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El pasado diciembre nos dejó a la edad de 89 años Francisco Calvo Olalla, nuestro compañero y amigo Paco Calvo, psiquiatra y psicoanalista, miembro didacta de la Sociedad Española de Psicoanálisis, donde analizó y formó a un buen número de miembros de la Sociedad, tanto en Barcelona como en Sevilla. La vida de Paco Calvo se vio afectada por una serie de cambios, desplazamientos y duelos que hicieron que siempre se refiriera a sí mismo como un emigrante y que el tema de la emigración fuera uno de sus principales centros de interés. Al tema de la emigración dedicó su tesis doctoral y distintos trabajos posteriores y decía que, entre las teorías psicoanalíticas, la referente a la elaboración del duelo le resultaba particularmente próxima, sobre todo en relación con los fenómenos migratorios.

Semblanza humana

Francisco Calvo nació en Camarma (Guadalajara), pero su vida allí quedó trágicamente truncada por la muerte de su padre en los inicios de la Guerra Civil Española, hecho que marcó profundamente su vida. La familia se trasladó al pueblo de Cabanillas.
“De mis primeros años en Camarma no recuerdo nada en absoluto. Mi vida consciente se inicia ya en Cabanillas. Recuerda a Cabanillas, al que denomina su pueblo, así: Era un lugar pequeño y pobre… En realidad, casi todos éramos pobres y con la guerra y la postguerra todos sufríamos profundas carencias.”¹ Pero Cabanillas estaba siempre en su memoria y volvía a él a menudo. “Durante los setenta años siguientes yo he estado ausente de mi pueblo, aunque con mis frecuentes visitas he podido seguir paso a paso la evolución que a lo largo del tiempo Cabanillas ha vivido”.
Estudió el bachillerato en la capital y posteriormente Medicina en Madrid. “Poco después de terminar mis estudios en Madrid me trasladé a Barcelona dando con ello, por suerte, un cambio trascendental en mi vida”. Él mismo aclara a qué se refiere con este cambio.
En la Biblioteca Nacional de Madrid, donde yo acudía a estudiar, leía a Freud sin entenderle. Me sorprendían sus planteamientos y me ilusionaba la idea de que psicoanalizarme podría ser la salida de mis conflictos personales. En el desierto madrileño no florecía esta rama del saber, pero hubo quien me habló de que en Barcelona las cosas eran distintas, y así, en busca de ayuda, me fui a Barcelona el 14 de enero de 1960, cuando aún no había cumplido 26 años. Fue una de las grandes y mejores decisiones de mi vida.
El 25 de enero, recuerda, inició su análisis personal con Pere Bofill, pero, aunque se desplazaba a Barcelona por este motivo, su traslado a Cataluña comenzó meses más tarde, al entrar a trabajar como médico interno en una Clínica privada de Tarragona. De ahí pasó al Hospital Mental de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona durante dos años y más tarde, como neuropsiquiatra de la antigua Seguridad Social en Vic.
Nos recuerda Paco Calvo que todos estos cambios también tuvieron repercusión en su conciencia política y social.
Una cuestión importante para mí ha sido la sensibilización por los problemas sociales, es decir, por los problemas del sufrimiento y la pobreza. Era pobreza lo que había en mi lugar de origen. Era pobreza lo que veía en el suburbio de Madrid cuando, como ayudante de mi tío Agustín, visitábamos las chabolas de emigrantes andaluces. Era también mucha la pobreza, aunque no tanta como en Madrid, la que acompañaba a los emigrantes que yo atendía en Vic como psiquiatra. De mi contacto con esta realidad surgió mi deseo de estudiar algunos aspectos de la emigración.
Poco a poco, Calvo va iniciando su práctica privada en Barcelona, y pronto el psicoanálisis como trabajo profesional “pasó a ocupar todo mi tiempo y gran parte de mi actividad mental. La SEP iba desarrollándose rápidamente y aumentaba el número de personas interesadas en seguir la formación en psicoanálisis.”
Participó activamente en la SEP desde los inicios, y en ella encontró compañeros con los que colaboró, y en los que halló algo que más adelante describiría como el grupo de “iguales”, por sus orígenes foráneos, aunque, añadía, no tan “iguales”. Alejado de grandilocuencias e idealizaciones, Paco Calvo establecía una relación cordial, sincera, genuina, con sentido común y un cierto sentido del humor. Su comprensión y empatía, su receptividad, ha sido reconocida por compañeros, supervisados y analizados. Con el tiempo, fue transmitiendo sus propias aportaciones sobre el desarrollo del psicoanálisis que dejó plasmadas en sus escritos.
Paco Calvo describía la dualidad característica del emigrante, entre el lugar de origen y el lugar de destino, donde a menudo discurre la mayor parte de la vida, como “los dos grupos humanos que han dado sentido a mi vida”. Aunque él se refiere a su pueblo como “su propio lugar”, más en su fantasía, reconocía que había pasado casi toda su vida “lejos de su centro natural”. Se refería con gran satisfacción a cuando alguien de su familia castellana aparecía por Barcelona o cuando algún compañero acudía en vacaciones a visitarlo a su pueblo. Al celebrarse en 1983 en Madrid el Congreso Internacional de la IPA, pudo recibir allí a un grupo numeroso de compañeros de Barcelona, calificando dicho encuentro de “memorable”, como un momento de síntesis de esa dualidad, algo que le proporcionó mucha felicidad. En este verso se referiría a esta situación:

No florece el limonero
en mi tierra castellana.
Tengo rosas en el patio,
un olivo, buena sombra,
y es fresquita la mañana.
D. Antonio, el buen maestro
hubo de morir en Francia
por la miseria y la guerra
la misma de mis desgracias.
En ocasión como esta
con vosotros, mis queridos,
catalanes y españoles,
buenos parientes y amigos,
quiero yo acabar el día
viendo crecer el olivo.

 

Su obra sobre emigración

En un primer trabajo publicado en francés (Calvo, 1971) y titulado “La emigración: una realidad compleja en la biografía de muchos pacientes” ² aborda la relación entre la emigración y problemas de salud mental. Explica que muchos trabajos están hechos a un nivel psiquiátrico y no contienen ninguna explicación apreciable sobre la manera en que esta realidad es vivida por los pacientes que sucumben a la enfermedad, incapaces de adaptarse al nuevo entorno. Considera que los objetos significativos que se pierden (el país, los padres, la casa, los amigos, las propiedades, etc.) solo pueden ser conservados bajo el aspecto de objetos internos. Para que hayan sido bien introyectados es preciso una buena evolución previa, algo que no se produce en las personas que después enferman ni en las que, en el momento de la emigración, están afectadas por trastornos mentales.
Creemos, sigue Calvo, que la patología de la emigración está ligada directamente a la capacidad de elaborar el duelo por los objetos perdidos en cuestión. Esta elaboración depende de la elaboración previa de otros duelos y muy en especial de los duelos de la infancia: por la pérdida del pecho, por la pérdida de la situación privilegiada a causa del nacimiento de otros hermanos, por la pérdida real o imaginada del afecto materno, por la pérdida o alejamiento de una figura paterna, por los hermanos muertos durante la infancia, etc.
Tanto si la emigración es forzada como voluntaria, se impone el trabajo de duelo. Lo que ocurre es que, si la patología previa es intensa, este trabajo ya no aparece a nivel consciente. El duelo, así como numerosos aspectos de la realidad, es rechazado y el conflicto se manifiesta solamente a través del incremento de síntomas antiguos o de la aparición de nuevos.
En trabajos posteriores, (Calvo, 1977, 1985, 1988) aborda el tema de la emigración como hecho vivencial y en su relación con el desarrollo de la identidad. En 1977 la editorial La Gaya Ciencia, dentro de la colección Biblioteca Salud y Sociedad, publicó una serie de libritos de divulgación con temas de interés sobre salud mental y comunitaria. Paco Calvo se encargó de Qué es ser emigrante. En el capítulo dedicado al mundo emocional del emigrante, Calvo se ocupa de forma sencilla y comprensiva de emociones y sentimientos propios de la situación migratoria, acercando al lector común sus conocimientos psicoanalíticos sobre el tema, y también como resultado de sus experiencias personales. Lo hace desde una perspectiva kleiniana, que es la que en aquellos momentos predomina en la SEP y, por tanto, también en su formación analítica.
En el caso del emigrante, el duelo revestiría unas características propias, que lo diferencian de otros duelos. Se trataría de poder soportar la pérdida de todo lo que era propio, lugar, familia, relaciones, costumbres, y adaptarse al nuevo lugar. Pero sin contar con la posibilidad de compartir estos sentimientos, es decir, en soledad, y con otro elemento que Calvo destaca, el secreto. Que los sentimientos no trasciendan de cara a los demás, ni poder conectar uno mismo con ellos, por temor a desfallecer y caer en la siempre temida depresión, que impediría la adaptación. Aceptar la pérdida sin negarla, pero no hundirse en el sufrimiento, como aparece posteriormente en sus escritos.
La magnitud del cambio que supone la migración comporta, como no podría ser de otro modo, la movilización de sentimientos muy profundos, y una serie de mecanismos de defensa para combatirlos. Los sentimientos básicos de Amor y Odio, Envidia y Celos, y a su vez también de Gratitud y Deseos de Reparación. En mayúsculas, como aparece en el texto. Y mecanismos como la idealización, la indiferencia, o el incremento intensivo de la actividad en el trabajo, el ahorro o el despilfarro. Muchas veces estos sentimientos pueden permanecer ocultos y ocasionar reacciones de lo más diversas, en función del carácter de cada uno y de la expresión posible de dichos sentimientos.
Los sentimientos del emigrante solo pueden ser contradictorios. Por más que se “reniegue” del origen, el amor y la añoranza están siempre presentes. Y a su vez, por más que se quiera a su tierra de origen, se le culpa del destino, de la marcha, y el resentimiento está siempre allí. La tierra, a la que se quiere como una madre, es una madre que no cuida bien a sus hijos, es una tierra dura, pobre y cruel que obliga a marcharse. Puede ser una crítica soterrada, disimulada, pero presente. Y en la idealización, lo nuevo, puede pasar a ser aquello anhelado. En el desprecio, la inculpación de lo peor.
La envidia como sentimiento universal se hace muy evidente en una situación de cambio migratorio. Los autóctonos serían los poseedores de todo aquello que el emigrante carece. A menudo es un sentimiento negado y aparece transformado en el contrario. Es el nuevo lugar el que necesita del emigrante, lo cual puede ser cierto, pero la voracidad y la ambición se atribuirían a los autóctonos envidiados. El resultado es una situación de inseguridad y peligro, que entenderíamos como persecutoria.
Los celos aparecerían hacia aquellos que, a pesar de todo, se han quedado, (¿con la madre?), le han robado su propio espacio. Y aparecen las fantasías de triunfo, sueños de logros y riquezas que pueden conseguirse en el nuevo lugar, y podrán exhibirse con ostentación, así como nuevos conocimientos y costumbres adquiridas.
Si se logra elaborar paulatinamente todo este conflicto, pueden aparecer sentimientos más elaborados, de gratitud, de reconocimiento que permiten reparar lo anteriormente cuestionado.
En 1988 escribe un artículo con el significativo título de Identitat y emigració³. En él conceptualiza lo que denomina el “tercer apellido”, que corresponde al lugar de nacimiento y al grupo de pertenencia. Para Calvo, la identidad no es solamente una cuestión psicológica o psicoanalítica. Hablar de identidad, y más en relación con la emigración, obliga a tener presente que este concepto incluye aspectos tanto objetivos como subjetivos, conscientes como inconscientes, genéticos como sociales y legales. La identidad personal es algo objetivo e incontrovertible. La determina la conjunción de los genes de los padres en el momento de la concepción, que es lo que decide la pertenencia a una especie, raza y sexo concretos. Pero a ello hay que añadir, nos dice Calvo, circunstancias tales como, por ejemplo, el lugar de origen que determina muchas cosas: la lengua, la cultura, etc. Entre los factores determinantes de la identidad, el lugar de origen adquiere una importancia casi genética. Entre los elementos de la identidad que no cambiarán a lo largo de la vida, están los dos apellidos (paterno y materno) y el que podríamos considerar como el tercero, el lugar de origen.
Como determinante del propio sentimiento de identidad es mucho más importante la pertenencia a un grupo sociocultural vinculado a un territorio, que la identidad derivada del rol social, que es cambiante y transitorio. Pero es evidente, prosigue Calvo, que, al referirnos a la tierra de origen, no nos limitamos al hecho material, geográfico, sino que incluimos la referencia a la condición de pertenencia al grupo, originariamente la tribu, que ha hecho suyo este trozo de tierra. Y, a la hora de identificar este grupo, el elemento decisivo lo constituye la lengua propia. La adscripción a un determinado código de comunicación o lenguaje es evidentemente el rasgo más determinante de la pertenencia al grupo de origen. Por esto cualquier cambio de idioma significa mucho más que el esfuerzo de aprendizaje que siempre requiere una nueva adquisición.
Una emigración siempre va acompañada de unos conflictos emocionales profundos que alteran de alguna manera, ni que sea temporalmente, el modo de ser y sentirse cada sujeto afectado, es decir, su identidad. El emigrante se enfrenta a un doble proceso: adaptarse a las exigencias que el nuevo medio le impone y elaborar, a la vez, el duelo de todo aquello que la emigración le hace perder. Una mala elaboración del duelo puede tener como consecuencia un conflicto de identidad (Calvo, 1988). El emigrante se ve enfrentado a nuevas relaciones en un nuevo medio y puede ser que dude entre la defensa decidida de sus señas de identidad originaria y la tendencia a la adquisición rápida de nuevos elementos de identidad adscritos a la cultura de la nueva tierra. Son los conflictos en relación con el “tercer apellido”.

La despedida

Cuando a los 78 años, Paco Calvo decidió finalizar su actividad como psicoanalista, comenzó a escribir una serie de libros, que autoeditaba y nos regalaba generosamente a familiares, amigos, colegas y ex pacientes. “La circunstancia de que coincidieran en el tiempo los fallecimientos de mi hermano Rafael, el 22 de enero de 2009, y el de mi psicoanalista Dr. Pere Bofill, el 26 de marzo de 2009, determinó que yo me planteara una suerte de autorreflexión sobre mi trayectoria vital. Elaborar los duelos supone a menudo una revisión de toda la vida.”
Estas publicaciones se iniciaron a modo de memorias, relatando su infancia, la marcha de su pueblo, su experiencia durante su formación en Madrid, su traslado a Barcelona, la formación de su familia, y su intensa relación con la SEP y los compañeros que la formaban. Después continuó con reflexiones sobre actualidad, política, la naturaleza humana y naturalmente, sobre psicoanálisis. Y a los ochenta años, publica su primer libro de versos. Y en esta nueva faceta es a menudo su pueblo, junto a sus familiares y amigos, el protagonista. Él se refería a esta obra, con la sencillez que le caracterizaba, como “rimas prosaicas”. La última, en forma de deseo:

Marcharme sin hacer ruido
Sin provocar sufrimiento,
Culminar mi larga vida
En paz, conformado y cuerdo.

 

Referencias bibliográficas

Calvo, F. (1971). L’émigration: une realité complexe dans la biographie de beaucoup de patients. Revue Française de Psychanalyse.

Calvo, F. (1977). Qué es ser emigrante. Biblioteca Salud y Sociedad. Ed. La Gaya Ciencia

Calvo, F. (1985). Identitat i emigració. Revista Catalana de Psicoanàlisi, Vol II ().2

Calvo, F. (1988). Emigración, duelo y sentimiento de identidad. Sesión clínica presentada en el Institut de Psicoanàlisi de Barcelona.

 

¹Todos   los fragmentos en cursiva proceden de las memorias que nos entregaba a amigos y compañeros. Ver la nota al final del artículo.
²-³ La traducción al castellano es de los autores.