamiento, calificándolo de “inadecuado”. Anteriormente, un grupo de padres y numerosos profesionales había dirigido a la dirección del centro una serie de quejas sobre el mismo tema; sin embargo, a pesar de que un miembro de la Junta de la Clínica Tavistock (el Dr. Bell) emitió un informe recogiendo esas quejas, y a pesar también de la dimisión de una serie de profesionales descontentos con el funcionamiento del Servicio, este informe no fue atendido.
El Departamento de Educación del Reino Unido, que hasta hace poco mantenía acuerdos con organizaciones pro-trans (por ejemplo, Stonewall) para que se hicieran cargo de talleres en los colegios, dirigidos a alumnos dentro de una asignatura del currículo llamada RSE (Relaciones y educación sexual), ha rechazado explícitamente el uso de los libros de estas organizaciones, entendiendo que no comparten su orientación. Por su parte, Aamna Mohdin (2020) ha publicado un artículo sobre las nuevas directrices del Departamento de Educación del Gobierno Británico para gestionar este tema, las cuales son críticas con las que se venían utilizando en los talleres mencionados.
Es decir, las cosas están cambiando y se está replanteando el modo en que se atiende a los niños y adolescentes en conflicto con su sexo y su cuerpo. Este es el caso en Gran Bretaña, Suecia y Finlandia. No puede decirse lo mismo de Estados Unidos, donde la situación es altamente preocupante. Abigail Shrier (2021), en su libro Irreversible Damage ya citado, lo describe magistralmente. Entrevistó a padres de transitioners, a chicas que habían transicionado y/o detransicionado, a diversos profesionales, y también a adultos trans muy diversos. Recomiendo encarecidamente su lectura.
En Estados Unidos, la ola trans es gigantesca. Con toda seguridad, influye en ello que la sanidad está básicamente en manos privadas y de aseguradoras (véase Bartosch, 2021) y, por así decirlo, fuera de todo control. Para más información sobre los intereses económicos en juego, véase el artículo de Jennifer Bilek (2018).
En dicho país, el número de Clínicas de Género ha aumentado exponencialmente, así como las demandas de transición, sobre todo en chicas. Los profesionales (médicos y de la salud mental) se dividen entre aquellos que practican la terapia afirmativa (se diría que una mayoría), bien sea por convicción propia, bien sea por temor a ser denunciados como tránsfobos, y aquellos que sin ética alguna (caso de la Dra. J. Olson-Kennedy) aconsejan dar hormonas cruzadas a niños y niñas desde los ocho años. Obviamente, hay también profesionales críticos.
Una de las primeras leyes de la Administración Biden obliga a todas las escuelas que reciban subvenciones públicas a permitir la participación de mujeres trans (biológicamente hombres) en competiciones deportivas, lo que deja a las mujeres biológicas en obvia desventaja. ¿Realmente tiene esto sentido?
Algunas conclusiones
Hemos explorado los diversos aspectos del tema lo más sistemáticamente posible, eso sí, dentro del marco escogido, es decir: Gran Bretaña, Estados Unidos y Suecia principalmente. La ola trans les llegó mucho antes que a nosotros, y ello nos permite aprender de sus errores. Como dijo Bertrand Russell: “¿Por qué repetir los mismos errores si podemos cometer otros nuevos?”. Pues eso, a poder ser, innovemos, aunque sea en los errores.
Detrás de este tema, como ya hemos dicho, hay mucho dolor y mucha angustia. Intentemos mejorar la situación de los que presentan esta circunstancia, pero, antes que nada, no les perjudiquemos con prisas o actuaciones precipitadas y/o “milagrosas”. Recordemos siempre el Primum non nocere (Lo primero es no hacer daño).
Dejemos que los niños y adolescentes duden, prueben, cambien, crezcan, como nos recuerda un artículo de Gemma Cánovas (2019). Asumamos nuestro papel de adultos, no les tratemos como adultos en miniatura, cosa que no son, y tampoco deleguemos en ellos responsabilidades que son nuestras, como muy bien expresa Joseph Knobel en una mesa redonda organizada por la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas (FEAP, 2021). Decir a algo que no, esperar, puede ser difícil; decir a todo que sí resulta más fácil, pero también puede ser muy perjudicial.
Necesitamos datos, investigaciones, reflexiones, pensamiento, aprender, explorar, y también necesitamos serenarnos, no polarizar, no agredir a los que piensen diferente. Abramos nuestras mentes.
Los profesionales de la Salud Mental necesitamos aprender cosas que ignoramos o que son nuevas para nosotros, y quizá también necesitamos no ceder a las presiones o a las amenazas más o menos implícitas.
Por ejemplo, ¿qué significa “despatologizar” lo trans si los abordajes que se hacen “encadenan” a las personas a medicación de por vida o a cirugías en bucle? ¿Qué sucede con la terapia de conversión? ¿Quién “convierte” a quién? ¿Los que toman al pie de la letra los deseos (por más enfática o vehementemente que se planteen) de los niños y adolescentes o los que transmiten calma, y respetan el tiempo y el esfuerzo necesarios para aclarar temas complejos y problemáticas entremezcladas?
Como sugiere Lisa Marchiano, intentemos descodificar lo que el fenómeno trans nos está transmitiendo de modo “codificado”. ¿Qué pasa con la rigidez del género? ¿Qué pasa con las “modas”, con los “contagios”? Lo que ahora está sucediendo con lo trans me recuerda la anorexia/bulimia de hace unos años y también me recuerda al Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), incluyendo en este último caso los intereses ocultos de las empresas farmacéuticas y otros.
La versión catalana original de este artículo está disponible en la revista digital de la ACPP (Associació Catalana de Psicoteràpia Psicoanalítica), número 9, diciembre de 2021. Esta versión castellana contiene ligeras variaciones con respecto a la original.
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Paloma Azpilicueta Aguilar
Psicóloga clínica y psicoterapeuta
Grup de Treball «Psicoanàlisi i Societat» del COPC
palomaazpilicuetaaguilar@gmail.com