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Resumen

La historia presentada debe ser considerada en el contexto especial de hoy, en el marco de la terrible guerra en Ucrania. El trauma moderno actualiza los recuerdos-experiencias del pasado de los pacientes y de los psicoanalistas. El terrible pasado de personas individuales y de naciones enteras vuelve a ser una realidad: la tragedia del trauma colectivo e individual se multiplica en el refuerzo mutuo y la repetición. Una historia traumática que no sólo ataca nuestra capacidad de pensar sino también de existir. La historia de un psicoanálisis que unió a dos personas que anhelaban la libertad.

Palabras clave: libertad, libertad humana, independencia, autolimitación, trauma transgeneracional, maltrato, imposibilidad, totalitarismo, conformismo, deshistorización, movimiento de significados.

Abstract 

The story presented in this case needs to be considered in the special context of today, in the framework of the terrible war in Ukraine. Modern trauma actualizes memories-re-experiences of the past of patients and psychoanalysts. The terrible past of individual people and entire nations becomes a reality again — the tragedy of collective and individual trauma is multiplied in mutual reinforcement and repetition. A traumatic story that not only attacks our ability to think but also to exist. The story of one psychoanalysis that brought together two people who both yearned for freedom.

Keywords: freedom, free human, independence, self-limitation, trans-generational trauma, ill-treatment, impossibility, totalitarianism, conformism, dehistoricization, movement of meanings.

 

No te damos, oh Adán, ningún lugar en particular,
ninguna imagen en particular, ningún deber en particular, 
para que encuentres el lugar, la imagen 
y los deberes por tu propia voluntad, 
según tu propia voluntad y tus propias decisiones.
 Discurso sobre la dignidad del hombre
 Giovanni Pico della Mirandola

 

El tema de la libertad es un tema sensible en mi historia personal, en los relatos de mis pacientes y en la experiencia de mi país. Cuando reflexionaba para esta presentación no tenía ni idea de las transformaciones que sufriría nuestra situación. Y ahora, cuando Ucrania está defendiendo su derecho a la libertad y a la independencia en una guerra tan despiadada y brutal, creo que todavía no puedo comprender el precio que mi pueblo pagará por estos valores incuestionables, tal vez triviales desde la perspectiva europea. Después de todo, parece difícil cuestionar la afirmación de que todo el mundo necesita libertad. 

Durante siglos, el concepto de libertad ha permanecido en el campo de investigación de filósofos, poetas, historiadores, politólogos, teólogos, psicoanalistas y sigue en proceso de cierta transformación. Hay más de doscientas definiciones académicas de la libertad.

Por lo tanto, iniciar un debate sobre este tema es siempre un reto o, como escribió Hannah Arendt, algo incluso desesperanzador: «Es como si las contradicciones y las antinomias, tan antiguas como el tiempo, estuvieran al acecho de la mente, para empujarlo a un dilema lógico insoluble, y no importa a qué extremo del dilema te agarres, no podrás entender ni lo que es la libertad ni lo que es su contrario, porque es lo mismo que calcular la cuadratura exacta de un círculo” (Arendt, 1961).

Así que, para no ahogarme en las profundidades de la filosofía, la teología, la lingüística o la lógica, seguiré mi propia conciencia, mis observaciones intuitivas, experiencias y sentimientos que me han acompañado desde el comienzo de mi vida. Evidentemente, mi relato se formó a partir de historias familiares contadas repetidamente en familia.

Mis padres pertenecían a la generación de los años sesenta, una generación de intelectuales soviéticos ucranianos con una marcada posición cívica (szestydesiatnykiw) que se manifestó más plenamente a principios de los años sesenta del siglo pasado como resultado del debilitamiento del totalitarismo comunista y representó una oposición moral al régimen totalitario de la URSS. En aquella época, eran estudiantes de medicina y como muchos jóvenes, eran lo suficientemente valientes y radicales como para apoyar y desarrollar los nuevos brotes de libertad que estaban entrando tan vivamente en todas las esferas de la vida cultural y política. Creo que, en ese momento, eran irrazonablemente valientes. Porque, como saben, la época del llamado «deshielo de Kruschov» no duró mucho, y tras la destitución de Nikita Kruschov en 1964, la represión de la «Primavera de Praga» en 1968 y los acontecimientos de marzo en Polonia, también en 1968,  los intelectuales creativos, liberales y democráticos se convirtieron, obviamente, en uno de los principales obstáculos para la restauración del totalitarismo. Toda una galaxia de historiadores, poetas y prosistas ucranianos, artistas, traductores y filósofos sufrieron la represión en 1965-1972 (detenciones, asesinatos, exilio, despido del trabajo, etc.) y se vieron abocados a la “clandestinidad espiritual”. 

Asocio el tema de la libertad y el vínculo transgeneracional con la palabra libertad, que viene del latín libertas, cuya raíz remite a la palabra latina liber, “hijos”, lo que se  refiere a la transferencia genealógica de padres a hijos sobre el derecho a la libertad. Así que crecí en la URSS en una situación de “clandestinidad espiritual” y a los dieciocho años ya esperaba, como el famoso escritor ucraniano Taras Prokhasko: “…que el escenario se derrumbara muy pronto… Poder escoger una vida interesante para adelantar la decadencia”(2021)”. En la Plaza de la “Revolución de Octubre el dos de octubre de 1990” (actualmente Plaza de la Independencia, Maidan Nezalezhnosti) tuvo lugar la llamada,  «Revolución sobre el Granito», una huelga de hambre estudiantil que se convirtió en uno de los precursores del colapso de la Unión Soviética. Se cumplieron cinco importantes demandas formuladas. Todavía me pregunto si todo aquello fue valor o imprudencia. “Una cosa es que una persona crezca en una sociedad libre y otra en una totalitaria. Si hay una experiencia de falta de libertad, la transición de la falta de libertad a la libertad se experimenta especialmente de forma existencial. La mitad de mi vida la pasé en la Unión Soviética y personalmente sé muy bien lo que es la falta de libertad y la transición a la libertad social y civil”, escribe mi colega, el conocido filósofo ucraniano de Lviv, Andriy Dakhnyi (2018). Un período de gran cambio existencial fue experimentado por muchos ucranianos el veinticuatro de agosto de 1991, cuando se pronunció la Declaración de Independencia de Ucrania, y más tarde el uno de diciembre, cuando esta decisión legislativa fue confirmada mediante un referéndum ucraniano que se combinó con la elección del presidente de Ucrania. Y de nuevo durante la “Revolución Naranja” en 2004. 

Se hace difícil transmitir la multidimensionalidad y las contradicciones sobre la idea de libertad.

Recordando una vez más al representante del primer humanismo, el pensador italiano del Renacimiento Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), es difícil no estar de acuerdo con la opinión expresada en estas palabras: “…para que puedas expresarte libremente, como escultor y creador libre y autosuficiente, en la forma que prefieras sobre otras. Puedes transformarte en la bestia más primitiva o, mediante la determinación de tu mente, en un ser superior y divino”  (Pico della Mirandola, 1956)

¿Qué determina tal o cual elección de una persona o comunidad? 

Por ejemplo, los mitos sociales forman diferentes matrices sociales que crean las condiciones previas adecuadas para el desarrollo de un estilo de interacción totalitario o democrático. La tradición de una lucha exitosa contra la arbitrariedad preserva la esperanza, la disposición a la autocontención (y en consecuencia, la conciencia de las limitaciones del propio conocimiento) apoya un sentido de fortaleza y confianza. Los fracasos en esta lucha actualizan inevitablemente los mitos totalitarios que afectan a la realidad y conducen a un trauma transgeneracional.

El psicoanalista estadounidense de ascendencia irlandesa Michael O’Loughlin refiriéndose a la historia irlandesa, se pregunta:

¿Qué le ocurre a un pueblo que no solo ha sufrido pérdidas catastróficas como consecuencia de la hambruna y las privaciones, sino que además ha perdido la lengua autóctona y el patrimonio folclórico en el que se codificaban la identidad cultural, la memoria ancestral, la pérdida y el sufrimiento? Si estas pérdidas permanecen vivas, ¿qué ocurre con el dolor, y si se desplaza, puede encontrarse en forma de locura y las defensas contra él pueden tomar la forma de depresión, adicción o algunos otros síntomas psiquiátricos graves que se manifestarán mucho más tarde? (O’Loughlin, 2020). 

A menudo me encuentro con reflexiones similares en mi práctica psicoanalítica, y me gustaría compartir con ustedes algunas de mis observaciones con una de estas historias. 

Cuando empezamos el tratamiento, tenía la gran esperanza de que el trabajo con esta paciente reflejara la idea expresada por el teólogo, filósofo y publicista polaco, el primer capellán de «Solidaridad» Jozef Stanislaw Tischner: 

Una persona no se hace libre después de leer libros. Una persona se vuelve libre cuando conoce a otra persona libre. Cuando un esclavo se encuentra con otro libre, o lo odia por su libertad o se hace libre él mismo.

Material clínico

Cuando nos conocimos en enero de 2015, María me dio la impresión de ser una niña confundida y perdida en una gran ciudad extranjera. Parecía adormecida por el miedo, a la espera de ser rescatada y la tomé bajo mi cuidado con un sentimiento de especial responsabilidad y emoción, dadas sus necesidades y su complicado historial médico. 

María atribuyó su enfermedad a su “traslado” en enero de 2013 desde la ciudad N (una metrópoli del este de Ucrania) a Lviv debido al nuevo empleo de su marido. Después de muchos años de trabajo en la universidad de la ciudad de N, María se encontró con un cierto aislamiento social en Lviv. Echaba de menos a su equipo en N, se sentía acomplejada por no hablar en lengua ucraniana de forma fluida, porque creía que era una vergüenza no saber el idioma del país donde vivía. Hablaba en ruso conmigo, pero de forma tensa. 

Cuando en septiembre de ese mismo año consiguió un puesto idéntico en Lviv, se sintió ajena, distante y confusa. Poco a poco, la ansiedad comenzó a aumentar, tenía alteraciones del sueño, no confiaba en sus competencias profesionales, estaba deprimida con pensamientos de  incapacidad, pérdida de apetito, fatiga, sensación de “nudo” en el estómago, irritabilidad y tensión interna. Desde febrero de 2014 recibió medicación con efecto moderado. A finales de enero de 2015, un psiquiatra indicó a Maria un  ingreso en el hospital para su tratamiento.

María ingresó en nuestra clínica en un estado depresivo grave con pensamientos suicidas y, cuando pasó la fase aguda, necesitó psicoterapia. Buscó conscientemente apoyo y acompañamiento en una ciudad extraña en general, no solo durante su enfermedad.

Entrevista inicial y breve historia de la paciente

Después de escuchar las mencionadas quejas de la paciente, teñidas de odio a la lengua ucraniana, a los adoquines de Lviv, a la arquitectura antigua de la ciudad y a los molestos pensamientos de volver a N, me sorprendí con sentimientos contradictorios hacia María, porque junto con la simpatía, me sentí sorprendida e indignada por su intolerancia y desprecio por lo que yo consideraba materno: mi lengua y mi ciudad.

Tal vez porque me sentía como si un niño pequeño hubiera caído en mis brazos, tan confundido, frágil y vulnerable, que tenía que estar en tensión todo el tiempo para sostenerlo y no lastimarlo.

Esta hermosa mujer de treinta y ocho años, que parecía ser una paciente muy disciplinada, creció en N como hija única en una familia cariñosa y solidaria. Su madre amamantó a María hasta los cinco meses, y cuando cumplió un año la ingresó en una guardería, donde contrajo una neumonía, y tras recuperarse volvió a su grupo. Según la paciente, todo le gustaba en la guardería, aunque a los niños se les obligaba a hacer muchas cosas desagradables (“comer lo que no te gusta”, “dormir cuando no quieres”), se les gritaba y a los traviesos se les ponía en bragas en la ventana. Pero ella siempre fue obediente, así que a ella no le pasó nada de todo eso.

A los cuatro años sufrió aracnoiditis, y después de un tratamiento intensivo contrajo psoriasis. Se recuerda a sí misma desde los cinco años, cuando murió su abuela paterna. No lo consideraba una gran pérdida, ya que rara vez se veían. Desde los cinco años, aparecieron mareos y dolores de cabeza.

En el colegio (desde los seis años) era la delegada de la clase, una de las mejores alumnas. Solo recuerda cosas buenas, aunque los compañeros de clase decían que el profesor gritaba, podía golpear, pegaba chicles en el pelo. A los ocho años murió su tío paterno (hermano del padre), momento en que ella desarrolló una gastritis, que ha sido recurrente desde entonces.

En quinto curso sufrió una semana de ostracismo por parte de sus compañeros. Fue duro, pero lo superó. Se graduó en el colegio y en la universidad con honores. Durante sus años de estudiante viajó a menudo y realizó varias prácticas en el extranjero. Le encantaba  viajar y siempre le hacía ilusión. 

Ella y su marido (treinta y nueve años) llevan trece años casados. Él es decidido, ambicioso, exigente, un padre maravilloso, excesivamente crítico, “poco romántico”, capaz de hacer frente a varias cosas a la vez. Según María, se complementan perfectamente. Tienen un hijo de doce años que padece dermatitis atópica desde los tres meses de edad y bronquitis con componente asmático desde los tres años.

Defendió su tesis y durante quince años trabajó como profesora asociada en su universidad de origen, donde era respetada, reconocida y tenía  buenas relaciones.

El padre (sesenta y cinco años) es un auténtico ruso, nacido en Rusia y trasladado a Ucrania con sus padres, que fueron trasladados aquí para trabajar desde Asia Central. Recibió tratamiento por depresión durante toda su vida adulta. 

Su madre (sesenta y cuatro años) es una mujer ucraniana de un pueblo del este de Ucrania. Hablaba ucraniano con sus padres y ruso con su marido y con su hija. Su familia sobrevivió al genocidio de la Gran hambruna (1921-23, 1932-33 y 1946-47) pero los familiares nunca hablaron de ello. La familia desarrolló un culto a la comida y una tradición de grandes banquetes familiares, durante los cuales nunca se cantaba. María visitaba a menudo el pueblo en vacaciones, lo recuerda con cariño y ternura, y siempre quería volver a N. 

María le confía todo a su madre, su madre está al tanto de todos sus asuntos. La describe como controladora, desconfiada, reservada, que cocina bien y mantiene la tradición de las celebraciones familiares. 

Primera etapa del tratamiento

Trabajamos en un encuadre psicoterapéutico de  dos sesiones por  semana durante seis meses, y la terapia se complementó con un tratamiento farmacológico. María necesitaba salir de su aislamiento emocional, y por eso quería mantener nuestra relación. Era capaz de autoobservarse, entendía el lenguaje metafórico y expresaba su necesidad de recibir mi apoyo, por lo que acordamos iniciar un trabajo terapéutico a largo plazo.

María pasó sus vacaciones de verano en N. Durante este período continuamos las sesiones de psicoterapia por Skype. Cuando regresó a Lviv, su estado volvió a empeorar y esto me entristeció, haciéndome sentir confusa e impotente por el fracaso de nuestro esfuerzo y el de su psiquiatra. Entonces me explicó una situación que se convirtió en el leitmotiv de los dos años siguientes de su análisis:

Recuerdo una vez que volamos desde París con una compañía aérea ucraniana y en el avión nos encontramos con una clara turbulencia en el aire. Fue aterrador. El avión estuvo cayendo durante unos minutos. Y allí había una azafata muy joven. Se sentó en el reposabrazos del asiento y repitió con horror no quiero morir, tengo un niño pequeño. Se me llenaron los ojos de lágrimas. Y luego no nos dejaron aterrizar durante mucho tiempo, y estuvimos volando en círculos sobre el aeropuerto. Y cuando por fin aterrizamos, llovía tanto que de camino a casa en el taxi parecía que navegábamos por la autopista.

Pensé que tal vez mi preocupación y desesperación reflejaban los obstáculos que dificultaban poder contenerla, y que ella los  había encontrado repetidamente en su vida. Probablemente se trataba de dificultades en su relación primaria, lo que influyó en sus problemas psicosomáticos, la vulnerabilidad narcisista  y su historia de separación inacabada.

Caer en los brazos de una persona que pudiera tolerar y compartir con ella lo terriblemente tácito de su abandono, asumiendo al mismo tiempo toda la responsabilidad de su vida, o bien, crecer acompañada de una persona de apoyo y de esa manera hacerse libre e independiente, pienso que esas dos opciones constituían su deseo y conflicto inconsciente.

Fase inicial (primera fase) del análisis

En la siguiente supervisión con Robert Hinshelwood, decidimos seguir trabajando con la paciente en el diván cuatro veces por semana.

Sus fantasías, asociaciones y recuerdos estaban envueltos en el miedo. María construía conexiones asociativas “correctas”, pero su discurso estaba como “congelado”. Las largas y monótonas descripciones del sufrimiento creaban una sensación de barrera que parecía ocultar toda una serie de sentimientos no reconocidos. Pero los sueños eran pintorescos, multilingües y seductores. Rápidamente se dio cuenta de que este era un tema fértil para nuestras conversaciones y muchas historias increíbles llenaron nuestro espacio común que crecía tan tímidamente entre nosotras. 

Al principio del análisis, María me contó un sueño: 

…observaba, de pie detrás de la cortina del dormitorio de sus padres, cómo unos ladrones vestidos de negro se llevaban objetos de valor de su casa en grandes cajas. Temblaba de miedo porque sus pies descalzos podían verse por debajo de las cortinas, lo que podría exponerla. 

Desde su infancia, María tiene sueños en los que la persiguen y quieren quitarle objetos de valor. Creía que no debía compartir con los demás sus pensamientos y sentimientos. Tampoco confiaba en mí, y cuando le señalaba la ansiedad latente en su discurso, me comparaba irónicamente con su ansiosa madre, que siempre esperaba el peligro. 

María reaccionaba intensamente a nuestras primeras interrupciones y en esos momentos su estado empeoraba. Lo interpreté entonces como una reacción terapéutica negativa, que imposibilitaba el avance y reforzaba su dependencia de mí y de los demás. Hablábamos idiomas diferentes, tanto literalmente (ella hablaba ruso, yo ucraniano) como en sentido figurado, y fue interesante cómo utilizó este contexto lingüístico, empleando ocasionalmente algunas palabras, citas o frases ucranianas. María destacó que era importante para ella sentir mi autenticidad a través de la lengua ucraniana, ya que ella misma se sentía bastante perdida sobre su propia identidad. El ucraniano, como los sueños, a veces servía para el entendimiento mutuo, y otras veces creaba una barrera en cuanto nos acercábamos. Era como si hubiera un secreto oculto en la lengua que tanto había irritado a María después de mudarse a Lviv, y acercarse a ella le provocaba miedo, casi pánico. Había una contradicción entre su deseo de preservar mi lengua ucraniana y el de analizarse: era como acercarse a alguien que en principio debería haber causado asco e irritación. Así que antes de abrir la puerta a sus tesoros, María tenía que estar segura de mi amabilidad, fiabilidad y estabilidad. Y yo, como empujada por alguna fuerza, la apoyé verbalmente de manera excesiva, compensando también su necesidad de contacto corporal. Ella idealizaba el análisis, identificándome con la heroína de la novela Homo faber de Max Frisch y esperando cambios milagrosos que le abrieran el mundo de los sentimientos, los símbolos y la creatividad. Más tarde, me di cuenta de que hablaba más sobre ella que con ella, evitando  la oportunidad de conocerla. 

Me remito de nuevo al artículo anterior de Michael O’Loughlin (O’Loughlin, 2020c):

 Jill Stauffer (2018) utiliza el término “soledad ética” para describir la sensación de abandono que sienten las personas, como los pacientes psiquiátricos, cuando las instituciones creadas para proporcionarles atención no les escuchan. La escucha ética dirigida a desentrañar las dificultades personales y familiares, aunque necesaria, no es suficiente para desentrañar la compleja etiología de la psicosis ¿Qué hacer con los residuos fantasmáticos que son las consecuencias no simbolizadas de la migración forzada, la esclavitud, el encarcelamiento en campos de trabajo y de concentración, las violaciones masivas, el genocidio físico y cultural, las guerras y muchos otros legados del colonialismo y el imperialismo?

Al final del primer año de análisis, tuve una sensación desagradable, muy difícil de soportar, que designé para mí como “pantanosa”. Se convirtió en la señal de un peligro, “encharcarse en un pantano”, que ambas intentábamos controlar. Intentábamos salir de este pantano y entrar en las habituales conversaciones intelectuales sobre literatura, lengua, política o sueños. Era como una niña pequeña que se escondía en ese mundo de cuento de hadas que la protegía del peligro de los sentimientos incontrolados. En esta fase del análisis, los fuertes sentimientos negativos (sueños persecutorios, alienación lingüística y cautela hacia mí) fueron compensados y enmascarados por la idealización de nuestras  conversaciones “intelectuales”. La distancia marcada por la melancolía se acompañaba de la muerte y superficialidad de sus experiencias. Le resultaba muy difícil permitirse asociaciones libres, porque podían ser fragmentarias e inconexas. La frenética ansiedad de enfrentarse al terror sin nombre que se escondía tras la dolorosa opresión en el pecho presagiaba una catástrofe mental equivalente a la locura. 

Khanna (2003) expresa su preocupación por  el residuo melancólico que ha dejado el colonialismo, y pide que se explore cómo las experiencias pasadas no asimiladas forman fantasmas o espectros que se manifiestan como afecto melancólico y la imagen (forma) de una institución crítica para lo que viene (el futuro). Basándose en el libro de Abraham y Torok (1994) Shell and Core, Khanna está especialmente interesado en cómo la persistencia de esta melancolía conduce a la desmetaforización del afecto. Abraham y Torok (1994) describen un proceso en el que el trauma fantasma bloquea la capacidad de introyección y conduce a una forma más cruda de incorporación en la que el trauma se acepta como un todo no asimilado. El resultado es que el trauma queda enterrado en criptas donde no se podrá procesar y se transmitirá de generación en generación. El psicoanálisis tiene así el potencial de ser un “salvador del significante destruido” y “un reparador de la posibilidad metafórica”.

Analizando con mi supervisor las complicadas vicisitudes lingüísticas de mi relación con María, pensé que era el resultado de la confusión en el área de los pensamientos y sentimientos de una niña asustada con una identidad en lengua ucraniana que regresaba en sus recuerdos de la infancia.  A menudo se quedaba sola en un pueblo de habla ucraniana, en el este de Ucrania, y añoraba su hogar e intentaba hablar de él en ucraniano con su abuela de habla ucraniana. Probablemente, así es como llegó a existir para ella la lengua ucraniana y más tarde se convirtió en una experiencia concomitante junto con su abandono y soledad en Lviv. Para no tocar esto, tuvo que convertirse en adulta y mantener conversaciones razonables sobre cosas serias, escondiendo mientras tanto sus objetos de valor en los rincones oscuros de su alma y protegiéndolos de aquellos que podrían vencer sus defensas y confrontarla al loco mundo de los sentimientos. Una noche en Lisboa, esta novela de la “emigración” de Erich Maria Remarque nos expresó entonces su drama personal, la tragedia de su familia y de toda la nación. Parecía que el mayor tesoro que buscaba era tratar de encontrar a alguien que la escuchara y entendiera lo terrible que es sufrir una pérdida.

A menudo nos encontrábamos con situaciones de rechazo o de puertas cerradas, que estaban presentes de forma latente en sus historias o sueños, y que se reproducían entre nosotras. María tenía miedo de esta experiencia y trataba de evitar hablar de ella. Yo sólo podía acompañarla en su experiencia de decepción o devaluación ligeramente maníaca. Parecía que todos mis esfuerzos por crear un entorno de apoyo y confianza entre nosotras terminaban destruidos. Los descansos por vacaciones siempre traían los agravantes esperados, lo que indicaba la incapacidad de María para sostener una memoria solidaria y compasiva. Durante estas largas pausas no tenía sueños, como si se cerrara la puerta a sí misma para no saber nada de su enfermedad y desamparo.

En uno de sus artículos, Judith Butler escribió que “tal vez lo más duro sea la pérdida de la propia pérdida: en algún lugar, en algún momento, algo se ha perdido, y no se puede contar ninguna historia sobre ello; ningún recuerdo puede restaurarlo; se cierne un horizonte roto de acontecimientos, a través del cual sólo se puede pasar con la ayuda de una autoidentidad fantasmal….” (fragmento traducido del trabajo original en polaco por la autora, no coincide con el original). Y comprendí entonces que el tesoro que buscaba era la empatía por lo terrible de su pérdida.

La segunda fase del análisis

A la vuelta de las vacaciones y de otra exacerbación en la que estuve a su lado, María confiada en mi apoyo incondicional y en mi presencia estable en su vida, fue mostrando poco a poco más confianza en mí, aunque todavía intentando idealizar nuestra relación, para evitar el miedo y la agresividad entre nosotras.

María se esforzó por mantener nuestra buena relación, tratando de ser una paciente educada y concienzuda. Sentí que la presionaba, acompañándola verbalmente con demasiada frecuencia, dando forma y dirigiendo la conversación, lo que obligó a María a unirse a mis pensamientos en lugar de formular los suyos propios. Sentía cierto alivio y tranquilidad al escuchar mis ideas, pero al mismo tiempo probablemente yo seguía siendo para ella un objeto abrumador e incluso aplastante, que estaba destruyendo su self

Su sumisión pareció desarmarme. Recordé entonces la afirmación de Viktor Frankl de que, en su opinión, hay dos factores que detienen el desarrollo humano y limitan su libertad: el totalitarismo y el conformismo.

Me enfrentaba a un dilema. ¿Debía contarle a María sus esfuerzos por hacer que todo entre nosotros fuera interminable y constantemente maravilloso, y luego escuchar cómo aceptaba mis ideas? o ¿debía no contárselo y esperar a que los contenidos ocultos se hicieran patentes? Entonces traté de explicarle tímidamente cómo me experimentaba: como una severa y perseguidora crítica,  pero también como una persona que la acompañaba y trataba de compartir con ella todas las dificultades del viaje.

La tercera fase de análisis

Cuanto más valiosa se volvía nuestra relación, más temía que estallara como una burbuja. María siempre “echaba leña al fuego” para mantener mi interés en ella y cada vez le resultaba más difícil contener los sentimientos “sucios” que surgían de la nada. Por ello, siempre trató de asegurarse de mi presencia estable y de mi aceptación incondicional.

María fantaseaba con que era guay ser un gamberro y ensuciar las mentes de los demás, y al mismo tiempo veía el juego como una falta de control y un peligro de destrucción. Necesitaba a alguien capaz de contener y jugar porque sólo así podría ser un juego y una competición. Sí, sería un equilibrio entre una diversión y una destrucción. Y necesitaba seguridad, que dependía del analista.

Recordé entonces las reflexiones del famoso sociólogo, filósofo y ensayista Zygmunt Bauman (2013):

Hay dos condiciones esenciales, necesarias e inevitables para una vida decente y satisfactoria. Son la seguridad y la libertad. No pueden vivir el uno sin el otro. La seguridad sin libertad es esclavitud y la libertad sin seguridad es anarquía. La relación entre ellos es un juego de suma cero: puedes obtener más seguridad sólo a costa de una parte de tu libertad. Y sólo se puede conseguir más libertad perdiendo seguridad, aumentando la incertidumbre.

Incluso los alumnos de primer curso confían ciegamente en el profesor, y luego, cuando ya han conseguido algo por su cuenta, llegan a tener su propia opinión (comentario en ruso de M). Estas reflexiones irónicas aumentaban su esperanza, pero, por otro lado, el hecho de que hablara de Ana Frank: Diario de una adolescente, indicaba su sensación de que algo en ella —algo importante, verdadero, indefenso y peligroso— permanecía oculto y podía ser robado o revelado. Cada uno de nosotros puede ser, no sólo un perseguidor o un ladrón que espera encontrar algo oculto, sino también alguien que se esconde para mantener esos tesoros, quizá “sucios” e incomprensibles, en la periferia de un mundo mental.

María seguía intentando dominar la situación, pero probablemente ya “sabía” que el encuentro con sus sentimientos “sucios” significaba romper nuestro vínculo. Sus sueños revelaban la sensación de catástrofe que se avecinaba, pero ahora podía reflexionar sobre sus sentimientos contradictorios: su asombrosa necesidad de confianza y su miedo que bloqueaba la puerta ya medio abierta.

Parece que para ella, la realización del pánico era igual al fracaso. En julio de 2017, cuando estaba viendo la película sobre las vidas arruinadas de los llamados “desplazados” del Este, María volvió a sentir un dolor en el pecho y probablemente era una señal de que se acercaba a los sentimientos “peligrosos”. 

Entonces me habló del aeropuerto de Donetsk, donde todo lo que quedaba del que fuera un hermoso lugar eran esqueletos de edificios y ruinas. La experimenté como una niña que había vivido una catástrofe: hambre, frialdad emocional, destrucción, abandono… La muerte y la locura cerca. Hablar con ella de su mente tan preocupada por la muerte y deteriorada como Donetsk significaría ahogarse en un pantano  —en el abismo emocional, su “desolación”, su “nada”—. Así, fue enormemente difícil darse cuenta de que, de hecho, el propio análisis era tan peligroso y amenazante para María, ya que la acercaba a sus propias emociones.

La cuarta fase de análisis

Este otoño, por primera vez, María no tuvo el habitual y esperado empeoramiento, por primera vez tuvo un sueño positivo sobre Lviv y nuestra clínica, por primera vez solo se comunicó conmigo solo con el pensamiento durante el período de vacaciones.

Cuando analizaba nuestra relación, describió de forma interesante la dinámica de cómo me había estado experimentando a lo largo de nuestros encuentros: “primero con miedo, luego con miedo y respeto, luego con respeto, con respeto sin gratitud y luego con respeto y gratitud” (comentario en ruso).

María terminó el análisis antes de lo que esperaba. Lamenté que no aprovechara al máximo esta oportunidad, pero al mismo tiempo confié en su sentido intuitivo del equilibrio entre el grado de su libertad y la seguridad.

Expliqué la decisión de compromiso de María y nuestra situación de despedida con estas palabras de D. Winnicott:

Debemos suponer que tanto el paciente como el analista desean realmente terminar el análisis, pero, por desgracia, no hay final a menos que se haya llegado al fondo del abismo, hasta que se haya experimentado lo que se teme. Y, efectivamente, una salida es que el paciente tenga una crisis o colapso (físico o mental) y esto puede funcionar muy bien. Sin embargo, la solución no es lo suficientemente buena si no incluye la comprensión analítica y el insight por parte del paciente, y de hecho, muchos de los pacientes a los que me refiero son personas valiosas que no pueden permitirse el lujo de sufrir un colapso en el sentido de ir a un hospital psiquiátrico (Winnicott, 1974). 

Para concluir esta historia, quiero citar las palabras de un colega ucraniano, erudito religioso, escritor, autor de más de cincuenta libros científicos y más de doscientos artículos, así como de colecciones de poesía y obras en prosa, Igor Kozlovsky:

 La dignidad, la indiferencia, el derecho a elegir libremente una posición interna y su representación externa, la libre elección del estilo de vida, la creatividad y la apertura a otros significados, todo esto forma parte de mi forma de entender la libertad. Y la libertad interior es más importante que la exterior.

Estas palabras pertenecen a un hombre que creció y se formó en el sistema soviético, trabajó durante algún tiempo en el gobierno local soviético y al mismo tiempo, nunca ocultó su posición de amante de la libertad, que le llevó al Euromaidán de Donetsk y a la Maratón de Oración Interconfesional por la Unidad de Ucrania en marzo-noviembre de 2014. Por su posición pro-ucraniana, el 27 de enero de 2016, fue capturado por militantes de ORDLO (parte ocupada de Donbas) y mantenido en cautiverio durante unos dos años, donde fue torturado repetidamente. Ihor Kozlovsky escribió tras su liberación del cautiverio el 27 de diciembre de 2017.  

Tengo mis propios significados para vivir, para seguir adelante. Son los significados, en mi opinión, los que convierten una simple voluntad biológica en libertad humana. Este es un camino necesario desde el deseo reflexivo de la voluntad hasta la experiencia reflexiva de la libertad semántica de una persona que es responsable de esta libertad no solo para sí misma, sino también para los demás.

Al reflexionar sobre la historia de estas dos personas que pertenecen a dos generaciones diferentes con, a primera vista, antecedentes culturales similares, me hago la pregunta: ¿por qué se formaron matrices mentales tan diferentes? ¿Qué creó las condiciones para la creación de una conciencia de amor a la libertad en el mundo para uno de ellos y qué obstáculos encontró mi paciente en el camino de su desarrollo? 

Igor Kozlovsky, reflexionando sobre cuestiones similares y analizando la influencia del totalitarismo y el conformismo en la formación de la personalidad, escribió que el sistema totalitario crea y controla el orden “a costa de la muerte del espíritu, el embotamiento del corazón y la devastación de la vida”, que el totalitarismo restringe a la persona “desde arriba”, y ésta se adapta al conformismo “desde abajo”, perdiendo su voluntad y creatividad; que “el conformismo “conduce” a la persona por el miedo al sistema, por el autoengaño y las mentiras conscientes o inconscientes a la trampa de la conciencia de masas y los estereotipos de adaptación”.

Durante mi trabajo con María, me encontré con ella y con mi miedo, con mi poder y con el suyo, con el embotamiento de su corazón y del mío. Y por mucho que quisiera experimentarme como “libre” junto a ella, “no libre”, finalmente comprendí que esto es solo un intento de mantener el control sobre los sentimientos de impotencia y soledad en nuestros débiles intentos de salir de la trampa de la “no libertad”.  

Probablemente, no solo yo, mi paciente o Igor Kozlovsky, sino también muchos de ustedes han pasado por esta experiencia en el proceso de su formación personal.

¿Dónde y cómo se encuentra cada uno de nosotros o pierde sus posibilidades de libertad?

Quién sabe, tal vez el hecho de que Ihor Kozlovsky provenga de una antigua familia cosaca, cuya historia se remonta a los siglos XVI-XVII, y que de niño su imaginación se llenara de historias y mitos familiares sobre el papel de sus antepasados en los procesos de construcción del Estado del pueblo ucraniano, fue crucial para la creación de su impulso libre y la formación de los significados de su vida.

El filósofo, etnolingüista, poeta y antropólogo de Lviv, Roman Kis, escribió —refiriéndose al ensayo de Hannah Arendt ¿Qué es la libertad?— que ni la libertad ni la actividad son posibles sin dotar de significado a las acciones humanas. Así, tanto la libertad como la actividad están mediadas por el sensorio. En su ensayo «La libertad y el movimiento de los significados», publicado en el periódico digital Zbruch, escribe: ”Ese diálogo interior con uno mismo y el orden que uno se da a sí mismo requiere no solo fuerza de voluntad; sino también el valor de desafiar esas circunstancias insuperables que pueden paralizar la voluntad…”.  También señala puntos importantes que pueden limitar la libertad:

1) Nuestra experiencia y conocimientos acumulados; las limitaciones cognitivas de las estructuras lingüísticas al intentar reproducir la realidad no verbal 

2) Demasiada heterogeneidad y pluralidad de temas (como se dice en Alemania: “quien tiene elección, tiene tormento”) y una cierta presión de significados dominantes o socialmente prestigiosos (significado preferido);

 3) El predominio del “Nosotros” sobre el “Yo”, que lleva a la homogeneización, a la unificación de la percepción y del pensamiento;

 4) Conformismo y fanatismo;

 5) La regresión excesiva y la llamada “vuelta al vientre materno” (Regressum ad uterum).      

Estas ideas aparentemente no nuevas, pero tan adecuadamente formuladas, me ayudan a comprender a mi paciente María y a millones de personas para las que el concepto de libertad y el camino hacia ella siguen siendo bastante ilusorios y dolorosos, porque incluso habiendo recibido una oportunidad de libertad, a menudo es increíblemente difícil aprovechar las nuevas oportunidades. En cualquier caso, siempre es el derecho a elegir el grado de libertad, que está formado por los compromisos éticos entre uno mismo y el mundo y determina la parte de responsabilidad en las propias acciones y la creación de sentido.

En el contexto de los últimos acontecimientos, puede parecer un poco extraño que apele al filósofo y publicista ruso Alexander Rubtsov, que en 2014 reflexionó sobre la dinámica de la sociedad rusa:

Una vez más, se plantea la pregunta: ¿hay un final para la historia de las rupturas hacia el salvajismo social y el arcaísmo político, o seguirá apareciendo el permafrost bajo cada futuro deshielo? Aunque mañana vuelva a haber libertad, cualquier nuevo acto de modernización, liberalización, etc., de Rusia será percibido durante mucho tiempo como otra excursión poco fiable y transitoria a la reserva del futuro. Y este es el problema no del segmento de la ruta, sino del propio calendario del movimiento del país en la historia.

Estas palabras proféticas suenan especialmente inquietantes. Resuenan extrañamente con los sueños y fantasías de mi paciente en la anticipación y predicción del desastre. En contextos históricos, políticos y psicodinámicos, estas catástrofes ya se han producido. Y la catástrofe se repite. De nuevo en Ucrania, que se encuentra en la encrucijada de dos matrices mentales: la totalitaria y la democrática, en la intersección de la libertad y el autoritarismo. Solo que parece que ahora es el discurso no solo de mi país, sino de todo el mundo liberal. Ahora Ucrania es un reducto de libertad no solo para Europa, donde, por extraño que parezca, el concepto de libertad es casi una banalidad. ¿No es extraño, por ejemplo, que uno de los líderes del «Partido Democrático Libre», el ministro de Finanzas alemán Christian Lindner, el primer día de la expansión rusa en Ucrania compartiera su convicción con el embajador de Ucrania en Alemania, Andriy Melnyk, de que no debemos resistir la agresión rusa, sino rendirnos al momento y prepararnos para la vida bajo ocupación? ¿No es extraño?

Francis Fukuyama, en su artículo en el Financial Times Putin’s war against the liberal order, escribió: 

El liberalismo está siendo atacado desde hace tiempo tanto por la derecha como por la izquierda. Freedom House, en su estudio Freedom in the World de 2022, destaca que la libertad mundial lleva dieciséis años consecutivos cayendo en conjunto. Ha disminuido no sólo por el ascenso de Estados autoritarios como Rusia y China, sino también por el giro hacia el populismo, el antiliberalismo y el nacionalismo en países con democracias liberales de larga data, como Estados Unidos e India.

Estoy escribiendo mi informe en medio de una gran guerra con Rusia por el derecho de mi pueblo a vivir y a vivir libremente. Durante todo este tiempo no interrumpí mi trabajo con los pacientes, los supervisores o los participantes de los proyectos educativos internacionales que organizo en Ucrania desde hace muchos años. No puedo decir que haya sido fácil. Durante algún tiempo, me sentí como en una cápsula en mi interacción con los pacientes, lo que me pareció increíblemente vital. Intenté observar ciertos fenómenos psicodinámicos de mis colegas y pacientes y noté que muchos de ellos elegían inconscientemente una estrategia similar. Me recordó a las notas del diario de Ana Frank, que describió su estancia de varios años en el reducido espacio de su escondite como el mejor y más seguro lugar de todo el mundo. La ilusión de la libertad, pensé entonces, analizando el estado de ánimo ligeramente maníaco de mi colega, una psicoterapeuta, que, estando en el sótano de su casa en una ciudad ocupada, seguía trabajando en línea y afirmaba que ese era el escondite más fiable para ella o el comportamiento de sus colegas que se iban al extranjero y, después de soportar un período de parálisis mental, aún volvían a trabajar con sus pacientes y desplazados temporales. ¡Cómo me resonó entonces el dolor de pecho de mi paciente María!

Wilfred Bion, en su artículo The War of Nerves: Civilian Response, Morale and Prevention, escribió lo siguiente:

La “guerra de nervios” es un ataque dirigido a una persona personalmente. Si es capaz de desvincularse del movimiento de masas de la nación en guerra, probablemente evitará algunos de los efectos de este ataque. Pero entonces, desde el punto de vista del enemigo, estará incapacitado. O puede seguir siendo un miembro de su comunidad, y en este caso cuanto más conectados emocionalmente estén los miembros de la comunidad, más sentirá la persona que el ataque es contra ella. Sólo si sigue siendo a la vez miembro de su comunidad y no se ve afectado por el ataque del enemigo de la manera que éste quiere, podemos decir que psicológicamente la persona permanece en las filas.

Millones de ucranianos desplazados temporalmente permanecen en las filas gracias a esta estrategia psicológica. Gracias a tí y a otros ciudadanos preocupados de todo el mundo que han creado y apoyan la oportunidad de resistir mentalmente. Es difícil sobrestimar lo que el mundo está haciendo por Ucrania ahora. Es tan importante hoy en día que haya alguien que pueda soportar y compartir el horror indescriptible de las amenazas, las pérdidas y la soledad. 

La guerra continúa, pero creo en nuestra victoria común. Y espero que todos nosotros tengamos suficiente espíritu de libertad no sólo para luchar, sino también para vivir.

Concluiré con las palabras de Zygmunt Bauman: “La libertad es limitada: es una ciencia que aprende hasta un bebé. Pero el conocimiento de que la libertad está llena de trampas sólo lo adquirimos cuando aprendemos a vivir”.

 

Este trabajo fue presentado en la conferencia anual de la Sociedad Polonesa de Psicoanálisis y Psicoterapia (PTPP) sobre la “Libertad” que  tuvo lugar el 22 de octubre de 2022 en Gdansk.

Traducción al castellano de Temas de Psicoanálisis (original en ucraniano. Versión en inglés facilitada por la autora, traducida del original en polaco por Marta Lipinska). 

 

Referencias bibliográficas

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Zvenyslava Kechur
Doctora en Medicina.
Psicoanalista y psicoterapeuta  de la Ukrainian Psychoanalytic Society (UPS-IPA) 
Supervisora y profesora en la UCP (ECPP), grupo psicoanalítico de la EAP. 
zvinka@ukr.net