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Resumen

En este artículo se analiza una viñeta clínica partiendo del concepto de enactment. La supervisión permite estudiar los sentimientos contratransferenciales de la analista que se manifestarán en un enactment, entendido como una actuación o dramatización de una escena inconsciente. Estudiamos una faceta de la noción de enactment en un caso, donde podemos observar cómo la analista supervisada dramatiza sentimientos como la vergüenza y la molestia

Palabras clave: enactment, actuación, supervisión, vergüenza, modestia

 

Abstract   

The present article pretends briefly to analyze a clinical vignette according to the concept of countertransferential enactment. As part of the clinical supervision the analysis allows to place the countertransferential feelings of the supervised analyst based on the countertransferential position, which involves the enactment defined as to act out or the dramatization of an unconscious scene. To this effect, the article begins with a short conceptual delimitation of the notion of countertransferential enactment.  Subsequently the case is showed and the analysis in matter leads to the hypothesis that the analyst participates in a role which ends up dramatizing, despite her countertransferential feelings as the embarrassment and annoyance.

Keywords: enactment, acting, supervision, embarrassment, modesty

 

Concepto de enactment contratransferencial

Desde que Freud (1912) formuló el concepto de agieren como parte de la transferencia, se han generado una serie de reflexiones teóricas  según las diferentes escuelas psicoanalíticas. Así, por ejemplo, la noción de acting out se ha incorporado al vocablo psicoanalítico siguiendo los sistemas conceptuales específicos de la escuela inglesa. Laplanche y Pontalis (1963) aclaran  sobre la noción de agieren

El término Agieren, como también el de “actuar”, implica un equívoco, que es el del propio pensamiento de Freud: éste confunde lo que en la transferencia es actualización con el hecho de recurrir a la acción motriz, el cual no se halla necesariamente implicado por la transferencia. Así, pues, resulta difícil comprender cómo pudo Freud, para explicar la repetición en la transferencia, atenerse constantemente al modelo metapsicológico de la motilidad propuesto a partir de La interpretación de los sueños (Freud, 1900): “… el hecho de la transferencia, al igual que las psicosis, nos enseña que los deseos inconscientes aspiran, pasando por el sistema preconsciente, a llegar a la conciencia y al control de la motilidad”.

La distinción entre acción motriz como parte del modelo metapsicológico de la Interpretación de los sueños (1900) y la idea de actualización permite ubicar una serie de planteamientos post-freudianos. La proximidad conceptual de la motricidad con lo pulsional,  o las necesidades internas,  llevan a Freud (1895, 1938) a considerar un actuar transferencial como una evacuación energética, instintiva. Esto parece mediatizado en el modelo de La interpretación de los sueños por las fantasías inconscientes (Icc), y los pensamientos preconscientes (Prcc) del aparato psíquico en su conjunto. Freud en Más allá del principio de placer (1920), da cuenta de las vivencias traumáticas, donde la motricidad corresponde a una descarga pulsional ajena al principio de placer. En la transferencia la repetición de experiencias pulsionales muestra una motricidad representacional. Botella (2002) lo definirá como irrepresentable, una descarga de energía que excede el procesamiento psíquico (Green, 1997), etc. El significado de actuación en el diccionario de la Real Academia Española tiene una serie de connotaciones:

  1. Hacer actual algo, darle actualidad.
  2. Poner al día datos, normas, precios, rentas, salarios, etc.
  3. Poner en acto, realizar. 
  4. Econ. Obtener el valor actual de un pago o ingreso futuro.
  5. Hacer que los elementos lingüísticos abstractos o virtuales se conviertan en concretos e individuales.

De todos ellos, quizá sea el tercero el que esté más en la órbita de las cuestiones esbozadas. Se trata de diferenciar lo que actuar significa. Pontalis y Laplanche (1967) extraen del acting out un sentido que podría  clarificar esto  último: “To act, utilizado en su forma transitiva, está impregnado de significaciones pertenecientes al ámbito teatral: to act a play —representar una obra—,  to act a part —representar un papel—, etc. Lo mismo puede decirse del verbo transitivo to act out”.

Teatralizar, escenificar o representar un papel, serían verbos vinculados al de actuar.  A diferencia del modelo propuesto por Freud (1900), se incluye otro concepto, ya que representar un papel lo es en tanto que otro también puede hacer lo mismo. Asimismo, la teatralización no contempla necesariamente la acción motriz como una pura descarga pulsional.

Probablemente, Sapisochin (2013)  con su concepto de gesto psíquico, haya avanzado  unos planteamientos dirigidos a un modelo en que no solamente el otro esté incluido, sino que además la dinámica está marcada por una serie de guiones psíquicos que  apuntan a una relación intersubjetiva. De ahí que prefiera traducir agieren por puesta en-acto-dramática

Bajo ambas ópticas, la contratransferencia también asume un carácter particular. Desde que Freud (1915) concibiera la contratransferencia, resulta palmario el intento por limitar el actuar —agieren— del analista en respuesta a la trasferencia del paciente. No pasar al acto motriz dirigido al paciente. Dominar posee así, un carácter similar al del control Pcc, que tiene las llaves de la motilidad en el esquema propuesto en La interpretación de los sueños (1900). Esto se engarza a la pretensión freudiana de un analista-espejo que, al mantenerse resguardado de cualquier puesta en acto motriz, refleja el espejismo de la transferencia, a saber, su enlace falso con el médico. Esto ha sido recogido por muchos autores posteriores en términos de salvaguardar una contratransferencia profesional marcada por la regla de abstinencia. 

No obstante, esto queda circunscrito a una lógica en la que la motricidad es expresión de fantasías inconscientes. En Más allá del principio de placer (1920), la posición del analista queda circunscrita más en términos de la ligazón de la energía libre que el aparato psíquico no puede dominar, como parte de los primeros momentos originarios del infante. Lo que ha pasado a conocerse como la función materna que agrupa a autores como Winnicott (1963), Bion (1962) y Green (1983) pasará a ser de primer orden como parte de la contratransferencia. 

Freud (1912) abre las puertas hacia una concepción de la contratransferencia que involucre al analista fuera de su posición exterior, de espejo ideal. Con la metáfora del micrófono y el auricular, Freud (1912) contempla como el inconsciente del analista escucha el inconsciente del paciente. Esto tiene ciertamente una serie de interpretaciones, desde una especie de conexión inmediata preverbal —a propósito de los planteamientos freudianos en torno a la transferencia y la telepatía—, a su uso mediatizado por lo Prcc, lo cual en cierta medida incluye la concepción del aparato psíquico del analista en su conjunto. En esa línea, Ferenczi (1932) con el análisis mutuo es uno de los discípulos freudianos que llevó la implicación del analista como condición sine qua non del análisis.   

En términos de las elucidaciones precedentes, la contratransferencia no puede disociarse de la transferencia. La idea de una bipatía por parte de Racker (1957, 1960), así como gran parte de la escuela inglesa, permite sostener que el analista no está  fuera de la transferencia como un espectador imparcial. El concepto de identificación proyectiva ha sido seguramente el concepto clave para entender que el analista participa de la transferencia del paciente en tanto se identifica tanto con el Yo, como con el Superyó, o con los diferentes objetos internos que tales instancias presuponen. Las diversas reacciones contratransferenciales analizadas por Racker (1960) dan cuenta de la intensa participación emocional del analista. No obstante, se puede decir que implícitamente, si bien estas propuestas se alejan del ideal del espejo, hacen de tal participación un desvío del grado de distancia que habría que mantener como parte de una contratransferencia profesional. Esto tiene asentamiento en el concepto de identificación complementaria de Racker (1960). Sapisochin (2014) en su lectura del concepto playing, de Winnicott (1960), rescata la necesaria implicación del analista en los términos de una dramatización escénica, rescatando, así la noción de  actuación aquí esbozada:  

Por el contrario, pienso que cuando Winnicott sostiene que el paciente ha pedido ayuda porque no puede representar dramáticamente (playing) trabaja con la idea de que su curación dependerá de si aprende (o no) a dramatizar con la realidad que inevitablemente le presenta el analista. Es decir, si el analista puede (o no) generar las condiciones de ambigüedad suficientes como para que su actitud profesional (Winnicott, 1960) quede suspendida entre bastidores mientras representa, en el papel de actor invitado, el rol de cierto personaje transferido por el analizando. Hasta que vuelve a entrar en escena y, como el narrador del teatro griego, transforma en una ficción narrativa (Sapisochin, 1999), es decir, en una interpretación, lo que ha visto representado entre él mismo y su paciente. 

Esto le permite a Sapisochín criticar la idea de un acting out como una pura descarga pulsional a-simbólica, y hablar más de dramatización escénica que incluye la dinámica transfero-contratransferencial. Eso sí , solamente si el analista está dispuesto a suspender su actitud “profesional”, es decir, a flexibilizar un encuadre fijo y absoluto, y acercarse más a un encuadre co-recreado, co-escenificado. La ambigüedad de su labor puede verse en esos gestos, palabras que sin saberlo van reproduciendo una escena teatral, es decir, la puesta en-acto-dramática.   

Ciertamente no se trata, siguiendo a Sapisochin (2013, 2014, 2019) de quedarse en este juego de espejos. Autores como Lacan (1951) han advertido acerca de los peligros de la transferencia dual, imaginaria. De ahí que se hable de ficción narrativa. Si el analista reconoce a posteriori —nachträglichkeit— el papel que ha representado, puede mediante la interpretación narrar lo que antes era un guion mudo —cabe señalar que para Sapisochin (2014) los guiones psíquicos poseen una naturaleza pre-verbal—. Así, recupera su lugar como tercero capaz de discriminar que lo que ha acontecido forma parte de los márgenes del análisis como escenario de una representación conjunta. De ahí que se pueda asignar roles, una trama, y el sentido correspondiente. 

Viñeta clínica

El paciente M. fue derivado por otro colega de la analista, ya que no había progresos en la terapia. M. trabaja como mánager en una compañía multinacional, y hace unos meses va al gimnasio para no engordar. La analista es contactada a petición de la mujer del paciente; la analista mantuvo entrevistas con ambos hasta decidir que era más conveniente trabajar con el marido. 

La pareja contrajo matrimonio hace unos diez años y dos años más tarde nació su única hija. Desde hace seis años no mantienen relaciones sexuales —aparentemente no es infiel—; a veces su mujer se pone agresiva y él tiene que complacerla con regalos o con viajes. El paciente a veces bebe y, en una ocasión, tuvo un accidente en estado de ebriedad sin pensar que su hija viajaba con él en la parte de atrás del coche. El paciente dice que su hija le recuerda a sí mismo. La analista ve un intento de filicidio en aquella imprudencia temeraria.

En palabras de la analista, difícilmente se puede decir que el paciente entra en sesión y los progresos son pobres o nulos. No hay forma de aclarar por qué no tiene deseos sexuales, y qué ocurre con su deseo, y que ha ocurrido con su deseo a lo largo de la historia. Aparentemente su pasado todo fue tranquilo y feliz. 

En términos contratransferenciales, la analista se siente un tanto presionada en la sesión, pues el paciente le mira fijamente los pechos y también su zona genital de forma insistente, pero no ha podido integrar ello en la sesión. Por otro lado, la analista se queja de estar harta de sentirse tratada como una escolar a la que el profesor le enseña qué es la vida. Así, en esa línea, le ha recomendado sitios que cree que a la analista le pueden gustar, como un café donde venden el mejor café de la región. En una ocasión, la analista se encontró al paciente en el café maravilloso que  le había sugerido, siguiendo, así, su consejo.  

Fragmento de una sesión

La transcripción de la sesión realizada por la analista supervisada incluye unas anotaciones de ella y su sentir y pensar contratransferencial, lo cual está marcado en cursiva.

M.- Hola, lo siento, llegué tarde pero cuando entendí que iba a llegar tarde decidí no preocuparme como antes. Recuerdo cuánto me costó cuando tenía prisa, por ejemplo, tuve accidentes automovilísticos. Llegué tarde porque estaba comprando flores para mi esposa. Hoy es su cumpleaños. Le gustan las hortensias. Aquí es algo especial, pero en Francia es la marihuana. (Pensé que mis flores detrás junto a la ventana también deberían ser de marihuana como en Francia y sentí vergüenza). Pero a ella le gusta. La gente de la tienda no me las tenía preparadas, por eso perdí diez minutos. Pero está bien, puesto que no me apresuré. Todo debería estar en su momento. Perdimos dinero en el trabajo porque el banco no suscribió el documento. En el invierno era el momento adecuado, ahora todo son problemas. Entendí que al dinero le gusta el momento. Pero en realidad soy avaro, incluso mi esposa me lo dice. Conocí gente muy tacaña, mi tío, por ejemplo, mi padre no lo era. Estoy bastante tranquilo con el dinero. Por ejemplo, íbamos a comprar el piso y disponíamos del dinero de la jubilación. Pero la mujer que vendía el piso rechazó esperar varios días. Ok, compramos otro piso. Y luego lo vendimos también. Así que yo era un buen comprador para ella, pero ella no se dio cuenta. Ok, al dinero le gusta el momento.

Silencio corto (por lo general no guarda silencio. Me siento perdida en sus razonamientos y su discurso… porque no lo siento como un diálogo sino más bien como si él me enseñara a pensar en todas las cosas. Me siento como una estudiante o una rubita estúpida, la cual tal vez queria sexo y dinero).

M.- Necesito algo para calmarme… en Hawái la gente no piensa en el dinero. Tienen el surf. Hawái, (y continuó un rato hablando sobre Hawái y sobre hechos y detalles nada interesantes para mí…). Si puedes en algún momento, deberías visitar Hawái y verás sus caras. (Estoy furiosa por dentro, de nuevo me enseña. Ya en la sesión hemos hablado de eso… Pero cada vez no cae en cuenta de cómo se comporta y cada vez rechaza ver que trata de enseñarme. Me siento una estúpida y tonta mujer sin dinero y ni haber estado en Hawái). Recuerdo el rostro de los hawaianos. Me gustaría vivir allí, no solo descansar. Pero se necesita mucho dinero. Con mi esposa tenemos la esperanza de pasar los últimos años allí. Vi sus caras … son especiales.

A- ¿A quién se parecen? (Lo dije solo para ocultar lo enojada que estoy, solo ahora lo entiendo).

M.- Están tranquilos. No piensan tanto en el dinero como en Nueva York… Aquí tenemos bosques, pero la gente está enojada… es extraño… Quizás debería irme a las montañas. O encontrar algo de deporte. Como en la película «El club de la lucha», deberías haberla visto.

A – Sí. 

M – Me gusta mucho y tal vez debería hacer lo que hace el mi héroe. Organizó el club de lucha, era empresario. Me gusta mucho.

A – Por favor, recuérdame el final. Vi la película, pero olvidé el final… En el que había algo importante.

M.- (con una sonrisa) Sí. Cierto. Vuélvela a haber y te darás cuenta. Correcto, hay algo al final.

A – (estaba tan furiosa que incluso olvidé lo que le dije, pero puse atención como me hablaba enviándome a la película).

M.- No… no quise decir nada más, simplemente no quiero estropear la película antes de que la veas.

A.- Pero la idea no se trata de ver una película, sino entender por qué te gusta.

M.- Ok. Se trata de un hombre que organizó el club de lucha y tuvo una segunda vida, tenía dinero, no tenía familia. Yo tengo familia… y sería genial tener algo como esto. Pero antes de pasar a la clandestinidad, antes debes tener estatus y dinero. (Habla de otras cosas…).

A.- Creo que ya tienes esta doble vida. Siempre estás dispuesto a luchar contra tu esposa, tus clientes, contra mí. Y peleas conmigo, y vienes aquí dispuesto a pelear y defenderte… Por eso estás cansado y harto.

M.- Sí. Quizás. Debería pensarlo. (Él se puso de pie solo, yo también me puse de pie)… Cuando estás de pie te ves muy alta (siento vergüenza, me sonrojo y recordé que le gustan las mujeres rusas altas, y lo sentía como una seducción).

A.- Tal vez porque es así (el paciente no es alto para nada… sentí un golpe dulce con mis palabras… no pude detenerlo).

M.- hay algunas personas que se parecen a ti. Quizás te ves así por tu postura.

Análisis de la sesión

Destacaremos como características de la analista, por algún comentario que ella hace en el material clínico, que se trata de una mujer alta y rubia, de fisionomía europea, de aproximadamente unos cuarenta años y que vive en pareja con su marido y sus hijos. Una disonancia recorre a nivel contratransferencial en esta viñeta. De muchas formas, la analista da a entender el rechazo que siente a la posición de estudiante en la que siente que el paciente la sitúa. Ya sea mediante la rabia o la vergüenza se pone de manifiesto que la analista pierde momentáneamente contenidos de la sesión, o responde mecánicamente. En ambos casos, parece ser que la posición de estudiante convoca en la analista una serie de defensas psíquicas como la represión. 

La analista cree que el paciente no ha entrado en sesión, porque la presuposición es que para ello el paciente tendría que, por ejemplo, hablar sobre su relación con la película Fight Club. Es decir, la analista tendría que ocupar un lugar de espectadora, en el cual, a  distancia justa, fuera dando cuenta de lo que en principio no puede discernir, a saber, el deseo del paciente. Por lo demás, esto último está dentro de los márgenes de una contratransferencia “profesional”, ideal, en la que la analista busca reflejar el deseo del paciente. En otras palabras, la analista rehúsa de una y otra forma a implicarse —playing— en el guión relacional que se va desplegando. 

Y, sin embargo, sin saberlo, la analista participa en ello: “M.- Están tranquilos. No piensan tanto en el dinero como en Nueva York… Aquí tenemos bosques, pero la gente está enojada… es extraño… Quizás debería irme a las montañas. O encontrar algo de deporte. Como en la película El club de la lucha, deberías haberla visto. A.- Si.”

Después de que la analista se queja una y otra vez de terminar en posición de estudiante, como una rubia tonta, sin dinero, sin Hawái, ante la recomendación de ver la película, la analista responde con un sonoro “Sí”. 

Podría aparentar esto no ser suficiente, pero lo que sigue inmediatamente a continuación lo podría confirmar: “M.- Me gusta mucho y tal vez debería hacer lo que hace mi héroe. Organizó el Club de Lucha, era empresario. Me gusta mucho. A.- Por favor, recuérdame el final. Vi la película, pero olvidé el final… En el que había algo importante”. ¿No hay en el recuérdame el final, una puesta en escena de lo que la analista rechaza, a saber, ser estudiante, tonta, etc? Pues, así parece. Esto pasa desapercibido para la analista, quién se queda con el sentimiento de furia intensa ante la insistencia del paciente en su recomendación: “M.-(con una sonrisa) Sí. Cierto. Vuélvela a ver y te darás cuenta… correcto, hay algo al final. A- (estaba tan furiosa que incluso olvidé lo que le dije, pero puse atención como me hablaba enviándome a la película). M.- No… no quise decir nada más, simplemente no quiero estropear la película antes de que la veas”.

Por lo demás, la recomendación, en otro nivel, ya había pasado al acto en el sentido de un enactment contratransferencial. El guión relacional, la analista lo lleva afuera de la sesión al decidir ir —sola— a la cafetería sugerida por el paciente.

De esto deriva que la analista intente ubicarse contratransferencialmente desde el lugar de espectadora: “M.- No… no quise decir nada más, simplemente no quiero estropear la película antes de que la veas. A.- Pero la idea no se trata de ver una película, sino entender por qué te gusta.”

Es decir, no se trata de que quede en el lugar de la estudiante rubia, yendo a ver la película sugerida, sino que el paciente hable sobre su razón y lo que le gusta de la película. Así, queda de manifiesto el intento de la analista de salir de la dinámica transfero-contratransferencial en el sentido de la teatralización y restituir su lugar ideal, ajeno, impoluto, en resumen, profesional. 

A continuación, la analista ensaya una interpretación de la transferencia en base a la respuesta del paciente: 

M.- Ok. Se trata de un hombre que organizó un club de lucha y tuvo una segunda vida, tenía dinero, no tenía familia. Yo tengo familia… y sería genial tener algo como esto. Pero antes de pasar a la clandestinidad, antes debes tener estatus y dinero. (Habla de otras cosas…).

A.- Creo que ya tienes esta doble vida. Siempre estás dispuesto a luchar contra tu esposa, tus clientes, contra mí. Y peleas conmigo, y vienes aquí dispuesto a pelear y defenderte … Por eso estás cansado y harto.

Resulta patente que la analista se involucra como parte de su interpretación, en donde también quedan situados otros objetos, la esposa, los clientes, etc. Pero dado el desarrollo de lo anterior, esto podría tomarse como un desvío del guión principal. Por lo demás, no cabe desconocer que lo de la doble vida posee resonancias psicóticas sugerentes, pero que, leído desde el conjunto del desarrollo de la sesión, resultaría más un intento de la analista de hacer entrar al paciente a la sesión, al igual que ella, negando o desconociendo que eso ya se ha ido desarrollando. 

La corroboración de lo anterior es lo que a continuación se manifiesta:

M.- Sí. Quizás. Debería pensarlo. (Él se puso de pie solo, yo también me puse de pie)… Cuando estás de pie te ves muy alta (siento vergüenza, me sonrojo y recordé que le gustan las mujeres rusas altas, y lo sentía como una seducción).

A.- Tal vez porque es así (el paciente no es alto para nada… sentí un golpe dulce con mis palabras… no pude detenerlo).

M.- hay algunas personas que se parecen a ti. Quizás te ves así por tu postura.

En cierta forma, esta última parte de la sesión no sigue las coordenadas del guión hilvanado. Parece que en la asimetría de altura parece latir una especie de fascinación del paciente: muy alta. Y, a pesar de sus sentimientos de vergüenza, de sentirse seducida, su respuesta trasluce patentemente la corroboración de la asimetría: tal vez porque sea así. Es decir, la analista se incluye como parte de una escena, que no es capaz de detener: no pude detenerlo. ¿No hay acaso ahí una similitud con respecto a la posición de estudiante de la analista?, ¿no sigue la analista jugando a seguir participando de las sugerencias del paciente, en este caso, una sugerencia que atañe a su postura? Por lo demás, es el paciente que se pone de pie solo, es decir que domina la escena a la cual la analista participa inmediatamente: yo también me puse de pie.   

Y para terminar este breve análisis, se podría elevar también la cuestión si el deseo del paciente, que la analista no puede determinar ni explorar del todo, no se delinea en un guión en donde el paciente ocupa un lugar absoluto, a partir del cual la analista queda en un lugar de estudiante tonta, rubia, seducida, etc. Golpe dulce en las últimas palabras de la analista, casi como confesión de su participación erótica, la de ser estudiante bajo las sugerencias —mando— del profesor, que ciertamente no se puede explicar todavía, es decir, “a qué otros” del pasado infantil del paciente, se pone en juego.

La función de la supervisión en torno al enactment contratransferencial 

 Considerando la noción de enactment contratransferencial, la supervisión tiene la función de narrar lo que se teatraliza en la escena analítica. Es decir, el guión relacional que acontece de forma silenciosa, en un entre-dos relacional. La supervisión permite al analista recuperar su lugar en términos, no de un observador indirecto y apacible, sino uno que ha participado y co-creado la escena analítica y está en posición de relatarla. Esto es lo que sería una interpretación transferencial, que como dijo Freud (1905,1910) tenía un valor central en el trabajo analítico. 

En el fragmento de sesión analizado resulta importante señalar a la analista el lugar contratransferencial que ocupa —a pesar suyo—. Sus sentimientos contratransferenciales, especialmente el enojo, no impide que el guión relacional, con ella como una de las participantes, se vaya actuando. Aún más, habría que comprender que dichos sentimientos no se desligan de la escena analítica que se va creando. En ese sentido, la vergüenza, podría ubicarse como una escena que parece ser controlada por el paciente desde el inicio —como si el encuadre se invirtiera—.  

Así, lo que anteriormente Sapisochin (2014) recogía de Winnicott (1960) con respecto a la capacidad del analista de jugar, puede ser de ayuda para la analista en cuanto que en la renuncia parcial de la actitud profesional permite justamente ir explorando lo que parece ser impenetrable: el deseo del paciente. Siempre y cuando, la escena co-creada no termine por capturar al analista, y llevarla a actuar la sugerencia del paciente en torno al café. Y es que justamente la supervisión constituye el espacio para narrar, o si se quiere, establecer la distancia necesaria para que el trabajo analítico no se hunda en un espejismo de a-dos. 

 

 

Referencias bibliográficas

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Alejandro Pineda Saavedra
Psicólogo clínico, Universidad Nacional Andrés Bello (Chile).
Master en psicoanálisis y teoría de la cultura, Universidad Complutense de Madrid.
l.pinedasaavedra@gmail.com.

 

Manuel Martinez Sanchez
Doctor en Psicología clínica, Universidad Complutense de Madrid.
Psicoanalista titular de la Asociación Psicoanalítica de Madrid (APM-IPA).
trainingtaraz2018@gmail.com