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En primer lugar, quiero agradecer a Antonia la propuesta de hacer un comentario a su trabajo, así como a la presidenta de la Sociedad Portuguesa de Psicoanálisis (SPP), Luisa Branco Vicente, por su invitacióna presentarlo en la sesión científica de la SPP en que se discutió. También quiero expresar el afecto que le tengo a la SPP, afecto que se reafirmó al coincidir en la presidencia de nuestras sociedades con Rui Aragao, anterior presidente con el que compartí encuentros en las reuniones de la FEP y la IPA.

Cuando leí por primera vez el trabajo de Antonia Carreira, que presentó como ponencia en la Jornada Ibérica de 2022 en Madrid, me impresionó muy positivamente. Y es que, siendo un trabajo clínico psicoanalítico, exponía el contexto histórico en el que vivieron las dos generaciones anteriores a la paciente, no solo con un contenido narrativo y biográfico, sino haciendo un estudio sociopolítico y cultural de la época en que arranca el trauma. También atrajo mi atención porque los temas de la transmisión transgeneracional del trauma y los de la recuperación de la Memoria Histórica me interesan de forma especial. El trabajo de Antonia me ha parecido excelente desde el punto de vista científico, por su estilo poético y por su cercanía a las situaciones y conflictos que narra. Construye un buen paralelismo entre el trauma individual de la paciente en análisis y el trauma colectivo (trauma psicosocial) descrito en el escenario de nuestra historia relativamente reciente de las guerras, las dictaduras y los genocidios del siglo XX. Su escrito contiene muchos aspectos destacables. Deseo hacer algunos comentarios sobre los traumas colectivos, los pactos de silencio y los tiempos de latencia necesarios hasta que los contenidos emocionales de esos traumas puedan ser representados, pensados y adquirir carta de identidad a través de la palabra, y todo ello vinculado a la transmisión transgeneracional y la memoria histórica.

La autora va refiriéndose al proceso de recuperación de la historia de la analizada al tiempo que le va poniendo marco histórico y social. Comienza con la viñeta clínica que describe la historia de las dos generaciones anteriores de la paciente —la abuela materna y una tía— masacradas sin que quedara huella alguna en un bombardeo en la Segunda Guerra Mundial y de su padre sobreviviente por estar casualmente en otro lugar. La paciente, tercera generación, es la “designada” para reconstruir la historia y elaborar el trauma que le ha sido transmitido transgeneracionalmente por un padre que ha vivido en el silencio, sin poder llevar a las palabras el drama de la pérdida de su madre y su hermana.

Las guerras, con su violencia, destrucción y aniquilación de unos humanos por parte de otros, con unos estados contra otros, generan esos traumas colectivos que quedan anidados en el tejido social y que se propagan a las generaciones siguientes de una forma invisible e insidiosa. Será costoso reconstruir el daño psíquico individual y social que esas catástrofes (dictaduras, guerras, genocidios) provocan, catástrofes que suelen estar generadas por la “violencia de estado” cuando fracasa el Estado de Derecho y se derriban las democracias.

Son traumas colectivos, traumas masivos por la magnitud de los acontecimientos y por la cualidad de la afectación que causan en el individuo y en el grupo social. El impacto es de tal envergadura que la mente humana no puede comprender ni asimilar, su psiquismo no puede metabolizarlo, entonces se producen los largos periodos de silencio y la incomunicabilidad de las experiencias. ¿Qué ocurre entonces durante el periodo de silencio? Este silencio no implica olvido, ni borrado (hubo operación de borrado en el genocidio nazi, las dictaduras latinoamericanas, la Guerra Civil y posguerra de España, la de los Balcanes, etc.), quizás se produce solo una amnesia temporal, las experiencias quedan latentes en la mente de las víctimas, alojadas en el inconsciente individual y social.

Se producen entonces los llamados pactos de silencio: a nivel individual ocurre una escisión o encapsulamiento, mecanismos mediante los cuales el psiquismo aparta o encierra lo que le perturba. A nivel colectivo hay alianzas defensivas inconscientes basadas en la represión y la negación, así el grupo se mantiene alejado de su propia historia. A nivel social, político e institucional la consecuencia del pacto de silencio es que, en palabras de Antonia, “destruye lo sociocultural y el espacio psíquico compartido se desgarra”, entonces “lo ocurrido no ha ocurrido”, son traumas compartidos y el dolor, también un dolor social.

Los estudios de la historia, de los movimientos sociales, de los desarrollos sociológicos y psicoanalíticos nos aportan conocimientos sobre estos fenómenos. Es posible que la mayoría de las experiencias no sean susceptibles de ser borradas, podríamos decir que la mente, el inconsciente del hombre es un gran recipiente de almacenamiento de experiencias que esperan el momento y la ocasión adecuados para que puedan emerger, para que la memoria recupere las experiencias traumáticas. Nos dice la autora que para que esto sea posible quizás son necesarias dos condiciones, por un lado, que haya transcurrido lo que Eva Weil llama el periodo de latencia (que cifra entre 30-50 años). Durante este periodo se produce un vacío informe que no se consigue aprehender, elaborar y transmitir, es como un proceso de maduración hacia una posible comunicación. Ha de transcurrir el tiempo necesario para que el colectivo pueda reflexionar sobre los aspectos traumáticos que estaban larvados a la espera de poder ser representados y expresados en la comunidad.

Una segunda condición para la emergencia de la memoria traumática es encontrar interlocutores válidos, oyentes adecuados para que la narración tenga eco y resonancia en los otros, a nivel individual y social. Ya conocemos las circunstancias desgraciadas de algunos escritores, poetas y psicoanalistas supervivientes del Holocausto. Muchas veces no encontraron una escucha receptiva, ni callar ni hablar aportaban solución al problema porque no existían palabras que pudieran dar forma a lo que había que conectar. No había lenguaje que conectara lo que se tenía que decir con la escucha necesaria, no había contexto ni empatía social, se producía una desconexión que solo a través de un futura “memoria traumática” podría restablecer esa conexión (Egilior, 2022).

En otras ocasiones, quizás a causa de la angustia y la necesidad de drenar experiencias tan demoledoras, al no poder esperar un tiempo de latencia, al narrar quizás “demasiado pronto”, no pudieron sobrevivir (P. Levi, P. Celan). Un caso emblemático fue Jorge Semprún, que en su libro “La escritura o la vida” (1995) explica que tuvo que esperar años para poder escribir sobre su experiencia en el campo de concentración de Buchenwald. Fue un largo y doloroso camino que tuvo que afrontar para transformar la experiencia vivida en experiencia escrita y compartida. Afirma: “No era imposible escribir, pero habría sido imposible sobrevivir a la escritura, y opté por la vida”.

En relación con la disolución de los pactos de silencio sabemos que las experiencias traumáticas se transmiten de manera sensorial, los componentes emocionales y perceptivos se imponen sobre los verbales. En este proceso de disolución juega un papel trascendental esta transmisión inconsciente de una generación a otra. Esta transmisión transgeneracional permite que la segunda o tercera generación abra brechas, bien a través del conflicto familiar del que ha sido depositario o bien por el deseo y la necesidad de saber e investigar. Los familiares abren espacios que permiten recuperar la historia de lo ocurrido, pensarla y ponerle palabras, a su vez esto se va expandiendo a la población, se produce la socialización de los conflictos y la toma de conciencia del trauma colectivo. Podríamos decir que el trauma funciona como motor que empuja a reclamar el relato de lo que sucedió, actúa hasta convertirse en memoria.

La autora describe algunos ejemplos significativos de estos procesos sociales. Escribe cómo a partir de los años 80 aparecen muchas producciones literarias sobre el genocidio nazi con el propósito de saber, denunciar, pedir justicia y hacer el posible proceso de elaboración. En este mismo sentido, subraya el hecho significativo de que a partir del año 2000 aumentó también el interés sobre la dictadura portuguesa y las guerras coloniales. Otro ejemplo serían los procesos judiciales y movimientos sociales sobre las dictaduras latinoamericanas. La llamada Psicología Política Latinoamericana, en los años 80, se ocupó de aliviar el sufrimiento de los afectados por la represión de las dictaduras, trabajos que se hicieron con familiares de víctimas y desaparecidos, hijos o nietos que no fueron testigos ni vivieron directamente las experiencias, pero sí la absorbieron a través del sufrimiento transmitido por sus predecesores.

También en España alrededor del 2000 surgió un movimiento muy potente formado por familiares de represaliados, asesinados y desaparecidos en la guerra civil y la posterior dictadura de Franco. Estos familiares se constituyeron en las Asociaciones para la Memoria Histórica cuyos objetivos son: la reconstrucción de la historia ocurrida, negada y manipulada por el bando ganador, encontrar e identificar a los familiares desaparecidos enterrados en fosas comunes, la abolición de monumentos públicos dedicados a franquistas y la investigación sobre bebés robados. Este movimiento se ha ido extendiendo, actualmente tiene mucha fuerza, se ha convertido en el principal motor de presión sobre el Estado que ha promulgado en 2022 una amplia “Ley de Memoria Democrática”. Actualmente, después de más de 80 años, se están identificando y enterrando dignamente a los desaparecidos; el empuje de la carga emocional de los familiares (hijos y nietos) para la recuperación de la Memoria Histórica está permitiendo hacer el duelo que no pudieron hacer los sobrevivientes de las víctimas, un duelo en diferido pero muy reparador.

Volviendo a la paciente, nos dice la analista que María entró en contacto con un lugar inhóspito y vacío en la psique de su padre, este no pudo poner palabras a sus experiencias emocionales traumáticas. Green (1980/2005) escribió que la transmisión del trauma se articula a través de lo negativo, a través de lo no dicho, de los agujeros en la comunicación, se concreta en la transmisión del vacío (vacío narrativo). Por eso María no pudo darle representación verbal y simbolizar sus experiencias hasta llegar al análisis, hasta que encontró una terapeuta “empática y apasionada” que conecta con la especificidad de estas situaciones tan traumáticas. Por eso es tan importante la presencia de una analista sensible y con una especial capacidad de “reverie”, una analista que la acompañe en recuperar la verdad histórica y el espacio mental donde pueda reinscribirse, ser pensadas y elaboradas estas experiencias. Antonia incluye lo histórico, social y transgeneracional en el análisis de María, algo muy necesario en los análisis de pacientes traumatizados.

Para terminar, quiero decir que este trabajo nos estimula como ciudadanos y psicoanalistas a investigar acerca de los traumas sociales y sus orígenes y ver el papel que podemos desempeñar socialmente, especialmente en este delicado y preocupante momento histórico. Nos encontramos inmersos en un contexto de guerra en Europa, con la lamentable presencia de diez conflictos activos en todo el mundo, lo cual está generando nuevos y terribles traumas a gran escala. . En este sentido me permito citar a V. Volkan (2014), que ha mostrado que es posible la participación de psicoanalistas en procesos de paz y de conciliación, en negociaciones y acuerdos. Reivindica la labor como miembros de grupos de trabajo con políticos, diplomáticos, politólogos y representantes de instituciones internacionales. Afirma que lo que realmente falta en la tradición psicoanalítica es el estudio de grupos grandes, así como elementos específicos que describan movimientos masivos diversos para ayudar desde nuestro amplio cuerpo de conocimientos psicoanalíticos.

 

Referencias bibliográficas

 

Egilior, S. (2022). La memoria traumática. Dado Ediciones.

Green, A. (2005). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte: La madre muerta. Amorrortu. (Obra original publicada 1980)

Semprún, J. (1995). La escritura o la vida. Tusquets Editores, S.A.

Volkan, V. (2018). Psicología de las sociedades en conflicto: Psicoanálisis, relaciones internacionales y diplomacia. Herder Editorial. (Obra original publicada 2014)

 

Mª del Valle Laguna Barnes,
Psicóloga clínica
Psicoanalista de la Sociedad Española de Psicoanálisis (SEP), de la que fue presidenta desde 2016 hasta 2020, y pertenece al grupo que la Sociedad Española tiene en Andalucía.

Sevilla, marzo 2023