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Resumen

Revisamos la obra de Tosquelles, que se desarrolló en el campo de los hospitales psiquiátricos, pero integró elementos de los campos del arte y la política de forma bidireccional, con aportaciones de enriquecimiento mutuo. La desarrolló inicialmente en Reus y, tras la guerra civil, en Francia. Tuvo allí una gran repercusión que llegó más tarde a Cataluña a través de él mismo, a través de discípulos y seguidores y también, de forma más difusa pero innegable, a través de la evolución general de la psiquiatría y la salud mental, y el psicoanálisis.
En particular, referimos algunas de las experiencias propias en equipos donde se encontraban elementos significativos de sus aportaciones innovadoras.

Palabras clave: psicoterapia institucional, antipsiquiatría, salud mental comunitaria

Abstract

We review the work of Tosquelles, which developed in the field of psychiatric hospitals, but integrated elements from the fields of art and politics in a bidirectional way, with contributions of mutual enrichment. He developed it initially in Reus and, after the civil war, in France. He had a great impact there that later reached Catalonia through himself, through disciples and followers and also, in a more diffuse but undeniable way, through the general evolution of psychiatry and mental health, and psychoanalysis.
In particular, we refer to some of our own experiences in teams where significant elements of their innovative contributions were found.

Keywords: institutional psychotherapy, antipsychiatry, community mental health.

 

Sin el reconocimiento del valor de la locura
es el hombre mismo quien desaparece
Francesc Tosquelles

A la memoria de Roser Pérez Simó

Introducción

El punto de partida de Tosquelles (Reus, 1912-Granges-d’Òlt, 1994) fueron las instituciones que prestaban atención psiquiátrica a principios del siglo XX. Inició su observación, ya de joven, en el Instituto Pere Mata de Reus y percibió que curar estos trastornos requería tratarlos no solamente en los pacientes, sino actuar también sobre el funcionamiento de las instituciones, así como su relación con el resto de la sociedad.
A lo largo de su formación y su ejercicio profesional fue desarrollando y poniendo en práctica estas ideas que fueron y continúan siendo referencias esenciales en Francia, donde se exilió, y también en Cataluña, como veremos.

Las instituciones psiquiátricas

Como es bien sabido, las instituciones psiquiátricas tenían dos características esenciales. La primera era su carácter “cerrado” y físicamente aislado del resto de la sociedad, —como se practicaba también históricamente en las patologías que representaban un peligro de contagio— y afectaban el funcionamiento de las familias o unidades de convivencia. La segunda es que, dado el estado aún incipiente de desarrollo de la psiquiatría, pocos de estos trastornos tenían curación y la atención se limitaba mayormente a lo asistencial-residencial.
Otras características asociadas a estas esenciales era la escasa dotación de personal, factor determinante de la capacidad y la calidad asistencial, y los acuerdos por los cuales el poder público delegaba esta atención en órdenes religiosas, que tradicionalmente se habían ocupado de las poblaciones apartadas del resto de la sociedad.
En el contexto descrito, los enfermos mentales formaban un grupo social estigmatizado y privado de algunos de los derechos fundamentales. Como desarrollaron posteriormente algunos autores como Foucault, este colectivo sufría una marginación social extrema, en ciertos aspectos mayor que la de los internos en penitenciarías puesto que, por la alteración substancial del pensamiento asociada al trastorno mental, se negaba cualquier validez o legitimidad a sus ideas, expresiones o voluntad.
Debemos aquí tomar cierta perspectiva sobre el desarrollo de la psiquiatría y del psicoanálisis, que alteró sustancialmente la consideración científica del trastorno mental, al allanar el camino a un cambio, también, en su consideración social. Expresado brevemente, el psicoanálisis eliminó la rígida barrera conceptual entre lo normal y lo patológico, concediendo cierta validez a las expresiones de los enfermos, una validez que no era evidente y manifiesta, sino que debía ser interpretada o restituida. Este cambio conceptual psicoanalítico influyó mucho más allá del ámbito médico. Ya hemos mencionado la nueva visión del trastorno mental aportada por la sociología, a la que añadió la eclosión del surrealismo que, en esencia, desvelaba también los significados ocultos bajo las formas aparentes o manifiestas.
Ciertamente, una buena parte de la psiquiatría y también del psicoanálisis se desarrolló sin sobrepasar su propio ámbito, pero Tosquelles, desde su primer contacto con el trastorno mental, advirtió que su curación debía incluir el actuar sobre los contextos en los que se daba: la familia y la sociedad y a lo largo de su formación fue hallando maestros y compañeros en esta línea, entre los cuales Emili Mira, uno de los introductores del Psicoanálisis en la península ibérica . Se desarrolló pues una concepción holística del trastorno mental, entendiéndolo como un fenómeno relacional grupal o comunitario que incluía la propia institución y el orden social y político.
Tosquelles concibió un dispositivo llamado “psicoterapia institucional” que puso en práctica y formalizó en la tesis presentada en 1948 en la Facultad de Medicina de París. Veamos el camino que recorrió hasta este punto.

Las primeras experiencias

En su ambiente familiar tuvo una primera referencia en su tío Francesc Llauradó, médico y filántropo que había estudiado a Freud y traducido La interpretación de los sueños. En su época de estudiante visitó frecuentemente el Instituto Pere Mata de Reus, donde comenzó a trabajar una vez licenciado en Medicina y colaboró en la publicación médica Fulls clínics y otras de Reus.
Había sido ya discípulo de Emili Mira, que desplegaba una intensa actividad docente y ocupó la primera cátedra de psiquiatría de la Universidad de Barcelona en 1933, una relación que continuaría durante toda su vida. Es interesante saber que fue Mira quien le introdujo a la lectura de Lacan (Desviat, 2020) iniciándose así una relación que tendría un largo recorrido.
Tosquelles se sumó muy activamente a las corrientes características de los años 20 y 30. Por una parte, hubo un gran desarrollo de las nuevas ciencias de la psiquiatría, la psicología y el psicoanálisis, y por otra parte hubo una intensa politización general y especialmente en estas disciplinas tan íntimamente relacionadas con las condiciones sociales y culturales. Estas tendencias se vieron especialmente incrementadas en Barcelona con la llegada de psiquiatras y psicoanalistas judíos centroeuropeos, exilados a raíz de la emergencia del nazismo. Tanto fue así que se llamó a Barcelona “la pequeña Viena”. Así tuvo Tosquelles la oportunidad de psicoanalizarse con Sandor Eiminder, húngaro del grupo de Ferenczi. Más adelante Tosquelles desarrollaría la aplicación del concepto de contratransferencia (característico de este grupo) a las instituciones psiquiátricas.
Esta relación entre política y profesión “psi” fue expresada por Tosquelles con la idea de que «el psicoanálisis tiene que marchar sobre dos piernas: una es Freud, y la otra Marx». La desarrolló teóricamente a través de publicaciones y conferencias, y también en la práctica vinculándose a organizaciones políticas como el Bloc Obrer i Camperol y el Partit Obrer d’Unificació Marxista (POUM) y aplicando algunos principios en el Instituto Pere Mata.
Unas de las ideas principales que había tenido ya en sus primeros contactos con este instituto eran el valor de los vínculos de proximidad y de la integridad de las personas, dos aspectos que estaban muy dañados en los enfermos mentales y sobre los cuales era necesario actuar. Desgraciadamente, el inicio de la guerra interrumpió estas incipientes experiencias en Pere Mata, pero en esta época hallamos una muestra de la aplicación de principios terapéuticos a la política. Debemos remontarnos al III Congreso Mundial de la Internacional Comunista de 1921 que había aprobado la directriz de mantener la unidad de acción de todos los partidos comunistas nacionales dirigida por el partido comunista ruso, del que en Stalin sería secretario general poco después, en 1922. Así los partidarios de que se mantuviera el derecho de autodeterminación de los pueblos (expresado por Lenin) y que cada partido nacional mantuviera su poder de decisión, encabezados por Trotski, abandonaron la organización. En este contexto, en 1926, Tosquelles escribió junto con miembros de la Federación Comunista Catalano-Balear una Carta a Stalin que fue leída en varios lugares, pero nunca ha sido encontrada, convirtiéndose en un hecho legendario. En ella denunciaba toda revolución centralizada que obligara a los pueblos a desvincularse de sí mismos, una idea en perfecta coherencia con su ideario y actuación en el campo de la salud mental.
Al estallar la Guerra Civil Tosquelles se incorporó el mismo mes de julio al frente de Aragón para tratar las afecciones mentales de los combatientes, lo que causó enfrentamientos con los comunistas que simplemente negaban la existencia de locura en el frente. A raíz de estos incidentes Tosquelles expresó lo que podemos considerar el núcleo de su pensamiento terapéutico: Si la gente que enloquece es sacada, se ha terminado. No tienen salida. La locura debe curarse allí mismo donde ocurre. Nunca he hecho tan buena psiquiatría como en el campo de concentración. Lo importante del hombre es acertar su locura. El destino de la locura es la esencia del hombre.
Aplicó también esta idea de proximidad al sentar las bases de una incipiente unidad de salud mental infantil y juvenil instalada en unas masías colectivizadas por militantes del POUM y las bases también de la enseñanza en escuelas de Reus. Este fue un ejemplo de una intervención en la salud comunitaria como las que se desarrollaban en otros lugares de Europa y que volveríamos a ver en Cataluña a partir de mediados de los años 70.
Finalizada la guerra estuvo en el campo de refugiados de Sètfonts, donde creó una unidad psiquiátrica, una experiencia de la que diría más adelante nunca he practicado una mejor psiquiatría, refiriéndose al hecho de tratar los trastornos mentales en el lugar y tiempo mismos donde se producen. En 1940 fue contratado por el hospital psiquiátrico de Sench Aubanh , donde desplegaría su concepción de la psicoterapia institucional. No obstante, su plaza no podía ser de médico dado que requería la convalidación de su licenciatura. Así fue adjunto del director Bonafe, con quien desarrolló el Art Brut dentro del hospital.

Artes. Surrealismo y Art Brut

Antes de continuar con el recorrido de Tosquelles en el campo de la psiquiatría debemos detenernos en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, a partir del cual expande su relación con el arte. En la primera etapa en Pere Mata desempeñó un papel en la representación teatral de una obra de Shakespeare y durante sus estudios en Barcelona había frecuentado varios artistas de las tendencias emergentes, entre los cuales Salvador Dalí. Desde un principio Tosquelles había considerado la relación entre el arte y la locura bidireccional o solapada, de mutua influencia. Más allá de la evidente relación en el surrealismo, Tosquelles consideró el acto creativo como un acto curativo, puesto que era la expresión del mundo interior y su percepción y construcción mental del mundo exterior.
Durante la ocupación nazi se refugiaron en Sench Aubanh varios artistas y pensadores que comentaremos. Uno de ellos fue Tristán Tzara, que fue de los más significativos escritores del dadaísmo y del surrealismo, al igual que Paul Eluard. Por su parte, este había escrito 1930 junto con André Breton La Inmaculada Concepción, donde replicaban las manifestaciones típicas de diversas enfermedades mentales y tiene ciertas similitudes con el método paranoico-crítico de Dalí. Recordemos que Eluard fue el primer marido de Gala (posteriormente, compañera de Dalí, ya conocido de Tosquelles). Ambos formaron parte de la resistencia francesa (Eluard fue llamado “el cantor de la resistencia” por sus composiciones en este sentido) y formaron parte del Partido Comunista Francés.
También se refugió en Sench Aubanh Jean Dubuffet, inicialmente vinculado al surrealismo y que en los 50 desarrollaría el Art Brut, término que acuñó él mismo. Lo esencial de este tipo de arte es su propuesta de una libertad creativa absoluta, sin ninguna referencia a normas académicas, sociales o culturales, y es realizado por autodidactas. También se ha llamado “primitivismo” y puede considerarse una forma de “anticultura” (en analogía con la “antipsiquiatría”).
Las primeras presentaciones de Art Brut recopiladas por Dubuffet eran obras plásticas o escritas por enfermos mentales, prisioneros o personas socialmente marginales. En estas recopilaciones se encontraban obras de Aguste Forestier, interno en Sench Aubanh, que se convertiría en uno de los genios del Art Brut. Sin embargo, tanto Dubuffet como Tosquelles rehuyeron el concepto de “arte loco”, puesto que no establece un límite estanco entre las supuestas “normalidad” y “locura”, sino más bien un tránsito en el que la locura es una parte esencial de la existencia, como expresa la cita anterior.
Más aún, por una parte, consideraban la locura una resultante de la presión social y, por otra parte, consideraban las obras de arte un reflejo o una percepción de la realidad social. A partir de cierto punto el Art Brut utilizó todo tipo de materiales hasta entonces ajenos a la pintura o la escultura, muchos de ellos desechos, desarrollando el “primitivismo”. En esta línea encontramos la obra de Antoni Tàpies, autodidacta que siguió estos caminos desarrollando una obra de enorme proyección internacional.
Otra de las colaboraciones de Tosquelles en los 80 fue la de Min Tanaka, bailarín japonés influido por la danza Butoh, que actuó entre los residentes de la clínica de La Borde, una institución que seguía el modelo de Sench Aubanh. La filmación de su performance fija la atención en sus pies descalzos, señalando pues una coincidencia con el pensamiento de Tosquelles.
Efectivamente, uno de sus pensamientos formulado ya en 1947 y vinculado al método hipocrítico ya mencionado, proponía situar la experiencia cognitiva, no en el cerebro, sino en los pies, puesto que “cuando paseamos por el mundo, lo que cuenta no es la cabeza, son los pies, saber dónde pisas”. Tosquelles lo vinculaba al exilio y a la observación de que la primera cosa que hacen las madres es hacer cosquillas en los pies del recién nacido. Esta idea fue aplicada dentro de lo que llamó “el derecho a la deambulación” en tratamiento de niños autistas, como una posibilidad de crear nuevos entornos de vida mediante los movimientos en el espacio y los desplazamientos (CCCB, 2022). Querríamos añadir nuestra impresión de que este “saber dónde pisas” era un rasgo fundamental de la personalidad de Tosquelles, en primer lugar, por su enfoque de la salud mental, pero también por su capacidad de desarrollar una trayectoria innovadora continuada a través de las enormes adversidades de su tiempo.
Dentro de esta exploración incesante de recursos artísticos que pudieran ser útiles para la salud mental, en 1978 dio una conferencia que en 1985 plasmaría en el libro Funció poética i psicoterapia. Una lectura “In memoriam” de Gabriel Ferrater (Tosquelles, 1985).

La psicoterapia institucional

Desde un principio en Sench Aubanh, Tosquelles fue desplegando el modelo iniciado en Pere Mata. Hay que destacar la continuidad de los mismos principios esenciales de antiautoritarismo y valores asociados, ya expresados en su posicionamiento trotskista y la mencionada Carta a Stalin. El centro de su atención era sin duda la persona, sus relaciones y su sufrimiento, más allá de la afección mental.
Esta línea parte de la base de que el otro es un ser humano entre los demás, sin distinción ni estigma y que su sufrimiento hace sufrir al terapeuta, que no debe defenderse de él, sino que debe disponerse a ayudarlo, en primer lugar, a través de comprenderlo. Así, la clave del dispositivo terapéutico es el afrontamiento del dolor y el miedo que causa la locura y el análisis de las reacciones defensivas que provoca: el distanciamiento a través de protocolos y de la propia conceptualización psiquiátrica, que no conduce a la comprensión sino a todo lo contrario. Este posicionamiento provenía ya de sus primeros contactos con la locura, pero también coincidía con la atención a la contratransferencia característica de la escuela húngara de Eiminder, su analista.
Por otra parte, concebía a la persona inscrita en la comunidad y reaccionando a las características de esta. Así, la institución psiquiátrica debía ser terapéutica no solamente en los “actos médicos”, sino en su conjunto. Había que curar a los pacientes a través de curar la institución. Como había dicho: el hospital tenía que ser una escuela de libertad porque después, en la vida social corriente, tan sólo existe la escuela de la enajenación administrativa (Nerín, 2018).
Entre las actuaciones derivadas de estos principios, Tosquelles quiso que parte del personal de Sench Aubanh no tuviera formación médico-psiquiátrica sino un acercamiento humanizado a los pacientes. Como relata (Safont, 2021):
Los médicos son los peores para la psiquiatría. Tienen miedo de los locos. Prefería reclutar gente sin formación especializada, pero que supiera tratar a los enfermos. En un momento determinado contrató a muchas exprostitutas para que cuidaran a los enfermos, argumentando: ¿Quién conoce mejor la locura de los hombres que estas mujeres? Parece ser que la experiencia no fue decepcionante .
Jacques Tosquelles (hijo) describe el dispositivo con dos vertientes. Una es la interna, dentro del hospital, ya que se concibe el tratamiento psiquiátrico como un tejido social elaborado mediante un trabajo grupal. Los pacientes no se tratan como agentes pasivos que reciben tratamiento, sino que son tratados como agentes activos a través del llamado Club social formado por multitud de actividades como talleres ocupacionales de pintura, teatro u otros y participan en algunas de las asambleas que se realizan. Por otra parte, no se concibe el tratamiento como algo administrado exclusivamente por los especialistas a través de las líneas jerárquicas o de autoridad, sino como una elaboración grupal en la que participa todo el personal, incluyendo en ocasiones el personal de servicios. Se presta también atención a la formación continuada pero dentro mismo del hospital. Entre otros se realizaron seminarios sobre Lacan al que asistía el personal, incluidas algunas monjas.
La vertiente externa era la articulación del hospital con la comunidad, por la que se promovían salidas de los enfermos o bien la asistencia de vecinos a actividades del club social, entre las que tenían gran éxito sesiones cinematográficas. Se trataba pues de una organización global muy peculiar tratándose de una institución sanitaria.
Este dispositivo fue objeto de la tesis que presentó Tosquelles en 1948 en la Facultad de Medicina de París cumpliendo el requisito de su capacitación en Francia.
A lo largo de los años 50 se replicó la experiencia en varios lugares y en 1960 fundó la Sociedad Psicoterápica Institucional, una revista y organizó congresos periódicos, así como cursos en varios lugares, incluidas universidades francesas.

Hacia la antipsiquiatría y la psiquiatría de sector

La primera vez que Tosquelles volvió a Cataluña fue en 1958, a raíz del IV Congrés Internacional de Psicoteràpia de la Universitat de Barcelona presidido por Ramón Sarró, entonces ocupando la cátedra de psiquiatría, al que asistieron mil doscientos especialistas. Tosquelles dio la conferencia La renovación de la asistencia psiquiátrica a través del pensamiento antropológico existencial, mostró en una película muda, filmada por él mismo, su trabajo con los internos de Sench Aubanh en la que también mostraba los porcentajes de curaciones psiquiátricas en esta institución que eran del 42% en 1936, del 69% en 1946 i del 89% en 1956.
Esta fuerte progresión de las curaciones se comprende si consideramos que la cronificación de los trastornos no tiene su causa en factores endógenos (como consideraba la psiquiatría) sino en la terapéutica utilizada o, mejor dicho, la “no psicoterapia” utilizada. La concepción de Tosquelles, aplicada ya en los campos de refugiados, de atender el trastorno en el lugar y momento en que se manifiesta, apuntaba no solo a resolver la crisis sino también a evitar la cronificación.
Este congreso fue clave ya que se inscribía en el debate internacional sobre las instituciones psiquiátricas, que poco después cristalizaría en la “antipsiquiatría” y sentaría algunas bases sobre su futuro desarrollo en Cataluña. Por otra parte, es remarcable que fue la primera visita de Lacan a España siendo ya un viejo amigo de Tosquelles, puesto que fue él quien imprimió su tesis doctoral en Sench Aubanh y venía incorporando sus formulaciones a su propio discurso y práctica.
En estos tiempos la influencia del psicoanálisis en la psiquiatría se plasmó en nuestra área en importantes tratados como los de Henry Ey y Julián de Ajuriaguerra (infantil) . En el Reino Unido, donde se habían exiliado importantes psicoanalistas, Tavistock ejerció una importante influencia en la sanidad pública. En general, en Europa occidental, la salud mental y dentro de ella, la nueva psiquiatría psicoanalítica, se integraron en los servicios públicos.
A partir de mediados de los sesenta aparecieron dos corrientes innovadoras, ambas fuertemente influenciadas por el psicoanálisis. Una fue la compresión de la enfermedad mental ya no exclusivamente como una patología individual sino familiar, que evolucionaría hacia las llamadas Terapia Familiar y Terapia Sistémica. La otra corriente, específica de las instituciones psiquiátricas y las patologías graves, fue el cuestionamiento de estas mismas instituciones y el conocimiento asociado en la línea de lo ya dicho por Tosquelles: la necesidad de sanar las instituciones. Esta antipsiquiatría tomó formas distintas en cada país, naturalmente adaptada a cada realidad psiquiátrica, legal y política. Su inicio en Francia fue impulsado por Lucien Bonnafé al que se sumaron figuras clave como Jean Oury, Roger Gentisi, Félix Guattari y el mismo Tosquelles, que sin duda representaba una experiencia muy valiosa por su importante recorrido. Aquellos años Tosquelles escribió abundantemente, realizó experiencias diversas en el campo de la deficiencia psíquica, del autismo, de la reeducación, del maternaje y otros, siempre con un marcado carácter aplicado. Recordemos su consigna: “saber dónde pisas”.
La situación de la psiquiatría en España bajo la dictadura era bien distinta (Garcia, sin fecha). Su instauración conlleva el exilio masivo de los psicoanalistas y la desaparición de esta escuela de las instituciones asistenciales y académicas. Solo pudieron quedarse algunos jóvenes psiquiatras (o estudiantes) que habían conocido las experiencias anteriores y fueron teniendo noticia de su desarrollo en Francia. Este vacío no comenzaría a recuperarse hasta 1965, si bien de forma muy aislada, por lo que las iniciativas, ya no de antipsiquiatría, sino de simple reforma de las envejecidas instituciones psiquiátricas, encontraron todas las dificultades y oposición posible, incluida la policial. Sin embargo, el hecho de que muchos de los jóvenes psiquiatras y los incipientes psicólogos fueran a completar su formación a Francia, Suiza e Inglaterra y en algunos casos desarrollaran sus carreras allí, pero manteniendo contactos con los colegas en España, hizo que se diera cierta influencia de las nuevas experiencias.
Volviendo a Tosquelles y Cataluña, aquel primer reencuentro de 1958 darían lugar a partir de 1970 a una relación regular con el centro Pere Mata. Actuó como asesor del cambio institucional y el personal realizaba sesiones que se grababan en cintas de casete que eran enviadas y comentadas con él, y que han sido elaboradas por otros autores .

El Instituto Mental de la Santa Cruz y San Pablo

Querríamos referir la experiencia que conocimos directamente y que recientemente ha comenzado a ser recuperada en forma de testimonios y actividades varias por sus propios actores (Memorial del mental, 2022). Como veremos, reencontramos varios elementos directamente relacionados con las experiencias de Tosquelles.
La experiencia se inició en 1970 con un proyecto de reforma doblemente motivado por la necesidad de modernización de la institución y para cumplir las exigencias necesarias para establecer un convenio con la Seguridad Social . Para la financiación de la reforma, el hospital procedió a vender una parte del Mental a una inmobiliaria (Comelles, 1986). Se realizó una renovación de los cargos directivos del Mental, haciéndose cargo de la dirección Delfí Abella (1972), y se aumentó el número de personal, puesto que las ratios son claves para la mejora asistencial.
Con estas primeras reformas se produjeron tensiones y los trabajadores establecieron asambleas para participar tanto en la reforma como en el futuro del Mental. Se dio la coincidencia que existían conflictos en los psiquiátricos provinciales de Oviedo y de Madrid, a raíz de los cuales la asamblea decidió hacer un encierro de solidaridad a la vez que defender la institución frente a lo que parecía ser un proceso de liquidación de ésta, iniciado con las obras inmobiliarias en los terrenos vendidos. En el contexto de los últimos tiempos de la dictadura, este encierro se politiza rápidamente, y la institución fue cercada por fuerzas policiales al tiempo que las asociaciones de vecinos daban soporte exterior (logística de alimentos) a los trabajadores encerrados.
La crisis terminó con una anécdota que merece ser detallada. Frente a la violencia producida por la presencia policial, uno de los médicos veteranos, el Dr. Joan Palet, fue el interlocutor con la fuerza pública. Palet conocía desde su formación la obra de Tosquelles y no utilizaba nunca bata blanca, símbolo de la autoridad médica, pero para esta ocasión la utilizó, como correspondía en una interlocución con otra autoridad.
En 1972, cursando el tercer año de Filosofía y Letras, que era también el primero de la especialidad de Psicología, comencé a asistir a las sesiones clínicas del recientemente creado Centre d’Higiene Mental de Les Corts, fundado por la Dra. Roser Perez Simó junto con otros colegas. Se había formado como psiquiatra y psicoanalista en París y había trabajado en el sector dirigido por René Diatkine (que a su vez se había psicoanalizado con Lacan) y conocía bien la psiquiatría pública francesa, así como la obra de Tosquelles.
Perez Simó, me facilitó realizar prácticas en el Mental. Me incorporé a la unidad de Santa Ana, dirigida por el Dr. Jaén, ejerciendo como consultor externo el Dr. Joan Gerhard y conté con la valiosa tutoría de Benardí Martorell, psicólogo clínico formado en Toulouse. Todos ellos eran conocedores de la obra de Tosquelles, si bien solo lo mencionaban ocasionalmente. Fue más tarde, a medida que yo mismo la conocí, que reconocí su estrecha relación con la práctica que se llevaba a cabo en aquella unidad y otras del Mental, con las debidas diferencias derivadas de las diferencias de contexto y demás. Santa Ana atendía mujeres con trastornos agudos y se ponía un gran énfasis en la superación de la nosología y la terapéutica psiquiátrica clásica en pos de una comprensión de los trastornos en su contexto original (familiar).
Al cabo de un tiempo se convocaron nuevas plazas de cuidador psiquiátrico, accediendo así a ejercer como tal a tiempo completo, esta vez en la unidad Montserrat, dedicada a mujeres con trastornos crónicos, dirigida por el Dr. Ricardo Ramos y reforzada con nuevos cuidadores de edad y formación similar a la mía. Esta nueva dotación permitió ir poniendo en marcha actuaciones de dinamización de la unidad, ya fueran diversas actividades dentro mismo del Mental (englobadas bajo el nombre de “Club social”, análogo al de Sench Aubanh) o pequeñas salidas de conocimiento y vinculación con el barrio, el “mundo fuera del Mental”.
La experiencia en esta unidad de crónicas, precedida por la experiencia en la unidad de agudas me permitió comparar las evoluciones clínicas de los trastornos. Revisando con cierto detalle los historiales de las enfermas crónicas, se hallaba que muchas de ellas habían ingresado después de un brote hacía más de diez años (en algunos casos, hasta treinta y cinco años), es decir, en un tiempo en el que no se prestaba ninguna atención psicoterapéutica sino exclusivamente psiquiátrica al uso en aquellos tiempos.
Querría destacar un grupo llamado “análisis institucional”, dirigido por el Dr. Palet al que podíamos asistir libremente los trabajadores. El argumento (o razón de ser) del grupo era la elaboración del malestar que podía generar la propia institución, un argumento plenamente en la línea de Tosquelles sobre la necesidad de “curar los pacientes a través de curar la institución”. Sin embargo, más allá de este argumento (que solo se mencionaba muy ocasionalmente), la práctica del grupo era sumamente distendida y amigable, vale decir “terapéutica de forma natural”. No se trataba pues de un grupo de quejas ni tampoco de enjundiosos análisis teóricos, sino, bien al contrario, de una experiencia de estar a gusto charlando con compañeros que asistían libremente, sin compromiso.
Esta experiencia fue sumamente enriquecedora, pero resaltaría el acento puesto, no en la enfermedad, sino en los factores que refuerzan la salud o, lo que es lo mismo, la prevención primaria.

De la psiquiatría a la Salud Mental Comunitaria

En 1979, al volver de Ginebra, donde durante tres años cursé Psicología Clínica y realicé prácticas, me incorporé al equipo de infantil y adolescencia del Centre d’Higiene Mental de Les Corts . Este tipo de equipos pusieron en marcha un modelo de salud mental comunitaria, un enfoque que se había enriquecido enormemente en los últimos años, pero en el cual se advertía el rastro de Tosquelles, como veremos. Así se establecieron fuertes vínculos con escuelas, asociaciones de vecinos (entonces muy activas) y con algunos otros centros sanitarios receptivos al proyecto.
De las actividades que se realizaban destacaría aquí una campaña preventiva de sensibilización en la cual se pidió a algunas escuelas del barrio que los alumnos dibujaran la locura. Este encargo a los alumnos ya tenía, por sí mismo, el valor de hacer pensar y debatir sobre el tema. Se realizó una exposición de estos dibujos y debates sobre los mismos y sobre la enfermedad mental en general. El contraste de ideas incide sin duda sobre la representación social de estas enfermedades, pero, sobre todo, las humaniza, lo que lleva a desestigmatizarlas y prevenir la marginación e incluso el acoso de que pueden ser objeto. Uno de los puntos clave fue el miedo y la peligrosidad que expresaban algunos dibujos frente a otros que expresaban empatía, compasión e incluso el beneficio que podían aportar las actitudes de ayuda o, más en general, de inclusión social. No podemos menos que recordar de nuevo la labor pionera de Tosquelles en este sentido.
En 1985 se aprobó la nueva Ley de Sanidad, que dio paso a una profunda reorganización del sector y la inclusión de la salud mental que venían reclamando tanto los profesionales como la población, con debates políticos y técnicos muy intensos. Estando ya en la Diputación de Barcelona, formé parte de la Oficina Tècnica (D.G.O.P.S., 1990) que debía traspasar las instituciones psiquiátricas a la Generalitat (merced a sus nuevas competencias en la materia) e integrarlas en la red pública, como se había hecho años atrás en otros países. Se puso así fin a los grandes centros como el Mental en 1987 para atender estas patologías en pequeños centros vinculados a las comunidades de población.
Esta medida remediaba sin duda el aislamiento y sus consecuencias, pero, por otra parte, comportó inconvenientes ya advertidos por Tosquelles. Ciertamente, el aislamiento causaba el “síndrome de la institucionalización”, pero este debía ser resuelto con tacto extremo, a riesgo de afectar muy negativamente la vulnerabilidad de los pacientes y sus familiares. Parte de la población del Mental y similares se vio afectada por el modo en que se efectuó esta transformación, considerando insuficientemente que, como decía Tosquelles, es necesario entender los miedos de los pacientes y que estas instituciones son también un refugio y una protección para ellos.

Epílogo

La breve revisión de la trayectoria de Tosquelles que hemos realizado, así como otras recientes consultadas (Masó, 2021 y C.C.C.B. 2022), muestran la multitud de iniciativas que emprendió. Algunas eran una continuidad o un desarrollo de lo que habían iniciado generaciones anteriores y otras fueron creadas por el propio Tosquelles a partir de sus experiencias psiquiátricas y de la relación de mutua influencia con otros campos que hemos visto.
Dada la evolución substancial que han experimentado la salud mental y el psicoanálisis, tanto en lo teórico como en la realidad asistencial, muchas de las obras han quedado subsumidas en la realidad actual y forman por tanto parte de ella. No obstante, estas revisiones nos han mostrado la gran creatividad y capacidad relacional de Tosquelles, así como su gran defensa de la libertad y de su valiente actitud integradora frente a la locura. Estos son principios esenciales que impulsaron sus realizaciones y que van más allá de cualquier medida o disposición concreta. Son, pues, principios que es necesario tener presentes no solo como homenaje a los pioneros sino como referencias para el presente y el futuro.

 

Referencias bibliográficas

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Comelles, J. M. (1986). La crisis de la psiquiatría española durante el tardofranquismo y la transición. El caso del lnstitut Mental de la Santa Creu (1971-1986). Revista de la Asociación Española Neuropsiquiatría. Volumen VI (19).

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Tosquelles, F. (1950-1962). Trait-d’union, Journal de Saint-Alban: Editoriaux, articles, notes (1950-1962) (La boîte à outils). Editions d’une, 2015

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Tosquelles, J. Escenes eliminades. Ràdio Web MACBA
https://rwm.macba.cat/ca/extra/jacques-tosquellas-escenes-eliminades

 

Pere Llovet Planas
Psicólogo especialista en Psicología clínica y psicoterapeuta psicoanalista.
e-mail: perellovet@outlook.com