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Resumen

El artículo hace una breve síntesis de las ideas de Luis Feduchi, psiquiatra y psicoanalista, considerado una autoridad en el estudio y abordaje de la adolescencia, de las complejas dinámicas psicológicas de esta etapa de la vida, con sus propias ansiedades y defensas. En este artículo se expone la visión de Feduchi del papel esencial del entorno —familia, escuela, etc.— a la hora de favorecer la evolución del adolescente, en su búsqueda de un equilibrio entre lo infantil y lo adulto. Las fallas de este proceso, en forma de violencia y el modelo de colaboración con justicia juvenil, al que dedicó una parte de su vida, se tratan también en el artículo.

Palabras clave: Adolescencia, violencia adolescente, justicia juvenil, crisis adolescente.

Abstract 

The article provides a brief summary of the ideas of Luis Feduchi, a psychiatrist and psychoanalyst who is considered an authority in the study and approach to adolescence, and the complex psychological dynamics of this stage of life, with its own anxieties and defenses. In this article, Feduchi’s perspective is presented regarding the essential role of the environment -family, school, etc.- in promoting the development of teenagers, as they seek a balance between the between child and adulthood . The article also addresses the failures in this process, such as violence and the model of collaboration with juvenile justice, which Feduchi dedicated a part of his life to.

Keywords: Adolescence, adolescent violence, juvenile justice, adolescent crisis.

La adolescencia es un momento difícil, tanto para el propio adolescente como para su familia y su entorno. En ocasiones, también para el clínico. El psiquiatra y psicoanalista Luis Feduchi Benlliure (1932-2021) se ha convertido en un referente ineludible para poder entender este momento crucial de la evolución y también para abordar el delicado tema del adolescente cuya conducta lo lleva frente a la justicia. La semblanza humana y amplios resúmenes de su obra se encuentran en Jorge Tió (Temas de Psicoanálisis, número 23) y Jorge Tizón (Temas de Psicoanálisis, número 24) que fueron escritos a raíz de su fallecimiento. No obstante, nos parece útil hacer aquí una breve síntesis de sus principales ideas, a modo de introducción al presente número de Temas de Psicoanálisis, que se dedica de manera monográfica a la problemática actual de la adolescencia. 

Feduchi nos introduce en la comprensión de las complejas dinámicas psicológicas que se presentan en esta etapa de la vida, resaltando la importancia de abordar al adolescente de manera cuidadosa y respetuosa con su desarrollo individual. A su vez, el tipo de respuesta del entorno y de la justicia pueden dar lugar a círculos viciosos de acción-reacción. Su modelo de colaboración entre los dispositivos públicos de salud mental (más en concreto, la psicoterapia de base psicoanalítica) y los técnicos de justicia juvenil, un modelo del que se habla en otro artículo de este número, ha demostrado su gran valor a lo largo del tiempo.

El núcleo principal del saber de Luis Feduchi fue transmitido de manera oral y por este motivo nos ha parecido interesante partir de la manera como él mismo explica sus ideas en la entrevista que aparece en el libro “Adolescencia y transgresión” (Tió, Mauri y Raventós, 2014).

La adolescencia: un momento de crisis y de nuevas oportunidades 

Feduchi relata cómo surgió su interés por la adolescencia. Se había trasladado desde Madrid a Barcelona en 1958 para iniciar su formación como psicoanalista y había empezado a llevar casos de niños, algunos de ellos con psicopatología grave. El percibir cómo es un niño enfermo y uno sano le ayudó a ver los aspectos infantiles en los adultos y a discriminar cuándo estos aspectos infantiles tienen que ver con rasgos psicóticos o autistas, o si se trata de regresiones y ver a qué aspectos del niño regresan.

La adolescencia puede ser entendida como una etapa en la que finalizan aspectos de lo infantil (no todo lo infantil, puesto que los sentimientos y las emociones perduran) y comienzan aspectos de lo adulto. Es un momento de crisis, de final y de inicio, de procesos de duelo descritos por diversos autores (como Erikson o Arminda Aberastury). El término crisis no debe ser entendido en este caso como algo peyorativo: se refiere a una reordenación de lo nuevo con lo antiguo, hay elementos que ya no sirven y otros que son nuevos, pero el adolescente necesita articularlo de manera que, sin desprenderse de todo, ni adquirirlo todo, pueda mantener su propia identidad, hacer su propia elaboración de este momento vital.

Es importante comprender cómo están ordenados estos elementos. Por una parte, observar si las ansiedades provienen de los duelos y las pérdidas y las defensas frente a estas ansiedades, de tipo regresivo o narcisista. O bien aparecen frente a lo nuevo, con defensas como el paso al acto por la dificultad de esperar, con las consiguientes transgresiones o la aparición de violencia. Estos dos grupos de ansiedades pueden generar respuestas fóbicas: la claustrofobia como una proyección de la ansiedad de quedarse atrapado en la infancia, y la agorafobia como una proyección del temor de quedar desprotegido.

El diagnóstico en la adolescencia 

Las defensas que se organizan en este momento pueden ser muy primitivas e inducir a hacer un diagnóstico erróneo de psicosis, cuando se trata simplemente de una defensa momentánea en un adolescente que realiza una proyección masiva, pero parcial. Feduchi considera que para ver si el adolescente está desarrollándose adecuadamente, hay que fijarse en tres rasgos:

  1. El inicio de la intimidad, como modo de preservar los aspectos nuevos de su mundo interno y externo que siente como suyos; es el momento de cerrar la puerta de la habitación o del baño. En este sentido es importante diferenciar intimidad de ocultación, retraimiento, aislamiento.
  2. Si pone a prueba los aspectos novedosos que está desarrollando en las distintas esferas (corporal, intelectual, afectiva…) y si los puede desplegar y confrontar con el mundo exterior, es decir experimentarlos.
  3. El inicio de la salida de los grupos que le han estado acompañando durante la infancia el grupo familiar, el de la escuela, el de las amistades de barrio e incorporación a grupos nuevos, espontáneos, de iguales, donde se intercambian las novedades y se experimenta juntos, donde se intenta hacer algo distinto, en contra de lo que ha estado recibiendo como niño, en contra de las normas, de lo establecido.

 Se ha hablado de la adolescencia como de un nuevo nacimiento: nacer a un mundo que no conoces; salir del claustro, del grupo familiar. La forma en que el entorno atienda a estas ansiedades contribuirá de manera muy importante a fijar las defensas, o bien a dinamizarlas a través de la tolerancia y el acompañamiento.

La importancia del entorno

En lo que se refiere a lo infantil, el entorno tiene que seguir atendiendo necesidades de las que el adolescente todavía no tiene capacidad de ocuparse. A este respecto puede producirse un problema si se le abandona en algo que evolutivamente aún no ha conseguido. O por el contrario, puede producirse una sobreprotección que le impida verificarse en su nuevo desarrollo. Por ejemplo, si el entorno es rígido y punitivo, el adolescente puede sentirse amenazado y reforzar sus defensas regresivas o narcisistas. En cambio, si el entorno es tolerante y empático, el adolescente puede sentirse apoyado y seguro para explorar y experimentar de manera saludable.

También se puede dar, en el otro extremo, la falta de límites. Como dice Feduchi, en este caso se le impide la verificación de sus posibilidades dentro de los límites que le corresponden a cada momento y a cada edad: “Te doy toda la libertad que quieras, ya no me necesitas, te quedas ahí solo sin límites de ningún tipo y tú sabrás”. 

En la adolescencia se reeditan ansiedades y defensas que durante la etapa de latencia han estado escondidas o expresadas de manera muy larvada. De repente, aparece la exigencia de salir o de quedarse. Y se vuelve a vivir la casa como el claustro materno y la calle como el parto. Hay padres que retienen, por culpa, por miedo a que el hijo salga mal, y otros que expulsan, se quitan el hijo de encima con racionalizaciones de todo tipo. El adolescente puede responder acomodándose a la situación y dejándose proteger, o bien dejándose expulsar; o, por el contrario, se subleva ante la falta de atención en estas dos situaciones que vive en constante tensión dialéctica.

En el momento actual, existen verdaderas dificultades que recaen en las estructuras que deben atender al adolescente: familias, escuela, instituciones. También han aparecido las nuevas tecnologías. Es un momento complicado que debería llevar a revisar, a replantearse los principios educativos, para recomponer la figura de autoridad que es lo que un adolescente necesita: una autoridad que acoja, que enseñe, con la que se pueda identificar. Y todo eso está, ahora, muy fragmentado.

La violencia en la adolescencia

 Luis Feduchi ha dedicado una gran parte de sus escritos y de su tarea como supervisor a tratar de entender el fenómeno de la violencia en el momento específico de la adolescencia, para poder diferenciarla de la violencia ejercida en la edad adulta. En este sentido es importante, en primer lugar, diferenciar entre lo que son acciones al servicio del progreso, para acercarse a lo nuevo, de lo que son pasos al acto indiscriminados que tienen una finalidad defensiva, ya sea para deshacerse de la ansiedad, ya sea para negarla. En este caso, es importante la tolerancia y la comprensión de estas ansiedades subyacentes, pues de lo contrario, frente a respuestas exigentes o de control por parte del entorno, el adolescente puede sentir una imposibilidad de encontrar salidas más progresivas y se favorecen nuevos pasos al acto. Se establece entonces un círculo vicioso en el que los adultos empiezan a hablar de “tirar la toalla” y se inician las propuestas para “expulsar” al adolescente, con la consiguiente espiral patológica de acciones y reacciones en forma de más violencia.

Feduchi sostiene que la conducta violenta del adolescente surge en la frontera de un proceso de simbolización en el que el sujeto tiene dificultades para diferenciar adecuadamente fantasía y realidad y se producen fenómenos de equivalencia simbólica. Este déficit en la capacidad simbólica dificulta la contención de las ansiedades, lo que explica que, en estos comportamientos que a veces sorprenden por su brutalidad, no se produzca ninguna inhibición de la agresividad. Es este balance entre déficit simbólico e intensidad de la vivencia de amenaza para el self la que explicaría la conducta violenta. Cuando la experiencia no favorece un equilibrio suficiente en la reorganización interna que tiene lugar en la adolescencia, la violencia puede aparecer como un intento desesperado de regulación. A través de ella, el sujeto intentará eliminar vivencias de fragmentación, de vulnerabilidad extrema, o intensas ansiedades confusionales. La microcultura de un grupo violento (bandas, manadas, grupos fanáticos, etc.) facilita la adquisición rápida de una pseudoidentidad. En estos momentos de su evolución, el adolescente puede utilizar una identificación proyectiva masiva para desprenderse de los aspectos vulnerables y odiados de sí mismo y atacarlos en aquellos en quienes los proyecta: esta es la base del bullying, de la violencia homófoba, xenófoba, del ataque a indigentes, etc.

El aburrimiento puede ser también la antesala de conductas violentas, si lo entendemos como una situación de profundo malestar causada por la ausencia de vitalidad, de intereses u objetivos que puedan canalizar y estimular alguna motivación. El aburrimiento aparece a menudo en el adolescente, porque no tiene aún experiencias nuevas como adulto que pueda evocar y las infantiles no le sirven. Las únicas vías que en ocasiones encuentra para resolver su “aversión” al aburrimiento son aquellas cargadas de altas dosis de excitación. Una excitación que deberá ser más fuerte cuanto más atrapado se sienta por este estado insoportable. Varias opciones reúnen estas características: las drogas, el sexo, el riesgo… y la violencia, generalmente expresada en forma de vandalismo.      

La colaboración con Justicia Juvenil

La labor de Luis Feduchi en este campo es realmente extraordinaria. Ya a mediados de los ochenta empieza a colaborar con equipos de técnicos y delegados de atención al menor y posteriormente en los primeros programas de mediación. Es muy interesante ver cómo explica su manera de entender la colaboración entre los equipos de salud mental de orientación psicoanalítica y los técnicos de justicia: “Cuando trabajo con disciplinas que no son las mías, de las cuales desconozco la praxis, no me gusta utilizar el término ‘supervisión’, que reservo para los casos en los que conozco la disciplina, la teoría, la metodología y la he practicado. Entonces puedo aportar algo pensando en estas tres dimensiones. En los demás casos no incido en sus contenidos ni en sus finalidades o directrices. Lo que introduzco son aspectos generales que toda disciplina relacional tiene. Toda disciplina relacional implica una entrevista y, por lo tanto, implica una relación donde hay una desigualdad, una asimetría y donde uno necesita del otro. Cómo lo manejas, cómo tienes que colocarte, cómo se produce el intercambio, etc. Y después cómo se desarrolla la relación. Siempre hay una relación que se puede intentar entender. Da igual que intervengas como médico o como abogado… No hablo de transferencia y contratransferencia, hablo de estar significando algo para esta persona y que, según cómo lo hagas, la vas a ayudar mejor o peor y la atención va a ser más ética o menos ética. Y también en el planteamiento de la terminación del proceso, de la separación, toda intervención tiene un final. Mi asesoramiento, por lo tanto, no se centra en los aspectos técnicos, sino en los relacionales”.

Feduchi entiende la colaboración con la justicia como una sensibilización sin psicologizar, un equilibrio en el que ninguna disciplina invade a la otra. Existe una doble función de la justicia juvenil: lo punitivo —que también tiene que existir porque el adolescente también sabe, en parte, lo que está bien y lo que no— y lo educativo frente a reacciones que corresponden a sus aspectos inmaduros e infantiles. Pero en algunas ocasiones, los profesionales de la justicia sospechan que existe un sustrato psicológico o psiquiátrico que hace que fracasen con su metodología porque, o bien se vuelven más rígidos proponiendo internamientos, o bien acaban desentendiéndose. Y prosigue Feduchi: “mi colaboración les ayuda en parte a diferenciar conductas conscientes de otras que encierran cierto grado de patología”.

Luis Feduchi supervisó y asesoró al Equipo de Atención al Menor (EAM), que ha sido una experiencia pionera de colaboración entre Salud Mental y Justicia Juvenil en Cataluña a partir de 1993, y del que se habla más extensamente en otro artículo del presente número. 

 Referencias bibliográficas

Tió, J., Mauri, L. y Raventós, P. (coords.) (2014). Adolescencia y transgresión. Ediciones Octaedro.

Tió, J. (2022). In memoriam Luis Feduchi. Temas de Psicoanálisis, num. 23.
https://www.temasdepsicoanalisis.org/2022/01/24/in-memoriam-luis-feduchi-madrid-1932-barcelona-2021/

Tizón, J. (2022). Adolescencia y psicoanálisis: en recuerdo de Luis Feduchi. Temas de Psicoanálisis, num. 24.
https://www.temasdepsicoanalisis.org/2022/07/18/adolescencia-y-psicoanalisis-en-recuerdo-de-luis-feduchi/