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Resumen

Se presenta una breve exposición de los contextos personales y sociales en torno a El arte de amar de Erich Fromm y un sucinto resumen de las principales ideas del texto. Después se plantean ciertas cuestiones referidas a las dinámicas amorosas en la actualidad. Nuestra hipótesis es que muchos de los tópicos que los autores contemporáneos plantean ya estaban contenidas, en gran medida, en este trabajo de Fromm que data de 1956. 

Palabras clave: Amor activo, Enamoramiento, Autonomía, Narcisismo, Alienación

Abstract

A brief exposition is presented on the personal and social contexts surrounding Erich Fromm’s «The Art of Loving,» along with a concise summary of the main ideas of the text. Subsequently, certain questions regarding contemporary dynamics of love are posed. Our hypothesis is that many of the topics raised by contemporary authors were already largely contained in this work by Fromm, dating back to 1956.

Keywords: Active love, Infatuation, Autonomy, Narcissism, Alienation

Introducción

 Sabiendo, como sabemos, cuáles son los planes de estudio y las principales orientaciones teóricas de las facultades de psicología del estado español, no sorprenderá a nadie la siguiente anécdota: muy pocos de nuestros alumnos de la Facultad de Psicología de la Universitat de Barcelona han oído hablar —y mucho menos leído algo— de Erich Fromm. Cierto es que lo mismo sucede con autores del calibre de Winnicott o Bowlby, por poner algunos otros ejemplos. Nada raro, si se tiene en cuenta que sobre Freud les suelen llegar más críticas destructivas que explicaciones cabales, por así decirlo.

Pero en el caso de Fromm la cuestión es aún más llamativa, si cabe, puesto que se trata de un autor extraordinariamente popular. En la actualidad, los textos de Fromm siguen siendo reeditados constantemente y por tanto, leídos por un público muy amplio. Ignoramos el número exacto de libros de Fromm que se han vendido a lo largo de los últimos 80 años[1], pero sabemos, por lo que nos dicen algunos de sus biógrafos (Friedman, 2013), que el total se mide en decenas de millones, en multitud de países e idiomas.

Y entre esta inmensidad de cifras, El arte de amar, es, sin duda, el texto más famoso de nuestro autor[2]. Aun así, se pueden contar con los dedos de una mano los estudiantes que lo conocen. Sin embargo, y a pesar de este extravío entre nuestro alumnado, El arte de amar se sigue leyendo con fruición por un número considerable de personas. Prueba de ello es que la editorial Paidós celebró en 2011 la aparición de la edición número 100 del mismo, con una tirada especial, de tapa dura, ampliada con una introducción de su principal discípulo, Rainer Funk, y una cronología de la vida de Fromm.

Contexto personal

 El arte de amar surgió en un momento vital especial para Fromm. Su génesis se remonta al periodo posterior al fallecimiento de su segunda esposa Henry Gurland (1900-1952). Henry fue una fotoperiodista muy comprometida contra el nazismo. Huyó de la Alemania nazi, cruzando la frontera de Portbou, con Walter Benjamín, en 1940.  Conoció a Fromm en New York y contrajeron matrimonio en 1944. Padecía diversas enfermedades y Fromm la atendió intensivamente. De hecho, en 1950 ambos se mudaron a México en busca de un entorno más favorable para las dolencias de Henry. Ella murió en 1952, probablemente por suicidio. Sea como fuere, la muerte de Henry impactó profundamente en el ánimo de nuestro autor. La entrega y el mimo con los que Fromm veló por la salud de su esposa fueron, digámoslo así, una escuela de amor para él mismo y sus esfuerzos, dedicación y aprendizajes que se reflejan en muchas de las líneas del texto que estamos comentando.

Dos años después de enviudar, Fromm conoció a Annis Freeman, quien se convertiría en su tercera esposa[3] y con quien convivió hasta su fallecimiento en 1980. Freidman (2013) sugiere que las numerosas cartas que Fromm le escribió a Annis durante su cortejo también tienen un reflejo en El arte de amar. No hemos tenido acceso a esta correspondencia, pero lo que parece evidente es que durante los 27 años de matrimonio Fromm se sintió profundamente enamorado de su esposa, sosteniendo con tesón la relación en las pequeñas desavenencias cotidianas y también en momentos muy delicados, como cuando le extirparon ambos senos a Annis a causa de un tumor. De nuevo, pues, Fromm se encontró amando a una mujer enferma, que precisaba de cuidados[4] y entregado, casi de modo absoluto, a un ser al que se sentía extraordinariamente unido de un modo espiritual que iba mucho más allá de las vicisitudes puntuales o las circunstancias concretas.

Funk (2007) señala que la presencia de Annis influyó en la elaboración del libro que estamos comentando y que al lado de esta mujer Fromm pudo poner en práctica lo que dejó escrito en esta obra, por ejemplo: “el amor es un desafío constante; no un lugar de reposo, sino un moverse, crecer, trabajar juntos; que haya armonía o conflicto, alegría o tristeza es secundario con respecto al hecho fundamental de que dos seres se experimentan desde la esencia de su existencia, de que son el uno con el otro al ser uno consigo mismo y no al huir de sí mismos” (Fromm, 1956).

Aun siendo estos unos apuntes fundamentales para situar El arte de amar en la biografía de Fromm, no debemos olvidar otro punto importante que tiñe gran parte del texto. Nos referimos a la gran amistad que Fromm mantuvo con el maestro budista T.D. Suzuki. Fromm, que ya se había iniciado en la teoría budista desde los años 20 del siglo pasado, había leído textos de Suzuki y ambos se conocieron personalmente en 1956. De la colaboración entre ambos surgió un magnífico texto titulado Budismo zen y psicoanálisis (Suzuki y Fromm, 1960). La visión del amor de Fromm, como un sentimiento que abarca lo universal, basado en el conocimiento, el respeto y la unión con el resto de lo vivo (Fromm, 1967) posee indudables matices derivados, o coincidentes si se prefiere, con las enseñanzas del budismo que Fromm conoció y que quedaron reflejadas en varios de sus textos, especialmente en El Budismo (Fromm, 1975).

 Contexto social

 No sería coherente reflexionar a propósito de una obra de Erich Fromm sin tener en cuenta el contexto sociocultural en el que la misma se creó. Como es bien sabido, Fromm fue un agudo crítico de la sociedad en la que le tocó vivir la mayor parte de su vida; sociedad a la que de un modo genérico podríamos denominar como capitalista o como él le gustaba decir, industrial democrática. Ya en obras anteriores como El miedo a la libertad (1941); Ética y psicoanálisis (1947); Patología de la normalidad del hombre actual (1953) y Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955), Fromm había vertido sus opiniones sobre la influencia de lo económico, político y cultural en el psiquismo y la subjetividad de los ciudadanos. Resulta del todo imposible resumir aquí sus ideas sobre la sociedad de postguerra, caldo de cultivo en el que se generó El arte de amar. Recordaremos, tan solo, que Fromm consideraba que aspectos como el mercantilismo y el consumismo a ultranza; el individualismo; la idolatría de la ciencia; la falta de espiritualidad; la evaluación de la autoestima en base al éxito económico o la identificación de la sexualidad con el amor, por citar solo algunos, eran ponzoñosos para la salud mental de las personas.

La visión de Fromm, como era de esperar, no fue precisamente la de validar[5] sin más el estilo de vida de la sociedad que estudiaba. En las páginas finales de Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955) puede leerse:

(…)el hombre ha perdido su lugar central, se ha convertido en un instrumento de objetivos económicos, se ha convertido en un extraño para sus prójimos y para la naturaleza y ha perdido las relaciones concretas con unos y otra, y ha dejado de tener una vida con sentido. Yo me he esforzado por expresar la misma idea trabajando sobre el concepto de enajenación y mostrando psicológicamente cuáles son los resultados psicológicos de la enajenación: que el hombre vuelve a una orientación receptiva y mercantil y deja de ser productivo; que pierde el sentido de su personalidad, que se considera dependiente de la aprobación de los demás, y que, en consecuencia, tiende a adaptarse y, sin embargo, a sentirse inseguro; está disgustado, aburrido, ansioso, y gasta la mayor parte de su energía en el intento de compensar o de cubrir esa ansiedad. Su inteligencia es excelente, su razón se debilita y, dadas sus capacidades técnicas, está poniendo en grave peligro la existencia de la civilización y hasta de la especie humana.

Por lo que respecta al amor, Fromm insistía en denunciar cómo los condicionantes sociales afectaban a la expresión de este sentimiento en la mayoría de las personas inmersas en la cultura occidental. En un artículo, no traducido al castellano, titulado Love in America (1959) señalaba que, a través de las constantes referencias al amor en la publicidad, las canciones, las películas y la cultura de masas, se originaban entre los ciudadanos unas tendencias, o errores de concepción, con respecto al amor, muy preocupantes. A saber: se buscaba ser amado más que amar; se confundía el amor con estar enamorado; el modelo básico era el amor romántico y se sobreestimaba el amor físico por encima de otros aspectos más psicológicos.

Y todo ello no por azar, sino a causa de procesos culturales como la competitividad, el individualismo, el materialismo y el consumismo, que convierten al sujeto amado en algo así como un objeto a poseer. Sus palabras, en las primeras páginas del texto que nos ocupa, no pueden ser más claras: En una cultura en la que prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el valor predominante, no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna el mercado de bienes y de trabajo (Fromm, 1956, pág. 14).

Para Fromm, al igual como años después señalaría Lacan, hay una contradicción entre el sistema capitalista y la capacidad para un verdadero amor:

Así, las relaciones humanas se vuelven cada vez más como si fuéramos autómatas alienados. Pero los autómatas no pueden amar. (…)… El amor se convierte en el refugio para un “equipo” frente a una sensación de soledad que de otro modo sería insoportable. Uno forma una alianza contra el mundo y a este “egoísmo a dos” se le confunde con el amor y la intimidad (Fromm, 1959, pág. 129)[6].

La teoría del amor

 El amor te hipnotiza, te hace soñar,
y sueñas y cedes y te dejas llevar,
y te mueve por dentro y te hace ser más,
y te empuja y te puede y te lleva detrás …
Y de pronto te alza, te lanza, te quema,
hace luz en tu alma, hace fuego en tus venas,
y te hace gritar al sentir que te quemas,
te disuelve, te evapora, te destruye, te crea…

Y el amor desbarata tus grandes ideas,
te destroza, te rompe, te parte, te quiebra,
y te hace ser ese que tu no quisieras,
y te empuja a ser malo y te deja hecho mierda …
Y te arroja de bruces, al último infierno,
arrancándote el alma, pisándote el cuerpo,
y te ahogas de ansia, de volver a la nada,
y de pronto … se para … y te ve … y se apiada.

(Fragmento del tema El amor de Rafael Pérez Botija).

Hemos querido empezar la síntesis de El arte de amar con este bello fragmento de la canción popularizada por Masiel en 1984, porque, habitualmente, cuando nos disponemos a reflexionar o a hablar sobre el amor casi todas las personas tenemos tendencia centrarnos en el amor de pareja. Hagan la prueba: saquen a colación el tema del amor en una cena con sus amigos o en una reunión de eso que hoy día se ha dado en llamar, un tanto pomposamente, afterwork (Bernard y Drob, 1989) y verán como la conversación se enfoca, muy probablemente, hacia las dinámicas del amor romántico. Ello se debe, sin duda, a las peripecias de pareja, y sus vicisitudes, suelen ser de la máxima importancia para la mayoría de las personas.

Señalamos esta idea, ya de entrada, porque consideramos que uno de los méritos del texto que nos ocupa radica, precisamente, en que no se detiene en este único tipo de amor y nos presenta los distintos tipos sentimientos amorosos que el ser humano puede experimentar.

Si Fromm pudo elaborar esta fenomenología[7] del amor fue porque en sus obras anteriores, gracias a las influencias de Freud y Marx, nuestro autor construyó su propio marco teórico general sobre el psiquismo humano y sus necesidades más específicas. De lo anterior se deduce, nos parece, que una lectura realmente cabal de El arte de amar requiere de una mínima aproximación a las ideas expresadas en trabajos previos a la redacción del mismo. Recuerde el lector que el texto fue publicado en 1956 cuando Fromm ya había escrito tres obras seminales como son: El miedo a libertad (1941); Ética y psicoanálisis (1947) y Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (1955); amén de algunos artículos de notable importancia, a saber: Caracterología psicoanalítica y su importancia para la psicología social (1932); El condicionamiento social de la estructura psíquica (1937) y, sobre el amor, Selfishness and Self-Love (1939)[8].

La elaboración teórica previa facilitó que Fromm vinculase la capacidad de amar con lo que él denominó carácter productivo (1941), cuyas características principales y su relación con el amor quedan reflejadas en la tabla siguiente:

Tabla 1. Características principales del carácter productivo.

Será basándose en la totalidad de este carácter que Fromm abordará el tema del amor en sus diferentes vertientes y más allá de los tópicos al uso sobre el amor romántico. Señalando, con intensidad, que sólo este tipo de carácter puede triunfar en dar y recibir amor de un modo no condenado al fracaso. Al definir el amor productivo Fromm escribió:

El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no con un «objeto» amoroso. Si una persona ama sólo a otra y es indiferente al resto de sus semejantes, su amor no es amor, sino una relación simbiótica, o un egotismo ampliado (Fromm, 1956).

 Fromm siempre argumentó que El arte de amar no era un libro de autoayuda[9] y que la finalidad de su obra era demostrar que el amor no es un sentimiento fácil para nadie, aunque en muchas ocasiones se crea lo contrario. Su idea era que el amor es un arte y como tal exige aprendizaje teórico y práctico.

Consideraba, además, que la capacidad de amar es una de las cuestiones más importantes del ser humano. Esta capacidad nos puede ayudar, decía, a satisfacer en gran medida y de un modo constructivo y no regresivo nuestra necesidad de vinculación con los demás: “La necesidad más profunda del hombre es, entonces, la necesidad de superar su separatidad, de abandonar la prisión de su soledad. El fracaso absoluto en el logro de tal finalidad significa la locura” (Fromm, 1956).

El problema es cómo superar esta separatidad. Hay salidas regresivas, como la búsqueda de satisfacción orgiástica a través del sexo o las drogas, o la unión conformista con unas ideas o rutinas. La creatividad también puede ser una vía de alivio, pero Fromm consideraba que, aun siendo más positiva que las anteriores, no era del todo suficiente. Para Fromm la solución a esta necesidad era el amor maduro:

En contraste con la unión simbiótica, el amor maduro significa unión a condición de preservar la propia integridad, la propia individualidad. El amor es un poder activo en el hombre; un poder que atraviesa las barreras que separan al hombre de sus semejantes y lo une a los demás; el amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separatidad, y no obstante le permite ser él mismo, mantener su integridad. En el amor se da la paradoja de dos seres que se convierten en uno y, no obstante, siguen siendo dos (Fromm, 1956).

Tras definir lo que se consideraba amor maduro, Fromm describió cuáles son sus tres ingredientes principales: “Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento (Fromm, 1956).

El cuidado es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de los que amamos. La responsabilidad se relaciona con las necesidades del otro y el respeto hace que esta responsabilidad no degenere en dominación y posesividad. Respetar es ver una persona tal cual es, no como nosotros queremos que sea, y, por supuesto, no explotarla.

Asumidas estas tres condiciones, Fromm señalaba, con respecto a los objetos amorosos que cabía distinguir, entre los siguientes:

A. El amor fraternal:

La clase más fundamental de amor, básica en todos los tipos de amor, es el amor fraternal. Por él se entiende el sentido de responsabilidad, cuidado, respeto y conocimiento con respecto a cualquier otro ser humano, el deseo de promover su vida. (Fromm, 1956).

B. El amor maternal. Este inculca en el niño el amor a la vida. Le da el sentimiento de que: “es bueno estar vivo, es bueno ser una criatura, es bueno estar sobre esta tierra” (Fromm, 1956)[10].

C. El amor erótico.

Quizás la forma de amor más engañosa que existe, puesto que se confunde fácilmente con la experiencia explosiva de enamorarse. No es lo mismo amar que desear físicamente. Fromm, que como es sabido, tenía una idea muy diferente a la de Freud con respecto a la sexualidad humana (Fromm, 1937), consideraba que el deseo sexual no solo es un apetito físico, sino también una forma de superar la separatidad. Sin embargo, advertía:

Si el deseo de unión física no está estimulado por el amor, si el amor erótico no es a la vez fraterno, jamás conduce a la unión salvo en un sentido orgiástico y transitorio. La atracción sexual crea, por un momento, la ilusión de la unión, pero, sin amor, tal “unión” deja a los desconocidos tan separados como antes —a veces los hace avergonzarse el uno del otro, o aún odiarse recíprocamente, porque, cuando la ilusión se desvanece, sienten su separación más agudamente que antes (Fromm, 1956). —

D. El amor a sí mismo. Para Fromm el amor a los demás y a uno mismo no son algo excluyente:

No solo los demás, sino nosotros mismos, somos “objeto” de nuestros sentimientos y actitudes; las actitudes para con los demás y para con nosotros mismos, lejos de ser contradictorias, son básicamente conjuntivas. (…) En todo individuo capaz de amar a los demás se encontrará una actitud de amor a sí mismo. Yo también soy humano” (Fromm, 1956).

E. El amor a Dios. Como es sabido, Fromm sostenía un concepto no teísta de la divinidad (Fromm, 1966), de modo que consideraba que el amor a un dios, o una idea de dios, estaba vinculado con el amor a los padres y, por tanto, respondía también a la necesidad de sentirse vinculado, protegido, unido y no aislado o separado de los demás.

La práctica del amor[11].

 Muy resumidamente recordaremos que para Fromm el ejercicio del arte del amor requiere de la puesta en acción, de un modo plenamente consciente, de unas actitudes y acciones muy determinadas. A saber: disciplina, paciencia, preocupación por el sentimiento amoroso, humildad, fe en los demás, superación del narcisismo[12] y concentración.

Si bien sería posible afirmar que esta es la parte más endeble del texto, cuyas líneas recuerdan a los libros de autoayuda, también vale la pena rescatar de este apartado algunos detalles de interés.

Por ejemplo, con respecto al requisito de la concentración, Fromm escribió unas líneas que podría haber firmado cualquier avispado observador de la sociedad occidental del siglo XXI:

No obstante, en nuestra cultura, la concentración es aún más rara que la autodisciplina. Por el contrario, nuestra cultura lleva a una forma de vida difusa y desconcentrada, que casi no registra paralelos. Se hacen muchas cosas a la vez: se lee, se escucha la radio, se habla, se fuma, se come, se bebe. Somos consumidores con la boca siempre abierta, ansiosos y dispuestos a tragarlo todo: películas, bebidas, conocimiento. Esa falta de concentración se manifiesta claramente en nuestra dificultad para estar a solas con nosotros mismos. Quedarse sentado, sin hablar, fumar, leer o beber, es imposible para la mayoría de la gente. Se ponen nerviosos e inquietos y deben hacer algo con la boca o con las manos (Fromm, 1956).

El amor y su desintegración en la sociedad occidental contemporánea

La tercera parte del texto que nos ocupa nos invita a entrar de lleno en materia con respecto al título del presente artículo, cuando proponemos una relectura contemporánea del mismo. Pero, como enseguida veremos, esta revisión no precisará de grandes esfuerzos. En efecto, muchas, no todas evidentemente, de las ideas recientes en torno al tema del amor, propuestas por autores tan destacados como Z. Bauman; E. Illouz; B. Chul-Han; U. Beck o L.López Mondéjar, por citar solo a los más conocidos, están esbozadas o directamente expresadas en las reflexiones efectuadas por Fromm en su obra de 1956.

Los intelectuales citados en el párrafo anterior han cavilado largamente sobre las más diversas cuestiones referidas al amor. ¿Cómo se declina el amor en la actualidad? ¿Cómo gozamos del amor correspondido o nos dolemos del amor arrebatado? ¿Es el adjetivo líquido su mejor definición contemporánea? ¿El poliamor representa un avance o un retroceso en las dinámicas afectivas? ¿Amamos a los hijos o a los progenitores, hoy, igual que hace 70 años? ¿Cómo afectan el tecnocapitalismo y la digitalización a las relaciones amorosas en la actualidad? ¿Se confunde el enamoramiento[13] con el amor hoy en día más que en el pasado reciente? ¿El reinado del individualismo, la —supuesta— libertad y la emocionalidad espectacularizada han modificado las dinámicas amorosas de todos nosotros? ¿Nos hace vulnerables amar en esta época marcada por la intolerancia a la frustración, la facilidad de elección y por tanto, de sustitución, y la alergia a los compromisos? ¿Se vincula la violencia de género con el cambio de roles sociales entre hombres y mujeres? ¿Nos decepcionamos más que antaño porque tenemos más relaciones que hace un tiempo o, acaso, porque esperamos que el amor nos dote de una completitud imposible a todas luces? ¿El amor, en la actualidad, se experimenta basándose en un libro de contabilidad, revisado constantemente, en el que hay columnas que reflejan las entradas del debe y el haber? ¿Se puede morir el amor por una pareja, o por una amistad, por momentos de desencuentro? ¿Los votos, que hoy llamaríamos más bien acuerdos, se han convertido en algo temporal y cancelable? ¿Hemos pasado del yugo —con/yugues— del hasta que la muerte os separe a la incertidumbre e inestabilidad más absoluta en nuestros vínculos de pareja? ¿Las palabras dadas, cuando las relaciones van viento en popa, han perdido todo su valor? ¿En los tiempos del rendimiento, la movilidad, la innovación, la competencia, la evaluación y la excelencia hay quien busca optimizar sus relaciones amorosas más allá de lo ya conocido, que es vivido cómo obsoleto o insuficiente? ¿En el amor vale la máxima de impossible is nothing?

Cualquiera de las cuestiones anteriores daría para varios artículos como el presente. En nuestro contexto cultural[14] son legión los textos que tratan de responder a las mismas, lo cual indica que el amor, corran los tiempos que corran, sigue siendo un asunto de capital importancia para todas las personas, un asidero imprescindible para afrontar los vaivenes de la vida.

El tema del amor no deja a nadie indiferente y, en no pocas ocasiones, atendemos en nuestras consultas demandas que se relacionan, mutatis mutandis, con las cuestiones anteriores. Desde la joven que consulta para saber cómo plantearle a su pareja, con la que estoy bien, pero me gustaría algo más, que desea practicar el poliamor; a la mujer madura que es consciente de que ha colapsado un largo matrimonio por ciertos momentos de desencuentro; pasando por el joven que, teniendo relaciones con diferentes mujeres simultáneamente, experimenta dificultades de erección justamente con la chica que más me gusta. Sin olvidar a los progenitores que se deprimen cuando los hijos se hacen mayores porque ya no son míos o a los que, siendo verdaderos adictos al trabajo, sienten que no conectan con sus hijos, con los que juegan y conviven escasamente.

Y, paradójicamente, —o no según se mire—, no son menos las situaciones clínicas derivadas de una grave dependencia afectiva, cuyas consecuencias, entre otras, pueden aproximarnos al concepto de compulsión a la repetición en forma de búsqueda constante de pareja; acoso; elección repetida de parejas tóxicas; sumisión; parentalización de los hijos, relaciones simbióticas y demás (Villegas, 2023).

Ciertamente, da la impresión, en ocasiones, que en los tiempos que corren muchos ignoran que el amor es un encuentro entre dos faltas que nunca se pueden colmar (Alemán, 2023).

¿Qué nos decía Fromm, sobre algunas de las preguntas planteadas anteriormente, desde la óptica de mediados del siglo XX? Creemos que el lector no familiarizado con la obra frommniana se sorprenderá, no así aquel que ya conozca las virtudes proféticas de nuestro autor.

Veamos  algunos fragmentos de El arte de amar (1956), a nuestro entender, muy significativos:

 Al hablar del amor en la cultura occidental contemporánea, entendemos preguntar  si la estructura social de la civilización occidental y el espíritu que de ella resulta llevan al desarrollo del amor. Plantear tal interrogante es contestarlo negativamente. Ningún observador objetivo de nuestra vida occidental puede dudar de que el amor —fraterno, materno y erótico— es un fenómeno relativamente raro, y que en su lugar hay cierto número de formas de pseudoamor, que son, en realidad, otras tantas formas de la desintegración del amor (Fromm, 1956).

La gente capaz de amar, en el sistema actual, constituye por fuerza la excepción; el amor es inevitablemente un fenómeno marginal en la sociedad occidental contemporánea. No tanto porque las múltiples ocupaciones no permiten una actitud amorosa, sino porque el espíritu de una sociedad dedicada a la producción y ávida de artículos es tal que solo él no conformista puede defenderse de ella con éxito. Los que se preocupan seriamente por el amor como única respuesta racional al problema de la existencia humana deben, entonces, llegar a la conclusión de que para que el amor se convierta en un fenómeno social y no en una excepción individualista y marginal, nuestra estructura social necesita cambios importantes y radicales (Fromm, 1956).

 Si es verdad, como he tratado de demostrar, que el amor es la única respuesta satisfactoria al problema de la existencia humana, entonces toda sociedad que

excluya, relativamente, el desarrollo del amor, a la larga perece a causa de su propia contradicción con las necesidades básicas de la naturaleza del hombre”. (Fromm, 1956).

Conclusión

 No cabe duda de que Fromm anunciaba y denunciaba algunas de las dificultades para que el amor productivo pudiera desplegarse en la sociedad occidental. En este sentido, como en muchos otros, resultó ciertamente profético.

Amar, hoy en día, no es fácil. De hecho, nunca lo ha sido. Como escribía Fromm: “Prácticamente, no existe ninguna otra actividad o empresa que se inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante, fracase tan a menudo como el amor” (Fromm, 1956). Las trampas acechan a los amantes, incluso a los que aman a sus hijos, como se demuestra en las situaciones en las que se observan aspectos como la negligencia, las exigencias narcisistas, la falta de imposición de límites o la sobreprotección.

Hay malestar en el amor. Y, como bien podría suscribir Fromm, si el malestar es un fenómeno de época, sus soluciones habrán de abordar las características de dicha época (Padilla y Carmona, 2022). La superación y mejora de estas características, sin duda, no parece fácil, ni mucho menos inmediata.

Pero, por fortuna, los ingredientes del amor saludable y maduro, es decir, la responsabilidad, el cuidado, el conocimiento del otro y el respeto, no han periclitado del todo. Entre tanto, vínculo quebradizo y caprichoso, aún hay quien ansía, la estabilidad de unas relaciones sólidas y duraderas. Villegas (2023) sostiene que el amor romántico —cargado, como está, de aspectos eróticos, ideales, pasionales, narcisistas y fusionales— puede representar para muchas personas un camino privilegiado de iniciación al verdadero arte de amar o al amor comprometido. No lo dudamos, si bien, desde nuestra perspectiva, pondríamos también el acento en las vivencias de apego y sus vicisitudes. Aquellos que han disfrutado de un apego seguro infantil suelen buscarlo de mayores (Castillo y Medina, 2007), a pesar de que la intolerancia, la vulgaridad, la sexualidad descontextualizada o el sacralizado hedonismo gocen de gran predicamento entre las masas, sometidas como están al bombardeo de una aparente libertad que esclaviza, sin que se pueda detectar la tiranía implícita que la sostiene[15].

Y este apego buscador de vínculos productivos, como diría Fromm, no se limita al amor a los más próximos. Son muchos los que aman la vida y por tanto, tratan de promover el bienestar de los demás y la paz entre las personas y las naciones. En este sentido, los profesionales de la salud mental ocupamos un papel importante a la hora de fomentar relaciones amorosas productivas en la sociedad que habitamos. Si así lo hacemos o, al menos, lo intentamos, estamos honrando la memoria y las ideas de ese gran humanista que fue Erich Fromm y contribuyendo, en la medida de nuestras posibilidades, a que el amor no se vea tan laminado como ocurre en tantas ocasiones en la actualidad.

Referencias Bibliográficas

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Antoni Talarn

Profesor de la facultad de Psicología de la Universitat de Barcelona.

 

[1] Empezando a contar desde 1930, fecha de la publicación del primer libro de Fromm: El dogma de Cristo.

[2] Según Friedman (2013), en 1999 el libro había alcanzado los 25 millones de ejemplares vendidos y estaba traducido a 32 idiomas.

[3] Su primera esposa fue la célebre analista Frieda Reichmann (1989-1957).

[4] Si bien estos eran de menor intensidad que los que precisó Henry Gurland.

[5] Si bien, también dejó consignadas las cuestiones positivas de vivir en democracia.

[6] La traducción es nuestra.

[7] Fenomenología limitada, sin duda, pero fenomenología, al fin y al cabo.

[8] No traducido al castellano.

[9] En los que tenía muy poca fe.

[10] Frase de evidentes resonancias winnicotianas.

[11] Hemos alterado la ordenación original del texto en nuestra presentación, a fin y efecto de cerrar este artículo con la sección destinada a la relectura contemporánea de esta obra de Fromm. La práctica del amor es la cuarta parte del libro, no la segunda.

[12] A menudo se olvida que Fromm efectuó interesantes aportaciones sobre el tema del narcisismo. No precisamente en el texto que nos ocupa, pero sí en muchos otros. Véase Talarn (2022) para un resumen de las mismas.

[13] Discrepamos de los que reniegan del enamoramiento o lo consideran un mal necesario. Aunque este suele tener muy mala prensa y todos recordamos que Freud lo consideró como un estado patológico, lo cierto es que también podríamos señalar lo contrario y decir, por ejemplo: ¡ay de aquellos que jamás se han enamorado…!

[14] Es importante recordar que las reflexiones que se presentan tienen, si acaso, cierta validez en nuestro contexto cultural occidental. Inevitablemente, pues, son un tanto etnocéntricas. Pero no debe olvidarse que la humanidad cuenta con más de 8000 millones de personas, repartidas en múltiples culturas, usos y costumbres.

[15] En este sentido, algunos autores vinculan las dificultades del apego infantil con lo que se ha dado en llamar el modelo Tinder de relaciones sexo / afectivas que muchas personas practican en la actualidad. (Duportail, 2019; López, 2022).